Black: De amor y otros vínculos

Harry Potter - J. K. Rowling
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Black: De amor y otros vínculos
Summary
¿Y si tanto Regulus como Sirius hubieran salido juntos de Grimmauld Place? Los hermanos Black van a tener que lidiar con cambios bruscos en sus vidas y los vínculos que daban por sentado (o que ni siquiera creían tener) se van a volver cada vez más complejos de entender.
Note
Advertencia: Abuso infantil (expresado a través de la magia)Referencia a adicción de sustancias (expresada a través de pociones)
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Chapter 1

CAPÍTULO I

"Cuando tienes miedo pero lo haces de todas formas, eso es valentía." -Neil Gaiman.

Regulus.

Las cosas iban cada vez peor en su familia, especialmente estas vacaciones. Sirius no sabía cerrar la boca, ni mucho menos podía quedarse quieto y eso enfureció a su madre. Tenerlos a ambos en una habitación era como estar en un campo minado, tenía que caminar de puntas todo el tiempo, tratando de que toda su mierda no les explotara justo en sus narices. Bueno, su hermano lo ignoraba la mayor parte del tiempo y si iniciaban una conversación esta terminaba con uno de los dos dejando el lugar (generalmente Regulus) o con uno de ellos elevando la voz (Sirius, definitivamente).

Todo en esa casa se sentía asfixiante, era como respirar veneno. Las paredes parecían expulsar toxinas que lo contaminaban, era imposible no caminar por los pasillos sin sentirse observado por los tétricos cuadros de sus antepasados. El dolor de cabeza se había convertido en algo cotidiano, las pesadillas eran su segunda piel y la única razón por la cual no había tenido una sobredosis de sueños sin sueños era porque con un Black adicto a las pociones alcanzaba. De igual forma, su madre se había vuelto realmente paranoica con sus botellitas y era imposible el tomar una sin que ella lo notara. Lo había logrado un par de veces, pero la mujer se terminó enterando y volver a intentarlo era prácticamente suicida. Tal vez su vida fuera una mierda, pero no se sentía dispuesto a renunciar a ella por dormir unas cuantas noches.  Se sentía completamente fuera de lugar, todo el tiempo cerraba los ojos para fingir que estaba en otro lugar, muy lejos de las personas que parecían controlar su vida, completamente alejado de aquellos que lo detestaban. 

Regulus extrañaba hacer magia, su varita estaba guardada en el cajón de su mesada, junto a su cama, si la sacaba se vería tentado a utilizarla y Hogwarts era la única razón por la que no rompía las leyes mágicas. No es como si tuviera muchos amigos que lo esperaban, pero el realmente amaba la escuela, disfrutaba de sus lecciones y deambular por los pasillos, amaba la torre de astronomía. Especialmente en momentos como estos, pensar en ese lugar era una caricia al alma, su lugar seguro.

Estaba vestido perfectamente, de la manera en la que su madre les exige siempre. Camisa blanca, túnica, pantalones y zapatos adecuados. Si Walburga le viera una sola arruga lo castigaría, pero se encontraba mentalmente agotado después de varias noches de apenas dormir, por lo que se dijo que podría aguantar un latigazo o dos y terminó por acostarse en su cama. En treinta minutos vendría Kreacher a informarle que la cena estaba lista y debería sentarse rectamente en una mesa con su familia por casi una hora, tratando de evitar que se apuñalaran con sus cubiertos. Por suerte hoy serían solo ellos tres, si vinieran Bella y su esposo él mismo se sacaría los ojos con las cucharas de plata. Cerró sus párpados e imagino que estaba muy lejos de ahí, mirando las estrellas en una torre y respiro profundamente, relajó su cuerpo.

Inhalar

exhalar

Inhalar

y exhalar.

Por unos momentos se sintió envuelto en un manto negro y nebuloso. Tranquilidad.

