
La señal del Fénix
Toda una vida de circunstancias no ideales había hecho a Harry bastante hábil para aprovechar los momentos de felicidad y paz para sí mismo cada vez que podía. Así que, por primera vez en su nuevo hogar, pudo disfrutar de dónde estaba y de lo que tenía. Pasó la mayor parte de su tiempo al aire libre jugando Quidditch con Ron, Hermione y Ginny. También exploró las afueras del pueblo con Sirius, que parecía tan cambiado desde que la verdad de su inocencia al final había sido reconocida que era difícil recordarlo como el hombre deprimido del año pasado que había encontrado casi imposible levantarse de la cama.
Era sólo en el período antes de quedarse dormido que Harry permitía que su mente se angustiara con las historias de desapariciones, de accidentes extraños, incluso de muertes que aparecían casi a diario en El Profeta. Snape estaba fuera la mayor parte del tiempo, al igual que Lupin, y Harry trató de evitar especular demasiado sobre con qué se encontraban porque sabía que no haría ningún bien. Ambos siempre traían a casa noticias de más dolor y destrucción cuando regresaban y cuando finalmente se organizó para Harry visitar el Callejón Diagon, ya no pudo distraerse de las ramificaciones del reinado de Voldemort.
—¿A dónde va a ir la gente a por varitas? —preguntó Ginny alarmada, cuando el grupo se detuvo frente a la tienda de Ollivander en el Callejón Diagon para contemplar la sorprendente escena dejada atrás de ventanas destrozadas y una puerta rota.
El fabricante de varitas había sido declarado oficialmente "desaparecido" el sábado pasado, con la Marca Tenebrosa lanzada sobre el edificio sin dejar ninguna duda sobre quién era el responsable.
—Se las arreglarán con otros fabricantes de varitas —dijo el señor Weasley con gravedad—, pero Ollivander era el mejor. Ciertamente no beneficia nuestro lado si los mortífagos lo tienen.
La señora Weasley hipó con nerviosismo mientras consultaba la lista tachada que había estado revisando metódicamente mientras hacían las compras. Todos llevaban pesadas bolsas de libros de Flourish y Blotts que Ginny y sus padres habían recogido para todos ellos, mientras que Sirius y Tonks habían escoltado a Harry, Ron y Hermione para comprar nuevas túnicas escolares. Después se habían reunido en la Tienda de Animales Mágicos, donde Ron y Harry se habían metido para comprar comida de búho para Pigwidgeon y Hedwig, mientras que Hermione había corrido a través de la calle empedrada para abastecerse de ingredientes de pociones del boticario.
—Supongo que lo tenemos todo —les informó la señora Weasley, metiéndose la nota dentro del bolso antes de echar a la tienda de Ollivander una última mirada triste—. Vamos a seguir moviéndonos, ¿de acuerdo? Es mejor no quedarse parado aquí a la intemperie de esta manera.
—Los Sortilegios Weasley, justo por aquí entonces —dijo Sirius radiantemente, frotándose las manos con entusiasmo.
Le estaba recordando a Harry un poco a sí mismo durante su primera visita al Callejón Diagon con Hagrid después de enterarse de que era un mago.
Mientras Sirius los llevaba por la calle hasta el otro extremo, estiraba el cuello de todas las maneras posibles para asimilar todo, aunque los alegres escaparates y las risueñas multitudes de compradores que habían sido la norma antes del regreso de Voldemort habían desaparecido hacía mucho tiempo.
Muchas de las tiendas y restaurantes se habían tapiado y parecían abandonados. El camarero Tom, de El Caldero Chorreante, había parecido extremadamente decepcionado cuando no se habían detenido a comer en sus mesas vacías. El ambiente temeroso había hecho que el Callejón Diagon dejara de ser un lugar donde las brujas y magos vendrían por placer. Todo el mundo vivía aterrorizado y la mayoría apenas dejaba sus casas aparte de por lo esencial.
