Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
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Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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El papel más importante de Snape

Las estrellas brillaban tanto en el cielo que Snape ni siquiera se molestó en encender su varita para ver el camino hasta el castillo después de una llamada del Señor Tenebroso unos días antes de Navidad. Sus pesadas botas crujieron sobre el suelo helado y los copos de nieve frescos se derretían en su rostro. Cerró y aseguró la puerta por la que acababa de entrar con un rápido toque de varita. Luego fijó sus ojos en Hogwarts en la distancia, que parecía estar muy lejos en ese momento.

Sin decir el encantamiento en voz alta, Snape conjuró el remedio para el dolor de cabeza y la poción Anti-Cruciatus que había tenido esperando en su mesita de noche en previsión de lo que había sabido que sería una noche desagradable. Si bien la mayor parte de la ira de su amo había sido sufrida por Avery y Lucius, Severus no había salido ileso. Cuando dos frascos aparecieron flotando en el aire frente a él, Snape tragó el contenido de ambos con la desesperación de un hombre que se cruzaba con agua en medio de un desierto abrasador. Sólo entonces se sintió a la altura de la tarea de caminar a través de la nieve el resto del camino.

Pasó el tiempo fantaseando con ir directamente a la cama y dormir tan tarde como quisiera mañana; a pesar de que Dumbledore ya había insistido en que se reuniera con él de inmediato y que tenía clases que enseñar a primera hora de la mañana también, por lo que eso nunca podría suceder. Aun así, todo eso era tolerable en comparación con la vista de Dolores Umbridge apresurándose hacia él tan pronto como puso un pie dentro del castillo. Llevaba una bata rosa y una expresión muy altiva en su rostro y Snape tenía serias dudas sobre si tenía la fuerza para soportar una conversación con ella.

—Buenas noches, profesor Snape —dijo Umbridge alegremente—. Tarde para volver, ¿no?

Snape alzó las cejas. Su cara estaba tranquila y en blanco.

—Sí, es tarde —acordó lentamente, pisando con sus botas la alfombra colocada frente a las grandes puertas de roble para quitar la nieve residual y el fango. No estaba de humor para escuchar las quejas de Filch sobre suelos sucios la próxima vez que sus caminos se cruzaran.

—Estaba programado para patrullar los pasillos esta noche —Umbridge sonrió, luciendo más como un sapo que nunca—. ¿Se le olvidó?

—Por supuesto que no —dijo Snape con frialdad—. Me temo que no pude mantener ese compromiso en particular, así que hablé con Minerva antes de cambiar con...

—Minerva McGonagall ya no está a cargo de los horarios del personal —interrumpió Umbridge triunfalmente—. Lo estoy yo.

—Muy bien —dijo Snape indiferente, como si esa noticia no le preocupara, aunque ya estaba anticipando que Minerva le machacara los tímpanos sobre ese nuevo socavamiento de su autoridad mañana durante el desayuno—. Hablaré con usted directamente en el futuro entonces —añadió con una ligera reverencia—. Ahora, tiene toda la razón en que es muy tarde. Así que si me disculpa...

—¿Dónde estaba, profesor? —preguntó Umbridge con entusiasmo.

Snape la miró fijamente y no dijo nada durante una larga pausa mientras ella lo miraba fijamente, pareciendo un sapo codicioso que pensaba que era una mosca particularmente deliciosa. Luego respondió en voz baja: 

—No veo por qué debería tener que decirle a dónde voy en mi tiempo libre.

—¿Dumbledore le envió a algún lado? —preguntó Umbridge, sonriendo aún más—. Como Suma Inquisidora de Hogwarts, es mi deber...

—No, no Dumbledore —le interrumpió Snape—. De nuevo, no veo cómo mi vida personal es relevante para sus deberes como Suma Inquisidora. Sin embargo —dijo, antes de que esta pudiera abrir la boca para discutir—, por el bien de no perder más nuestro tiempo, ya que estamos claramente en desacuerdo sobre este asunto, le informaré que hice una visita a un viejo amigo esta noche que duró más de lo que pretendía.

