
SIGUIENDO INSTINTOS.
Draco había terminado definitivamente con Pansy al acabar la guerra, esto por si a ella no le había quedado claro que no estaba interesado en continuar su relación en sexto año. También se había negado a obedecer a sus padres con el tema de Astoria Greengrass. Él no sé casaría con ella. Punto. No se hablaba más del tema, y no era porque no fuera hermosa o adecuada . Era algo que iba más allá del placer que le provocaba desafiar a Lucius Malfoy. Sentía que a su lado, faltaba una chispa que encendiera su vida, que lo hiciera vibrar, que lo llevara al cielo con solo mirarla.
Por supuesto, la joven desairada no se lo había tomado a bien, pues se había hecho la idea de ser la futura señora Malfoy desde su infancia y no había podido evitar enamorarse. Se había aparecido varias veces en su apartamento vistiendo menos de lo que se consideraba apropiado, pero él siempre, haciendo un gran esfuerzo por contenerse pues la naturaleza había sido generosa con ella, se había librado de caer en su juego. Desde entonces la bruja iba y venía de una relación a otra sin importarle el qué dirán, restregándole en la cara sus conquistas como si con eso pudiera despertar celos en él.
La última vez que habían hablado, ella, haciendo acopio de todo su odio por rechazarla, le había gritado que «nadie del mundo mágico se rebajaría a casarse con un mortífago». Se habían desafiado con la mirada por unos instantes mientras ella se volvía a poner la ropa para luego aparecerse. A partir de ese día había mejorado las barreras de su apartamento para que ella no pudiera volver a caerle de sorpresa, pero aquellas palabras lo habían atormentado por mucho tiempo como si de una maldición se tratara. Los años pasaban y era el único que no se había asentado en una vida familiar.
Recordando sus desagradables palabras se encontraba una tarde tres semanas después de su regreso de Portugal. No había dejado de pensar en Hermione. ¿Sería que Astoria tenía razón y él no tenía siquiera el derecho de ilusionarse con una mujer? ¿De verdad a él nadie lo querría por su pasado? No era lo que su instinto le decía. Hermione parecía haber disfrutado de su compañía igual que él.
Tenía muy claro que Hermione no era de las mujeres que se dejaban impresionar por el lujo o detalles estrambóticos. Debía llegar a su corazón y muy dentro de sí sentía que iba por buen camino. Pero la extrañaba; ansiaba verla. No habían coincidido en ninguna reunión desde las vacaciones; tampoco la había buscado al día siguiente de su cita en Playa del Norte, porque hubiera sido muy sospechoso para sus amigos si se volvía a ausentar.
Sintiendo que su ansiedad estaba llegando a un punto máximo, buscó entre sus documentos algo que le sirviera de pretexto para buscarla esa tarde. Con un expediente en mano, Draco llegó hasta la oficina de Hermione; sin embargo, únicamente encontró a Evangeline, su asistente.
—Se le presentó un asunto personal y el señor Zabini le dio permiso para ausentarse —explicó la joven.
Se quedó pensando qué podía haberle pasado. En todos los años que tenía de trabajar con ellos, sin contar sus periodos de vacaciones, era la primera vez que no estaba disponible.
De regreso a su despacho, intentó concentrarse en los papeles frente a él pero no lo logró. Nunca se había sentido así; algo en su interior le decía que Hermione no estaba bien.
Viendo que, por lo que restaba del día ya no sería completamente funcional, se fue a su apartamento esperando que la sensación de incomodidad se disipara. Se dio una larga ducha con agua muy caliente, después se preparó un sándwich de pan italiano con jamón y queso, y luego intentó de nuevo con uno de los expedientes que se había llevado a casa, pero como no lo logró, decidió acostarse, a pesar de que no eran ni las nueve. En la cama, la pesadez en su cuerpo empeoró. Se levantó decidido a ir en busca de la mujer que estaba ocupando cada uno de sus pensamientos.
Necesitaba su dirección pues no tenía la más mínima idea de dónde vivía, lo que era un inconveniente. No se le ocurrió más que regresar a la empresa a buscar entre los registros del departamento de recursos humanos. No sería la primera vez que él acudiera a la oficina en horas fuera de horario por lo que definitivamente no llamaría la atención. Eran casi las diez de la noche y se apresuró a ponerse un suéter, un pantalón negro y pasar por la Red Flu.
