
CAPÍTULO 7
Capítulo 7
Iban por red flu a Hogwarts. La profesora McGonagall quería hablar con ellos y, de todos modos, pensó que era mejor que evitaran las multitudes en el tren. Harry estaba indeciso junto a la chimenea, sosteniendo el bote de polvos flu.
—¿Estás bien? —preguntó Draco.
—No me gusta usar el flu —dijo Harry. Draco esperó. Él era bueno en eso; sabiendo donde había más— La luz verde.
—Sí, a mí tampoco me gusta demasiado —dijo Draco. Harry sabía que probablemente entendía mejor que la mayoría de la gente— Iré primero, entonces.
—Gracias —dijo Harry agradecido.
Una vez que Draco hubo pasado, Harry respiró hondo unas cuantas veces. La luz verde había acelerado su ritmo cardíaco. Se calmó, tomó su puñado de polvos flu y logró no estremecerse ante la luz verde que siguió a sus palabras.
Draco estaba hecho un ovillo en el suelo de la oficina de la profesora McGonagall.
—Se cayó gritando —dijo la profesora McGonagall, con el rostro blanco.
Draco se arrastró hasta una papelera y vomitó. Harry corrió a su lado y le apartó el cabello de la cara.
—La proximidad —dijo Harry— Lo olvidé.
—Yo también —dijo Draco. Su cabello estaba húmedo por el sudor. Harry puso una mano en su espalda para estabilizarlo. Cuando Draco terminó de vomitar, la profesora McGonagall le entregó un vaso de agua y desvaneció el contenido de la papelera.
—Tal vez sea mejor que pase la noche en la enfermería, Señor Malfoy —dijo la profesora McGonagall.
—Estoy bien —dijo Draco— Simplemente me tomó por sorpresa —se puso de pie lentamente y fue a sentarse en una de las sillas al frente al escritorio de la profesora McGonagall— ¿Quería hablar con nosotros profesora?
—Bueno… —la profesora McGonagall parecía completamente desconcertada por el comportamiento de Draco— Tal vez deberíamos esperar hasta que te sientas mejor.
—Por favor, no lo vuelva a mencionar, me siento suficientemente humillado —dijo Draco bruscamente. Su leve rudeza pareció fortalecer a la profesora McGonagall.
—Muy bien. Señor Malfoy, debo informarle que está en contra de mi buen juicio que se le haya permitido regresar a esta escuela. Permíteme asegurarte que si escucho el más mínimo susurró de cualquier irregularidad de su parte, y será expulsado de inmediato. Y no me refiero con el Señor Potter, me refiero a volver a Azkaban. ¿Ha quedado claro?
—Sí, profesora —dijo Draco cortésmente.
La profesora McGonagall procedió a resumir las condiciones de la estadía de Malfoy en Hogwarts. Harry lo acompañaría a todas las lecciones, incluidas las que tenían por separado. La varita de Malfoy sería devuelta, pero solo se le permitía usar magia en las aulas, bajo supervisión de un maestro. Harry solo podía dejarlo solo en su habitación, en la biblioteca, o durante los breves momentos en que Malfoy terminaba una lección que no compartía con Harry y esperaba que Harry viniera a buscarlo. El profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras revisaría la varita de Malfoy una vez a la semana para verificar que no la hubiera usado ilícitamente. Seguía y seguía, pero la expresión de Draco no cambió de una de cortés interés.
—¿Lo entiende? —preguntó la profesora McGonagall, al final de su discurso.
—Sí, profesora —dijo Draco. El rostro de la profesora McGonagall se suavizó un poco.
—¿Estás seguro de que no quiere ver a la señora Pomfrey? Me diste un buen susto.
—Estoy bien —dijo Draco, luciendo profundamente avergonzado.
—Solo necesita un poco de descanso —dijo Harry— ¿Podríamos cenar en nuestra habitación y saltarnos el banquete?
—Buena idea, Señor Potter —dijo la profesora McGonagall. Los llevaré a sus habitaciones.
Para gran alivio de Harry, no estaban compartiendo. Harry no se había sentido optimista sobre sus posibilidades de no ser un gran pervertido si tuviera que compartir con Draco todo el año. La profesora McGonagall había hecho arreglos para que tuvieran una suite, con dos dormitorios, un baño y una sala de estar. Les pidió una bandeja de sándwiches, le preguntó a Draco una vez más si estaba bien «Si, gracias, dijo con los dientes apretados», y se fue.
