Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
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Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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Un amor que vino suavemente

Simplemente estar vivo todavía se sentía como un milagro ordinario para Severus Snape y vivir bien así, una bendición extraordinaria. Cada mañana al despertarse, saludaba un día lleno de oportunidades ilimitadas para ser y hacer lo que él quisiera. Si ya no quería ser profesor, entonces ya no tenía que serlo, y dimitió de Hogwarts en la primera oportunidad que tuvo. Snape nunca antes había tenido la libertad de tomar sus propias decisiones de esa manera. Ya no estaba atado a ningún amo, para bien o para mal. Había completado su trabajo para Dumbledore, sus deudas estaban pagadas y la muerte de Voldemort significaba que el Mundo Mágico tenía el propósito de recuperarse, pero esa no era del todo su responsabilidad. Estaba enfocado en vivir una vida que lo hiciera feliz y aprender a sentirse cómodo con eso siendo suficiente.

—¡Hace mucho frío afuera! —exclamó Sirius en voz alta, cruzando con fuerza la puerta principal con sus pesadas botas y trayendo consigo una ráfaga del duro viento invernal.

Sentado en el sofá frente al fuego crepitante, Snape sonrió mientras lo miraba por encima del hombro. A pesar del clima, Sirius no había sido persuadido de posponer a aventurarse en el bosque entre su casa y la Madriguera para elegir el árbol de Navidad perfecto, insistiendo en que necesitaría al menos un día en el interior para que sus ramas se asentaran lo suficiente como para decorar. Ahora Sirius apuntaba con orgullo su varita al alto abeto caucásico que flotaba en el aire detrás de él. Snape observó cómo se desplazaba a través de la casa y directamente a su lugar junto a la chimenea.

—Se ve genial —dijo Sirius felizmente, sacándose sus botas y luego quitándose los guantes de las manos.

Puso todo frente al fuego para que se secaran e hizo lo mismo con su chaqueta. Había copos de nieve derritiéndose en su largo cabello oscuro, incluso en su bigote. Tuvo un fuerte y exagerado escalofrío y se alejó del árbol para mirar a Snape.

—Ojalá hubieras venido conmigo —dijo, mientras se desenrollaba su bufanda de color burdeos de alrededor de su garganta.

—Si hubieras esperado hasta que no hubiera una tormenta afuera, tal vez lo habría hecho —respondió Snape, arrojando un puñado de cartas sin abrir sobre la gran pila que se acumulaba en la mesa baja.

Estaba molesto por la cantidad de correo que aún lograba encontrarlo a pesar de sus mejores esfuerzos para bloquear esa correspondencia innecesaria. No podían llegar búhos desconocidos a la mansión o a su casa en la Hilandera, pero las brujas más persistentes habían obtenido su dirección de reenvío muggle o simplemente seguían escribiéndole a Hogwarts.

—Deberías dejar que Tonks las revise por ti —le dijo Sirius—. Eso es lo que yo hice. Le gustará reírse y puede que haya algunas que realmente quieras conservar... O también está eso...

Sirius se encogió de hombros, ya que la respuesta de Snape fue apuntar su varita a la montaña de correo sin abrir en la mesa baja para que todo navegara directamente hacia la chimenea y rápidamente se convirtiera en cenizas. Encontraba que la cantidad de atención no deseada que estaba recibiendo era extremadamente abrumadora e incómoda.

En el esperado proceso de ser exonerado ante el Wizengamot, todo su trabajo en nombre de Albus Dumbledore se había hecho de conocimiento público. No sólo había sido absuelto de todos los cargos criminales, sino que también había recibido la Orden de Merlín, de Primera Clase, junto con Sirius y Harry, por su papel como agente doble en la guerra. Severus tenía fama y respetabilidad, pero también tenía que lidiar con Rita Skeeter cavando en su pasado para escribir artículos y ya no podía caminar por una calle sin que la gente se acercara a hablar con él... una gran aberración para un hombre tan reservado e introvertido.

—Tú no eres mucho mejor —le recordó Snape, ya que mientras Sirius parecía disfrutar relativamente de su propio estatus de celebridad en Gran Bretaña, a menudo era distante al respecto y parecía no tener interés en salir de su círculo familiar para cualquier actividad social.

—Eso es porque prefiero esto —respondió éste, cogiendo la manta en la parte posterior del sofá para envolver sus hombros antes de sentarse a su lado.

—Yo también —admitió Snape en voz baja, revolviendo las últimas cartas de correo.

Una sonrisa satisfecha se dibujó en sus labios cuando Sirius se posó contra él, con la cabeza apoyada en su pecho... un gesto muy natural que Severus ni siquiera se giró para ver, ya que así era como pasaban la mayor parte de sus noches.

