
Las preguntas de su hijo
Era milagroso lo mucho que se podía revivir una vida robada a través de las propiedades de una mezcla de mal sabor que era difícil de tragar, pero eso era exactamente lo que la Poción Multijugos había hecho por Sirius. Él y Harry habían salido juntos todos los días de las vacaciones de Navidad, disfrutando de la manera discreta en que podían navegar por senderos helados y parques de carámbanos. No hacían mucho y hacían todo al mismo tiempo, fijándose una costumbre, y Harry supo que Sirius nunca volvería a ser prisionero de nadie.
—¿Aceleran sobre esto en la nieve?
El señor Weasley parecía perfectamente encantado, estando fuera de la Madriguera con una pesada túnica atada sobre un pijama a rayas, luciendo bastante como lo había estado antes, aunque un poco más cansado. Le habían dado de alta del hospital hacía unos días y se había estado recuperando bien en casa desde entonces. Esperaba volver al trabajo en otro par de semanas.
—¡Increíble! —exclamaron Fred y George juntos mientras salían corriendo de la casa para ver de qué se había tratado la conmoción. Hermione, Ron y Ginny iban detrás de ellos.
—Imagina si pudiéramos encantar esto para volar, papá —dijo George—. No tendría nada que ver con tu viejo Ford Anglia.
—Tu madre nos mataría, chicos —dijo riendo el señor Weasley—. Pero Sirius y Harry parecen haber tenido más que suficiente diversión todavía firmemente en el suelo.
Era cierto. Su rostro cubierto por un pasamontañas, nadie podía ver cuánto estaba sonriendo Harry. Estaba sentado en la parte trasera de una motonieve roja brillante que él y Sirius habían comprado hacía un par de horas en una tienda de muggles en el amigable pueblo de Ottery St Catchpole sólo porque habían querido. Sirius había estado anhelando un poco de velocidad y Harry había sido el que lo había alejado de los pensamientos de su motocicleta voladora. Sentía que montar un vehículo muggle ilegal y encantado en el cielo podría caer en la categoría de lo que Snape consideraba innecesariamente estúpido. También habían acordado que el señor Weasley estaría encantado de tenerla una vez hubieran terminado con esa excursión.
—Es para usted, señor Weasley —dijo Harry alegremente, y vio a todos los presentes mirarlos con sorpresa.
Si bien reconoció que era bastante fuera de lo común derrochar en algo tan espontáneo, costoso y poco práctico, la única preocupación de Sirius había sido divertirse un poco y compartir eso con alguien que creía que lo merecía.
—Un regalo de bienvenida a casa... Un gracias por tu servicio... Algo para que mejores pronto para que puedas probarla tú mismo —dijo un hombre con el pelo rojo atado en una cola de caballo que había tomado la forma exacta de Bill Weasley, pero que todo el mundo en la Madriguera ya sabía que era realmente Sirius disfrazado.
—Ni siquiera sé qué decir —tartamudeó el señor Weasley, mirando la motonieve con el más profundo afecto—. ¿Funciona con combustible? ¿Tiene motor?
—Sí, exacto —se rio Harry, sintiendo una oleada aún mayor que la de felicidad sobre la que había estado durante todas sus vacaciones de Navidad.
Sabía que al señor Weasley le encantaba todo lo relacionado con los muggles. Tenía un cobertizo detrás de su casa que estaba lleno de todo tipo de cosas que había recolectado en redadas para la Oficina contra el Uso Indebido de Artefactos Muggles. Una motonieve nueva y elegante sería la joya de la corona de su colección, y le había dado a Sirius y Harry algo de diversión para una escapada final antes de regresar a Hogwarts mañana para el nuevo semestre.
—¿Sólo la cogiste y la compraste, así como así? —Hermione preguntó con asombro.
—De un golpe —respondió Sirius, acariciando las asas con cariño con una mano envuelta en un guante de lana.
