Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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El regreso del mortífago

—Está de viaje —declaró Snape informativamente.

Tenía la espalda recta mientras se sentaba en el borde de su silla. Sus manos estaban bien juntas en su regazo. La única liberación física que se permitiría compensar la incomodidad de mirar fijamente a los ojos rojos del Señor Tenebroso y no tener más que compartir con él eran sus pies haciendo fuerza contra el suelo porque, a pesar de llegar generalmente a esas reuniones con una plétora de lo que parecía ser información útil, Dumbledore había mantenido a Snape completamente desinformado sobre su obsesión actual.

—¿De viaje? — repitió Voldemort, sus ojos taladrando los de Snape—. ¿Por cuánto tiempo?

—Dumbledore no espera regresar hasta el comienzo del nuevo año escolar —respondió él.

Sus dedos de los pies se encogieron dentro de sus zapatos mientras se concentraba en organizar sus pensamientos de manera convincente. Mostró atisbos de Dumbledore dándole instrucciones sobre cómo ponerse en contacto con él, mientras que también se negaba a decir lo que estaría haciendo cuando Snape había preguntado directamente. El Señor Tenebroso le había tomado desprevenido al convocarlo tan inesperadamente y éste no había estado preparado para una discusión sobre el paradero y la actividad de Dumbledore. Éste no le había dado instrucciones y estaba actuando completamente por sus propios instintos en ese momento.

—No te lo diría —observó Voldemort rotundamente y luego dijo, levantando su varita amenazadoramente—: Ya te he advertido antes sobre permitir que la confianza de Dumbledore en ti decaiga, Severus.

Snape se estremeció instintivamente, entrenado para esperar dolor cada vez que Voldemort hacía eso, pero el Señor Tenebroso solo puso su varita entre sus dedos y continuó mirándolo expectante. Al parecer, a la espera de ver si podría sacar una explicación razonable de sus fracasos. Snape se tragó un bulto en la garganta y rápidamente formuló una defensa que no revelaría nada crítico.

—Mi Señor, Dumbledore está siendo extremadamente reservado sobre lo que está haciendo —comenzó—. No tiene nada que ver con que no confíe en mí, Dumbledore no ha compartido esta información con nadie. Solo a mí se me han dado los medios para contactarlo y el resto de la Orden debe pasar por mí.

—Porque quiere que lo contactes con informes regulares de mi actividad —replicó Voldemort.

Snape gritó cuando sintió una repentina quemadura caliente sobre su regazo, como si acabara de ser rociado con una olla de aceite caliente. El Señor Tenebroso levantó la maldición con bastante rapidez, pero ésta dejó atrás las huellas de una quemadura grave e hizo que Snape soñara desesperadamente con sumergirse en un estanque de agua fría. Unos gruñidos más se le escaparon antes de que lograra apretar los dientes con fuerza, mientras gotas de sudor caían por su frente y sus pies se arrastraban contra el suelo en agonía.

—¿Ese viejo tonto cree que obtendrá algo de ti cuando yo no obtengo nada a cambio? —gruñó, su varita todavía señalando perezosamente en la dirección de Snape, quien sabía que no debía reaccionar o incluso pensar en aferrarse a la suya—. ¿Por qué te mantengo cerca si Dumbledore no confía en ti lo suficiente como para confiar algo de relevancia? —le exigió—. ¿Debe impresionarme de que estés siendo utilizado como un mensajero?

—Mi Señor, seré capaz de rastrear su ubicación por esos medios —dijo Snape desesperadamente—. Lo averiguaré por ti...

—Eso es inútil —dijo Voldemort con frialdad—. Tú y yo sabemos perfectamente que Albus Dumbledore es más que capaz de ocultar sus movimientos, así que si te permite rastrearlo por tu cuenta es porque no le importa si me entero.

Snape no dijo nada. Sus dedos de los pies estaban tan apretados dentro de sus zapatos que era como si sus pies estuvieran casi doblados por la mitad. Las palabras se le escaparon en ese momento peligroso. No sabía dónde iba a golpearlo el Señor Tenebroso a continuación, pero sin duda iba a hacerlo de nuevo, como una serpiente disgustada que había sido provocada con un atizador ardiente. Snape se quedó quieto, sintiéndose exactamente como un caballero que había sido ordenado a la batalla por un rey que no se había molestado en proporcionarle una armadura o una espada con la que defenderse. Dumbledore no le había dado nada sustancial para superar ileso esa reunión porque éste se había negado a renunciar la misma cosa que Voldemort quería saber.

