
Regalo de una memoria
Hermione se estaba frustrando. Había sacado la varita y la estaba agitando mientras recitaba el hechizo por decimoquinta vez.
—¡Expecto Patronum! —conjuró un poco de vapor plateado, pero no tenía la fuerza y el detalle del patronus de ciervo de Harry—. No sé lo que hago mal...
—Eres demasiado dura contigo misma —dijo Lupin suavemente—. Esta es una magia defensiva extremadamente avanzada que muchos magos adultos no pueden producir. Vas bien.
Hermione se mordió el interior de su mejilla y lo intentó de nuevo. Sirius la observaba atentamente desde la montaña de almohadas invocadas en las que él y Harry habían estado acostados desde que habían terminado de cenar.
—Eres la bruja más brillante de tu año, Hermione —le dijo tranquilizadoramente—. En realidad, ese podría ser el problema. El Encantamiento Patronus responde a tus emociones. No puedes lanzarlo de manera efectiva si estás estresada por equivocarte.
—¿Por qué no te tomas un descanso, Hermione? —sugirió Lupin.
—Y recuerda que se supone que esto tiene que ser divertido —añadió Ron, mientras tomaba un trago de su botella de cerveza de mantequilla y se recostaba en la silla reclinable con los pies apoyados.
—Esto es divertido —dijo Harry, girando la cabeza para sonreír a su padrino.
—Sólo pídemelo —le dijo Sirius—. Puedo enviar un mensaje a Severus en un instante y decirle que diga que tienes la gripe o algo así, y que necesitas unos días libres del colegio.
—Es el año de los TIMOS —comentó Hermione al ver que Harry parecía estar considerando la idea—. Y ya vas con bastante retraso tal como estás. Los dos —añadió, mandando a Ron una mirada severa que se parecía bastante a la de la profesora McGonagall.
—No es como si Harry y yo nos fuéramos a llevar nuestros deberes para este fin de semana. —Ron rodó los ojos—. Siempre los hacemos a tiempo. Mi madre me mataría si no los hiciera.
—Molly nos mataría a todos si supiera lo que estamos haciendo este fin de semana —dijo Sirius—. Solo asegúrate de que sepa que la obedecí y os transmití su mensaje a todos vosotros.
—Y luego procediste a ayudarnos a planificar el grupo de defensa ilegal que nos ha prohibido formar —replicó Harry.
Sirius se encogió de hombros.
—Bueno, sigo pensando que es una idea increíble y no voy a pretender lo contrario. Además, si te expulsan, puedes venir a vivir conmigo —añadió burlonamente, aunque incluso él no estaba seguro de cuánto de eso era una broma.
Había estado haciendo todo lo posible para mantenerse de buen humor todo el día para que ninguno de ellos, especialmente Harry, pudiera adivinar cuánto temía que se fueran. Remus pronto se iría por un período prolongado para trabajar en nombre de la Orden y Snape iba llegar dentro de poco para recoger a Harry y sus amigos. El estómago de Sirius ya se retorcía ante la mera idea de quedarse solo de nuevo. La última vez que se había reído hasta que le dolieran las costillas y se había ido sin dormir porque la vida era demasiado agradable como para perder un momento, James todavía había estado vivo. Aunque eso es lo que la compañía consistente de Harry, Ron, Hermione y Remus había hecho por él durante el fin de semana.
Su tiempo con ellos se había sentido como una gran fiesta que prometía aventura y Sirius se había lanzado con entusiasmo a ayudarlos a planear y practicar hechizos defensivos, que era el mayor temor del Ministerio. Habían conjurado al menos cien cojines para lanzar por todas partes para evitar malas caídas durante los duelos en toda la casa, pero habían pasado el mismo tiempo hechizándolos para que les persiguieran como bludgers inofensivas. La casa estaba en un caos total una vez más, pero Sirius estaba más que emocionado con el ruido y el caos.
—¿Cuál es el recuerdo feliz que piensas para tu patronus, Harry? —preguntó Hermione.
Harry parpadeó ante la repentina pregunta y miró a Remus, quien sonrió alentadoramente. El profesor Lupin había sido quien le había enseñado a Harry cómo lanzar el encantamiento Patronus en su tercer año de Hogwarts. Siempre era una lucha prematura para un mago encontrar una memoria lo suficientemente poderosa que encuadrara con lo que requería el complejo encantamiento.
