Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
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Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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Empatía reticente

Sirius abrió los ojos y, al instante, se arrepintió cuando lo cegó el sol a través de la ventana de cristal, sintiendo una punzada aguda de dolor en algún lugar tras su ojo derecho. Su cabeza palpitaba con fuerza mientras su estómago se revolvía con náuseas por una combinación de demasiada bebida y poca comida.

—Por qué... —gimió, cerrando los ojos con fuerza de nuevo.

No podía ver una razón de tener la energía de eliminar sus desafortunados síntomas cuando no había nada importante en su agenda igualmente. Se dio la vuelta sobre un lado y metió un brazo alrededor del ala de Buckbeak, decidiendo volver a dormirse y tal vez encontrar un poco de paz por un rato más. Sirius podría haberlo logrado si el hipogrifo no hubiera comenzado a pellizcarlo persistentemente con su pico.

—Para, estoy demasiado cansado —protestó medio dormido, lo que era tristemente verdad.

Sus niveles de energía estaban agotados en gran medida después de semanas de inactividad y aislamiento total. Nadie había estado en el cuartel general en mucho tiempo, pues el aumento de la actividad de los mortífagos mantenía a todos ocupados fuera con la resistencia. Mientras tanto, Sirius había sido dejado y olvidado por todos ellos. O al menos eso sentía. Incluso Harry no se había molestado en escribir desde que había regresado al colegio.

Sin nada que hacer y sin nadie con quien hablar, había días en que Sirius no se molestaba en levantarse de la cama. Había elegido dormir de más como un medio para pasar las interminables horas que parecían compensar cada día largo y sin sentido. Cuanto más dormía, más cansado parecía estar, continuando un círculo vicioso que no hizo nada para ayudar lo solo y deprimido que estaba. Sirius apenas podía creer que hacía solo un par de meses había estado celebrando una de las mejores Navidades de su vida.

—Buckbeak —gruñó Sirius, cuando recibió un pellizco de advertencia en el hombro.

Pero ya se estaba sentando y aceptando que la criatura no iba a ser disuadida. El hipogrifo lo conocía bien y el tiempo ilimitado a menudo los agotaba a ambos. Aunque Sirius tenía que apreciar el familiar animal que lo mantenía bajo control de vez en cuando. De lo contrario, podría haber dejado de levantarse en absoluto.

—Está bien, está bien, tú ganas —se rindió, mientras balanceaba las piernas sobre el costado de la gran cama de su madre y se ponía de pie.

Sus piernas se sentían débiles y sus músculos estaban rígidos. Era difícil tragar la verdad de que la única alma a la que le importaba si comía o se duchaba era un hipogrifo.

Sirius entró en el cuarto de baño y se mojó la cara con agua fría. Mientras miraba su reflejo en el espejo, no pudo evitar hacer una mueca. Tal vez era una bendición que le hubieran dejado aislado, porque lucía terrible en ese momento, con ojeras oscuras y la reciente adquisición de un moretón en la mejilla izquierda que había recibido después de tropezarse por las escaleras hacía un par de días. Su ropa estaba arrugada por los días de uso excesivo y ya parecía demasiado grande para él. Sirius no había tenido mucho apetito últimamente y era obvio.

—Volveré —le prometió a Buckbeak mientras pasaba por el dormitorio y salía al pasillo.

Sus pasos crujieron en cada escalón mientras bajaba la sinuosa escalera y tuvo cuidado de ser lo más silencioso posible para no despertar el retrato de su madre en la entrada de abajo. Cuando estaba a cuatro escalones del piso bajo, Sirius saltó el resto y aterrizó silenciosamente en el suelo de baldosas, en cuclillas como un gato. Practicar movimientos como ese era una forma en que a veces intentaba aliviar su aburrimiento crónico, aunque lo lamentaba de inmediato, ya que todos los músculos de su cuerpo parecían protestar a la vez.

Enderezándose lentamente, los ojos de Sirius se concentraron en la larga capa negra que colgaba del gancho junto a la puerta principal. Definitivamente no había estado allí ayer y el corazón le dio un pequeño vuelco, emocionado ante la perspectiva de compañía... La que fuera. Incluso un breve intercambio con un miembro de la Orden sería un bienvenido respiro comparado con demasiado tiempo dedicado a la nada, aunque aun así sacó su varita de la manga como precaución mientras comenzaba a caminar por el pasillo en busca de quien estuviera allí.