La noche antes de la batalla, Sirius había declarado que había algo reconfortante en encontrar a alguien tan jodido como uno mismo para ir por la vida y parecía que ambos se habían tomado en serio esas palabras. Con el paso de los meses se habían vuelto casi inseparables. Sabían lo peor el uno del otro, y ambos estaban interesados en seguir aprendiendo más de lo mejor. Juntos habían soportado mucho a través de Harry, amando y queriendo las mismas cosas. Ese tipo de comprensión y compatibilidad entre dos personas invocaba un tipo único de intimidad que sería imposible de encontrar en ningún otro lugar. Sin siquiera una discusión oficial, simplemente se había aceptado que permanecerían juntos y harían de eso su vida en el futuro.

—Mira esto —dijo Snape unos minutos más tarde, después de leer una carta impresa por un ordenador muggle que había sido la primera de al menos cien sobres que se había molestado en abrir.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó Sirius, apoyándose más fuertemente contra él mientras la página que detallaba la venta de la casa en la Hilandera se ponía frente a su cara. Severus no había visto ninguna razón para aferrarse a ella después de la guerra y la había ofrecido en octubre a una cantidad absurdamente baja porque simplemente no le importaba—. Podríamos sacar el resto de tus cosas de allí mañana—sugirió—. No tenemos que ir a la estación de tren hasta las cinco.

El Expreso de Hogwarts traería a los estudiantes a casa para el comienzo de las vacaciones y ambos estaban ansiosos por ver a Harry, que había regresado a regañadientes al colegio el uno de septiembre según lo programado. A Harry le resultaba difícil sentarse en un aula todo el día cuando el trabajo que había hecho en la guerra parecía haberlo dejado permanentemente inquieto. Sin embargo, la primera tarea del recién nombrado Ministro de Magia, Kingsley Shacklebolt, había sido eliminar todas las sanciones contra los muggles y garantizar que todos los jóvenes magos y brujas tuvieran derecho a su educación. Un héroe a los ojos de todos con todavía su séptimo año por completar, Harry necesitaba dar ejemplo.

—Claro, podemos tirar casi todo, así que no creo que nos lleve mucho tiempo —respondió Snape—. Sólo mis libros y artículos...

—Realmente quiero que los publiques —dijo Sirius alentadoramente, cogiendo su mano y uniendo sus dedos.

—En algún momento, lo haré —replicó él vagamente.

Había algo un poco desconcertante en poner su nombre oficialmente a cualquiera de sus trabajos. Prefería las sombras: presentar sus mejoras a la Poción Matalobos a la junta de forma anónima y permitir que Lupin se llevara las recompensas financieras, o enseñar sus recetas personalizadas a sus estudiantes en lugar de escribir un libro de texto para rivalizar con el antiguo que no se había actualizado en medio siglo. No estaba seguro de lo que estaba esperando... tal vez sólo a que su nombre fuera olvidado y poder reclamar algún tipo de anonimato, pero lentamente estaba empezando a darse cuenta de que eso probablemente nunca iba a suceder.

—Casi he terminado de escribir la tesis para la poción de Harry —compartió Snape, que todavía no se había molestado en encontrar un nombre para la bebida que había protegido con éxito un cerebro humano de la invasión de un horrocrux.

Incluso él sabía que el trabajo que había hecho inventando esa poción era nada menos que notable. Ni siquiera había sabido que era un horrocrux lo que había vivido dentro de Harry; el responsable de la conexión entre él y Voldemort, pero de todos modos había logrado bloquear el canal con gran éxito.

—¿Por eso estabas despierto tan tarde anoche? —preguntó Sirius—. Me había preguntado...

—Sí —admitió él—. Me puse a pensar en formas en que mi fórmula podría modificarse para combatir otras interferencias en el cerebro. Sin embargo, no sé hasta dónde puedo llegar, podría estar sobreestimándome por completo...

—Oh, sinceramente lo dudo —intervino Sirius con confianza, apretando su mano con cariño.

—Bueno... —Severus trazó distraídamente su dedo a lo largo del brazo de Sirius mientras organizaba los pensamientos que lo habían estado emocionando desde que había comenzado a considerar todo el potencial de su investigación—. Sigo pensando en las formas en que la Magia Oscura ha plagado las mentes de otras personas y entiendo cómo funciona... Tengo experiencia. —Hizo una pausa, sin estar seguro de si alguna vez superaría por completo la culpa que tenía por su pasado, aunque ciertamente estaba buscando sus aplicaciones positivas—. Hay un piso entero en San Mungo dedicado a las personas que sufren daños psicológicos permanentes causados por la magia y que podrían beneficiarse de mi conocimiento.

