Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
All Chapters Forward

La poción multijugos

Nadie sabía exactamente cuánto tiempo llevaba el señor Weasley tirado solo en el suelo del Departamento de Misterios. Sólo sabían que era un milagro que hubiera sobrevivido por más de unos minutos.

—Arthur debe haber bebido un antídoto para el veneno y una reabastecedora de sangre antes de desmayarse —Sirius les había dicho con confianza cuando Harry, Ron, Fred, George y Ginny habían llegado a Grimmauld Place a través de un traslador—. Todos los miembros de la Orden que trabajan solos llevan un frasco en todo momento porque sabemos sobre la serpiente de Voldemort.

Pero el optimismo poco característico de Sirius había hecho poco para calmar los temores de todos. Sabían que el señor Weasley había sido llevado al Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas y que todavía estaba vivo, pero nada más. Los ánimos habían estallado en una desesperación por obtener información y por hacer algo más que quedarse quietos. En lugar de darles una nueva apreciación de la situación de Sirius, los gemelos habían arremetido contra él por su negativa a dejarlos correr a San Mungo en medio de la noche.

—¡Vuestro padre ya sabía dónde se metía y no va a agradeceros por arruinar las cosas a la Orden! —Sirius les había dicho enojado—. ¡Esto es lo que hay, y por eso no pertenecéis a la Orden! ¡No lo entendéis, pero hay cosas por las que vale la pena morir!

—¡Para ti es fácil decirlo, encerrado aquí! —había rugido Fred—. ¡No veo que tú te arriesgues el pellejo!

El poco color que quedaba en la cara de Sirius se había esfumado y Harry también sentía que le habían dado un puñetazo en el estómago. Fred apenas podría haber elegido unas palabras más abrasadoras porque había dicho exactamente lo que Sirius se había estado diciendo a sí mismo incesantemente desde el regreso de Voldemort. Inseguro de si era su propia preferencia o simplemente porque había aceptado cómo eran las cosas entre Snape y Sirius, Harry pensó que escucharlo de Fred era inauditamente hostil.

Sirius no había estado afuera en casi cuatro meses y estaba comprensiblemente desesperado por aire fresco y frustrado por su falta de uso en la Orden, por lo que Harry había estado extremadamente orgulloso de verlo mantener la calma y no morder el anzuelo. Había insistido en que todos se sentaran y bebieran mientras esperaban y, sin otra opción disponible, todos lo habían escuchado.

Durante el resto de la noche, Harry se echó acurrucado, sin dormir, en un extremo del sofá frente a Ron. Este no había dicho una palabra desde que McGonagall había entrado en el dormitorio de los chicos de Gryffindor después de la medianoche para despertarlos. Fred y George se habían sentado con la cabeza en las manos y Ginny estaba tratando de no quedarse dormida en el gran sillón reclinable. El único sonido en la habitación era el del reloj haciendo tictac en la pared. Nadie se movió ni habló y la espera se hacía insoportable. Cuando una llama roja brillante salió repentinamente de la chimenea, justo cuando el sol comenzaba a elevarse en el cielo, Harry casi pensó que era un producto de su imaginación.

No fue el único que se sorprendió mientras las llamas se transformaban en un rollo de pergamino. De repente todos los Weasley se levantaron de un salto al mismo tiempo para agarrarlo. Las piernas de Ron eran las más largas, pero Fred fue el más rápido. Corrió delante de sus hermanos y sostuvo la nota corta apenas a un milímetro de su cara.

—Es de mamá —les dijo y Harry inmediatamente se sintió abrumado por la esperanza y el temor.

—¡Oh, léelo en voz alta! —soltó Ginny a su hermano, impaciente—. ¡Venga!

—Papá va a estar bien —leyó Fred, y la respiración colectiva que todos habían estado sosteniendo pareció liberarse al mismo tiempo. El corazón de Harry, que había sentido como si estuviera atascado en su garganta, de repente descendió de nuevo y estaba muy consciente de sus constantes latidos. Compartió una mirada con Sirius, que también se había levantado para oír la noticia—. Perdió mucha sangre y el veneno de la serpiente ha demostrado ser resistente a la mayoría de los hechizos de curación —continuó—. Papá tendrá que quedarse en el hospital mientras tanto, pero debería recuperarse por completo. Quedaos en el cuartel, os recogeré para una visita en unos días. Con amor, mamá.

—¿Unos días? —Ginny repitió—. Eso significa que papá se quedará en el hospital por Navidad.

