Triunfar o Morir

Harry Potter - J. K. Rowling
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Triunfar o Morir
Summary
En 1944, las fuerzas aliadas se preparan para el desembarco anfibio más grande desde Alhucemas. El muro atlántico de los nazis, una fortificación kilométrica de misiles, minas y divisiones acorazadas al mando de Rommel, los espera en la costa francesa. Si consiguen atravesarlo, los soldados del frente occidental desembarcarán en territorio ocupado y deberán conquistar Francia, Holanda y Bélgica hasta llegar a Alemania, antes de que llegue el invierno, antes de que sea demasiado tarde.Esta es su la historia.
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Capítulo 4

I

Más tarde, los que sobrevivan podrán pensar en los miles de hombres que murieron en Normandía y preguntarse cómo es posible que ellos tuvieran tanta suerte. Verán los fallos de la operación, los errores que cometieron los grandes estrategas y que se cobraron la vida de sus compañeros: los bombarderos que fallaron sus objetivos, los paracaidistas que cayeron en la zona equivocada, la biodramina en mal estado que los mareó más que las aguas del Atlántico.

 

Más tarde, se darán cuenta de que la vanguardia del Desembarco estaba destinada a morir cuando se diseñó la operación. Que Francia se iba a conquistar a base de oleadas y oleadas de soldados. Que Eisenhower y Churchill ya tenían preparados sus discursos de derrota, porque sabían que la operación tenía pocas probabilidades de triunfar. 

 

Más tarde.

 

Ahora, el miedo es lo único que los domina. Se adueña de sus mentes, les agudiza el ingenio y les marca un único objetivo: sobrevivir.

 

La compuerta de la lancha cae hacia adelante con un estruendo metálico. Lo primero que se oye es el ruido ensordecedor de las ametralladoras alemanas, y casi simultáneamente, los gritos de los soldados en primera línea. Caen todos sin excepción; entonces, el pánico se apodera del resto. 

Es idea de Pettigrew usar a los compañeros muertos como escudos humanos. Sin mirar atrás, se agarra al chaleco del cuerpo de McGregor y salta, y las metralletas alemanas perforan la carne del cadáver mientras se precipita hacia el agua y se sumerge en el mar.

 

Lupin y Sirius tienen la misma idea desesperada que los demás, y no hace falta que Shacklebolt se lo diga, porque cuando lo oyen gritar “¡por los lados, por los lados!” ya se han coordinado sin hablarse. Lupin lo ayuda a alzarse, Sirius sube a horcajadas sobre la pared de la lancha, le tiende la mano, tira de él con una fuerza sobrehumana que no sabía que tenía y ambos se dejan caer al agua a la vez.

 

El Atlántico parece que quiere tragárselos para siempre. Sirius no duda de que morirá así, porque por mucho que Shacklebolt lo intentase no pudo prepararlos para lo que siente, para el agua teñida de rojo, las balas rozándoles y estrellándose contra sus compañeros, el uniforme mortalmente pesado sobre sus cuerpos.

La lancha estaba hecha para dejarlos en la orilla, no en el agua profunda. Patalean para salvar la vida, el equipo se les llena de agua y la metralleta que Sirius lleva en la espalda le pesa como una losa. Intenta liberarse, aligerar peso de alguna forma, pero tras forcejear inútilmente se concentra solo en intentar bracear hacia la superficie. 

Pierde el casco cuando consigue sacar la cabeza del agua para respirar. Lupin está a su lado, flotando entre cadáveres, luchando contra las olas a grandes brazadas, nadando hacia la orilla. A lo lejos, las ametralladoras alemanas barren todo lo que encuentran a su paso. Se escuchan los tiros inclementes a lo lejos, pero a medida que a Sirius le fallan las fuerzas, los oye cada vez más y más cerca, cada vez más fuerte, acompañados de los alaridos de los ingleses. Se ahogan. Las balas les pasan tan cerca que es cuestión de segundos que alguna los alcance. Se miran, no pueden decirse nada. Cuando Lupin coge aire, traga agua en su lugar, tose, traga más agua, se hunde y Sirius siente que se hunde un poco con él, que no puede más, que se muere.

Entonces, los oye. Por encima del ruido de las explosiones, y de las balas, y de los gritos, Sirius distingue otro sonido. Un sonido distinto, un sonido que ha escuchado mil veces en Inglaterra y que le empuja a mirar hacia arriba.

