Takes A Little Of Wandering To Just Be

Harry Potter - J. K. Rowling One Piece
F/F
F/M
M/M
G
Takes A Little Of Wandering To Just Be
Summary
No fue cosa de magia, por más extraño que pudiera parecer a estas alturas. Tampoco fue cosa de las tan llamadas reliquias de la muerte. Había vuelto a nacer por una causa totalmente diferente. Pero seguía perdido y extraviado sin un sitio a donde ir...Pero desde que fue arrastrado a ese barco, parecía haber encontrado su camino.Fue entonces que les llegó la noticia de la ejecución de su capitán.Se sentía más perdido de lo que había estado en toda su vida y en la anterior. Puede que a lo mejor estuviera más perdido cuando una vez encontró su camino y lo perdió.Y todo siguió así, hasta que conoció a un niño en una isla del East Blue. Fue entonces cuando volvió a encontrar su camino, su rumbo. Le había costado mucho, pero por fin había conseguido sentirse bien al ser él mismo. Esas palabras fueron tan simples como impactantes: 'Estás aquí y no quiero que te vayas. No sé de qué mala suerte estás hablando, pero que seas tú y estés aquí para mí es genial'.
All Chapters Forward

The Wandering Of A Person From One Life To Another

No fue cosa de magia, por más extraño que pudiera parecer a estas alturas.

Tampoco fue cosa de las tan llamadas reliquias de la muerte, que ya os veo venir.

Empezando así, nadie se enteraría. Así que comencemos desde el principio. No, no desde el inicio de este mundo ni de cualquier otro. No seáis ridículos.

Normalmente, se empieza con un nacimiento. Bueno, había algunos antecedentes, como profecías, viejos metomentodos y locos que masacraban a por doquier. Pero nimiedades para el principio.

Un día en algún momento y en algún lugar... nació Harry, sólo Harry. Podríamos contar que Harry Potter nació bajo una profecía un último día del séptimo mes del año y bla, bla, bla. Pero eso lo tenéis muy visto, ¿no? Puede que no creáis en la magia (o sí, en algunos ejem-muchos-ejem casos en los que la gente sigue esperando esa cartita con un sello muy especial), pero habréis escuchado de una historia de un chico mágico en su escoba salvando al mundo de un malvado y tenebroso señor oscuro junto a sus amigos con el poder de la amistad y toda esa tontería, ¿no? Pero a pesar de todo eso, contaremos lo importante aquí. Harry, sólo Harry, nació.

Entre las increíbles historias de un traidor, dos padres muertos y un hijo huérfano pero vivo... está era la historia de Harry, el chico que fue a parar delante de la puerta de la casa de su tía. Ese chico al que descubrieron los residentes de la horrorosamente normal y monótona casa al salir a la puerta a recoger el periódico. Bueno, al menos se puede decir que recibieron perfectamente las noticias. Ja, ja, ja, ja. Por si no lo notáis, es sarcasmo. Dichos residentes no se lo tomaron muy bien que digamos.

A pesar de toda queja que pusieron, se quedaron con el chico, muy a su pesar. Miedo era lo que tenían, miedo de lo que harían esos 'monstruos anormales' con sus ramas de árbol mágicas si no acogían a su sobrino. Ya eran dos bebés en su casa.

Sin embargo, el chico empezó su vida sin nombre (porque la vida empieza desde cuando recuerdas. ¿Por qué considerar vida algo que ni recuerdas ni nunca antes te lo habían contado excepto muchos años después cuando claramente ya era un poco demasiado tarde?). Era chico, fenómeno, anormal, bicho indeseado, malnacido, molestia... pero ni siquiera alguno con una mayúscula como primera letra.

Creció haciendo tareas de la casa como si fuera su segunda naturaleza. Barrer, hacer la colada, cocinar y otros quehaceres eran algo que tenía que hacer. No había conocido otra forma de vivir.

También era como respirar el disminuir su presencia, no destacar innecesariamente. Era mucho mejor sacar notas más o menos normales (incluso peores que la media) que sacar la máxima nota. Menos golpes y castigos.