Abrió los ojos de golpe, se había quedado dormido. Tardó un segundo en darse cuenta de que lo que lo había despertado eran gritos. Primero dudo, creyendo que era parte de una pesadilla, pero rápidamente se dio cuenta que esto era real. Regulus había dejado de gritar desde que su hermano se había ido a Hogwarts, cuando  tenía diez años, ya que nadie acudía a su rescate. No tenía sentido hacerlo, solo aumentaría la brutalidad de los castigos.  Entonces se acostumbro a permanecer en silencio y cuando Sirius regresó la siguiente navidad, no se dio cuenta de nada. Ni tampoco en el  verano ni mucho menos después de eso.

Regulus jamás dijo nada y no hubieron gritos por mucho tiempo.

Ahora, desde que su padre había muerto, cada tanto se oían los gritos de su madre a quién solo trató de ayudar una vez antes de entender que no debería hacerlo, la ponía furiosa.

Después empezó a fingir que no podía escucharla.

Pero este grito era diferente, desconocido pero dolorosamente familiar. Sus instintos les decían que era mala idea, que se quedara en la seguridad de su habitación, pero tenía un mal presentimiento, un algo extraño que le decía que debía bajar. Corrió sin pensar demasiado, antes de tener tiempo de arrepentirse y se congeló cuando llegó al comedor.

Su madre se movía como un títere, ojos desenfocados y varita levantada. Claramente estaba bajo los efectos de alguna mezcla extraña de pociones, últimamente las mezclaba a pesar de que ya le había dicho que era peligroso para su salud.  Pero lo que lo habia impactado estaba en el suelo, un cuerpo arrodillado con los brazos apoyados contra la pared, como si estuviera tratando de no desplomarse. Sirius estaba descalzo, las palmas de sus pies tenían heridas abiertas, su camisa estaba destrozada y había mucha sangre en su espalda donde se podía ver la piel destrozada de manera metódica, cortes precisos y profundos. Se sintió mareado, el olor metálico se mezclaba con los aromas de la cena que habia sido olvidada en la mesa. A Regulus le costaba respirar, se le revolvía el estomago y quería vomitar. 

"Eres repugnante, tan asqueroso." Walburga siseó antes de lanzar otro hechizo que cortó el aire antes de impactar contra la espalda de su hijo mayor, quien no pudo evitar soltar una especie de grito ahogado. Se tambaleo en su lugar, si ayudaba tendría que lidiar con las consecuencias del enojo de su madre, ella no lo dejaría pasar y lo castigaría por días, tal vez semanas. Sirius lo había abandonado, se odiaban. No había razón para tratar de salvarlo.

Excepto que nunca había visto a su hermano tan destrozado. Su madre seguía lanzando hechizos, sabía que ella no se detendría hasta saciar un poco de su odio con violencia, era una maldita sádica que disfrutaba el sufrimiento ajeno. Pero parecía que no importaba cuánta sangre perdiera o que tanto gritara, nada parecía estar calmandola, por el contrario se veía deseosa de más y esa ya era mucha sangre.

Por Salazar, Se estaba desangrando frente a ellos mientras la bruja no parecía ser consciente de que podría poner en riesgo la vida del menor. 

¿Qué haría si moría? No había forma en la que él pudiera seguir existiendo en un mundo sin su hermano. No cuando pudo hacer algo al respecto.

Porque lo odiaba, lo odiaba por abandonarlo y sin embargo aun lo quería, no estaba dispuesto a dejarlo morir. Por primera vez en su vida sintió que no tenía el derecho a ser débil.

"¡Mamá!̈" gritó saliendo del shock en el que se había inducido con su cuerpo aun temblando. "Ya para, esto es demasiado. Tienes que detenerte." siguió tratando de llamar la atención de la mujer frente a él.

Le rogó una y otra vez, mientras no dejaba de pensar: por favor, no lo mates. No puede morir, no puede morir.

"Esto no es tu asunto. Vuelve a tu alcoba." Ordenó e hizo girar el cuerpo de su hermano con un hechizo. Ahora ya no podía ver la espalda malherida, pero si el rostro de Sirius, piel cenicienta y ojos que luchaban por mantenerse abiertos, tratando de no perder la conciencia. Claramente había estado llorando, no recordaba cuándo había sido la última vez que lo había visto llorar. Sus miradas se encontraron poco antes de que su madre lanzará otro hechizo. Regulus tomó el brazo de su madre y trató de sacarle su varita, un gran error.