De hecho, a Harry le golpeó una nueva ola de horror cuando se detuvo repentinamente fuera de la heladería de Florean Fortescue, que había sido vandalizada casi más allá del reconocimiento.
—Fue sacado a rastras en algún momento anoche —explicó Tonks sombríamente.
—Oh, eso es horrible —dijo Hermione con tristeza.
—Sí, Fortescue era un gran hombre —convino Tonks.
—¿Qué podría Quién-Tú-Sabes querer de un hombre que se gana la vida vendiendo helados? —Ron preguntó incrédulo, pero era otro duro recordatorio de que nadie estaba a salvo.
Que el país estaba en guerra y que ya no importaba mucho quién eras. Inocentes muggles y magos por igual estaban siendo atacados por diversión o por la simple ofensa de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
—Bueno, vamos —les instó la señora Weasley preocupada, empujando a Ron con un movimiento de su bolso hacia la entrada de la tienda de Fred y George—. Sólo un rápido vistazo al interior y luego todos podemos ir a casa.
—Florean Fortescue solía darme helados gratis todo el tiempo —dijo Harry, acercándose a Sirius que admiraba la exposición en el escaparate de la tienda. A pesar de la escena de un crimen que acababan de pasar, Sirius estaba sonriendo—. Ese verano cuando me escapé de los Dursley, cuando viniste como un perro a verme, ¿te acuerdas de eso?
—Nunca lo olvidaré —respondió Sirius, extendiendo la mano para quitar a Harry las bolsas que llevaba, dejando sus brazos libres—. Lo primero que hice fue ir a echarte un vistazo. —Su sonrisa se transformó lentamente en una expresión más seria y sacudió la cabeza—. No sé lo que los mortífagos tendrían contra un hombre como Fortescue, pero es sólo la forma en que operan. En realidad no necesitan una buena razón para herir a nadie. Tal vez Voldemort pensó que Fortescue estaba dando a los hijos de muggles demasiado generosas cucharadas de helado o tal vez prohibió a la familia Malfoy entrar una vez antes.
—Uno pensaría que Voldemort tendría cosas más importantes de las que preocuparse —dijo Harry secamente.
—Oh, creo que en algún lugar dentro de él probablemente está más preocupado que nadie —respondió éste, señalando con un dedo hacia la ventana para llamar la atención de Harry a una cartel que Fred y George habían publicado.
~¿Por qué preocuparte de Quién-Tú-Sabes, cuando deberías inquietarte por Quién-Se-Cague? ¡La ola de estreñimiento que arrasa el país! ~
—Ves, ellos lo han pensado bien —dijo Sirius, una vez que él y Harry hubieran terminado de reírse—. Todavía tenemos que encontrar el humor en las cosas y un poco de normalidad para nosotros mismos. Todos lo sabemos, es por eso que les está yendo tan bien aquí cuando la mitad del callejón ha quebrado.
El ruido y la actividad una vez entraron en la tienda de bromas confirmaron exactamente lo que Sirius había dicho. Harry no sabía qué mirar al principio. El lugar estaba lleno de gente, todos sonriendo y burlándose de sus amigos mientras removían contenedores y rebuscaban en los estantes por toda la mercancía que Fred y George habían pasado la mayor parte de sus años en Hogwarts desarrollando. Harry se apresuró, pasando cerca de una fuente de pociones de amor, pero se detuvo en un puesto etiquetado como Polvo peruano de oscuridad instantánea.
—Lo estamos importando —explicó Fred, después de haber visto a Harry entre la multitud e ir a darle una palmadita en la espalda para darle la bienvenida—. Escucha, sírvete tú mismo. Aquí no tienes que pagar.
—Puedo pagar —insistió Harry.
Pero Fred negó con la cabeza.
