Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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Oclumancia

La habitación giraba, y Harry Potter tuvo que sentarse y poner su cabeza entre las piernas para evitar que se cayera. El ardor en su garganta lo hizo toser y gotas de sudor caían de la frente. Los resultados fueron instantáneos tan pronto como tragó el frasco de poción turquesa que Snape le había dado. Tenía náuseas y frío. Sentía como si una niebla gris hubiera rodeado su cerebro, lo que le hacía difícil pensar con claridad.

—¿Qué me has dado? —Harry levantó la cabeza ligeramente para mirar a Snape, reconociendo que esta era probablemente una pregunta que debería haber hecho antes de habérsela bebido.

Los minutos desde que se habían desaparecido de Privet Drive lo tenían completamente desconcertado y Snape lo había apresurado, sin darle tiempo para pensar. Habían aterrizado frente a la casa deteriorada de este en la Hilandera y Snape rápidamente había llevado a Harry dentro y lo había subido por las escaleras antes de que tuviera la oportunidad de siquiera orientarse. Estaban en una estrecha habitación que había convertido en laboratorio y Harry había estado demasiado aturdido para negarse cuando este le había entregado una poción humeante y le había ordenado que la bebiera.

—Considéralo un escudo líquido. Armadura para tu mente —dijo Snape sin importancia, apoyándose en su escritorio mientras observaba a Harry temblar en el taburete de madera.

—¿Puedo beber un poco de agua? —se quejó Harry, pues tenía la boca reseca y su lengua se sentía pesada y dormida.

—No —dijo él secamente—. No quiero que nada diluya la poción y la haga menos efectiva.

—Voy a vomitar —le advirtió.

—No voy a entretener tus planes pueriles para llamar la atención, Potter —replicó con frialdad y miró al reloj en la pared—. Cinco minutos para recuperarte y entonces comenzaremos.

Se dirigió al escritorio y cogió un trozo de pergamino de la pila de notas. Había documentado todo lo que él había experimentado después de probarla y, desde una perspectiva científica, estaba interesado en cómo los síntomas de Potter variaban de los suyos. Snape no había tenido una reacción tan fuerte ni siquiera en las primeras pruebas y esto lo molestaba, como si Potter estuviera siendo dramático a propósito sólo para agravar su trabajo.

—Cara sonrojada, quejas... Potter, ¿estás llorando? —se burló, garabateando sus observaciones en letra pequeña. Harry le lanzó una mirada de puro odio—. Los efectos adversos deberían menguar pronto —sonrió Snape con suficiencia—. Añadiré propiedades de un alivio estomacal a tu próxima dosis para tener en cuenta tu delicadeza.

—No soy delicado —exclamó él, saltando de su taburete y lamentándolo al instante. Se sentó de nuevo y se inclinó hacia delante de nuevo, agarrándose la cabeza. Luego añadió—: Y no voy a tomar más pociones tuyas. Dumbledore me hizo venir aquí para que me enseñes Oclumancia, no para ser tu rata de laboratorio.

—Pensé que incluso tú ya habrías podido averiguarlo, Potter —dijo con desdén, poniendo su pergamino de nuevo sobre el escritorio—, pero supongo que te estaba dando demasiado crédito. Claramente no has leído una palabra del libro que te asigné.

—¡Sí lo hice! —exclamó Harry, exasperado.

—Entonces debes saber que el contacto visual es esencial para la Legeremancia —replicó Snape, sacando la silla de su escritorio y sentándose frente a Harry. Después añadió indiferente—, y si el Señor Tenebroso se acercara lo suficiente como para mirarte a los ojos, te mataría antes de que pudieras parpadear. Así que, ¿por qué me molesto en enseñarte Oclumancia? ¡Piensa, Potter! ¿Por qué estamos aquí?

—Porque Dumbledore...

—Es porque las reglas normales no se aplican a ti —interrumpió él con impaciencia—. Lo cual estoy seguro que debe emocionarte, ¿eh, Potter? Otra cosa que te hace sentir especial. Una línea directa entre tu mente y la del Señor Tenebroso.

—¿Está en mi cabeza? —preguntó Harry horrorizado.

