Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
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Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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La profecía

No hay un sonido que sea tan fuerte como el silencio. Harry se sentía sofocado por todas las palabras implícitas que llenaban la sala de estar en la que se habían instalado en el Cuartel General. Harry miró a Dumbledore desde el otro lado del pensadero sobre el que los tres se habían juntado.

Dumbledore había convocado el instrumento desde su oficina en Hogwarts para poder mostrarles el recuerdo que Snape había insistido que debía mostrarse. Ahora Dumbledore estaba mirando a Harry a través de sus brillantes ojos azules, una lágrima solitaria bajando por la mejilla y desapareciendo en su barba blanca. Sentado muy atrás en el sillón, Snape no había reaccionado en absoluto.

—Ninguno podrá vivir mientras el otro sobreviva —recitó Harry la línea más opuesta de la profecía completa que había escuchado, cuando ya no pudo soportar el silencio. Las lágrimas de Dumbledore, la expresión en blanco de Snape y su propio miedo paralizante le dificultaba hablar en ese momento. Se inclinó hacia adelante con los codos sobre las rodillas y sostuvo la mirada de Dumbledore—. Entonces, ¿eso significa que uno de nosotros tiene que matar al otro al final?

—Sí —asintió éste y Snape cerró los ojos.

Harry apartó la vista de Dumbledore y miró de nuevo a las profundidades del pensadero. Podía ver el contorno de la profesora Trelawney todavía a la deriva en algún lugar cerca de la superficie. Ni gas ni líquido, ella había establecido el curso de toda la vida de Harry incluso antes de que él naciera. Esa profecía era la razón por la que sus padres habían muerto y por qué Harry no podía ver nada más que a Voldemort cuando pensaba en el futuro. Ahora sabía lo que Voldemort estaba desesperado por saber, pero de todos modos no veía ninguna ventaja para sí mismo. No podía ver ningún potencial para sobrevivir.

Aquél con el poder de vencer al Señor Tenebroso se acerca. Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al concluir el séptimo mes. Y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce. Y uno deberá morir a manos del otro pues ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva. Aquél con el poder de vencer al Señor Tenebroso vendrá al concluir el séptimo mes.

Harry seguía escuchando la profecía repitiéndose en su mente. Permaneció inclinado hacia adelante en su silla y recordó la predicción que Trelawney había hecho en su presencia en tercer año. Sobre cómo el Señor Tenebroso se alzaría de nuevo gracias a la ayuda de un vasallo. Una predicción que se había visto obligado a aceptar pues había resultado ser totalmente cierta. A pesar de que siempre consideraba que la clase de Adivinación era una especie de broma, Harry no dudó de la legitimidad de esa profecía, que había dejado una huella en toda su vida al igual que su cicatriz había marcado su frente.

—No vas a morir —habló Snape de repente, por primera vez en más de una hora—. Nunca dejaría que eso sucediera.

Harry intentó hablar, pero todo lo que logró hacer fue un sonido extraño en algún lugar en la parte posterior de su garganta. Vio a Dumbledore golpear silenciosamente su varita el borde del pensadero, desvaneciéndolo y dejando la mesa de caoba vacía.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Harry finalmente preguntó.

No miró a Snape mientras este respondía.

—Porque ser el que tiene el poder de vencerlo no significa que estés solo en esto —replicó en voz baja—. Simplemente significa que hay una oportunidad de acabar con él. Tienes que recordar que aprender sus secretos, descubrir sus debilidades y ganarme su confianza es lo que hago todos los días. Toda esa información está a tu disposición mientras yo viva.

—No podrías tener un hombre mejor de tu lado, Harry —añadió Dumbledore con suavidad—. Lo sabes, ¿verdad?

—Lo sé —asintió él en voz baja, mirando a Dumbledore.

Aunque no pudo evitar resentirse con Snape por al menos ser el que había tirado la línea de fichas de dominó en primer lugar, cuando su yo más joven le había dicho a Voldemort la primera mitad de la profecía. Pero tal vez se habría derrumbado incluso sin la interferencia de Snape, Harry no tenía forma de saberlo. Pero si realmente se profetizó que sería de esa manera...

—Postergué decirte esto, Harry, porque no quería cargarte antes de lo necesario —suspiró Dumbledore—. Quizá lo retuve durante demasiado tiempo, habiendo llevado este secreto toda la vida, porque me has demostrado que eres excepcional.

—Pero no tengo ningún poder que él no tenga —dijo éste débilmente.