—Nos hemos turnado para conducirla —les dijo Harry, mientras se bajaba y se adentraba en la nieve profunda—. Fuimos por toda la ciudad y por los senderos detrás de las granjas.
Se bajó de la motonieve, y se acercó a pararse entre Ron y Hermione. Habían pasado unos días desde que los había visto, porque cuando todos habían regresado para quedarse en la Madriguera después de dar el alta al señor Weasley en San Mungo, Harry había elegido quedarse con Sirius.
—¡Eso es magnífico! —exclamó Ron—. ¿Puedo probar yo también, Sirius?
—Por supuesto que puedes —respondió Sirius, deslizándose inmediatamente del asiento y haciendo un gesto para que este tomara su lugar—. Para eso la conseguí. Todo el mundo puede tener un turno.
—Ron, nunca has conducido algo como esto antes. —Hermione pareció repentinamente preocupada.
—Tampoco Harry —dijo Ron, poniendo los ojos en blanco, mientras se subía al asiento y tomaba ambos manillares en sus manos.
—No puede ser más complicado que un palo de escoba —añadió Ginny, mientras se apresuraba a subirse a la espalda detrás de su hermano—. Sólo no me tires, Ron.
—No golpees un árbol —aconsejó Fred.
—O a un gnomo —añadió George—. ¿Estás seguro de que es una buena idea?
—Estará bien —dijo el señor Weasley con entusiasmo, observando ansiosamente cómo Sirius le explicaba cómo encender el gas para que funcionara—. ¿Y los frenos?
—Creo que se supone que debes sumergirte en la cumbre de nieve —dijo Fred sarcásticamente, pero Sirius explicó cómo soltar el gas y detenerse gradualmente.
—Un galeón a que el pequeño Ronniekins se cae al suelo con la cara enterrada antes de abandonar el huerto —apostó George, y los gemelos estallaron en un rugido de risas maníacas que terminó abruptamente cuando vieron a su madre salir corriendo al frío con la mirada agotada, sin usar nada más que un vestido de noche y un delantal.
—Arthur, realmente no deberías estar fuera en esto —imploró a su marido sin aliento, mientras Fred y George alzaban sus varitas y gritaban "accio escoba" al mismo tiempo detrás de ella—. El sanador de San Mungo te hizo prometer que te lo tomaras con calma.
—Molly, estoy bien —sonrió el señor Weasley, mientras el palo de escoba convocado por Fred pasaba cerca de su oreja izquierda—. Estoy admirando mi nueva motonieve de Sirius y Harry, luego voy a entrar y tomar mi chocolate caliente mientras los niños toman la oportunidad de disfrutarla.
—Tu... —La señora Weasley miró fijamente la motonieve sobre la que su hijo e hija estaban sentados, como si acabara de notar esto—. Pero... —dudó en decir más, ya que Ron arrancó y la moto se sacudió hacia adelante de manera bastante abrupta.
—Solo trata de relajarte y dejar que haga el trabajo —dijo Sirius, mientras Ginny murmuraba algunas palabras mientras se levantaba del suelo, después de haber sido arrojada por la sacudida.
—¿Esto es seguro? —preguntó la señora Weasley con escepticismo.
—Definitivamente no, mamá —dijo George felizmente, mientras montaba su escoba—. Al menos no cuando Ron la está manejando.
—Cállate —dijo Ron, antes de intentarlo de nuevo y esta vez logró mantener su mano firme sobre ella. Se deslizó sobre la nieve, con Ginny vitoreando desde atrás mientras se aferraba a la cintura de su hermano. Fred se había subido a su propia escoba ahora, y tanto él como George subieron al cielo para seguir su progreso, como grandes pájaros molestos. Sirius corrió junto a ellos durante un par de pasos, gritando palabras de aliento, antes de que Ron cogiera velocidad y ya no pudiera seguir el ritmo.
