Doppelgänger

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Doppelgänger
Summary
Ok, básicamente tiré los siete libros por la ventana con esto...Harry Potter salvó la piedra filosofal, pero Vomdemort logró escapar con el cuerpo de Quirrel. Los planes cambian y el Señor Tenebroso es traído de regreso antes de lo esperado.¿Por qué crees que esto se llama "doppelgänger"?
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De vuelta al trabajo/ Buscando trabajo

Unas cuantas horas después, Severus despertó de un sueño más parecido a un estado de coma.

Lo primerio que hizo fue darse una larga ducha. El agua caliente le ayudó a relajar sus músculos tras los efectos del cruciatus. Además sirvió para sacar toda la sangre que ahora estaba pegada y solidificada en su cuerpo.

Se vistió con su típica túnica. Personalmete, él la consideraba algo ostentosa, sin mencionar incómoda. Toda su vida había vestido ropa muggle, mucho más cómoda y práctica. Pero todo era parte del personaje, ¿saben? El mortífago fanático de la pureza de sangre y las tradiciones del Mundo Mágico.

No hay que malinterpretar, las tradiciones son importantea. Pero igual lo es poder elegir si seguirlas o no.

Parando por la cocina para un rápido...

¿Qué hora era? 07.00... Desayuno entonces...

Comió y se transporto por red floo a Howarts para reunirse con Dumbledore y saber cuales serían los pasos a seguir. Llegó a la oficina del director y se encontró con la mayoría de la Orden. Todos le lanzaron miradas desconfiadas al entrar.

Dumbledore los ignoró, o mejor dicho fingió ignorarlos. Severus sabía lo que Albus pensaba de él, que a su parecer él merecía ese trato.

Como fuera, Severus aprendió que las noticias de la resurrección de Voldemort habían llegado al Ministerio de Magia casi en forma inmediata, cortesía de los aurores de la Orden que habían formado parte del grupo de rescate que fue en busca de Harry. De este modo, el regreso del Señor Tenebroso saldría de seguro en los diarios y para el final del día todo el Mundo Mágico estaría enterado.

El pánico que se extendería sería algo enorme, pero al menos ahora a los aurores se les asignaría la misión de montar guardia en la residencia Longbottom, donde Harry se estaría quedando. Los Weasley habían sido la primer opción, pero la antigua y bien acomodada familia Longbottom tenía protecciones mucho más efectivas en su vivienda.

Ese nuevo arreglo era un gran alivio para la conciencia de Severus. Harry sin duda estaría mejor en casa de un amigo, aunque fuera bajo el cuidado de una mujer tan estricta como lo era la abuela de Neville, Augusta Longbottom.

Terminada la reunión, todos los miembros de la Orden dejaron la oficina via floo para irse a sus casas. Todos excepto Severus, a quien Albus le había pedido que se quedara.

Aparentemente el anciano quería asegurarse de tener una protección extra en Harry.

"No quería pedirte esto, Severus..."

Si, claro..., Snape tuvo que esforzarse para no poner los ojos en blanco.

"... pero me parece pertinente que investigues las antiguas catacumbas de Paris, a fin de encontrar algo que pueda proteger al joven Potter y la familia Longbottom".

Severus lo miró un segundo.

"¿Quieres que entre a las catacumbas en Francia?", preguntó Severus con una ceja alzada como única señal de su incredulidad. "Eso no solo sería ilegal. Violaría tratados internacionales... Sin mencionar que aun no tengo idea de cómo pasar las protecciones y alarmas que te aseguro que el gobierno francés mantiene en ese lugar".

Los ojos de Albus brillaron divertidos. Como siempre, Dumbledore interpretaba su negativa como cobardía.

Honestamente a Severus le convenía. No fuera que en un descuído el viejo se enterara que visitaba las catacumbas desde antes de ser un mortífago.