—Mejor que muerto —dijo Ron sin rodeos, limpiándose una gota de sudor de la frente.

Harry nunca lo había visto tan pálido antes, ni siquiera cuando se habían encontrado con una acromántula gigante en el Bosque Prohibido en segundo año. Las pecas de Ron casi habían desaparecido, completamente casi blancas. Pero mientras Harry lo observaba, su color parecía estar volviendo lentamente a la normalidad.

—Le llevaremos la Navidad —dijo George con firmeza—. Y solo piensa en todas las cosas locas que la gente hace alrededor de unas vacaciones. No me importará un viaje a San Mungo, seguramente será interesante.

—Podemos alegrar este viejo lugar para Navidad también, ya que todos estarán aquí —dijo Sirius positivamente y Harry rápidamente asintió con la cabeza.

Si había algo bueno en la terrible experiencia del señor Weasley, tendría que ser asegurarse de que Sirius tuviera compañía en Navidad. La familia de Ron no viajaría de regreso a la Madriguera cuando el hospital estaba en Londres y, aunque Harry había asumido que podría visitar en algún momento durante las vacaciones, había puesto su nombre para quedarse en Hogwarts como siempre lo hacía.

—Te ayudaré —le dijo Harry con entusiasmo. La vieja casa quizá ya no era un sitio donde se criaran plagas y criaturas oscuras, pero todavía era extremadamente sombría. Tal vez si la convertían más festiva, no torturaría tanto a Sirius en quedarse ahí. —Tenemos unos pocos días, ¿verdad?

—Necesitaremos un árbol de Navidad —dijo Ginny con un bostezo, hundiéndose de nuevo en la silla.

—Y algunos fuegos artificiales —sonrió Fred, mientras doblaba la nota de su madre en un pequeño cuadrado y se la guardaba—. Se los dedicaremos a papá, le encantará.

—Me parece un buen plan —dijo Sirius alegremente, y la tensión en la casa pareció resolverse como si no hubieran estado despiertos toda la noche en un estado de pánico y dolor.

Ron cogió la cerveza de mantequilla que había estado apretando en su mano toda la noche y les declaró a todos que se iba a la cama. Esto llamó la atención de todos los demás sobre lo cansados que estaban también.

—¿Por qué no nos vamos todos a la cama y podemos empezar a hacer planes para Navidad después de comer? —sugirió Sirius.

Pero una sombra de preocupación había cruzado la cara de George.

—Acabo de darme cuenta de que dejamos todos nuestros fuegos artificiales en Hogwarts, Fred. No planeábamos irnos en medio de la noche. ¿Crees que McGonagall los enviaría, teniendo en cuenta las circunstancias?

—No a menos que queramos que los confisque —respondió Fred—. Pero podemos pedirle a Lee que los mande por búho aquí.

—Espero que eso funcione —dijo Sirius con entusiasmo—. Disfruté mucho del espectáculo este verano.

—Y les hemos añadido algunas mejoras desde entonces —le dijo George con una sonrisa, mientras se acercaba para sacudir el hombro de Ginny. Se había quedado dormida sentada en su silla.

—Lee podrá con ello —dijo Fred confiado, luego lanzó una mirada nerviosa a Sirius y se aclaró la garganta—. En fin, yo...

—Os despertaré si vuestra madre manda otro mensaje —interrumpió Sirius, dándole una palmadita en la espalda a Fred con buen humor para mostrar que no era necesario disculparse. Fred parecía aliviado cuando salió del salón detrás de George y Ginny unos minutos más tarde.

—¿Vienes, Harry? —preguntó Ron, después de haber notado que Harry se había vuelto a sentar en el sofá.

—En un momento —respondió él, observando a Sirius comenzar a recoger las botellas vacías de cerveza de mantequilla a mano—. ¿Me dirás lo que el señor Weasley estaba vigilando? —preguntó al final, esperando hasta estar seguro de que Ron había subido las escaleras.

Ahora que podían confiar en que iba a estar bien, los pensamientos de Harry se habían centrado en las extrañas circunstancias que rodeaban el ataque.

—No sé demasiado al respecto, para ser honesto —respondió Sirius, volviéndose para mirarlo con los brazos llenos de botellas—. Dumbledore ha sido irritantemente vago sobre el tema. De hecho, discutimos un poco al respecto la última vez que surgió, pero me lo denegaron. Sigo manteniendo que deberías saber más de lo que te dicen.

—Concuerdo —dijo Harry y luego insistió—: Así que adelante.