Fue de hecho en su primer día de escuela cuando descubrió que se llamaba Harry, con la primera letra en mayúscula. Había tardado en responder al nombre mientras pasaban lista (siguió tardando un segundo un poco tarde durante unos pocos años después. Era difícil acostumbrarse a un nombre nuevo), pero dio la excusa de haber estado distraído. Eso le llevó una mirada de entre decepción y aviso de la profesora, pero era mejor que admitir que esa era la primera vez que oyó su nombre.

Con todo eso y más, Harry no se quejaba. ¿Cómo iba a saber que había más vida que eso? ¿Que no era justo lo que le hacían? ¿Que existían los derechos y que tanto él como el resto de personas no estaban excluidos a ellos por más que algunos se los quisieran quitar?

Entonces llegó una carta. Sí, ESA carta. Sé que sabéis de qué hablo, no os hagáis los tontos. Ya os podéis poner nerviosos imaginándoos que os llega la cartita.

Una historia paralela a esta contaría la llegada de un nuevo mundo que Harry Potter nunca antes había conocido, aceptación que no vería por ninguna otra parte e ilusión en los ojos. La magia era simplemente alucinante.

Esta, sin embargo, relata primero la pequeña dificultad que tuvo Harry, sólo Harry, en leer el exterior de la carta. Se enseñó a leer prácticamente a sí mismo, así que de vez en cuando seguía atrancándose.

Luego, su tío se la arrancó de golpe. Y sí, el golpe es literal, no sólo un juego de palabras. Con ese brusco movimiento, la carta hasta se rompió en dos.

Luego vino toda esa insistencia de lechuzas revoloteando por toda su casa y todas esas cartas entre las que tuvieron que prácticamente nadar para salir de la casa.

Nuestra historia ahora da un pequeño saltito al Caldero Chorreante, un sitio del que seguro que habéis oído hablar (o leído). Cuando pegan el grito de '¡Es Harry Potter!', ya sabéis, ese grito cuando la primera persona descubre que Harry, sólo Harry, es Harry Potter. Cuando lo hacen, el resto del mundo se giró y fue hacia Harry, sólo Harry, como una marea.

Normalmente, se diría sólo que la gente de allí parecía un poquito demasiado fanática y ruidosa.

Pero en este relato hay que destacar que a Harry, sólo Harry, le asustaban un poco los ruidos fuertes y repentinos. Solían ser unos malos ruidos en la casa donde había vivido desde que recordaba.

También hay que decir que tiraban mucho de él, tanto de su ropa como de sus brazos. No le gustaba. Normalmente, cuando le tocaban, siempre era malo. Solían ser golpes, tirones bruscos a mala leche, tirones del pelo y agarres fuertes hasta que le salieran moratones como mínimo.

Con experiencia, soportó todo con una forzada y pequeña sonrisa. Por pura voluntad, consiguió no responder ante las acciones de la gente. Por pocas le daba un ataque de pánico.

Sinceramente, el resto del viaje fue un poco más tranquilo. Por más que las grandes multitudes le ponían muy nervioso (a veces tenía que respirar hondo para tranquilizarse) y por más que daba saltitos de sorpresa cada vez que hubiera algún ruido fuerte demasiado repentino, al menos no le intentaban agarrar ni le prestaban atención (que le prestaran atención era lo peor, siempre era peor, significaba que no le ignorarían).

Aunque su suerte fue poca en cuanto resonó 'Potter, Harry' por toda esa grandísima sala con largas mesas y techo estrellado lleno de velas. Todos los ojos se giraron hacia él. Ya había sido malo que ese niño pelirrojo y esa niña de pelo rizado le hubieran reconocido. Y encima cuando ese niño de un rubio tan claro le habló con esos aires de superioridad. Prefería a los primeros dos niños (bueno, niño y niña), al menos no atrajeron la atención del resto hacia él.

El resto del año fue un caos. Demasiada atención en él. Especialmente cuando le hicieron buscador. Sólo había querido ayudar a Neville. Sabía lo que era que te quitaran todo de las manos, así que intervino. Al final, no replicó cuando le hicieron buscador. Volar era alucinante, aunque podía vivir sin participar en los partidos de Quidditch. Tantos gritos y tanta atención...

