
TREN
Luego de ver la película el sábado por la tarde, Hermione no había vuelto a ver a Draco pues él estaba de viaje por varios países europeos acompañado de Lucius. Esa semana sin verlo había sido aburrida, sobre todo porque las horas sola en el apartamento se le hacían eternas. No le tenía miedo a la soledad, más bien estaba aprovechando esas vacaciones para ponerse al día con varias lecturas, pero ya estaba extrañando trabajar.
No quería aplicar para ningún puesto en el corrupto ministerio de magia, así que había estado valorando la opción que había propuesto Draco días atrás de colaborar en sus empresas. Él le había asegurado que no tendría que relacionarse con personas que pudieran intimidarla, e incluso había estado pensando en nuevas ideas donde la falta de flujo de efectivo no sería un problema para desarrollarlas.
Al menos, los últimos días se entretuvo yendo de compras, pues había decidido acompañar a Draco a la boda de Blaise, alguien con quien escasamente había cruzado palabras en Hogwarts. Lo recordaba más que todo como un chico vanidoso al que Horace Slughorn había reclutado en el Club de las Eminencias especialmente por ser hijo de una bruja famosa por casarse muchas veces y quedar viuda otras tantas. Para hacer un férreo defensor de la pureza de la sangre, Hermione se encontraba muy intrigada del cambio en la actitud de Blaise y estaba casi segura que no era por el decreto. Se preguntaba si como Draco, Zabini había tenido un motivo de peso para dejar atrás esas ideas y, según había dicho Draco, estar casi complacido de casarse con una mestiza. Era bien sabido por todos que Blaise Zabini era igual o más purista que los Malfoy y los Nott.
Hermione también estaba nerviosa pues sería la primera vez que acudirían a una actividad social mágica como pareja, a la luz de los periodistas que estaban ansiosos por narrar la primera boda del decreto. También sería la primera vez que ella se relacionaría con el grupo de amigos de su prometido. Luego de mucho buscar, se había decidido por una hermosa túnica color palo rosa que llegaba hasta el piso, con encajes en el escote y unos hermosos zapatos que la hacían ver unos centímetros más alta. Había peinado su largo cabello con una alta cola de caballo, grandes bucles y algunos mechones enmarcando su rostro. Suave maquillaje y su perfume favorito le dieron la seguridad que necesitaba para enfrentar la tarde.
Cuándo Draco cruzó por la chimenea se quedó sin palabras. Se veía… guapo. O sea, no es que ella no supiera que él era un hombre atractivo, solo que nunca antes se había detenido a pensar en él con ese adjetivo. Con la túnica de gala se veía increíble y se alegró de haber tenido la idea de comprarse un vestido nuevo para esa actividad.
—Hola, Arwen.
—Hola, Legolas.
Hermione no pudo evitar sonreír. A Draco le había gustado mucho El Señor de los anillos, sobre todo había comentado la diferencia entre los elfos reales y los de la ficticia Tierra Media. «Evidentemente ese Tolkien nunca vio uno si los describió así de hermosos» le había dicho con jocosidad. Ella había soltado una risa explosiva sobre todo recordando a Kreacher.
—¿Estás preparada? —ella asintió.
—Bien. Nos apareceremos en el lugar de la boda.
Hermione se inquietó con la idea de tocar el brazo que él le ofrecía para hacer una aparición conjunta. Había creído que llegarían por Red Flu, pero por lo visto la actividad no sería en una residencia. Ella se aclaró la garganta. El rostro inexpresivo de Draco la hizo reaccionar y tomó su antebrazo para inmediatamente sentir una fuerte presión en todo el cuerpo y aparecer en las afueras de una gran carpa en los jardines de una hermosa propiedad donde al fondo se observaba una mansión.
No habían muchos invitados fuera del círculo más cercano a la pareja. Susan lucía tensa y no «resplandeciente» como debiera verse toda novia. Todo parecía más el cierre de un contrato de negocios que una feliz boda y no pudo evitar sentirse amarrada de manos y pies por tener que representar ella misma, en unas semanas, la misma pantomima. Su corazón casi dolía.
Con el Ministro de Magia, el Jefe Supremo del Wizengamot y los cinco lienzos de los familiares de Zabini como testigos, primero habían realizado la unión matrimonial, luego el juramento inquebrantable que evitaría la infidelidad y por último la división de bienes.
Draco le alcanzó una copa de vino que un elfo que iba pasando llevaba en una bandeja de plata, y con eso intentó calmar sus nervios.
—En nuestras familias esto es normal, Granger —comentó como si adivinara sus pensamientos, cuando Blaise y Susan estaban firmando el acta matrimonial.
