
CAPÍTULO 2
Capítulo 2
«Muertos, ambos están muertos», pensó Draco. Descubrió que podía recordar. A menudo había soñado que los Aurores los mataban; siempre había sido un consuelo despertar y encontrar a su madre, sentada a su lado. Sus sueños deben haber sido reales.
«La autocompasión es despreciable», le había dicho su madre. «No hables de ti».
Por supuesto, no había sido su madre, en realidad. ¿O lo fue? ¿Fue magia o locura? ¿Era una especie de fantasma? Ella había parecido tan real…
Estaba en una cocina pequeña y ordenada. Potter parecía un poco borracho. Su cabello era más ridículo que de costumbre. Soltó el brazo de Draco y Draco sintió frío de repente. «Debes hacer que te amen». No importaba si esas lecciones en Azkaban habían sido reales o no. Eran lo que su madre habría dicho, él sabía que lo eran. Tenía que hacer que Potter lo amara… no que se enamorara, por supuesto. Sabía perfectamente que nada de lo que pudiera hacer haría que eso sucediera. Había pasado todo el quinto año pensando en eso, y luego Potter había puesto a su padre en prisión y casi lo mata en un baño. En cualquier caso, su madre le había advertido sobre el romance, le había dicho que pasaría mucho tiempo antes de que pudiera confiar en alguien con la forma tan impredecible y explosiva que es el cariño.
Pero tenía que hacer que Potter lo amara. Que confiara en él. Era la única forma en que Draco recuperaría alguna vez las cosas que había perdido… y había perdido tanto…
Su corazón se contrajo; se obligó a respirar.
Potter lo había llamado redimible.
Recordaba cada una de las lecciones de su madre y no la defraudaría.
—¿Estás bien? —preguntó.
—¿Estoy bien? —repitió Potter.
—Sí. Este no puede haber sido el resultado deseado. Derrotar al Señor Oscuro, Salvar el Mundo Mágico, Adquirir al Némesis Odiado como Esclavo.
—No eres mi esclavo —dijo Potter, incomodo.
—Parece mala suerte, eso es todo.
Potter frunció el ceño.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó, sospechosamente— ¿Qué te hicieron en Azkaban?
Draco se encogió de hombros. «No hables de ti mismo».
—¿Estás bien? —preguntó de nuevo.
—Estoy bien. Esto es malditamente raro.
Draco se rio. Pareció hacer que Harry se relajara un poco. «La risa lo tranquiliza», notó Draco. Esto era bueno; estaba siguiendo el plan, El Plan de su madre, y no había necesidad de pensar correctamente.
—Mira —dijo Harry— Solo porque no quería que fueras a Azkaban no significa que quiera pasar tiempo contigo.
Draco aplanó su expresión y pensó furiosamente. Potter lo había salvado. Otra vez. Eso era lo que hacía Potter; salvar a la gente. ¿Lo hizo porque le gustaba ser un Salvador? Si es así, Draco le daría oportunidades para hacerlo sentir magnánimo y bueno.
—Bueno, tengo que hacer lo que me digas —dijo, extendiendo las manos— ¿Qué te gustaría que hiciera?
Era divertido pensar que el Draco, de quince años, había fantaseado con una situación no muy diferente a esta. En quinto año, cuando su enamoramiento por Potter se había salido casi de su control, y por lo que estuvo disgustado consigo mismo. Fue desearlo, por tanto, fantaseaba con situaciones en las que Potter lo obligara a tener sexo con él.
Eran fantasías estúpidas. Potter nunca obligaría a nadie, y mucho menos a Draco. Pero había una especie de amarga ironía en todo ello.
—¿Qué? —preguntó Potter, luciendo confundido.
—¿Me pongo de rodillas? —Draco habló en voz baja, casi demasiado avergonzado para decir las palabras, aunque sabía que Potter no lo aceptaría— ¿Es… es para eso que me quieres?
—¡Oh!, ¡DIOS!, Malfoy, ¡NO!
Potter parecía predeciblemente horrorizado. Draco todavía estaba conmocionado para recordar la muerte de sus Padres, pero su corazón encontró un pequeño rincón para el dolor. Él lo ignoró. Tenía un plan que llevar a cabo.
