Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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Amigos y figuras paternas

—Nada de entrenamientos de quidditch —dijo Angelina Johnson, capitana del equipo, con voz apagada cuando Harry, Ron y Hermione entraron en la sala común después de cenar, unas semanas más tarde.

No era una sorpresa para ninguno, pero Harry aun así sintió una nueva oleada de ira cuando la imagen de la cara de sapo de Umbridge apareció en su mente. Solo podía imaginar cuánto le encantaba a la Suma Inquisidora de Hogwarts mantener la perspectiva de que no hubiera Quidditch sobre las conciencias de los Gryffindors. Umbridge había disfrutado usando todo su nuevo poder para hacer la vida en Hogwarts lo más miserable posible para todos. Sin embargo, Harry estaba bastante seguro de que no había sido la principal motivación para el nuevo decreto educativo que se había publicado esa mañana antes del desayuno.

—Entonces, ¿crees que Umbridge se ha enterado? —preguntó Ron a los otros dos en voz baja, después de que Angelina se desplomó donde Katie Bell y Alicia Spinnet, las otras cazadoras en el equipo, estaban sentadas junto a la chimenea, apenadas.

Era la primera oportunidad en todo el día que habían tenido para discutir el nuevo decreto solo los tres.

—Definitivamente —dijo Harry con firmeza, sus manos en puños de modo que "no debo decir mentiras" se marcara más en su piel.

El díctamo y la pasta que había aplicado para tratar los cortes después de sus castigos finales habían aliviado gran parte del dolor, pero no habían reducido mucha parte de las cicatrices.

—No sé cómo podría haberlo hecho —dijo Hermione miserablemente—, pero creo que ambos tenéis razón. Es demasiada coincidencia. Umbridge sabe que planeábamos un grupo secreto de defensa y eso es lo último que el Ministerio quiere que hagamos. Es por eso que no nos dejarán hacer hechizos defensivos, incluso cuando nuestro TIMO tiene una parte práctica.

—Pensé que habías dicho que no se trataba de los exámenes. —Ron sonrió.

—No lo es —respondió ella enérgicamente—. Al menos no del todo. Todavía creo que no hay probablemente nada más importante en este momento que aprender a defendernos.

—Estoy de acuerdo contigo —dijo Harry—. Entonces ¿qué vamos a hacer? La gente se ha acercado a mí todo el día. No sabía qué decir.

—Yo tampoco —dijo Hermione con inquietud, mirando a Fred y George Weasley con exasperación en los ojos.

Los gemelos se habían encargado de elevar la moral ese viernes por la noche demostrando sus inventadas cajas de Surtidos Saltaclases a quien mirase. Estaban tomando turnos para vomitar en cubos a sus pies, antes de comer la segunda mitad de la Pastilla Vomitiva que los curaría inmediatamente.

Habían pasado un par de semanas desde que Hermione y Ron le propusieron por primera vez la idea a Harry de que liderara un grupo de Defensa para estudiantes interesados. Harry se había quedado extremadamente atónito por descubrir que sus amigos pensaban que sería un buen profesor. Podría tener la experiencia de saber lo que se sentía al enfrentarse a Voldemort, incluso si la mayoría del colegio todavía creyera que era una mentira, pero su supervivencia realmente se había reducido a la suerte y el nervio.

Harry había estado extremadamente decidido a asegurarse de que todos los estudiantes elegidos de Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff que iban a estar en el club secreto entendieran eso. Había explicado que no se trataba de memorizar hechizos y lanzarlos al asaltante. Los padres de Harry y Cedric Diggory no habían muerto porque no fueran magos lo suficientemente hábiles; habían poseído mucho más talento que Harry, no había duda en su mente.

Snape le había dicho lo mismo todo el verano, regañándole por ser demasiado predecible como para obtener raramente la ventaja durante los numerosos duelos de práctica, mientras se las arreglaba para enseñarle mucho. Harry había estado esperando transmitir esa sabiduría a cualquiera que lo quisiera, aunque solo fuera por el bien de sentir que estaba haciendo algo para luchar contra Voldemort y el Ministerio. Pero ahora se sentía más derrotado que nunca.

—Vayámonos ya —les dijo con impaciencia—. Quizá el profesor Snape nos deje ir más pronto, ya que no tenemos que esperar a que termine una práctica.

—Sí, está bien —Ron asintió—. ¿Crees que Sirius nos dirá que sigamos adelante si se lo preguntamos?