—George y yo nunca vamos a olvidar que hiciste esto posible para nosotros, pero eso serán cinco galeones para ti —agregó severamente a Ron, quien acababa de aparecer al otro lado de Harry para añadir una muestra del polvo peruano de oscuridad instantánea a la selección de artículos que llevaba en sus brazos.
—Soy vuestro hermano —dijo Ron indignado.
—Entonces serán diez galeones —murmuró Fred, justo cuando Sirius y George se acercaban para unirse a ellos.
—Ron, Harry... Elegid lo que queráis porque voy a invitar a todos —les dijo Sirius, poniendo fin a la discusión de los hermanos antes de que realmente comenzara. Miraba con entusiasmo a su alrededor como un niño en una tienda de dulces y la cesta que llevaba ya contenía algunas cosas que había seleccionado para sí mismo—. Creo que todos merecéis una recompensa por superar el año del TIMO, por no hablar de convertirse en capitán de Quidditch. —Le guiñó un ojo a Harry—. Igualito que James. ¿He mencionado lo orgulloso que estoy de ti últimamente?
—Al menos dos veces desde esta mañana —sonrió Harry, quien había recibido su insignia de capitán de la profesora McGonagall, junto con los resultados de su TIMO solo ayer en el desayuno.
Estaba razonablemente satisfecho con la forma en cómo le había ido, fallando sólo Historia de la Magia y Adivinación, que nunca había esperado o se había preocupado por pasar de todos modos. La única decepción con la que se había visto obligado a lidiar era que no había conseguido la puntuación de Pociones necesaria, logrando un Supera las Expectativas cuando Snape nunca aceptaba estudiantes en sus clases avanzadas que no hubieran recibido un Extraordinario en su TIMO. Esto arruinaba la ambición de Harry de convertirse en un auror, la única carrera después de Hogwarts que había considerado seriamente hasta ahora.
—¿Habéis considerado abrir una sucursal en Hogsmeade? —Sirius preguntó a los gemelos, mientras sostenía la cesta de cliente para que Ron arrojara lo del brazo dentro.
—Pensando en ello —respondió George—, pero de momento vamos a operar un negocio de pedidos por correo dentro y fuera de Hogwarts.
—Ron y yo vamos por este lado —le dijo Harry a Sirius, pero estaba un poco molesto porque no se había alejado más de tres pasos de su padrino antes de que Tonks fuera a tomar el lugar de Sirius.
A Harry no se le permitía ir a ninguna parte sin un guardia y había podido sentirlos a todos mirándolo como un halcón desde que habían salido de los coches del Ministerio que los habían llevado hasta ahí.
—¡Mira lo adorables que son estos! —Tonks exclamó, señalando una jaula lleno de pequeños Micropuffs que Ginny, Hermione y la señora Weasley estaban examinando juntas—. Ups... —Había tirado accidentalmente un recipiente de lo que parecían ser bolas negras puntiagudas—. Lo siento —se disculpó sacando la varita para arreglar el desorden.
—No te preocupes —le aseguró Fred, mientras él, George y Sirius se acercaban para reunirse con ellos—. Se están vendiendo tan rápido que los clientes los habrían cogido lo suficientemente pronto igualmente. Detonadores trampa... ¡perfectos si quieres crear una distracción!
—¿Qué opinas, Tonks? —dijo Sirus, mientras Harry y Ron añadían un puñado de ellos a la canasta—. ¿Crees que el departamento de aurores podría dar un buen uso a cosas como esa?
—Es curioso que digas eso —dijo George—, ¡porque el Ministerio acaba de comprarnos quinientos sombreros escudo! No creerías cuántas personas que trabajan en el Ministerio no pueden hacer un Encantamiento de Escudo decente.
—Sí que lo creo —respondió Sirius con naturalidad—, teniendo en cuenta que casi la mitad de las personas que trabajan allí son escarabajos peloteros inútiles.
