Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
All Chapters Forward

Necesario pero indeseado

El regreso de los seguidores más fieles del Señor Tenebroso resaltó el nivel de miedo en el que vivían sin parar los que lo habían renunciado. Los mortífagos que habían soportado los dementores casi catorce años habían sufrido enormemente y resentían mucho a aquellos que habían evadido la captura traicionando a su amo.

Los que habían salido de Azkaban se habían agrupado alrededor de Voldemort con una devoción y un anhelo que no podían ser igualados por aquellos que habían sido devueltos al servicio de sus cómodas vidas. Eran más agresivos que sus contrapartes, impulsados por la locura, con un hambre insaciable de venganza por todo lo que habían perdido. Su regreso era sinceramente lo que más habían deseado, pero ninguno tan grandemente como Bellatrix Lestrange, que había sido restaurada a su lugar a su derecha.

—Snape ha vivido en el bolsillo de Dumbledore todos estos años —siseó Bellatrix en el oído de Voldemort—. Podría estar diciéndonos lo que ese viejo tonto amante de los muggles quiere que escuches.

—Bella duda de ti, Severus. —Voldemort sonaba entretenido, sus ojos rojos brillando mientras miraba al hombre que más había apreciado hasta hacía poco—. ¿Qué tienes que decirle?

—Digo que toda la evidencia que tenemos apoya mi información, mi señor —dijo éste con calma, sosteniendo la mirada de su amo e ignorando el resoplido de incredulidad de Bellatrix.

Snape no había sido invitado más cerca como lo habría sido normalmente. Lo habían dejado de rodillas, mirando al Señor Tenebroso y a su renovada favorita. Bellatrix estaba como Snape la recordaba: cabello rizado alocado y oscuro, una sonrisa retorcida y enferma, y ojos muy caídos, a pesar de que Azkaban le había robado la mayor parte de su belleza.

Al igual que Sirius Black, Bellatrix había envejecido prematuramente. Su cráneo era visible a través de su piel y se veía tan psicológicamente trastornada por fuera como Snape sabía que estaba dentro. Bellatrix le estaba dando una mirada de profundo odio, indignada de que pudiera proporcionarle al Señor Tenebroso cosas que ella no podía. Había nacido una rivalidad y la posición de Snape se había vuelto aún más peligrosa.

—Escucho muchas cosas útiles desde el bolsillo de Dumbledore, Bellatrix —sonrió Snape—. No sabría todo lo que sé si hubiera estado consumiéndome en Azkaban todo este tiempo, así que espero que Mi Señor esté complacido.

—Él nos deshonra al resto de nosotros —se quejó Bellatrix, inclinándose aún más cerca de Voldemort—. Yo, quien soy quien más te ama. Felizmente me entregaría a los dementores antes de rechazarte, mi señor.

—En mi fiesta de renacimiento les prometí a los demás que seríais recompensados más allá de todos vuestros sueños, Bella —le aseguró Voldemort—. Y Lord Voldemort no se ha olvidado de ti.

—Mi Señor sabe que solo deseo servirlo —dijo ella apasionadamente, con los ojos llorosos de emoción mientras le agarraba la mano y besaba cada uno de los dedos largos y pálidos a su vez.

Snape permaneció perfectamente quieto en el suelo, a pesar del dolor en sus rodillas. No se movió en su lugar ni se atrevió a enderezarse a una posición más cómoda. Vio a Bellatrix prácticamente acariciar la parte superior de la mano del Señor Tenebroso. Vio su lengua salir de su boca para rozarla, jadeante. Sus pechos se agitaban con pasión y sin aliento. Bellatrix se deslizó de su silla para que ella también estuviera de rodillas, todavía agarrando su mano. Voldemort le sonrió retorcidamente por un largo momento y luego se volvió hacia Snape como si de repente recordara que todavía estaba allí.

—No me has saludado adecuadamente, Severus —dijo éste, en su voz fría y aguda.

—Mi Señor, ¿puedo acercarme? —preguntó y esperó una señal antes de arrastrar los pies sobre sus rodillas adoloridas. Agarró el dobladillo de las túnicas de Voldemort y lo besó—. Amo —murmuró, repitiendo el acto.

Mientras tanto, Bellatrix lo miraba tan enfurecida como si hubiera intentado meterse en la cama con ellos. Snape aceptó la mano disponible de Voldemort y apretó los labios contra ella. No gimió como Bellatrix; miró fijamente el rostro del Señor Tenebroso con una mirada calculadora y racional.

—¿Así que Dumbledore piensa que sólo Potter o yo podemos recuperar con éxito la profecía? —confirmó Voldemort.

—Sí, mi señor —asintió Snape, soltando su mano y doblando la suya delante de él—. Dumbledore está seguro.