—Creo que es exactamente el tipo de cosas que él y mi padre habrían hecho si fueran nosotros —respondió Harry con confianza.

Incluso si no recordaba a su padre, podría imaginar la emoción que le habría dado a James y Sirius planear tal rebelión bajo la nariz de un funcionario del ministerio de alto rango. Aunque eso no significaba que él necesariamente debería hacer lo mismo.

—Hmm. —Hermione frunció los labios, entrecerrando los ojos—. Harry, ¿has considerado pedir la opinión de Snape sobre esto? —preguntó en voz baja, protegida por los fuertes gritos y vítores de los estudiantes reunidos alrededor de Fred y George.

—¿Estás loca? —le preguntó Ron, incrédulo—. Snape le asignó hoy esa redacción sobre Soluciones para encoger como castigo y la poción de Harry no era la peor de la clase. —Se volvió hacia Harry—. ¿A menos que solo lo hiciera para obtener una puntuación más alta en la inspección de Umbridge porque sabe que ella te odia?

—No, iba en serio —dijo este sombríamente, quien realmente no había estado prestando la más mínima atención a su caldero durante la lección de esa mañana. Había estado demasiado preocupado por escuchar a Umbridge preguntando a Snape—. Probablemente me daría un castigo solo por considerar con seguir adelante con el grupo. Me hizo prometer que dejaría de meterme en problemas con Umbridge.

—Pensé que Snape, de todas las personas, probablemente querría que aprendiéramos a defendernos contra las Artes Oscuras —dijo Hermione—. Te enseñó tanto este verano, Harry.

—Sí, lo hizo —concordó él—. Pero aun así no creo que estuviera contento. Preguntémosle a Sirius qué piensa este fin de semana y luego podremos decidir qué decirles a todos los demás cuando regresemos.

—Está bien —acordó ella—. Nos vemos aquí en unos minutos.

Harry y Ron la acompañaron hasta la parte inferior de la escalera en caracol que conducía al dormitorio de las chicas y luego subieron la escalera hasta la de los chicos. Harry se alegró al ver que su dormitorio estaba vacío. No quería tener que soportar otra conversación con Neville y Dean sobre si arriesgarse a la expulsión para practicar Defensa contra las Artes Oscuras, especialmente si Seamus estaba cerca. Harry sacó sus libros de su mochila y los puso sobre la cama de cuatro postes. Luego comenzó a coger ropa y otras cosas que necesitaría para el fin de semana.

—Si Umbridge no nos deja tener quidditch, podría preguntarle a Sirius si puedo no volver —dijo Harry deprimido, mirando debajo de la cama a su Firebolt con nostalgia, mientras buscaba un par de calcetines limpios.

—Dumbledore no la dejará salirse con la suya —dijo Ron positivamente, mientras metía un suéter granate tejido en su mochila.

—No estoy seguro de que Dumbledore tenga mucho control sobre ella —replicó Harry con escepticismo.

Terminaron y luego bajaron las escaleras para encontrarse con Hermione en la sala común.

—¡Saludad a mamá y papá! —Ginny los llamó con un guiño, mientras pasaban a su lado al salir del hueco del retrato.

Era la historia que había ideado para explicar a dónde iban ese fin de semana. Los gemelos y Ginny habían encontrado razones para dar en caso de que alguien preguntara por qué tampoco regresaban a la Madriguera para visitar a los señores Weasley. Solo los profesores Dumbledore, McGonagall y Snape sabían la verdad; que se iban a quedar con el padrino de Harry en el cuartel de la Orden del Fénix. Umbridge no debía ser informada hasta que notara que no estaban, pero nadie dudaba de que estaría lívida al descubrir que tres estudiantes habían abandonado la escuela sin su expreso permiso.

—Rápido, escondeos aquí —dijo Harry a los otros dos, después de que llegaron al último escalón de la escalera de mármol y fueran a comenzar a descender los escalones de piedra a las mazmorras.

Sacó su capa de invisibilidad y la arrojó sobre los tres cuando nadie miraba. Era incómodo arrastrar los pies juntos, teniendo mucho cuidado de asegurarse de que ninguno de los zapatos pudiera verse por un estudiante de Slytherin que pasara. El camino a la oficina de Snape era tan familiar para Harry que estaba bastante seguro de que podía llegar allí con los ojos cerrados, aunque esa era la primera vez que traía a Ron y Hermione con él. Iban a tomar un traslador de ahí a Grimmauld Place. Sería la primera vez que Harry viera o hablara con Sirius en casi un mes.

