Triunfar o Morir

Harry Potter - J. K. Rowling
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Triunfar o Morir
Summary
En 1944, las fuerzas aliadas se preparan para el desembarco anfibio más grande desde Alhucemas. El muro atlántico de los nazis, una fortificación kilométrica de misiles, minas y divisiones acorazadas al mando de Rommel, los espera en la costa francesa. Si consiguen atravesarlo, los soldados del frente occidental desembarcarán en territorio ocupado y deberán conquistar Francia, Holanda y Bélgica hasta llegar a Alemania, antes de que llegue el invierno, antes de que sea demasiado tarde.Esta es su la historia.
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Capítulo 7

I

La quinta compañía se adentra más y más en Francia. Avanzan sin descanso,  encontrándose de vez en cuando con algunas patrullas alemanas. Durante la primera semana tan solo hay un par de bajas, dos soldados que fueron sorprendidos por un comando alemán antes de que supieran de dónde venían. Sus compañeros colocan los cadáveres en un sitio visible, clavando sus fusiles en la tierra y coronándolos con sus cascos para que los que vengan puedan recogerlos. Sirius siempre intenta librarse de encargarse de los muertos, aunque si le toca, lo hace como lo hace todo en esa guerra: sin quejarse, con eficiencia y con precisión. Y luego, sigue avanzando sin mirar atrás.

 

Siete días sobreviviendo milagrosamente. Siete días durmiendo con un ojo abierto, comiendo raciones en lata y bebiendo agua de los riachuelos. Y lo más grave de todo, siete días sin cambiarse de calzoncillos.

-La entrepierna me huele a sobaco y el sobaco me huele a culo, ¿eso es posible?

Cuando amanece, cuentan las horas que faltan hasta la comida y se esconden en el bosque para pasar las horas de más calor. Cuando cae la tarde, se ponen en marcha hasta que oscurece. De noche acampan sin hoguera y James les asigna turnos para vigilar. Los que montan guardia en parejas se pinchan mutuamente en las costillas para mantenerse despiertos, y los que duermen intentan descansar con las botas puestas y el fusil en brazos.

Sirius sabe que siempre corren peligro de muerte pero gracias a los compañeros que le han tocado se siente todo lo seguro que alguien puede sentirse en una guerra. Antes de irse los organizaron en escuadrones, y como siempre, el teniente Shacklebolt hizo un trabajo excelente poniendo al recién estrenado sargento Potter mandando sobre sus amigos: Longbottom, con el gigantesco lanzamisiles PIAT; Davies y él, a cargo de la ametralladora; Prewett 2 y su mortífera puntería. Peter como operador de radio, y lo mejor de todo, Lupin como médico. A última hora les asignó a un recluta recién llegado, un chico llamado Lee, y al chaval que ganó la tercera medalla con James y con él, cuyo nombre Sirius no quiere aprenderse porque presiente que morirá pronto. Lo lleva escrito en la cara, así que cuando le habla le contesta cordialmente pero sin darle conversación. A Lupin, sin embargo, no le importa charlar con él, darle conversación, tranquilizarlo mientras el chaval camina temblorosamente, con el fusil en las manos y el dedo en el gatillo. Van delante, el chico de la medalla y el médico, hablando en voz baja, calmando el miedo.

Mientras marchan ,Sirius siempre se concentra en él: en su espalda, en su casco. En su nuca. Ha llegado a la embarazosa conclusión de que la distinguiría en cualquier parte; le parece que puede meterse dentro y leerle los pensamientos, y le recuerda a la del niño de Mauvaines; frágil, rubia, esbelta, demasiado inocente para llevar un casco encima. 

 

II

 

Invaden el territorio enemigo poco a poco, a un ritmo rápido que les parece lentísimo. Cuando aseguran la zona, Peter lo comunica por radio y entonces llegan los tanques, los camiones, los carros de combate y el resto de la infantería, pero son ellos los que abren camino con su sangre, con su sudor y con su coraje, avanzando por la carretera con el fusil en las manos y con órdenes de hablar en susurros. El sol es abrasador y parece que haya charcos de agua en el horizonte, pero siempre que se acercan descubren que es solo una ilusión.

Cuando Peter empieza de nuevo con los rumores sobre Moody, Sirius lleva un buen rato estudiando la nuca y nota que la nuca, en su infinita sabiduría, está un poco hasta los cojones de Peter y de su estúpida cháchara.