Los ve formando en escuadrón, al tiempo que Lupin los señala en el cielo: pájaros negros recortados sobre las nubes francesas. 

Los bombarderos de la RAF han vuelto para salvarles la vida.



II

 

Las ametralladoras de la mole de cemento que custodia la playa dejan de emitir tiros. Sirius oye los gritos, y aunque no los entiende, sabe que cuando los alemanes divisan los aviones hablan en el lenguaje universal del miedo.

El escuadrón de bombarderos avanza sobre las nubes, vira hacia el borde de la playa. Los siete aviones se disponen a barrer los objetivos mientras ellos nadan hacia la orilla con todas sus fuerzas. El sonido atronador de los motores acompaña a los infantes mientras tocan tierra firme de puntillas, y luego con toda la bota. Chocan con cascos, fusiles, cuerpos, las aguas se parten en dos mientras se abren camino hacia tierra firme.

Sirius lo distingue claramente en el cielo: la chica en bikini, el tercer bombardero a la derecha. Daniel sobrevuela la línea enemiga, deja caer las bombas y les salva la vida antes de ser abatido por un misil alemán, y en el estruendo colosal, a su lado, los labios de Lupin articulan el nombre del piloto, una, dos, tres veces; pero es en vano. La explosión ahoga sus gritos.

 

Lupin dice algo que Sirius no escucha, señala la explosión del cielo mientras corren hacia el césped. Paracaídas. Le está preguntando si ha visto el paracaídas de Daniel. Sirius niega con la cabeza porque no tiene ni fuerzas ni capacidad para mentirle, y el hecho de que Daniel haya muerto no le ocupa la mente más de dos segundos; le basta una ojeada para darse cuenta de que si no corren ahora, los van a acribillar. Solo tienen un par de minutos para salir del agua, cruzar la playa y ponerse a cubierto hasta que el polvo se disipe y los alemanes los vuelvan a ver. A su lado, Lupin debe pensar lo mismo porque le señala el único sitio en la playa que puede cubrirlos, un montículo de arena tras una alambrada de defensa alemana. Está muy lejos . Salen del agua como pueden, pero la fuerza del mar los empuja hacia adentro y a Sirius le parece que está como en un sueño, intentando correr con todas sus fuerzas sin lograrlo, demasiado lejos, no lo conseguiremos. Le quita el casco a un muerto y se lo pone, no pienses, no pienses en nada, tan solo corre , se acomoda la ametralladora a la espalda y fuera del mar descubre que es rápido, muy rápido, sorteando los cuerpos de sus compañeros. Los muertos yacen ensangrentados, los agonizantes llaman a los médicos y a sus madres, ellos corren.

Lupin se agacha periódicamente a cada hombre que lo llama, pero aún no ha encontrado a ninguno a quien pueda ayudar. Tiene instrucciones de dejar a los moribundos y solo parar ante el que tenga posibilidades de vivir. Hay metralla, cae, cuando Sirius lo ayuda a levantarse, “¡vamos, Lupin, vamos!” , tiene la cara ensangrentada pero sigue junto a él, directo a la salvación.

A lo lejos, Sirius ve el cuerpo inerte de Pettigrew, con la radio aún a la espalda. Se agacha para arrancarle la radio y cuando lo toca descubre que sigue vivo, tendido en el suelo, muy quieto. Llega Lupin a inspeccionarlo, lo llama por su nombre pero Pettigrew no responde, quizá porque no puede, quizá porque piensa que si se hace el muerto se va a salvar.

-¡La radio, Pettigrew! ¡Levanta, coño! -grita Sirius-. ¡La radio, necesitamos la radio!

Oye la voz potente de Shacklebolt tras ellos, “¡arriba, Pettigrew, es una orden!”, pero el soldado no obedece. Lupin tira de Sirius para que lo abandone, “¡déjalo y corre!”. Las ametralladoras lo alcanzarán tarde o temprano y ellos se van a quedar sin poder comunicarse con las otras compañías, pero no tienen elección. 

El montículo está cada vez más cerca, la salvación está a pocos segundos. 

-¡Venga, Peter, ya casi estamos! -Es James Potter quien lo ayuda, tirando de su chaleco con fuerza. Lo levanta a peso, se oyen dos pares de pasos, los amigos corren juntos.

Los hombres de la quinta compañía están llegando a cubierto cuando una ametralladora alemana se fija en ellos, apunta y dispara. El Prewett que iba en su lancha cae abatido de un tiro en la cabeza. El sargento Shacklebolt cae también. 