—Ay, ¿qué?

Ron había pisado sin querer el pie de Hermione cuando Harry se había parado repentinamente, respaldándolos a todos debajo de la capa.

—Malfoy —respondió Harry en voz baja.

Acababan de girar por el pasillo donde se encontraba la sala común de Slytherin. Harry había visto a Snape escoltando a Malfoy a la entrada y su interés se había despertado. Snape tenía su mano sobre el hombro del chico y Malfoy parecía extremadamente angustiado por algo. Se pararon frente a una pared de piedra, hablando en voz baja el uno al otro. Entonces Snape dio la contraseña y la entrada se reveló para admitirlos.

—Me pregunto por qué está tan molesto —Harry murmuró.

—Bueno, su padre es un mortífago, ¿no es así? —Hermione dijo lógicamente—. Y dijiste que Voldemort estuvo en su casa durante el verano. Me imagino que podría estar molesto por varias cosas.

—No creo que a Malfoy le importe nada de eso —dijo él, con pesimismo.

—¿Tal vez Pansy rompió con él? —Ron se rió mientras continuaban por el pasillo, llegando a la oficina de Snape un minuto después.

—Mollitiam —Harry dijo con confianza desde debajo de la capa.

—Esto se siente como allanamiento —admitió Ron cuando la puerta se abrió y rápidamente se deslizaron dentro.

Una vez que la puerta se había cerrado detrás de ellos con seguridad, se quitaron la capa y Harry le metió en su mochila de nuevo. Luego se acercó a la pared y tocó la piedra negra sin siquiera tener que mirar para recordar exactamente dónde sobresalía. Ron y Hermione observaron con asombro cómo comenzaba a desmontarse en el arco por el que Harry entraba muy a menudo.

—Se ha vuelto tan normal —les confesó.

—Creo que es maravilloso —dijo Hermione comprensiva, cuando el salón apareció ante sus ojos—. Y tan fascinante. Nunca antes había considerado dónde viven los profesores. ¿Todos tienen apartamentos dentro del colegio? Sé por Historia de Hogwarts que el estudio del director es una suite muy grande y con varias habitaciones, pero no había pensado en los demás. La de la profesora McGonagall estará fuera de su oficina, supongo que igual, pero sería bastante pequeña.

—¿O tal vez solo usan magia para hacerla más grande? —Harry sugirió, mientras entraban en el salón y dejaban sus mochilas en el suelo—. Snape añadió un dormitorio aquí con su varita como si no fuera nada.

—Un encantamiento de Congestión —dijo ella, muy informada.

—Eso es lo que mi madre y mi padre hacían cada vez que tenían a uno de nosotros —dijo Ron, caminando en un círculo por la habitación, inspeccionando los artículos básicos como la manta sobre el sofá y una taza en la mesa baja, como si fueran hallazgos extraordinarios. Snape tenía libros y pilas de pergaminos dispersos por toda la encimera de la cocina, una visión familiar que significaba que estaba en medio de una investigación importante—. No estoy seguro de lo que esperaba...

—Venid a ver mi habitación —les dijo Harry, que todavía se sentía eufórico de tener un lugar que fuera suyo.

Sabía que estarían tan cautivados con la ventana al mundo secreto que existía bajo las aguas del Lago Negro como lo estaba él.

Ron y Hermione lo siguieron por el pasillo, más allá de la puerta cerrada del dormitorio de Snape y hacia su propia habitación con la puerta parcialmente abierta. Todo estaba exactamente como Harry lo había dejado unos días antes; ordenado, pero con una comodidad real que provenía de obtener mucho uso. Muchos más objetos diversos parecían haber encontrado su camino ahí. Botellas de tinta de más, plumas, ropa, libros de la biblioteca que tendría que recordar de devolver cuando regresara de Grimmauld Place, y algunos artículos que había escogido en la tienda de bromas de Zonko durante el último fin de semana de Hogsmeade. Estaba tan personalizada y asombrosamente suya como la habitación de Ron en el ático llena del naranja brillante de los Chudley Cannons en la Madriguera.

—Esto es magnífico —dijo Hermione, acercándose al marco de cristal y tocándolo con la mano—. ¿No está hechizado?

—No, es real —respondió Harry—. Por lo visto, tienes que cerrar las cortinas si no quieres que ningún ser marino mire, pero siempre las mantengo abiertas. Hay un banco de peces que les gusta asomarse a la ventana.