Honestamente, por más raro que pudiera parecer, las clases de pociones eran las que más le calmaban. Estaba más acostumbrado a que le insultaran o le mirasen mal.

Lo peor fue Quirrell. La verdad era que sólo había querido ayudar con lo que quiera que estuviera pasando en el castillo. Si sucedía algo demasiado malo, él también caería porque estar ahí era mejor que estar en la casa de sus tíos. Entre unas cosas y otras, el profesor de DCAO le estuvo a punto de matar.

Se sentía fatal por matar a alguien por más poseído que estuviera. Pero de alguna forma no se arrepentía. Habría muerto él en lugar del profesor si no lo hubiera hecho. Aunque tampoco era que hubiera podido evitarlo. Se desintegró al tocarle.

Pero luego tuvo que volver en el verano. Le había suplicado al director que no quería y que no le obligara a volver. No le escuchó. Por fin había aprendido que lo que le pasaba estaba mal pero aún así no podía hacer nada para evitarlo.

Segundo año no fue más fácil. Ya estaba más acostumbrado a los ruidos fuertes. Y la atención era ya algo monótona aunque todavía inquietante.

Hasta que empezaron las petrificaciones y se descubrió que él hablaba algo llamado parsel. Ahí aprendió a guardar información para sí mismo y sólo para sí.

La atención que antes había sido positiva ahora era horrenda. Le insultaban, le dificultaban la vida y le acusaban. Hace como un año, ni le hubiera importado, porque ni siquiera sabía que lo que le hacían sus tíos y su primo estaba mal. De hecho, estaría más a gusto de esa manera. Pero ahora que lo había aprendido, por fin se daba cuenta de lo imposible que es... bueno, lo imposible que es simplemente ser.

Harry, sólo Harry, no era un héroe. Tampoco es que fuera un malo malote de esos. Sólo era Harry, un niñato que acababa de ver hace no mucho que había más cosas que la manera en la que vivía con sus tíos. Un niño de doce años que todavía intentaba descubrirse a sí mismo porque antes sólo había sido fenómeno, anormal y todos esos nombres impuestos. No tenía nada de héroe, ni la actitud ni la fuerza de uno. ¿No lo podían ver? Era muy claro.

Sólo cuando corrió por su vida en una gran sala subterránea y de alguna manera haber sobrevivido con un basilisco a no más de unos metros lejos de él, dejaron de mirarle mal. Esta vez, como el año anterior, había tenido que hacer algo para que no cerraran en castillo. Era como uno de los videojuegos de su primo. Cae el castillo y Game Over.

También había que destacar que la hermana de su amigo (o lo que él creía que era un amigo, al menos. ¿Cómo lo iba a saber si nunca había tenido uno antes?) le dirigía miradas que le ponían incómodo. Muchas otras chicas también lo habían hecho, pero esta tenía un acceso a él mucho más fácil. Hizo lo posible para estar lo más lejos de ella posible.

Tercer año fue... fue una oportunidad perdida.

Entre todo el melodrama de un traidor y un falso acusado, había estado aprendiendo que no tenía unas memorias muy felices que digamos. Aparte de los Dementores y la necesidad especial que tenía de defenderse de ellos, aprender el encantamiento Patronus fue un choque para él. Memorias con sus tíos olvídate y el recuerdo de llegar al mundo mágico estaba manchado de ansiedad por tirones, toques y ruidos espantosos.

El espejo Oesed es lo más parecido a una memoria feliz que tuvo. De hecho, fue esa misma memoria la que hizo que lo consiguiera. Ese recuerdo estaba lleno de sueños y esperanza, de un 'qué hubiera pasado si...'. No era el hecho de estar con sus padres, sino qué hubiera pasado si no estuviera con sus tíos. Tendría una vida lejos de la ansiedad y el miedo, una oportunidad de no tener que pasar desapercibido porque si no, era peor. Esas eran posibilidades. Lo de estar con sus padres, que ellos estuvieran vivos, era lo que podría haber abierto esas posibilidades.