—Sí, absolutamente —Éste asintió con la cabeza alentadoramente—. ¿En qué estás pensando exactamente?

—Esto es muy avanzado para mí... —continuó Snape—, pero, ¿qué pasaría si pudiera tomar las propiedades de la poción que hice beber a Harry y en su lugar aplicarla para separar la Magia Oscura que invade las mentes de otras personas? Por ejemplo, ¿qué pasaría si pudiera bloquear los recuerdos y el daño infligido por la Maldición Cruciatus y restaurar incluso un poco de cordura a los Longbottom y otras personas que la magia aprobada no puede tratar o curar? Tienes que entender la Magia Oscura para poder revertirla...Podría ser capaz de hacer eso.

Sirius tomó la otra mano de Severus y envolvió a ambas en un abrazo más apretado.

—No es muy avanzado para ti... y no tengo dudas de que puedes hacer cualquier cosa.

—Bueno, es algo para mantenerme ocupado de todos modos —dijo Snape en voz baja, quien no pudo evitar sentirse bastante eufórico ante la idea de usar los defectos de su pasado para lograr tanto bien.

Pensó que haría que Lily se sintiera orgullosa al mirar abajo y ver lo que podía lograr, aunque ella le había dejado claro en la resurrección de su memoria que había sido, y siempre sería, suficiente tal como era. No necesitaba salvar a más personas ni inventar más soluciones para justificar que seguía vivo, pero el potencial para hacer precisamente eso encendía un fuego de inspiración dentro de él que estaba muy ansioso por explorar.

—Oh, y los papeles de Harry también llegaron —añadió de repente, apoyando la barbilla contra la parte superior de la cabeza de Sirius—. Así que todo es oficial ahora.

—Espero que no los prendieras fuego con el resto —comentó Sirius, echando un vistazo al fuego.

—Los subí a su habitación para que los viera cuando llegue aquí mañana —respondió Snape—, pero pensé en enviárselo por búho para que los recibiera a primera hora de la mañana.

—¿Por qué no los ponemos en una caja debajo del árbol para que los desenvuelva en Navidad? —Sirius sugirió con una sonrisa—. La adopción es una especie de regalo que se sigue dando.

Aunque era bastante innecesario que un mago que ya había alcanzado la mayoría de edad fuera adoptado, era a petición de Harry que Severus había estado muy contento de agregar su nombre a los papeles que Sirius ya había firmado, para que ambos fueran reconocidos como sus padres legales. El acto había provocado una afluencia aún mayor de atención en la prensa, pero Snape había estado dispuesto a tolerarlo por el bien de Harry.

Sabía que había hecho lo correcto. Sabía que su lugar en esa familia se había convertido en su papel más importante de todos. Era el papel del que más se enorgullecía y el que, en cierto modo, había sido el más desafiante. Había sido difícil llegar con ese camino a ese lugar de paz y satisfacción. Darse cuenta de que era capaz de dar amor y aceptar amor a cambio. Capaz de perdonarse a sí mismo y a los demás. Aprender a seguir adelante del pasado, sin dejar de lado sus duras lecciones y los recuerdos que lo habían hecho sonreír.

Con su bendición, había aprendido a dejar que Lily volviera a su vida. Podía pensar en ella y amarla sin concentrarse en las partes en las que se había equivocado cuando había tantas cosas buenas a las que aferrarse. Todas las veces que se habían reído, consolado y empujado el uno al otro a crecer y cuestionarse, había sido un alivio verla y saber que estaba bien donde estaba. Severus incluso estaba agradecido de haber visto a James y saber que el padre de Harry aprobaba su lugar en la vida de su hijo lo suficiente como para agradecerle por ello. No podía haber una reconciliación mayor que esa y, al final, los cuatro habían estado allí para Harry en unidad cuando más los había necesitado.

—Te quiero —dijo Severus en voz baja, que eran palabras que no le resultaban fáciles, pero que había sentido un repentino anhelo de expresar.

Saber que era correcto y verdadero, y que su vida ya no necesitaba ser consumida por los secretos cuando pudo ser auténticamente él mismo y tomarse el tiempo para descubrir exactamente lo que eso iba a significar. Permitió que todo su cuerpo se relajara en el sofá mientras Sirius le besaba las manos con una ternura que decía mucho.

—He necesitado escuchar eso —croó Sirius, continuando apretando las manos de Snape con fuerza en las suyas—. Esperaba que llegaras a quererme tanto como yo lo hago. Pertenecemos juntos. 

—Sí, creo que sí —convino Snape lentamente.

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