-Dicen que en la petaca solo lleva brandy de las bodegas de Churchill.

Nadie contesta. Son ya varios días de demasiado sol, demasiada tensión, y demasiado Pettigrew. Cállate ya, por favor, dice la nuca. 

Al cabo de un rato, sin embargo, Peter insiste.

-Dicen que mató a tres fascistas de un solo balazo en España.

-Anda ya.

-Acuéstate, Peter, en serio.

-Habla por la boca y caga por el culo, Pettigrew, tan sólo te pido eso.

La nuca, sin embargo, asiente con apabullante seriedad. 

-No os riáis, es completamente cierto. Es más, yo he oído, -pausa dramática-, que lo lanzaron de un avión en Normandía, cayó sobre un montón de nazis y entonces, sólo entonces , abrió el paracaídas.

Las mata callando, el cabrón. El chascarrillo ya es gracioso de por sí, pero es mucho más divertido si lo dice él, y si lo hace con esa voz, y si se gira durante una milésima de segundo para mirarlo -levantando una ceja, retándolo a seguirle la broma-, y si encima no pueden reírse porque lo tienen prohibido. Avanzan por los caminos polvorientos, cansados, con las manos manchadas de sangre seca, sin nada mejor que hacer que chotearse de Moody y de paso, un poco de Peter. Su escuadrón camina en línea recta por la cuneta de la carretera, con otro escuadrón en paralelo, alerta y en formación; y Lupin ha abierto la veda, a ver quién la dice más gorda.

-Dicen que Joachim Peiper siempre lo busca debajo del catre antes de acostarse, por si acaso.

-Dicen que Reinhardt Heydrich lo vio y se murió del susto.

-Dicen que si se levanta el parche y te mira con ese ojo, la palmas.

La voz más seria de toda la compañía carraspea para aportar su granito de arena al choteo: Prewett 2 entorna los ojos mientras fija la vista en el horizonte.

-Dicen que Churchill lo llama por la noche para que le cante una nana.

Frank tiene que cubrirse la boca con la mano, Sirius se ahoga en el hombro de Davies. Lupin murmura “y eso es solo lo que hemos podido confirmar verídicamente”, Peter pone los ojos en blanco y promete callarse, si tanto os molesto. 

De golpe, James frena en seco. 

La guerra les hace esas cosas: están riendo un momento, y al siguiente solo escuchan el sonido de su propia respiración y el latido de su corazón en los oídos, bombeando sangre, avisándolos del peligro.

Se agachan. Los que aún tenían el seguro en el fusil, lo quitan. Otra vez no, por favor. Lupin vuelve a girarse una vez más para mirarlo antes de calarse bien el casco y volver la vista al frente.

El escuadrón que avanza en paralelo a ellos sigue caminando, sin ver lo que sea que ha hecho que el sargento Potter haya frenado a sus hombres. Ellos siguen en cuclillas, sin poder avisarlos. 

Se oye un tiro, un grito y el sonido de un cuerpo cayendo contra el asfalto.

El otro escuadrón se dispersa como una hilera de hormigas mientras James empieza a darles órdenes, gritando para hacerse oír por encima de los tiros. Sirius distingue un PAK 36, una gigantesca arma antitanques capaz de destrozar un cuerpo hasta el punto de no dejar ni el casco. El miedo le atenaza el estómago, tan solo piensa que no quiere morir a manos de aquél cañón monstruoso.

-¡Hay diez nazis con un PAK 36! ¡Sirius y Davies, ametralladora en el flanco derecho! ¡Longbottom y Lee con el PIAT al flanco izquierdo! ¡Prewett 2, conmigo!

Durante los meses que quedan de guerra, la quinta compañía aprenderá mucho sobre el ejército alemán: aprenderán que dirigen el tanque a cabeza descubierta, para tener más visibilidad; que informan de la posición enemiga como si lo posicionaran en un reloj imaginario, en una hora concreta donde apuntar; y esa tarde de mediados de agosto de 1944, aprenden que los alemanes han dejado de tener clemencia con los médicos enemigos; que ahora hieren, y cuando llega la ayuda, matan.

-¡Espera!

Lupin intenta zafarse de él para acudir al soldado herido, que se retuerce en el suelo y llama a un médico. Sirius puede retenerlo a duras penas, lo justo para ver que el otro médico que se les adelanta y acude a la llamada es abatido por el PAK 36. Su cuerpo y el del soldado herido se dispersan sobre la carretera como una lluvia macabra de color rojo.