—Muy inconveniente, cuando Potter está protegido tan bien como él —se lamentó.

—¿Por qué Snape no te lo trae a ti? —se mofó Bellatrix y el Señor Tenebroso le sonrió.

Snape presionó sus rodillas contra el suelo y usó el dolor físico para mantenerse concentrado. Unas inspiraciones en hondo impidieron que su corazón se acelerara. Snape estaba concentrando casi toda su energía para mantener su cuerpo tranquilo e indiferente en ese momento. No sudó, no entró en pánico y su cara no reveló nada.

Entretanto, sentía que su mente estaba siendo aplastada mientras trabajaba rápidamente para cerrar pensamientos y emociones que revelarían su amor por Harry. Snape puso a James Potter al frente de su mente, más útil en muerte de lo que él lo hubiera considerado vivo.

Se centró en recordar cómo se había sentido estar colgado desnudo boca abajo en el aire frente a una multitud que se reía, con James y Sirius debajo, haciendo reverencias a los vítores de sus admiradores, mientras usaban sus varitas para hacerle girar en círculo. Snape proyectó todo su dolor y humillación sobre Harry, tan idéntico en apariencia a su padre que fue muy fácil, y empujó todo lo bueno en su corazón. El odio irradiaba a través de sus venas y Voldemort no tenía ninguna razón para dudar de su lealtad.

—Ciertamente, podría —respondió Snape en un tono regular y los ojos del Señor Tenebroso brillaron—. Sin embargo, necesitaríamos un señuelo de algún tipo para evitar que la ausencia de Potter se detecte de inmediato. También un medio de persuasión, porque sé que Potter ha mostrado una resistencia competente a la Maldición Imperius. No será fácil hacerle coger la profecía por la fuerza.

—¿Persuasión? — dijo Bellatrix y se rio maníacamente—. Déjamelo a mí, Snape. Haré que el chico haga lo que yo quiera que haga.

—Potter me pertenece, Bella —dijo Voldemort, todavía permitiéndole que agarrara su mano—. Mis mortífagos tienen órdenes estrictas de no dañar un pelo de su cabeza. Tendremos que encontrarte a alguien más.

—Mi Señor, no será necesario que le haga daño para entregártelo —dijo Snape, en un tono que sugería una desesperación por demostrar que era digno—. Puedo hacerle venir por su cuenta. Se puede hacer rápidamente.

—Pero no sin que Dumbledore lo detecte. —Voldemort agitó su mano libre hacia él con desdén—. Y entonces, ¿de qué me servirías, Severus? ¿Quién me daría acceso a Dumbledore y Hogwarts entonces?

—Mi Señor, podría ser posible... —Snape sonaba esperanzado.

—No pierdas mi tiempo con esquemas arriesgados —dijo éste enojado—. Llamarías más la atención sobre lo que estamos tratando de hacer que si solo fuera al Ministerio y buscara la profecía yo mismo.

—¿No lo estás considerando? — jadeó Bellatrix—. Mi Señor, no... Encontraremos una manera de burlar esa condición. Rookwood solía trabajar en el Departamento de Misterios, nos puede aconsejar.

—No hay forma de evitarlo —le dijo Snape con impaciencia—. Pero si eliminamos la guardia de la Orden, entonces será posible que la profecía se recupere de manera segura. De esa manera la seguridad en el Ministerio es fácilmente penetrable.

—Amo, parece demasiado peligroso —advirtió ella.

—Necesito esa profecía —le dijo Voldemort fríamente, retirando su mano finalmente de su alcance—. La tendré.

—Haremos que la consiga —le aseguró Snape con confianza.

Sin embargo, después de ser echado, pensó amargamente que Dumbledore podría haber hecho de este un proceso mucho más simple. A Snape le parecía que, a pesar de los mejores esfuerzos de la Orden, no podían hacer más que retrasar satisfactoriamente al Señor Tenebroso de escuchar la profecía. No si estaba considerando ir al Ministerio para obtenerla él mismo. Al final, Voldemort obtendría lo que codiciaba y Snape sintió que tendría más sentido para él transmitir esa información en su lugar. Sería recompensado grandemente por tal servidumbre.

Aunque cuando llegó a las puertas de Hogwarts, Snape se distrajo temporalmente por una escena muy caótica desarrollándose.

—¡No puede haber desaparecido! —alguien gritaba, a pesar de que se acercaba la medianoche y Snape había esperado que los terrenos estuvieran desiertos.

Tratando de ver en la oscuridad, pudo distinguir la bata rosa de Dolores Umbridge en la distancia. Era ella la que hablaba más fuerte, pero también había otras voces frenéticas y personas corriendo fuera por el colegio.