—¿Y a quién visitaste? —preguntó Umbridge dulcemente.

—Lucius Malfoy —dijo él con frialdad—. ¿Creo que lo conoces?

—¿Lucius? —repitió ella y de inmediato dejó de mirarlo como una presa que había acorralado—. Sí, por supuesto que conozco a Lucius. Muy respetado asesor del Ministro y también habla muy bien de usted, debo añadir.

—Sí… —dijo Snape aburrido—. Bueno, si necesita que mi historia sea colaborada por Lucius, estoy seguro...

—Eso no será necesario, profesor —respondió Umbridge rápidamente—. Lamento ponerlo en un apuro así, pero me temo que algunos de nuestros colegas parecen estar trabajando con Dumbledore para socavar el Ministerio y eso simplemente no puede ser.

—Comprendo —dijo Snape en voz baja.

—¿Me dirá si oye algo sospechoso? —Umbridge presionó.

—Por supuesto —respondió este suavemente—. Y si necesita algo más, ¿tal vez podríamos continuar esta conversación durante mis horas de trabajo mañana?

Se sintió aliviado cuando ella no trató de detenerlo ni de decir nada más que buenas noches. Snape bajó las escaleras a las mazmorras, sabiendo que sería una tontería intentar hacer una visita a la oficina de Dumbledore en ese momento. No con la Suma Inquisidora yendo a hurtadillas para ver quién estaba involucrado con él. No le sorprendería que Umbridge le siguiera ahora y no miró hacia atrás hasta que hubo un piso entre ellos.

—Nicolas —dijo Snape en bajo, apoyándose casualmente contra la pared junto a un retrato colgado fuera de la sala común de Slytherin unos minutos después. Un hombre escuálido pintado con un gran cincel y piedra delante de él, levantó la vista con interés—. Ve y dile a Dumbledore que he regresado y que tendrá que venir a mí —le susurró al cuadro.

—Enseguida, buen señor —dijo Nicolas alegremente.

Dejó caer el cincel de su mano y se marchó deprisa por el marco vecino sin otra palabra. Correría por todo el castillo para llegar a la oficina de Dumbledore para entregar el mensaje y Umbridge no se enteraría.

Snape permaneció apoyado contra la pared durante unos minutos más, escuchando en silencio cualquier sonido de actividad desde el interior de la sala común de Slytherin, pero todo parecía estar bien. No estaba por encima de entrar a cualquier hora para insistir en que sus estudiantes se fueran a la cama y todas sus otras ocupaciones no se interponían en su camino para vigilar de cerca a los miembros de su casa. Quería que todos estuvieran despejados para sus lecciones todos los días y pensaba que los deberes podrían completarse lo bastante temprano con un poco de planificación y disciplina avanzadas. Snape creía que quedarse despierto toda la noche equivalía a meterse en problemas y en su mayor parte nunca había tenido que atrapar a ningún estudiante a su cuidado más allá del toque de queda, con la notable excepción de Harry Potter.

Sonriendo un poco mientras pensaba en cómo había dejado de fingir que desaprobaba que Harry se escabullera bajo su Capa de Invisibilidad para pasar tiempo con él en sus cuartos después de horas, Snape caminó el resto del camino a su oficina y dijo la contraseña para entrar. Sabía que Dumbledore estaría allí en breve; el director era la única excepción a la regla en contra de poder aparecerse dentro de los terrenos de Hogwarts porque simplemente lo anulaba cuando le convenía.

Sin embargo, incluso la inminente llegada de Dumbledore no impidió que Snape decidiera sentirse cómodo en su propio hogar. Estaba simplemente demasiado cansado para preocuparse por verse vulnerable mientras revisaba la habitación de Harry por costumbre, para confirmar que el chico se había quedado en la Torre Gryffindor esa noche. Luego se dirigió a su propia habitación, se quitó la túnica y se puso un pijama gris a cuadros. Estaba en el proceso de ponerse una bata negra cuando escuchó el sonido distinguible de Dumbledore apareciendo en el salón.