—Bueno, no puedo decir mucho porque simplemente no lo sé —respondió, desvaneciendo las botellas con su varita y luego acercándose a sentarse en el sofá junto a Harry—. Sé que Voldemort realmente quiere algo guardado en el Ministerio que la Orden está vigilando todos los días. Sé que tiene que ver con la razón por la que Voldemort se enfocó en tu familia en primer lugar, así como también explicar lo que salió mal para él la noche que asesinó a tus padres y trató de matarte. Estoy seguro de que Dumbledore sabe exactamente lo que pasó y por qué, pero no se lo va a contar a nadie más.

—¿Ni siquiera al profesor Snape? —preguntó Harry.

—No lo creo —Sirius negó con la cabeza—. Aunque si alguien fuera a ser la excepción al secreto de Dumbledore, sería Severus. Deberías preguntarle si sabe algo al respecto. No creo que te mintiera.

—Le preguntaré —aceptó Harry lentamente.

Se sentía bastante seguro de que podía confiar en Snape para ser completamente honesto con él, incluso si eso a veces implicaba que se le dijera sinceramente que no era algo que estuviera dispuesto a compartir. Pero entonces se le ocurrió un pensamiento...

—¿Sabían mis padres por qué? —preguntó.

—No —dijo Sirius con seguridad—. James siempre me contó todo y no sabíamos la razón, solo que Dumbledore había sido avisado de que tu familia estaba en peligro. Incluso entonces, se necesitó mucho para convencer a James de esconderse. El sentido común de tu madre y la protección de ambos hacia ti lo convencieron de hacer lo que Dumbledore le había ordenado. Ojalá James hubiera aceptado dejarlo ser el guardián secreto también...

—Ojalá Colagusano no hubiera sido una rata cobarde —dijo Harry bruscamente. Podía entender la elección de su padre porque él nunca dudaría en confiar en Ron o Hermione con su propia vida tampoco y dijo—: Odio que mi padre muriera sabiendo que uno de sus mejores amigos lo había traicionado.

—Todavía me persigue —comentó Sirius—. Ninguno de nosotros podría haberlo visto venir. Peter idolatraba a James; era un poco patético para ser honesto. ¿Qué pensaste de tu padre en la memoria, por cierto?

—Increíble y lo echo de menos —dijo él de forma realista—. Estoy tan aliviado de que Ron no tenga que aprender lo que es perder a un gran padre. Es una tortura pensar en lo que podría haber sido, pero eso también es mejor que nunca saberlo. ¿Sabes a lo que me refiero?

—Sí, lo sé —Sirius asintió—. Es un regalo aprender sobre James y pensar en él. Es una de las cosas por las que estoy más agradecido de volver a tener desde que escapé de los dementores. Sin embargo, el dolor de extrañarlo es duro y tenemos que cargar con eso por el resto de nuestras vidas.

—Me gustaría que estuviera aquí para enseñarme algunas de sus acrobacias sobre una escoba —dijo Harry, cambiando a un tema menos serio—. Tú también eras bueno —añadió con una pequeña sonrisa—. ¿Cómo es que no me has dicho antes que jugabas como golpeador?

—Bueno, me echaron del equipo en quinto año —dijo este con indiferencia—, y después de eso me centré en las motos en lugar de los palos de escoba. Sin embargo, nunca rechazaba un vuelo con James y también fui yo quien te consiguió tu primera escoba.

—¿De verdad?

Eso era una noticia para Harry, que no recordaba haber volado en su vida antes de llegar a Hogwarts.

—Sólo un pequeño juguete que se elevaba unos pocos centímetros por encima del suelo, pero te encantó —Sirius asintió—. Tu padre sabía incluso entonces que eras natural. Solías ir zumbando sobre esa cosa y reírte cuando chocabas contra nuestros tobillos y fingíamos que nos derribabas.

—No sabía eso —dijo este con nostalgia, sintiendo esa punzada familiar que siempre experimentaba cuando pensaba en la vida que había perdido. Todo lo que había conocido eran los Dursley—. Pensé que era un poco extraño que os colgarais de las escobas, aun así, arriesgándoos a una caída contra el suelo.

—¿Cuáles eran las probabilidades de que ambos cayéramos al mismo tiempo? —Sirius se encogió de hombros casualmente—. Confiábamos el uno en el otro para ayudarnos. Tu madre se quedaba afónica cuando nos veía actuando como estúpidos sólo por molestar. —Se rio con afecto.

—¿Pero te echaron del equipo? —preguntó Harry.