La onda expansiva de la explosión los lanza al suelo y durante unos segundos, la batalla enmudece mientras comprueban mentalmente que no se han roto nada. Piernas, brazos, espalda, cabeza. Les pitan los oídos, no hay parte del cuerpo que no les duela. Bien, todo bien, vamos, tengo que moverme, tengo que moverme.

-¡A partir de ahora no acudas si no pueden cubrirte! -grita Sirius, mientras vuelve a colgarse la ametralladora a la espalda. Lupin asiente temblorosamente y ambos se dirigen a la posición que les ha indicado James, sorteando balazos hasta que se dejan caer tras los árboles donde Davies y Peter les esperan, momentáneamente a salvo.

Lupin saca el fusil, mientras Peter pide refuerzos por radio, y Davies y él montan la ametralladora. Como siempre, las manos le tiemblan; y como siempre, cuando fija el objetivo, se relajan. Inspira hondo. Uno, dos, tres tiros que matan a tres alemanes. Exhala. Cuatro, cinco, seis; tres muertos más. Los pocos enemigos que quedan han descubierto de dónde vienen los tiros, y los encañonan justo cuando echan a correr hacia otro montículo, mientras Prewett 2 y James abren fuego en el otro flanco para cubrirlos.

Lupin y Peter sonríen a su lado, ya saborean la victoria, tienen rodeado al enemigo. Cuando Sirius se gira hacia Davies, sin embargo, le ve un brillo extraño en los ojos, una expresión que hace que le entre el pánico antes de ver lo que está viendo su compañero.

-¡Tanque!

Tanque no, por favor, tanque no, no quiero que me mate un tanque. El Panzer aparece a lo lejos, como un depredador implacable. El cuerpo del alemán que lo dirige es visible de cintura para arriba, pero la ametralladora de Sirius no tiene suficiente alcance y el flanco de Prewett 2 también está silencioso; ni siquiera su rifle de puntería milimétrica es capaz de llegar hasta él. El cañón busca su presa, acercándose, y es cuestión de tiempo de que encuentre a alguien: Frank. El infante dispara el enorme PIAT y hace saltar el PAK 36 por los aires, y entonces el tanque vira para encañonarlo. Sirius dispara con rabia, las balas de la ametralladora se estrellan contra el tanque sin ni siquiera mellarlo mientras el combatiente alemán se mete dentro para dar la orden de abrir fuego.

Entonces, lo ve; el chico de la medalla, con una granada en la mano. Sale de la nada, corre directo al tanque. Es un visto y no visto, le parece que se lo está imaginando. Trepa a la cubierta, lanza la granada dentro, salta momentos antes de que el tanque explote tras él y lo último que ven antes de que el humo lo cubra todo de negro es su cuerpo rodando por la hierba.

 

Es fácil rematar a la tripulación que emerge del tanque en llamas, acallar sus alaridos con una suave ristra de disparos. Y luego nada, salvo el ulular de las llamas que emergen del tanque. Sirius repasa el campo de batalla para buscar supervivientes. Sus ojos van de un lado a otro y se posan sobre los restos calcinados de los soldados del tanque, lo que queda de los operarios del PAK 36 tras el alcance del lanzamisiles de Frank, los cadáveres que ya ha matado antes con su ametralladora. Nada. Los han matado a todos. 

Siempre sabe que han ganado cuando escucha ese silencio escalofriante. 

Las almas de los infantes ingleses vuelven a sus cuerpos, que hasta entonces han operado mecánicamente, y nota que el dedo del gatillo le sangra un poco y que ha perdido el casco sin darse cuenta. Davies se deja caer a su lado, respirando trabajosamente, mientras Peter y Lupin se abrazan, contentos de estar vivos.

-¡Médico! ¡Médico!

Lupin echa a correr hacia la voz débil que se escucha tras la cortina de humo. El chaval está tendido en el suelo, jadeante. Lupin se arrodilla junto a él, no sabe qué hacer mientras todos contienen el aliento. Saca la morfina y las vendas, pero luego se lo piensa mejor y sonríe de una manera que no parece encajar con lo que está pasando; una sonrisa liviana mientras se sienta junto al soldado y le da unas palmadas en la espalda.

-Creo que estás bien, chico.