—Severus —dijo Voldemort pesadamente, con una voz llena de decepción.

Snape apretaba los dientes con tanta fuerza que en realidad escuchó a algunos de ellos romperse. Intentó prepararse para otro asalto, pero a continuación sucedió algo muy inesperado. Un movimiento de la varita de su amo y de repente su regazo se calmó con lo que parecía una manta invisible de nieve.

Snape dejó escapar un jadeo de alivio y se deslizó de su silla para arrodillarse obedientemente en el suelo junto a los pies de Voldemort.

—Gracias —murmuró, agarrando una mano huesuda e incolora, y besándola—. Amo, eres misericordioso.

—Severus, soy duro contigo porque sé que eres capaz de una excelencia que no me estás mostrando en este momento... pero no disfruto castigándote —dijo Voldemort, con una energía casi paternal.

Era una reminiscencia de cómo el padre de Snape actuaría, como si le hubiera hecho un favor azotándolo en carne viva con su cinturón cuando era un niño.

—Lo sé —dijo él en voz baja—. Me lo merezco.

Y el Señor Tenebroso de repente hizo algo muy extraño, envolviendo su otra mano alrededor de la parte posterior de la cabeza de Snape. Lo empujó hacia adelante, de modo que sus rodillas se aplastaron más fuerte contra el suelo y su cara se presionó contra la tela de las túnicas de su amo.

—Tu mente no ha estado enfocada en bastante tiempo —dijo fríamente y Snape pudo sentir el fémur en el muslo huesudo de su amo clavando su mejilla—. Lord Voldemort siempre sabe... ¿qué es lo que me estás ocultando, Severus? No me lo estás contando todo.

"Así es como muero" fue el primer pensamiento que pasó por la mente de Snape y estaba inmediatamente agradecido de que la falta de contacto visual en ese momento impidiera que el Señor Tenebroso pudiera emplear la Legeremancia... No que esa fuera la única manera de delatarse a sí mismo.

Snape usó cada gramo de autocontrol que tenía para evitar que su cuerpo temblara, una hazaña difícil porque sus rodillas palpitaban y pedían levantarse. Rápidamente buscó en su mente una verdad creíble que pudiera darse el lujo de entregar, con el fin de proteger el secreto de Harry.

—Es Draco —dijo Snape al final, cerrando los ojos con pesar mientras renunciaba el nombre del chico a pesar de su promesa a Narcissa.

Sabía que Draco probablemente sería una respuesta aceptable porque el Señor Tenebroso le había castigado severamente antes por su interferencia en ese asunto. Aunque le molestaba a su conciencia de una manera que Snape no podía permitirse el lujo de acomodar, confiaba en que compartir algo de información sobre la familia Malfoy podría ser suficiente para sacarlo de esta situación.

—¿Qué pasa con Draco? —preguntó Voldemort con frialdad.

—Estoy preocupado por él —admitió—. Temo que vas a pasar por alto su edad y pedirle que haga cosas que lo pongan en peligro.

—¿Crees que sabes más que yo, Severus? —exigió Voldemort.

—He... He estado disfrutando de la compañía de su madre —confesó Snape—. Narcisa... sólo... sé que cualquier cosa que le suceda a su hijo la destruiría.

Snape sintió que las largas uñas de Voldemort perforaban la parte posterior de su cabeza para después tirar de él, levantando su cabeza de las túnicas de su amo. Snape se vio obligado a mirar esos ojos rojos de nuevo. Abrió su mente, mientras controlaba cuidadosamente sus líneas de defensa de Oclumancia para que parecieran desorganizadas y casi invisibles. Snape inundó su cerebro con recuerdos íntimos que captarían el interés del Señor Tenebroso y disminuirían sus sospechas. Le permitió ver a Narcissa en sus brazos en la Hilandera y aún más cuando sintió que su mente estaba siendo invadida cada vez más profundamente. Los dos buscando compañía casual en ausencia de Lucius porque, ¿quién era Snape para rechazar tal oferta? Carne sobre carne y boca sobre boca. De repente, su distracción parecía más perdonable y menos relacionada con su deslealtad hacia su amo.