En los archivos encontró lo que necesitaba y sin dudarlo, se apareció. Hermione vivía en uno de los pueblos muggles más bonitos de los Cotswolds, en un tranquilo barrio lleno de naturaleza y desde el porche, pudo ver que dentro de la casa había una luz encendida, señal de que probablemente ella estaba aún despierta.
Y entonces, de repente la razón se apoderó de él y se cuestionó lo que iba a hacer. Ellos no eran amigos, nunca se habían visitado, no se relacionaban fuera de la oficina. Prácticamente, su primer contacto cercano con ella, sin contar el único baile que habían compartido en abril, había sido en Portugal, y se sintió ridículo por haber sido tan impulsivo y estar frente a su puerta en ese momento.
Los minutos pasaban y él seguía preguntándose qué haría. El problema era que irse no estaba entre las opciones. La opresión que sentía en el pecho no se disipaba. Pero entonces, ¿qué diría al tocar la puerta? Cómo reaccionaría ella cuando…
—¿Malfoy? —Él se volteó tratando de lucir lo más natural posible, sabiendo quién era la dueña de la voz que había oído a su espalda.
—Hola, Granger.
—¿Qué haces aquí?
Él la analizó rápidamente, era evidente que no se encontraba bien. Su voz sonaba quebrada y había llorado.
—No tengo idea, para ser sincero… Pero sentía que tenía que verte. ¿Qué sucedió…?
Ella inmediatamente se quebró frente a él y sin preverlo, se lanzó a sus brazos llorando amargamente. Él la abrazó e instintivamente empezó a acariciar su espalda, a pesar de que no tenía experiencia en consolar a alguien. Sentirla tan pequeña entre su cuerpo la hizo querer protegerla con su vida si fuera necesario.
—Lo siento… —dijo ella separándose de su pecho luego de unos minutos y enjugando las lágrimas con sus manos—. Vas a pensar que siempre estoy triste y te aseguro que no soy tan frágil, pero definitivamente, no ha sido una buena época. ¿Deseas pasar? —inquirió casi suplicante. Se había dirigido hacia la puerta y con unas llaves, la estaba abriendo.
—No quiero ser inoportuno —titubeó. Todavía no podía creer que hubiera seguido su instinto y se hubiera aparecido en su casa sin avisar para encontrarse con una Hermione emocionalmente destrozada.
—No lo eres, y de verdad, agradecería un poco de compañía hoy. —No iba a ser falta que le rogaran.
—¿Qué pasa con los Potter o algún Weasley? —preguntó mientras cruzaba el umbral y pasaba rápidamente la vista por el lugar. Grandes ventanales que seguro dejaban pasar mucha luz natural, modernos muebles y algunas plantas adornaban la sala de estar, haciéndolo muy acogedor.
—No quise molestarlos con esto… Para otros es quizá una frivolidad, pero para mí… —Su voz se apagó ligeramente y sus ojos volvieron a humedecerse.
—Si no sientes que me entrometo… no quiero que te sientas obligada a recibirme en tu casa porque soy uno de tus jefes —comentó tratando de aligerar el ambiente.
—No es así. ¿Te gustaría un té?
—Déjame ayudarte —respondió solícito—. Si gustas, quédate en el sillón y me dices dónde está todo.
Hermione se dejó llevar y una vez en el sillón, tomó uno de los almohadones y se acurrucó después de mostrarle el lugar en la alacena donde tenía los tés y las tazas. Él transformó otro almohadón en una manta, se la colocó en los pies y se dirigió a la cocina. Sirvió el agua, la cual llevó a la temperatura ideal con un movimiento de su varita y decidió preparar una infusión de lavanda que la ayudaría a calmar sus nervios y dormir; agregó los capullitos y esperó unos minutos, tiempo en el que pudo observarla.