—Simplemente ingenioso cómo estos muggles han aprendido a arreglárselas sin magia —expresó brillantemente el señor Weasley—. ¿No crees, Molly querida?
—¿Qué? Oh, supongo —dijo la señora Weasley distraídamente—. Pero realmente no deberías quedarte aquí demasiado tiempo...
—No lo haré —prometió el señor Weasley, compartiendo una mirada cómplice con Sirius, que se había acercado hasta donde estaban, con sus pantalones cubiertos de una capa de nieve que la motonieve le había tirado—. Gracias por esto, Sirius, realmente no puedo pensar en nada más fascinante.
—Sólo estamos contentos de tenerte de vuelta, Arthur —dijo Sirius amablemente, mientras se quitaba la nieve—. No se te veía muy bien por un minuto.
—No, en absoluto —convino el señor Weasley—. Pero bien está lo que bien acaba. Entonces, ¿tú qué dices, Hermione? ¿Quieres el siguiente turno?
Pero la señora Weasley, que parecía haber olvidado temporalmente su propósito de salir en primer lugar, lo recordó de repente cuando se volvió hacia Harry alarmada, antes de que Hermione
tuviera la oportunidad de responder.
—Harry, el profesor Snape acaba de llamar hace un minuto para ver si estabas aquí.
—¿De verdad? —dijo Harry distraídamente, concentrado en mantener a la vista la luz brillante de la motonieve a través del campo oscuro.
A pesar de las burlas de sus hermanos, Ron había logrado conducir con éxito sobre la propiedad a una gran velocidad constante por el momento.
—¿Qué quería? —preguntó.
No había estado en contacto con Snape durante un par de días, pero no estaba realmente preocupado. Mientras Snape había celebrado la Navidad con ellos, y había estado de ida y vuelta unas cuantas veces para verlo desde entonces, este era el tiempo de Harry con Sirius. Si Snape había estado con Voldemort, o si hubiera pasado algo malo, el cuartel general habría estado en un ajetreo y no había sido así. Una vez que los Weasley y Hermione habían regresado a la Madriguera, Harry y Sirius realmente habían tenido sólo el lugar para ellos.
—En realidad, querido, me temo que quiere que tú y Sirius volváis a Grimmauld Place de inmediato —dijo la señora Weasley disculpándose.
—¿Por qué? —Harry frunció el ceño, porque estaba seguro de que esto no era algo que Snape normalmente solicitaría.
No tenía ninguna razón para estar molesto con lo que él y Sirius habían estado haciendo esa tarde, porque Sirius había tomado la Poción Multijugos responsablemente y ninguno de ellos había tomado riesgos innecesarios.
Miró a Sirius que parecía estar pensando lo mismo que él.
—Algo debe haber pasado...
—Creo que sí, pero no podía soportar preguntar en ese momento —admitió la señora Wealsey, con aspecto bastante tenso—. Estoy segura de que todos lo sabremos muy pronto, pero ahora mismo Severus acaba de pedir que ambos regreséis lo más rápido posible. Creo que Dumbledore también estaba en camino.
—Entonces debe ser serio. —El señor Weasley parecía un poco preocupado, mientras Harry y Hermione se miraban el uno al otro—. Molly, ¿no crees...?
—No, Arthur, se supone que deberías estar descansando —dijo la señora Weasley con severidad—. Lo que sea que esté sucediendo en el Cuartel ahora no es de nuestra preocupación en este momento. Necesitas curarte y dejar que alguien más maneje las cosas.
—Tiene razón, Arthur, pero os mantendré informados —dijo Sirius—. Por suerte, la poción se iba a agotar muy pronto de todos modos o estaría más irritado. Dile a Bill que gracias por su pelo.
—Estaba contento de ayudar —sonrió la señora Weasley—. Tal vez podrías tomar más y venir a cenar la próxima semana.
—Gracias, Molly —dijo este gentilmente, dando un golpe a Harry en la espalda—. ¿Listo?
