Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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Su gente favorita

La verdad al final.

Finalmente, Harry entendía por qué el profesor Dumbledore le había dicho antes que su propia varita de fénix sería más que suficiente para lo que vendría. Ni siquiera iba a tener que usarla. No necesitaba hacer nada más que existir y colocarse en el camino de Lord Voldemort. El resto se haría por él; hacia él. La varita que le había gustado desde que lo había elegido en la tienda de Ollivander, actualmente agarrada con fuerza en su mano, podría permanecer con él como una vieja amiga hasta el final. Pero no lo salvaría. Eso nunca había sido parte del plan.

Harry miró por la ventana abierta de su habitación y sintió la cálida brisa en su rostro. A medida que respiraba lenta y profundamente, pensó en lo mucho que amaba todo lo relacionado con su hogar y en cómo nunca se había preocupado por si se le estaba acabando el tiempo. Su boca y garganta estaban completamente secas, pero también lo estaban sus ojos. La traición de Dumbledore era una nimiedad. Por supuesto, había habido un plan más grande: Harry simplemente había sido demasiado tonto para verlo y para darse cuenta hasta ahora. Pero, igualmente, sus padres habían sido igual. Su ingenuo deseo de protegerlo les había hecho pasar por alto las señales que ahora le parecían obvias a Harry y sintió una punzada en su corazón por los dos. ¿Qué iban a decir cuándo conocieran eso? ¿Qué harían?

Lentamente, muy lentamente, Harry se levantó de la cama, y en cuanto lo hizo se sintió más vivo y más consciente de su propio cuerpo vivo que nunca. ¿Por qué jamás había apreciado aquella milagrosa combinación de cerebro, nervios y corazón? Sus dedos temblaban ligeramente e hizo un esfuerzo por controlarlos. Metió la carta del profesor Dumbledore en su bolsillo y luego sacó la Capa de Invisibilidad y el Mapa del Merodeador del cajón superior de su cómoda, guardados ahí.

Ahora iría a Hogwarts. No podía vivir otro día ahora que sabía cómo terminar las cosas antes de que más personas resultaran heridas. Dispuesto a que su cuerpo cooperara, se deslizó la capa sobre sí mismo y dio un par de pasos hacia la puerta del pasillo antes de dudar. No quería bajar las escaleras. No confiaba en sí mismo para poder mirar a Hagrid, su primer amigo, y luego encontrar la fuerza para alejarse sin una palabra de explicación. Con Ron y Hermione sería aún peor. Intentarían detenerlo. O se ofrecían a ir con él. Esperaba que todos entendieran por qué no se había despedido. Era mejor así.

Aunque cómo dejar la mansión sin ser detectado lo dejó perplejo por un momento. Todos se darían cuenta si abría la puerta principal o intentaba usar el flu. No podía aparecer dentro de los límites del Encantamiento Fidelius y con su escoba en la planta baja tampoco podía volar desde su ventana. Brevemente, Harry tuvo la idea de intentar caminar sobre el aire como había aprendido a caminar sobre el agua, pero parecía un esfuerzo demasiado tonto arriesgarse cuando una caída alertaría a toda la familia de su intento de escape. La profesora McGonagall podría ser comprensiva porque había sido ella quien le había entregado la carta en primer lugar, pero Harry sabía que Lupin se estaba tomando la responsabilidad de hacer que se quedara bastante en serio. Tendría que pensar en otra cosa.

Se quitó la capa con impaciencia, pero la mantuvo arrugada bajo un brazo. Harry apuntó con su varita al Mapa del Merodeador y pronunció las palabras con una voz que no creía que sonara como la suya:

—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

Observó cómo el mundo de Hogwarts parecía sospechosamente vacío sin su habitual abundancia de nombres moviéndose. Voldemort aún no estaba allí, pero era fácil encontrar a "Sirius Black" y "Severus Snape" en el mapa dentro de la torre del director. Parecían ser las únicas dos personas que quedaban en el castillo y Harry estaba agradecido de que estuvieran juntos. Significaba que sólo tendría que explicarse una vez porque nunca se le había ocurrido alejarse de ellos sin previo aviso. Nagini todavía necesitaba ser asesinada y también la parte de Voldemort que aún permanecía dentro de su cuerpo. Sirius y Snape tendrían que entender el papel de Harry antes de poder cumplir sus propios destinos. La determinación de Harry se estableció firmemente cuando la carta en su bolsillo de repente ardió, queriendo su atención.