Además de esa memoria, usó otra en combinación. Una que no sólo fue una puerta que no se abrió para él, sino que podía ser real. Un poco tarde pero posible. Al parecer, tenía un padrino que era inocente. Podría irse de esa casa e irse a vivir a otro lado. Es verdad que para cuando hizo ese Patronus la rata se había escapado, pero ahora sabía que esa rata estaba ahí fuera y atraparla y entregarla podría abrir esa puerta.

Perdió una oportunidad, pero podría volver a tener otra.

Además, ese aprendizaje con el encantamiento Patronus le hizo ver otras cosas. Como su habilidad para saber dónde está la gente a su alrededor sin mirar hasta una razonable distancia. Bueno, sólo eran las personas mágicas y cualquier cosa mágica. Al parecer, tenía hipersensibilidad mágica. Pero no le diagnosticaron nada. Para empezar, ni siquiera sabían que la tenía. Ya cometió el accidente del parsel, no volvería ha hacer otro error como ese. Era mejor quedárselo para sí mismo.

Y cuarto año fue un caos. Así de simple. Lo odió. Si ya en segundo no le dejaban en paz, en este año no paraban de arruinarle la vida. Encima, ahora eran más y ya no tenía a su amigo. Mientras, su amiga decidió intentar no tomar bandos (aunque pasaba más tiempo con el pelirrojo para aminorar su enojo que no tenía razón alguna).

Tuvo que pasar por esas tres pruebas porque nadie quiso dar un paso al frente y decir que Harry, sólo Harry, no iba a participar. No era tonto, se había leído las reglas y si su guardián en ese momento hubiera dicho que no, no habría ninguna consecuencia para él si no participaba. Pero creyeron las palabras de un viejo director del que cada vez desconfiaba más.

En otra historia, se contaría de cómo surgió el señor oscuro gracias a la sangre de su enemigo. En esta, sin embargo, se cuenta que volvieron las malas miradas y le llamaron mentiroso. Había estado en shock al principio, había dicho algo de cementerio y mortífagos y tal. Pero no había dicho nada de la vuelta del señor oscuro. Aún así, el viejo tomó esas pocas palabras de su boca y declaró la horrorosa vuelta del señor oscuro, acertó pero no era lo que había dicho. Pero claro, la gente relacionó las palabras del viejo con las suyas.

Quinto fue ya el fin de su oportunidad. Podría haber huido a cualquier otro lado en el verano después de cuarto, el torneo certificaba oficialmente que ya era mayor de edad por más involuntario que hubiera sido. Pero le hubieran seguido y devuelto a esa casa con aún más restricciones y una peor situación con sus tíos.

Tenía pesadillas. Eso no era nada nuevo. La mayoría de las noches no podía dormir tranquilo por los diez años seguidos más unos cuantos veranos con sus tíos (eso sin contar con las 'aventuras' que tuvo esos años). Pero ese ya era otro nivel. Eran tan vívidas y reales. La cabeza le retumbaba más de lo normal. Tomó más café de lo que acostumbraba, eso sin duda.

En otro cuento, hablaríamos de las restringidas normas de un sapo rosa. En este, se habla de lo sorprendentemente normal que eran esas normas. Era como estar en casa de sus tíos.

También obtuvo otra herida que no se iría de su piel. Ya tenía varias, la mayoría hechas por su tío, esta no era tan diferente. Esta contaba un mensaje ('no debo decir mentiras'), las otras hablaban por sí solas.

Además, ¿quién hubiera sabido que Harry, sólo Harry, podría enseñar a personas? Harry seguro que no. Se consideraba a sí mismo bueno en su justa medida, lo cual significa ni malo ni bueno. ¿Un Patronus? Sólo necesitabas esa memoria, era la única parte difícil. ¿El encantamiento desarmador? Normalmente era por un movimiento de varita mal hecho. Lo ponía literalmente en los libros de magia de la biblioteca. Lo que pasaba era que la gente los leía sin leerlos.