—Buenas noches, Severus —sonrió Dumbledore, mientras este daba la vuelta de la esquina para encontrarse con él. A Dumbledore parecían brillarle los ojos y parecía muy despierto de pie ahí, aunque vestía un camisón blanco nieve debajo de unas túnicas deslumbrantes de color rojo brillante—. ¿Ha sido Dolores quien te ha interceptado?

—¿Quién si no? —Snape respondió, apuntando con su varita a la chimenea vacía para que aparecieran llamas.

Tiró entonces de la manta verde colgada sobre el sofá para envolverse en ella mientras se sentaba con los pies en los cojines a su lado. Dumbledore, mientras tanto, había agitado su varita sobre uno de los taburetes debajo de la encimera de la cocina para que flotara y se transformara en un gran sillón de felpa que aterrizó directamente al lado de Snape.

—Le dije que estaba con Lucius Malfoy, lo cual no es una mentira —le informó Snape, apoyándose en el brazo del sofá—. Aunque espero que no intente interrogar a Lucius en un futuro próximo. Lo dejé en mal estado.

—¿Voldemort lo castigó? —preguntó Dumbledore, sentándose.

—Más bien volcó su ira sobre él —respondió Snape—, porque Lucius no hizo nada malo. El Señor Tenebroso le ordenó colocar una maldición Imperius en Bode y eso es exactamente lo que hizo Lucius. No fue su culpa que Bode sufriera algún tipo de daño de hechizo cuando intentó recuperar la profecía.

—¿Sabe Voldemort la razón por la que Bode no pudo tocar la profecía? —preguntó Dumbledore en voz baja.

—No lo creo —respondió este—, sólo culpó a Avery por darle información incorrecta. Este le había asegurado que un inefable sería capaz de hacerlo, pero claramente estaba equivocado. El Señor Tenebroso está cada vez más desesperado. No creo que sepa qué hacer en este momento.

—Lo que lo hace aún más peligroso —dijo Dumbledore en voz baja—. La cosa es que solo aquellos de los que se trata una profecía pueden tomarla del Departamento de Misterios.

—Te guardaste esa información para ti. —Snape entrecerró los ojos, mientras Dumbledore se encogía de hombros inocentemente—. Así que eso significa que sólo el propio Señor Tenebroso o Harry...

—Exactamente —asintió él—. Y Harry no debería estar en peligro porque Voldemort no puede invadir su mente gracias a ti. Harry no tendría ninguna razón para mostrar interés en una profecía que no sabe que existe. Así que Voldemort persistirá en enviar almas desafortunadas en una misión imposible y peligrosa, pero a menos que decida hacer el intento él mismo...

—Y arriesgarse a revelar su regreso a todos aquellos que convenientemente lo ignoran... —interrumpió Snape.

—No tendrá éxito en conseguirlo hasta que vaya por sí mismo —finalizó Dumbledore—. Pero no subestimemos el sufrimiento de aquellos que se interponen en su camino mientras tanto… Incluyéndote a ti mismo. —Dirigió a Snape una mirada penetrante y luego preguntó en voz baja—: ¿Te hirió esta noche?

—No mucho —dijo Snape sin preocupación.

Las pociones que había tomado tan pronto como había regresado a Hogwarts habían reducido los peores efectos. Todos los mortífagos presentes habían sido sometidos a algo de la maldición Cruciatus, pero el persistente dolor de cabeza de Snape podría atribuirse a la creciente complejidad de sus defensas de oclumancia. Desde que su relación con Harry había evolucionado, la cantidad de detalles que Snape tenía que ocultar a su amo crecía minuto a minuto. Había estado teniendo migrañas persistentes durante semanas.