La sacó, dándose cuenta de que Dumbledore debía haber planeado incluso eso. Tratando de ignorar el dolor en su corazón mientras recordaba el ingenioso truco de Hermione con los galeones falsos que habían ardido cuando se cambiaba la fecha y la hora de las reuniones de DA durante su quinto año. ¿Sabían ella y Ron lo mucho que su amistad significaba para él? ¿Lo había dejado lo suficientemente claro? No había sido exactamente amable con ellos esa noche después de que todo hubiera ido cuesta abajo con la llegada de Bill y la partida de Snape y Sirius. Harry había arremetido contra Hermione por retenerlo y luego contra Ron por ponerse del lado de Hermione. Lo lamentaba ahora: estaba agradecido por las personas que sólo habían querido mantenerlo a salvo a pesar de lo poco práctico de tal esfuerzo. Que habían estado dispuestos a invitarlo a sus vidas a pesar de los considerables riesgos para ellos y sus familias.

Esperaba que supieran cuánto los amaba mientras abría la carta y confiaba en que revelaría más de lo que había hecho hacía unos minutos. No se decepcionó cuando descubrió que el emblema de Gryffindor de un león sobre un escudo rojo y dorado había aparecido junto a la firma de Dumbledore, la marca de valor que Harry estaba invocando en ese momento con todo lo que tenía. La tocó sin dudarlo y cerró los ojos cuando lo sacaron de su casa, como había sospechado que haría. No estaba seguro de si estaba siendo transportado directamente a Voldemort antes de que pudiera reconsiderar su sacrificio desinteresado, pero cuando abrió los ojos fue con alivio que se encontró en el despacho del director.

—Lumos —susurró Harry y su varita brilló con luz e iluminó los alrededores del despacho misteriosamente silenciosa.

Todos los retratos estaban vacíos y ninguno de los ex directores y directoras de Hogwarts parecía tener ninguna razón para quedarse cuando el curso no había empezado y no se requería su ayuda. Ni siquiera Dumbledore estaba ahí para saludarlo y en eso Harry estaba casi agradecido. No sabía lo que le diría a Dumbledore en ese momento. No estaba enojado con él y al mismo tiempo lo estaba.

Temblando por un frío que sentía penetrando profundamente incluso en sus huesos, Harry dudaba que fuera por cualquier cambio en el clima. Vio la espada de Gryffindor sobre el escritorio cuando pasó para subir los escalones de piedra hacia el salón circular con su varita extendida frente a él. Examinó otra habitación vacía, pero supo que estaban cerca porque el mapa le había mostrado que estaban ahí. Harry entró en la habitación a la izquierda y descubrió que ambos parecían demasiado felices mientras dormían, sin saber que su mundo y su familia acababan de estallar.

Estaban tumbados de lado uno frente al otro, como si se hubieran quedado dormidos en medio de una conversación. La mano de Sirius descansaba sobre la muñeca de Snape. Por un breve instante, Harry se olvidó de la carta de Dumbledore y de la horrible verdad que lo marcaba con la misma seguridad que la cicatriz en su frente. No podía soportar la idea de despertarlos e interrumpir la paz que terminaría abruptamente de todos modos una vez que Voldemort llegara para revisar su horrocrux.

Su confianza en su capacidad para ser valiente y caminar libremente hacia su propia destrucción vaciló de repente. Harry dejó caer su capa y su mapa a sus pies, y no dudó en arrastrarse a la cama para acostarse entre ellos. Deslizó su varita en la manga, pero todavía mantuvo la carta de Dumbledore muy cerca de sí mismo. Puso la cabeza justo debajo de las manos de sus padres y deseó no volver a moverse nunca más.

Disfrutó de la fantasía infantil de que la cama de los padres podría ser un lugar seguro donde nada malo podría alcanzarle porque los monstruos no le seguirían allí. ¿Por qué se había perdido tanto tiempo? ¿Por qué Snape no pudo haberlo amado cuando tenía once años? ¿Por qué Sirius había ido a prisión y se había perdido doce años cuando Harry lo había necesitado desesperadamente? Todo parecía tan triste ahora: la vida que había perdido, la vida que pronto le quitarían. Había tenido tanto miedo de perderlos, pero ahora sabía que él era el que realmente tenía que irse.