—¿Quieres decir que no hiciste todo eso solo para que te la chupara cuando quisieras? ¿O, no sé, para humillarme y degradarme?
—Malfoy… —dijo Potter, y Malfoy se preguntó si había juzgado mal. Potter se veía completamente miserable— No.
—Oh —dijo Draco—. Sabía que eso era lo que diría Potter, pero había pensado que Potter se sentiría benévolo al decirlo.
Se oyó un «¡crac!» y apareció un viejo elfo doméstico. Draco lo reconoció de inmediato, y fue todo lo que pudo hacer para no estallar en lágrimas. Kreacher. Kreacher lo conocía desde que era un bebé. Kreacher entendía quién era, de dónde venía, qué había perdido. Draco se arrodilló ante él.
—Kreacher —dijo Draco, tratando de mantener la voz firme— Te ves bien.
—Ustedes se conocer —dijo Harry. Parecía molesto.
—Kreacher lamentó escuchar lo de la Señorita Cissy.
—No lo menciones —dijo Draco.
—Kreacher, ¿Puedes limpiar una habitación para Malfoy? Él se quedará aquí.
Kreacher le lanzó a Draco una larga y comprensiva mirada y desapareció.
—Siento lo de tu madre —dijo Potter. Draco fue invadido por violentos recuerdos de todas las veces que había burlado de Potter por ser huérfano. Se dio la vuelta.
—Gracias.
—¿Tú… no lo sabías? —preguntó Potter.
—Trataré de mantenerme fuera de tu camino —dijo Draco— ¿Supongo que no tienes ropa que pueda tomar prestada?
—Er, sí, probablemente —su voz se endureció— Solo que no puedes ser un idiota engreído con ellos.
Draco sintió que la orden se apoderaba de él. Era complicado, porque lo que constituía a la irritabilidad era subjetivo.
—Cualquier cosa será mejor que esto —dijo, señalando los delgados retazos grises que llevaba puestos. No se atrevió a decir nada más en caso de que contara como engreído. Se las había arreglado para estar callado cuando la maldición Cruciatus lo golpeó porque no podía saltar cuando Potter le dijo que lo hiciera, pero no estaba seguro de poder hacerlo de nuevo. Le preocupaba que pudiera romper en sollozos sobre los azulejos de la cocina, y eso sin duda sería tanto cobarde como autocompasivo.
«También sería comprensible», dijo una voz dentro de su cabeza. Pero sabía lo que diría su madre, por lo que esa voz era irrelevante.
Cada vez que pensaba que Malfoy viviendo con él no podía ser más raro, estaba equivocado. Le dijo a Malfoy que podía ir a cualquier parte de la casa y le dio algo de ropa. Eligió un par de joggers muggles y un suéter rojo, porque todavía odiaba al imbécil.
—No te quejes de ellos —advirtió, cuando se los dio a Malfoy. Malfoy no dijo nada; simplemente desapareció en la ducha.
Harry no estaba preparado para lo que le haría ver a Malfoy con su ropa. Era extrañamente íntimo, como si Malfoy fuera su novio y se hubiera vestido con el guardarropa de Harry después de una larga noche de sexo duro. La ducha parecía haberlo revitalizado. No dijo nada sobre la ropa, excepto para preguntar si Harry le prestaría unos calcetines.
—¿Qué ha pasado con tu dinero? —preguntó Harry, lanzándole un par. Malfoy los atrapó con gracia, con una sola mano.
—No lo sé —dijo.
—No voy a pagar por ti todo el año.
Malfoy no parecía saber qué decir.
—Me imagino que hay un estipendio —dijo finalmente.
—¿No eres rico?
—No lo sé —dijo Malfoy, con cuidado, lo que Harry interpretó como que Malfoy aún no había sido informado si sus bienes le serían devueltos. No parecía molesto por eso, solo bastante vago y distraído.
—Escribiré al Ministerio —dijo Harry. Malfoy asintió y salió de la habitación.
No bajó a cenar.
