
CAPÍTULO 17
Capítulo 17
—¡Por supuesto! —dijo Hermione— ¡Alguien debe haber alterado el Vínculo y luego lo obligó a desmemorizarte! ¿Pero cómo? ¿Draco puede decírtelo?
—Tengo miedo de pedirle demasiado —dijo Harry— Creo que tiene muchas ordenes que debe seguir, y no quiero que rompa una por accidente.
—Solo hay una manera de averiguar lo que pasó. Tenemos que llevarlo al Ministerio y quitarle la atadura.
Harry asintió. De todos modos, ya casi habían regresado a su habitación: llevarían a Draco con McGonagall y la convencerían de que los dejara ir al Ministerio por flu.
Draco estaba recostado en el sofá. Miro a Harry, luciendo bastante aburrido.
—Vamos al Ministerio para que eliminen el Vínculo —dijo Harry— Creo que esa es la única manera de arreglar esto.
Draco se puso de pie y se acercó a ellos junto a la puerta, pero no dijo nada. Corrieron juntos a la oficina de la directora. Harry sabía la contraseña: McGonagall se la había dado en caso de que hubiera algún «problema con el Señor Malfoy».
Ella los dejó entrar después del primer toque.
—Tenemos que ir al Ministerio —dijo Harry— Hay algo mal con el Vínculo.
—Señor Potter, por favor cálmate. ¿Qué quieres decir con que algo anda mal?
—Creemos que alguien lo altero y lo está usando para controlar a Draco.
La profesora McGonagall lanzó una mirada incrédula a Draco.
—¿Tiene esto algo que ver con el artículo sobre usted y el señor Malfoy en El Profeta de hoy?
—¡Sí! ¡Exactamente! Alguien hizo que Draco…
Pero la profesora McGonagall lo interrumpió.
—Señor Mafoy, parece que te has estado aprovechando de la generosidad del Señor Potter. Supongo que pensó que este plan los liberaría tanto del vínculo como de Azkaban, pero le aseguro que no funcionará como pretendía.
Draco no dijo nada. Ni siquiera reaccionó.
—Profesora, no está fingiendo —dijo Harry— Ha estado enfermo, muéstrale tu mano, Draco.
Draco obedientemente le tendió una mano. Se sacudió violentamente.
—Señor Malfoy, explique lo que está pasando —dijo la profesora McGonagall.
Una vez más, Draco actuó como si no la hubiera escuchado.
—¿Draco? —instó Harry— Draco, vamos respóndele.
—Harry, no… —dijo Hermione, una fracción de segundo demasiado tarde. El rostro de Draco se retorció en una angustia silenciosa cuando la maldición Cruciatus lo golpeó.
—¡No tienes que hacerlo! —dijo Harry— ¡Lo siento, lo siento, lo siento…!
Draco se hundió en su silla, su rostro pálido y húmedo por el sudor. Dolía mirarlo.
—Alguien debe haber llegado a él mientras no estabas, Harry, y le ordenó que no se comunicara —dijo Hermione— Profesora, sé que todos tenemos motivos para no confiar en Draco, pero está en peligro. Tenemos que eliminar el Vínculo, y pronto.
La profesora McGonagall parecía conmocionada. Harry no la culpaba. Le estaba costando mucho no poner a Draco en su regazo y sostenerlo él mismo… Draco se veía tan agotado, tan cansado, como si estuviera a punto de darse por vencido por completo.
—Sí, muy bien —dijo la profesora McGonagall— Iré con ustedes, para explicarlo.
Se levantaron y fueron a la chimenea. Harry tomó la mano de Draco. Draco lo miró impasible,
—Iremos juntos, ¿Sí?
Draco ni siquiera parpadeó. Simplemente apartó la mirada. Pero no quitó su mano de la de Harry.
—¡El Ministerio de Magia! —dijo Harry. Apretó la mano de Draco. Draco no le devolvió el apretón. Hubo un destello de luz verde, y cuando dieron un paso adelante, estaban en el Ministerio.
Harry estaba muy agradecido de que la profesora McGonagall estuviera con ellos. Parecía conocer íntimamente el Ministerio y los llevó a la oficina de Kingsley Shacklebolt. Después de una breve discusión con su secretaria, se les dejo pasar y la profesora McGonagall les explicó la situación.
Kingsley le dio a Draco una mirada evaluadora.
—Ese chico no está bien —dijo. Draco no respondió.
—¿Puedes quitarlo? —preguntó Harry.