—Lo siento mucho —dijo Harry.
—No seas ridículo.
Estaban parados uno al lado del otro. Harry se giró para mirarlo y puso su mano en la frente de Draco para sentir su temperatura.
—Estoy bien, Potter. Estoy acostumbrado a la maldición Cruciatus. Solo me derrumbé así porque no lo vi venir.
La mano de Harry recorrió el rostro de Draco, terminando en la nuca. Ambos se inclinaron hacia adelante para que sus frentes se tocaran.
—Es bastante deprimente oírte decir que estás acostumbrado a la maldición Cruciatus —dijo Harry.
—Eso fue probablemente una exageración.
—Lamento que McGonagall haya sido tan dura contigo.
—Ahora solo estás buscando cosas por las que disculparte —dijo Draco. Sus narices se tocaban, sus labios estaban a solo centímetros uno del otro. Harry apenas podía respirar. El cabello de Draco estaba sedoso en su mano. Quería descubrir todas las texturas de Draco.
—No quieres besarme ahora mismo —dijo Draco suavemente— Estoy asqueroso.
Harry retrocedió bruscamente.
—No quiero besarte en absoluto —dijo. Estaba hablando más para sí mismo que para Draco, pero Draco parecía como si lo hubiera abofeteado— Quiero decir, lo quiero. Me siento atraído por ti. Obviamente.
Draco lo observó en silencio. Estaba haciendo eso que hacía cuando trataba de calcular qué decir a continuación. Harry esperó. Draco a menudo hacía esto; repasaba las opciones en su cabeza, y la mitad del tiempo aparentemente decidía que no había nada que decirle a Harry, y se alejaba. De vez en cuando, sin embargo, hablaba.
Pero Harry no era lo suficientemente paciente.
—Mira, lo que sea que estés pensando, puedes decirlo.
Draco lanzó una mirada cautelosa. Pasaron diez segundos, mientras Draco «supuso Harry» procesaba esta nueva declaración y reparaba las posibles respuestas con minuciosidad militar, antes de que finalmente respondiera.
—Hay mucho en juego para mí —dijo.
Las entrañas de Harry se retorcieron. Era un comentario típicamente críptico. Harry quería pensar que había mucho en juego en parte porque a Draco le gustaba él, pero por supuesto era mucho más probable que se estuviera refiriendo al poder total de Harry sobre él a través del vínculo.
—Lo sé —dijo Harry.
—Tienes que decidir qué quieres de mí —dijo Draco.
A Harry no le gustó nada el sonido de eso. Daba la impresión de que Draco no tenía elección en el asunto. Cosa que, en cierto modo, no tenía. Sería bastante difícil rechazar los avances de su carcelero.
—Mira, realmente estás malditamente en forma, así que sigo olvidando el vínculo, pero creo que solo deberíamos ser amigos.
Para la inmensa sorpresa de Harry, todo el rostro de Draco se iluminó. Harry nunca lo había visto así, como si acabara de ganar algo con lo que solo había soñado.
—¿Amigos? —dijo Draco, con una sonrisa torcida.
—Sí —dijo Harry con inquietud.
—Está bien —dijo Draco. Hizo un sonido que solo podía describirse como una risita— De acuerdo. Amigos. ¿Comemos unos bocadillos?
Merlín, iba a volver loco a Harry.
La madre de Draco lo estaba esperando en su dormitorio.
—Él quiere que seamos amigos —dijo Draco, logrando mantener su voz baja a pesar de su emoción.
Pero su madre no parecía emocionada.
—Le gusta como lo haces sentir —dijo— Eso no significa que le gustes.
—No, yo… yo sé eso —dijo Draco, aunque en realidad no se le había ocurrido. Sonaba tan obvio cuando lo decía así.
A lo lejos, una pequeña voz en su cabeza objetó que su madre nunca habría dicho algo tan cruel. Pero Draco lo ignoró, porque no importaba, ella lo había dicho ahora. Y de todos modos era cierto.
—Él no puede amarte hasta que te arrepientas —dijo su madre.
—Pero no puedo sentir remordimiento solo para que me ame —dijo Draco.
—Ahí está el problema —dijo su madre, y desapareció.
