
capítulo diez
El resto de su cita fue maravillosa.
A pesar de las provocaciones y las caricias, de algunos besos que Harry les había dado de vez en cuando —porque había algunos hombres y muchas mujeres que lo miraban como si fueran a saltarle encima en cualquier momento— y de algunas noches en el jacuzzi, no había habido nada sexual. Severus no había querido que Harry sintiera que el cortejo había sido únicamente una manera de llevarlo a la cama, porque no lo era, y había quedado con Lucius en, por difícil que fuera, dejarlo aparte durante un tiempo.
Dejando al lado el sexo, habían disfrutado mucho. Severus incluso había disfrutado todo el día que habían ido de compras. Harry tenía su propio estilo e iba directo a por lo que quería, pero había modelado para ellos un par de conjuntos que a Severus le habían dado ganas de arrancárselos allí mismo. No fue solo el día de compras, Severus se había arrepentido de su decisión de no sexo por ahora un par de veces después, aún si había seguido manteniéndose firme en ella.
Resultó que Harry nunca había ido a la ópera, por lo que no perdieron la oportunidad, ni Lucius ni él, de observarlo reaccionar. Era curioso como las personas la adoraban absolutamente o les aburría con pasión. Severus había apostado por lo segundo, pero Harry había amado cada segundo. Incluso si era larga y habían tenido un interludio para cenar y otro para tomar un cóctel, Harry se había emocionado un par de veces, llegando a las lágrimas. En perspectiva, elegir una ópera donde el tipo moría y la protagonista cantaba angustiada por eso no había sido la mejor elección.
Luego, en el Louvre, Harry había observado todo lo que había podido maravillado, con esos ojos verdes brillando de puro deleite con cada obra que le transmitía algo. Las esculturas se habían llevado casi toda su atención, mucho más que los cuadros. Había casi chillado cuando se encontró cara a cara con la Venus de Milo, de Antioquía, pero había sido el Esclavo moribundo, de Miguel Ángel, y el Hermafrodito durmiente de Bernini los que habían sacado lo mejor de él. Severus ya había hecho planes mentales para llevarlo a Italia para la cita de Navidad. Sin embargo, Severus y Lucius, de nuevo, lo observaban a él. Un poco curioso, en realidad, como estaban en un museo, rodeados de arte, y lo único que realmente les estaba llamando la atención era el joven que tenían delante. Pero, ¿quién podía culparlos? Ese día Harry llevaba una camisa azul oscuro, desabotonada en los primeros botones y arremangada hasta el codo y el cabello un poco más revuelto de lo normal. No habían sido los únicos en mirarlo, de todas formas.
No sólo era eso, eran las conversaciones que habían mantenido con él, la inteligencia, la audacia, el descaro. Harry conseguía hacerlos reír sin pretenderlo si quiera, lo cual no era algo sencillo. Quedaban dos días solo para irse, si no contaban esa noche, y Severus no estaba seguro de querer hacerlo.
Habían decidido cenar, ya que venían del Louvre, con Lucius moviendo muchos hilos y usando el apellido Malfoy, en el Restaurant Le Meurice Alain Ducasse. Estaba inspirado en el Salón de la Paz del Palacio de Versailles y era una maravilla visual. Fue toda una experiencia tanto para Harry como para él, todo el lujo, la comida, el servicio en general. Ni siquiera sabían muy bien qué decir ante todo el despliegue de riqueza que había en frente de ellos, pero lo disfrutaron bastante. O al menos él lo hizo, Harry parecía a punto de gruñir cada vez que le traían un plato minúsculo. De todas formas, él sí lo había hecho. No lo suficiente como para volver, pero lo suficiente como para no considerarlo una mala experiencia. Incluso Lucius, acostumbrado al lujo, nunca había estado aquí y parpadeaba de vez en cuando desconcertado.
—Una pizza. —Dijo Harry, una vez salieron. Lucius y él lo miraron.—Yo habría sido feliz con una pizza. ¿Qué es todo eso de mezclar tantos sabores en un plato de una sola cucharada? —Refunfuñó, haciéndolos sonreír. Llevaban rato viéndose venir las quejas, sobretodo porque Harry parecía dispuesto a asesinar a alguien cada vez que veía que el plato que pedía era algo minúsculo.—No, ¿qué es eso de pagar esa cantidad de dinero por diez simples mordiscos? Ni siquiera sé que he comido la mayoría del tiempo. Podría haber sido caniche en estado de descomposición por todo lo que sé. —Refunfuñó en voz más baja antes de seguir hablando de nuevo en el tono habitual:—Sólo entendí mantequilla crujiente. Una ostra envuelta en mantequilla crujiente como primer plato, una, una simple ostra, cuatro espárragos y un pedacito de carne fue todo lo que me dieron. Sigo teniendo hambre y eso costó más que mi departamento completo. —Se volvió a ambos hombres haciendo un puchero.—¿No podemos ir a cenar otra vez?
Lucius estalló a carcajadas en medio de la calle, mientras Severus hacía la nota mental de no más restaurantes de lujo. Tampoco pudo evitar reírse ante la cantidad de quejas. Realmente no estaba bromeando con que no le había gustado el lugar.