Ella se había quedado ida en un punto de la sala donde estaba una acogedora cama para mascotas en forma de cueva. Inmediatamente adivinó lo que pasaba. Él se acercó, le dio la taza y se sentó a su lado. Hermione empezó a murmurar:
—Nunca supimos su edad, pero quizá era mayor cuando llegó a mí en tercer año. Estuvo conmigo desde entonces, salvo un año durante la guerra mientras Harry, Ron y yo estuvimos viajando por diferentes partes del país… De todos modos, no fue su edad, sino una rara enfermedad… Hicimos todo lo posible, pero al mediodía recibí una lechuza del especialista que lo atendía…
Nuevamente estaba llorando y él deseó que volviera a abrazarlo, por más ilógico que eso sonara. Sin embargo, ella no lo hizo; por el contrario, hizo aparecer un pañuelo entre sus manos.
—Fui a dar una vuelta como todas las noches que salíamos. Me quedé sentada en el parque no sé por cuánto tiempo… aún me parece mentira que se haya ido.
—Estoy seguro que hiciste todo lo posible por darle un buen final y una excelente calidad de vida, Granger. Tuvo una buena ama. —Ella asintió, sonriendo débilmente.
—Gracias… Sé que debo quitar sus cositas pero…
—Lo harás cuando estés preparada, no hay prisa…
—Es verdad… Es demasiado pronto; pero no sabes lo que siento al no verlo en su cuevita. No le gustaba mucho estar ahí dentro; creo que la usaba porque sabía que con eso me complacía. Teníamos una extraña relación. No era solo una mascota, era mi familia… al menos, lo que quedaba de ella… Lo voy a extrañar muchísimo.
Hermione volvía a llorar desconsolada y él no dudó en acercarla a su pecho y abrazarla con fuerza hasta que ella, rendida, se durmió mientras él, escuchando su suave respiración, también se desconectó de la realidad. Más tarde, comprobó la hora en su reloj y vio que era casi la una de la mañana. No quería irse pero tampoco le parecía correcto permanecer en ese lugar por más tiempo. Con mucho cuidado, la alzó en sus brazos con la intención de llevarla a su dormitorio sin que ella se diera cuenta pero con el movimiento, ella se despertó y le señaló el camino. Cuando la colocó sobre la cama, la arropó y ella, esbozando una sonrisa que le aceleró el corazón, susurró:
—Gracias por venir. Lo aprecio en verdad.
Él controló el impulso de besar su frente, diciéndose que lo último que deseaba era aprovecharse de la vulnerabilidad de Hermione y únicamente le apretó un brazo con cariño. Regresó a su apartamento con las emociones a mil, preguntándose desde cuándo tenía esa conexión con Hermione Granger. ¿Sería esa una señal de que ella también sentía algo por él? ¿Que era posible un futuro a su lado? Esas y otras preguntas le impidieron conciliar el sueño esa madrugada.
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Hermione despertó al día siguiente y la realidad la golpeó como una bofetada. Crookshanks no estaba a su lado, el silencio en su casa la ahogaba y la desolación por la ausencia de su fiel compañero del cual no se había separado en los últimos siete años la estaba empezando a invadir, cuando en eso el recuerdo de Draco en el porche de su casa le envolvió el corazón de una calidez que hacía mucho tiempo no sentía.
Se había sentado en el parque y en medio de su dolor por la muerte de su gato mitad kneazle, sin entender bien por qué, había estado anhelando ver aparecer a Draco, así que no fue pequeña su sorpresa cuando lo vio en la puerta de su casa. No supo a ciencia cierta si lloraba por su pérdida o por la alegría de tenerlo en ese momento junto a ella.
Definitivamente ella nunca había tenido una conexión con Viktor como la tenía con Draco.
Invocó un pergamino y pluma y garabateó una pequeña nota de agradecimiento, además de solicitar permiso para ausentarse ese jueves. Lo último que deseaba era ponerse a llorar en medio de una junta, y además, quería despedir a Crookshanks adecuadamente. Ese día le entregaban sus cenizas y las enterraría en el jardín trasero, bajo el árbol que tanto le había gustado trepar.
Cuando llegó a la cocina para desayunar algo liviano antes de irse para la veterinaria, vio que Draco había ordenado todo antes de irse. Eso la hizo sonreír y sin poderlo evitar, lo comparó con Viktor, quien nunca había recogido ni un tenedor de la mesa, mucho menos lavar un plato.
Envió la nota con su lechuza Izzy; estaba comiendo lentamente una manzana cuando regresó.
Hermione, por favor tómate libre hasta el lunes. Es una orden y no admito negativas.