—Sí —convino él, que se sentía muy alerta en ese momento, preguntándose exactamente qué iría mal. Miró a Hermione—. Te contaré a ti y a Ron todo en el tren mañana.
—Espero que no sea nada demasiado serio —dijo Hermione, muy preocupada de que algo pudiera haber alarmado tanto a Snape como a Dumbledore a esas horas.
Sin embargo, el señor Weasley se había escapado por muy poco y las cosas habían estado tal vez demasiado tranquilas en las últimas semanas. Nada parecía realmente fuera del ámbito de las posibilidades.
—Dile a Ron que no podía esperar —dijo Harry, mientras se despedía del señor y la señora Weasley, y luego caminaba por la nieve con Sirius hasta que llegaron al lugar justo fuera de la puerta del jardín donde podrían aparecerse.
Harry se aferró al brazo de Sirius y desaparecieron como uno solo, reapareciendo frente al Número Doce de Grimmauld Place casi al instante.
Las luces brillaban a través de las ventanas y el árbol reluciente seguía iluminado. Desde el exterior, se veía exactamente como la habían dejado, pero Harry no perdió el tiempo para subir los escalones de piedra hacia la puerta y entrar. Podía distinguir el sonido de voces elevadas que venían del pasillo, pero esperó a que Sirius le alcanzara antes de pasar, notando cómo el pelo rojo de Bill se oscurecía cuando entró. Su cara redonda, tan pecosa que parecía bronceada, había comenzado a perder su completitud. Palideció y se endureció. Sus ojos se hundieron más en su rostro y cambiaron de color, sus labios estaban adelgazando y se encogió media pulgada. Harry vio a Sirius metamorfosearse de nuevo en sí mismo y luego fueron juntos por el pasillo.
—¿Qué propondrías hacer de manera diferente si tuvieras la oportunidad? —Dumbledore estaba diciendo.
—Todo —soltó Snape—. Podríamos haber hecho todo diferente.
Harry dio un paso a la vuelta de la esquina hacia la habitación y descubrió a Snape paseando por la sala de estar con una expresión en su rostro que lo hacía parecer lleno de dolor. Aunque se quedó helado cuando vio a Harry y Sirius entrar en la habitación, y el alivio pareció inundarlo. Dumbledore también sonrió de una manera tensa cuando los vio. Estaba sentado a la mesa con las yemas de los dedos apretadas, como si estuviera orando profundamente.
—Gracias por responder tan rápido —dijo Dumbledore en voz baja—. Buenas noches a los dos.
–¿Qué está pasando? —preguntó Sirius, acercándose a la mesa y de pie frente a Dumbledore, con las manos apretando el respaldo de la silla—. ¿Alguien más está herido?
—No por el momento —respondió él con calma—, pero Severus acaba de aprender algo desafortunado, si no imprevisto. Necesitábamos traeros de vuelta a salvo cuando mucho es incierto.
—Ha habido una fuga masiva de Azkaban —dijo Snape enojado y automáticamente reanudó sus pasos.
Harry lo vio trazar su dedo por su boca y recordó lo cansado que había estado Snape la noche que había regresado de visitar la prisión en verano. Snape había pasado días en el Mar del Norte negociando este acuerdo para Voldemort y, a pesar de saber que tenía éxito, todavía parecía estar en estado de shock ahora por ello. Su cara estaba extremadamente pálida y parecía lívido.
—¿Quién escapó? —Sirius preguntó con preocupación.
—Lestrange, Rookwood, Dolohov... —Snape comenzó a contar los nombres en sus dedos—. Está eufórico. No lo he visto tan emocionado desde la última vez que estuvo en el poder.