Kingsley asintió y lanzó un hechizo de unión rápida, atando a Draco a su silla. Cuando Harry emitió un sonido de protesta «Draco miró distraídamente las cuerdas, pero no dijo nada», Kingsley pareció disculparse.
—Lo siento —dijo— No creo que Malfoy sea peligroso, pero sería responsable de cualquier daño que causara si resulta que estaba equivocado. Malfoy por favor, extiende tu brazo.
Draco no se movió. Harry tomó su brazo izquierdo con mucha delicadeza y tiró de la manga hacia atrás, revelando una piel pálida llena de cortes y moretones a medio curar. Horrorizado, Harry empujó la manga más hacia atrás. Las heridas continuaban.
—¿Qué le ha pasado? —preguntó Kingsley.
—No lo sé —dijo Harry, sintiéndose enfermo.
Los ojos de Draco se posaron en su rostro. Parecía casi aburrido, pero Harry podía decir por la tensión de sus músculos que estaba asustado.
—Podemos preguntarle después de que hayas eliminado el vínculo —dijo Harry— No quiero arriesgar nada.
Kingsley asintió y Draco pareció relajarse un poco. Observó con gran expectación cómo Harry colocaba su mano sobre la Marca y la acariciaba tranquilizadoramente con el pulgar.
—Captivus liberatum6 —dijo Kingsley. Harry sintió que la magia lo inundaba. Sabía que había funcionado porque Draco se giró hacia él y habló rápidamente.
—No quiero tener que decir todo dos veces. Me gustaría ser interrogado bajo Veritaserum.
—Bien pensado —dijo Kingsley. Fue a un gabinete cerrado con llave en la parte trasera de su oficina y buscó un pequeño frasco de vidrio. Se arrodilló junto a Draco y administró tres gotas en la lengua de Draco. Los ojos de Draco se quedaron en blanco y sin emociones.
—Quizás sería mejor si lo interrogas Harry —dijo Kingsley. Draco se giró para mirar a Harry.
—Draco —dijo Harry— ¿Qué paso la noche que me desmemorizaste?
Draco tenía dos razones para solicitar Veritaserum. La primera se la había explicado a Kingsley: mientras dijera la verdad, prefería que le creyeran. La segunda fue que el Veritaserum hacia que decir la verdad fuera menos dolorosa. Su padre le había dado una dosis, una o dos veces, cuando estaba más desesperado.
—Fui a buscarle un vaso de agua a Harry —estaba diciendo mecánicamente— Apenas era consciente de las palabras. La poción las sacó de él como veneno— Cuando regresé, Steven Hodges estaba con él.
—¡Joder, lo sabía! —dijo Harry.
—¡Seño Potter! —reprendió la profesora McGonagall.
Distantemente, Draco pensó en la forma en que Harry había acariciado suavemente su Marca, como si fuera piel ordinaria. Él tampoco había dudado. Había tocado a Draco rápida y fácilmente, como si Draco estuviera limpio.
—Steven colocó a Harry bajo la Imperius —continuó— Harry no pudo combatirlo porque había bebido demasiado. Steven le ordenó que me ordenara obedecerle. Harry lo hizo. Ahora estaba obligado a obedecer a Steven tanto como a Harry.
—Oh, Draco —dijo Hermione.
Draco continuo en un tono monótono, describiendo el plan de Steven para torturarlo hasta la locura, las numerosas reglas que le había impuesto a Draco, la forma en que se había visto obligado a fingir que estaba enamorado de él.
—¿Por qué hizo que le dijeras al Diario El Profeta mentiras sobre Harry? —preguntó Kingsley. El cerebro de Draco se alertó. No quería avergonzar a Harry admitiendo que lo que le había dicho al Profeta era verdad.
—Odia a Harry —dijo.
—¿Qué te preguntó para obtener esa información? —preguntó Harry, en voz baja y enojada.
—Si te avergonzabas de algo.
Las cejas de Harry se juntaron en una expresión que Draco no pudo leer.
—¿Alguna vez tuviste la intención de lastimar a Harry Potter? —preguntó Kingsley.
—Por supuesto que no.
—¿Alguna vez le harías daño?
—No voluntariamente.
Kingsley asintió.
—Eso es todo, creo. Sin ninguna duda para establecer la culpabilidad de Steven Hodges, y…
—¿Tienes dolor en este momento? —interrumpió Harry.
—No más de lo habitual —dijo Draco. Hermione dejó escapar un pequeño sollozo y Harry parecía listo para golpear algo.