De todas formas, era una cruzada que iba bastante en contra de la ley. Pero Snape conocía a Albus. A él no le importaba lo que Severus tuviera que hacer. Incluso si debía matar. No importaban los medios, solo el fin...

Siempre y cuando los medios fueran responsabilidad del maestro de pociones...

Snape también sabía que nunca se revelaría la procedencia de lo que fuera que él trajera de Francia. Albus era consciente de que buena parte de su poder y de su influencia recaía en su imagen. La imagen de luz, del siguiente Merlín.

Para Severus todo eso era un montón de basura, pero de nuevo, sus votos y juramentos le impedían cualquier curso de acción distinto al de obedecer.

Al final no tuvo más opción que aceptar la misión. Ir a las catacumbas, no alertar a la Guardia Internacional, forzar las protecciones, esquivar/enfrentar a los poltergeist que plagaban las tumbas...

Y claro, tendría que inventar una excusa para Voldemort. Tal vez una verdad a medio cocinar, como que Dumbledore lo había enviado a retirar un artefacto o elemento de naturaleza desconocida. De ese modo no tendría que decirle que se trataba de algo que ayudaría a proteger a Harry y él no sería mandado a sabotear ese plan. Ese pedazo de información podía dársela después de que la nueva protección estuviera instalada.

Sí, eso serviría.

Al final, el maestro de pociones se despidió del director y se fue. Se reportaría con Voldemort y tras curarse (de nuevo) iría a Paris.


Tres días pasó Aramis en el Caldero Chorreante. Tres días que aprovechó para comprarse dos conjuntos de ropa muggle para usar en el día a día y otro par de zapatos, comer en la taberna y ponerse al corriente lo mejor que pudo.

Se enteró por los diarios, o mejor dicho confirmó, el regreso de su contraparte.

Las reacciones del resto de las personas que habían leído el diario y hablaban de las últimos noticias, fueron bastante informativas también.

Aramis estaba bastante sorprendido. No le extrañaba el miedo que percibía, ni la forma en la que todos parecían contar con Dumbledore para derrotar a Voldemort...

Pero, en serio... ¿Todas esas personas estaban realmente dispuestas a arrojar a un niño de 11 o 12 años al campo de batalla para salvar sus propios cuellos?

Es cierto, él creía en las profecías. Pero pensar que un niño era la única esperanza contra el mago más temido de nuestro tiempos (Aramis personalmente pensaba que ese era un título exagerado, pero bueno...) le parecía ridículo.

De verdad, si en treinta años no había pasado nada que disminuyera la credibilidad de Dumbledore lo suficiente como para hacer que el resto del Mundo Mágico lo viera como, aunque sea, otro ser humano, Aramis ya estaba dispuesto a calificar el asunto como causa perdida.

Viendo el lado bueno, los clasificados de El Profeta habían resultado útiles. La mayoría de los trabajos eran de tiendas allí, en Diagon, y algunos eran de las tiendas menos sórdidas de Knockturn. Incluso había un par de Gringotts. Pero lo más interesante era el anuncio para el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en Howarts.

Alguien en la mesa contigua debía haber estado mirando los clasificados también, pues Aramis pudo escuchar:

"Mira, están buscando un nuevo profesor de defensa en Howarts... Otra vez", se rió burlona una mujer morena.

"¿Y qué esperabas...?", le contestó su acompañante, otra mujer de piel oscura, unos años mayor.

Probablemente su hermana.

"... cada año desde que Quien-Tu-Sabes maldijo el puesto después de ser rechazado por Dumbledore, ningún profesor a durado más de un año", terminó.

A partir de ese momento, Aramis dejó de escuchar. ¿En serio había maldecido un puesto de trabajo solo por no haberlo conseguido? ¿De verdad su otra mitad era tan...? ¿Qué palabra podía usar? ¿Resentida? ¿Temperamental? ¿Psicótica?

Esa última parecía la más apropiada...

