
El Juramento Inquebrantable
Era curioso que cuando temías algo y darías cualquier cosa por ralentizar el tiempo, tenía una extraña manera de acelerarse. Entender que a Dumbledore solo le quedaba un año de vida en el que impartir todos sus conocimientos significaba aprender a lidiar con un flujo constante y abundante de ansiedad. Mientras estaba bajo las implacables demandas de los deberes y dominaba la magia no verbal, trabajar con Dumbledore significaba volverse más confundido con cada día que pasaba.
Harry sentía que lo empujaban constantemente en todas direcciones. El tiempo volaba a velocidades récord y de repente era marzo, sin que tuviera idea de cómo había sucedido eso. A pesar de todo el tiempo que pasaba con Dumbledore, se sentía menos preparado que nunca para lo que estaba por venir.
—Un horrocrux es cuando un mago divide su alma por la mitad y oculta la mitad en algún tipo de objeto —le había explicado Sirius, mientras Harry caminaba con él hasta el punto de aparición después de una reunión con Dumbledore.
Harry todavía estaba tratando de dar sentido al término y su significado mientras se dirigía solo al castillo después de despedirse de él. Según Sirius, era un tema prohibido en Hogwarts. No uno que surgiera en un aula, ni siquiera en Defensa Contra las Artes Oscuras.
Sin embargo, Voldemort ya se había interesado por ellos cuando tenía la edad de Harry. Sirius había explicado que alguien crearía uno para volverse inmortal, pues si tu cuerpo era destruido y tenías un horrocrux, permanecerías atado a la tierra y no podrías morir.
—¡Déjame en paz! —alguien gritaba.
La voz sorprendió a Harry, que no esperaba encontrarse con nadie en su camino hacia las mazmorras para visitar a Snape en su dormitorio.
Ya había pasado el toque de queda y se suponía que nadie debía estar fuera de un lado a otro. Oculto ya debajo de su capa de invisibilidad, Harry tuvo cuidado de mantener sus pasos lo más silenciosos posibles. Mientras giraba para bajar las escaleras, descubrió a Draco Malfoy a mitad de camino, puesto en guardia hacia el profesor Snape.
—Creo que ya hemos tenido esa discusión, Draco, y eso no va a suceder —dijo Snape en voz baja, quien evidentemente acababa de atrapar a Malfoy fuera de su dormitorio—. Podrás pensar que ya has crecido, pero todavía eres un estudiante en mi casa, bajo mi cuidado, y le prometí a tu madre que te mantendría a salvo. Nada de eso implica hacer la vista gorda ante ti deambulando por el castillo por la noche.
—¿Qué crees que me va a atrapar en la oscuridad? —se burló Malfoy, mientras Harry comenzaba a bajar de puntillas en silencio por las escaleras para estar más cerca y poder escuchar mucho mejor—. Sabemos que el verdadero peligro está fuera de este viejo castillo mohoso. ¿De verdad crees que tengo miedo de ese inútil squib y su miserable gata? ¿Crees que te tengo miedo?
—Sé que tienes mucho miedo de lo que va a pasar cuando inevitablemente le falles a tu Amo —respondió éste, con los ojos brillando peligrosamente—. Deberías estarlo.
—No voy a fallarle —se mofó él—. Mi plan va a funcionar. Solo necesito que te mantengas fuera de mi camino.
—Seamos lógicos sobre esto —dijo Snape, actuando como si Malfoy no hubiera hablado en absoluto—. Los dos sabemos que no tienes agallas para matar a nadie. Tu arrogancia te va a meter en muchos problemas muy pronto si no aprendes a aceptar mi ayuda. Estás hasta el cuello, Draco. Ahora, volvamos a mi despacho y...
—No quiero tu ayuda —interrumpió Draco.
La mirada venenosa en la cara de Malfoy fue un poco impactante para Harry, honestamente. Nunca habría imaginado que Malfoy le hablaría tan irrespetuosamente a Snape, a quien siempre había mostrado una gran simpatía en el pasado. Aunque éste, que estaba pasándose el dedo sobre sus labios y miraba a Malfoy con una mirada calculada en su rostro, parecía bastante imperturbable por este abrupto cambio de comportamiento.
—¿Crees que realmente tienes una oportunidad contra un mago tan bueno como Albus Dumbledore? —preguntó Snape, con la boca torciéndose, como si le divirtiera la pura audacia de Malfoy—. ¿Es imposible que abras los ojos y te des cuenta de que tu amo se está riendo de ti? ¿Esperando a que admitas la derrota para que él pueda castigarte por ello? Tu madre lo sabe. Yo lo sé. Tú también lo sabes.
—Solo estás tratando de robar mi gloria —soltó él.