—Harry y sus amigos tuvieron su última reunión del "Ejército de Dumbledore" esta noche antes de Navidad mientras tú no estabas —sonrió Dumbledore mientras hacía referencia al grupo de defensa secreta que había estado teniendo lugar con éxito sin ser detectado por Umbridge durante unas semanas.

Snape sonrió ligeramente ante esta noticia.

—Pretendo que no sé qué está sucediendo —admitió.

—Un método que ambos parecemos haber adaptado. —Los ojos de Dumbledore brillaron—. Sin embargo, debes estar muy orgulloso de él.

—Creo que es bueno para él —dijo él en voz baja—. Se animó durante el verano cuando trabajamos juntos en Defensa contra las Artes Oscuras. Ayudó con sus pesadillas un tanto, si no más, que la oclumancia. Creo que ha sido una forma saludable para él de lidiar con el trauma del pasado mes de junio, especialmente ahora que ha podido atraer a otros estudiantes.

—No se siente tan solo ni condenado al ostracismo ahora —dijo Dumbledore sabiamente—. Se ha dado cuenta de que algunas personas le creen y esas son las que importan.

—Exacto —dijo Snape en voz baja, que estaba más orgulloso de Harry de lo que quería admitir a Dumbledore en ese momento.

Harry estaba haciendo un mejor trabajo controlando su humor alrededor de Umbridge. Tener el "Ejército de Dumbledore" ocupando gran parte de su tiempo le estaba haciendo un gran bien. Sus notas también estaban mejorando y visitaba a Snape casi todas las noches solo para pasar un poco de tiempo juntos. Más y más a menudo había estado trayendo a Ron y Hermione para pasar el rato en su habitación los fines de semana. Era exactamente lo que Snape imaginaba que sería tener un hijo.

—Estoy muy agradecido de que Harry te tenga —dijo Dumbledore amablemente—. Y que tú le tengas. Mereces ser feliz.

—No, no lo merezco —dijo Snape automáticamente y su labio se curvó—. Soy la última persona que debería ser feliz.

—Oh, Severus, tendremos que estar en desacuerdo en eso —dijo este gentilmente—. Pero no creas que no me he dado cuenta de que últimamente has estado callado y te has retraído incluso más de lo habitual.

—Como tú harías si no pudieras pasar un día sin que tu mayor error y arrepentimiento te fueran arrojados a la cara. —Snape lo miró con furia.

Los pelos en la parte de su nuca se erizaron al ser reprendido. La verdad era que Snape había llegado a disfrutar inmensamente de la presencia de Harry en su vida, solo para sentirse abrumado por la culpa y la vergüenza tan pronto como se quedaba solo para preocuparse de los asuntos de los que este no sabía nada.

—¿Así que esto es acerca de la profecía? —preguntó Dumbledore en voz baja—. No quería presumir. Todavía te estás castigando a ti mismo por un grave error cometido a una edad temprana al que has dedicado toda tu vida adulta a corregir. ¿Estoy en lo cierto?

—No he corregido nada —dijo Snape—. Dos personas murieron por mi culpa y su hijo es huérfano.

—No es culpa tuya —dijo Dumbledore en voz baja—. Sé un poco justo contigo mismo, sabes que hay muchos factores y muchas personas involucradas en lo que les sucedió a los Potter.

—Todo comenzó por mi culpa —dijo él, con una voz apenas por encima de un susurro—. No puedes negar eso.

—Y terminará gracias a ti —dijo Dumbledore con firmeza—. Estás sacrificando mucho para derrotar a Voldemort. Por no hablar de lo que has llegado a ser para Harry.

—No merezco a Harry —dijo Snape rápidamente, con el corazón hundiéndose mientras admitía la verdad en voz alta.

Cuánto le dolía decir eso, porque iba en contra de todo lo que había prometido ser para Harry y reconocer lo que este se había convertido para él. Sin embargo, cuanto más obsesionados estaban la Orden y los Mortífagos con la profecía, más se sentía Snape en conflicto e indigno.

