Traducción: "Lessons in Grace and Decorum" de GallaPlacidia

Harry Potter - J. K. Rowling
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Traducción: "Lessons in Grace and Decorum" de GallaPlacidia
Summary
En Azkaban, Narcissa Malfoy le da lecciones a Draco sobre cómo manipular a las personas para que lo amen. Cuando Draco es liberado con la condición de que esté unido a Harry como su prisionero, finalmente tiene la oportunidad de poner en práctica sus nuevas habilidades.Inspirado en una excelente historia llamada Unexpected Consequences de Lauren3210
Note
IMPORTANTE:La presente es una traducción del fanfic de GallaPlacidia “LESSONS IN GRACE AND DECORUM”. Quien ha eliminado su cuenta en esta plataforma, así como todos sus fanfics, como una fan que ama su trabajo he decidido traducir sus fanfics al español para que sus fans de habla hispana podamos seguir disfrutando su trabajo.
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CAPÍTULO 11

Capítulo 11

 

Draco se giró para mirar a Harry. Harry se giró para mirar a Draco.

 

   —¿Cómo te fue con la señora Rosmerta? —preguntó Harry. Se inclinaron en el reservado, sus cabezas colgando una hacia la otra.

 

   —Estuvo bien —dijo Draco. Harry sonrió.

 

   —Está bien.

 

   —Sí.

 

Harry extendió la mano y apartó el cabello de Draco de su rostro, pero cuando lo hubo hecho, dejó su mano en la mandíbula de Draco.

 

   —Tu cabello siempre cae sobre tus ojos —dijo, inclinándose un poco más cerca. Draco podía oler el alcohol en su aliento. Él mismo estaba perfectamente sobrio «a nadie que haya visto como bebía Lucius Malfoy el año pasado podría apetecerle una cerveza después», se sentía muy consciente de que estaba en él asegurarse de que las cosas no se intensificaran.

 

   —Ordéname que lo corte, si te molesta —dijo, en un intento de recordarle a Harry su posición, porque estaban sentados juntos en primer lugar, del tatuaje en el brazo de Draco.

 

   —No me molesta —dijo Harry en voz baja— No me molesta en absoluto.

 

Sus labios estaban tan cerca ahora que si Draco no hacía lo correcto se iban a besar, tan seguro como si se cayeran por un precipicio.

 

Draco nunca había sido bueno para hacer lo correcto.

 

El beso no fue para nada como Draco había imaginado que sería, cuando tenía quince años. Era gentil y curioso. Era suave, recalcada por la aspereza de la barba de Harry. Fue un poco torpe, porque Harry estaba muy borracho. Ni siquiera había bebido tanto, pero Draco supuso que su tolerancia había disminuido desde el verano.

 

Draco se estaba aprovechando. Se sintió horrible.

 


 

Besar a Draco Malfoy estaba incendiando el cerebro de Harry. Cada parte de él quería más. Sus ojos querían apartarse para poder mirar a Draco. Sus manos querían desvestir a Draco y deslizarse sobre él. Su cabeza quería comprobar que Draco estaba bien. Algo en su pecho quería que Draco le hablara, que le hablara correctamente, como lo había hecho por un breve momento esa tarde, sin censurarse, sin preocuparse, como si Draco confiara en él.

 

Pero finalmente, la boca de Harry estaba obteniendo exactamente lo que quería, y exigió seguir, oh, tal vez otros dos años besando a Draco, para descubrir las diferentes formas en que podían hacerlo.

 

No iba a ser. Draco se apartó.

 

   —Estás muy borracho —dijo.

 

   —Mierda —dijo Harry, tratando de repetir cómo había ocurrido el beso. ¿Le había ordenado a Draco que lo hiciera? Él no creía haberlo hecho. Y Draco no parecía haber sido forzado a nada. Pero el consentimiento era complicado. Incluso si un maestro tenía veintiún años, estaba mal que él se relacionara con su estudiante de dieciocho años, debido a la dinámica de poder. Y Harry tenía mucho más poder sobre Draco que el que tendría un maestro.

 

Draco se humedeció los labios.

 

   —Voy a traerte un vaso de agua, ¿De acuerdo? Y tal vez algo de comida —dijo. Parecía ansioso.

 

   —Lo siento —dijo Harry— No debía haber hecho eso.

 

Lejos de tranquilizar a Draco, las palabras de Harry parecieron hacerlo más infeliz.

 

   —No —Draco se interrumpió y se alejó.

 


 

Cuando Draco regresó a la mesa con un vaso de agua y algunas papas fritas que, «extrañamente, la señora Rosmerta le había dicho que la casa pagaba», Steven Hodges estaba sentado junto a Harry.