—Draco, si lo que buscara fuera gloria, entonces simplemente te dejaría perder el tiempo en esta tarea y sufrir las consecuencias, antes de intervenir para hacer el trabajo yo mismo —respondió Snape con calma—. Sólo que eso no es lo que estoy haciendo. ¿Por qué crees que le hice el Juramento Inquebrantable a tu madre? Eso ciertamente no era para mi beneficio.
—Entonces supongo que será mejor que lo rompas —replicó Draco—, porque no necesito tu ayuda. Mi madre no está pensando con claridad. ¡Este es mi momento, mi honor! Mi padre estaría contento conmigo si estuviera aquí. Tengo un plan y va a funcionar. No lo decepcionaré. Voy a hacer que se sienta orgulloso de mí.
—¿Todavía estamos hablando del Señor Tenebroso o es tu padre el que realmente estás desesperado por impresionar? —preguntó, sonando impasible, casi aburrido del drama—. Sé que su encarcelamiento te ha alterado, pero participar en una misión suicida no es forma de...
Harry tuvo que presionarse completamente contra la pared para evitar que Malfoy se topara con él cuando se giró abruptamente para comenzar a subir las escaleras lejos de Snape, quien rápidamente sacó su varita como si hubiera estado esperando esto.
—Señor Malfoy, estaría en su mejor interés volver aquí usted mismo o le prometo que no le va a gustar lo que suceda a continuación.
La curiosidad y la aprensión de Harry se activaron cuando Malfoy decidió deliberadamente ignorar la advertencia de Snape. Nunca antes había presenciado a Snape disciplinar o reprender a un estudiante de Slytherin, y además de estar fascinado por la discusión, Harry también estaba bastante entretenido. Vio a Malfoy dar unos pasos más desafiantes y esperó con la respiración contenida para ver qué haría Snape. Sin esperar a que le impactara a sí mismo, desapercibido e invisible contra la pared, se sorprendió cuando la escalera en la que estaba de pie se transformó repentinamente en un tobogán resbaladizo cuando Snape hizo movimiento perezoso de varita.
Un jadeo escapó de los labios de Harry antes de que pudiera detenerlo. Sus pies se habían deslizado y estaba cayendo en picado hacia el suelo de la mazmorra, aferrándose firmemente a la tela de su capa de invisibilidad y tratando de mantener todo su ser oculto debajo de sus ondulantes tejidos, aunque no estaba seguro de si había tenido éxito. Sin embargo, se sintió aliviado al ver cuando finalmente se fijó en que los ojos de Snape estaban enfocados en Malfoy, que había aterrizado directamente frente a él y había sacado su propia varita ahora.
—Draco, tienes la opción de mantener algo de dignidad mientras caminas conmigo de regreso a tu dormitorio al que perteneces —dijo Snape sedosamente, mientras con otro movimiento perezoso de su varita lo desarmaba con absoluta facilidad—. O puedo inmovilizarte y levitarte en tu cama frente a tus compañeros, donde te verás obligado a permanecer hasta que vaya a realizar la contramaldición por la mañana. ¿Cuál preferirás?
Luchando hasta ponerse de pie, Malfoy hizo un rápido arrebato para agarrar su varita que Snape no le negó. Harry lo vio darle a Snape otra mirada despectiva antes de marcharse enojado delante de él, en dirección a la sala común de Slytherin. Snape no reaccionó ni pronunció otra palabra, sino que lo siguió lentamente por el pasillo y Harry se puso de pie para hacer lo mismo. Observó cómo Malfoy murmuraba la contraseña de la pared de ladrillo que ocultaba la entrada secreta a la casa de Slytherin.
—Si intentas salir de tu cama de nuevo esta noche, estaré alerta y muy disgustado —le advirtió, justo antes de que Malfoy le cerrara deliberadamente la puerta agresivamente en la cara.
Harry observó mientras Snape continuaba mirando la pared de ladrillo sólida reformada durante aproximadamente un minuto antes de dirigirse hacia su despacho. Su rostro estaba curiosamente en blanco y Harry sabía que el suyo probablemente delataría todas las curiosidades que en ese momento intentaban devorarlo desde adentro. Había olvidado por completo los eventos de la lección de esa noche con Dumbledore. Harry estaba ocupado tratando de decidir si dejarle saber a Snape que lo había oído todo o fingir lo contrario, cuando éste se dio la vuelta para mirar directamente al espacio vacío donde Harry estaba parado.
—Bueno, date prisa —dijo secamente antes de dar la contraseña a su despacho y luego dar un paso atrás para permitir que Harry entrara antes que él.
—¿Cómo sabías que estaba ahí? —preguntó Harry, quitándose la capa una vez que la puerta se había cerrado con seguridad detrás de ellos.
—¿Quieres decir además de todo el ruido? —preguntó Snape con tono sarcástico—. Tienes tanta discreción como un rinoceronte. Uno pensaría que jugar tanto Quidditch te daría un poco más de elegancia.
—¿Qué esperas cuando quitas el suelo de debajo de alguien? —preguntó Harry.