—Severus, eres lo mejor para ese chico —dijo Dumbledore en voz baja—. Veo la diferencia en Harry desde que lo has acogido. La forma en que lo cuidas, le enseñas, lo proteges...

—No necesitaría protección de mí si no le hubiera dicho al Señor Tenebroso sobre la profecía en primer lugar —dijo Snape obstinadamente, negándose a ser consolado. Se sentó más recto en el sofá y cuando volvió a hablar, el dolor autoinfligido que sus palabras invocaban estaba escrito en su cara—. Dumbledore, tú empujando a ese chico a mi vida y yo permitiéndome apegarme a él fue extremadamente un error.

Los ojos de Snape estaban llenos de dolor, pero no era nada comparado con cómo se había visto Harry cuando le habló de sus padres, algo que se había vuelto cada vez más común cuanto más cómodo y confiado se volvía, y cuanto más compartían entre sí. Harry aprendiendo más sobre la familia que había perdido de alguna manera había hecho que el sentido de la familia pareciera fortalecerse entre él y Snape. Esto era algo que le había traído a Snape una felicidad sin precedentes que no creía merecer.

—¿Desde cuándo el amor es malo? —preguntó Dumbledore—. Le das a Harry exactamente lo que necesita.

—Está mal porque soy la razón por la que no tiene padres aquí que le quieran —insistió Snape—. Soy un sustituto muy pobre y arruiné su vida. Debería odiarme. Quería que me odiara. Traté de odiarlo y convencerme de que era como su padre. Lo traté mal para que me odiara de vuelta... Y luego todo ese tiempo que pasamos juntos el verano pasado ya no podía hacerlo. Es solo un chico y merece que le quieran y le cuiden.

—Eso es porque tienes un corazón muy bueno, incluso si te gusta fingir lo contrario —dijo este con cuidado, mientras Snape evitaba con determinación esos penetrantes ojos azules. Dumbledore suspiró—. Escúchame atentamente, Severus. Es cierto que no podemos cambiar el pasado y algunas acciones tienen consecuencias permanentes. Así es la vida, me temo, y la tuya no ha terminado debido a tu considerable arrepentimiento. Te he visto sacrificándote y demostrando un tremendo valor todos los días desde entonces. Eso cuenta mucho. Has crecido del chico perdido que eras y eres un hombre mucho mejor de lo que te das crédito. Estoy muy orgulloso de ti.

Un destello de irritación cruzó la pálida cara de Snape.

—Dumbledore...

—Severus, quiero que dejes de pensar que no mereces ser padre y simplemente disfrutes de lo que tú y Harry tenéis —dijo este con severidad—, pero puedo ver que no tendré suerte para convencerte de lo contrario. Así que, en cambio, quiero que te concentres en lo que Harry merece, que es todo lo que le estás dando. Las únicas dos personas que saben exactamente quién informó a Voldemort sobre la primera mitad de la profecía están en esta sala. Así es exactamente como tengo la intención de mantenerlo.

—No me gusta mentirle —dijo Snape en voz baja—. Quiero que siempre sea honesto conmigo, así que debería ofrecerle el mismo favor. Pero él ya no me querría si lo supiera.

—Cada padre tiene cosas sobre sí mismo que preferiría que su hijo no supiera —dijo Dumbledore simplemente.

—No esto —dijo Snape en voz baja—. Yo...

Pero Dumbledore levantó una mano para silenciarlo y un ceño fruncido había nublado su amable rostro.

—¿Oyes eso?

—¡AYUDA! ¡AUXILIO! ¡AQUÍ FUERA!

Tanto Dumbledore como Snape inmediatamente saltaron y sacaron sus varitas.