—Sí —confirmó, la risa cesó cuando su expresión de repente se volvió grave de nuevo—. Fue por la broma que Remus y yo te contamos la noche que te conocí en la Casa de los Gritos.

—¿Engañar a Snape para que vaya a la guarida de un hombre lobo? — preguntó Harry que, para ser honesto, sonaba como algo que Malfoy trataría de hacer con él. No era agradable pensar en ello y estaba agradecido de que rara vez surgiera en la conversación.

—Bueno, tu padre intervino y lo echó atrás antes de que se lastimara —dijo Sirius incómodamente—. Obviamente lo lamento y probablemente habría sido expulsado si Dumbledore no hubiera estado tan preocupado por silenciar todo para evitar que la verdad sobre la condición de Remus saliera a la luz. McGonagall me dio castigos por el resto del año y me prohibió el Quidditch en su lugar.

—¿Por qué os odiabais en primer lugar? —Harry urgió—. ¿Quién lo empezó?

—¿Qué, Severus me odia? —preguntó incrédulo, como si eso fuera noticia para él—. No me había dado cuenta... —Pero cuando Harry no sonrió, simplemente se encogió de hombros—. No sé, era solo una de esas cosas. A veces los niños son idiotas. Sin embargo, no lo odio, al menos ya no. ¿Sabes que Severus es el que advirtió a la Orden sobre la serpiente y que descubrió cómo combinar el antídoto con el reabastecedor para comprar un poco de tiempo a la víctima? He desarrollado un poco de respeto por Severus Snape.

Harry sonrió con orgullo.

—Me imaginé que fue él —respondió—. A pesar de que probablemente se molestaría si la gente tratara de darle crédito.

Harry había llegado a apreciar ver a Snape estudiando libros detenidamente, siempre haciendo ajustes y mejoras a la ciencia que todos los demás habían aceptado como suficientemente buena. Era creativo e inventivo, de una manera sutil que podría pasarse por alto fácilmente. Especialmente cuando Harry lo comparaba con el divertido y extrovertido James que se había visto en el pensadero. Sin embargo, era exactamente el hecho que Snape era reservado lo que hacía posible que estuviera ahí para Harry y para la Orden, sin delatarse. No quería reconocimiento ni riquezas, y era muy fácil perderse todas las cosas sobre él que Harry había llegado a admirar más.

—¿Me darás más recuerdos de mi padre? —preguntó a Sirius—. Perdí la cuenta de cuántas veces vi ese recuerdo antes de que el profesor Snape insistiera en devolver el pensadero a Dumbledore.

—Por supuesto que sí —aceptó él con entusiasmo, aunque necesitaría algo de ayuda de nuevo para sacarlos.

No que tuviera sentido apresurarse, porque Harry tendría que esperar hasta que regresara a Hogwarts para verlos de todos modos.

Cuando decidieron subir unos minutos más tarde, Harry supo que podía contar con dormir muy profundamente. No sólo porque estaba cansado y había estado despierto toda la noche, sino por la sensación de paz en su alma. Si bien tenía la intención de pedirle a Snape detalles sobre lo que el señor Weasley había estado vigilando en la próxima ocasión, en ese momento Harry había pausado temporalmente esas curiosidades. Al meterse en la cama frente a la que Ron yacía roncando, Harry apreció la creciente sensación de simplicidad que había aprendido a disfrutar cuando podía. Se sentía seguro, cálido y cómodo con la familia que tenía ahora, aunque siempre apreciaría los recuerdos de la que había perdido.

Así fue durante los siguientes días que siguieron, con Sirius apareciendo con más buen ánimo que Harry lo había visto alguna vez fuera del pensadero. En la víspera de Navidad, Grimmauld Place no se parecía en nada a como estaba antes. Concediéndoles a todos permiso para hacer más magia indetectable, Sirius, Harry y los Weasley corrieron por la casa apuntando las varitas a cualquier cosa, buscando formas de hacerla más festiva. El elfo de la casa, Kreacher, asomaba la cabeza por una esquina de vez en cuando para fruncir el ceño y murmurar sobre la profanación de la más noble casa Black, pero se le echó cuando Sirius amenazó con transformarle un traje como el de Papá Noel y liberarlo.

 —Hacia Belén va un hipogrifo... —cantó Sirius a pleno pulmón, haciendo reír a Ginny mientras lo ayudaba a colgar palomitas de maíz en el árbol de Navidad que Bill había dejado para ellos esa mañana de camino a su trabajo.