—Tenía la esperanza de que con el tiempo verías que hay mujeres de sangre más pura, más dignas de ti que esa sangre sucia que una vez deseaste —dijo Voldemort al final, con un aspecto moderadamente satisfecho.

—Sí —convino en voz baja, inclinando la cabeza y pareciendo compungido—. Mi Señor, estoy avergonzado de haberle hecho una petición tan infantil en mi juventud... No sé qué me vino a la cabeza.

—Qué valor. Qué pasión —recordó Voldemort—. Nunca hubiera esperado que fueras capaz de la emoción que me mostraste la noche en que me contaste sobre tu atracción por Lily Potter. —Una sonrisa malvada curvada en la cara de Voldemort lo hizo parecer aún más como una serpiente. Los escudos de Snape estaban levantados mientras presionaba su mejilla contra el muslo del Señor Tenebroso—. Y yo iba a perdonarla… le di una oportunidad y ella se negó a hacerse a un lado. Simplemente tenía sentido acabar con toda esa familia sucia, ella no era digna de ti de todos modos.

—Lo sé —respondió Snape, y la mención de Lily renovó y fortaleció su resolución de llevar todo acabo y superar al Legeremante más grande del mundo—. Lo veo ahora.

Así como Lily se había mantenido valientemente con los brazos extendidos protectoramente sobre la cuna de Harry antes de morir, ahora Snape se había posicionado como un escudo humano para Harry y toda la causa en la que Lily había creído. No los defraudaría y no estaba mintiendo cuando le había dicho a Voldemort que ahora veía las cosas con claridad: había crecido y madurado del niño maltratado y no amado que había sido hasta convertirse en un hombre que ahora entendía que un padre nunca se haría a un lado a expensas de su hijo.

—Draco no tendrá éxito en lo que le he pedido —dijo Voldemort de repente—. Tengo la intención de que lo hagas tú al final igualmente, pero quiero que Draco intente hacerlo primero, enseñarle una lección y recordar a los Malfoy su lugar.

—Sí, mi señor —susurró Snape en voz baja—. Lo entiendo.

—Y sin embargo, interfieres regularmente cuando se trata de esa familia —suspiró él—. Te he castigado por esto antes y no quiero volver a hacerlo.

—No, mi Señor —aceptó Snape en voz baja, besando la mano del Señor Tenebroso en arrepentimiento—. Lo siento.

—Tu momento se acerca —le dijo—. Se aproxima el día en que ya no necesitaré que seas mi espía en Hogwarts porque Albus Dumbledore estará muerto, por tu mano.

—¿Mi señor? —Snape lentamente levantó la cabeza de nuevo para mirarlo directamente a la cara.

No sentía nada más que entumecimiento inundando sus venas y estaba bastante seguro de que su mente no revelaría nada más que una pizarra en blanco en ese momento si se hurgaba.

—Te voy a dar el honor de matarlo por mí —dijo él jubiloso, con un brillo asesino en los ojos—. Después de permanecer obedientemente en tu puesto todo este tiempo, creo que te has ganado el privilegio. Voy a liberarte de tus cadenas como espía para que finalmente puedas mostrarle al mundo el hombre que realmente eres, uno que es leal por encima de todo a mí.

Y tanto si Voldemort creía eso o no, ahora había puesto a Snape con la prueba definitiva para determinar lo que era real. La negativa a cumplir revelaría la verdad sobre su lealtad de manera más efectiva de lo que lo haría penetrar su mente. Snape estaba a punto de firmar su propia sentencia de muerte y cuando desapareció de vuelta a La Hilandera al ser echado, solo podía esperar que Dumbledore hubiera planeado algo para tal situación. Ser descubierto como un traidor del Señor Tenebroso y asesinado por ello no era una contingencia tan simple como lo había sido antes. Snape tenía un hijo en quien pensar ahora y Harry ya había sufrido demasiadas pérdidas.

—No vas a morir —se murmuró Snape para sí, mientras se acercaba a la puerta y se dejaba entrar en su casa.