El resto aterriza tras el montículo.

 

III

 

Sirius siente que es la primera vez en la vida que respira, parece que se le había olvidado cómo hacerlo. Coño, estoy vivo. Hay ya algunos soldados allí, otros supervivientes que no reconoce. No me lo puedo creer. A su lado, Longbottom le sonríe mientras comprueba el estado de su fusil, y a Sirius no le hacen falta poderes sobrenaturales para saber que está pensando lo mismo que él.

James se incorpora para ver quiénes están con ellos en el montículo, James, James está aquí conmigo, y se agacha rápidamente cuando una ráfaga de ametralladora le roza el oído.

-¿Quién está al mando? -Ha perdido las gafas, quizá no las llevaba puestas. Tiene un tajo enorme en la mejilla, sus ojos analizan la situación con una calma que da miedo. Sirius mira las tachuelas en los brazos de los soldados para comprobar si hay rangos superiores a los suyos: nadie. 

Nadie manda. Están solos.

Pettigrew habla en el auricular de la radio.

-¡No mantenemos la posición! ¡Repito, Gold Beach no está tomada, el flanco sigue abierto!

-¿Dónde está el resto de la compañía?

-¡Yo soy de la cuarta, somos artilleros!

-¡Dadnos un respiro, joder, nazis de mierda!

-¡Refuerzos, Pettigrew, diles que desembarquen en nuestra zona!

-¡Nosotros tenemos órdenes de plantar minas para abrir camino a los tanques!

-Shacklebolt. -Murmura James-. Necesitamos a Shacklebolt.

Ambos vuelven la cabeza para localizarlo en la playa.

Está tendido en el suelo. Se mueve. Se pelea.

-¡Allí! ¡Está vivo!

La correa del fusil se le ha enganchado en la alambrada y no puede soltarse.

 

IV

 

Es una imagen que nunca va a poder olvidar; es lo último en lo que pensará cuando muera, da igual si es ahora o dentro de cincuenta años; es James Potter colocándose bien el casco, agarrando el fusil y gritando “¡cubridme! antes de salir disparado hacia su sargento. 

James vuela, sorteando las balas, abriéndose paso entre los fantasmas de los caídos. Quizá son ellos los que protegen al joven soldado, quizá es el fuego de cubierto que disparan sus compañeros, quizá es que los alemanes deciden que la nueva oleada de lanchas que desembarca vale más que un suicida y un hombre muerto. El caso es que James corre, ágil como una flecha, directo hacia Shacklebolt, al tiempo que nuevos soldados desembarcan tras ellos, la nube de polvo se disipa definitivamente y los alemanes abren fuego.

Sirius monta la ametralladora que lleva a la espalda a velocidad del rayo. No sabe cómo lo hace, pero tiene un ojo puesto en los alemanes y otro en James, que aún está luchando desesperadamente para liberar a Shacklebolt. Alguien que no conoce le sujeta las balas, y Sirius apunta en dirección a su objetivo más próximo, cuatro nazis de aspecto letal tras un lanzamisiles gigantesco. Cuando inspira, las manos le tiemblan. Cuando exhala, sus dedos están firmes en el gatillo, como si aún estuviera entrenando en el campo de maniobras, aquella mañana de mayo que ahora parece tan lejana. Dispara una ráfaga precisa de tiros suaves y los alemanes desaparecen de su vista uno a uno. Caen en fila, pero es una victoria breve porque tras ellos vienen más y apuntan el misil hacia la playa.

-¡Mierda! -Se cala el casco, le da la ametralladora a Longbottom-. ¡Lupin, cúbreme! -Inspira hondo un par de veces, recoge el fusil y sale corriendo hacia la playa. 

No va a soportar ver a Potter morir. 

Cada paso que da piensa que será el último, por favor, por favor, por favor, no dejes que me muera , salta por encima de los cadáveres de los hombres sin caerse, por favor, por favor, por favor, no me lo mates , llega hasta James salpicándolo de agua salada y de sangre.

Se saca el cuchillo de la bota y se pone a serrar la correa del fusil, James tira de la chaqueta de Shacklebolt, y tras un forcejeo desesperado, el sargento cae sobre la arena, se levanta y echa a correr junto a ellos.