—Eso es más genial que el ghoul sobre mi habitación —comentó Ron.

—No realmente —respondió él—. Pero es mucho mejor que el viejo dormitorio lleno de cosas rotas de Dudley que los Dursley me dieron.

—¿Crees que todavía tendrás que volver con ellos el próximo verano? —preguntó Ron.

—No lo sé —dijo Harry, que no había planeado tan de antemano como para empezar a contemplar si los Dursley podrían ser una cosa del pasado para él—. Supongo que si Dumbledore dice que está bien que no...

Hermione seguía examinando la ventana.

—Me pregunto qué hechizo usó para mantener la luz perpetua en el fondo del lago —habló en voz alta.

—Ni idea —dijo Harry.

No podía recordar ninguno de los hechizos específicos que Snape había usado para crear esa habitación para él. Había estado demasiado preocupado por estar en shock por el impresionante gesto como para prestar mucha atención a tales detalles.

—Apuesto a que Dumbledore dirá que está bien —dijo Ron, colocándose en la cama de Harry y sacando el yo-yo chillón que había comprado en Zonko el sábado pasado—. ¿Por qué tendrías que sufrir? Snape puede mantenerte a salvo mejor que esos muggles.

—Quizá. Eso espero —respondió Harry, que no quería pensar en regresar a Privet Drive en ese momento—. Dumbledore realmente quería que Snape y yo aprendiéramos a trabajar juntos. Me lo dijo cuando estuve con él durante el verano. Dijo que cree que es la mejor oportunidad de nuestro lado. Así que podría dejarme.

No tenía ninguna duda de que Snape lo aceptaría si Dumbledore lo aprobaba previamente.

—Creo que es lo mejor que podría haber sucedido —dijo Hermione sinceramente, caminando hacia el escritorio de Harry y abriendo la portada de "Defensa esencial contra las artes oscuras" que había sacado de la biblioteca, emocionado por la primera reunión del grupo, que ahora podría no suceder nunca—. Voldemort piensa que Snape es su mano derecha—explicó ella—. No hay nadie que pueda prepararte mejor o ayudar a nuestro lado. Puedo ver por qué Dumbledore esperaba que eso funcionara.

—Sí —dijo Harry, que podía estar de acuerdo en que había muchas ventajas en tener a Snape en un papel de guardián sobre sí mismo.

Aunque, ninguna de ellas era la razón principal por la que había ocurrido. Lo más beneficioso para sí mismo era lo menos reconocido, pero realmente no quería comentar eso con ellos. Sobre todo porque acababa de escuchar el sonido del arco que se formaba en el salón, lo que significaba que Snape estaba dentro.

—Esto tiene un montón de hechizos de los que nunca he oído hablar —observó Hermione, sentándose en la silla del escritorio con "Defesa esencial" sin decir palabra.

—Le preguntaré cuándo podemos irnos —dijo Harry, dejándolos en la seguridad de su habitación mientras salía a hablar con Snape a solas.

Este ya estaba de pie en la encimera, rebuscando en los trozos de pergamino que había llenado con su letra apretada, buscando uno en específico que sacó de la mitad de su pila.

—¿No habéis llegado un poco temprano? —preguntó Snape, sin mirarlo.

—No hay práctica de Quidditch —explicó Harry, caminando para agarrar el borde de la encimera mientras miraba las pilas de notas escritas a mano y libros amarillentos con páginas dobladas.

Podía distinguir algunas palabras clave como "veneno" y "antídoto" en la página de un texto abierto. ¿En qué estaba trabajando Snape ahora?

—Oh, es verdad —este sonrió, tirando del libro que Harry estaba tratando de leer al revés más cerca de sí. Pasó su dedo por la columna mientras miraba entre ella y el pergamino en su otra mano—. La profesora McGonagall ya ha estado con el profesor Dumbledore para insistir en que intervenga en ese asunto.

—Entonces, ¿va a tener que dejarnos jugar? —preguntó él aliviado.

—Supongo —dijo Snape con indiferencia, mientras manchaba la pluma y luego tachaba en sus notas—. Al menos hasta que se firme otro decreto que otorgue a la Suma Inquisidora autoridad sobre el director, por lo que no me sentiría tan seguro si yo fuera tú.

—No —convino Harry en voz baja, mirando por encima del hombro mientras Ron y Hermione entraban lentamente en la habitación.