 

Draco se congeló.

 

   —¡Papas fritas! —exclamó Harry. Draco, eres un salvavidas. Tomó las papas de Draco.

 

   —Toma, bebe el agua también —dijo Draco, sin dejar de mirar a Steven Hodges.

 

   —¡Imperio! —dijo Steven Hodges de repente, y lo ojos de Harry se quedaron en blanco. Draco se abalanzó sobre Steven, pero Steven fue más rápido— Harry dile a Draco que se quede quieto y se calle.

 

   —Quédate quieto y cállate, Draco —dijo Harry. La compulsión de obedecer golpeó a Draco casi físicamente. Harry podía deshacerse del Imperius cuando estaba sobrio, pero claramente no cuando estaba borracho.

 

   —Mira, pensé que no era justo que Harry se llevara toda la diversión —dijo Steven— Harry, di que Draco tiene que obedecerme como te obedece a ti, hasta que digas lo contrario.

 

Harry repitió la orden. Un sudor frío brotó del cuero cabelludo de Draco.

 

   —Veamos si funcionó —dijo Steven— Draco, di “Soy un pedazo de mierda y todos desearían que estuviera muerto”.

 

La compulsión era tan fuerte como si Harry lo hubiera dicho, pero no podía hablar porque Harry le había dicho que se callara. Si abría la boca comenzaba el dolor, pero al cerrarla, también se desencadenaba. Steven comprendió de repente.

 

   —Dile que puede hablar, Harry.

 

   —Puedes hablar —dijo Harry.

 

   —Soy un pedazo de mierda y todos desearían que estuviera muerto —dijo Draco, agradecido. El dolor disminuyó y Steven Hodges se echó a reír.

 

   —¡Oh, nos vamos a divertir tanto! De acuerdo. Draco, no debes contarle a nadie nada de lo que acaba de pasar. No puedes decirles con palabras, escrito o gestos. Cuando diga la orden, debes desmemorizar a Harry. Cuando te pregunte por qué lo hiciste, debes decirle que te dijo que lo hicieras porque él mismo se avergonzó de estar borracho. Si lo menciona más, debes volverte hostil y agresivo hasta que se detenga.

 

   —Steven…

 

   —No te quejes.

 

Y Draco no pudo.

 

   —Desmemorizalo ahora.

 

Draco apuntó su varita a Harry y borró los últimos cinco minutos de su memoria. Steven levantó su Imperius al mismo tiempo. Harry parpadeó, vio la varita de Draco y frunció el ceño.

 

   —Draco, ¿Qué diablos?

 

   —Me pediste que te desmemorizara —dijo Draco.

 

   —¿Por qué habría de hacer eso?

 

   —Porque tú dijiste que te avergonzaste tú mismo —dijo Draco, añadiendo el «tú dijiste» en un esfuerzo por no herir los sentimientos de Harry. Era demasiado cruel decirle a Harry que Draco pensó que se había avergonzado a sí mismo. Conociendo a Harry, asumiría lo peor.

 

Harry parecía confundido.

 

   —Pero todavía recuerdo… —se detuvo y miró a Steven. Draco sabía lo que no estaba diciendo. «Besarte». Harry estaba tratando de pensar qué podría avergonzarlo más que haber besado a Draco Malfoy.

 

   —No me mires —dijo Steven— No lo escuche.

 

   —¿Algo que dije…?

 

Parecía completamente perplejo, y luego algo apareció en sus ojos.

 

   —Mierda —dijo.

 

   —Bueno, fue agradable hablar con ustedes dos —dijo Steven— Nos vemos, Draco.

 

Draco no le respondió. Steven se fue, riéndose.

 

   —Draco. Por favor. Por favor dime.

 

Draco notó el «por favor» negaba la orden del «dime». Pero la orden anterior de Steven se afianzó.

 

   —Maldita sea, déjalo, Potter —espetó.

 

Harry parecía como si lo hubiera golpeado.

 

   —De acuerdo. Probablemente me lo merezco —dijo.

 

Caminaron de regreso a Hogwarts. Harry siguió lanzando miradas furtivas a Draco, y varias veces trató de disculparse por lo que fuera que había hecho. Draco le gruño que cerrara la boca cada vez, hasta que Harry comenzó a protestar que no había necesidad de que fuera tan imbécil al respecto. Cuando regresaron a su habitación, ninguno de los dos se hablaba.

