
capítulo tres
Lucius llegó a la reunión con el Rey Goblin un poco atrasado, pero no había podido hacer nada por eso.
A primera hora de la mañana, una junta de urgencia del Winzengamot lo había sacado de forma apresurada de la cama, exigiendo la presencia de cada miembro sin oportunidad a faltas. Eso, de hecho, era algo sumamente extraño. Sólo había sucedido una vez, y había sido con la caída del Señor Oscuro. Así que no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo en absoluto. Una vez había llegado, su curiosidad se había visto aumentada al reconocer al jefe de los Inefables, al jefe del Departamento de Aurores y al mismísimo Ministro, puesto que en circunstancias normales no se habrían visto incluidos en la reunión.
Y eso sólo significaba problemas.
Sabia y pacientemente esperó la información, que fue dada de inmediato. Dolores Umbridge había sido envenenada en su casa mientras dormía, Bellatrix Lestrange asesinada en Azkaban por un Avada, Alastor Moody había sido Cruciado varias veces para posteriormente ser asesinado y, finalmente, el nuevo maestro de DCAO en Hogwarts había sido convertido en polvo, literalmente polvo, con un hechizo desconocido hasta el momento.
Cuatro asesinatos en una hora, aparentemente sin relación entre ellos, sin dejar pistas del perpetrador. Esa era la emergencia; una bien justificada, por primera vez. ¿Había un asesino en serie suelto? ¿Era obra de algún Mortífago? ¿Por qué esas cuatro personas que, en apariencia al menos, no tenían nada que ver?
La explicación para la muerte de Alastor Moody podía resolverse rápido; él había encerrado a varias decenas de criminales en Azkaban. Dolores Umbridge tenía enemigos, sobretodo una gran parte de las Criaturas Oscuras y Mestizos, pero ¿lo suficientemente poderosos o rabiosos como para matarla? Por lo visto, sí. Bellatrix también se había ganado una buena parte de enemigos durante la guerra dada su vena sádica, habiendo torturado a infinidad de personas —supuestamente bajo órdenes del Señor Oscuro, aunque él como mortífago sabía bien que en realidad lo había hecho por libre albedrío y placer—. Pero ¿Quirinus Quirrell? ¿Ese tartamudo bueno para nada? ¿A quién había enfurecido si no era más que un Mortífago de clase baja que había pasado los últimos años escondido?
Y si bien tres de las cuatro muertes podrían explicarse por separado, que hubieran sido perpetradas en una hora y una sóla noche dejaba a la vista un trabajo organizado y estructurado. ¿Un nuevo Lord Oscuro? ¿O Voldemort había regresado? ¿Y si sólo se trataba de una casualidad? No, el rubio lo dudaba. Las casualidades de ese tipo no existían, había algo demasiado grande tras eso. Alguien lo suficientemente astuto —y aterradoramente poderoso— como para asesinarlos a todos sin dejar ninguna clase de pista ni forma mágica, o un grupo bien organizado con las mismas características. Si un sólo hombre lo había logrado en una hora sin dejar ningún cabo suelto —lo cual era admirable porque tanto los mejores aurores como los inefables de más alto rango habían examinado cuidadosamente todas las escenas de los crímenes sin encontrar absolutamente nada—, entonces era asombroso y fascinante a la vez que terrorífico. También llamaba la atención de Lucius el hecho de que cada muerte había sido distinta, como si los crímenes perpretados por las personas hubieran decidido su final. Y, si era así, ¿por qué Moody, de los cuatro, era el único que había sido torturado? Bellatrix había sido, en su opinión, la más sádica de los Mortífagos y la que más se merecía la muerte de ese grupo. Pero la tortura de Moody lucía, de alguna manera, como un asunto personal o, al menos, era la sensación que le daba.
¿Tal vez las otras muertes eran para despistar? Y, si era así, ¿por qué poner el foco de todas formas en el ex-auror?
No entendía absolutamente nada, tan confuso como el resto de personas en la sala. Decidió que era mucho mejor no adentrarse en la conversación, por lo que se perdió bastante en los pergaminos del caso que tenía justo en frente.
Cuando la reunión terminó, después de tres horas de gritos, teorías sin sentido y muchas ganas por parte de Lucius de asesinarlos a todos por idiotas, por fin pudo partir a su reunión con el Rey Goblin, lleno de curiosidad y algo de aprensión. No podía evitar la sensación de que las muertes y esa reunión en específico estaban conectadas, mucho menos cuando se había encontrado esperando junto a Severus Snape y Remus Lupin, ambos hombres luciendo tan perdidos comO él.
¿Y si eran los próximos?
Pero él, de alguna manera, lo dudaba.