Harry y Ron estaban arrodillados a cada lado de la mesa baja con el tablero de ajedrez de Ron hecho trizas entre ellos. Las piezas de Harry eran en su mayoría fragmentos rotos en escombros. Hacía mucho tiempo había aceptado que nunca sería tan bueno como Ron, pero disfrutaba desafiándolo de todos modos. Fred y George estaban acurrucados en un rincón, sin duda algo que ver con su última mercancía para los planes de su tienda de bromas, y la señora Weasley había pasado varias veces en los últimos días con actualizaciones y la promesa de que podrían visitar al señor Weasley el día de Navidad.

—¡Aplástalo! ¡Aplástalo, es solo un peón, idiota!

Harry estaba incitando a uno de sus torres que se estaba involucrando en una pelea violenta con un peón de Ron cuando el profesor Snape entró en la habitación. Parecía un poco sorprendido por las elaboradas decoraciones que habían iluminado el lugar en lo que solo podía considerarse un hogar en ese momento.

—Habéis estado todos ocupados —comentó, con Hermione presentándose detrás de él pareciendo simplemente encantada.

—¡Feliz Navidad, todo se ve genial! —los saludó a todos y se arrodilló en el suelo junto a Harry.

—Lo único que queda por hacer realmente en el gran día es preparar el banquete —dijo Sirius alegremente, mientras Ginny terminaba de colgar palomitas de maíz y se unía a Hermione y los chicos en la mesa baja—, pero Molly prometió encargarse de la mayor parte de la cocina. Fred y George se ofrecieron a hornear dulces, pero después de que Ron mordiera una y se transformara en un canario gigante esta tarde, decidimos dejarlos descansar.

—Probablemente sensato —respondió Snape justo cuando una bocanada de humo verde brotó espontáneamente de la varita de George en la esquina.

—Un accidente, profesor —soltó George, haciendo todo lo posible para parecer inocente mientras Fred rugía de risa—. No trataba de inventar algo peligroso o nada.

—Mientras estás aquí, cualquier plan descabellado que se os ocurra es su problema de todos modos —respondió él, señalando con el dedo a Sirius que se había unido a la risa.

—Tuve que esperar hasta que el semestre acabara oficialmente antes de poder venir aquí —dijo Hermione a Harry, Ron y Ginny sin aliento—. Umbridge está furiosa porque todos os fuisteis sin su permiso. ¿Cómo está el señor Weasley, por cierto?

—Mucho mejor —respondió Ron, después de terminar de dar una orden al tablero.

—Podemos ver a papá mañana —añadió Ginny—. Pero, ¿qué estás haciendo aquí, Hermione? Pensé que te ibas a esquiar con tus padres.

Ron contuvo una risa.

—¿Qué es tan gracioso? —le preguntó Harry, notando que Snape se había acercado al árbol y ahora hablaba con Sirius, las posturas de ambos hombres relajadas y sin sacar varitas. Era agradable de ver.

—Sólo la idea de muggles atando tablas a sus pies para bajar por las montañas —Ron se rio, mientras miraba con curiosidad a Hermione—. Entonces, ¿cómo es que no te has ido a esquiar?

—Bueno, les dije a mis padres que todos los que se toman en serio los exámenes se quedaban en Hogwarts —respondió Hermione—. Teniendo en cuenta lo que pasó, quería estar aquí. Así que el profesor Snape se ofreció a traerme cuando las clases acabaran hoy.

Después de que Harry terminara de perder su quinta partida consecutiva de ajedrez contra Ron, consiguió que Ginny tomara su lugar y se acercó para averiguar de qué estaban hablando Snape y Sirius.

—Probablemente tendremos un gran desayuno y abriremos regalos antes de que vayan a ver a Arthur —dijo Sirius—. Moody los va a escoltar y luego sé que Tonks planea pasar a cenar. Tal vez Remus si puede escapar, pero dijo que no contara con él.

—¿Te vas a quedar? —Harry le preguntó a Snape con esperanza, interponiéndose entre ellos y disfrutando de esa conversación amistosa—. Ahora hay muchos dormitorios. Los limpiamos todos.

—Hay estudiantes en mi casa que se quedaron en la escuela por Navidad, así que no puedo quedarme —respondió este con calma, dejando a Harry preguntándose si realmente habría considerado la posibilidad de pasar la Navidad con todos en Grimmauld Place en diferentes circunstancias.

—Realmente solo tienes que estar en Hogwarts para la fiesta —le dijo Sirius—. Hay mucho tiempo hasta entonces.