—Pienso en mis padres —admitió y la cara tensa de Hermione se suavizó—. Ni siquiera es una memoria real porque no los recuerdo, pero funciona.
—También pienso en tu padre para el mío —dijo Sirius, llamando la atención de Harry. Después se volvió hacia Hermione—. Tiene que ser una felicidad que te inspire en lo más profundo de tu corazón. Sobresalir en todos tus TIMOS no sería suficiente, tiene que ser algo por lo que vivirías y respirarías; morirías incluso, si es necesario.
—No sé, el cien por cien en todos los exámenes parece ser el ajuste perfecto para Hermione —dijo Ron entre risas.
—En realidad, hace poco logré lanzar un buen patronus de nuevo —admitió Sirius en voz baja a Harry, mientras Hermione se alejaba para hacer otro intento—. Es un encantamiento muy complejo, sobre todo después de pasar doce años con solo tus peores recuerdos como compañía. Incluso cuando los felices comenzaron a volver a mí después de que escapé, fue un shock y me llenaron de tanto dolor que me costó mucho esfuerzo aferrarme a uno el tiempo suficiente para decir el encantamiento.
—Todavía no sé cómo estás aquí —dijo Harry, acercándose instintivamente a Sirius, sintiendo un calor en su corazón cuando le abrazó de vuelta.
No le importaba quién lo viera, mientras apoyaba su barbilla en el hombro de Sirius. Ron se puso de pie para ir a practicar el encantamiento con Hermione y Lupin, que daban la espalda a Harry y Sirius, como si estuvieran decididos a darles algo de privacidad.
—No me refiero solo aquí en esta casa —aclaró entonces—. Me refiero...
—Sé a lo que te refieres —respondió Sirius, con otro cálido apretón—. Y tienes toda la razón.
Sabía mejor que nadie lo milagrosa que era su supervivencia. Los dementores eran un castigo cruel e inusual. Sacaban toda la esperanza y la felicidad del aire. La mayoría de la gente en Azkaban se volvía loca y dejaba de comer porque ya no tenían ganas de vivir. Había sido testigo de ello una y otra vez, preguntándose cuándo y si sería su turno. La verdad de su inocencia era lo único que los dementores no habían podido quitarle. Había sido lo único a lo que había tenido que aferrarse.
—¿Qué recuerdo de mi padre usaste para tu patronus? —preguntó Harry.
—Oh, hay tantos... —Sirius sonrió—. El concreto con el que tuve éxito más recientemente fue después del verano que escapé de casa y me quedé en la Mansión Potter. James y yo salíamos volando en mi moto casi todas las noches y no volvíamos hasta el amanecer. Nos metimos en algunos pequeños problemas, pero eso es lo que lo hizo emocionante.
—¿Como qué? —preguntó Harry con entusiasmo.
—Una vez nos encontramos con unos policías muggles —dijo Sirius con gran satisfacción—. Pensaron que éramos un par de vándalos.
—¿Estaban equivocados? —Harry se rió.
—Supongo que no —respondió Sirius—, pero nunca tuvimos un momento aburrido. James y yo éramos inseparables e, incluso sin Azkaban, nunca habría sido el mismo sin él. Sin embargo, hablando con su hijo en este momento, realmente no tengo mucho de qué quejarme, ¿verdad? Para ti que ni siquiera recuerdas el sonido de las voces de James y Lily...
—Sólo sé lo que dijeron antes de morir a causa de los dementores —dijo Harry en voz baja—. Y pude ver un poco de mi madre cuando el profesor Snape me dio su recuerdo de la infancia de ellos en el lago.
Sirius sintió como si una bombilla se hubiera apagado repentinamente dentro de él cuando Harry le recordó lo que Snape le había dado, cómo había hecho una gran diferencia en su relación. Le dio a Sirius qué pensar en lo que también podría hacer por Harry y debería haber pensado en hacerlo hace mucho tiempo.