—Oye —dijo Tonks con reproche, aunque se reía tanto como el resto de ellos. Se acercó para mirar a los Micropuffs y cogió uno rosado adorable que coincidía con su cabello—. Sabes, creo que voy a llevarte a casa para mí —le dijo—. ¿Cómo vas a llamar al tuyo, Ginny?
—Arnold —respondió ella, que llevaba su propia Micropuff en el hombro.
Tonks intentó hacer lo mismo, pero después de que el suyo casi se cayera cuando se movió demasiado rápido para mirar hacia Harry, recurrió a sostenerlo en sus manos.
—Bien, bueno, realmente creo que es hora de ponerse en marcha antes de que oscurezca —dijo la señora Weasley enérgicamente—. Harry, querido, ¿estás seguro de que tienes todo lo que necesitas?
—Estoy seguro, señora Weasley —sonrió Harry, sabiendo que le había molestado un poco renunciar esa responsabilidad a Sirius cuando le había ayudado a comprar todos sus materiales escolares muchas veces antes.
—De acuerdo, entonces —dijo con afecto, acariciando su mejilla cariñosamente, antes de mirar a todos los demás para evidentemente hacer un recuento—. ¿Dónde se ha metido Arthur?
—Fue a ver los trucos de magia muggle en la parte trasera —dijo Hermione.
—No es una gran fuente de ingresos, pero diseñamos esa línea para los locos amantes de los muggles como papá —les dijo George a todos.
—Bueno, supongo que podemos esperarlo en la entrada —dijo la señora Weasley, haciendo una pausa para besar a Fred y George antes de que volvieran al trabajo—. Escuchadme, tened cuidado, los dos —les dijo ella en advertencia—. ¡Y por las barbas de Merlín, quitad ese horrible cartel de Quién-Se-Cague de la ventana antes de que os asesinen en vuestras camas!
—Como digas, mamá —dijo Fred inocentemente, mientras Harry y Sirius intercambiaban miradas divertidas a espaldas de la señora Weasley.
Era hora de volver a casa y por mucho que el cambio de escenario le hubiera hecho bien, Harry estaba agradecido de volver al lugar donde nada malo parecía poder tocarlos. Los coches del Ministerio los dejaron en La Madriguera y, una vez que Ron corrió escaleras arriba para tirar sus materiales escolares y la mercancía de los Sortilegios Weasley en su habitación, él y Harry salieron corriendo hacia la puesta de sol en sus escobas.
—Es mejor que no vayamos a cenar, Sirius —dijo la señora Weasley disculpándose, ya que las dos familias se habían dedicado a ir de un lugar a otro para comer la mayoría de las noches. Frunció los labios antes de añadir—: Bill dijo que traería a Fleur esta noche.
Hermione y Tonks, sin embargo, acompañaron a Sirius por el camino que habían hecho para unir las dos propiedades, mientras que Harry y Ron se lanzaron sobre y por encima de ellos. No tenían prisa por entrar y los dos amigos disfrutaron haciendo carreras sobre las copas de los árboles hasta que el cielo se oscureció demasiado para que pudieran verse, y mucho menos ver por dónde iban.
—¿Te estás acostumbrando a Fleur, ahora que ella está cerca todo el tiempo? —preguntó Harry en el cielo, mientras se preparaban para descender en dirección a su casa que estaba bien iluminada por el resplandor de las velas y la chimenea.
—Más o menos —admitió Ron tímidamente—. Siempre y cuando no se me acerque sigilosamente.
Los pies de Harry se hundieron en la espesa hierba mientras aterrizaba en el campo junto a la casa y acababa de desmontar de su Saeta cuando el hipogrifo vino a saludarlo como siempre.
—Hola, Buckbeak —dijo con cariño, acariciando su pico una vez que se habían inclinado el uno al otro.
—No tendrás ningún gnomo que conquiste esto con él de patrulla —dijo Ron, acariciando a Buckbeak en la cabeza.