El pobre parpadea varias veces, se toca el cuerpo con las manos y se incorpora, algo avergonzado, justo cuando James llega hasta ellos.

-Peter, cancela refuerzos. Prewett 2, ya se acabó, suelta el fusil. -Se deja caer junto al chico-. ¿Qué le pasa, dónde está herido?

Sirius se cruza de brazos y emite su diagnóstico seriamente.

-Creo que tiene un caso agujo de cojonazos, sargento. -Dice, mientras le tiende la mano al soldado para  levantarlo-. Recuérdame tu nombre, chaval, para que pueda añadirte a mi lista personal de héroes.

-William. -Farfulla el chico. Busca su casco en el suelo, se lo pone, se sacude el polvo de la casaca-. Bill. Weasley. 

Se cuadra ante James, y luego no sabe muy bien qué hacer.

-¿Dónde has aprendido a hacer eso, Bill Weasley? ¿Qué coño hacías antes de la guerra?

El joven suena un poco a la defensiva ahora que ya se ha recuperado del susto.

-Era egiptólogo, ¿por?

James y Sirius se miran; se han quedado sin palabras por primera vez en esa guerra.

 

III

 

La infantería aliada conquista Francia ciudad a ciudad, camino a camino, metro a metro. A Sirius le parece que, de momento, están ganando la guerra a base de escaramuzas. Avanzan y aseguran la zona para que Peter avise por radio y la infantería motorizada que les precede se desplace. Matan avanzadillas alemanas, mientras esperan que no los maten primero a ellos. El encontronazo con el tanque y el PAK36 es lo más serio que han vivido, y a Sirius le parece que ganaron la batalla demasiado fácilmente, con solo dos bajas; el soldado herido que sirvió de cebo, y el médico que fue en su ayuda. Luego se avergüenza de pensar que dos vidas son demasiado poco, y se avergüenza aún más de haber frenado a Lupin, porque sabe que no se le habría pasado por la cabeza retenerlo si hubiese sido otro médico. Cuando más tarde le pregunta cómo sabía que los nazis no iban a tener clemencia con el personal sanitario, Sirius se encoge de hombros y ante la temible ceja levantada de la inquisición, le responde algo como intuición femenina, yo qué sé, Lupin , para que lo deje en paz. Lo cierto es que no lo sabía. Igual sí que había sido intuición, igual estaba desarrollando un sexto sentido, destinado a proteger a su médico.

No se lo dice a nadie, pero cree que haberlo salvado -y en consecuencia, haber dejado que mataran al otro médico-, va pasarle factura.

 

IV

 

Esa misma noche los oyen, a lo lejos. Al principio Sirius cree que están discutiendo, luego se da cuenta de que están cantando. Lupin los mira desde la mirilla del fusil para contarlos y levanta cuatro dedos. James les hace señas para indicarles cómo rodearlos, y como no hace falta que vayan todos, elige a Davies, Weasley, Lee y a él mismo, por supuesto. James nunca manda a sus soldados a ninguna misión sin acompañarlos. Prewett 2 se ofrece voluntario, como siempre, y tampoco se lo niega. Eso significa que Longbottom, Lupin, Pettigrew y él se quedan rezagados y se libran de matar.

-¿Qué canción es esa, Peter?

Los alemanes están en corrillo y hablan demasiado alto porque beben demasiado alcohol. A Peter no le hace falta prestar mucha atención para distinguir la melodía.

-La cantaba Marlene Dietrich -susurra.

-¿Y qué dice?

Mientras el escuadrón rodea sigilosamente a los soldados, Peter intenta hacer memoria.

-Creo que va de una chica que se llama Lola, y es la más guapa de todas, y tiene un piano que nadie puede tocar salvo ella.

-Déjame adivinar, ¿el piano es una metáfora?

Peter sonríe y asiente. El alemán más joven tiene cierto oído musical y se sabe la letra, los demás tan solo corean ¡Lola! ¡Lola!”, de vez en cuando, a risotadas. Cuando se oyen los primeros disparos, la canción se interrumpe bruscamente. Luego hay gritos, y luego nada. Silencio, de nuevo, el silencio que solo se alegran de escuchar porque significa que están vivos. La canción se llamaba Die Fesche Lola , según Peter, y a Sirius se le queda la melodía grabada para siempre, junto a las caras de los hombres que la cantaban. Quizás la aprendieron en el frente junto a sus compañeros, quizás la aprendieron en sus casas, en alguna fiesta llena de amigos y de chicas, años antes de que Hitler invadiera Polonia y empezara el horror en el mundo.