Lo que puso fin a su oportunidad fue la muerte de su padrino. Había querido tanto no perder la oportunidad que corrió el riesgo de que fuera una trampa. Y lo fue. Y su padrino murió.

¿Era así de fácil acabar con una oportunidad? Sí, lo era.

Sexto empezó un poco mejor que el resto de años, con un libro que tenía tachones y cosas escritas en las esquinas. Era un libro de pociones y cada notita que tenía era de ayuda.

También fue un curso muy borroso que vino como un rayo de luz. El Felix Felicis, una poción tan mítica que también se la llama Suerte Líquida. Una poción así podría a lo mejor acabar su estancia con sus tíos, ¿no? Aunque era imposible revivir a los muertos, su padrino no sería la única forma de escapar, ¿verdad?

Pero fue una gran decepción. ¿De qué sirve la buena suerte si lo único que quieres no sucede? (Bueno, también quería que su propia mente no le insultase como hacen los demás. Ya sabía que Harry, sólo Harry, era inútil y todo lo demás. Pero su mente no necesitaba recordárselo.)

Pero luego vino el viejo director con su problema de los horcruxes. ¿No podía dejarle en paz? No era lo suficientemente mayor, supuestamente, para vivir solo en vez de en la casa de sus tíos pero sí era mayor para ir a una cueva con trampas por todas partes que te podían matar.

Y así, presenció la muerte del viejo. Pero por alguna razón se sentía entumecido. No sintió nada. A lo mejor era porque se había acostumbrado a que asesinaran a alguien delante suya. O a lo mejor su cuerpo todavía estaba procesando lo que esa muerte significaba para el siguiente curso.

El séptimo año ni ocurrió. Corriendo y corriendo y corriendo... y, ¿sabéis qué? Había sido lo más relajante que le había pasado en años. Era como cuando su primo le daba caza. A eso estaba acostumbrado. Le dijeron que se veía fatal, pero Harry se había visto en el espejo, no se veía tan diferente de cuando se escondía de su primo por días e incluso unas semanas en verano. ¿Qué tenía de especial ahora?

Luego vino la guerra y se fue todo al garete.

En cualquier otro relato, se contaría el sacrificio que hizo Harry Potter para dar su vida para parar la guerra.

Pero en este, Harry, sólo Harry, estaba cansado. Desde su infancia, alguna vez se lo había planteado, fue sólo ahora que decidió hacer algo para conseguirlo. Estaba hablando de morir. No era por sacrificio, no conocía a la mayoría de gente allí y sus amigos ya le habían abandonado una vez y habían vuelto porque él había tenido que hacer algo tan grandioso como combatir con un dragón. Era como si para ser su amigo tenía que demostrar que se lo merecía. Y Harry, después de tantos años con una muy baja autoestima (y la seguía teniendo), por una vez dijo que no, que no tenía que demostrar nada porque él no era menos.

Pero quería morir, porque de todas formas era eso o seguir una vida parecida a la que vivía con sus tíos, corriendo y escondiéndose. Y ya estaba harto de recordar esa vida.

Así que murió. Pero no lo hizo. ¿Tan difícil era morir? Para él sí, al parecer.

En otro mundo, habría aparecido en la estación de King's Cross al lado del viejo.

En este, apareció en la playa, esa playa en la que aparecieron cuando el elfo doméstico de segundo año les salvó. Había muerto el elfo, pero el mar era precioso, lo más precioso que había visto en su vida. Parecía faltarle algo, pero no paraba de ser bonito.

Allí, en la playa, una figura estaba al lado suya. Era... indescriptible. Simplemente era una figura y punto.

Le habló, más bien le preguntó, que qué hacía allí. Harry, sólo Harry, le preguntó que dónde era allí. La figura le respondió que en ese mundo de magia, que su alma no era de allí, que otra alma debería haber estado allí en vez de la suya pero esa otra no llegó ni a existir por algún fallo.