 


 

A la mañana siguiente, Draco recordó que se suponía que debía revisar su varita ese día. Realmente había esperado que, si podía evitar hablar de la noche anterior, él y Harry podrían volver a la normalidad, pero necesitaría que Harry le explicara sobre el Obliviate al profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.

 

Le preparó a Harry una taza de té y esperó a que despertara.

 

Harry salió de su habitación con un aspecto un poco deteriorado.

 

   —Oye —dijo, sin mirar a Draco a los ojos.

 

   —Te hice té —dijo Draco.

 

Harry gimió.

 

   —Sinceramente, eres el mejor —dijo. Draco trató de reprimir su corazón, que se estaba comportando como un niño travieso.

 

   —Necesito que le cuentes al profesor Woodruffe sobre el Obliviate. Rompió los términos de mi libertad condicional.

 

   —Oh, mierda —dijo Harry— Deberías haberlo mencionado, anoche. Estoy seguro de que no te habría ordenado a hacerlo si me hubiera dado cuenta.

 

Draco apretó los dientes, tratando de evitar la compulsión, pero el dolor le quemaba las venas. Sabía que se convertiría en una Cruciatus completa en cuestión de segundos.

 

   —No seas tan patético, Potter. Solo arregla el puto lío que hiciste.

 

La expresión de Harry se endureció.

 

   —Sabes, sea lo que sea que hice, no hay necesidad de que seas tan idiota al respecto. Obviamente lamento haberte disgustado tanto o lo que sea, pero no necesitas actuar como…

 

   —¿Cómo qué, Potter?

 

   —¿Cómo si tuviéramos quince años?

 

Se alejaron del tema de anoche. Draco sintió que la compulsión se desvanecía.

 

   —¿Tu té está a la temperatura adecuada? —preguntó suavemente— Lo hice hace rato.

 

   —Harry frunció el ceño y lanzó un hechizo de calentamiento.

 

   —No te entiendo —dijo.

 

Draco sabía que no debería, pero agarró la mano de Harry, la abrió y besó su palma. Cuando levantó la vista, trató de expresar con los ojos lo que no podía con las palabras.

 

Algo se perdió en la traducción. Pero Harry no apartó la mano de inmediato.

 

   —¿Qué quieres, Draco? —preguntó.

 

Draco pensó en las opciones. Harry esperó pacientemente.

 

No había una buena respuesta.

 

   —Desayunar —dijo, finalmente. Harry le dirigió esa mirada de decepción que siempre le recordaba tanto a Draco a su padre, y se dirigieron al Gran Comedor.

 

Harry lo acompaño con el profesor Woodruffe después del desayuno y le explicó sobre el Obliviate.

 

   —Por favor, no lo meta en problemas por eso —suplicó— Fue completamente mi culpa.

 

Aunque claramente incómodo, Woodruffe accedió a no registrarlo oficialmente.

 

   —Sin embargo, se lo informaré a la directora —dijo— Y encuentro su comportamiento en todo esto extremadamente sospechoso, Señor Malfoy.

 

Draco estaba demasiado triste para responder.

 

Entonces llegó el momento que había temido todo el día. Aritmancia terminó. Los estudiantes salieron y Draco esperó fuera del salón de clases.

 

Steven caminó por el pasillo, silbando. Normalmente traía amigos, pero hoy estaba solo.

 

   —Hola, Draco —dijo— Ve al baño.

 

Draco obedeció. Se paró junto al fregadero y miró su reflejo. Pensó en lo extraño que era que alguna vez pudiera haber sido tan amado, tan preciado.

 

   —Si lo he hecho bien, esto debería doler un poco —dijo Steven— Hazte crecer alas y vuela, Draco.

 

«Inteligente», pensó Draco, en la última fracción de segundo antes de que el dolor lo dominara. «Ahora no tiene que hacer nada para torturarme. Puede simplemente sentarse y ver el espectáculo».

 

Y qué espectáculo debe haber sido. Los omoplatos de Draco se esforzaron por salirse de su espalda, como si pudieran brotar en alas si se dislocaban. El dolor lo recorrió, brutal, palpitante, punzante, ardiente. Se formó y formó; había perdido todo el control.

 

   —Para —dijo Steven, perezosamente— No tienes que hacerlo.

 

El dolor se detuvo de inmediato, como si se accionara un interruptor. Draco estaba en el suelo. Tomó aire tentativamente. Sus pulmones ya no le dolían, pero estaba tembloroso. No fue tan malo como lo había sido después de que los polvos flu lo alejaron de Harry sin permiso explícito.

 

   —Bueno, eso funcionó incluso mejor de lo esperado —dijo Steven— Solo que gritaste como una niña. La próxima vez tienes que estar callado.