—Solo quería dejar esto —dijo Snape, evitando el tema de quedarse mientras metía una mano en el bolsillo de su capa negra y sacaba una pequeña bolsa de papel marrón.

—¿Para mí? —preguntó Harry con interés.

—En realidad no —respondió Snape con una sonrisa—. Estaba tratando de decidir un regalo para Navidad y llegué a la conclusión de que te he mimado lo suficiente para este año.

—No estoy seguro de que así sea como se supone que funciona esto en Navidad —protestó Harry en broma.

—Bueno, esto es un poco diferente —replicó Snape, entregándole la pequeña bolsa—. Lo puedes abrir.

Sirius estaba observando de cerca mientras Harry tomaba la bolsa de Snape y miraba dentro de ella. Luego sacó una gran botella de una sustancia parecida al barro y la sostuvo frente a él.

—¿Puedes decirme qué es eso? —Snape le preguntó, pero Hermione, que había estado mirando desde el otro lado de la habitación, ya no pudo contenerse.

—¡Es Poción Multijugos! —exclamó emocionada, haciendo que un músculo de la mejilla de Snape tuviera un tic.

—Hice un lote extra grande y también está muy concentrado —dijo, echando un vistazo a Sirius que miraba con nostalgia la botella en la mano de Harry—. Más difícil de tragar, pero la transformación durará más tiempo. Puedes salir por un día completo o tu otra opción sería beberlo gradualmente y salir al aire libre por períodos más cortos y frecuentes.

—¿Salir? —Sirius lo miró, la confusión agravaba su rostro—. ¿Es eso lo que has dicho?

—Eso es lo que he dicho —repitió Snape en voz baja, mientras Harry miraba incrédulo de un lado a otro—. No me hagas arrepentirme de ceder a los caprichos de un chico de quince años que parece creer que puedo encontrar una solución para casi cualquier problema suyo en mi laboratorio.

—Bueno, esto demuestra que puede, señor —sonrió Harry, mientras le entregaba la botella a Sirius—. Y no podrías llamarlo simplemente un regalo de Navidad, ¿verdad? Sabes lo que estás haciendo ahí.

—Solo un consejo, no intentes visitar el hospital con todos mañana —dijo Snape, sin responder el comentario de Harry—. Y no intentes visitar Hogwarts, o Hogsmeade o hacer algo estúpido. Podría considerar que tienes derecho a arriesgar tontamente tu vida de nuevo, pero no estoy seguro de poder persuadir a Dumbledore para que esté de acuerdo.

—Supongo que puedo vivir con eso —dijo Sirius, con los ojos llenos de emoción mientras continuaba mirando la botella en la mano, parpadeando rápidamente.

—¿Una pelea de bolas de nieve en la calle, Sirius? —preguntó Fred en voz alta.

—Vamos —repitió él con entusiasmo, pero con un extraño quiebre en la voz—. ¡Poneos todos vuestras ropas calientes y preparaos para salir!

Sirius se dirigió al resto de la habitación, luciendo simplemente encantado mientras se balanceaba sobre los talones de sus pies e incluso a Snape le pareció divertido en ese momento. La demora de la noche y el frío gélido que repiqueteaba en las ventanas parecían no disuadir a nadie mientras salían corriendo de la habitación para vestirse, ansiosos por celebrar que Sirius finalmente ganara un poco de libertad.

—Quiero que te quedes —le dijo Harry a Snape con firmeza, decidiendo en el acto que no iba a dejar que se fuera.

La rama de olivo ofrecida intencionalmente o de otra manera a Sirius cambiaba todo en la percepción de Harry. Sabía que no iba a conformarse con no pasar las vacaciones sin ninguna de esas dos figuras importantes en su vida y se dio cuenta de que ya no tendría que elegir entre ellas si se mantenía firme.

—Vuelve mañana, como ha dicho Sirius —instruyó Harry—. Si también bebieras un poco de multijugos, nadie sabría que eres tú conmigo y luego todos podemos salir juntos como una familia de verdad.

—¿Desde cuándo me dices qué hacer, Potter? —Snape preguntó con severidad, aunque sus ojos se habían suavizado y parecía satisfecho de que su regalo había sido tan bien recibido.

—Porque sé que dirás que sí —sonrió Harry con confianza, una plenitud en su corazón que estaba experimentando con mucha más regularidad en esos días.

Seguro y amado con otras personas, confiaba cada vez más en estar a cargo. Por supuesto el profesor Snape se iba a quedar.

Forward
Sign in to leave a review.