—Harry, ¿cuándo has llegado aquí? —susurró Snape, abriendo los ojos y sin parecer para nada enfadado o sorprendido al descubrir que había aparecido en algún momento durante la noche, cuando antes había prohibido expresamente a Harry salir de la casa. Parecía que muchas cosas habían cambiado en pocas horas.

—No lo sé —respondió él, con la voz sonándole ronca.

Las primeras luces del amanecer habían comenzado a aparecer fuera de la ventana de la habitación y había estado acostado allí durante mucho tiempo admirando los cambios en el cielo y contemplando la maravillosa creación del mundo y su lugar en él. Seguramente había más por venir en algún lugar más allá de lo que pronto descubriría. Dejar de existir por completo parecía una perspectiva mucho más aterradora que el acto real de morir. Aunque creía que habría más, había decidido.

—Harry... —Sirius pronunció su nombre con gran preocupación cuando también se despertó. Se sentó un poco más recto en la cama e intentar preguntar entrecortadamente algo para lo que ninguno de ellos realmente quería una respuesta—. Dumbledore...

Todo lo que Harry pudo hacer fue asentir. No podía decírselo. No podía decir las palabras que había leído en la elegante letra de Dumbledore ni siquiera mirarlas en ese momento. Presionó su rostro contra el pecho de Sirius, extendiendo su brazo para ofrecer la carta a Snape porque necesitaba ser compartida. Ya había retrasado lo inevitable más de lo que éticamente debería, pero todavía no se movió cuando sintió la mano de Sirius alrededor de su cabeza y Snape comenzó a acariciar su espalda mientras leía en voz alta:

Harry:

Maravilloso muchacho. Un hombre increíblemente valiente. Lo que debo pedir que hagas a continuación me da mucha pena, pero por fin puedo decirte exactamente lo que sucedió esa noche en el Valle de Godric.

Por fin, puedo contarte que cuando Lord Voldemort trató de matarte y tu madre puso su propia vida enfrente para protegerte como escudo, la Maldición Asesina rebotó sobre él y un fragmento de su alma se separó de la parte completa para aferrarse hacia la única cosa viva que había en la casa.

Eso significa que parte de Lord Voldemort vive dentro de ti y es eso lo que te da poder de hablar con serpientes y lo que te conecta a la mente de Lord Voldemort, algo que sé que nunca entendiste realmente. Hemos viajado juntos a través del curso de destruir los horrocruxes, yo mismo sabiendo todo el tiempo que el final y accidental horrocrux siempre habías sido tú. Y mientras ese fragmento de alma, perdido por Voldemort, permanezca unido y protegido por ti, Lord Voldemort no puede morir.

Harry, sabes qué debo pedirte. Cuando estés listo… cuando estés dispuesto...

Es mi deseo que cuando te prepares a reunirte con la muerte, significará realmente el fin de Voldemort. Querrá decir que tu alma eterna está completa y es absolutamente tuya. No temas a la muerte, Harry. Y no sientas pena por los muertos, sino por los vivos y, sobre todo, aquellos que viven sin amor.

Albus Dumbledore

El rostro de Harry todavía estaba enterrado en Sirius, donde podía sentir los latidos de su corazón sonando más rápidos y su respiración saliendo a la superficie mientras Snape había leído la carta con una voz tranquila y extrañamente impasible. Era como si Snape hubiera estado leyendo un artículo científico en lugar de un decreto sentenciando a su hijo a morir. Harry había notado cómo no había dudado o titubeado al decir el nombre de Voldemort esa vez. Parecía ser el hecho de aclararse el peor miedo que cualquier padre pudiera tener hubiera hecho que el nombre se convirtiera en sólo eso: un nombre.

Harry escuchó el pergamino arrugado siendo doblado y después el chirrido del muelle de la cama cuando Snape se tumbó de nuevo a su lado para que ambos lo estuvieran sosteniendo. Nadie habló. No había forma de negar… de negociar… o cualquier cosa que emanara por aire en ese momento además de aceptación y tristeza. El trabajo de Harry era caminar tranquilamente hacia la Muerte como una amiga. Por el camino, había ayudado a deshacerse de las últimas conexiones de Voldemort a la vida, para que cuando al final se lanzara sobre el camino de éste, sin levantar su varita para defenderse, el final estaría claro y el trabajo que debería haberse hecho en el Valle de Godric habría acabado. Ninguno podría vivir, ninguno podría sobrevivir.