Cuando fueron llamados a la vez, la aprensión creció. Algo estaba pasando aquí, no era casualidad en absoluto. Y, sobretodo, no podía dejar de notar que era justo el año en el que Harry Potter aparecería en el mundo mágico para asistir a Hogwarts. Tampoco podía obviar el hecho de que el menor, según se había enterado hoy, estaba desaparecido. No auguraba nada bueno.
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Severus Snape estaba más perdido que nunca. Dumbledore lo había levantado de la cama casi a gritos, diciendo que Moody y el nuevo profesor de defensa habían sido asesinados y convocando, prácticamente a la vez, una reunión de la Orden.
La antigua Orden, sorprendida por el llamado, se reunió rápidamente en Hogwarts con los ojos llenos de preguntas y expresiones de curiosidad apenas contenidas. Todos tan Gryffindor, ansiosos por pedacitos de información.
Él, como era su costumbre, se apoyó de brazos cruzados en una de las paredes, en el hueco que dejaban dos estanterías, difundiéndose con las sombras y observando minuciosamente a cada uno de los presentes. No sólo le caían todos mal, si no que él mismo sabía que eran, al menos en su gran mayoría, inútiles a la hora de enfrentar cualquier emergencia. Ya había sucedido en el pasado; todos corriendo como pollos sin cabeza de un lado al otro pidiendo órdenes que cumplir y temerosos de encontrar su fin pronto. Cobardes haciéndose los valientes, dispuestos a morir sólo para contentar a su gran líder de la Luz... El maldito viejo chivo de Dumbledore.
Severus lamentaba cada segundo que había pasado bajo el cuidado del viejo, lamentaba profundamente haber buscado ayuda y redención en él, creyendo que realmente la encontraría y dándose de bruces cuando la realidad lo golpeó con fuerza. No, Dumbledore no lo quería en absoluto, pero le servía para sus planes y le buscó un lugar en ellos. Así, se convirtió en espía y siervo de dos maestros, a cada cuál peor.
Aunque él sabía mejor que nadie que al menos el Señor Oscuro era franco. Digan lo que quieran del culo escuálido, pero era sincero hasta la médula y no tenía ningún problema en reconocer sus verdaderos pensamientos. Si te quería matar, torturar o usar a su antojo, era espeluznantemente directo, pero te lo decía. En cambio Dumbledore, eternamente resguardado por su sonrisa de abuelo buenachón, ocultaba su verdadera naturaleza y ser tras las máscaras y la manipulación. Los veía a todos como figuras en su gran juego de ajedrez.
—Queridos, —la voz del viejo sacó a Severus de sus pensamientos y su pequeña observación de las ovejas de Dumbles— me temo que tengo una gran mala noticia. Mi querido amigo Moody ha sido asesinado esta noche.
Grandes jadeos respondieron la noticia para, seguidamente, estallar en gritos y preguntas sin sentido. Severus rodó los ojos, ¿es qué nunca podían dejar de parecer ridículos adolescentes sin ningún tipo control emocional? No, por lo visto, eso era demasiado pedir.
—¿Cómo ha sucedido eso, Albus? —Arthur Wealsey preguntó, con una mueca afligida en el rostro.
Todos se callaron esperando la respuesta y el anciano se tomó un par de segundos para sacar un caramelo de su envoltorio mientras los miraba a todos fijamente. Ridículo, como siempre.
—Me temo, muchacho, que no ha sido un caso aislado. —La máscara de Dumbles se rompió momentáneamente, mostrando un rostro cansado y completamente perdido, lo que indicó a Severus que esto estaba fuera de su control y no sabía realmente lo que había sucedido. Eso llamó su atención.—Moody fue encontrado en su casa, sí, pero Quirrell, el que iba a ser el nuevo profesor de defensa, también ha sido asesinado. Bellatrix Lestrange y Dolores Umbridge han encontrado el mismo destino. —Dumbles se pasó una mano por la cara suspirando con cansancio.—Lo extraño viene ahora, todas las muertes han sucedido en una hora y no hay absolutamente ninguna prueba del infractor o infractores.
Kingsley y Shaklebot, ambos Aurores experimentados, compartieron una mirada.
—No hay, aparentemente, relación entre las víctimas, —dijo Kingsley, ladeando la cabeza— porque sí, Moody, Lestrange y Umbridge tenían enemigos, pero que nosotros sepamos Quirrell era perfil bajo.
Shaklebot asintió.
—¿Puede que sea personal? Tal vez esos cuatro se toparon con el tipo equivocado. —Charlie Weasley, uno de los mayores de la familia Weasley y domador de dragones, habló.—Pero eso abre infinidad de puertas y además nos deja con una pregunta: ¿sucederá de nuevo?
Dumbledore miró a Charlie antes de contestar.