"Verbera¹"      

Ya había recibido ese hechizo otras veces, siempre dolía pero se recordaba que tan solo le abría levemente su piel. Solo que ahora poseía la varita a centímetros de su garganta por lo que no era de sorprender que cuando el hechizo impacto la herida fuera mucho más profunda de lo que normalmente seria.

"Pero que niño tonto, tratar de quitarle la varita a una bruja. ¡A tu propia madre!" Lo empujó mientras él hacía presión en su herida, la sangre fluía, no era tan malo en comparación a las heridas de su hermano. "Todo es culpa de esa cosa repugnante, una mala influencia para ti y la mayor decepción de la casa Black. No debería haberlo dejado nacer, representa todo lo malo, todo lo que hice mal. " Se acercó amenazante a Sirius, quien respiraba pesadamente con los ojos cerrados. Era como si se hubiera rendido, se veía resignado a seguir luchando y Regulus sintió pánico.  Dudaba que el cuerpo resistiera más castigos, estaba al límite.

"No maté a sus amigos, pero debería haberlo hecho. Ya era malo antes, pero esto... enfermo y completamente asqueroso. No puedo permitirlo, no puedo dejar que siga ensuciando el buen nombre de esta casa." Ella seguía hablando por lo bajo, murmurando las mismas palabras una y otra vez. Regulus no sabía que había pasado, pero esto era malo. "Tal vez el dolor lo cure... ¡Si!" Vio parpadear un brillo en su mirada y sabía que lo que sea que había pensado Walburga llevaría a su hermano a una muerte segura. No sabía porque lo hizo, claramente era una estupidez, pero en cuanto su madre levantó su varita él se preparó para ponerse en medio. No lo esperaba, no pudo prevenir lo que su madre planeaba lanzar.

"Crucio." Dijo ella y unos segundos después estaba frente a su hermano, retorciéndose. A Regulus le dolía todo, su cuerpo se contraía en espasmos mientras gritaba preso de la desesperación y él podía jurar que sus órganos querían salirse de su cuerpo, que su sangre se le escaparía por los ojos, sus huesos parecían a punto de romperse. Pero ciertamente nada de eso iba a pasar solo estaba viviendo el dolor en su estado de magia más puro. Se sintió como una eternidad de sufrimiento, pero aparentemente fueron tan solo unos pocos segundos. Cuando el dolor terminó no trató de respirar ni esclarecer su mente, solo pensaba en que debía recuperarse rápidamente y proteger a Sirius.  En cuanto pudo, se arrastro jadeando hasta el cuerpo de su hermano y se volvió a interponer en el camino de su madre. Levantó la mirada, aterrado. Tenía tanto miedo, pero no podía permitir que le hiciera eso a Sirius porque en el estado en el que estaba... le destrozaría la mente.

"Esperaba más de ti." Decepción era la única forma de explicar el tono que ella había utilizado. La mujer había caminado hasta donde estaban, él se irguió con la firmeza que no poseía. Tratando de verse fuerte, aunque estaba seguro de que había rastros de lágrimas en sus mejillas. "Supongo que lo elegiste, a pesar de que él jamás lo haría. Nunca serías la primera opción de esa cosa, ni siquiera eres una opción." Walburga miró con repugnancia pero no estaba seguro a quien. Tal  vez a ambos.

Se sintió más tenso, si es que eso era posible. Trato de que las palabras no le afectaran, pero claramente se habían instalado en lo profundo de su mente. Era cierto, Sirius ya había hecho su elección, había elegido a otros sobre la familia, puesto a sus amigos antes que... bueno, había elegido a otros antes que él y en consecuencia lo había dejado olvidado. Pero ahora mismo eso no le importaba. 

Solo quería mantenerlo a salvo.