Sirius echó un vistazo a la sala de estar, la biblioteca y el salón antes de llegar a otra pequeña sala de estar en la parte posterior de la casa, descubriendo a Snape y Harry, ambos dormidos en un solo sillón. Al verlos, Sirius sintió que su euforia al ver a gente en Grimmauld Place, particularmente a Harry, crecía rápidamente para luego estrellarse al darse cuenta de que las pruebas sugerían que habían llegado hacía un buen rato y ni siquiera se habían molestado en decírselo. Sirius sintió que todo su cuerpo se entumecía y cuando sus piernas comenzaron a tambalearse amenazadoramente, se hundió en una silla adyacente.

Sus ojos taladraron tanto a Snape que Sirius se sorprendió de que éste no pudiera sentirlo. A pesar de todo el crecimiento que habían experimentado como una unidad familiar en Navidad, los meses solitarios soportados desde entonces no habían hecho nada para aliviar sus sentimientos de insuficiencia. Cómo lo quemaba estar encerrado en su miseria mientras Snape podía ver a Harry y pasar tiempo con él en Hogwarts todos los días. Hacía que Sirius se sintiera como un extraño en su propia casa y no podía mirar hacia otro lado.

Harry estaba prácticamente acurrucado en los brazos de Snape y cualquiera que no lo supiera podría haberlo confundido fácilmente con el propio hijo de éste. Sin saber qué más hacer, Sirius siguió observándolos y esperando ser notado, aunque pasaron varios minutos antes de que Snape finalmente abriera los ojos.

Parecía bastante confundido mientras miraba a su alrededor. Parpadeando rápidamente, Snape miró a Harry y luego a Sirius, que todavía lo estaba observando sin decir una palabra.

—¿Qué hora es? —preguntó en bajo, haciendo un ligero gesto mientras intentaba desplazar suavemente a Harry más en el medio por su regazo para que su peso estuviera mejor distribuido.

La cabeza de Harry estaba acurrucada en el brazo de Snape tan deliberadamente que a Sirius le preocupaba preguntarse qué podría haber llevado a su ahijado buscar tal consuelo. Se preguntó si había hecho eso antes.

—Las diez y veinticinco —le dijo, mirando el reloj de pie contra la pared detrás de la silla de Snape—. ¿Cuándo habéis llegado aquí?

Trató de mantener su voz uniforme y no agresiva. Snape no era su enemigo, tenía que recordárselo para resistir la tentación de despertar a Harry para que se alejara. Sirius en realidad había llegado a apreciar a regañadientes varias cosas sobre el hombre que había despreciado tanto cuando eran jóvenes. Snape era trabajador, imprescindible, extremadamente valiente y Sirius sabía que amaba a Harry casi tanto como él mismo hacía.

—Llegamos anoche bien tarde —respondió Snape suavemente, con sus ojos negros como hoyos mirando tranquilamente a los de Sirius.

Parecía completamente despreocupado por haber sido atrapado en una posición tan sentimental. Esto sorprendió a Sirius, que casi había esperado que el maestro de Pociones saltara alarmado al ser visto mostrando un calor paternal tan poco característico. Pero éste parecía perfectamente contento de continuar sosteniendo a Harry que aún dormía mientras conversaban.

—Nos encontramos con Dumbledore, por eso no te dijimos que estábamos aquí —explicó con calma—. El director tenía mucha prisa.

Una sombra se apoderó de la cara de Sirius. Despreciaba la forma en que Snape seguía hablando en plural, como si Harry fuera una extensión de sí mismo. Su hijo, en lugar uno que ambos se habían comprometido a cuidar en lugar de sus padres.

—¿No crees que lo que mi ahijado necesita discutir con Dumbledore es una preocupación mía?

—No he dicho lo contrario. —Los ojos de Snape se entrecerraron—. Aunque no estoy seguro de que hubieras estado en algún estado para participar anoche igualmente. —Miró a Harry como para confirmar que todavía estaba durmiendo antes de añadir—: Puedo oler el alcohol en tu aliento desde aquí.