—Sev... —La voz de Sirius se quebró.

Habían permanecido ahí por lo que parecía ser mucho y nada de tiempo cuando Snape se levantó abruptamente y Harry sintió que todo su cuerpo se ponía rígido por el miedo.

—Hay algo —murmuró Snape.

Harry se apartó de Sirius para sentarse y comenzó a buscar la voluntad de ponerse de pie y poner un pie delante del otro. Creyendo que debía seguirlo, pero confundiéndose cuando vio que Snape había salido de la habitación sin esperarlo. Se apoyó en Sirius y sintió que su corazón latía ferozmente en su pecho. Qué extraño que, en su temor a la muerte, bombeara más fuerte, manteniéndolo valientemente vivo. Pero tendría que parar y pronto, y estaba agradecido de que ninguno de los dos hubiera negado o ignorado esa terrible verdad. Sería mucho peor si peleaban contra ella y no cambiaría lo que se haría.

—Harry, lo había olvidado —dijo Snape, volviendo a la habitación con las manos sosteniendo una pequeña bolsa de terciopelo púrpura—. El profesor Dumbledore dejó algo más y dijo que se abriera cuando nos preparáramos para enfrentarnos a Voldemort juntos. Creo que deberíamos ver qué es.

Parecía casi esperanzado mientras se sentaba en la cama frente a Harry y Sirius sosteniendo la bolsa, como si tal vez Dumbledore hubiera dejado una solución en una bolsa mágica que dejaría la honestidad en su carta en gran parte obsoleta. Harry deslizó la mano dentro y rozó con los dedos algo pequeño, duro y liso. Agarrándolo con fuerza, lo sacó para revelar una piedra negra y vio la cara de Snape cambiar en un ceño fruncido mientras la miraba con estupefacción.

—¿Una roca? —Sirius medio gimió, medio rio—. ¿Grabó Dumbledore al menos una explicación en un lado?

Pero Harry se había enderezado con entusiasmo ante ese descubrimiento. Recordó inmediatamente lo que Dumbledore había compartido con él unos meses atrás.

—Sé qué hacer —dijo—. Tenemos que sostenerla juntos.

No les advirtió de lo que iba a pasar. No estaba muy seguro de cómo reaccionarían si supieran todo el poder de la piedra que estaba en la palma de la mano de Harry en ese momento. Aunque para su inmenso alivio, inmediatamente hicieron lo que pidió sin cuestionarlo, colocando sus manos sobre la piedra para que los tres la pudieran tocar por igual. Harry cerró los ojos anticipando la magia inquietante de la que Dumbledore le había advertido con respecto a la Reliquia de la Muerte que había causado su propia ruina personal. Dumbledore había dicho que los muertos no pertenecían a ese mundo, pero eso no era para lo que Harry estaba usando la Piedra de la Resurrección. Él no los estaba buscando, ellos lo estarían buscando a él.

No tardó mucho y supo que había sucedido porque escuchó ligeros movimientos a su alrededor que sugerían que unos cuerpos débiles se movían de sitio. Sirius jadeó y Snape se sobresaltó. Harry abrió los ojos y miró las caras sonrientes de Lily y James Potter.

Podía ver que no eran ni fantasmas ni verdaderamente de carne y hueso. Se parecían más al Riddle que había escapado del diario hacía mucho tiempo, cuando su memoria se había hecho casi sólida. Menos sustanciales que los cuerpos vivos, pero mucho más que los fantasmas. Harry se apresuró a salir de la cama para encontrarse con ellos, mientras que Snape y Sirius parecían temporalmente congelados por la conmoción.

James tenía exactamente la misma altura que Harry. Llevaba puesta la ropa con la que había muerto y su cabello estaba desordenado y levantado. Sus gafas estaban un poco torcidas como las del señor Weasley. Lily empujó su largo cabello hacia atrás mientras se acercaba a él, y sus ojos verdes, tan parecidos a los suyos, buscaron su rostro ávidamente, como si nunca pudiera mirarlo lo suficiente.

—Has sido tan valiente —susurró ella.

Harry no podía hablar. Se deleitó con observarla. Pensó que le gustaría pararse, mirarla para siempre y eso sería suficiente.

—Ya casi has llegado —dijo James—. Estás muy cerca. Estamos... muy orgullosos de ti. —James miró por encima del hombro de Harry a Snape y su sonrisa aumentó—. Gracias.