"Ve con él." dijo ella con simpleza mientras una sonrisa crecía, dientes blancos se dejaron ver brevemente. "Disfruta de las impurezas, rodéate de esos traidores de sangre y míralos caer. Ve cómo se destruyen con tus propios ojos." Se acercó a él y colocó su mano en su mejilla, con un gesto que hubiera sido casi maternal de no ser porque sus uñas se clavaban fuertemente en su piel. Se estremeció, pero no dijo nada, dejó que hablara y que lo tocara a pesar de que lo repudiaba. "Eres mucho más listo que tú hermano, cuando te des cuenta de la asquerosidad que realmente es...lo entenderás y yo estaré aquí. Tu madre siempre estará aquí. "

La mujer lo soltó bruscamente y caminó sobre la sangre de su hijo mayor, hizo una mueca pero tan solo dijo el nombre de su elfo doméstico quien se apareció al instante.

" Limpia ese desastre y prepara la chimenea para Regulus, parece que pasará el resto del verano con su hermano en.... realmente no me importa."

"Si, lo que mi ama diga" el elfo se inclinó con respeto.

Casi suspira de alivio cuando finalmente la vio alejarse de no ser porque Sirius aún estaba en el suelo, inconsciente y demasiado lastimado.

Pudo morir.

Y sabía que era cierto, ella lo habría matado.

"Kreacher, necesito que me ayudes a curar las heridas de Sirius" Dijo mientras comenzaba a arrastrar el cuerpo a la sala de estar, donde podría ver que tan mal estaba.

"La ama dijo que debía limpiar. "

"Si, debes limpiar este desastre de heridas pero para eso, primero necesitamos curar. " Regulus era bueno en buscar tecnicismo como esos para lograr transformar las órdenes que su madre le daba al elfo, no era particularmente difícil teniendo en cuenta que la mujer cada día hablaba de forma más vaga y más teniendo en cuenta que el elfo se dejaba engatusar por lo que él le indicaba. Sabía que lo apreciaba, se tenían una especie de cariño o algo similar. Un sentimiento no muy común en esa casa, en esa familia. "Y necesito que envíes una nota."

"Lo que el joven amo diga." Entonces acostó a su hermano en la alfombra de la sala, frente a la chimenea. Estuvieron casi una hora curando superficialmente las heridas, lo suficiente como para que pudieran viajar con los polvos flu a la casa de los Potter. Él ya les había enviado la nota, pidiéndoles que la abrieran temporalmente para poder llevar a Sirius. Por Merlín, esperaba que le creyeran. Tenía que sacarlo de la casa lo antes posible, cada minuto que pasaban ahí le daba tiempo a su madre a recuperar un poco de cordura o a enloquecer aún más y ninguna opción era buena.

"Creo que ya está lo suficientemente curado como para que pueda llevarlo." Murmuró más para sí mismo que para alguien más. "Kreacher, ¿la conexión de la chimenea está lista?"

"Si, joven amo. Al parecer fuimos autorizados."

"De acuerdo. Lo llevaré entonces. "

"Pero el joven amo aún no curó sus heridas " señaló nervioso.

Lo sabía, carajo que lo sabía. La herida aún le ardía, pero parecía que no era muy profunda, ya no sangraba. Pero eso no era nada en comparación a otras que había tenido y el dolor de todas esas cicatrices no se comparaba a la maldición torturadora, eso había sido mil veces peor, pero ahora mismo era su estúpido hermano quien realmente necesitaba ayuda. Ya curaría después sus propias heridas, al menos las físicas.

"Estaré bien." Se despidió del elfo, mientras se pasaba los brazos de Sirius por los hombros, se movió con dificultad ya que el otro chico estaba inconsciente, tomó el polvo con su mano libre e indicó su destino. Unos segundos después se desplomó en la sala de los Potter, no había podido soportar el peso de su hermano y ambos terminaron cayendo. 

Tres figuras los aguardaban, cada uno de ellos exclamo con terror al verlos llegar o más bien, al notar la sangre que los envolvía. Un chico con cabello desordenado y lentes se acercó corriendo a ellos, ahora era James Potter quien se encargaba de levantar a Sirius delicadamente, pero con firmeza. Cuando vio la preocupación y una especie de instinto protector crecer en los ojos del joven se dio cuenta de que su hermano finalmente estaba a salvo.

Su cuerpo se relajó, tan solo un poco, mientras cerro los ojos en busca de un poco de calma.

Inhalar

Exhalar

Inhalar

Se permitió respirar.

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