Había cogido su varita y casi se la había subido a la cabeza antes de dudar. Luego dejó caer el brazo sobre su regazo y se sentó un poco más recto sobre los cojines. Podía ver a Harry mirándolo muy de cerca, pero había decidido en ese momento que quería esperar antes de informar a su ahijado.
—¿Me dirías lo que James dijo? —preguntó en voz baja para distraer a Harry de lo que casi había hecho, pero también porque realmente quería saberlo.
—Lily, toma a Harry y vete. Es él. Yo lo detendré —respondió Harry, en un tono plano que no hacía justicia a la forma en que James había gritado sus últimas palabras con una voz que no había temblado ni siquiera ante una muerte segura.
La comisura de la boca de Sirius se movió y sostuvo a Harry, incluso mientras volvía su atención a los otros tres al otro lado de la habitación. Ron estaba tratando de producir un poco de vapor plateado y Remus los estaba guiando a ambos de la misma manera que le había enseñado a Harry cuando era profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. Sirius estuvo a punto de levantarse e intentar su propio patronus de nuevo cuando oyó el sonido de la puerta principal abrirse y su corazón se hundió un poco.
—Severus está aquí —le dijo Sirius a Harry, levantándose de las almohadas con cierta dificultad.
Nadie más había oído la puerta y continuaban lanzando el encantamiento Patronus. Sirius estaba a mitad de camino de la habitación cuando una nutria azul plateada estalló de la punta de la varita de Hermione y se paseó rápido por la habitación. Remus estalló inmediatamente en aplausos.
—¡Maravilloso, Hermione! —exclamó.
—¡Muy bueno! —Sirius exclamó distraídamente, antes de escaparse para ir a hablar con Snape por su cuenta. Esperaba que Harry no lo siguiera, mientras espiaba a Snape bajando por el pasillo con sus largas túnicas negras, con apariencia de no haber dormido en días—. Severus, ¿puedo hablar contigo?
Snape estrechó sus ojos negros con una sospecha de la que no podía culparlo por completo, a pesar de que se estaba cansando bastante de ello.
Sirius había ondeado una bandera blanca y admitido que se había equivocado por el bien de la paz. Trataba de ser amable y fingía no darse cuenta o molestarse por la forma en que Snape seguía rechazando todas las ofertas. Más que nada, no había cuestionado o tratado de cambiar la mente de Harry sobre su claro y creciente apego a Severus Snape, incluso si Sirius no lo entendía en lo más mínimo.
—Que sea rápido —Snape finalmente accedió—. ¿Qué pasa?
—Nada —dijo Sirius rápidamente, caminando hacia la parte delantera de la casa donde no se les escucharía. Echó una mirada por encima del hombro para asegurarse de que Snape lo estaba siguiendo y entró en la sala de estar que a veces usaban para las reuniones de la Orden—. Harry y yo estábamos hablando de cómo no recuerda nada de sus padres.
Snape alzó las cejas.
—Era solo un bebé cuando murieron. ¿Cuántas cosas recuerdas de cuando tenías un año?
—Dijo que le mostraste un recuerdo de Lily —dijo Sirius, ignorando el comentario de Snape. Observó con un poco de satisfacción cómo la piel de Snape palidecía visiblemente—. Eso significó mucho para él.
—Lo sé —dijo éste rígidamente después de un largo momento de silencio, sus labios blancos apenas moviéndose—. ¿Eso es todo lo que tenías que decir?
—No. —Negó con la cabeza—. Solo me entristecía pensar en cómo Harry no tiene ningún recuerdo propio de ellos. Me pregunta por James y hay mucho que puedo decirle.
—Entonces díselo —dijo Snape con impaciencia, sus ojos ojeando el gran reloj con el péndulo oscilante en la esquina, como si fuera a llegar tarde a una cita importante.
—Todo está volviendo a mí ahora —dijo Sirius, decidiendo fingir que no se daba cuenta del poco deseo que Snape tenía de estar en esa conversación. Después de todo, Snape se había inscrito para estar en la vida de Harry de esta manera, aunque dijera lo contrario. Eso les obligaba a hablar entre ellos—. Sentí que me faltaba la mitad de mi cerebro cuando salí de Azkaban.