—¿Y? —Sirius refunfuñó—. Me gustaría verte intentarlo y hacerlo mejor, Severus. Encerrado en esta casa sin nadie con quien hablar y sin nada que hacer...

—Creo que lo consideraría unas vacaciones —dijo sarcásticamente.

Sirius se puso rígido en la silla y de repente parecía tan afectado como si lo hubieran abofeteado. ¿Unas vacaciones? Era simplemente una prisión de una forma diferente, Dumbledore sosteniendo las llaves en lugar de los dementores de Azkaban. Una cama cómoda en lugar de un catre, mientras se veía constantemente obligado a tener en cuenta cómo la vida de todos los demás continuaba más allá de esas paredes sin él. ¿Vacaciones? Los dos hombres se miraron el uno al otro de forma beligerante y luego la mirada de Snape pareció bajarse.

—No debería haber dicho eso —cedió en bajo—. Por supuesto, sé que estás sufriendo...

—Me estoy volviendo loco —ladró Sirius con ferocidad, lágrimas de desesperación consumiendo sus ojos. No había tenido a nadie con quien hablar en mucho tiempo y Snape parecía haberse ofrecido como voluntario con su comentario críptico—. Sigo diciendo que no puedo soportar mucho más de esto, pero nadie me escucha o me toma en serio.

—¿Por qué crees que te hice Multijugos? —Snape replicó—. Traté de ayudar... Y puedo hacer más. Siempre y cuando sea seguro.

—Harry no ha contactado ni una vez desde que lo llevaste de vuelta a Hogwarts —dijo éste con voz herida, como si Snape ni siquiera hubiera hablado.

Odiaba lo inseguro que sonaba, pero no había nadie en el mundo que le importara más que su ahijado. Era la única familia que le quedaba, con la que había estado encantado de pasar la Navidad, divirtiéndose y sintiéndose como él mismo una vez más. Le había entristecido exponencialmente no estar en comunicación regular. Era casi más difícil de sobrellevar después de recibir ese pequeño sabor de libertad y felicidad.

—No me había dado cuenta de que había dejado de escribir —dijo Snape en voz baja, mirando a Harry que todavía dormía profundamente. Se volvió para mirar a Sirius—. Sin embargo, su silencio no tenía nada que ver contigo, de eso estoy seguro… —dudó y luego explicó vagamente—. Ha tenido un comienzo muy difícil al nuevo semestre.

—¿En qué sentido? —preguntó preocupado.

—Bueno, para empezar, Dolores Umbridge descubrió su grupo de defensa secreta y trató de expulsarlo anoche —respondió Snape.

Las cejas de Sirius se arrugaron con preocupación.

—Dumbledore fue capaz de calmar todo, ¿espero?

—A su manera —dijo éste lentamente—. Dumbledore asumió la culpa y actualmente está huyendo del Ministerio que intentó arrestarlo anoche. Paró aquí brevemente. Lo seguí porque necesitaba reunirme con él y decidí traerme a Harry.

Eso no era lo que Sirius esperaba que dijera. Un Hogwarts sin Dumbledore era una perspectiva muy aterradora. Umbridge iba a tener un mandato más libre que nunca y la interferencia del Ministerio solo lo empeoraría. Pero Snape no dio más detalles y el silencio cayó entre ellos una vez más. Miraron en direcciones opuestas, volvieron a mirarse y la retiraron de nuevo. Harry seguía durmiendo. Sirius pensó que eso era extraño, ya era bastante tarde para dormir tanto.

—Estuvimos despiertos toda la noche —explicó Snape rápidamente sin ser incitado.

—Oh —Sirius no sabía qué decir. Quería detalles, pero no quería suplicarle a Severus que se los diera.

—Solo quiero que sepas que tenías razón —prosiguió de repente—. En la reunión donde le dijiste a Dumbledore que Harry debería recibir más información en lo que a él le concierne. Debería haber hablado y haberte apoyado entonces. Tenías los mejores intereses de Harry en mente.

—Gracias —respondió Sirius, sorprendido por el giro de conversación.