—Silencio. —Snape apuntó la varita a la puerta de hierro para que no crujiera ruidosamente como lo haría en general cuando se permitía entrar.

Estaba decidido a permanecer desapercibido por Umbridge y sus socios. Caminó por las sombras rápida y silenciosamente, y se deslizó dentro del castillo a través de una entrada lateral que muy pocos conocían. Snape se apresuró hacia el despacho del director, ansioso por averiguar qué había sucedido en su ausencia. Solo a mitad del pasillo se encontró con Minerva McGonagall, quien iba con dos estudiantes a cada lado.

—¿Estudiantes fuera de la cama? —preguntó Snape con severidad.

—Me temo que eso no es ni la mitad de esta noche, profesor Snape —dijo Minerva concisamente.

Cuando Snape se acercó, vio que Harry era uno de los dos detenidos. La profesora McGonagall aferraba firmemente el cuello de las túnicas de Harry con una mano y con la otra agarraba a una chica que Snape no podía identificar de inmediato porque se cubría la mayor parte de su rostro.

—¿Qué le ha pasado a la señorita Edgecombe? —preguntó Snape con preocupación, una vez que identificó a la alumna de sexto de Ravenclaw.

Los extraños ojos marrones en blanco de Marietta se llenaron de lágrimas cuando comenzó a llorar ante la pregunta. Todavía sostenía su túnica para cubrirse la cara.

—No te preocupes por ella —dijo ésta con impaciencia—. Tenemos problemas más grandes en este momento. Dumbledore...

—¿Tiene esto algo que ver con por qué Dolores Umbridge está de pie fuera del castillo gritando? —preguntó Snape.

—Albus tuvo que huir esta noche —dijo Minerva, parpadeando rápidamente y agarrando a Harry y Marietta con más fuerza que nunca.

—Ya veo —dijo él en voz baja, mirando a Harry que aún no había hablado o lo había reconocido de ninguna manera—. Parece que me he perdido mucho esta noche. Ya me encargo de Potter aquí, profesora McGonagall, y le dejaré que lleve a la señorita Edgecombe.

—Muy bien —respondió ella.

Ella liberó a Harry de inmediato, quien se tambaleó ligeramente y cuya mano se extendió para masajear su cuello.

—No quiero ir contigo —le dijo a Snape en voz baja, pero McGonagall y Marietta ya se estaban alejando.

—Desafortunadamente para ti, no te he preguntado qué quieres —respondió él bruscamente—. Y no creo que estés en una posición en este momento para hacer demandas. Ahora necesito saber qué ha pasado aquí esta noche. — Harry se revolvió los pies y parecía receloso de hablar—. No me hagas preguntarte de nuevo —dijo con una advertencia.

—UmbridgeseenteródelED —dijo deprisa en un murmullo incoherente, mirando hacia el suelo.

—¿Disculpa? —dijo Snape en voz baja.

Harry respiró hondo y levantó la cabeza antes de intentarlo de nuevo.

—Umbridge se enteró del ED —habló claramente hacia una armadura situada directamente detrás de Snape—. Esa chivata, Marietta, le dijo...

—Ya veo —respondió Snape—. Y el profesor Dumbledore tuvo que huir esta noche. ¿Por qué?

—Porque le dijo al Ministro que el grupo era idea suya —confesó Harry, que seguía pareciendo horrorizado mientras volvía a mirar sus zapatos—. Para que no me expulsaran.

—Ya veo —repitió.

No quería pensar en las repercusiones de ya no tener a Dumbledore en Hogwarts. No sólo lo que eso significaría para el colegio, aunque la perspectiva de que Dolores Umbridge tuviera el control total de Hogwarts no era algo en lo que Snape quisiera pensar. Sin embargo, estaba más preocupado por lo que esto podría significar para la seguridad de Harry. Si el Señor Tenebroso se enteraba de que Dumbledore no estaba cerca para protegerle en ese momento, podría reconsiderar su manera de proceder.

—Ven conmigo —ordenó Snape.

Harry negó con la cabeza, desafiante.

—No quiero quedarme contigo. Solo quiero volver a mi dormitorio.

—No te vas a ir a dormir a ningún lado en este momento —le informó—. Tenemos que ir a buscar a Dumbledore. No quiero esperar hasta la mañana.

—¿Sabes a dónde fue? —preguntó Harry—. Le dijo a McGonagall que no se iba a quedar en Grimmauld Place.

—Espero que se haya pasado al menos por el Cuartel. Eso hará las cosas mucho más fáciles para nosotros —respondió Snape, desabrochando el cierre de su larga capa de invierno. Se lo quitó y lo puso sobre los hombros de Harry antes de que el chico pudiera oponerse—. Hace frío afuera —explicó simplemente.