Ni siquiera escuchó los insultos que Snape apenas había ocultado, la información importante estaba en el medio. Una conexión entre él y Voldemort. Ahora Harry entendía que cuando soñaba con él y veía las cosas que realmente estaban sucediendo era por cómo estaban unidos. Era probable que ese vínculo funcionara también a la inversa. ¿Podría Voldemort estar viendo lo que él y Snape estaban haciendo en este momento?

—¿Te duele la cicatriz? —preguntó Snape en voz baja.

La mano de Harry saltó automáticamente a su frente y tardó un momento en darse cuenta de que el pinchazo casi constante en la cicatriz no estaba allí. Apenas había tenido un alivio de dolor desde que Voldemort había regresado. Negó la cabeza lentamente después de bajar la mano de la cicatriz y miró fijamente a Snape.

La boca de Snape se torció, triunfante.

—Bueno, entonces la poción está haciendo su trabajo, así que te sugiero que dejes de quejarte.

—Entonces, ¿no está en mi cabeza? —preguntó Harry aliviado.

—No ahora mismo. —Se encogió de hombros—. Si intenta entrar, lo que verá debería parecer muy difuso y nublado. Como si estuvieras soñando con tonterías. Dudo mucho que pudiera verme o descifrar una conversación coherente.

—Menos mal —dijo este y se sentó un poco más recto. Los efectos de la poción parecían estar desapareciendo o quizá era más fácil de digerir ahora que sabía por qué había que tomarla. Preguntó audazmente—: ¿Porque no cree que usted es su hombre... Señor?

—Así es. —Snape lo miró fijamente—. Por lo que espero que aprecies el peligro en el que me estás poniendo, Potter.

—Bueno, ¿por qué Dumbledore me quiere aquí, entonces? —preguntó Harry, pues no tenía sentido. ¿Por qué arriesgar a su espía haciéndole ser el que le enseñe al objetivo número uno de Voldemort?

—Estás aquí porque debes aprender —respondió, cortante—. Aunque tu pésimo desempeño en Pociones me da pocas esperanzas de que logremos mucho, es fundamental que lo intentemos. Así como es igual de importante que sigas metiéndote la poción que te he dado por tu ingrata garganta.

—¿Por qué no podrías haberlo explicado antes? —preguntó el otro, impaciente—. ¿Cómo voy a saber que no estás intentando envenenarme?

—Si quisiera envenenarte Potter, entonces lo haría discretamente donde nunca se rastreara a mí. —Los ojos de Snape brillaban amenazadoramente—. No en la antigua habitación de mis padres cuando no hay más magos que nosotros a la redonda. Y sería pan comido, porque nunca aprendiste bien a preparar antídotos en clase el año pasado, ¿verdad?

—¿Podemos empezar ya? —Harry saltó, harto de que Snape le provocara—. Estoy... Estoy listo.

Snape sacó la varita del bolsillo de sus pantalones negros y apuntó a Harry, estudiándolo durante unos segundos, observando como apretaba sus manos en puños y parpadeaba sus ojos verdes hacia él nerviosamente. Snape hizo una mueca y guardó su varita sin lanzar ningún hechizo.

—Estás demasiado tenso —le criticó.

—¿Por qué será? —dijo él sarcásticamente.

—Voy a salir para enviar un mensaje al profesor Dumbledore sobre lo que sucedió con tus familiares —dijo—. En mi ausencia, debes concentrarte en despejar tu mente y hacer que esté bien y vacía. Eso no debería ser demasiado difícil para ti, ¿verdad Potter? Y la poción ya ha hecho la mitad del trabajo.

Ignoró la mirada de odio que este le lanzó y abandonó la habitación con arrogancia. Imaginó que el chico se quedaría furioso o tal vez soñando despierto. Lo último que podía imaginar a Potter haciendo era lo que en realidad se le había ordenado hacer. Sintiéndose resentido, Snape bajó las escaleras y lanzó su patronus una vez llegó al piso bajo. Una magnífica y resplandeciente cierva blanca saltó del extremo de su varita y brincó alrededor de la habitación. Iba a entregar su mensaje, pero nunca llegó muy lejos, porque en ese mismo momento Albus Dumbledore se permitió entrar por la puerta principal.

—Buenas tardes, Severus —dijo alegremente.