Tenía tiempo para trazar una fuga... meses, tal vez incluso años, antes de que el Señor Tenebroso pudiera esperar razonablemente que se completara tal tarea. Snape podría continuar su importante trabajo espiando hasta entonces antes de divulgarse inevitablemente como un miembro de la Orden más buscado y leal, que había sido forzado a la clandestinidad por su infiltración descubierta de los mortífagos. No sería una buena existencia en la clandestinidad, pero en tiempos de guerra nunca era realmente así de todos modos, y estar ahí para Harry el mayor tiempo posible era más importante para Snape que cualquier comodidad a la que pudiera haber aspirado.

El mero pensamiento de Harry era suficiente para hacer que Snape se moviera más rápido. Se apresuró a subir por la destartalada escalera, blandió su varita para orquestar su maletín y maleta sin fondo para abrirlos por su propia cuenta, y comenzar a vaciar las dos habitaciones. Había esperado hasta el último momento para aceptar la sugerencia de Sirius, pero ahora estaba ansioso por llegar allí tan pronto como pudiera. Harry lo habría esperado hacía horas y aunque era la mitad de la noche, podría estar preocupado.

Afortunadamente, fue el trabajo de solo unos minutos empacar toda su oficina, su ropa y los pocos efectos personales que le importaban de La Hilandera. Se cambió de su túnica a pantalones negros y a una camisa negra de manga larga que todavía cubría su marca. Después bajó las escaleras y salió por la puerta principal con las dos bolsas sin fondo, apareciendo rápidamente a las coordenadas que Sirius le había dado antes.

—¡Ahí estás!

Snape no esperaba ser recibido por nadie cuando entró en la mansión oscura por primera vez, pero nunca debería haber subestimado a Harry Potter. El chico estaba sentado en un sillón al lado de la chimenea que brillaba con las brasas apagándose. Estaba vestido en pijama y acurrucado de una manera que sugería que había estado dormitando mientras esperaba, aunque también había libros a su alrededor. Claramente había sido una larga noche para ambos.

—Aquí estoy —comentó Snape secamente, dejando caer sus bolsas al suelo junto a la puerta e intentando empujar el miedo que lo consumía en ese momento—. ¿Qué haces despierto tan tarde? —preguntó, acercándose a pararse detrás de la silla de Harry, sorprendiéndose de cuántos pasos se necesitaban para llegar a él.

La mansión era increíblemente grande de una manera bastante innecesaria, aunque supuso que el espacio adicional sería un regalo del cielo una vez que todos se establecieran. Era solo el profundo amor por ese chico lo que podía haber hecho que Snape pasara por alto los muchos factores que podrían hacer que se arrepintiera de haberse convertido en el compañero de cuarto de dos Merodeadores.

Harry se encogió de hombros mientras inclinaba la cabeza para mirarlo.

—Es una especie de tradición, ¿no? Siempre espero a que vuelvas.

—Siempre atribuí eso a que te dejara solo, lo que sería una circunstancia difícil para que alguien durmiera —comentó Snape—. Pero ya no estás solo. Sirius y Remus están ambos arriba, supongo.

—Sí, pero aun así... —Harry se encogió de hombros de nuevo, señalando con la cabeza a los libros en el suelo—. Estaba haciendo algunos de mis deberes de verano.

—Admirable, pero eso también puede esperar hasta mañana —respondió él, usando su varita para recoger todos los libros y pergaminos para que se apilaran en la mesa baja en un montón ordenado—. Si no recuerdas, ya no estás viviendo con Petunia. No tienes que estudiar magia en secreto por la noche.

—Eso es cierto —convino Harry—. Pero si te parece bien, sigo pensando que voy a esperar cuando sé que estás con él.

Algo dentro de Snape se enterneció y pasó suavemente la mano cariñosamente a través del cabello desordenado de Harry, tratando de no pensar en la forma en que el Señor Tenebroso lo había estado sosteniendo en su sitio por medios similares.

Deseaba poder olvidar todo lo que había ocurrido esa noche. Aunque su estómago estaba anudado de angustia y lo estaría durante mucho tiempo, ver a Harry ahora era aún más especial porque le recordaba que tenía algo en su vida que era bueno e impenetrable. Podría no ser capaz de hacer todo lo que quería, pero tendría éxito en mantener a ese chico a salvo a toda costa.