—Eso es lo que nos preocupa, muchacho, que suceda de nuevo o que sea obra de los mortífagos.
Severus casi resopló. Por supuesto que Dumbledore lo iba a convertir en su juego favorito: Luz vs Oscuridad.
—Eso tendría sentido —habló Tonks por primera vez— si Bellatrix no fuera una de las asesinadas.
Y entonces un montón de teorías sin sentido aparecieron. Todos tenían algo que decir, algo que aportar, y Dumbledore parecía contento con limitarse a sembrar su semilla del mal diciendo que estaba seguro de que tenía que ver con el regreso de Lord Voldemort.
Por suerte, nadie más que el viejo sabía que Severus estaba ahí, entre las sombras, y agradeció mucho ese hecho. No habló en toda la reunión y se limitó a esperar a que terminara, preguntándose qué diablos había pasado y si realmente era obra de una sola persona.
Ahora, en medio de Gringotts, con Lucius Malfoy y Remus Lupin mirándolo igual de perdidos que él, se preguntaba si tenía que ver con los asesinatos anteriores.
Y su intuición, aquella que lo había salvado tantas veces, le provocó un escalofrío en la esplada haciéndole saber que sí.
Que tenía mucho que ver.
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Cuando los sentaron en frente del Rey Goblin, quien los miraba con una mezcla de respeto y desconfianza, Remus Lupin no se atrevió a abrir la boca.
Él había estado en la reunión de la Orden, aunque siguiendo los pasos de Severus, se había quedado de pie en una esquina apoyado en la pared y en silencio. Su presencia pasó desapercibida y, gracias a eso, pudo corraborar una vez más la manipulación de Dumbledore a su rebaño.
También tenía la firme sospecha de que esta reunión tenía que ver con las muertes, y, aunque parecía extraño, su lobo interior había comenzado a sentirse seguro. Algo en él gritaba “estarás bien” y, por mucho que había tratado de sacudirse la falsa sensación de estar a salvo, no quería marcharse a ningún lugar. Finalmente se rindió y se dedicó a saborearla, tan desconocida como era, también se sentía cálida.
—Como sabrán esta no es una reunión normal, —comenzó el rey Goblin mientras unos pergaminos aparecían en frente de él y los cogía— pero la situación tampoco lo es. Los Oráculos de los Antiguos Maestros han hablado y el Salvador está aquí. El Verdadero Salvador.
La confusión se leía en el rostro de los tres hombres.
—¿Harry Potter, dices? —Remus habló por primera vez, ignorando las miradas que le dedicaron sus dos compañeros a su pregunta.
Sorprendentemente, el rey asintió.
—Pero no el que debería ser. Harry Potter debió ver su mundo en cenizas antes de convertirse en el Verdadero Salvador de la magia. —Para incredulidad de los tres magos, el rostro de la criatura se mostró afligido.— Tuvo que ver a quiénes amaba morir, tuvo que sentir la desesperación, el dolor y la soledad para convertirse en lo que es ahora. Tuvo que sufrir a manos de un falso líder para conocer su verdadera naturaleza. Es una pena pero así es como han tenido que ser las cosas. La madre magia lo ha permitido y ella siempre sabe mejor. —Tras un breve silencio, el goblin continuó, ignorando la boca abierta de los tres magos en frente de él.— El Harry Potter que van a conocer viene de un tiempo distinto, ya no es un niño. Tal vez jamás lo fue. Lo que sí es cierto es que está destinado a salvar la Magia y, con ella, a todos nosotros. Por eo están aquí, ustedes formaron una parte importante de la vida del joven en su línea temporal; hay cosas que no deberían cambiar. Me he ofrecido personalmente a explicarles la situación mientras el soluciona un par de problemas en el exterior, tratando de aliviar las reacciones lo máximo posible.
La sala quedó en silencio por largos minutos. Lucius, a su lado, pareció ser el primero en recomponerse.
—Cuando te refieres a “solucionar problemas en el exterior”, ¿te refieres a “asesinar y volver loco al mundo mágico”?
El Goblin sonrió levemente antes de asentir.
—Esas personas pagaron el precio de sus acciones, las cometidas hasta ahora y las cometidas en su línea temporal.
—Entonces, —Severus habló, confundido— ¿va a castigar a todos aquellos que considera que se lo merecen? ¿Cómo diablos entró en Azkaban, de todos modos?
Cuando el Goblin fue a responder, una voz detrás de los tres magos lo interrumpió. Se giraron inmediatamente, encontrándose cara a cara con el joven Harry Potter.
—No soy un justiciero, no voy a castigar a todo el mundo, sólo aquellos cuyos pecados me afectaron a mí. Y sobre Azkaban, —Harry se encogió de hombros mientras sonreía levemente— eso es información confidencial.