Harry sintió una sensación de que su pecho se hundía por el primer nombre que Snape había dicho. Había visto la imagen de Bellatrix Lestrange colgada en el tapiz del árbol genealógico que Sirius había intentado, pero que no había podido, quitar de la pared. Harry sabía por qué Bellatrix había sido condenada a cadena perpetua en Azkaban. También se había encontrado con Neville visitando a sus padres en San Mungo el día de Navidad, que resultaban haber sido las víctimas a las que Bellatrix había dado un destino peor que la muerte.
—Estará en la primera plana de El Profeta mañana —dijo Dumbledore—, y tengo mucha curiosidad por ver cómo intentarán explicar esto. No soy demasiado optimista de que esto será suficiente persuasión para que Cornelius reconozca la verdad del regreso de Lord Voldemort, sin embargo, puede levantar más cabezas cuando no dé respuestas moderadamente satisfactorias.
—Es lo que hice que sucediera —dijo Snape con frustración—. Soborné a los dementores a cambio de su libertad. Es mi culpa. Podríamos haber evitado esto, Dumbledore.
—No es culpa tuya —dijo Harry bruscamente, hablando por primera vez y mirando indignado por cómo Snape se atrevía a culparse a sí mismo—. Tú lo convences de que eres suyo y lo haces brillantemente. Si no hicieras cosas útiles para él, nuestro lado ya no tendría un espía, pero Voldemort aún habría conseguido que los dementores abrieran Azkaban.
—No podría haberlo dicho mejor —le sonrió Dumbledore, pero Snape no lo hizo ni reconoció que Harry hubiera dicho nada.
Se acercó a la ventana y miró a la calle por un largo momento, mientras todos procesaban esta nueva noticia en silencio. Entonces Snape se dio la vuelta.
—Harry, quiero que vuelvas conmigo a Hogwarts esta noche —dijo con firmeza—. No creo que el tren sea una buena idea hasta que aprendamos más sobre cuáles son sus próximos pasos.
—Sí, señor —dijo Harry, levantando la vista hacia Sirius, quien asintió con su consentimiento, aparentemente no demasiado molesto por tener su tiempo con él interrumpido por un día.
Este gran y último logro para el lado de Voldemort lo tenía tan alterado como todos los demás parecían estar, incluso si todos hubieran sabido que iba a ocurrir.
—Muy bien —sonrió Dumbledore, mientras miraba a Harry a través de sus brillantes ojos—. Creo que hemos dicho todo lo que podemos decir sobre este tema en este momento, Severus. Podrías llevar a Harry a casa ahora.
—Puede que me deje solo un poco más ahora que tiene a los que se enfrentaron a Azkaban por él —dijo Snape en voz baja—. No tenía mucha competencia por su favor hasta ahora.
—Encontraremos nuevas formas de complacerlo —dijo Dumbledore casualmente—. Hasta entonces, te has ganado un pequeño descanso.
Había recogido su varita y una espátula había volado a través de la habitación hacia él. Dumbledore apuntó su varita hacia ella, sus ojos se concentraron durante unos segundos y luego el artículo pareció brillar en su mano. Harry reconoció la visión de él creando un traslador, lo que le ahorraría a él y a Snape mucho tiempo para regresar a Hogwarts.
—Poco más de un minuto, creo —dijo Dumbledore con ligereza, casi para sí mismo.
—Espera, necesito mi mochila —exclamó Harry de repente.
Vio a Snape lanzarle una mirada molesta, pero no le importó. No era como si le hubieran dado aviso de que se iba. Salió corriendo de la habitación y subió las escaleras lo más rápido que pudo. El dormitorio que estaba usando estaba hecho un desastre, pero no tenía tiempo para limpiarlo.
—No tomes Multijugos o salgas de nuevo hasta que sepa más. Simplemente no vale la pena —le estaba diciendo Snape a Sirius, cuando Harry voló de regreso a la habitación y saltó a su posición a su lado.
Sirius no respondió a Snape, pero se volvió hacia Harry.
—Mantente a salvo —apretó su hombro—. Te veré pronto.