—Hora de acostarse —dijo Snape, reprimiendo un escalofrío mientras deslizaba su mano fuera del cabello de Harry.

Sin embargo, no pasó desapercibido. Harry se había levantado obedientemente, pero ahora lo miraba fijamente con una mirada muy preocupada en su rostro.

—¿Estás bien, papá?

El título inundó fuerza renovada a través de Snape al igual que la idea de Lily dando su vida como la madre de ese chico había hecho. Reconocido con un nombre de los más altos honores, Harry reconocía su posición en su vida. Snape nunca había estado tan cerca de nadie antes y sabía que su hijo merecía nada menos que la verdad.

—En realidad no —respondió honestamente, con la mano alzándose para pasarse la boca. Volvió a mirar los preocupados e inquisitivos ojos verdes esmeralda de Harry por un momento y luego se explayó—. No estaba contento conmigo esta noche, pero no estoy herido... Me arregló antes de que me fuera.

—¿Por qué estaba enojado contigo? —preguntó Harry preocupado, mirándolo fijamente mientras se paraban frente a frente en el salón, el resplandor rojo del fuego menguante cruzando sobre sus rasgos en la casa que estaba oscura.

—No cree que esté haciendo un trabajo lo suficientemente bueno para él en este momento —respondió él con calma—. Quiere información sobre la actividad de Dumbledore y su paradero este verano y no pude darle eso, pero ese es un problema de mañana. Ven a mostrarme dónde duermes. Nunca he estado aquí antes.

Harry afablemente lo llevó de regreso a la puerta y recogió las bolsas de Snape por él.

—¿Sabes lo que el profesor Dumbledore está haciendo este verano? —preguntó, mientras subían las escaleras juntos.

—No —respondió Snape, rodeando la barandilla pulida con su mano—. ¿Tú?

—No —admitió Harry—, pero creo que me lo dirá en septiembre. Dijo que voy a tener clases privadas con él en Hogwarts el próximo año.

—Sí, escuché que eso era lo que estaba planeando —respondió Snape.

Harry lo miró por el rabillo del ojo.

—¿Pero has oído que no me deja decirte de qué se trata? —Y cuando Snape asintió con la cabeza, Harry soltó—. No quiero esconderte cosas.

—No estoy enfadado por eso —le tranquilizó él, cuando llegaron al rellano del segundo piso—. El riesgo de que el Señor Tenebroso rompa mis escudos de Oclumancia y descubra la verdad sobre mí es algo que tengo que enfrentar todos los días. Hay algunos secretos que no podemos permitirnos saber, secretos que no solo me matarían, sino que arruinarían todo el plan que Dumbledore está formulando para destruirlo.

—Todavía no me siento bien al respecto —replicó él, señalando el pasillo a la derecha—. Tu habitación está al final —dijo y después señaló el camino opuesto—. Remus está en el otro extremo. Sirius y yo estamos en el medio.

Snape usó su varita para desvanecer el equipaje que Harry le había llevado el resto del camino a su habitación, luego se acercó para mirar a través de la única puerta abierta. La habitación de Harry ya era reconocible por las sábanas de cama arrugadas, la Saeta en la parte superior de la cómoda y el baúl abierto en el suelo. Las cortinas se abrieron para mostrar las estrellas brillantes y un balcón de piedra lisa. Snape ya podía imaginar a Harry zambulléndose con su escoba en lugar de usar las escaleras para bajar a desayunar por las mañanas.

—He oído que has tenido unos días muy agitados —comentó Snape.

Se acercó a la cama y levantó el edredón para que Harry se deslizara dentro, sintiéndose bastante paternal en ese momento, queriendo hacer cosas por el chico que eran bastante innecesarias. Pero su corazón estaba lleno de cariño en ese momento y Snape se sintió afirmado de que había tomado la decisión correcta al ir ahí a vivir.

—Sí, pero a diferencia de ti ha sido en el buen sentido —respondió Harry, mientras se acomodaba en la cama aunque permaneció sentado—. ¿Escuchaste lo que Sirius dijo en el Ministerio?

—Sí, estoy bastante seguro de que todos en el mundo mágico ya lo han escuchado a estas alturas —respondió él, acomodándose al lado de Harry.