A veces era extraño aceptar que estaban en el mismo equipo, aunque cuando se trataba de lo que era correcto para Harry, sin duda lo estaban.

Ambos veían a Harry como a un joven de quince años al que proteger, pero manteniéndole informado sobre las circunstancias extraordinarias que se le habían cargado. Ambos aceptaban que podía manejar mucho más de lo que nadie más podría imaginar. No era un niño, aunque todavía era muy joven, y ambos no habrían dudado mover cielo y tierra por él.

—Harry en realidad me hizo preguntas de las que no sabía las respuestas en Navidad y lo dirigí a ti —compartió Sirius—. Sabía que serías honesto. A pesar de que no diste tu opinión a Dumbledore en esa reunión.

La comisura de la boca de Snape se contrajo y su piel pareció palidecer. Parecía estar lidiando con algo dentro de su cabeza. Sirius supuso que todavía era incómodo para Severus hablar con él tan cándidamente después de todo lo que había sucedido entre ellos en el pasado. Era extraño para él también.

Aunque su disgusto a menudo venía de un lugar de culpa, ya que se veía obligado a tener en cuenta la forma en que él y James habían abusado y humillado al chico que luego había huido para unirse a Lord Voldemort. Y qué difícil era para Sirius ahora que se habían vuelto las tornas. Ya no era un héroe popular junto con James. Ahora, Snape estaba en la posición de poder, tenido en alta estima por Dumbledore a pesar de su oscuro pasado, y respetado por sus muchos avances académicos y críticos dentro de la comunidad mágica.

—Yo tampoco tenía la mayoría de las respuestas —dijo Snape con una voz apenas por encima de un susurro—. Es por eso que insistí en que Dumbledore le dijera a Harry la verdad anoche. Le pedí que explicara lo que estaba siendo custodiado en el Departamento de Misterios y el director lo hizo.

—Bueno, definitivamente debería haber sido incluido en esa conversación —dijo éste concisamente—. ¿Tienes alguna idea del infierno por el que estoy pasando? Dices que lo sabes, pero no es así —gruñó—. No durarías una semana con tus propios pensamientos y nada que te distraiga. Admitiste que apenas pudiste resistir a los dementores de Azkaban durante unos días de negociaciones. Yo los soporté durante doce años. Me han dejado aquí solo y tú puedes sentarte con Harry y consolarlo, mientras le dicen cosas importantes. ¿Habías olvidado que existo?

—¿Crees que no entiendo el sufrimiento? —Snape susurró fríamente—. Acabo de regresar de una noche en compañía con el Señor Tenebroso y Bellatrix Lestrange. Las cosas que me veo obligado a hacer... La forma en que le gusta jugar conmigo...

—Me apuntaría sin dudarlo si me sacara de esta casa —dijo Sirius en alto.

Su voz estaba despertando a Harry. Hubo un momento tenso mientras Snape y Sirius se miraban el uno al otro, esperando a ver si Harry iba a abrir los ojos. No lo hizo y la respiración de ambos pareció liberarse a la vez. Lo último que Sirius quería era que Harry lo escuchara discutir con Snape. Los dos habían pasado más tiempo en Navidad juntos de lo que Sirius había pensado que Snape habría accedido, pero sabía lo mucho que había significado para Harry que se llevaran bien.

—Voy a hacerme un poco de café —anunció con rigidez, decidiendo tomar un descanso antes de decir cualquier cosa que no pudiera retractar. Sirius estaba a mitad de camino de la habitación cuando paró y se dio la vuelta para mirar a Snape—. ¿Quieres también?

Sirius supuso que era lo correcto y realmente lo único que podía hacer si quería que siguieran como estaban. Prefería comunicarse con Snape y luego esperar a Dumbledore, que siempre parecía tener un lugar en el que preferiría estar que hablar con él. Sirius se tomó su tiempo bajando las escaleras a la cocina del sótano. Después sacó la varita y desvaneció la gran cantidad de botellas vacías que cubrían la mesa. La agitó sobre la encimera, y comenzó a preparar café y pan tostado con mantequilla para un desayuno simple.