Pero de vuelta al presente, él sí había querido el puesto y aún lo quería. Sin embargo, había sido encerrado en un diario antes de poder siquiera postularse para el puesto. ¿Por qué no intentarlo ahora?

Decidido, usó una de las lechuzas que ofrecía el Caldero Chorreante y envió su currículum a la escuela.

Luego fue a Gringotts. No podía hacer mucho. No queria comprometer su identidad. Pero podía pedir una bóbeda. Los test y las inversiones requerían una exaustiva prueba de identidad, que iba desde reconocimiento de tu huella mágica hasta pruebas de sangre. Pero para abrir una cuenta, bastaba con presentar tus papeles.

Para variar, el proceso burocrático fue largo y extenuante. Aramis estaba seguro de que los duendes lo hacían a propósito para fastidiar a los magos. Había que admirar su capacidad de organización, toda una especie unida para irritar a otra era una proeza en sí.

Cuando volvió al Caldero Chorreante, Tom lo recibió con una sonrisa y un sobre en la mano. Dumbledore había sido rápido en contestar. Aparentemente estaría 'encantado' de poder conocerlo y realizar la entrevista en una semana.

Aramis estaba ansioso por el encuentro. No mentiría, sería divertido poder engañar al viejo mago.


Siete días después, Aramis estaba frente al águila de piedra a la entrada de la oficina del director.

"Cucarachas de chocolate", dijo. La estatua se movió y Aramis dió un paso al frente para subir a las escaleras movedizas que lo llevarían a la oficina.

Albus Dumbledore estaba sentado detrás de su escritorio. Se paró para saludarlo y estrecharle la mano. Le ofreció asiento y ambos se acomodaron para empezar la entrevista.

Viendolo bien podía decir que Dumbledore no había cambiado mucho en los últimos treinta años. A lo mejor había un punto en la vida en el que simplemente era imposible envejecer más.

La entrevista fue bastante fluída. Albus le preguntó acerca de sus estudios, su especialización y su experiencia, y cada cosa estaba respaldada por los papeles en manos del director. En otras palabras, todo era una completa, pura y descarada mentira.

En algún punto el director dejó escapar el hecho de que había muy pocos candidatos para el puesto, pero que ninguno parecía realmente apropiado.

Aramis confirmó la gravedad del problema cuando fue contratado en el acto.

Por último, Dumbledore le pidió que le presentara su plan de clases con un mínimo de dos semanas de anticipación y sin más que decir, lo dejó irse.

El profesor de defensa usó la red floo para volver al Caldero Chorreante. Subió a su habitación, puso un par de hechizos para cancelar el sonido y se hechó a reír de tal modo que le dolía la panza y lágrimas saltaban de sus ojos.

En menos de dos horas sus problemas de alojamiento, comida y dinero habían sido resueltos por nada más y nada menos que Albus Dumbledore. Si había un momento para reventar en carcajadas ante las vueltas de la vida, ese tenía que ser.

Ese collar bien había valido esos 100 galeones.

En unos días él se mudaría al castillo, regresaría a su querido Howarts y empezaría de nuevo, lejos de las atrocidades de su contraparte.


Más tarde ese mismo día, Severus se reportó con Albus. Traía consigo un pergamino con antiguas runas y lo que parecían ser instrucciones.

Albus recibió el gastado rollo. Snape le explicó como debían aplicarse las runas y Dumbledore le dijo que él se encargaría de colocarlas y diría al resto de la orden que había encontrado el pergamino dentro de sus bóbedas en Gringotts.

Severus no hizo ningún comentario. Asintió y se fue caminando hasta llegar a los límites de las protecciones de Howarts para aparecer en casa de Nott y reportarle al Señor Tenebroso que el contenido de su encargue se relacionaba con algo que podría proteger mejor a Potter, pero que no sabía que era. Y tras los intentos de infiltración en su mente y una larga sesión de totura por su 'miserable fracaso como espía', el bastardo deforme (en palabras de Snape, no mías) lo dejó ir.

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