Como era el fallo de la figura, le dijo que le haría el favor de devolverle al mundo que le correspondía sin ningún inconveniente porque no había sido la culpa de Harry. Y le pedía que le devolviera sus reliquias, porque estas debían haberle sido regresadas hace ya mucho tiempo en vez de haber pasado de mortal a mortal. Pero esa figura no podía aparecer simplemente allí sin ninguna repercusión en ese mundo. Al parecer, la conexión entre esa figura y ese mundo era poca. El ser que tenía más conexión era 'Magia'.

A cambio de devolvérselas, le haría un favor que la figura pudiera ofrecer. Al parecer, al mundo al que pertenecía estaba bastante más conectado con la figura. Ese favor se vería guardado para más tarde porque ahora no le hacía falta.

Harry, soólo Harry, le dijo que sí. Aunque le preguntó quién era. Y la figura le respondió que 'Muerte'.

Lo siguiente que supo fue que le dolía la cabeza y un bebé estaba llorando. Hasta que se dio cuenta de que era él el que estaba llorando. Pero perdió la consciencia enseguida.

Para cuando pudo estar consciente el tiempo suficiente como para pensar en algo sin que le doliera la cabeza al recordar cosas de otra vida, vivía en las calles de alguna ciudad en alguna parte.

Estaba solo y al parecer su cerebro estaba demasiado poco desarrollado como para soportar las memorias de otra vida. Y así, la causa no fue ni la magia ni las Reliquias de la muerte. Había vuelto a nacer por una causa totalmente diferente.

De esta otra, solo recordaba las calles y el hambre. No tenía ni nombre. Era como si en esa vida recordase intuitivamente el extravío de Harry. Seguía perdido y extraviado sin un sitio a donde ir.

Pasó unos años así, viviendo de robar carteras y en unos barriles en algún callejón oscuro. De hecho, le iba mejor ahora que cuando no tenía las memorias de esa otra vida. Pero seguía siendo una vida errante como la anterior y no se refería a errar físicamente. Siempre había estado extraviado por la vida.

Hasta que conoció a ese otro chico. Él tampoco tenía un nombre ni tenía un hogar. Sinceramente, seguía sin saber cómo se hicieron amigos, pero simplemente pasó. Bueno, al principio eran sólo socios de supervivencia. Se daban calor en las noches frías y compartían sus ganancias. Les iba mejor juntos que por su propia cuenta.

Y fue a lo mejor cuando se dieron el uno al otro un nombre que se hicieron amigos. Todavía tendía a extraviarse, pero muchísimo menos que antes.

A lo mejor pasó uno o dos años hasta que ese barco desembarcó en el puerto, que esa tripulación pusieran sus pies en esa isla y que ese capitán pirata les encontrara. Bueno, más bien ellos le intentaron robar la cartera y el capitán les pilló. Pero en vez de enfadarse y hacerles daño, les miró y se echó a reír. Era una risa muy extravagante y fuerte, como si hubiera nacido para reír. De alguna manera, la risa les calmaba. Y les dio su cartera. Era un hombre muy raro.

No tardó ni dos minutos después de darles su cartera en cogerles a los dos del cuello de sus sucias camisetas para luego llevárselos a su barco y decir 'Estos dos se quedan. Ahora son míos'. A los dos les gustó la idea de tener un hogar, pero eso no quería decir que no le hubieran dado muchos problemas al capitán para escapar. Incluso intentaron matarle para ello. Pero el capitán sólo se rio con esa risa tan suya y les acarició en pelo. Los dos, obviamente, protestaron y casi le mordieron la mano.

En algún momento, el capitán les preguntó sus nombres alegando que se le había olvidado preguntar a pesar de haber pasado ya unos pocos días desde que les llevó a su barco. Era absurdo, esa persona era absurda.

No le respondieron (el capitán siempre decía que pusieron morritos en aquel entonces, pero ellos siempre lo negarían). Pero ya deberían haber sabido la respuesta del capitán ante su no respuesta. Por más poco tiempo que hubieran pasado juntos ya se podían imaginar lo que hubiera dicho. Les puso nombres nuevos. Al principio no sabían cómo tomárselo. Ya tenían nombres, ellos mismos se lo habían puesto al otro y no sabían cómo responder ante estos otros.