—Oh, cómo lo odiaba su madre... Mi pobre ama, dijo que no era su hijo. Un borracho traidor de la sangre. Dicen que es un asesino...

—Pensé que te dije que te quedaras fuera de cualquier habitación en la que yo esté, Kreacher —gruñó Sirius, mientras su elfo encorvado merodeaba sobre la antigua casa.

Kreacher le dirigió una mirada de profundo odio mientras pasaba por la cocina en su camino a la sala de calderas donde dormía. Sintiéndose aún más malhumorado, aunque apreciaba no ser la única persona en la casa, Sirius cargó tres platos con tostadas con mantequilla, en caso de que Harry se despertara. Llevó café para él y Severus, y luego subió las escaleras.

—Me iría, pero me pidió que no lo hiciera anoche, así que no me siento bien al irme antes de que se despierte por su cuenta —explicó Snape en voz baja, cuando éste volvió a entrar en la habitación. Sonaba mucho más vulnerable de lo que Sirius esperaría que se permitiera ser.

—¿Quién diría que pudieras ser tan indulgente? —dijo Sirius sin más, mientras le daba a Snape la taza de café y ponía un plato de tostadas con mantequilla en la mesilla, donde estaría a su alcance—. ¿Quieres un poco de azúcar? Sólo añadí nata.

—No, esto es... Gracias —dijo Snape, tomando un trago de la taza con su mano libre mientras con la otra continuaba sosteniendo a Harry firmemente.

Sirius se sentó de nuevo en su propia silla e hizo una mueca a su plato. Iba a obligarse a comer ambos trozos de pan tostado sin importar cuánto tiempo le llevara, en protesta directa de su apetito inexistente. La preocupación por Harry estaba dominando su mente en ese momento, cuanto más dormía éste. Era suficiente para ayudar a sacarse del agujero oscuro de su propia depresión. Ahora tenía a alguien más en quien concentrarse.

—¿Así que Harry tuvo una noche difícil? —dijo, mordisqueando la corteza de pan.

—Bastante —respondió Snape, con los ojos fijos en Harry mientras hablaba.

—Bueno, cuéntame qué me perdí —dijo Sirius bruscamente, tomando otro bocado de corteza.

—Está bien —dijo Snape—. Bueno, Harry quería saber qué se está vigilando en el Ministerio. Le dije que es una profecía que se hizo sobre él y el Señor Tenebroso antes de que naciera. Le había dicho eso, pero anoche Dumbledore le mostró exactamente lo que dice...

Snape se detuvo, luciendo exhausto. Sus dedos rodeaban el asa de su taza de café, pero no tomó ni un sorbo. Sirius lo miraba sin pestañear, esperando a que continuara porque definitivamente había más.

—Lo principal de la profecía es que el Señor Tenebroso marcó accidentalmente a Harry como su igual la noche en que fue a matarlo en el Valle de Godric —explicó al final—. La razón por la que tenía la intención de destruirlo era porque la profecía afirma que Harry es el que tiene el poder de vencerlo.

Sirius dejó caer el pedazo de tostada que se había estado llevando a la boca. Ésta cayó al suelo y no la prestó más atención.

—Las profecías son sólo un montón de tonterías —sacudió la cabeza—. Harry no tiene que hacer nada de eso. Está en esto, valiente como sus padres, pero no se le debe exigir más que al resto de nosotros.

—El Señor Tenebroso cree mucho en esto —dijo Snape con cuidado—. Y me temo que su curso ya ha sido establecido. Pero hay más... —Tomó aliento—. La línea más importante de la profecía establece claramente que "uno deberá morir a manos del otro pues ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva". El Señor Tenebroso aún no ha escuchado esa parte, solo conoce el principio.

—Eso es... —Sirius negó con la cabeza—. ¿Ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva? —repitió.

—Sí —dijo él con firmeza, pareciendo profundamente angustiado mientras miraba a Harry con tristeza.

Harry dormía pacíficamente como si no hubiera recibido un final tan aterrador y aparentemente sin esperanza. Ahora Sirius entendía por qué Snape sostenía a Harry con tanto cuidado, como si no deseara nada más que su comodidad, porque era sólo en sueños dónde podía escapar de esa pesada carga. Aunque Sirius sabía con confianza que cuando Harry se despertara, sería implacable y estaría listo para luchar como si no fuera asunto de nadie.