—Oh, yo creo que sí —dijo él, con un destello de satisfacción en sus ojos—. Te darás cuenta más a medida que pase el tiempo. Voldemort se equivocaría mucho al subestimarte.

—Tiene más miedo de ti que tú de él —dijo Snape en bajo, frotando su brazo marcado distraídamente—. Es por eso que está tan desesperado por saber cómo termina la profecía. Tanto, en realidad, que está considerando ir al Ministerio para cogerla él mismo porque ha aprendido que nadie aparte de vosotros dos puede hacerlo.

—Esa es una excelente noticia —Dumbledore sonaba satisfecho.

—¿Una excelente noticia? —repitió incrédulo—. Pensé que lo último que querías era que el Señor Tenebroso pusiera sus manos en ella. Aunque estoy de acuerdo en que el esfuerzo es inútil. ¿Te das cuenta de que parte de mi razón de pedirte que compartas la profecía entera con nosotros esta noche es porque me gustaría entregársela personalmente?

—Oh, me temo que no puedo dejar que hagas eso, Severus —sonrió Dumbledore.

—¿Y por qué no? —preguntó Snape rígidamente, con los labios curvados—. Si el Señor Tenebroso va al Departamento de Misterios, sabes perfectamente que los resultados serán catastróficos. Es muy probable que haya bajas. Tu gente en el suelo.

—Tomaremos las precauciones necesarias —respondió él con calma—. Sin embargo, una catastrófica agitación en el Ministerio es exactamente lo que quiero. Fudge y todo el mundo mágico tienen que aceptar su regreso. Es la única manera. Lord Voldemort debe ser sacado de su escondite.

Snape no discutió, aunque parecía receloso del plan de Dumbledore. Harry, mientras tanto, todavía se sentía bastante confundido. Estaba tratando de concentrarse, pensando en cómo antes de esa noche, los detalles que rodeaban el trabajo de Snape con Voldemort habrían sido de extremo interés para él. Excepto que ahora estaba consumido pensando en su propia mortalidad. Harry sintió que su vida se presentaba ante él con un final muy abrupto y desagradable ya planeado. En el fondo, toda la charla sobre Voldemort volvería a eso y sonaba como si Dumbledore estuviera usando la profecía como cebo.

—Pero no sé por qué la quiere tanto. —Harry se volvió hacia Snape, perplejo—. Todo lo que le va a decir es que tiene que matarme y ya está tratando de hacerlo.

—Está tratando de averiguar cómo destruirte —explicó Dumbledore con cuidado—. De los innumerables asesinatos que ha cometido sin esfuerzo, tú has demostrado persistentemente ser su excepción. Te llaman su ruina. Podrías ser capaz de lograr su fin.

Harry lo miraba atónito, pero Dumbledore simplemente empujó sus gafas de media luna más allá de su nariz torcida y miró por la ventana. El sol ya salía en el cielo. Los tres se habían sentado a escuchar y contemplar la profecía toda la noche. Aunque Harry no estaba en lo más mínimo consolado, Dumbledore se había puesto de pie con gracia y la discusión parecía haber llegado abruptamente a su conclusión.

—Un nuevo día ya está sobre nosotros y ninguno hemos descansado del que ya hemos vivido —prosiguió con calma, recuperando su sombrero del escritorio detrás de la silla y poniéndolo en su cabeza.

—¿No estás planeando quedarte aquí? —preguntó Snape.

—Oh, no —sonrió Dumbledore—. No tengo intención de esconderme.

Harry sintió que su cara enrojecía. A pesar de todo lo demás que pesaba sobre él en ese momento, las palabras del director aún incidían de una manera bastante sencilla. Qué irónico era que Dumbledore no se quedara en Grimmauld Place, cuando no veía nada malo en encerrar a Sirius ahí durante la mayor parte de un año. Dumbledore era ahora un hombre buscado por el Ministerio también.

—Como no hay clases hasta el lunes, ¿tal vez te gustaría quedarte aquí por el día? —sugirió Dumbledore, mirando a Harry como si supiera lo que había estado pensando—. Severus dará unas excusas a Umbridge, ¿verdad?

Ya estaba saliendo de la habitación, pero se dio la vuelta para mirar a Snape con curiosidad.

—Por supuesto —respondió Snape, mientras Harry asentía silenciosamente para estar de acuerdo.