Snape no dijo nada. Tal vez había asentido o dado algún tipo de reconocimiento, pero Harry no podía apartar la mirada de Lily y James para comprobarlo. Sin embargo, Sirius ya se había bajado de la cama.

—¿Eres un fantasma? —preguntó a James, su aliento estremeciéndose de anhelo.

—No, sólo soy yo —respondió James, acercándose a él de una manera que Harry no estaba seguro de que se pudiera sentir en un sentido físico, aunque eso apenas parecía importar. Estaban de pie reunidos, tal como Harry creía que estaría con Ron y Hermione algún día.

—¿Vas en serio? —preguntó Sirius, con una pequeña sonrisa que se extendía por sus labios, aunque parecía que le dolía hacerlo.

—No, eso lo haces tú, Sirius, no James —bufó Lily—. Hecho... Lo he terminado yo.

—No tienes sentido de humor —protestó James, un alegre guiño hacia su hijo.

—¿Duele?

La pregunta infantil había salido de los labios de Harry antes de que pudiera detenerla. La sonrisa de James tembló mientras compartía una mirada con Lily, quien negó con la cabeza.

—Es como quedarse dormido después de un día agotador —explicó James—. Tu madre y yo estaremos a tu lado.

Harry se volvió hacia Lily.

—¿No me dejarás?

—Nunca me fui —respondió su madre, acercándose a Snape y dirigiéndose a él también—. Podrías haberme sentido en tu corazón todo este tiempo si no hubieras estado trabajando horas extras para dejarme fuera todos estos años...

—Porque no sabía qué más hacer —respondió Snape, pareciendo más asustado que si hubiera estado cerca de Voldemort.

—Solo déjame entrar de nuevo —dijo Lily, con sus ojos verdes brillando con cariño, hablando como si fuera la más simple y obvia de las cosas.

Bajo su mirada persistente, Snape se puso en pie y Harry notó que temblaba por todas partes mientras la miraba fijamente. Era como si esperara que le gritaran o lo maldijeran. O peor aún, que le dijeran que no era miembro. Harry se acercó instintivamente a él y le tendió la mano. Con los ojos todavía puestos en su madre, sabía que no había nada que temer y que Lily no quería nada más que hacer desaparecer el dolor.

—¿Cuánto sabes? —tartamudeó Snape.

—Todo —respondió ella—. No fue culpa tuya.

Snape parecía no saber qué decir. Lo cual era mejor que argumentar el caso por su propia culpa, como Harry casi había estado esperando que hiciera. Apretó la mano con más fuerza y miró a James, que parecía feliz de verlos a todos juntos, con el pasado siendo el pasado y las lecciones aprendidas de la manera más difícil. De pie en una habitación llena de amor, con Harry en su núcleo. Era más inmenso que Voldemort y era más poderoso que la muerte.

—Creo que tendrás que llamarlo —le dijo James a Snape, disculpándose al interrumpir esa reunión para recordarles a todos lo que aún quedaba por hacer—. Toma el crédito antes de que pueda reclamarlo él mismo.

—Irá bien —Lily asintió alentadora, mientras Harry sentía que la mano de Snape comenzaba a temblar incontrolablemente por lo que le estaban pidiendo que hiciera.

Querían que Snape entregara a Harry a Voldemort. Jugar el papel de siervo fiel un poco más al traer al enemigo mortal del Señor Tenebroso, y su propia perdición, para que lo destruyera. Al igual que había matado a Dumbledore y dañado su alma para reparar lo que no había roto, ahora Snape renunciaría a Harry. Y entonces todo estaría bien en el mundo, pero no en él. Lo que a Severus y Harry se les había pedido que hicieran era extremadamente cruel. Al igual que las muertes prematuras de Lily y James y el encarcelamiento de Sirius. Todos ellos pagando el precio final porque tenía que ser así.

—Yo también estaré ahí —dijo Sirius, acercándose a Snape y agarrando su marcado brazo, que era su mayor, eterna e ineludible vergüenza. Se miraron fijamente—. Daré a la serpiente y luego puedes apuñalarlo por la espalda, donde más le dolerá. Terminaremos esto ahora. Podemos hacer esto juntos. ¿Verdad, Harry?

—Sí —susurró Harry, mientras se establecía el rumbo y reunía todas las fuerzas que tenía.

Por la destrucción de los horrocruxes, el fin de Voldemort y su muerte.

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