—Supongo que eso es lo que sucede cuando eliges merodear en una escalera para escuchar a escondidas a otras personas en lugar de seguir tu camino como un buen chico —sonrió éste, apuntando con su varita al escritorio que estaba cubierto de pergaminos escritos en varias manos diferentes sobre la mejor manera de luchar contra los dementores.
Las redacciones se organizaron en un montón ordenado y luego se deslizaron dentro del cajón superior que se abrió automáticamente para recibirlas.
—¡Pero sabía que Malfoy estaba tramando algo y esta noche lo demuestra! —exclamó él triunfante—. ¡Lo he estado diciendo todo el año y tú me has dicho que me calle y me preocupe por mí mismo!
—Esa orden sigue en pie —respondió Snape, apretando la mano contra la piedra negra que sobresalía de la pared para poder abrir el paso a sus aposentos privados.
—Dijiste que siempre podía acudir a ti sobre cualquier cosa —protestó Harry, siguiendo a Snape hasta el salón y sacándose los zapatos sobre la simple alfombra negra contra la pared.
—No me había dado cuenta de que eso significaba escucharte divagar en círculos incesantes y sin interés —respondió Snape—. Ya me has dicho varias veces tus sospechas sobre el señor Malfoy. No necesito volver a escucharlas.
—¿Qué te pasa? —preguntó con incredulidad, su voz cada vez más fuerte—. Prácticamente admitió que está planeando matar...
—A un hombre que ya se está muriendo —terminó Snape por él—. Y si estabas escuchando antes, sabes que no tengo absolutamente ninguna confianza en la capacidad de Draco para matar a nadie. El profesor Dumbledore tampoco. Los dos hemos discutido esta situación extensamente juntos y hemos llegado a un acuerdo sobre cómo proceder. El hecho de que nuestras conversaciones no te incluyeran no significa que no hayan sucedido.
—Dijiste antes que no habría ningún secreto entre nosotros —dijo Harry resentido, mirando a la chimenea.
—Teniendo en cuenta nuestras circunstancias actuales, no creo que esa regla pueda aplicarse más —dijo él en voz baja—. Tienes demasiado para ponerte al día como para perder tanto tiempo preocupándote por los asuntos del señor Malfoy.
—Cuando uno de mis amigos es atacado, entonces se convierte en mi asunto —le fulminó Harry.
Todavía estaba furioso porque Snape, McGonagall y Dumbledore hubieran sido tan despectivos con su afirmación el otoño pasado de que Malfoy era responsable por la maldición en Katie Bell, quien jugaba como cazadora de Gryffindor. Katie podría haber sido asesinada, ciertamente lo habría sido si Snape no hubiera llegado allí a tiempo. Alguien le había entregado un collar maldito para llevárselo a Dumbledore y Harry estaba seguro de que Malfoy estaba detrás de ello.
—¿Y si no hubieras podido salvarla? —Harry presionó con enojo—. ¿Entonces qué?
—Ese es un "¿y si?" bastante innecesario en el que pensar cuándo a la señorita Bell se la dará la baja de San Mungo muy pronto —respondió Snape—. Algo así no volverá a pasar, estoy bastante seguro.
—¡Malfoy ni siquiera fue expulsado! —gritó, su temperamento elevándose ante la calma deliberada de Snape, casi indiferencia sobre el asunto.
—Utiliza la cabeza, chico —dijo Snape con advertencia—. No había absolutamente ninguna prueba de que Draco estuviera involucrado en lo que le sucedió a Katie Bell. ¿Qué esperabas que sucediera? Si recuerdas, él ni siquiera estaba en Hogsmeade cuando ocurrió el ataque. Estaba cumpliendo un castigo con la profesora McGonagall.
—¡Pero sabes que lo hizo! —gritó Harry.
—Y serás enviado de vuelta a tu dormitorio y esta discusión terminará si te atreves a levantarme la voz una vez más —dijo con su voz más seria.
Harry, que había estado a punto de decir más antes de la advertencia de Snape, cerró rápidamente la boca y apretó los dientes para resistir la tentación de volver a gritar. Realmente no quería que lo enviara fuera y no le sorprendería que Snape hiciera exactamente eso.
—Eso está mejor —sonrió Snape—. Espero sinceramente que estés poniendo tanta energía en tus lecciones con el profesor Dumbledore como en investigar a tu compañero de clase.
Harry sintió otra puñalada de irritación mientras observaba a Snape girarse y entrar en su habitación sin decir una palabra más, cerrando la puerta detrás de él. Le molestaba enormemente a Harry que Snape se negara a hablar con él sobre Malfoy y los mortífagos en esos días. A veces Harry se preguntaba si Snape estaba castigándolo pasiva y agresivamente por todos los secretos que Dumbledore le estaba ocultando. No le gustaba la distancia que estaba creando entre ellos.
—Lo siento, papá —Harry se atragantó, dando pasos rápidos para enfrentarse a Snape en el primer momento que la puerta del dormitorio crujió para abrirse.