—Eso es normal —dijo Snape con indiferencia—. Hace poco estuve expuesto a dementores durante unos días y me llevó el doble de tiempo recuperarme de los efectos. La oclumancia tampoco me protegió completamente de ellos. Tú estuviste rodeado de ellos durante años. Llevará mucho tiempo recuperarse de un trauma como ese.
—Harry cree que es un milagro que esté así.
—Tiene bastante razón —dijo él ágilmente, mirando el reloj de nuevo—. Tengo que volver a Hogwarts. En caso de que no te hayas dado cuenta, no tengo tiempo libre ilimitado y también tengo suficientes problemas propios.
—Quería hablar contigo sobre Harry, no sobre mí —respondió Sirius—. Podría haberle dado todos los recuerdos que quería, pero te estoy hablando de esto primero.
—Eso realmente no es de mi incumbencia —dijo Snape después de una pausa—. Cuéntale lo que quieras, pero no esperes que colabore ninguna mentira sobre su querido padre contigo.
Sirius sintió una oleada de ira y protección por la memoria de su amigo. Una parte de él quería sacar la varita y criticar a Snape por sugerir que James Potter había sido cualquier cosa menos que una gran persona, incluso si sabía que había razones genuinas para que este se sintiera de esa manera.
Aun así, ¿cómo podrías dar un paso adelante para cuidar al hijo de otro hombre si no tenías respeto por él? ¿Cómo podría Harry estar de acuerdo con acercarse tanto a alguien que odiaba a su padre? Sirius no entendía lo que estaba sucediendo entre ellos ahora, incluso cuando trataba de apoyarlo por el bien de Harry. Era lo que Remus le había instado a hacer.
Luchó por contenerse la lengua, hasta que finalmente se decidió por algo que podía decir que no desharía todo el progreso que pensaba que habían hecho. Después de todo, Snape había preparado ese fin de semana para que Harry fuera a verlo sin ninguna obligación real de hacerlo. Dumbledore ciertamente no se preocupaba por mejorar el acceso de Sirius a su ahijado. Snape se había hecho cargo de ese asunto.
—Sé que Dumbledore tiene un pensadero —dijo Sirius con voz controlada.
—Que no es un juguete —dijo Snape con cansancio.
—Dumbledore te lo prestará si lo pides —dijo éste con confianza—. No soy un oclumante como tú. No puedo mostrarle a Harry un recuerdo de la manera en que lo hiciste.
Snape hizo una pausa.
—¿Qué planeas mostrarle?
—Quiero mostrarle a Harry cuánto lo amaban —respondió Sirius—. Estaba allí cuando él nació. Puedo mostrarle todo eso. Cosas inofensivas, Severus. ¿Quieres que te las muestre primero?
—No, para nada —dijo él con frialdad.
Se miraron el uno al otro durante un minuto. Sirius rompió el contacto primero.
—¿Por favor? —dijo en voz baja y fue como si hubiera pronunciado unas palabras mágicas.
Aunque todavía se sorprendió cuando Snape no hizo un comentario grosero, sino que simplemente levantó la varita para conjurar un frasco de la nada.
—Dumbledore tendrá que estar de acuerdo con esto —dijo Snape lentamente—. No tengo el hábito de entrar en su oficina y agarrar objetos mágicos raros cuando los quiero.
—Estará de acuerdo —dijo Sirius y sacó su varita dándola unas cuantas vueltas en la mano mientras lo consideraba.
Se sintió aliviado de que Snape hubiera aceptado hacer esto con él, demostrando que al menos ambos tenían en mente los mejores intereses de Harry. Sin embargo, ahora estaba tratando de averiguar qué quería mostrarle. Sirius conocía el hechizo, pero en realidad nunca se lo había realizado a sí mismo. Pero había aprendido a convertirse en un animago cuando aún era menor de edad, ¿qué tan difícil podría ser eso en realidad en comparación?
—Esto va a tomar toda la noche —Snape sonó exasperado unos minutos más tarde, después de haber visto a Sirius sacar su varita de su cabeza sin nada por cuarta vez—. Casi te tienes que realizar legeremancia para extraer una memoria completa con éxito y verdaderamente. ¿Alguna vez lo has hecho antes?
—No —admitió él—. Aunque sí rogué por Veritaserum antes de que me enviaran directamente a Azkaban para poder probar mi inocencia. Sin embargo, ni siquiera tuve un juicio.