—Eso espero —respondió Harry, que ya se sentía ansioso al darse cuenta de que Snape aparentemente no estaría dispuesto a hacer la poción para Sirius en ese momento.
Esas últimas dos semanas le habían dado mucho alivio por la difícil situación de Sirius y sabía que tendría que hablar con Snape para encontrar algún tipo de compromiso.
—Te veré en el Gran Comedor para desayunar el lunes, Severus —dijo Dumbledore, entregando a Snape la espátula—. No creo que vuelva a Hogwarts antes. Que tengas buenas noches, Harry. Intenta no preocuparte.
—Lo mismo digo, señor —respondió Harry, mientras se apoderaba de un extremo del traslador que Snape le ofreció.
Hubo unos segundos de incómoda pausa mientras esperaban y luego Harry y Snape desaparecieron de la habitación, alejándose en un desenfoque lejano, dejando a Sirius y Dumbledore ahí detrás. Aterrizaron directamente dentro de sus habitaciones y la fuerza del descenso hizo que Harry perdiera el equilibrio.
—Lamento haberte separado de tu última noche con tu padrino, Harry —dijo Snape, mientras se quitaba el abrigo y se acercaba para colgarlo—. Sé que el Cuartel General es seguro, pero...
—Estoy bien —dijo Harry rápidamente—. No me importa.
Podía decir que Snape estaba muy nervioso por la fuga masiva y entendía que simplemente se había sentido mejor sabiendo que Harry estaba a salvo en Hogwarts bajo su protección. Harry había decidido que no se quejaría de eso mientras comenzaba a quitarse su abrigo de ropa húmeda de invierno hasta que llegó a las partes secas. Las colgó cerca del fuego para que se secaran y observó a Snape preparándose una taza de té.
—¿Quieres una? —preguntó, llamando la atención de Harry.
—No, gracias, señor —respondió Harry, pero igualmente se acercó para ponerse a su lado en la cocina—. Realmente no te sientes culpable por ayudarlos a escapar, ¿verdad? Porque si no hicieras algo de trabajo para él, entonces no se tragaría que realmente eres su hombre.
—Esa es una pregunta complicada —respondió Snape, añadiendo leche a su té y luego llevándolo a su habitación.
Harry no dudó en seguirlo, sabiendo con seguridad que nunca habría ninguna objeción, sentándose audazmente al pie de la cama en lugar de la silla junto a la ventana de agua en la que solía sentarse.
—El trabajo que haces es crucial para la Orden, señor —prosiguió Harry, mientras Snape ponía su té en la mesilla y luego retiraba las sábanas de la cama, sin comentar sobre la postura de Harry.
—Ciertamente lo es —aceptó este lentamente, mientras se acomodaba debajo de las sábanas y apoyaba la espalda contra la cabecera—. Pero hago muchas cosas inmorales para mantener este acto. ¿Piensas que el fin justifica los medios? A veces, no estoy tan seguro. Trato de hacer todo lo que puedo, pero hago mi parte de manera convincente y tengo que aceptar a menudo que no hay nada que pueda hacer para ayudar.
—Eres el hombre más valiente que conozco —dijo Harry honestamente, metiéndose las piernas debajo.
—Gracias por decir eso, Harry —dijo Snape con el más mínimo destello de una sonrisa—. Eso significa mucho viniendo de ti.
—Es la verdad. —Se encogió de hombros.
—Bueno, me temo que las cosas solo se van a poner más difíciles de aquí en adelante —dijo Snape en voz baja—. Algunos de los mortífagos que escaparon esta noche son tan malos como él y Azkaban no los habrá mejorado. No estoy seguro que quiera que visites Hogsmeade los fines de semana.
—No van a estar en Hogsmeade —dijo Harry con urgencia, quien no estaba dispuesto a renunciar a esos días agradables que pasaba en el pueblo—. Van a querer pasar desapercibidos.
—Harán lo que él les ordene —dijo Snape con cuidado—. No les importa nada más que complacerlo. Ni siquiera les importaba ir a Azkaban por él.