 

   —Estás loco —dijo Draco— Te das cuenta de que te van a atrapar, ¿No? ¡Lanzaste una maldición Imperdonable al Salvador del Mundo Mágico!

 

Steven se encogió de hombros.

 

   —Él no lo recuerda. Y no puedes decírselo.

 

   —Si crees que estoy guardando tu pequeño secreto una vez que se rompa el Vínculo, eres aún más estúpido de lo que pareces.

 

Steven sonrió ampliamente.

 

   —¡Draco! ¿De verdad crees que no tengo una estrategia de salida? —sacudió la cabeza y se rio— Tomé la idea de tu tía, en realidad. Mira, un día, te daré una orden que no podrás obedecer, y solo dejaré que el dolor… continué un poco. Sabes lo que eso le hace a la mente de las personas, ¿No?

 

La boca de Draco se había secado. Él lo sabía. Lo sabía demasiado bien, había visto los efectos de la Cruciatus de primera mano, el año pasado. Las dosis cortas regulares rompían el cuerpo. Una dosis más larga rompía la mente. Draco iba a sufrir ambos.

 

   —Te prohíbo que me mientas —dijo Steven de repente— Dime. ¿Puedes pensar en algún error en mi plan?

 

   —No —dijo Draco sombríamente.

 

   —Bien —dijo Steven— Bueno eso es todo por hoy. Obviamente, no puedes contarle a nadie nada de esto. ¡Te veo mañana!

 


 

Una vez que se fue, apareció la madre de Draco.

 

   —Levántate —dijo ella— No seas patético.

 

Draco la miró y se dio cuenta de que su rostro estaba un poco… apagado. Era el equivalente visual de cuando olvidas una palabra y sigues pensando en otras palabras que son similares, pero incorrectas. Su rostro era así, similar, pero equivocado.

 

Sin embargo, su cabello todavía estaba bien. Largo, plateado, encantador. Lo vio brillar en la tenue luz del baño y recordó “haber salido del closet” con ella. Había sido un accidente: tenía trece años y estaba enamorado de Theo Nott que pensó que moriría por ello. Theo, por supuesto, no solo no estaba interesado, sino que estaba completamente ofendido. Draco se había echado a llorar en los brazos de su madre esa Navidad y le había confesado todo.

 

Si se sorprendió al saber que él era gay, no lo demostró.

 

   —Mi dulce niño —dijo ella, acariciando su cabello— Él no vale la pena. Sé que duele ahora, pero un día encontrarás a un chico que te amará de la forma en que mereces ser amado.

 

   —¿Qué pasa si no lo encuentro?

 

   —Lo harás, cariño, lo harás.

 

Su padre también lo había apoyado. Ambos eligieron reaccionar ante su angustia en lugar de su sexualidad. Draco había resultado ser una terrible decepción para sus padres, pero solo por las cosas que hizo o dejó de hacer, nunca por lo que era inherentemente.

 

Todavía recordaba el abrumador alivio que sintió cuando ella lo abrazó y le prometió que su angustia no duraría para siempre.

 

   —Harry vendrá pronto —siseó su madre ahora, o al menos, se parecía a su madre, más o menos— ¿Quieres que sepa lo miserable que eres?

 

   —Pensé que la lástima llevaba al amor —dijo Draco, tratando de ponerse de pie— Sus huesos se sentían débiles.

 

   —Tienes que merecer la lástima para que eso funcione —dijo su madre.

 

   —Merezco lastima —dijo Draco.

 

   —¿Ah, de verdad? ¿Estas arrepentido, entonces?

 

   —No puedo. Sabes que no puedo. No me digas que nadie me amará nunca, lo sé muy bien.

 

   —Tu cabello está desarreglado.

 

Draco lo peinó con los dedos. Todavía se veía horrible.

 

   —Ve a esperar en el pasillo —dijo su madre.

 

   —Me va a torturar hasta la locura, madre. ¿Hay realmente algún punto en toda esta intriga? Todo lleva al mismo lugar, ¿No? ¿San Mungo?

 

   —Los Malfoy mueren con dignidad —dijo— Deja de sentir pena por ti mismo.

 

Allí, ella tenía un punto. Draco siempre había tenido una racha de autocompasión, y no era un aspecto de su personalidad que quisiera complacer. Fue a pararse en el pasillo.

 

   —¡Oye! —dijo Harry— Lo siento, llego tarde.

 

   —No hay problema —dijo Draco.

 

   —¿Estás bien? Pareces un poco…

 

Draco lo interrumpió.

 

   —Estoy bien —dijo.

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