Se acerca a los cuerpos. No le gusta mirar, pero sabe que nunca puede resistirse.

Prewett 2 siempre les saquea los bolsillos, en búsqueda de reliquias de las SS para enviar a su madre, pero esa noche encuentra algo mucho más valioso.

-¡Es un Mosin!

Forcejea con el cadáver de un soldado mayor hasta que consigue arrancarle el rifle de las manos. Trastabilla un poco hacia atrás y le da una patada al cadáver, rabioso. Luego, examina el botín con ojos expertos, como un niño con un juguete nuevo. Farfulla palabras inconexas, “alcance de medio kilómetro”, “los rusos matan nazis con esto” y mientras se sienta a observarlo, Sirius se fija mejor en el soldado.

-Este hombre estuvo en el frente ruso. 

Saca una fotografía de sus bolsillos que confirma sus sospechas. Está algo amarillenta y raída en las esquinas, pero se aprecia claramente un grupo de hombres en uniforme de invierno que posan con una bandera soviética en un paraje nevado. Una foto de hace un par de años, de cuando los alemanes aún iban ganando la guerra. 

Lupin mira al hombre con lo que solo puede describirse como pena.

-¿Os imagináis sobrevivir a Stalingrado para acabar muerto cantando Die Fesche Lola ?

Sirius, a su lado, se fuerza a apartar la vista del cadáver.

-Seguramente le quitó ese fusil a un ruso.

-Y ahora es mío. -Prewett 2 se cuelga el Mosin a la espalda-. ¿Algún problema?

Sirius y Lupin no se dignan a contestarle. Tras echarle una última mirada a los alemanes, emprenden de nuevo el camino y mientras andan en silencio, la canción y las risas siguen sonando en su cabeza. No están seguros de que puedan dejar de escucharlas nunca. 

 

V

 

Moody siempre aparece de repente y los abronca por no haberlo visto, y por no llevar el casco a todas horas, y por estar, en sus palabras, “demasiado poco espabilados”. Les ladra “¡alerta permanente!” una cantidad insultante de veces, les dice que se cambien los calcetines porque, aparentemente, “un soldado con calcetines húmedos es un soldado muerto” y se vuelve a perder entre los arbustos. 

-¿Qué coño ha dicho de los calcetines? -gruñe Longbottom.

-Cuando hace frío, tienes que mantenerlos siempre secos. -Ante la mirada incrédula del resto, Lupin se encoge de hombros-. Me lo enseñaron en mi entrenamiento como médico.

-Ya, Remus, muy bien, pero estamos en agosto y el único par de calcetines de recambio que tengo está tan sudado que parece que lo haya metido en el Canal de la Mancha.

Lupin no tiene respuesta. 

A la mañana siguiente, James se cuelga los calcetines a la espalda con un nudo para que se sequen al sol mientras caminan, y cuando por la noche se los pone, gime de placer y les ordena que hagan lo mismo. Y sí, la sensación de ponerse calcetines secos casi le arranca lágrimas de emoción y le hace sentir como un ser humano otra vez, pero eso no quita que Sirius piense que Moody está más pasado de rosca de lo recomendable.

 

VI

 

Por la noche, cuando acampan en pequeños grupos en el bosque, el teniente Shacklebolt se mueve entre los escuadrones, informando a los sargentos y controlando el estado de ánimo de sus soldados. Nunca trae grandes discursos de motivación, tan solo se sienta con ellos y escucha lo que tengan que decirle. 

-Hace días que me duele mucho la espalda, mi teniente.

-Mi fusil se encasquilla, mi teniente.

-Si tengo que volver a cagar en un agujero me voy a dejar capturar, mi teniente.

Les trae chocolate y a veces incluso les deja que se fumen un cigarro entre todos, cubriéndolos con la chaqueta mientras dan caladas ansiosas por turnos. “Tiene que ir cambiando el fusil de hombro, Potter”, “No está encasquillado, Prewett, se sobrecalienta porque lo está usando demasiado”, “Pues aguántese hasta que llegue el relevo, Longbottom, qué quiere que le diga. Y si no puede más y explota, hágalo cuando se cruce con los nazis”. Les promete munición para la ametralladora, morfina para Lupin y un descanso en tres días.