—Como Bellatrix Lestrange —dijo, con un mal sabor de boca que se formaba solo al decir su nombre—. Señor, vi su juicio en el pensadero el año pasado y ella dijo que se quedaría en Azkaban y esperaría a que él se alzara de nuevo. Ella es la que usó la maldición Cruciatus en los padres de Neville.
Harry recordaba cómo Bellatrix se había sentado en la silla encadenada como si fuera un trono. Los dementores no parecían asustarla en absoluto.
—Eso se queda corto —dijo Snape, cortante—. Los torturó tan violentamente que enloqueció por completo a los Longbottom.
—Lo sé —dijo Harry—. Nos encontramos con Neville visitándolos cuando fuimos a ver al señor Weasley en el hospital en Navidad.
—Ese caso fue particularmente inquietante para el público porque sucedió después de que pensaron que no volvería y que estaban a salvo —dijo Snape—. Fue una ilusión. El Señor Tenebroso podría haber desaparecido, pero los más fieles estaban desesperados por encontrarlo y restaurarlo. Sobre ese tema, ¿el profesor Dumbledore alguna vez te dijo por qué se te envió a vivir con Petunia?
—Es mi única pariente viva —dijo Harry realísticamente.
—Sí, pero eso es solo una parte, como aprendí hace poco —respondió Snape—. Hablé con el profesor Dumbledore sobre querer hacer que nuestra situación sea más permanente, pero me explicó sobre la antigua magia que había invocado y que requería que llamaras hogar a la casa de tu tía.
—Señor, pensé que ya era permanente —admitió él, apoyándose en el poste de la cama de Snape.
La boca de Snape se movió antes de responder.
—Sabes que tu madre murió para salvarte —dijo al final—. Ese amor corre por tus venas, incluso ahora, y se transfiere a su hermana, que comparte sangre con Lily. Es la mejor protección que Dumbledore podría haberte dado, sabiendo que el Señor Tenebroso regresaría algún día, e incluso hasta entonces, había muchos seguidores peligrosos en su lugar que te habrían atacado.
—Entonces, ¿tendré que volver allí el próximo verano? —dijo Harry, triste.
—Brevemente —respondió Snape—, y luego iré a recogerte. No será como antes. No dejaré que sea como antes. Nunca deberían haberse salido con la suya tratándote como lo hicieron. Nadie debería tener que crecer así.
—Gracias, señor —dijo en voz baja, pero estaba decepcionado.
De alguna manera, se había permitido tener esperanzas de que estaba escapando de los Dursley para siempre y no era así.
Los ojos de Snape lo miraron con preocupación.
—Sólo estoy hablando de unos pocos días —respondió—. Tal vez una semana o dos, pero eso es todo. Todavía no puedo ofrecerte un hogar permanente porque la magia requiere que sea tu hogar hasta que tengas diecisiete años, pero eso es más un tecnicismo que nada. Habría sido un cambio secreto de todos modos. Los dos sabemos dónde perteneces. Iré a buscarte el próximo verano después de que tengas una corta estancia con tu tía y tu tío, y eso es todo.
—Supongo que eso no es tan malo —respondió Harry.
—No —dijo Snape, confiado—. No, si te mantiene protegido. Ahora, háblame de tu tarde. He oído que Arthur está mejorando.
—Está bien —sonrió Harry—. La señora Weasley tenía que seguir recordándole que se lo tomara con calma. Parecía sano, tal vez un poco cansado... Y es gracias a ti que está vivo.
—Gracias a sus propias acciones rápidas y a los sanadores de San Mungo —corrigió Snape.
—Y a ti —insistió Harry, mientras recordaba la noche en que había esperado en Grimmauld Place para saber si el señor Weasley iba a vivir o a morir.