Snape levantó la vista cuando los oyó venir y luego volvió al libro al que estaba citando, pasando las páginas deliberadamente a un capítulo del final, como si su presencia fuera de poco interés para él.

—Vosotros tres sabéis perfectamente que esto no se trata de Quidditch, obviamente —dijo suavemente después de aproximadamente un minuto—. El profesor Dumbledore también lo sabe. ¿Realmente pensabas que su hermano no le contaría sobre un grupo de estudiantes conspiradores que entraron a su bar?

—Aberforth no se lo diría a Umbridge —interrumpió Harry, que al menos había recibido esa impresión de lealtad del hermano menor de Dumbledore durante su breve encuentro ese verano.

—Aberforth no fue la única persona que te oyó hablar de clubes secretos en un lugar público —respondió Snape, sacudiendo la cabeza como si no pudiera comprender la pura estupidez de todo el asunto—. Tu padrino tenía razón... Serías un espía terrible. Tal vez debería estar más preocupado por mi propia vida, confiando tanto en estudiantes ignorantes, como vosotros, para que no voléis mi tapadera.

—Eso no es lo mismo —argumentó Harry.

—Bueno, por mi bien, espero que no —le dijo Snape secamente. —La profesora Umbridge ya estaba peleándose por conseguir mandar un búho para el Ministro sobre vuestros planes antes de que estuvierais incluso en camino de regreso al castillo. El quidditch será el menor de tus problemas si se entera de que todavía tienes la intención de seguir adelante con él.

—¿Cómo sabes que todavía tenemos la intención de seguir adelante con eso? —Harry preguntó, mirando a Ron y Hermione que se habían sentado juntos en el sofá y estaban observando el intercambio muy de cerca.

—Porque no te gusta cumplir con las reglas razonables del colegio establecidas para tu seguridad así que, ¿por qué prestarías atención de los ridículos decretos del ministerio? —preguntó Snape sarcásticamente.

—Bueno, no quiero que me expulsen —admitió él después de una pausa.

—Pero yo sí creo que deberíamos estar familiarizados con la defensa básica —añadió Hermione, incapaz de permanecer callada por más tiempo, mientras se inclinaba hacia adelante en el asiento—. ¿No cree, profesor?

—Señorita Granger, lo que pienso y lo que les aconsejaría a los tres son dos cosas separadas —dijo este, cerrando el libro con un fuerte ruido sordo—. Por supuesto, la defensa contra las artes oscuras es importante. Hay personas fuera de estos terrenos a las que les encantaría mataros a todos.

—Entonces, ¿cree que deberíamos seguir adelante, señor? —presionó Harry, inclinándose sobre la encimera para que su sombra oscureciera algunas de las notas de Snape.

Este le lanzó una especie de mirada molesta.

—Simplemente no seáis estúpidos, eso es todo lo que voy a decir sobre el asunto. Considera a quién has dejado entrar en este plan. ¿Son dignos de confianza? ¿Vale la pena el riesgo? Vas a hacer lo que vas a hacer de todos modos, no importa lo que te diga. Al menos esta vez estás motivado para continuar tu educación en lugar de meter la nariz donde no pertenece. Sin embargo, estaré extremadamente disgustado si te expulsan.

—Entonces, ¿solo que no nos atrapen? —Harry decodificó con una sonrisa.

Snape frunció los labios.

—Weasley, tráeme esa taza en la mesa baja.

Ron hizo lo que le había dicho. Snape le quitó la taza con una mano y luego sacó su varita con la otra. La apuntó al asa y pareció disparar una chispa que la irradió entera.

—Si alguien que no fuera el profesor Dumbledore intentara crear un traslador dentro de los terrenos de Hogwarts, se darían un golpe desagradable. Solo lo estoy activando un par de horas antes. Estará listo en un minuto. Id a buscar vuestras mochilas.

Lo hicieron y luego Harry recordó la gran bolsa de chocolates de Honeydukes que había comprado en Hogsmeade para llevar a Sirius. Corrió a su habitación para sacarla de la cómoda y luego corrió de regreso para pararse junto a Snape. Tocó con los dedos el borde de la taza de café, como Ron y Hermione, mientras Snape agarraba el asa.

—Un par de segundos —murmuró Snape, mientras la taza parecía hormiguear en sus manos. Entonces Harry sintió un tirón a lo largo de su ombligo y fue arrastrado a la nada.

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