Estaba ansioso por conversar, por ponerse al día con todas las cosas que se había perdido desde su breve reunión en Grimmauld Place antes de la audiencia de Sirius. Snape no quería pensar en el Señor Tenebroso o cómo iba a escapar de la tarea asignada a él con su propia vida intacta. En ese momento sólo quería enfocar toda su energía en Harry y sentirse normal por unos momentos preciosos.

—No puedo culparlo exactamente, aun así —añadió Snape imparcialmente, su mano enderezando la manta de Harry para él—. ¿Por qué Sirius debería permitir que el Ministerio lo use de esa manera? ¿Sabías que el Ministro realmente ha estado presionando a Dumbledore para que te conviertas en una especie de Símbolo Elegido para ayudar a reparar su dañada reputación?

—¿Me tomas el pelo? —dijo éste con incredulidad—. ¿Después de todo lo que han hecho el año pasado? ¿Después de Umbridge?

—Lo sé —sonrió Snape—. A veces realmente no puedes creer el descaro de la gente, ¿verdad?

—Nunca estaría de acuerdo con algo así —le dijo Harry con firmeza.

—Tampoco lo estaría Dumbledore —le aseguró él—. Es un punto irrelevante, pero uno que pensé que deberías saber. ¿Qué más puedes contarme?

—Bueno... He empezado a llamar a Sirius "papá" también —dijo Harry apresuradamente—. Me gusta llamarlo así. Y se siente bastante apropiado. ¿Crees que será confuso? Si os llamo a los dos...

—No —dijo Snape con calma—. Creo que Sirius y yo somos lo suficientemente inteligentes como para determinar de cuál de nosotros estás hablando en un momento dado. Y me llamas "profesor" en la escuela igualmente.

—Claro —dijo Harry—, solo quiero asegurarme de que las cosas no sean incómodas entre... bueno, ya sabes a lo que me refiero.

—No me habría mudado aquí si me sintiera incómodo —prometió Snape—. Quiero estar aquí. Ahora, ¿qué has hecho hoy?

—He jugado al Quidditch con Ron y Ginny —respondió automáticamente y Snape estaba agradecido por el cambio a un tema menos sentimental—. Hermione va a estar aquí en unos días. Realmente queremos ir al Callejón Diagon para ver los Sortilegios Weasley.

—Por mí está bien —dijo Snape—. Pero tendremos que organizar una guardia para mantenerte a salvo. Escuché que su tienda de bromas está yendo muy bien, lo cual es bastante admirable teniendo en cuenta que la mitad del Callejón Diagon está ahora cerrado.

—Ron dice que consideran que la gente necesita reírse ahora más que nunca —respondió Harry—. Incluso la señora Weasley apoya el negocio ahora. No lo hacía antes... ¿Sabías que les di a los gemelos mi premio del Torneo de los Tres Magos? Tenía mucho miedo de que ella se enfadara conmigo por ayudarlos a comenzar.

—No lo sabía, pero creo que hiciste lo correcto —le dijo éste, mientras Harry se acostaba y se cambiaba a una posición más cómoda.

Sus ojos todavía estaban abiertos, mirándolo con confianza. Snape estaba agotado, pero en absoluto predispuesto a irse en ese momento. Había llegado a disfrutar mucho de la compañía del chico y ayudaba a poner en perspectiva todos los peligros y traumas de sus propias circunstancias.

—¿Cuándo tendrás que irte? —preguntó Harry.

—No lo sé —respondió Snape—. Esperemos que no por unos días, pero tendré que hablar con Dumbledore pronto. Si mi papel como espía tiene que continuar, entonces necesita darme suficiente información relevante para satisfacer al Señor Tenebroso. No puedo volver a él con las manos vacías una segunda vez.

No le dijo a Harry que pensaba que sus días como mortífago estaban contados. No quería tener esperanzas y no quería pensar más en ese momento sobre lo oscuro que se estaba volviendo todo a su alrededor. Tal vez podrían olvidarlo todo por un rato en esa casa de las más seguras, en un bello lugar que hablaba de paz y nada más. Snape finalmente había aceptado en sí mismo un atisbo de felicidad que provenía de la presencia de Harry en su vida. Y por ahora, era todo lo que quería reconocer.

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