—¿Sí? —preguntó Snape, rodeando a Harry para llegar al lavabo del baño directamente a través del estrecho pasillo y abrir el grifo.
—Sé que estás tomando en serio a Malfoy —dijo Harry a regañadientes, apoyándose pesadamente contra el lateral del marco de la puerta, observando cómo Snape se salpicaba agua fría en la cara—. Por eso le has impedido escabullirse esta noche. Simplemente me gustaba más antes cuando me lo contabas todo.
—A mí también me gustaba más —admitió él, cerrando el grifo y cogiendo una toalla para secarse la cara.
Harry se tragó un gran bulto de la garganta. Realmente se sentía un poco culpable por acosarlo. Sabía que Snape estaba teniendo un año realmente difícil, sin ayuda en absoluto por el horario imposible que se veía obligado a cumplir. Siempre había ojeras bajo sus ojos y su tez pálida había empeorado, dándole la apariencia de estar crónicamente enfermo. Era difícil de ver con sus típicas túnicas negras ondulantes durante el día, pero vestido con pijama, como lo estaba ahora, era bastante notable que Snape había perdido mucho peso. Era innegable que estaba sufriendo y Harry no quería empeorar nada.
—¿Qué es un juramento inquebrantable? —preguntó en voz baja; la pregunta pareció tomar a Snape por sorpresa pues la mano que buscaba la pasta de dientes hizo una extraña especie de contracción en el aire.
—Exactamente lo que suena —le dijo Snape.
—¿Qué pasa si lo rompes entonces? —preguntó Harry, un escalofrío recorriendo su columna vertebral.
—Mueres —respondió con naturalidad.
Lo que realmente no debería haber sorprendido a Harry, sabiendo lo que ya sabía sobre hasta dónde podía llegar la magia, en particular la Magia Oscura, pero así era. Cambió su peso de un pie al otro mientras esperaba que Snape le dijera que no había hecho uno de verdad, que había sido simplemente una estratagema para convencer a Narcisa Malfoy de que estaba realmente del lado de Voldemort y ansioso por prestar ayuda a un compañero mortífago. Sin embargo, no llegó tal consuelo y con esa revelación, Harry se volvió para volver a acostarse en el sofá. Sentía que su frustración estaba alcanzando su punto máximo dentro de él como un volcán a punto de estallar.
—Tienes una cama —comentó Snape innecesariamente unos minutos más tarde cuando reapareció en el salón.
Para Harry se veía muy borroso, ya que se había quitado las gafas y las había puesto en la mesa baja. Había tirado de la manta sobre sí y había pensado que la perspectiva de caminar unos metros hasta su propia habitación parecía una tarea demasiado abrumadora para considerar en ese momento. Decidió quedarse donde estaba, incluso cuando se sentó a regañadientes lo suficiente como para tragar el frasco de su poción que Snape le había traído. Harry todavía estaba obligado a beberlo todas las noches y evitaba que le doliera la cicatriz.
—Hiciste un Juramento Inquebrantable a la madre de Draco —dijo Harry con voz apagada, devolviendo a Snape el frasco de poción vacío—. ¿No era una forma de hablar?
—Estaba en una situación que lo requería e hice lo que tenía que hacer —respondió, apuntando con su varita al frasco vacío para desvanecerlo, aparentemente por querer hacer algo—. No te preocupes tanto. Está bajo control.
Pero Snape bien podría haberle dicho a Harry que dejara de respirar. Los ojos de Snape lo escudriñaron de forma calculadora, pero no dio más detalles. Rara vez lo hacía en esos días y, sintiéndose particularmente resentido en ese momento, Harry se dio la vuelta para mirar hacia el respaldo del sofá hasta que supo que Snape se hubiera ido.
Ya verse obligado a reconocer la verdad de la inminente defunción de Dumbledore era bastante difícil sin reconocerlo como un deseo del corazón de Voldemort. Imaginar un mundo sin Dumbledore era horrible y menos saber que Voldemort ya se estaba preparando para el día en que no tendría a nadie que se interpusiera en su camino; cuando sería capaz de dominar en todos los reinos que existían.
Y Voldemort quería que Snape matara a Dumbledore por él. La prueba definitiva de lealtad una vez que terminara de jugar con Malfoy primero. Harry estaba tratando de imaginar lo que Snape haría una vez que fuera descubierto, cuando algo lo golpeó tan repentinamente que se preguntó cómo podría haber sido tan lento. Estaba delante de sus narices.
—¡Ni hablar! —Harry gritó enojado, su determinación de hablar con calma y respeto se olvidó por completo cuando irrumpió en el dormitorio donde Snape ya estaba durmiendo profundamente—. ¡Despierta! ¡DESPIERTA! —gritó—. ¡No vas a hacer eso! ¡No me importa lo que haya dicho Dumbledore o no! ¡No vas a hacer eso! ¡No te dejaré!