Es un milagro que sigan los tres sigan vivos. Cuando divisan a sus compañeros a lo lejos sigue siendo increíble que no mueran, y cuando saltan de nuevo tras el montículo de arena, sin aire en los pulmones, con los cascos astillados por las balas que han fallado, no se pueden creer aún lo que ha pasado. 

Shacklebolt los mira.

-Me habéis salvado el culo.

Sigue siendo un hombre de pocas palabras. 

Le bastan unos segundos para analizar la situación y decidir que Sirius los cubrirá, Lupin volverá con los demás médicos a la playa y el resto cargará hacia arriba con la siguiente ola de soldados. Les vocifera órdenes, “muévanse en zigzag”, recarga el fusil, “Black nos cubre”, los ojos le hierven, “avancen hacia la colina”, está cabreado, coño, cabreadísimo, “Pettigrew, suelte la radio, por el amor de Dios, y coja el fusil”, los soldados bajan de las lanchas y ya empiezan a ser demasiados para los alemanes, “Lupin, lo quiero en la playa a la de tres” . La ira de su sargento se les contagia como una enfermedad. Estando a cubierto, con los gritos de sus compañeros y la cara llena de sangre, Sirius deja el miedo atrás y lo reemplaza por una rabia que ningún hombre debería sentir jamás. Francia huele a carne quemada, a hierro, a sal. La nueva remesa de soldados avanza implacable para liberar Europa.

Los infantes cargan contra los nazis, el médico corre hacia la arena, Sirius inspira hondo una vez más y abre fuego.

 

V



Los americanos han llegado a la playa de Omaha y se les unen, y entonces sí que no hay escapatoria para los nazis. Ingleses, yankis y canadienses juntan fuerzas y barren todo a su paso. Las remesas de infantes en la playa y las avanzadillas de paracaidistas forman una pinza que se cierne durante horas sobre las defensas alemanas; cada vez más hombres, cada vez más cerca, miles de soldados en la tierra, en el aire, en el mar. 

Cuando dan las doce y el cielo clarea, empieza el principio del fin para Adolf Hitler: los aliados han desembarcado en Francia. 

 

IV

 

Ya no hay explosiones en Gold Beach. La playa está en silencio, y solo entonces, cuando la zona ya está asegurada, llega la brigada mortuoria. Apilan los cadáveres en filas, identifican a los que pueden; utilizan todo lo que está a su alcance, las placas con sus nombres que llevan en el cuello, las cartas que guardan en las chaquetas, los números en el casco. 

Sirius ayuda hasta que no puede más. Incluso entonces, incluso cuando se marea y le sobrevienen arcadas, sigue cargando cuerpos; solo cuando vomita todo lo que no ha vomitado en la lancha y James le dice que vaya a sentarse, Sirius se da permiso para descansar.

Longbottom se deja caer pesadamente junto a él y le quita el cigarro de la boca para fumárselo con tres largas caladas. 

-Joder -dice Frank.

-Ya -le responde Sirius.

Prewett 2 aparece tras ellos, inquieto, desesperado; no descansa, no va a parar hasta haber encontrado a su hermano. 

A Sirius se le para el corazón cuando recuerda cómo cayó a su lado, a segundos de salvarse. Señala hacia la zona de la playa donde lo vio morir.

-La última vez que lo vi fue por allí.

No es mentira, es solo una media verdad. Prewett corre hacia la arena y Sirius se odia a sí mismo por no haber tenido valor para adelantarle lo que se encuentra: el cuerpo de su hermano pequeño mecido por las olas, con el casco agujereado.

Se da cuenta de que los ha estado llamando Prewett 1 y 2 durante tantos meses que nunca les preguntó sus nombres. Sabe otras cosas de ellos, -el 1 era más joven, el 2 era más bajo, ambos tenían la mejor puntería de toda la compañía-, pero no sabe cómo se llaman. Avergonzado, se lo pregunta a James, que siempre ha sabido el nombre de todos. 

-Guideon, -señala el que está tendido en el suelo-, y Fabian. -Señala al que llora sobre el cadáver. Los dos tan parecidos, con las mismas cruces católicas en el pecho, honestos, valerosos.

-Ya está, Prewett, ya está -Shacklebolt le palmea la espalda, el soldado no tiene consuelo, se lo quita de encima y se aferra a su hermano.

Lupin se agacha junto a él, le acaricia la cabeza rapada. 