—El amo Malfoy está dormido —dijo Kreacher, cuando Harry le dijo que lo fuera a buscar. Recordando las ojeras en los ojos de Malfoy, Harry pensó que probablemente era mejor dejarlo.
Harry no pudo evitar preguntarse si estaba tramando algo. Era una costumbre.
Mucho, mucho más tarde, Harry yacía despierto en la cama. Solo había tomado unas pocas copas de whisky de fuego esa noche. Por lo general, salía todas las noches a clubes y bares muggles, ocasionalmente acompañado por Ron y Hermione, aunque nunca querían quedarse tan tarde como él. Pero no le apetecía dejar a Malfoy solo en su casa. Probablemente encontraría una manera de pasar de contrabando a los Mortífagos a través de un Armario Evanescente.
Así que Harry estaba dando vueltas y vueltas, incapaz de dormir, cuando escucho un sonido en el rellano.
Se congeló. Era Malfoy. Podía oírlo pisar el crujido del tercer escalón, pero no más. Debe haberse sentado en los escalones. Y luego habló, en voz baja, pero las paredes de Grimmauld Place eran delgadas.
—¿Eres real?
Hubo una pausa, y luego Malfoy se rio suavemente.
—Me parece bien.
Una pausa.
—Lo sé, madre.
Él corazón de Harry se retorció con una simpatía renuente que fue inmediatamente perseguida por la sospecha. Tal vez Malfoy estaba haciendo esto para que Harry lo compadeciera.
—Lo estoy intentando. No es… pensé que sería más fácil —dijo Malfoy.
Harry no pensó que Malfoy estaría ansioso por sonar tan vacilante y asustado si supiera que Harry estaba escuchando.
—Vamos abajo —dijo Malfoy, y Harry escuchó el crujido en la escalera otra vez. Encendió la luz de su dormitorio y comenzó a leer “Hogwarts: Una Historia”. Hermione se lo había dado deliberadamente por su cumpleaños.
Media hora después, llamaron a la puerta.
—¿Sí?
Malfoy abrió la puerta con la cadera. Llevaba dos tazas humeantes.
—¿Té?
Harry lo fulminó con la mirada.
—Raíz de valeriana —dijo Malfoy— Mi madre me lo hace cuando no puedo dormir.
Harry notó el espeluznante uso del tiempo presente. Cuando no respondió, Malfoy se acercó a su mesita de noche.
—¿Tienes posavasos?
—No uso posavasos
—Bárbaro. Pásame ese libro.
Harry puso “Hogwarts: Una Historia” y Malfoy colocó una de las tazas en él. Luego se retiró para apoyarse elegantemente contra la puerta. Harry se sintió más consciente que nunca de lo ágil que era, usando la ropa de Harry, rondando en la habitación de Harry.
—No esta alterado con nada —dijo Draco.
—Por supuesto que no lo está. Regresarías a Azkaban si algo me pasa.
Malfoy envolvió sus largos dedos alrededor de su taza.
—¿No puedes dormir? —preguntó.
—No —dijo Harry con amargura.
—¿Tienes problemas a menudo?
¿Qué diablos estaba haciendo Draco Malfoy, llevándole té en medio de la noche, de todos modos? Por alguna razón, Harry seguía pensando en la forma en que Malfoy se había reído cuando murió Cedric Diggory. ¿Cómo se atrevía a tratar de ser amable con Harry ahora? ¿Cómo se atreve?
—Cedric Diggory no merecía morir —dijo con firmeza. Malfoy parpadeo. Parecía estar pensando qué decir. Harry pensó que, si Malfoy trataba de disculparse, podría golpearlo.
Pero no lo hizo.
—¿Cómo era él? —preguntó.
—¿Qué?
—Yo no lo conocía. ¿Cómo era él?
—Yo… —Harry estaba perplejo. No podía imaginar por qué Malfoy le estaba preguntando. ¿Era por culpa? ¿Curiosidad lasciva? Pero algo en él lo obligó a responder. Cedric merecía que se hablara de él— Era bien parecido.
Malfoy se rio irónicamente.
—Sí, recuerdo eso.