Vio a Snape tensarse bastante al ser despertado bruscamente. De inmediato cogió su varita para llenar de luz toda la habitación.
—¿De qué diablos estás hablando? —dijo con impaciencia.
—¡El plan! —Harry soltó de vuelta—. ¡Voldemort ordenó a Malfoy que matara a Dumbledore y te ofreces a ayudarlo para lucir bien delante de los mortífagos! ¡Y crees que está bien hacer eso porque Dumbledore va a morir igualmente!
La única parte que se había movido o reaccionado en la cara de Snape era su boca ante las acusaciones de Harry. Lentamente, se obligó a sentarse con la espalda apoyada en la cabecera. Finalmente, hizo una seña a Harry con la mano.
—Ven aquí, te lo explicaré —dijo Snape en voz baja.
Con sus ojos verdes botella todavía brillando con enojo, Harry arrastró los pies por el suelo y se paró al lado de Snape. Sus rodillas se apoyaron contra el colchón antes de que éste tomara con fuerza ambos hombros y empujara a Harry hacia abajo para sentarle en el borde de la cama a su lado.
—En primer lugar, este es el plan de Dumbledore —dijo, manteniendo las manos apretadas sobre los hombros de Harry—, y me pone enfermo pensarlo todos los días. Si pudiera, dejaría de espiar una vez que Dumbledore muriera por su propia voluntad y entonces trabajaría completamente con la Orden.
—Entonces dile que no —respondió Harry fríamente, mirando fijamente al pasillo, ya sabiendo cuál iba a ser la respuesta de Snape.
—Si abandono a los mortífagos después de que Draco no mate a Dumbledore, que es lo que pasará, entonces no habrá nadie capaz de salvarlo —explicó Snape—. El Señor Tenebroso lo matará de inmediato y no voy a dejar que eso suceda. Draco necesita ser protegido.
—No eres su padre, eres el mío —dijo él, sintiéndose completamente indiferente a la difícil situación de Draco en ese momento.
—Sí, soy tuyo —afirmó Snape en voz baja, pero Harry no iba a ser consolado.
—Malfoy tiene dos padres que lo cuidan y no vas a terminar muerto o en Azkaban por su estúpida cara —dijo enojado—. Si los Malfoy no fueran una mierda, entonces su hijo no se habría unido a Voldemort en primer lugar.
—Deja de decir su nombre —dijo Snape con los dientes apretados, clavando sus uñas en los hombros de Harry.
—Dumbledore no puede esperar esto de ti —continuó él, sin hacer caso a la reprimenda de Snape—. Ya arriesgas más que todos los demás juntos. Esta vez ha ido demasiado lejos.
—Muy definitivamente, lo ha hecho —acordó Snape en voz baja, su agarre sobre los hombros de Harry aflojándose—. Ya no quiero seguir haciendo esto. He pensado en retirarme varias veces, pero al final no me atrevo a decirle "no". Dumbledore no está siendo cruel conmigo, está pensando en el panorama general: es la forma en que las cosas tienen que ser y voy a escucharlo. Le creo a cuando dice que no hay otra manera.
—Eso es fácil para él decirlo cuando se está muriendo —dijo Harry en un susurro roto, con su resolución debilitándose al aceptar la derrota—. No tiene que lidiar con las consecuencias de tal acto. Tú eres el que está a punto de arruinar toda su vida.
—Y si no hacemos sacrificios ahora para detener al Señor Tenebroso, se arruinarán innumerables vidas —le recordó él en voz baja.
Apoyándose contra Snape, Harry estiró el cuello para mirar hacia la cara agotada que ya comenzaba a mostrar líneas de envejecimiento por el continuo estrés y la incesante preocupación, a pesar de tener solo treinta y siete años. Harry sabía que Snape nunca iba a dejar de torturarse por las malas decisiones que había tomado a los dieciocho años, sin importar que Harry le hubiera perdonado y le hubiera dicho que había hecho suficiente. Ahora se daba cuenta de que Snape no iba a dejar de castigarse hasta que lo matara a él y a todos con el apoyo de Dumbledore.
—Todo el mundo va a pensar que mataste a Dumbledore y que realmente estuviste del lado de Quien-Tú-Sabes todo este tiempo —le recordó Harry innecesariamente, pateando sus talones contra el borde de la cama.
—Tú sabes la verdad —replicó él—. Eso es lo único que me importa. Todo estará bien.
—No, no está bien —dijo Harry con tristeza, apoyándose más contra su padre mientras levantaba las piernas sobre la cama y se acurrucaba de lado, decidiendo no volver a moverse hasta la mañana.
Estaba aterrorizado al pensar que todo lo que su familia había construido ya comenzaba a desmoronarse como un sueño demasiado bueno para ser verdad. Voldemort y Dumbledore juntos se estaban ocupando de eso y eso hizo que Harry se sintiera tentado a no volver a dejar a Snape fuera de su vista para que no pudieran quitárselo.