—De acuerdo, de acuerdo. —Dijo Lucius, secándose una lágrima y volviendo a reírse un poco. Harry se había cruzado de brazos y Severus no pudo evitar tirar de él para estrecharlo entre los suyos. Lucía asquerosamente adorable con el ceño fruncido y el leve puchero de indignación.—No más restaurantes lujosos para ti.
Harry gruñó.
—¿Qué tiene de lujoso tener que pagar 100€ por una maldita ostra envuelta en lo que se supone que es mantequilla crujiente?—Preguntó, claramente enfadado por la cena.
Severus se rió entre dientes y lo obligó a mirarlo.—¿Quieres volver a cenar? —Harry asintió.—¿Una pizza?
—¿No podemos ir por más caracoles?—Preguntó, mirándolos a ambos y mordiéndose el labio.
—No.—Respondieron a la vez. Harry volvió a fruncir el ceño y Lucius suspiró.—¿Qué tal si pedimos la cena en la habitación?
Severus asintió.—Hay un videoclub cerca del hotel. —Le dijo, estrechándolo más fuerte. Lucius pasó una mano por los rizos revueltos cuando Harry pegó la mejilla a su pecho.—Podemos comprar un par de cintas para verlas en la televisión de la habitación mientras cenamos.
Severus sabía que Lucius no tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero lo dejó hacer porque Harry se había emocionado de nuevo.
—¡Sí! —Se quedó pensativo un momento antes de volver a animarse.—Estamos en 1991, para ahora ya han sacado Edward Scissorhands y la tercera de Regresando al Futuro. —Asintió para él mismo y tomó las manos de ambos hombres para comenzar a caminar.—Vamos. Oh, ¿podemos comprar palomitas de maíz?
Lucius lo miró confundido.—¿Qué...
Severus negó con la cabeza antes de mirar a Harry.—Por supuesto. El videoclub debe tener zona de quiosco seguro.
—ssxhpxlm—
Para cuando comenzaron a ver la película, que había sido Edward Scissorhands, había pasado hora y media. Harry no sólo se había emocionado eligiendo películas —habían terminado comprando, al menos, un par de docenas—, si no también con los dulces que vendían allí. No iba a ser necesario pedir ninguna cena, porque Harry había comprado tres bolsas de palomitas de maíz, al menos un kilo de gominolas extrañas de distintos tipos —había algunas con forma de tiburón, gusano, distintas frutas, pero todas estaban recubiertas de azúcar—, barras de chocolate para alimentar a una gran familia cuatro días completos y muchos caramelos con palitos.
Lo habían dejado ser, más porque sabían que nunca había podido disfrutar de nada de eso que por otra cosa. Sin embargo, Severus no se arrepentía de haberlo traído aquí. Parecía bastante feliz eligiendo todas esas chucherías y las películas, por lo que no le importó que tardara tanto. Él mismo había comprado un par de barras de chocolate negro con frutos secos. Lucius, por su parte, lo había mirado todo con curiosidad, poco acostumbrado al mundo muggle mundano, por muy rica que fuera esta zona.
—Amo a Jhonny Deep. —Dijo, llevándose una de esas gominolas a la boca. Habían decidido ponerse el pijama y acampar en el sofá, pero Harry por pijama había entendido un pantalón largo y ya está. Lucius no sabía si mirar a Harry o a la película, pero parecía bastante entretenido observando los dulces y probándolos todos como para decidirse por eso también.—Poco me importa que tenga esas cosas en la mano.
Severus arqueó una ceja, mirando al actor.—Harry, eso es...
—Kinky.—Interrumpió Lucius, mirando también la televisión.—Veo tu punto.
—Iba a decir raro, pero de acuerdo.—Suspiró.
Harry se encogió de hombros.—Hombre, míralo. Está para saltarle encima y pedirle que me termine de criar.
Lucius lo miró frunciendo el ceño.—Ya estás criado.—Señaló.
Harry le dio una sonrisa maliciosa a cambio.—Sí, pero eso él no lo sabría.—Se llevó otra golosina a la boca.
Severus gimió echando la cabeza hacia atrás. Se preguntó en qué se había metido cuando había accedido a ver la película porque a Harry le gustaba mucho ese tal Jhonny Deep —como actor, había dicho al principio—, cuando el adolescente deshizo el envoltorio de ese dulce con palito y se lo llevó a la boca.
Severus comprendió en ese momento por qué se llamaba "Sucette". Y no sabía si adorar u odiar el maldito caramelo.
Lucius lo miró al segundo, por encima de la cabeza de Harry. Severus no sabía que estaba tratando de decirle, porque solo bajaba la vista hacia Harry y la volvía a subir, abriendo un poco los ojos en el proceso y pareciendo bastante idiota también, por lo que le rodó los ojos y volvió a mirar a Harry, que chupaba el caramelo con bastante ahínco si tenía que ser honesto.
Al cabo de un rato, de un muy largo y tormentoso rato para ser más específicos, cuando se sacó el palito vacío de la boca, Severus escuchó a Lucius suspirar y lo miró.
—Deberíamos haber ido a por los caracoles.—Le dijo Severus.
—Hubiera sido menos doloroso, sí.—Estuvo de acuerdo el hombre.
Ninguno esperaba que Harry hubiera entendido de lo que hablaban, pero tras una mirada a cada uno y una sonrisa maliciosa al frente, dijo:—Buena suerte con eso, me quedan trece más.