—Gracias —dijo él en voz baja, poniéndoselo bien antes de seguir a Snape por el pasillo. Luego susurró cuando llegaron a la puerta lateral para salir—: Olvidé mi capa de invisibilidad en el ED.

—Es demasiado arriesgado volver atrás. Sólo tengamos cuidado —dijo él en voz baja—. Apégate a las sombras y tan pronto como estemos fuera de los terrenos de Hogwarts, vamos a desaparecer. ¿Comprendido?

—Sí —Harry asintió.

Snape condujo el camino de regreso a las puertas por las sombras de árboles que bloqueaban la luz de la luna y las estrellas. Podía ver algunas varitas brillando en la distancia, pero ya nadie gritaba. Parecían haber aceptado la derrota. Harry y Snape corrieron juntos por la nieve y tan pronto como pasaron el punto de no aparición, Snape agarró su brazo para tirar de él hacia adelante.

Aterrizaron en los escalones delanteros del número doce de Grimmauld Place y Harry inmediatamente se movió fuera del alcance de Snape. Entraron juntos silenciosamente en la casa. El lugar estaba oscuro y tranquilo. Sirius probablemente estaba dormido arriba y nadie fue a saludarlos. Harry se quitó la pesada capa de Snape y la colgó junto a la puerta.

Entonces éste levantó su varita y el vapor de plata se expandió para convertirse en un patronus corpóreo completo en forma de cierva. Ésta era bella, elegante y caminó delante de ellos por el pasillo, antes de mirar por encima del hombro para asegurarse de que iban a seguirla.

—Nos está diciendo que Dumbledore está aquí —explicó Snape en voz baja, mirándola con una expresión extraña en su rostro.

No le gustaba lanzar el encantamiento muy a menudo porque revelaba demasiado sobre él: su vulnerabilidad, y dónde estaba y siempre estaría su corazón. Snape no sabía si Harry entendía la magia en ese momento o incluso si sabía que el patronus de Snape era idéntico al de su madre. Encarnaba la bondad y el amor que Lily tanto inspiró, incluso en muerte, y que Snape siempre había fallado a estar a ese nivel.

Los dos siguieron a la cierva por el pasillo y entraron en un estudio donde se guardaban pergaminos e informes para la Orden. Harry nunca había estado aquí antes y Snape solo brevemente en el pasado, pero Dumbledore se encontraba leyendo cómodamente en medio de todo como si eso hubiera sido lo que había planeado todo el tiempo. Parecía sorprendido al verlos a ambos de pie allí y su expresión pareció un poco grave cuando sus ojos se posaron en Harry. La cierva le dio a Snape una última mirada de devoción antes de desvanecerse en la nada.

—¿Qué os trae a los dos aquí? —preguntó Dumbledore con calma, colocando un rollo de pergamino en su regazo.

—Profesor Dumbledore, lo siento mucho —dijo Harry con urgencia, avanzando antes de que Snape pudiera decir algo—. No deberías haber hecho eso por mí.

—Harry, lo haría de nuevo en un abrir y cerrar de ojos —dijo él de forma reconfortante—. No has hecho nada malo, en realidad has hecho mucho bien, inspirando y ayudando a tus compañeros durante todo el año. —Miró a Snape—. El profesor Snape y yo hemos estado muy orgullosos de ti —sonrió con cuidado—. Esperaba que no llegara a esto, pero es lo que es y el Ministerio pronto lamentará mucho sus acciones esta noche.

—Creo que eso ya está sucediendo —dijo Snape—. Regresé de una reunión, y descubrí a Umbridge y a algunos otros buscándote frenéticamente.

—Sí, el propio Ministro incluso se unió a mi grupo de búsqueda —sonrió Dumbledore—. No debo dejar que se me suba a la cabeza. —Repentinamente volvió a parecer sombrío—. ¿Cómo estuvo esta noche, Severus?

—Podría haber sido peor. —Snape se encogió de hombros ante la preocupación—. Hablamos principalmente sobre la profecía, y por eso he traído a Harry conmigo. Él y yo ya no tenemos secretos entre nosotros. No quiero discutir asuntos importantes que conciernen a Harry sin él presente.

—¿Y qué dices a eso, Harry? —preguntó Dumbledore con curiosidad, mirándolo sobre sus gafas de media luna con interés.

—Estoy de acuerdo con el profesor Snape —dijo en voz baja. Dumbledore asintió lentamente y Harry se acercó al lado de Snape como lo había hecho en el pasado.

—Bueno, eso es lo que es importante —dijo éste gentilmente—. Muy bien, Severus. Haremos esto a tu manera.

Forward
Sign in to leave a review.