A diferencia de Snape, él no se había molestado en llevar ropas muggle al estar en esa comunidad. Todavía llevaba una larga túnica azul bordada con estrellas brillantes. El patronus se acercó al director como una especie de perro guardián y Dumbledore sonrió al verlo, acercando su vieja mano arrugada por debajo de la túnica para acariciar la cabeza de vapor blanco.

—Potter está arriba —dijo Snape con brusquedad.

—Entonces quizás no deberíamos molestarle y hablar afuera —respondió él con suavidad, dando a la cierva una palmada final antes de que se disolviera en el aire. Estaba claro que el director todavía se esforzaba mucho por mantener su distancia con el chico.

Snape frunció los labios pero accedió a seguir a Dumbledore hacia su porche delantero. El director usó su varita para invocar dos sillas púrpura de felpa de la nada y se sentó sin dudas en la más cercana a él. Los encantamientos protectores evitaban que los muggles pudieran ver las cosas como realmente eran, pero todavía se les podía ver, como bien probó Dumbledore, que sonrió y saludó a dos niños que pasaban en patinetes, que le devolvieron el saludo de igual manera.

—Ni siquiera me has preguntado —dijo Snape con amargura, caminando de un lado a otro en su pequeño y estropeado porche en lugar de sentarse.

—¿Preguntarte qué? —dijo Dumbledore con calma, metiendo una mano en el bolsillo de su túnica y sacando un sorbete de limón que comenzó a desenvolver.

—¡Sobre Black! —tronó él—. ¿Por qué tú...? Yo nunca... No tenía derecho a aparecer aquí.

—Como es el padrino de Harry, parecía justo que supiera dónde estaría una cantidad de tiempo tan importante —respondió Dumbledore, metiéndose el caramelo en la boca y continuó—. Sin embargo, no autoricé a Sirius a aparecer aquí sin previo aviso. Ya he tenido una severa charla con él sobre no dejar Grimmauld Place de nuevo. No es seguro para él.

—¿Crees que a Black le importa eso? —ladró, furioso—. ¿Cuándo te ha escuchado alguna vez cuando le dijiste que no hiciera algo?

—Creo que siempre hay tiempo para crecer —respondió él, mirando a Snape por encima de sus gafas de media luna—. Pero Sirius Black no es la razón por la que estoy aquí. ¿Por qué las protecciones que rodean la casa del tío y tía de Harry me alertaron de que se había mudado?

—Porque lo echaron —replicó él—. Su tío dijo que el chico no iba a ir y venir, e insistió en que Potter empacara su baúl y no regresara. Estaba a punto de enviarte un mensaje al respecto.

—Eso fue un error —dijo Dumbledore con firmeza—. Deberías haber denegado sus deseos, recordarles la razón por la que hice que aceptaran a Harry como bebé en primer lugar. Harry necesita la protección de Petunia ahora más que nunca.

—¿Debería devolverlo en una caja de cartón en su puerta esta noche? —preguntó él, sarcástico.

—Harry necesita estar en la casa para que la magia funcione —replicó el director, cansado—. Necesitan aceptarlo voluntariamente y los dejaste llegar demasiado lejos. Lo rechazaron y tú lo permitiste en lugar de corregirles.

—Me dijiste que lo recogiera por la tarde —replicó Snape—. Nunca me advertiste que estaban extremadamente aguardando ante la oportunidad de deshacerse del chico seis semanas antes, aunque no puedo culparlos...

—Severus...

—Llevaré a Potter a Grimmauld Place a tiempo para la cena —interrumpió él—. Y lo recogeré por la mañana. Pero asegúrate de que Black entienda que no se le permite volver aquí. Le echaré un maleficio si intenta volver a hacer lo que ha hecho esta mañana.

—Harry no puede quedarse en Grimmauld Place —dijo Dumbledore—. No es seguro cuando su mente sigue estando tan vulnerable. Tal vez una vez aprenda Oclumancia, pero por ahora...

—No tuve más remedio que sacar a Potter de allí —interrumpió de nuevo—. Lo vi en la mente de Vernon Dursley. Habría puesto al chico en la calle en unos días si no hubiera accedido a llevármelo. Ya estaban planeando unas vacaciones sin él.