Al final, le capitán les dijo que los nombres que ya tenían eran suyos y que los nuevos que les había puesto era para llamarles porque no sabía sus nombres todavía (y dijo ese 'todavía' como si supiera que acabarían diciéndole sus nombres, con esa certeza absoluta. Algunos lo tacharían de presuntuoso, pero la verdad era que el capitán lo decía tan seguro porque era un cabezota que no se daba por vencido) y que podían reconocerlos como suyos propios o no si querían.

Y en algún momento pasaron a ser Blue y Red, Red y Blue. Sinceramente, su capitán no tenía imaginación alguna y les llamó así por sus colores de pelo (no se dieron ni cuenta desde cuándo le empezaron a llamar SU capitán). Eran inseparables. Si veías a Red, Blue aparecía en segundos, y si veías a Blue, Red estaría a su lado en meros momentos. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que ya llevaba días sin extraviarse. Desde que fue arrastrado a ese barco, parecía haber encontrado su camino.

Los de la tripulación oyeron sus nuevos nombres, se encogieron de hombros y les empezaron a llamar así. Se notaba que estaban acostumbrados a su capitán y sus tonterías.

A las semanas, una pelea se desató entre la tripulación y unos marines que eran fans de la justicia absoluta. Fue terrible para Red y Blue. Y encima había una tormenta que no paraba de zarandearles en la pequeña habitación del barco en donde se escondían.

La pelea acabó tiempo después y les parecía como si hubiera tardado un siglo. A pesar del silencio y la tranquilidad, no salieron de la habitación.

Se quedaron unos momentos, callados. Fue entonces que se abrió la puerta de par en par, dejando entrar a su capitán.

Su capitán no dudó en cogerlos en sus brazos y darles el primer abrazo que habían tenido en sus vidas que no fueran entre ellos, y eso también incluía cuando había sido Harry, sólo Harry. En ese entonces decidieron que les gustaba los abrazos.

El capitán, por una vez, no habló, sólo les abrazaba. Era reconfortante. Cuando ya estuvieron más calmados, su capitán les llevó a su camarote (al camarote del capitán, ojo) y se recostaron en la cama que puede que fuera un poco pequeña para tres personas, pero se las apañaron y de alguna manera no fue incómodo como uno cabría esperar.

Allí, en el silencio del camarote, le dijeron sus nombres. Buggy y Shanks, Shanks y Buggy. Eran esos sus nombres como lo eran Red y Blue, Blue y Red.

Esa ocurrencia acabó, de alguna misteriosa manera, en la tradición de construir cabañas con sábanas y mantas en la habitación del capitán cuando necesitaban consuelo o simplemente les entraba las ganas. Era infantil, demasiado infantil para ellos. Podrían ser niños por su edad, pero habían vivido en las calles ganándose la vida por sí solos. Para el capitán no era demasiado infantil, infantil venía con su naturaleza y cualquiera que le conociera de verdad estaría de acuerdo.

Y así pasaron los años. Fregando la cubierta, compartiendo chistes y sonrisas, siendo parte de la tripulación, haciendo fiestas, escondiéndose bajo cubierta cuando ocurrían grandes peleas serias (porque las 'peleas' con Shirohige y Garp no eran serias, acaban con banquetes y fiestas siempre), consolarse en la cabaña del capitán, recibiendo abrazos, jugando a los piratas en las cabañas de cojines y sábanas (y sí, era muy tonto considerando que vivían en un barco pirata y que ya eran piratas), entrenando, arrastrando al capitán para volver al barco porque este había vuelto a ser muy infantil y les había metido en un problema en alguna isla... Eran felices. Había algunos altibajos pero eran felices.

Hasta que no lo fueron. En el último viaje, el capitán separó a la tripulación. Todos sabían que se estaba muriendo por una enfermedad incurable. A lo mejor le quedaban unos dos años.

Y aún así, el capitán les dio su Vivre Card para encontrarle si le necesitaban o si simplemente querían visitar y su número de Den Den Mushi para cuando consiguieron uno. Les dejó en Loguetown y se despidieron. Viajaron los dos solos por un tiempo por los cuatro Blues, llamando a su capitán de vez en cuando por un Den Den Mushi que consiguieron por le camino.