—Podemos continuar esta discusión por la mañana —le dijo Snape, usando ambas manos para poner las mantas sobre Harry y a su alrededor.
—Esto está mal —dijo impotente, mientras se quitaba las gafas y se las daba a Snape para que las pusiera en la mesilla.
Snape no estuvo en desacuerdo. Suspiró mientras se recostó en la cama a su lado y Harry se preguntó cómo se las arreglaba para dormir. ¿Cómo podría Snape encontrar ese trozo de paz necesario para aferrarse y no renunciar a absolutamente todo?
—Lo siento mucho por ti —dijo con tristeza, golpeando la almohada con frustración antes de acercarla a sí mismo.
—Harry, estoy bien —Snape sonaba tranquilizador, aunque exhausto, pero su hijo no le creyó.
Sin embargo, Harry se resistió a discutir en contra de ese punto. Cerró los ojos, aunque solo fuera para apaciguar a su padre. Confiando en que todo lo consideraría con renovada energía cuando se despertara. En ese caso, Harry no se decepcionó.
Le golpearon una nueva ola de recordatorios antes de que abriera los ojos por la mañana. Que Voldemort había ordenado a Malfoy asesinar a Dumbledore, que Snape había hecho un Juramento Inquebrantable para ayudar a Malfoy, y que Dumbledore ya estaba muriendo, por lo que se suponía que nada de eso importaba.
Pero, ¿matar a otra persona, incluso de buena fe por el bien común, podría ser moralmente aceptable? Había una razón por la que la maldición era imperdonable. Harry sabía en más de un sentido que Snape nunca volvería a ser el mismo después de haber realizado un acto tan malvado, lo que le dejaba preguntándose si el fin podría justificar tales medios.
—¿Cómo persuades a alguien para que haga algo que realmente no quiere hacer? —preguntó Harry, cuando salió al salón para encontrar a Snape bebiendo su habitual café matutino y ya vestido con sus habituales túnicas negras para el día.
—¿Amenazas? ¿Intimidación? —sugirió Snape.
—No, eso no funcionará —respondió Harry, acercándose para acurrucarse en el otro extremo del sofá—. Tampoco lo hará el Veritaserum.
—Cómo persuadir a alguien para que haga algo que no quiere hacer —repitió pensativo—. ¿No crees que sería mejor que le hicieras esa pregunta al profesor Dumbledore?
—Muy gracioso, pero él no ayudará —respondió, mirando a la chimenea que todavía resplandecía con llamas anaranjadas y un calor bastante reconfortante cuando Harry todavía se sentía tan mal.
Incluso mientras tomaba la decisión consciente en ese momento de concentrarse en lo que podía controlar, y a pesar de que Snape parecía desconcertado por la pregunta aleatoria, Harry sabía que probablemente estaba aliviado de no continuar la conversación de la noche anterior.
—Sirius y yo nos reunimos con el profesor Dumbledore anoche —le recordó Harry—. Me dijo que necesitaba persuadir a alguien para que nos diera un recuerdo muy importante sobre algo que sucedió hace mucho tiempo. Dijo que solo yo puedo convencerlo.
—Ya veo —dijo Snape lentamente—. ¿Puedo preguntar a quién necesitas persuadir?
Harry dudó, teniendo bien taladrado tanto que nada de lo que tenía lugar durante las reuniones en el despacho del profesor Dumbledore era para los oídos de nadie que no fueran él, Sirius, Ron y Hermione. Pero, por otro lado, Snape finalmente había aceptado compartir lo que estaba ocurriendo de su lado.
—Al profesor Slughorn —compartió Harry.
—Bueno... —Hubo una pausa mientras Snape consideraba esa nueva información. Tomó unos sorbos más de su café y luego lo puso en la mesa baja—. Slughorn... La mejor manera de persuadir al profesor Slughorn de que haga cualquier cosa sería halagar. Tu madre siempre fue bastante descarada con él cuando era nuestro profesor y él la adoraba por ello. Creo que esa es probablemente la mejor manera de conseguir lo que quieres.
—Sí, él me habla de mamá todo el tiempo —concordó Harry—, y sé que si quiero recibir invitaciones para fiestas o más tiempo en sus tareas, sería pan comido, pero esto es diferente. Dumbledore ni siquiera pudo persuadirlo esta vez. Parece imposible.
—Tienes un historial de suerte en circunstancias improbables y casi imposibles —le recordó—. Lo que tienes que entender sobre el profesor Slughorn es que siempre tiene que haber algo para él.
Pero para Harry, era como si un rayo acabara de golpearlo con la palabra "suerte".
—¿Y una poción de la suerte? —preguntó, sentado un poco más recto mientras recordaba la pequeña botella de Suerte Líquida que Hermione había ganado de Slughorn el primer día de clase.