Te suplico que si necesitas algo, me lo hagas saber. Me gustaría ser de alguna ayuda.
Draco.
Un leve calor en sus mejillas le avisó que estaba ruborizada quizá por el hecho de que nunca, en todos esos años, habían usado sus nombres de pila. Quizá era lo más lógico luego de compartir secretos en Portugal y de ella llenar su camisa de lágrimas. Se preguntó si los usarían al encontrarse personalmente. El que Draco tomara la iniciativa le había acelerado el corazón y estuvo a punto de devolver una respuesta diciendo algo cursi como «me gustaría que estuvieras acá». Definitivamente había algo entre ellos, no era posible que se lo estuviera imaginando, su instinto le decía que su relación meramente laboral muy sutilmente había ido dando un giro desde el pasado abril. Sin embargo, inmediatamente se presentaron en su memoria los señores Malfoy.
Por lo general, los veía en las actividades sociales relacionadas con el CMNZ. Lucius no estaba en la junta directiva pero siempre había estado interesado en conocer cada detalle, según le había comentado Blaise hacía un tiempo. Hacía seis años se había librado una estúpida batalla para derrocar a un mago tenebroso al que los Malfoy habían seguido por creer en ideas retrógradas pero, aunque Draco había madurado y parecía no tener ningún inconveniente con relacionarse con ella a nivel profesional, llevar eso que sentía por él a otro nivel era cruzar una peligrosa línea, en especial por sus padres.
No es que Hermione se sintiera presionada por casarse o tener una relación formal, pero de su círculo era la única soltera y entre sus planes estaba formar una familia en algún momento de su vida. El único inconveniente era que el tiempo iba avanzando y ella seguía sola.
Harry y Ginny se habían casado empezando el nuevo milenio y tenían a James de dos años; ella sabía que querían tener otro hijo cuando terminara el campeonato de Quidditch esa temporada. Ron, luego de un tórrido romance con Padma Patil en unas vacaciones en Italia donde habían coincidido, se había casado con Lavender Brown, quien se había recuperado con pocas secuelas del ataque de Fenrir Greyback y tenían a Vinda de pocos meses de nacida. Neville se había ido a rodar mundos con Luna Lovegood —quién se había dedicado a la magizoología— y estaba escribiendo un libro sobre la herbología mágica de América del Sur. George se había comprometido con Angelina Johnson y estaban próximos a contraer matrimonio.
Y la lista podría continuar… No había prisa, tampoco se sentía menos mujer por no tener una relación estable, pero añoraba el sentimiento de sentirse querida por alguien que se preocupaba por ella, no al modo de sus amigos, sino más profundamente.
Había terminado su manzana divagando en esas reflexiones y el nido vacío de Crookshanks la volvió a la realidad otra vez. Suspiró. Tendría una mañana difícil pero ella nunca se acobardaba. Por la tarde quería hacer algo de la lista que ella misma había escrito con tareas para hacer, siguiendo el consejo de Draco. Sabía los beneficios de la meditación pero nunca tenía tiempo… igualmente esa tarde lo intentaría. Le urgía eso de conectarse con su interior, perdonarse… en fin…
Por la noche, sumida en sus pensamientos, decidiendo en si prepararse algo de comer o acostarse, escuchó el timbre en su puerta y eso la sobresaltó. No era usual que alguien la buscara por ese medio y pensó en si sería Draco nuevamente. Con su corazón a punto de salirse de su pecho, transfiguró el pijama que andaba en un vestido apropiado y pellizcó sus mejillas sabiendo que con eso les daría color.
—¡Hola! —saludaron ambos al mismo tiempo.
Hermione tuvo que hacer un gran esfuerzo por no abrazarlo y comportarse como la mujer adulta que era y no como una adolescente hormonal; en su lugar, extendió una mano hacia el interior de la casa para que entrara.
—No creas que suelo hacer esto de aparecerme por las casas sin avisar… pero… quería traerte esto —le dijo enseñando un pequeño bulto en el que no había reparado—. Pensando en que no habrás tenido ánimo para comer, pero en lo importante que es que te alimentes, te traje una sopa.
Draco se veía tan cohibido y adorable a la vez, que no pudo evitar presionar uno de sus brazos en agradecimiento. Él sonrió y ella notó que se había relajado.