—Estoy familiarizado con la historia —respondió Snape con calma, extendiendo su propia varita—. Será más rápido si yo lo hago. Sólo tienes que concentrarte con fuerza en el momento en el tiempo que quieres mostrar. Sus rostros... Una frase que alguien habló. No tienes que pensar en cada detalle. Tu cerebro reunirá toda la información relevante para darme una copia de la memoria completa. ¿Entendido?
—¿Cómo sabremos si tienes la cosa completa? —preguntó Sirius.
— Lo sabré si la conexión no se rompe prematuramente —respondió éste cortamente—. Y puede doler.
—Puedo apañármelas —dijo Sirius, sacando una silla y sentándose expectante. Observó a Snape mirándolo críticamente, caminando hacia su lado y metiendo su dedo a través de sus gruesos mechones de rizos oscuros—. Nunca pensé que llegaría un día en que te dejaría apuntar una varita directamente a mi cabeza...
—Qué cosas —dijo Snape con frialdad—. Yo estaba tratando de averiguar cuándo esto se había convertido en mi vida. Ahora cierra los ojos, piénsalo con fuerza y deja de hacerme perder el tiempo.
Sirius cerró los ojos cooperativamente. No había sabido específicamente lo que estaba tratando de producir. Su mente se acercó a James Potter riendo, con las lágrimas a punto de salir de sus párpados. Entonces vio a Lily allí, con su vientre redondo por el bebé. Su cabello rojo era largo y le cubría su espalda; su piel brillaba y su rostro tenía las mejillas sonrojadas. Se estaban preparando para que el bebé llegara en cualquier día. Con sólo dieciocho años de edad y llenos de tales sueños, mientras se imaginaban una larga vida por delante de sí mismos.
—¿Qué estáis haciendo?
Los ojos de Sirius se abrieron y se sobresaltó cuando la varita de Snape se clavó con brusquedad en su sien. Se fulminaron el uno al otro y luego se fijaron en Harry, a quien ninguno de los dos había notado hasta que había hablado.
—Creo que la tengo entera —dijo Snape con calma, mientras dejaba caer el recuerdo, ni líquido ni gas, en el recipiente listo.
—¿Está seguro? —preguntó él, volviéndose hacia Snape con interés—. Ni siquiera sabía en qué se suponía que debía centrarme.
—Nuestras mentes pueden jugarnos trucos —respondió éste lógicamente—, pero todo sigue ahí. Es por eso que un legeremante cualificado puede recuperar incluso los pensamientos más reprimidos.
—Qué miedo —dijo Sirius—. Espero que eso no sea lo que estabas tratando de hacer.
Snape lo miró fijamente.
—Lo último que querría hacer es aprender más sobre lo que está pasando en tu cabeza. Sólo hacer esto ha sido lo suficientemente insoportable. Por cierto, de nada.
—Gracias —sonrió Sirius.
—¿Qué estáis haciendo vosotros dos? —Harry repitió, acercándose y señalando el frasco en la mano de Snape—. Señor, ¿ha extraído un recuerdo de Sirius?
—Muy bien, señor Potter —dijo éste sarcásticamente, sosteniéndolo para que Harry lo inspeccionara—. Considéralo un regalo.
—¿Un regalo? —Harry repitió.
—Una memoria de tus padres —explicó Sirius con cuidado, poniéndose de pie y colocando su mano sobre el hombro de Harry—. Pensé que significaría más llegar a verlos, no solo tener que yo decírtelo. Severus accedió a ayudarme.
—¿De verdad? —preguntó Harry sorprendido, acercándose a Snape y agarrando el pequeño frasco de la mano.
El contenido arremolinado, ni líquido ni gas, no revelaba nada por sí solo, pero contenía tanta esperanza, que Harry lo estaba apretando muy fuerte.
—Voy a conseguir el pensadero de la oficina del profesor Dumbledore esta noche para que no tengas que esperar —dijo Snape en voz baja, naturalmente poniendo su mano en el hombro libre de Harry para que este estuviera de pie entre él y Sirius juntos, siendo sostenido por ambos. Aunque estaba sin palabras, todo lo que Harry pudo hacer fue asentir.