¿Él lo recordaba? Harry no recordaba haber notado lo guapo que era Cedric, excepto en un sentido competitivo. No había estado lo suficientemente consciente en ese entonces para entender por qué encontraba a Cedric tan frustrante. O Malfoy, para el caso.
Pero él entendía, ahora. Sabía que parte de la ira que sentía cuando miraba a Malfoy era porque deseaba tocarlo con todas sus fuerzas, pero no podía.
«Aunque podrías», dijo una horrible voz en la cabeza de Harry. «Te dejaría hacer lo que quisieras con él. Tendría que hacerlo».
Harry volvió a concentrarse en el tema en cuestión, y no en el cabello largo hasta la barbilla de Malfoy, que estaba suelto alrededor de su rostro y se había secado ligeramente ondulado. Cedric. Cedric Diggory.
—En ese momento me molestó que él… no me defendiera. Con las insignias —dijo Harry, mirando a Malfoy, quien tuvo la delicadeza de parecer avergonzado— Pero mirando hacia atrás, respeto que nunca fuera grosero conmigo. Debe haber sido duro para él. Quiero decir ni siquiera fue mencionado en el artículo de los Campeones.
—Hufflepuff —dijo Malfoy.
—¡¿Qué diablos se supone que significa eso?!
—Modesto —dijo Malfoy.
—Oh —dijo Harry.
—Ustedes dos deben haber tenido una relación extraña —dijo Malfoy.
—Sí —dijo Harry. Se recostó en sus almohadas. No había hablado de Cedric en mucho tiempo. Había tantas tragedias más recientes y más cercanas que procesar. Pero se sentía bien hablar de él. Como explorar una herida en su boca con su lengua— Él quería que tomara la copa solo yo. Dije que lo había ganado. Insistí en que lo tomáramos juntos.
—Buen espíritu competitivo —dijo Malfoy.
—Sí, bueno, esa mierda hizo que lo mataran, ¿No es así?
—Eso no lo mató. El Señor Oscuro lo hizo.
—No lo llames así —escupió Harry. Malfoy se enderezó contra el marco de la puerta.
—Preferirías que lo llamara…
—¡Voldemort!
Malfoy se estremeció tan violentamente que derramó té caliente sobre sus manos y soltó un pequeño grito de dolor. Se secó con su jersey.
—No puedo —dijo.
—Cobarde —dijo Harry. El rostro de Malfoy se tensó, y Harry esperó que él discutiera, que se defendiera.
No lo hizo.
—El punto se mantiene —dijo— Fue un lindo gesto. No es tu culpa lo que pasó después.
—Tu padre estaba allí.
Malfoy miró hacia abajo, su cabello formando una cortina que lo bloqueaba de la vista.
—Debes odiarlo —dijo Malfoy, después de un rato.
—No tiene mucho sentido odiar a los muertos —dijo Harry.
Otra larga pausa. ¿Por qué no se iba? Era obvio que quería. Obviamente las palabras de Harry lo habían molestado. Pero se quedó.
—¿Quién queda para odiar, sino los muertos? —dijo Malfoy finalmente.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí?
Malfoy miró hacia arriba.
—¿En serio estás tratando de hacerme sentir menos culpable por Cedric Diggory? —Harry continuo— ¿Sabes lo jodidamente loco que es eso?
—Estas enojado —dijo Malfoy.
—¡Por supuesto que estoy malditamente enojado!
—¿Con quién estás enojado? Aparte de mí.
—¡Fuera de mi habitación!
Malfoy se fue en un instante. Harry se quedó mirándolo, medio esperando que regresara. Le tomó un tiempo recordar que Malfoy no podía regresar, no sin desobedecerlo.
El té estaba delicioso. Harry trató de mantenerse enojado mientras bebía, pero descubrió que no podía. Algo dentro de él se había aflojado, cuando Malfoy le dijo que no era su culpa. Por supuesto que sabía que no era su culpa. Pero saber era diferente de creer. Y Malfoy, más que nadie, era poco probable que endulzara las cosas para que Harry se sintiera mejor. Malfoy nunca había dudado en pintar a Harry de la peor manera posible. Si ni siquiera él lo culpaba…
Harry se durmió más fácilmente de lo que lo había hecho en mucho tiempo.