—Muchas gracias… —¿Lo decía?—, Draco… —El mago volvió a sonreír—. ¿Me acompañas?
—Ya he cenado; hoy tenía junta con los turcos e insistieron en terminar en el Antalya.
—¿Entonces un té?
—Está bien, pero si gustas yo me lo preparo mientras tú comes.
—¿Sabes cocinar además de preparar tés? —preguntó sentándose en la mesa del comedor.
—Vivo solo desde hace cinco años. No sé mucho, pero té y sándwiches son mi especialidad. En realidad, paso poco tiempo en el apartamento por el trabajo. Por lo general, como en casa de Theo o Blaise, y en algunas ocaciones en restaurantes.
Le gustó ver a Draco manejándose en su cocina como si siempre hubiera vivido ahí. Le había llevado una taza honda y una cuchara. Al destapar, vio que era sopa minestrone y que tenía un aspecto increíble; aún humeaba y el aroma le abrió el apetito. Estaba deliciosa y se preguntó si la había comprado o le había pedido a alguien que la preparara; por la pequeña cacerola en la que venía, intuía que era casera.
—Es la receta de Glondy, la elfina de la mansión —comentó adivinando nuevamente sus pensamientos. El detalle de que él le hubiera solicitado a alguien que preparara algo para ella le dio un nuevo vuelco a su corazón.
Draco no se quedó mucho tiempo con ella; mientras comía, le había comentado rápidamente que habían rechazado la oferta de los turcos y sobre un avance científico que tenía a Theo con los nervios de punta. Para cuando terminó la sopa, él sugirió que descansara. Le había preparado otro té de lavanda como la noche anterior y al despedirse, le pareció ver un leve sonrojo al titubear entre si extender su mano o despedirse de otra forma. Al final se decidió de nuevo por un suave apretón en el antebrazo y se marchó. No había usado su nombre, y ella el suyo solo una vez, pero la visita le había dejado una bonita sensación de tranquilidad y agradecimiento y logró dormir prácticamente toda la noche.
El viernes se dedicó a hacer labores de limpieza. Con el corazón hecho un puño, hizo desaparecer la camita de Crookshanks y sus juguetes. Puso música en el reproductor muggle e intentó distraerse mientras hacía otros menesteres. Pero al caer la noche se descubrió extrañando a Draco, queriendo verlo y contarle algún otro secreto y eso no podía estarle ocurriendo. Debía ocupar su mente en otra cosa.
Buscó un libro en la biblioteca que la distrajera y así se despertó a la mañana siguiente.
Ese sábado tenía un almuerzo en Grimmauld Place y sabía que jugando con James se distraería. Por supuesto que tuvo que escuchar a un muy enojado Harry cerca de media hora explicándole por qué ella nunca sería una molestia en su vida, y el por qué era importante que siempre le contara sus problemas.
—¿Cómo vamos a ayudarte si no nos enteramos de lo que te pasa? —le había dicho indignado mientras atrás, Ron y Ginny, cruzados de brazos y con cara de pocos amigos apoyaban esas palabras. Dichosamente los tres eran fáciles de contentar y luego de muchos abrazos y lágrimas recordando las aventuras de Crookshanks, la velada fue tranquila.
El domingo se le hizo eterno; entre ir al supermercado para surtir su despensa y lavar su ropa sucia, algo que hacía al estilo muggle porque siempre lo había disfrutado, las horas habían pasado muy lentas en su espera de que llegara el lunes y con eso la posibilidad de ver a Draco.
Había estado a punto de escribirle más de una vez durante el fin de semana, pero no tenía un pretexto lo suficientemente importante para hacerlo, sobre todo cuando no era usual que ella lo contactara.
Era muy normal que pasaran semanas sin verse. Habiendo otros asesores legales, en realidad nunca había pensado en lo poco que realmente coincidían y eso la estaba atormentando. ¿Sería que mantenía su dignidad y dejaba que el destino los volviera a unir en otro parque, otra playa u otra muerte meses después, —¿pero entonces, qué pasaría con todo lo que estaba sintiendo?—, o se arriesgaba tomando el papel de la diosa Tique, la personificación del destino y la fortuna y se daba un empujoncito a su favor? Al fin y al cabo, nada tenía qué perder, pero mucho qué ganar si seguía los instintos de su corazón.