—¿Te importa si comemos en la mesa de Griffindor? —preguntó Harry, mientras bajaban las escaleras a la mañana siguiente.
—No —dijo Draco automáticamente, pero luego recordó — Sí.
Harry dejó de caminar para mirarlo.
—¿Qué?
—Dean Thomas —dijo Draco.
—… ¿sí?
—No puedo sentarme en la misma mesa que él —dijo Draco.
—Estoy seguro de que si te disculpas…
—¡No me voy a disculpar con él!
Harry parecía tan decepcionado que recordó al padre de Draco.
—¿Por qué no? —preguntó Harry, claramente tratando de mantener la calma.
—Porque…
Draco comenzó a caminar de un lado a otro por el corredor. Sus pensamientos estaban demasiado revueltos para que siquiera intentara pasarlo por los filtros. ¡Por qué! ¡Porque a veces disculparse es lo más egoísta que puedes hacer! ¡Porque pedirle a alguien que te perdone cuando no deberías haberlo lastimado es manipulador! ¡Porque Dean Thomas no debería tener que mirarlo tres veces al día solo porque Harry quería follar con Draco y había usado su prestigio social para sacarlo de Azkaban!
—¿Por qué no, Malfoy? —repitió Potter, su voz terriblemente fría, como siempre solía ser.
—¡Él no tendría que volver a verme!
Hizo una pausa en su paseo para mirar a Potter, cuya expresión afortunadamente había cambiado.
—Draco… no debes pensar así.
Los ojos de Draco se abrieron con horror cuando la orden se estipulo, y se esforzó por aclarar sus pensamientos…
—¡Mierda, lo siento, piensa lo que quieras! —dijo Harry— Solo quise decir que no vas a poder seguir adelante con esa actitud.
Draco se sintió lo suficientemente tranquilo ahora para implementar sus filtros. Repasó algunas opciones antes de hablar.
—A veces disculparse en algo egoísta —dijo.
«Su madre, llorando desconsoladamente en su regazo, diciendo —Perdóname, perdóname…»
—Creo que Dean merece una disculpa —dijo Harry.
Draco se mordió el labio.
—Déjame quedarme en la habitación esta mañana y darle una nota mía.
—¡No puedes disculparte con una nota!
Draco le lanzó una mirada resentida por la orden, y Harry pareció avergonzado de sí mismo.
—Quiero decir, tú puedes. Simplemente, no es una buena idea.
—La nota sería para preguntarle si estaría dispuesto a dejarme disculparme, idiota. No voy a saltar de los arbustos hacia él y decirle “¡Sorpresa! ¡Lamento no haber evitado que mi familia te torturara! ¡Disfruta de los huevos benedictinos!”
Harry sonrió.
—No me has llamado idiota en mucho tiempo. Lo he extrañado.
—¿Le llevaras la nota?
—Sí. Y si está dispuesto, lo llevaré a nuestras habitaciones después del desayuno.
Draco buscó en su túnica una pluma y algo de pergamino y le escribió a Dean una breve nota.
***
Dean:
Me gustaría disculparme contigo, pero solo si hacerlo no te causará más dolor del que ya te he causado. Si estás dispuesto, Potter te traerá después del desayuno. Si prefieres que nunca más te hable, házmelo saber y, por supuesto, me someteré a tu decisión.
Sinceramente,
D. Malfoy
***
Le entregó la nota a Harry.
—Creo que tendrás que ordenarme que me vaya —dijo— Por la proximidad.
—Oh —dijo Harry, luciendo avergonzado— De acuerdo. Realmente no me gusta decirte qué hacer.
Draco respondió antes de que pudiera detenerse.
—Me gusta bastante.
Harry tragó.
—Quiero decir, obviamente no me gusta, ya sabes. Ser tu prisionero —dijo Draco, horrorizado— No quiero que empieces a darme… tareas. Sólo quise decir sexualmente. Digo... Mierda.
Si Draco no hubiera estado tan avergonzado, la mirada en el rostro de Harry podría haberlo hecho reír.
—Sí, voy a fingir que nunca dijiste nada de eso —dijo Harry. Luego hizo una mueca— De acuerdo… er… Ve a nuestras habitaciones.
—Gracias —dijo Draco, y se alejó rápidamente, con el corazón acelerado.