Lo malo era que lo enemigos del capitán intentaban seguir su rastro. Por suerte, Harry, sólo Harry, tenía aún sus recuerdos y consiguieron esconderse. También tenía su magia y aunque no le gustase utilizarla en su nueva vida, la utilizó para ayudar a esconder su rastro (a veces deseaba haber aprendido hechizos de curación más allá de los básicos para curar heridas físicas menores y alguna más grave. Había pociones, pero ni tenía los ingredientes ni era un resfriado lo que tenía el capitán, era una enfermedad completamente diferente a las que había en ese otro mundo. Y aunque sabía runas y aritmancia al haberlas estudiado por su cuenta (aunque no las había escogido como optativas porque no era lo que se esperaba de él), no había casi nada de curación y lo que había o era para heridas físicas o tan grave como heridas en el alma, las cuales no había ni siquiera mucha información porque no sé qué magia oscura como siempre. ¿Serviría él para algo por una vez en sus dos vidas? ¿Qué tiene de bueno ser él?).

Entonces, les llegó la noticia de la ejecución de su capitán. Estuvieron allí en Loguetown, presenciando su ejecución. Oyeron de primera mano esas palabras que terminaron y empezaron una nueva era. Todo el mundo a su alrededor aplaudió y dieron gritos de alegría cuando su capitán murió. Ellos no. Lloraron y lloraron y lloraron hasta que no pudieron llorar más. Su capitán no les había ni dicho que se entregaría a la Marina para morir así y no en una cama y para protegerlos. Se enteraron del resto de la tripulación, o al menos de los pocos con los que seguían en contacto (muchos ni les contactaban, estaban tan hundidos en el fin de la tripulación y de la muerte del capitán que no les llamaron ni les visitaron).

Y aún así, estaban contentos de que su capitán hubiera podido morir con una sonrisa. Para muchos, esa sonrisa era un misterios. ¿Cómo podía alguien sonreír ante su propia muerte? Pero ellos sabían que era porque había muerto sin arrepentimientos y porque era su despedida. Su capitán les había visto desde la plataforma de ejecución, les había dirigido la mirada y les había sonreído como despidiéndose y deseándoles una buena vida.

Si la separación de la tripulación había hecho que se perdiera otra vez, la muerte de su capitán lo había devuelto a su camino sin rumbo.

Fue después de ese hecho que se separaron por primera vez desde que se conocieron. Red siempre había sido más aventurero, más temerario y más D hasta el punto en que sospechaban que la D era contagiosa. Red se fue a reunir una tripulación pirata para correr aventuras, festejar y ser libre. Blue era más sensato, más tranquilo y más miedoso. Blue rechazó la oferta de Red de unirse a su tripulación e incluso ser co-capitanes. Decidió quedarse en los Blues, más concretamente en el East Blue, porque a pesar de haber prácticamente vivido en el Nuevo Mundo, le gustaba más el lado cuerdo del Red Line. Haría su propia tripulación de piratas para ser libre.

Así se separaron. Aunque todavía se llamaban de vez en cuando y se encontraban cuando Red estaba en el East Blue.

Pero se sentía más perdido de lo que había estado en toda su vida y en la anterior. Tenía a su tripulación, pero no podía evitar sentirse extraviado. Había trazado un camino el cual seguir, pero no tenía valor comparado a cuando su capitán seguía vivo. Puede que a lo mejor estás más perdido cuando por fin encontraste tu camino pero lo perdiste.

Y todo siguió así, hasta que uno de ellos conoció a un niño en una isla del East Blue. Fue entonces cuando volvió a encontrar su camino, su rumbo. Le había costado mucho, pero por fin había conseguido sentirse bien al ser él mismo. Esas palabras fueron tan simples como impactantes: 'Estás aquí y no quiero que te vayas. No sé de qué mala suerte estás hablando, pero que seas tú y estés aquí para mí es genial'. Por una vez, se permitió dudar de su inutilidad y plantearse que estaba bien ser él.

Forward
Sign in to leave a review.