Snape había sido capaz de ejecutar algún tipo de barrera invisible que evitaría que Buckbeak saliera de la propiedad, por tierra o por aire, lo que le impedía necesitar estar atado. El hipogrifo disfrutaba de su propia libertad después de un año de confinamiento interior en una habitación individual en Grimmauld Place. Vivía en un granero que Sirius había diseñado bastante felizmente para que éste estuviera cómodo, y Sirius y Buckbeak a menudo iban solos en vuelos a la luz de la luna. Realmente habían pasado por todo eso juntos.
—Greyback está llevando cada vez más de ellos directamente a Voldemort…
El estado de ánimo en la casa era serio cuando Harry y Ron entraron dentro. Era una sorpresa ver a Lupin allí; aunque había estado ausente durante tres días, no era raro que estuviera fuera aún más tiempo, viviendo entre otros hombres lobo como espía y representante de Dumbledore. Estaba sentado a la mesa con una taza de té en las manos y Tonks a su lado con las piernas cruzadas en la silla. Snape también estaba allí, su propio horario era tan impredecible en esos días que Harry nunca sabía cuándo esperar que apareciera y había dejado de preguntarse por ello. Sus ojos se encontraron brevemente antes de que Snape volviera su atención a Lupin.
—Creo que para la mayoría de ellos he abusado mi hospitalidad —compartió Lupin, mientras Harry y Ron se sentaban en la mesa redonda.
Hermione estaba rebanando una barra de pan en la encimera mientras Sirius ponía los toques finales a los espaguetis. Luego agitó su varita, y el plato de espaguetis y la cesta de pan volaron para aterrizar en el centro de la mesa a los lados de una ensalada.
—Hincad el diente —dijo Sirius al sentarse y servirse un vaso de agua.
—¿Dónde habéis estado? —siseó Hermione, sacando la silla restante junto a Harry y lanzándoles a él y a Ron una mirada irritada—. Podríais habernos ayudado con la cena, ¿sabéis?
—Ayudaremos mañana —dijo Ron con calma, añadiendo cantidades abundantes de mantequilla a una rebanada de pan—. Puedes tener el día libre.
Hermione resopló antes de echarse ensalada en su plato, pero los adultos todavía estaban discutiendo sobre los hombres lobo, lo cual era demasiado interesante para ignorarlo por el bien de su propia discusión.
—Mantendré las relaciones hasta que tenga la oportunidad de discutirlo con Dumbledore —continuó Lupin, aceptando el plato de espaguetis que Tonks había comenzado a pasar—, pero la mayoría parece considerarme un traidor a mi especie.
—Eso no es nuevo —dijo Snape aburrido—. La mayoría de ellos están del lado del Señor Tenebroso y Greyback ha recibido casi todos los honores sin incluir la marca. Se ha vuelto bastante egocéntrico, honestamente. Bellatrix Lestrange lo encuentra particularmente irritante.
—El Ministerio está desesperado por atrapar a Greyback —le dijo Tonks—. Oigo hablar de él constantemente.
—Eso nunca sucederá —dijo Snape con frialdad—. No ahora que está bajo la protección del Señor Tenebroso. Solo podrán conseguir a quien no se moleste en salvar... o a personas que en realidad no sean culpables.
—Cualquier cosa para que parezca al público que están haciendo algo —bufó Sirius.
Su desdén por el Ministerio no había flaqueado en absoluto desde que había concluido su audiencia y nadie había tenido el valor de acercarse a él desde ese entonces. Sin embargo, eso no había impedido que Scrimgeour le enviara a Harry una invitación para quedar, aunque Sirius había arrojado la carta al fuego incluso antes de que terminaran de leerla.
—Su incompetencia realmente no se puede dudar cuando los únicos mortífagos que han aprehendido con éxito hasta ahora han sido los que entraron directamente en el Ministerio para esperar básicamente ser atrapados —comentó Snape—. Mientras tanto, el otro lado ha logrado localizar y matar a Karkaroff, a pesar de todos sus esfuerzos por mantenerse oculto.