-Volvemos al campamento pronto, -acalla los vítores con una mirada seria-, después de conquistar Amiens. Iremos pasado mañana. Potter, venga, tengo que darle detalles.

El escuadrón se cruza miradas lúgubres mientras el sargento y el teniente se apartan para repasar la estrategia.

-Ojalá nos lo hubiesen dicho antes -musita Peter, afligido. Es de los que necesita tiempo para prepararse mentalmente.

Sirius no quiere pensar en la perspectiva de una batalla de verdad. Se da cuenta de que los han estado dirigiendo hacia allí durante todo ese tiempo; que lo que han hecho hasta entonces no ha sido más que abrirse camino hacia su verdadera misión; que en dos días, se enfrentarán a una compañía entera de alemanes armados con artillería, francotiradores, ametralladoras, misiles, y tanques. 

-Ojalá nos lo hubiesen dicho cinco minutos antes de llegar a Amiens. -Se levanta, se sacude la tierra del culo, escupe en el suelo.

-¿A dónde vas? -le pregunta Lupin, con una mirada alarmada.

-Yo qué sé. A mear, por ejemplo, -gruñe-, ahora que aún puedo.

 

VII

 

Esa noche, a las dos de la madrugada aproximadamente, disparan a Frank. Están sentados en corrillo, sin cigarros, sin comida caliente, sin hoguera, alumbrados solo con la luz de las estrellas. Deciden intentar dormir un poco, pero como siempre, alguien salta con algún tema de conversación estúpido que los mantiene despiertos un rato más; esa noche es Frank quien les pregunta cuál es su nazi favorito.

-Y por favorito, me refiero a cuál mataríais con vuestras propias manos.

Sirius le ve la expresión bonachona. Tiene cara de granjero, o de panadero, o de mecánico. El PIAT gigantesco descansa a su lado como un tronco recién talado y lo acaricia afectuosamente con sus manos enormes.

-No puedo con Göring.

-Siempre le he tenido tirria a Joachim Peiper.

-Yo a Goebbels le pegaría un tiro en la frente pero vamos, ahora mismo.

-Dicen que es judío -comenta Prewett 2 casualmente. Sirius mira en dirección a Lupin, que se limita a encogerse de hombros.

Frank suelta un suspiro mientras se acomoda mejor para dormir. Tiene la voz soñolienta cuando empieza la frase que no termina, “pues a mí me parece que Heinrich Himmler…” y es silenciado por una ristra de tiros, seguidos de unos pasos que se alejan apresurados. Antes de que pueda darse cuenta de lo que ha pasado, Prewett 2 ya está disparando en la dirección donde supone que debe estar el alemán. Suenan tiros hasta que escuchan el sonido inequívoco de un cuerpo desplomándose en el suelo.

-¡Médico, médico! -dice Frank, intentando con todas sus fuerzas no gritar.

Cuando James toma el mando, Sirius ya lo está obedeciendo antes de que dé las órdenes. Carga a Frank a hombros mientras los demás recogen el equipo y el escuadrón se adentra en el bosque antes de que nadie, ni amigo o enemigo, pueda llegar a donde se han oído los disparos. De nuevo, su corazón retumbándole en los oídos es el único sonido en la noche hasta que deja a Frank en el suelo y oye la voz de Lupin.

-Frank, dime dónde te duele. -Saca el botiquín, intenta ver algo en la oscuridad de la noche-. Vamos, vamos, seguro que es solo un rasguño. -Le toca el casco, le toca el pecho, le toca las piernas sin encontrar la herida.

El escuadrón entero forma un círculo a su alrededor para cubrirlos. Prewett 2 sigue con el ojo pegado a la mirilla, “he matado al hijo de puta, Frank, no te preocupes”, James respira agitadamente, “¿dónde están los que montaban guardia?”, Weasley no dice nada, tan solo se concentra en mantenerse firme e intentar dominar el miedo.

Longbottom gime, se agarra a la casaca de Lupin.

-En el culo, Doc, ¡creo que me ha dado en el culo!

-Espera, ¿cómo?

-Duele que te cagas, coño, ¿me vas a curar o te vas a chotear de mí toda la noche?

Lupin parece considerarlo seriamente, pero al final decide que lo mejor será inspeccionarlo.  Lo oye murmurar “superficial” y “orificio de salida” antes de sacar las vendas y limpiarle la herida con alcohol.