Tenía mucha curiosidad por saber por qué había sido atacado y qué era tan importante. Sirius había dicho que tenía que ver con la razón por la que Voldemort había atacado a su familia en primer lugar, y de repente estaba desesperado de nuevo por la información que confiaba que Snape le diera honestamente. Tenían un nivel abierto establecido de comunicación entre ellos y nunca había respondido con rodeos a ninguna de las preguntas de Harry.
—Señor, lo que el señor Weasley estaba viginalndo... —empezó de forma dudosa—. La razón por la que fue atacado.
—Sí —dijo Snape bruscamente.
Harry respiró hondo.
—Creo que se trata de mí.
Snape lo miró fijamente.
—No todo se trata de ti —dijo finalmente con frialdad, tomando la taza de té en la mesilla.
Se la llevó a los labios para tomar un sorbo y Harry notó que su mano temblaba ligeramente mientras lo hacía.
—Vol... Él realmente quiere lo que fuera que estuviera vigilando —continuó Harry—. ¿Qué es?
—Algo que realmente no necesitas saber, Harry —dijo este en voz baja—. No veo ningún punto en esta discusión. ¿Realmente necesitas otra cosa de la que preocuparte? Te has vuelto como mi propio hijo y debería ser suficiente que sepas que la cosa que se está protegiendo está a salvo del Señor Tenebroso, que es todo lo que realmente importa en este momento.
—Pero si se trata de mí, debería saberlo —insistió Harry, aunque conmovido porque Snape finalmente lo había reconocido como su propio hijo. Harry lo había sabido por un tiempo, tal como había sabido que Snape se había convertido en un padre para él, pero era la primera vez que se había dicho en voz alta. Respiró profundamente. —Lo vi regresar, luché contra él, he demostrado que soy capaz de manejar casi...
—Y odio que tuvieras que hacer eso —intervino Snape—. Te he decepcionado antes... Si hubiera tomado una participación más activa en tu vida desde el momento en que pusiste un pie en este castillo, creo que mucho de lo que has pasado podría haberse evitado. Aunque estoy orgulloso de ti y muy impresionado por tu valor y tu resistencia, desearía que no hubiera sido así, pero es igual. No tienes que manejar todo por tu cuenta.
—Ya no quiero manejarlo por mi cuenta —replicó Harry—. Quiero ser tu hijo y también quiero que trabajemos para derrotarlo juntos. Porque quiero ayudar a luchar contra él. Mató a Cedric, mató a mis padres, te torturó y yo estuve en ese cementerio con él. He sido perseguido por él toda mi vida y quiero terminarlo.
—Bien dicho —dijo Snape en voz baja, luciendo ligeramente impresionado y preocupado al mismo tiempo—. A veces me recuerdas a tu madre, ¿sabes? Terca como una mula. Nunca dejaba nada una vez que se metía algo en la cabeza y siempre defendía lo que creía que era correcto.
—Apuesto a que tampoco te dejaría salirte con la suya guardando secretos importantes —respondió Harry.
Snape desvió su mirada por un momento. Miró por la ventana hacia el fondo verde del lago. La copa en su mano temblaba ligeramente. No había bebido más que un sorbo y el té probablemente estaba frío.
—No voy a ocultar cosas sobre ti o tu familia, Harry, incluso si eso va en contra de mi mejor juicio —dijo finalmente—. Si me haces una pregunta, la responderé con sinceridad.
—¿Sabes por qué me persiguió a mí y a mis padres? —preguntó Harry—. ¿Y qué quiere ahora?
—Sí, lo sé —dijo Snape después de una larga pausa—. Sin embargo, debo advertirte que no te vas a sentir mejor sabiéndolo. Cambiará la forma en que te sientes sobre muchas cosas en este momento y desearía que no fuera así. Así que, ¿estás realmente seguro de que quieres que te responda, Harry?
—Sí —susurró Harry.
Snape lo miró con profunda resolución en sus ojos antes de hablar.
—Entonces te diré todo lo que sé.