Permaneció inclinado en su asiento frente a la silla vacía de Dumbledore durante mucho tiempo después de que el director se hubiera ido. Lo cierto era que Harry no había estado pensando mucho en Sirius solo a tres pisos por encima de él. Aunque había querido a medias que Sirius bajara las escaleras y estuviera con él mientras se revelaba la verdad, una parte de Harry agradecía que no lo hubiera hecho. No podía soportar imaginar cuál sería la reacción de Sirius cuando se enterara de la profecía. Pensar en las respuestas de Ron y Hermione fue aún peor.

Todavía estarían en Hogwarts y probablemente estaban preocupados por lo que le había sucedido después de que Umbridge lo había atrapado. Harry ni siquiera sabía cómo podía comenzar a explicar eso, aunque al final, una vez que el shock desapareciera, indudablemente lo haría. El destino de Harry estaba tan sellado que incluso Albus Dumbledore, el mejor mago que conocía, había llorado por ello. Compartirlo con sus mejores amigos y padrino sería aún peor.

—Me iré si quieres. —La voz de Snape rompió el largo silencio.

—No —dijo Harry rápidamente, de repente obligado a moverse por primera vez en horas. Se levantó de su silla—. Por favor, no te vayas.

—Estaba asegurándome de que eso es lo que querías —respondió él—. Por supuesto que me quedaré.

Harry tuvo que admitir que era una pregunta razonable, ya que comenzó a caminar inquieto por la habitación y a retorcerse las manos. Había empujado a Snape constantemente durante más de un mes, pero la idea de que se fuera, tal vez para siempre, era algo que Harry no podía soportar ni considerar. No cuando Snape era la única persona que podía entender lo que estaba sintiendo; porque éste había sido condenado a una vida sobre Voldemort de una manera diferente. Estaban en eso juntos, en lados opuestos de la misma moneda. La confianza de Harry en Snape era absoluta, incluso en las partes que no le gustaban, porque él nunca le ocultaba la verdad, incluso cuando ésta era horrible.

—He sido ingenuo al no darme cuenta de que había una razón más grande —dijo Harry, con la voz áspera mientras continuaba caminando por el suelo. Miró a Snape, confiado en que tenía toda su atención—. Entiendo la valentía y luchar contra él, para eso está la Orden. Muchas personas son valientes y se preocupan por defender lo que es bueno, pero tú lo has llevado más lejos que nadie. Y ahora sé por qué… —Los ojos negros de Snape lo estaban observando moverse por la habitación. No dijo nada. Harry se detuvo directamente frente a Snape y le señaló con el dedo acusadoramente—. Te prestas para ser torturado y tal vez asesinado todos los días de tu vida porque nunca has dejado de castigarte por su muerte.

La cara de Snape cayó y sus ojos parecieron perder su enfoque.

—Tienes toda la razón, Harry —dijo finalmente—. Me avergüenzo de mí mismo cada minuto de mi vida. Estoy horrorizado de seguir vivo cuando ellos no lo están.

—Pero, señor, ¿cómo puedo perdonarlo si ni siquiera se perdona a sí mismo? —preguntó éste con impotencia.

Snape negó con la cabeza y miró el área de luz solar que fluía por el suelo. Era de día y Harry esperaba fervientemente que Sirius no bajara, que nadie los interrumpiera. De repente, todo lo que había estado anhelando decir, pero que había contenido, necesitaba ser liberado de inmediato.

—Estoy demasiado cansado para no perdonarte —susurró Harry, mientras se acercaba y aferraba la mano de Snape—. Es demasiado.

Todo lo era, toda su vida. Estaba destinado a enfrentarse al verdadero enemigo de todos ellos, y Snape no lo era.

Snape miró hacia abajo a sus manos unidas y no dijo nada. Harry sintió que sus pensamientos saltaban dentro de él como bolas de fuego que necesitaban ser liberadas inmediatamente antes de que lo consumieran.

—No te odio —proclamó, que eran las palabras que había querido retractar desde que las había dicho.

—Está bien si todavía me odias a veces —respondió Snape mientras le apretaba la mano de vuelta, y Harry se acercó instintivamente—. Me odiaría si fuera tú.

—Te odias a ti mismo y no eres yo —dijo Harry—. Pero no los mataste, fue un error.

—Un error malvado —dijo con veneno en su voz—. Lo siento mucho, Harry. Has vivido una vida muy solitaria por mi culpa.

—No, por su culpa —corrigió Harry.