—Ese no es uno de mis estudiantes —dijo Snape, mientras abría la puerta de su oficina y salía al pasillo por delante de Dumbledore—. Lumos. —Mantuvo su varita levantada frente a él mientras miraba a su alrededor en todas direcciones, finalmente notando al hombre gritando en una pintura de conchas marinas pastel en una playa—. Everard —dijo Snape el nombre de la figura que reconoció. Un célebre jefe de Hogwarts cuyo retrato todavía colgaba en el despacho del director. Debía haber corrido hasta ahí por una razón muy importante.

—¿Me estabas buscando, Everard? —preguntó Dumbledore con calma, apareciendo detrás de Snape y acercándose a la pintura, bajando su varita mientras se aproximaba.

—Fui a visitar mi otro retrato en el Ministerio como dijiste que hiciera cada pocas horas, Dumbledore —dijo Everard sin aliento, mirando completamente jadeante después de todos los gritos—. Ha habido un ataque contra uno de los tuyos. Una serpiente... Se llevaron al hombre en una camilla. No sé si estaba vivo... Había tanta sangre. Creo que estuvo tirado allí durante mucho tiempo.

—Gracias por decirme esto, Everard —dijo Dumbledore con calma, ya empezando a caminar por el pasillo de vuelta a las escaleras—. Severus, sígueme y esperemos que Umbridge se haya ido a la cama.

—¿Quién estaba vigilando esta noche, director? —preguntó Snape, apretando el cinturón de su bata negra mientras casi trotaba para seguir el ritmo de los largos pasos de Dumbledore.

—Arthur Weasley —respondió este con seriedad.

Snape palideció y se sintió débil en las rodillas.

—No sabía que iba a haber un ataque —susurró—. El Señor Tenebroso no me dio ninguna pista. No sabía que iba a enviar a Nagini allí esta noche, Dumbledore.

—No te culpo, Severus —dijo Dumbledore en voz baja—. No puedes saber todo lo que está en la mente de Voldemort. Por el contrario, el antídoto que repone la sangre que has inventado podría hacer toda la diferencia entre la vida y la muerte para Arthur.

—No si ha estado acostado allí la mitad de la noche —dijo Snape en voz baja.

Se atormentó el cerebro tratando de recordar si el Señor Tenebroso había dicho algo sobre el paradero de Nagini esa noche, pero no era así. Su atención se había centrado en la incompetencia de sus mortífagos y en castigarlos por sus decepciones. Nagini no había sido mencionada en absoluto y como a menudo no estaba para hacer las órdenes de su amo, Snape no se había preocupado por ello. Ahora, sin embargo, estaba tratando de averiguar si esto era de alguna manera su culpa.

—Ve a decirle a Minerva lo que ha sucedido —instruyó Dumbledore—. Que despierte a todos los Weasley y los traiga a mi despacho. Necesito llevarlos al cuartel antes de que Umbridge pueda tratar de interferir.

—A Harry, también —dijo Snape con firmeza, sabiendo lo angustiado que estaría el chico por no poder apoyar a Ron en lo que fuera que viniera después—. Los Weasley también son su familia.

—Por supuesto —asintió Dumbledore—. Lo que sea que creas que es mejor.

—Me gustaría ir con ellos —dijo Snape de manera protectora, sus sentimientos de no ser digno inmediatamente empujados hacia abajo donde pertenecían mientras se concentraba en dónde sentía que podía ser mejor utilizado.

—Tienes clases que enseñar mañana y un acto que no olvidar —dijo Dumbledore con severidad cuando llegaron al piso principal y estaban a punto de separarse—. Solo quedan dos días más para las vacaciones de Navidad. Después puedes quedarte con Harry en el cuartel o traerlo de vuelta si lo deseas.

Snape asintió con la cabeza y Dumbledore, a punto de alejarse para volver a su despacho, de repente se detuvo para mirarlo y sonreír.

—Realmente creo que tu lugar en la vida de Harry va a ser tu papel más importante de todos —le dijo sabiamente—. Aprécialo.

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