Todo había sido tan impersonal que casi le había provocado náuseas. Blaise había besado rápidamente la mejilla de su esposa, en ningún momento se habían tomado de las manos más que para el juramento inquebrantable y ahora que habían firmado, nadie se había acercado a felicitarlos. A la única boda mágica que Hermione había asistido había sido la de Fleur y Bill Weasley y todo había sido tan distinto, había habido tanto amor, que era imposible no compararlas.
—Sí, es solo que no deja de ser extraño para mí —dijo con cierto pesar—, supongo que no es lo que uno sueña de niña. Definitivamente los cuentos de hadas no existen.
—¿Cuentos de hadas?
—Es una frase muggle para referirse a una maravillosa historia ficticia con final feliz, tan lejana de la realidad mundana, pero con la que casi toda niña sueña. No es que yo sea muy romántica o me imaginara una historia de amor como la de Aurora y Phillip. —Draco quizá iba a preguntar quiénes eran pero ella se le adelantó—. No me hagas caso, no existen; pero era mi película favorita y aunque efectivamente ahora sé que no necesito que nadie me rescate de ninguna Maléfica, no deja de ser triste que no tenga mi final feliz…
Hermione recordó la de veces que en su más tierna infancia se había imaginado bailando en un bosque con un príncipe azul cantando «eres tú, tus ojos me vieron con ternura de amor». Ella sabía que Draco debía estar completamente perdido con lo que estaba diciendo, pero no le importaba. Estaba segura que de alguna manera él debía estarse sintiendo igual al imaginar casándose con ella.
Un pequeño baile se dio después de la ceremonia y Draco la invitó a bailar, pero ella se negó, sabiendo que era mala para ese tipo de bailes que los chicos sangre pura parecían hacerlo con la fluidez con la que caminaban. Aun así, él insistió en que solo se dejara llevar. Varias parejas estaban ya acompañando el primer baile de los recién casados y se dejó convencer.
—Te ves muy bonita hoy —le dijo de pronto y ella casi tropezó por la sorpresa ante su comentario.
Inmediatamente sintió sus mejillas arder. No es que ella no se hubiera visto en el espejo; sabía que no era una belleza como Ginny o Fleur, pero le había gustado lo que el espejo le había mostrado esa tarde. Era que el cumplido viniera directamente de Draco Malfoy lo que la intrigaba. Se quedó prácticamente paralizada y pudo leer en sus ojos que era sincero.
—Gracias, Malfoy, tú… tú también...
—No es necesario que regreses los cumplidos —la interrumpió reanudando el baile—, no lo digo por decir.
—Tampoco lo digo porque lo dijeras primero. Te ves bien, pero tú eso ya lo sabes. En cambio yo…
—Bueno… para serte sincero, es difícil ver en ti a la niña de dientes grandes y cabello alborotado que buscaba un sapo dentro de los pasillos de un tren.
—¿Soy el patito feo que se convirtió en cisne?
—Otro cuento muggle, supongo.
—Algo así.
—Sabes muchos cuentos —sonrió de lado. Ella no pudo evitar una pequeña risa.
—Sí... Mis padres me los leían. En este, dentro de una camada de patitos había uno más grande y diferente a los otros, por lo que le decían que era muy feo. Todos lo hacían a un lado hasta que descubrió que no era un pato como el resto sino un hermoso cisne. —Los ojos de Draco parecían estudiarla con interés—. Me sentí como un cisne en el Yule Ball de cuarto año así que no estás diciendo nada que no supiera ya.
Draco la había ido llevando hacia las afueras de la carpa.
—Escucha, Granger, sé que esto no es lo que ninguno de los dos buscó, pero créeme que cuando te aseguro que no quiero que sientas que entre nosotros tiene que ser así, cada uno por su lado. —Draco había señalado hacia el salón donde Lisa estaba en una esquina hablando con Marietta y Theo con Gregory por otro lado—. Creo que hemos probado que entre nosotros podemos ser cordiales, que podemos tener algo cercano a la amistad. También sé que hay temas complicados que debemos tratar, pero estoy seguro que a todo encontraremos solución. Sé que tú la encontrarás y estaré dispuesto a hablarlos cuando tú estés preparada.
Hermione sintió cierta emoción que casi le sacó las lágrimas. Quizá su futuro no sería tan terrible como había supuesto en un principio y había tenido que frenar el impulso de abrazarlo por lo que le había dicho.
—Gracias, Malfoy —fue lo único que alcanzó a decir recordando cierto pañuelo que él le había dado y ella había escondido en el fondo de su bolso.