—¿El profesor Karkaroff? —jadeó Hermione, quien sostenía su tenedor a medio camino de su boca, atenta de cada palabra que había estado recorriendo alrededor de la mesa.
Igor Karkaroff había sido el director de la escuela Durmstrang, contra la que Hogwarts había competido durante el Torneo de los Tres Magos. Había huido la noche del regreso de Voldemort.
Snape asintió con la cabeza.
—Los Carrows lo encontraron escondido en una choza en el extremo norte.
—Francamente, me sorprende que haya durado un año después de abandonar a los mortífagos —comentó Lupin.
Después de la caída de Voldemort, Karkaroff había llegado a un acuerdo con el Ministerio para que lo liberaran de Azkaban a cambio de dar los nombres de otros compañeros mortífagos aún sueltos. Harry había sido testigo de los eventos de esa vista, echando un vistazo en la pensadero de Dumbledore un día cuando se había encontrado solo en el despacho del director.
Harry recordaba cómo Karkaroff había insistido en voz alta que Severus Snape era un mortífago y cómo Dumbledore se había puesto de pie para confirmar que este había sido el caso hasta que Snape se había convertido en espía para ellos con un gran riesgo personal.
—Ahora no es más mortífago que yo —había dicho Dumbledore a todos los asistentes.
Había sido el primer vistazo que se le había dado a Harry sobre la complicada historia de Snape, antes de que todo comenzara a tener sentido.
—Regulus sólo logró mantenerse con vida unos días —les dijo Sirius oscuramente.
Hubo silencio alrededor de la mesa después de eso. Todo el mundo estaba comiendo sin hablar y Harry estaba tratando de recordar todo lo que Sirius le había dicho sobre su hermano menor, que no era mucho. Harry sabía que Regulus había sido el hijo favorito de sus padres fanáticos de sangre pura. Se había unido a los mortífagos al terminar Hogwarts y luego aparentemente trató de echarse atrás cuando tuvo dudas sobre lo que se le pedía que hiciera. Así que Voldemort lo había matado.
Snape terminó su copa y luego la colocó junto a su plato vacío.
—Recogí libros de texto de Pociones para vosotros dos porque no los comprasteis hoy.
Harry y Ron lo miraron.
—Porque dijiste que no me dejarías entrar en clase si no conseguía un Extraordinario en mi TIMO —le dijo Harry—, cosa que no hice.
—¿En serio, Severus? —le preguntó Tonks —. Sabes que eso es muy injusto.
—No, no lo es —respondió Snape—. ¿A quién crees que culparían si algún estudiante idiota se volara a sí mismo durante una tarea que no está calificado para intentar? Sin embargo, no voy a enseñar esa clase el próximo año, así que ya no es realmente mi problema.
—¿Hiciste esa regla por mí? —Tonks parpadeó inocentemente, las comisuras de su boca hacia arriba—. Porque sólo llené tu aula con burbujas rosas una vez en séptimo año.
—¿De verdad? —Sirius se rió.
—¡Sin querer! —insistió ella, levantando las manos para fingir rendirse, sonriendo pícaramente a Snape—. Aparte de eso, te encantaba enseñarme... Vamos, admítelo.
—¿Cómo es que todavía estás viva? —Ron soltó.
—Excelente pregunta —dijo Snape—. Decidí que habría sido demasiado papeleo tedioso con que lidiar que si ella se hubiera muerto.
—Bueno, cuando James y yo volamos el laboratorio de pociones, no fue tan agradable como burbujas rosadas —dijo Sirius brillantemente y Lupin gimió en recuerdo—. Pero estábamos en nuestro quinto año entonces. Abandonamos esa clase lo más rápido que pudimos. Era muy aburrida... Le dije al viejo Slughorn eso en mi visita la semana pasada. Por alguna razón pensó que estaba bromeando.