—No está solo —dijo Snape en voz baja—. Eso es lo que le dije anoche y también lo hizo Dumbledore. Obviamente Harry tenía miedo, pero lo aceptó de todos modos porque es valiente y sabe que está rodeado de personas que desean que esto termine con él.

—Completamente —dijo Sirius, sus ojos llenos de lágrimas.

—Por eso tienes que empezar a luchar por tu vida, Sirius —dijo Snape con firmeza—. Necesitas ser fuerte para él porque, ¿dónde estará sin ti? Te necesita en esta lucha.

Sirius lo miró pareciendo impotente y horrorizado. Era como si estuvieran ofreciendo al hijo de James como el rostro de una misión condenada al fracaso. Porque no importaba cuánto Sirius siempre había creído en luchar contra Voldemort y trabajar para debilitar a su ejército, nunca podría haber imaginado que alguien se enfrentara a él de hombre a hombre y tuviera alguna posibilidad de supervivencia. Excepto tal vez Dumbledore.

Sí, Harry había evadido la muerte antes, pero gran parte de eso era casualidad y nadie podía explicar efectivamente por qué. Sirius de repente sintió la necesidad de coger a Harry y huir. Nadie lo iba a enviar a su muerte tan horriblemente, sin importar lo que una profecía dijera a lo contrario.

—Severus, tú y yo juramos protegerlo —dijo Sirius pesadamente—. Nos hicimos una promesa e hicimos una a sus padres de que lo mantendríamos a salvo.

—Tengo toda la intención de mantener esa promesa —respondió él—. No va a morir. Eso es lo primero que le dije anoche cuando la escuchó.

—Yo también debería haber estado ahí —dijo Sirius con amargura.

—Lo siento —Snape se disculpó en voz baja, mirándolo con sus ojos oscuros brillando.

Sirius lo fulminó con reproche.

—No vuelvas a desautorizar mi posición con mi ahijado.

Estaba dispuesto a compartir, entendiendo que lo mejor para Harry era tenerlos a ambos, pero se negaba a quedarse fuera de asuntos importantes mientras Snape se hacía cargo solo. Eso era algo que no toleraría. Arruinaría todos sus esfuerzos para crecer juntos si Snape faltaba al respeto con eso.

—No lo haré —dijo éste con resignación—. Lo entiendo... Pero escucha esto. El Señor Tenebroso está considerando salir de su escondite para poner sus manos sobre la profecía. Lo discutimos anoche.

—De acuerdo —murmuró Sirius. 

Su corazón todavía se sentía como si se estuviera hundiendo en el pecho mientras observaba a Harry y esperaba más que nada que tuvieran éxito en mantenerlo a salvo. No estaba exactamente interesado en lo que Voldemort estaba haciendo en ese momento.

—Sirius, piénsalo —dijo Snape con impaciencia, y éste alzó las cejas hacia él—. Una vez que el Ministerio sepa que él ha regresado y comiencen a arrestar a los Mortífagos de nuevo, sabrán que no eres uno. No tienes la Marca Tenebrosa. Dumbledore podrá probar tu inocencia. Va a terminar... Muy pronto, al parecer. Vas a ser un hombre libre de nuevo.

Sirius le miró fijamente. Ambos sabían lo que eso significaba y, de hecho, se sonrieron el uno al otro, tal vez por primera vez en sus vidas. Unidos en un solo objetivo, por el amor hacia un chico. Sirius pronto podría ocupar su lugar en la esfera pública como el padrino de Harry Potter. Lo que eso significaría para su familia y su forma de vida solo podría ser maravilloso. La profecía se cumpliría con el fin de Lord Voldemort, porque no había otro camino. Harry y Sirius simplemente tenían demasiado por lo que seguir viviendo.

—Preparémonos —dijo Sirius con firmeza, sintiéndose tal vez completamente despierto por primera vez en semanas.

Saber que había una oportunidad de recuperar su vida era como ser sacado de las aguas que habían estado a punto de ahogarlo. Ahora podía respirar de nuevo. Podía perseverar.

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