Siempre volvería ser todo sobre Voldemort. Era Voldemort quien se llevaba todo. Quien se aprovechaba de personas perdidas y vulnerables como el joven profesor Snape había sido cuando se había unido. Quien todavía estaba dividiendo y quitándole a Harry todo lo que podía, todo lo que importaba. Dependía de él romper el ciclo.

—Solo creo que necesitabas saber toda la verdad de mi participación si esto continuaba —dijo él en voz baja.

—Quiero que lo haga —dijo Harry de inmediato, quien ahora se dio cuenta de que nunca habría sido capaz de sacar a Snape de su vida.

Que quizá su trato de silencio durante todo ese tiempo había sido tanto para probar a Snape como para lamentar todo lo que podría haber sido. Para ver si seguiría esperándolo incondicionalmente cuando Harry estuviera listo. Para ver si realmente quería decir lo que había dicho.

—Está bien —respondió Snape simplemente, y fue entonces cuando Harry se dio cuenta de que todavía sostenía la mano de su padre.

La apretó una vez más y luego, sin preocuparse por lo que estaba haciendo, Harry se instaló en el escaso espacio disponible junto a él en el sillón. Tenía la confianza que sería bienvenido, apreciando lo rápido que sabía que Snape le quitaría esa carga si podía, y respetando que éste podía empatizar con lo asustado que estaba porque Snape continuamente enfrentaba la posibilidad de no llegar a casa él mismo.

—Intenta dormir —murmuró éste suavemente, mientras usaba ambos brazos para ajustar a Harry en una posición más cómoda en el sillón, que en realidad solo era lo suficientemente grande para uno.

Harry inclinó la cabeza hacia atrás con intención de descansar en el recoveco del brazo de Snape, con las piernas acurrucadas sobre su regazo. Sabía que debía parecerse a un niño en ese momento, pero realmente no le importaba. Estaba cómodo. Pero mientras sus ojos ardían y su cabeza palpitaba de agotamiento, el sueño se sentía imposible en ese momento cuando las cosas estaban tan difíciles.

—Si tu madre estuviera aquí ahora mismo, no sé si ella tampoco sabría qué decirte —dijo Snape en voz baja, mientras usaba su varita para poner las cortinas sobre la ventana para cubrir la habitación en la oscuridad—. Estaba tratando de pensar lo que ella querría que supieras. Creo que ella solo se iría por las ramas y se enojaría demasiado cuanto más lo hiciera... Siempre perdía los estribos cuando tenía miedo.

—Como usted, señor —dijo Harry que podía sentir el latido del corazón de Snape, con la subida y bajada de su pecho con cada respiración que tomaba.

Harry había relajado su mente de preocuparse por lo infantil que era ser acunado por un padre y decidió simplemente disfrutarlo. No era su culpa que le hubiera llevado hasta los quince encontrar eso.

—A tu madre le gustaba inventar historias y siempre quería contarme sobre ellas —compartió, su voz reconfortante y agradable, distrayendo a Harry de los asuntos pesados que habían estado discutiendo con Dumbledore toda la noche. Haciendo que se calmara y olvidara que no era como todos los demás—. No se trataban de ella o incluso de personas que conocía, pero tenía ideas en su cabeza que siempre terminaban de alguna manera positiva, aunque inesperada —continuó—. Nunca era exactamente lo que le desearías a alguien que te importaba, pero sería bueno a su manera y siempre le gustaba escapar a su imaginación cuando estaba preocupada y necesitaba un descanso de la vida real. Supongo que es como la aficción a volar que tenéis tu padre y tú. Pero tu madre diría que si podía hacer que sus personajes resistieran otro día de lo que sea que confrontaran, entonces ella podría sobrevivir a lo que sea que le estuviera sucediendo... Grande o pequeño.

—¿Cómo qué? —susurró cansado Harry. Snape hacía círculos en su espalda y cada vez era más difícil mantener los ojos abiertos.

—Bueno, ella solía tener problemas para revisar para los exámenes en las clases que no le gustaban—respondió Snape—. En su lugar, comenzaba a pensar en algo al azar.

La boca de Harry se crispó en casi una sonrisa, pero se estaba quedando dormido y no podía luchar más. Estaba demasiado cómodo y demasiado aliviado de que nada estaba arruinado. Lo que fuera que viniera después, Snape había revelado lo peor de sí mismo y aún no había sido suficiente para alejar a Harry durante más de unas pocas semanas. Estaba a salvo en el consuelo de que Snape estaba ahí y cumplía sus promesas. Se quedaría ahí.

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