—¿Quién es Slughorn? —preguntó Hermione.
—Horace Slughorn era el maestro de pociones cuando estábamos en el colegio —respondió Lupin—. El profesor Dumbledore le había pedido a Sirius que le hiciera una visita una vez que la Orden descubriera su nueva ubicación. Slughorn regresará a Hogwarts este septiembre.
Harry frunció el ceño hacia Snape.
—¿Pero qué harás tú entonces? —preguntó—. ¿Todavía estarás en Hogwarts?
Podía pensar en varias razones por las que eso podría no ser el caso, pero ninguna de ellas era buena, y todas concernían a Voldemort.
—Desafortunadamente —respondió Snape, sin dar más detalles.
—¿Recuerdas cuando tuve que salir la semana pasada? —dijo Sirius, antes de que Harry pudiera interrogar más a Snape—. Ese es a quien fui a ver. Dumbledore cree que es muy importante que Slughorn regrese a Hogwarts este año. Enseñó a Voldemort, ¿sabes? Suponemos que es por eso que... En cualquier caso, Slughorn odiaba mis agallas como estudiante, pero ahora que tengo esta gran historia que contar, estaba muy feliz de verme. Slughorn se siente muy atraído por la fama. Creo que saber que te enseñaría, Harry, ha sido uno de los principales incentivos para volver.
—Eso suena horrible —dijo éste realísticamente, mientras se ponía de pie para comenzar a recoger los platos al fregadero.
En las noches en que solo estaban él y Sirius en la casa, siempre usaban magia. Sin embargo, Snape y Lupin tenían actitudes similares a los Weasleys sobre hacer las cosas a mano a veces para apreciar lo duro que era para los muggles.
Harry acababa de acercarse al grifo cuando escuchó una canción baja desde el exterior que sonaba frenética y dolorosa. Estaba demasiado oscuro para ver siquiera algo, pero estaba seguro de que no lo había imaginado. Había llegado como el viento, pero no se podía confundir con el silbido en los árboles. Harry había escuchado ese lamento característico antes.
—Escuchad —dijo y todas las voces detrás de él en la mesa cesaron inmediatamente—. ¿Oís eso? —preguntó, pero no había duda de que todos lo habían hecho.
La canción se había vuelto más fuerte y Snape se había levantado de su silla, caminando hacia la puerta principal con su varita fuera del bolsillo.
—¿Fawkes? —llamó en voz baja, mientras salía a la oscuridad.
Hubo un fuerte rasguño repentino cuando las sillas de todos se echaron atrás al mismo tiempo. Harry se alejó corriendo del fregadero y los siguió a todos tras Snape. Sirius, Lupin y Tonks habían encendido sus varitas y las habían sostenido frente a ellos para ver más claramente el gran ave fénix que agitaba sus alas para permanecer inmóvil en el aire. La cara de Fawkes estaba muy cerca de Snape, haciendo profundo contacto visual entre ellos como si estuvieran hablando un lenguaje completamente silencioso que ambos entendían. Todos los demás parecieron contener la respiración, Harry ciertamente lo estaba; luego Snape asintió y Fawkes dio la vuelta en el aire para comenzar a volar lentamente hacia el camino donde terminaba el Encantamiento Fidelius.
—Severus, ¿quieres que vaya contigo? —Sirius ofreció—. Tal vez pueda ser de alguna ayuda...
—Sólo está preguntando por mí —dijo Snape bruscamente, sin mirar a nadie.
Fawkes había comenzado su canción de nuevo ahora que sabía que Snape estaba escuchando. Snape se aferró repentinamente al fénix y en una sorprendente erupción de llamas, ambos se habían ido. No había duda en la mente de Harry de que Dumbledore había enviado a Fawkes a buscar a Snape a propósito. Y algo andaba definitivamente muy mal.