—Exactamente, accediste a llevártelo. —Los ojos de Dumbledore brillaron—. Podrías haberte negado. Podrías, y posiblemente deberías haber hecho, haberme llamado si te sentías incapaz de razonar con ellos tú mismo. Hago las cosas como las hago por una razón, Severus. Harry estaba a salvo con ellos y ahora eres la única persona con la que lo consideraría seguro, teniendo en cuenta el estado actual de las cosas.

—Eso es absurdo. —Snape sonaba indignado.

—¿Absurdo? No. —Dumbledore no pudo evitar el tono divertido en ese momento—. Estás protegiendo la mente de Harry y mis encantamientos significan que está a salvo aquí. No hay otro lugar donde debería estar ahora mismo, ya que fuiste tan insistente acerca de que el señor y la señora Dursley no fueran una elección.

—Aparezco al lado del Señor Tenebroso en cualquier momento —protestó él—. Hago bastante por usted. Estoy arriesgando mucho solo con tener al chico para entrenarle.

—Consideraré permitir que Harry se quede en Grimmauld Place una vez que tenga un dominio adecuado de los conceptos básicos de la Oclumancia —dijo el otro con firmeza—. Tal vez eso os motive tanto a Harry como a ti mismo a aprender por fin a trabajar juntos.

Snape sabía que no tenía sentido discutir, mientras observaba al director comerse unos cuantos caramelos de limón más antes de ponerse de pie. Desapareció las sillas que Snape no pensaba quedase y después se alejó de la casa para poder aparecerse. Este sabía que no volvería a ver al profesor Dumbledore por un tiempo. No a menos que el Señor Tenebroso lo llamara y tuvieran que discutir juntos esos asuntos. El tema de Harry Potter estaba actualmente cerrado y Snape estaba sin salidas, con sólo una persona disponible para desahogarse.

—Gracias al comportamiento atroz que mostraste en casa de tu tía y tu tío que los hizo tan ansiosos por deshacerse de ti, tu vida está a punto de empeorar mucho, Potter —dijo fríamente al volver al laboratorio de arriba una vez que Dumbledore se había ido.

Harry todavía estaba sentado en el taburete en el que se había sentado cuando Snape había salido de la habitación. No parecía que se hubiera movido o husmeado por el lugar en absoluto porque la culpa habría sido completamente transparente en sus ojos si lo hubiera hecho. Parecía simplemente aburrido y cansado, como si hubiera intentado hacer algo sobre las partes de la meditación antes de darse cuenta de que todo lo que hacía era hacerle querer dormir la siesta. Ahora, sin embargo, estaba mirando fijamente a Snape, alerta, preguntándose qué había sucedido en los últimos diez minutos para enfurecerle mucho más de lo habitual.

—Parece que realmente no hay lugar que puedas estar sin poner a todos los demás en peligro constante —continuó amargamente—, así que el director no te permitirá ir al Cuartel General o incluso a la casa del señor Weasley ahora que el Señor Tenebroso ha regresado. No hasta que aprendas a echarlo.

—Pero si la poción funciona, ¿por qué no puedo seguir bebiéndola y quedarme con Sirius? —preguntó Harry.

—Debido a que es extremadamente experimental, no puedes tomarla a menos que estés bajo mi supervisión y tengo mejores cosas que hacer que perseguirte por todo el país solo porque te apetece unas vacaciones relajantes —replicó él.

—Entonces, ¿dónde me voy a quedar? —preguntó Harry con impaciencia.

—Aquí —respondió fríamente y la expresión venenosa en su rostro dejó muy claro que esa no era su idea.

De hecho, sería difícil discernir cuál de ellos parecía más horrorizado ante la perspectiva de tener que pasar las próximas seis semanas juntos bajo el mismo techo. Hacía que Harry casi considerara hacer autostop de regreso a Privet Drive para suplicar a los Dursley que lo aceptaran de vuelta, aunque quisiera aprender Oclumancia. Si tan solo el profesor Dumbledore lo dejara quedarse con Sirius.

—Así que supongo que estamos a punto de averiguar si eres perezoso o realmente mediocre —se burló Snape—. Porque si solo eres perezoso, se te acaba de dar la mayor motivación para que finalmente aprendas a hacer las cosas bien.

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