-Ya me extrañaba a mí. -Susurra, mientras detiene la hemorragia-. Tus últimas palabras en este mundo no podían ser “Heinrich Himmler”.

El escuadrón entero estalla en carcajadas mientras Frank los envía a la mierda. Todos se ríen menos Sirius, que todavía está intentando con todas sus fuerzas acompasar su respiración. 

 

Despiertan a Lee y a Pettigrew a bofetones. Sirius se siente tentando de mentirles y decirles que por su culpa ha muerto un soldado porque podría haber pasado perfectamente, se han salvado todos de milagro, pero en lugar de eso, deja que James les abronque mientras se aleja con Lupin a buscar al alemán. Lo encuentran tirado en el suelo, muerto por tres tiros en la espalda. Mientras observa el uniforme manchado de sangre, Sirius intenta entender qué pasó por su cabeza para abrir fuego contra seis soldados enemigos.

-No sé. -Lupin, a su lado, se acomoda el fusil a la espalda y se encoge de hombros-. Igual no contó bien las voces y pensaba que éramos menos.

-Igual tenía complejo de héroe. -Se agacha en cuclillas para verle la cara. Tiene la boca ligeramente abierta, y sus ojos han adquirido esa cualidad vidriosa que solo tienen los ojos de los muertos-. Era solo un chaval.

-Todos somos chavales, Sirius. -Nota la mano de Remus en el hombro-. A veces me parece que en esta guerra solo morimos los jóvenes. 

 

VIII

 

El día ha pasado sin novedades, demasiado bonito para ser cierto. Les han permitido esconderse, simplemente estar en el bosque en silencio, y todos saben por qué: los altos mandos no quieren que baje el recuento de hombres justo antes de tomar Amiens.

Sirius se enfadaría con James por no haberle puesto guardia con Lupin hasta entonces si no estuviera tan emocionado. Está harto de nucas, joder; quiere cara, quiere manos, quiere ojos, quiere chistecitos estúpidos, quiere Lupin para él solo por primera vez en muchos, muchos días. 

Cuando cae la noche, el médico y el infante se marchan camino a la colina desde donde tienen visibilidad del campamento y de los senderos que se le aproximan. Anochece lentamente. Lupin empieza a contarle cosas de antes de la guerra, pero Sirius no quiere saberlas. Si estuvieran en tiempos de paz no tendría inconveniente en hablar del pasado, pero ahora le resulta insoportable. No quiere desvelar más Lupin justo la noche antes de tomar Amiens. El médico debe pensar que no quiere hablar, porque le da unas palmaditas al suelo duro, como si fuese una cama mullida.

-Duerme un rato, yo vigilo.

Pero Sirius no quiere quedarse dormido por nada del mundo.

-Sí hombre, y que nos acribille la primera patrulla que se te pase por alto. No te ofendas, Lupin, pero tienes pinta de miope. 

-No puedes meterte con la gente gratuitamente, Black, aunque digas “no te ofendas” primero.

-No me estoy metiendo contigo, tan solo digo que pareces miope, no que lo seas.

Ahogan la risa y se sumen en un cómodo silencio, tensándose de vez en cuando si escuchan algún ruido sospechoso, relajándose al descubrir que tan solo es el viento que mueve las ramas de los árboles.

-¿Qué piensas de Moody, Doc?

-Que estoy tranquilo de que sea nuestro capitán. Me da confianza que me dirija.

-Dejando de lado que está como unas maracas, claro.

-He llegado a la conclusión de que se puede ser buen militar y estar completamente chiflado. Mírate a ti.

Sirius hincha pecho, aunque sea bastante patético que ese cumplido idiota le haya hecho sentirse orgulloso de sí mismo. Lupin se ríe, la charla hace que pasen las horas rápidamente. El médico insiste en hablar del pasado, el infante solo quiere centrarse en el presente y ninguno de ellos hace conjeturas sobre el futuro. Cuando consulta el reloj, descubre que solo quedan unos cuarenta minutos para que amanezca.

-¿Y qué piensas de Pettigrew?

Lupin no dice nada, al principio, tan solo se saca un cigarrillo de la chaqueta y se lo pone en la boca. Aunque no pueda encenderlo, el hábito de tenerlo en los labios lo tranquiliza.

-Me siento muy solo cuando estoy con él. 

Lupin tiene la extraña cualidad de expresar lo que no sabe que siente, y entonces hacérselo sentir nítidamente.