—¿Felix Felicis? —aclaró Snape—. Sí, esa es sin duda una forma de aumentar tus posibilidades. No funcionará contra probabilidades imposibles, pero si Dumbledore ya cree que tú serás capaz de convencer a Slughorn, entonces no veo por qué no funcionaría. Espera.
Se levantó y entró en su despacho. Mientras tanto, Harry apoyó la cabeza en el brazo del sofá y recordó la lección de esa noche con Dumbledore que había olvidado temporalmente por su confrontación con Snape.
Harry no sabía lo que había esperado que Dumbledore le enseñara ese año, pero hasta ahora se había convertido esencialmente en lo que era un estudio de la vida de Voldemort. Conocimiento de su familia de origen; con su pobreza y pocas posesiones preciadas; el guardapelo de Slytherin, que había sido empeñado por la madre de Voldemort cuando huyó de casa, y el extraño anillo que Dumbledore había llevado en el dedo anular de su mano maldita. Harry se había enterado de los primeros años de Voldemort en un orfanato, de cómo había sido una persona brillante en el colegio a pesar de estar vinculado ahora a varios asesinatos durante ese tiempo. Y sobre cómo había ido a trabajar a la tienda de Borgin y Burkes al graduarse, a pesar de todas las prestigiosas oportunidades que le habían ofrecido.
La memoria de anoche había sido un poco diferente. Mostraba a un joven Tom Riddle asistiendo a una de las fiestas tradicionales que al profesor Slughorn le gustaba organizar para sus estudiantes favoritos. Se había quedado atrás cuando todos los demás chicos se habían ido, con la intención de atrapar a Slughorn solo. Y después de hacerle una pregunta sobre los horrocruxes, el recuerdo se había vuelto negro. Claramente había sido manipulado. Slughorn no quería que nadie supiera lo que realmente le había dicho a Voldemort esa noche. Pero eso era exactamente lo que Dumbledore ahora esperaba que Harry descubriera.
—Nadie puede beber Felix Felicis en exceso —explicó Snape, volviendo al salón con un pequeño frasco que contenía una poción de oro fundido en la mano.
Era exactamente lo mismo que Slughorn había presentado en su primera clase como premio para quien hiciera el mejor intento de Muertos en vida.
—Es altamente tóxica en grandes cantidades —continuó, sosteniendo el frasco para que Harry lo examinara—. Esto es suficiente bebida para tener un día excepcionalmente afortunado. Tomátela antes de ir a ver a Slughorn.
—Gracias —dijo Harry, cogiendo con entusiasmo la botella y apretándola con fuerza—. Dumbledore dice que lo que me está enseñando me ayudará a sobrevivir.
—No aceptaría ninguna otra posibilidad —respondió Snape—. Esa es la razón por la que sigo haciendo lo que hago. Ayudar a Draco, mi juramento a Narcisa, mi acuerdo con Dumbledore... todo es para ayudarte al final. Todo es para deshacernos de él para siempre.
—¿Pero es realmente la única razón? —preguntó él sin rodeos, deslizando el frasco de Felix Felicis en el bolsillo de su sudadera.
—¿Qué quieres decir con eso? —Snape frunció el ceño—. ¿Crees que arriesgo la muerte y la tortura todos los días por diversión o por un reto?
—No, claro que no —replicó Harry—. Pero sé que realmente te preocupas por la familia Malfoy aunque no deberías.
Snape se sentó de nuevo en el sofá antes de volver a hablar, pareciendo tomarse el tiempo para elegir sus palabras con cuidado.
—No te corresponde a ti decidir si debería o no preocuparme por nadie, aunque espero que ya te hayas dado cuenta de que las personas no son todas buenas o todas malas, incluso las que están en el lado equivocado de esta guerra. Mi relación con los padres de Draco se remonta a nuestros propios días escolares y, sean lo que sean, siempre me han tratado con la mayor consideración y respeto.
—¿En qué sentido? —preguntó Harry, que nunca podría pasar por alto el maltrato que Lucius Malfoy había infligido a Dobby.
O por la forma en que Draco se pavoneaba alrededor de ese castillo como si fuera el dueño del lugar y se sintiera tan importante y poderoso como la realeza.
—Cuando tenía dieciséis años, mi madre murió repentinamente justo antes de las vacaciones de verano y no podía soportar ir a casa solo con mi padre allí —compartió Snape en voz baja—. Estaba pensando en dormir en un parque o debajo de un puente solo para escapar de esa casa, un sentimiento que estoy seguro puede resonar con tu propia niñez. Pero Lucius, que se había graduado de Hogwarts unos años antes, se acercó a mí al enterarse de la noticia del fallecimiento de mi madre y me invitó a pasar el verano en su mansión. De lo contrario, no estoy seguro de lo que habría hecho.
Harry lo miró con escepticismo.
—Pero, ¿no usó ese verano como una oportunidad para presentarte a Vol... Quién-Tú-Sabes?