—Irá a San Mungo mientras decidimos cómo proceder —dijo Kingsley— Obviamente el Vínculo no se pude restablecer ahora que sabemos cuán susceptible es al abuso. Sin embargo, dudo que podamos acortar su sentencia…
—No puedes enviarlo de vuelta a Azkaban —dijo Harry— No puedes, ¡No es su culpa que haya sido torturado hasta la muerte, no puedes castigarlo por eso!
Kingsley le tendió una mano conciliadora.
—Lo sé, Harry. Estoy de acuerdo. Pero tampoco podemos simplemente liberarlo.
Draco podía sentir el efecto del Veritaserum. En su ausencia, las emociones regresaron a él en una abrumadora cascada, y sacudió su cabello contra su rostro para cubrirlo.
Su madre se arrodilló a su lado.
—No te avergüences —dijo ella— Si lloras, sabrán lo patético que eres.
Parpadeo para contener las lágrimas y miró fijamente su rostro extraño y deformado. Su madre nunca habría dicho eso. Estaba casi seguro de ello. Su voz tampoco sonaba bien. Era más dura de lo que recordaba.
—¿Estás bien? —preguntó Harry. Draco tuvo que contenerse para no gritarle por costumbre.
—Sé valiente —dijo su madre— No te quejes.
Draco la observó fijamente mientras respondía.
—Estoy bien —dijo.
—Mira todos los problemas que has creado para todos —dijo su madre. Draco se preguntó por qué ella lo había rechazado, en el verano de quinto año, cuando le pidió que se escapara con él. Fue la única vez que pudieron haberlo hecho: Lucius habría estado a salvo de sospechas de ayudarlos, ya que estaba en Azkaban y Draco aún no había tomado la Marca. Draco le había suplicado.
«—Puedes irte —le dijo— Pero nunca abandonaría a tu padre».
Y Draco nunca podría haberla abandonado. Su lealtad lo condenó. Una semana después, el Señor Oscuro lo llamó a su presencia y anunció que a Draco se le otorgaría el gran honor de la Marca Tenebrosa y una noble tarea. Acababa de cumplir dieciséis años.
—¿Está tu madre ahí? —Harry le preguntó. Habló en voz baja al oído de Draco. Draco asintió, aunque no quería que Harry pensara que estaba loco.
—Necesitas dormir un poco —dijo Harry.
—No estoy loco —dijo Draco.
—Sé que no lo estas. ¿Me acompañas a San Mungo por la red flu?
Draco descubrió que podía pararse. Kingsley había quitado las cuerdas que lo ataban a su silla. Estaba tambaleándose sobre sus pies, y Harry envolvió un brazo alrededor de su cintura, guiándolo hacia la chimenea. Kingsley, la profesora McGonagall y Hermione estaban todos hablando, pero Draco solo podía concentrarse en Harry.
—Se siente mejor sin el Vínculo —dijo Harry— Odiaba darte órdenes accidentalmente todo el tiempo.
—Eres la única persona a la que le confiaría ese tipo de poder —dijo Draco, distraídamente. Su madre los había seguido hasta la chimenea. Ella le estaba siseando para que se callara— Nunca has sido vengativo.
—A veces lo hago —dijo Harry— Realmente he querido lastimar a la gente, antes.
Draco se inclinó hacia él.
Sin embargo, nunca quisiste lastimarme.
—No —dijo Harry, tirando de él más cerca— ¿Estás listo para la luz verde?
—Odio los polvos flu —dijo Draco.
En San Mungo, pincharon y picaron a Draco hasta casi matarlo. Curaron todas sus heridas superficiales, pero el daño por maldiciones era más complicado. Lo dosificaron con pociones y lo acostaron. Harry permaneció a su lado durante todo el proceso, hablando de quidditch con falsa alegría.
—Ginny debería estar aquí pronto —dijo, una vez que Draco finalmente estuvo en la cama.
—No quiero incomodarla —dijo Draco, pensando en una de las primeras lecciones de su madre: «La manera más fácil de ser cortés es asumir que todo lo que haces, en todo momento, es un gran inconveniente».
—Ella es tu amiga —dijo Harry— Ella querrá estar aquí. De todos modos, Hermione y yo tenemos que ir a hablar con Kingsley, y no quiero que estés solo.
—Estoy bien —dijo Draco— Puedo estar solo.
—Si, sé que eres capaz de soportar todo tipo de dificultades, Draco. El punto es que preferiría que no tuvieras que hacerlo.
Draco se encogió de hombro. Estaba tan aliviado de estar libre del Vínculo que no le importaba mucho lo que le sucediera. No iba a ser torturado hasta la locura. Eso era suficiente, por ahora.