El lunes en la mañana se decidió por una túnica azul que le hacía sentir muy segura de sí misma y salió para su oficina con la esperanza de que, si tenía suerte, ese día vería a Draco.
Sin embargo, al volver a su despacho comprobó que probablemente ese día no podría salir ni a almorzar; aunque amaba lo que hacía, no pudo evitar el sentirse desilusionada. El trabajo acumulado sobre su escritorio la iba a consumir por completo, sin contar con la reunión que tendría por la tarde con Blaise y que había olvidado por completo si no hubiera sido por Evangeline. Se rió internamente por lo irónica que era su vida, pero poniéndose manos a la obra, no tuvo tiempo de pensar en otra cosa que no fuera revisar contratos e informes jurídicos.
Cuando al final de la jornada estaba alistando todo para irse a casa, se vio sorprendida por el aroma de la colonia de Draco en su oficina. Imaginándose que de la bruja impecable que salió de su casa por la mañana ya no quedaba nada, no le quedó más que resignarse de su mala suerte y poner su mejor sonrisa a tiempo que acomodaba su cabello en un moño que fuera más presentable. Draco traía un grueso expediente e imaginó que estaba ahí por algo relacionado a un caso. Su rostro era inexpresivo y había tensado el cuerpo.
—Me ha comentado Evangeline que no has comido nada en todo el día por todo el trabajo acumulado. No sabía que tus jefes te exigieran tanto…
—Para nada —se apresuró a aclarar al escuchar el tono sarcástico que había usado—. Ya sabes como he sido siempre, me gusta que todo esté al día y…
Hermione estaba nerviosa y confundida. Sentía que estaba delante de un extraño y no del hombre que la había sacado a bailar o la había llevado a un mirador en Portugal, mucho menos al que la había visitado dos veces en su casa la semana anterior. Algo similar a la desilusión empezó a apoderarse de ella y le pareció que él se había percatado de la situación porque inmediatamente relajó su expresión y después de dejar el expediente sobre el escritorio, se acercó a ella con cierta timidez.
—Me preocupa que no hayas comido, Hermione. Y por eso me alegra haber venido en tu busca, porque es un buen pretexto para invitarte a cenar.
La cercanía y el tono de voz usado por Draco había disparado miles de emociones en su interior. Con el corazón a punto de salirse de su pecho, temió que él notara lo que provocaba en ella su presencia. Estaba tan cerca, a solo un paso, que deseó acortar esa distancia que los separaba y besarlo. Se preguntó qué pasaría si lo hacía. La idea le ruborizó las mejillas y como siempre que eso ocurría, escondió su rostro bajando la mirada, esta vez fingiendo acomodar algo dentro de su bolso ejecutivo.
Recordó que él esperaba una respuesta y tuvo que obligarse a aterrizar pues su imaginación la había sacado del planeta.
—Acepto, pero yo invito. Ya has hecho mucho por mí. Si no estás de acuerdo, no cenaré contigo.
—Hoy tenía la intención de cenar en el restaurante más lujoso de Londres y pedir el plato más caro del menú —le dijo esbozando una traviesa sonrisa.
—No hay problema, lo acompañaremos con el mejor vino y el más rico postre —le siguió la corriente—. Pero primero, ¿querías comentar algo de ese caso?
—No… era pura pantomima para venir y preguntarte cómo habías seguido… —Draco seguía muy cerca viéndola fijamente a los ojos como si quisiera decirle algo más y Hermione sintió que su garganta se cerraba, no podía articular palabra de tan nerviosa que estaba. Sin despegar su mirada de él, tragó saliva y asintió.
—Han sido días difíciles — porque te he extrañado pero eso no puedo decírtelo, pensó— pero me siento mejor — en este momento que estás acá conmigo.
—Me alegra saberlo. —Draco se hizo a un lado y poniéndole una mano en la espalda, señaló la salida—. ¿Nos vamos?
El estremecimiento en su cuerpo cuando él tocó su espalda, a pesar de la ropa, se sintió como si hubiera tocado el fuego. Tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para mostrarse ecuánime, pero que Merlin la ayudara porque lo último que quería hacer en ese momento era salir a un lugar público, deseaba con toda su alma disfrutar de esos escasos momentos a solas con él.