-Dios ya le ha devuelto la vida. -Le dice el médico. Fabian se besa la cruz del pecho, se imagina a su hermano en el Cielo, dice que sí con la cabeza, se lo cree de verdad-. Ya lo ha llevado a la luz.

Fabian Prewett les susurra algo que Sirius no alcanza a oír y se hace un ovillo junto al cuerpo de su hermano.

-Por supuesto, -dice Shacklebolt-, seguirás siendo Prewett 2, si quieres.

Todos asienten, es lo mínimo que pueden hacer por él. Siempre habrá dos Prewetts en la quinta compañía.

 

VI

 

Lupin se quita el casco y se dirige hacia la colina solo cuando no hay más heridos que curar. Sirius lo ve marchar a pasos lentos, deteniéndose de vez en cuando para otear el horizonte. Ya sabe a dónde va. Igual quiere estar solo, pero Sirius no quiere estar sin él.

Se lo encuentra sentado, rodeándose las rodillas huesudas con los brazos. A sus pies, el mar sigue rojo, los zepelines manchan el cielo de puntos blancos y los restos del bombardero de Daniel descansan sobre la hierba.

Lupin lo absorbe todo con sus ojos castaños. No fuma, no llora, no se enfada.

-Tenemos que avisar -dice. Sirius no está del todo seguro de si se ha dado cuenta de que tiene compañía. Parece que habla para sí mismo.

-No te preocupes, Lupin.

-A su madre. 

-Lo haremos, tranquilo.

-Y a su hermana, creo que tenía una hermana.

Sirius inspira hondo. Le puede la curiosidad, tiene que saberlo. 

-¿Le querías?

Es raro, eso entre Lupin y Daniel. Ningún hombre podrá decir que vio a su novia morir en batalla. Son ellas las que reciben la muerte de sus hombres queridos, y no al revés.

-Sí. No. -Se encoge de hombros-. No lo sé. Ya no tendré oportunidad de averiguarlo.

Se quedan un rato en silencio.

Potter llega hasta ellos y se deja caer a su lado aparatosamente. Se quita las botas a talonazos, se desabrocha la casaca y se queda en manga corta.

-Qué bonito es esto. -James no se está fijando en los cuerpos, la alambrada, las lanchas aún en llamas en la orilla. Ve más allá: el sol, las pequeñas flores blancas, el horizonte claro-. Estuviste bien ahí abajo, Black.

-Eso es porque eres un peligro, Potter, y alguien tiene que asegurarse de que no te hagas daño.

-Shacklebolt dice que nos dará una medalla a cada uno, aunque sea lo último que haga en esta guerra.

-Genial. -Sirius sonríe ampliamente-. El primer souvenir para mi madre.

-Muy listos, -dice Lupin-, salvándole el culo al sargento.

Es la palabra “culo” en boca del médico; es recordar a Shacklebolt, aterrizando en la arena, agarrándose el casco con la mano, con los ojos abiertos de par en par; y sobre todo es la imitación magistral de James, “¡me habéis salvado el culo!”. Han llegado incontables hombres a Normandía, miles de ellos han muerto en la playa, y pese a todo, los dos infantes y el médico descubren que pueden volver a reírse. Y cuando Sirius se une a James, “¡Pettigrew, deje la radio, por el amor de Dios, y coja el fusil!” Lupin no puede evitar convertir la sonrisa en una carcajada incontrolada. Se pelea por reírse y respirar al mismo tiempo, se le sonrojan las mejillas, le caen las lágrimas sobre el uniforme, se sorprende a sí mismo cuando no puede parar.

 

VII

Tan solo bajan de la colina cuando Shacklebolt los llama y los agrupa en un círculo a su alrededor. Sirius cuenta a los supervivientes, se acuerda de que McGregor murió en la lancha, inspira hondo varias veces, siente que el sol le calienta la nuca y que la boca le sabe amarga. Está vivo, coño. Bien vivo.

-Acuérdense de los seres queridos en quienes pensaron allí abajo. -Les dice el sargento, señalando hacia el mar-. Gracias a ustedes, hoy están a salvo en casa.

Por el rabillo del ojo, ve que Lupin lo está mirando. 

Sin nada más que añadir, Shacklebolt se cala el casco y se cuelga el fusil al hombro.

-Y ahora, caballeros, recojan el equipo. Nos vamos en diez minutos. 

La guerra no da tregua. Normandía está tomada, pero no habrá nada seguro hasta que conquisten Mauvaines.

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