-Seguro que eras muy buen escritor. 

Lupin sonríe. “Tonterías”, dice, “era un escritor mediocre en mis mejores momentos”, le da una calada a su cigarro antes de acordarse de que no está encendido y simplemente suspira, con su paciencia legendaria, y saborea el filtro del cigarrillo a falta de algo mejor.

-Cuando acabe la guerra, me gustaría volver a intentarlo. Escribir, quiero decir. Dios sabe que tengo muchas historias para contar.

Le gustaría ver su libro en una tienda, encontrárselo en un escaparate de alguna librería mientras pasea por Londres, leer su nombre arriba, encima del título. Remus J. Lupin. Entrar y comprarlo, y decirle a la dependienta yo conozco a este tío, servimos juntos en Francia, me dijo que iba a escribir nuestras historias de la guerra.  

-¿Me vas a sacar en tu libro?

Terreno peligroso. Terreno que no han pisado desde que el agua los empapaba mientras hablaban de cierto actor de cine. 

Todo sería más fácil si Lupin no tuviera esos ojos tan profundos, con un misterio tan inmenso en su interior. 

-Da igual, -dice Sirius, antes de que le conteste-, yo creo que estoy más hecho para una película. -Lupin se ríe, aliviado por no tener que responderle, pero Sirius no ha terminado-. ¿Quién crees que podría hacer de mí?, -y cuando hace una pausa nada inocente, le gustaría poder disipar la tensión encendiéndose un cigarro y fumando-, ¿Gary Cooper?

Ve cómo sus mejillas y sus orejas se ruborizan incluso en la oscuridad. Lupin sonríe con los ojos primero y con la boca después.

-Claro que te voy a sacar en mi libro. 

Igual Sirius se ha mentido a sí mismo. Igual sí que quiere escuchar a Remus hablar del pasado; o por lo menos, quiere ofrecerle la oportunidad de desahogarse porque intuye que no puede hacerlo con nadie más. 

-¿Qué era Daniel para ti?

-No lo sé. -Lupin se encoge de hombros-. Para hombres como nosotros, no puede haber más de lo que tuvimos. 

-¿Pero hubieses estado con él para siempre?

Lupin hace una bola con el cigarrillo, lo estruja y lo tira al suelo. Su suspiro es exhausto, su voz es un susurro malhumorado.

-Sirius, estamos aquí. Los dos. Vivos. Bromeando, charlando, no sé, bien. ¿Por qué tienes que mencionarlo? ¿Por qué tienes que hacerme sentir peor de lo que ya me siento?

Sirius calla, no sabe qué decir. Espera a que Lupin se desinfle y el hecho de que nunca le cueste mucho perdonarlo lo hace sentir aún peor.

-No nos quisimos lo suficiente cuando había paz, y ahora que hay guerra creo que lo he olvidado demasiado rápido. Ya ni siquiera recuerdo su cara con claridad, me parece que hace siglos que lo vi por última vez.

Piensa que debe ser el hombre más miserable de la Tierra por querer ganarle la batalla a un hombre muerto, especialmente porque no sabe qué quiere hacer con su victoria. 

 

El sol de Francia siempre amanece con suavidad. Llena el cielo de tonos pastel, levanta la vida en el bosque un día más. Cuando regresan al campamento, James está calentando agua para hacer té. Prewett 2 se restriega los ojos, Davies y Lee se enseñan fotos de sus novias, Bill se está cambiando los calcetines.

Por la mañana es fácil pensar que cada vez queda menos para ganar y que si han sobrevivido hasta entonces, igual verán el fin de la guerra.

Se juntan alrededor de James para darle unos sorbos al té. Se turnan, “Weasley, no acapares”, beben ese agua sucia como si fuera champán, “¿seguro que no has hecho infusión de calcetines de Peter, sargento?” y es verdad que sabe ligeramente a pies, pero les calienta el cuerpo como nada lo ha hecho en días, “acábatelo tú, Frank, con esto cagas seguro”. James riega los arbustos con las gotas que han sobrado y se guarda la taza de latón en la casaca.

-Nos vamos, caballeros.

Amiens les espera. Davies saca el mapa, lo estudia durante un segundo y les indica el camino. Frank carga el enorme PIAT a la espalda, James encabeza la marcha, Sirius ocupa el lugar que le corresponde, detrás de Lupin.

Todo lo que le importa en la vida está con él, en Francia.

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