—Eso era parte de eso, sí —reconoció Snape—. Pero nunca olvidas quién estaba allí para ti cuando necesitabas a alguien y nadie más lo estaba. Al igual que Draco necesita ayuda desesperadamente en este momento, incluso si se niega a admitirlo. Así que voy a asegurarme de que su hijo esté bien y voy a evitar que alguien más salga herido por sus acciones.
No había forma de que Harry pudiera disputar nada de eso. Por supuesto que sabía que la gente era gris. Tenía a Sirius y Snape como ejemplos constantes de cómo las personas que amabas podían ser capaces de hacer cosas terribles a veces. Y aceptó a regañadientes que incluso las personas que despreciaba, como la familia Malfoy, no eran del todo incapaces de demostrar algo de humanidad y amabilidad, lo que haría que a Snape le costara darles por imposible de completo. Era complicado, como todas las personas.
—¿Cómo murió tu madre? —preguntó Harry con curiosidad, mientras se levantaba para sacar la cafetera del mostrador y luego la llevaba para rellenar la taza de Snape sin ser recordado.
—Se suicidó —respondió, frunciendo los labios mientras tomaba la taza de café recién hecho y tomaba un sorbo—. Gracias Harry.
—Eso no es lo que pensé que ibas a decir —dijo honestamente, mientras su mente se inundaba de una imagen de un Severus Snape de dieciséis años siendo llamado al despacho de Dumbledore para que le dijeran que su madre se había suicidado.
—¿No? Bueno, a mí no me sorprendió —respondió Snape, mientras Harry devolvía la cafetera a su lugar y luego buscaba una manzana en el bol de cristal. Esperó hasta que Harry hubiera vuelto para sentarse a su lado, con las piernas cruzadas cómodamente sobre los cojines, antes de continuar—. Era una mujer que siempre estaba muy indispuesta cuando la conocí... muy infeliz. Aislada del mundo mágico, repudiada por su familia por casarse con un muggle y luego lamentarse de esa elección cuando se enfrentó a una vida de pobreza y un matrimonio extremadamente miserable. No habría esperado nada menos de ella al final. Y luego mi padre bebió hasta morir un año después.
—¿Y nunca fuiste a casa? —preguntó Harry, aunque no consideraba eso tan extraño como otros harían.
Las personas que habían crecido sintiéndose amadas no podían entender cómo algunos niños podían estar tan indiferentes, o incluso aliviados, por la muerte de sus figuras parentales. Harry estaba bastante seguro de que si recibía la noticia del fallecimiento de uno de los Dursley, eso no lo afectaría emocionalmente en absoluto. No eran nada para él. Nunca lo habían sido.
—Volví cuando ambos ya no estaban —explicó Snape—, pero eso fue más por razones prácticas que porque quisiera. No iba a pagar dinero para vivir en otro lugar cuando tenía esa casa simplemente situada allí.
—Probablemente le hace algo a una persona volver a su lugar de origen —dijo Harry pensativo, cambiando su manzana de una mano a la otra—. Las dos semanas que tuve que pasar en los Dursley el verano pasado no dejaba de volver a mirar la alacena debajo de las escaleras por alguna razón tonta. Como si tuviera que procesar esa parte de mi vida siendo real, pero terminada.
—Bastante parecido a cómo todos tenemos que enfrentar nuestros miedos al final, pase lo que pase —dijo éste razonablemente, bebiendo un poco más.
—Y algo así de cómo me he sentido tan desplazado toda mi vida, sin saber dónde estaba realmente destinado a estar —añadió Harry—. Nunca había sabido cómo se veían mi mamá y mi papá hasta que llegué a Hogwarts y no sabía dónde podría haber crecido hasta que Sirius me dio ese recuerdo de ellos en el huerto de manzanos en el que se construyó la casa. Me gustaría verla algún día en persona.
—Puedo estar equivocado, pero creo que esa casa fue destruida la noche en que el Señor Tenebroso atacó —respondió Snape—. No creo que haya mucho que ver. Sin embargo, recuerdo haber escuchado que se construyó un monumento para honrar a toda tu familia después de que el Señor Tenebroso desapareció. Eso probablemente siga en pie.
—¿Podríamos ir allí algún día? —preguntó y las palabras se le escaparon antes de que realmente las hubiera pensado bien.
Lógicamente, sabía que probablemente ese era el último lugar en el que Snape querría estar voluntariamente. Un monumento al peor error de su vida y a todo el dolor que había causado. Llevaba suficiente de eso consigo todo el tiempo, no tenía que aventurarse al lugar donde todo comenzó. Pero entonces vio a Snape asentir con la cabeza lentamente.
—Supongo que deberíamos —concedió en voz baja—. Sí, podemos ir.
—¿De verdad? —Harry se sorprendió.
Snape asintió con la cabeza.
—Tú eres lo más importante —le recordó—. Que no se te olvide.