
Carrow
Advertencia: el contenido de este capítulo es para mayores de edad. Léalo bajo su propio riesgo.
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Penúltimo capítulo: Carrow
Alzó la mirada al cielo entre las frondosas ramas y hojas que le protegían del sol, era extraño que en Hogwarts hubiese sol, porque casi siempre estaba lluvioso, pero él quería aprovechar ese pequeño intervalo. Como era su costumbre, se escondió su varita bajo la ropa, no le gustaba llevarla en la mano, estaba allí, apoyado pacíficamente en uno de los árboles del castillo. Miró hacia todos lados, se había escapado de clase y no quería que le descubrieran que estaba allí.
Suspiró, intentando entender, dando un repaso breve de su vida, había estado en esa situación, muchas veces, Alecto se había lanzado a él, más que contacto de lo que se darían dos hermanos. Suspiró, de nuevo, intentando suprimir aquellos pensamientos que solía tener cuando su hermana Alecto, intentaba ir detrás de él. Seguía sin entender completamente los motivos. Había estado en esa situación antes; intentando conseguir respuestas a como de lugar y sin lograrlo.
Cerró los ojos, intentando disparar lejos, a lo más profundo de su mente, todo aquel problema. Abrió los ojos unos segundos después y se dispuso a ver de nuevo el lugar, árboles, plantas, el lago, el castillo a la distancia, en poco tiempo se irían a casa y él podría encerrarse en su habitación para pensar. Sabia que el estruendo de una guerra empezaría a sonar, y entendía que debía elegir un lado.
Al ser Slytherin, todos asumirán que se marchaba al lado oscuro. Pensó que era momento de regresar, se levantó y empezó a caminar por los largos pasillos solitarios del colegio de magia y hechicería, no tenía más opciones, sabía muy bien que Alecto no descansaría hasta lograr sus objetivos y que de nada servía intentar evitarlo. Caminó, intentando no pensar nada hasta la torre de astronomía, sabía bien que a esa hora estaría vacía, Alecto se había encargado de notificarle que a esa hora estaría vacía.
-Sabía que vendrías -escuchó la voz de Alecto, con una voz suave y coqueta.
-Esto está mal Alecto -pronunció, intentando esconder sus nervios.
-¿Acaso esa es la manera de tratar a tu hermana indefensa? -dijo mientras le acariciaba su brazo.
-Supongo que... supongo que... esto está mal -intentó decir, de nuevo. -Creo que es mejor que esto acabe aquí.
-¿A dónde crees que vas? -ella obviamente le cortó el paso.
-¿Qué estás haciendo? ¿Qué es lo que quieres?
-No te he dicho que puedes irte, hermano mío.
-Esto está mal, ya déjame ir.
-No, hasta que yo lo autorice.
Ella se acercó a él con un paso decidido, y él, él solamente se dejó hacer, demasiado asustado como para decir algo. Sabía que solo era una marioneta, alguien a quien su hermana estaba usando para conseguir algo, pero no podía entender completamente los motivos por los que Alecto quería tocarlo, así que solamente no pensó, dejó su mente en blanco y le dejo que hiciera lo que quería con su cuerpo.
-Debemos unirnos a Voldemort -le sorprendió ella, una de esas veces en las que lo obligaba a estar con ella, allí, él con la camisa desordenada y ella en ropa interior.
-¿Por qué? -le preguntó mientras encendía el cigarrillo, algo muggle que le gustaba, mientras pensaba ¿unirse a Voldemort?, ya habían hecho muchas cosas malas y eso sería una completa sentencia. Pero...
-Es lo correcto, esos asquerosos muggles, nos han molestado viniendo aquí -la escuchó.
Sabía bien los motivos de su hermana, ella estaba enamorada de un muggle que había asistido a Hogwarts, no recordaba totalmente el nombre, sabía que él tenía una familia no mágica, pero que había adquirido magia y por eso estaba en el colegio. Pero Alecto, cuando se confesó, nunca se esperaba que aquel simple muggle le rechazara, por una mujer que no tenía magia. En cambio, Alecto se había conformado con su hermano, y él... no pudo evitar desarrollar una sentimiento hacia Alecto, no era amor, pero era algo que le impedía separarse completamente de ella.
-¿Y bien?
-Ya dije que lo haremos y punto -dijo ella con fastidio.
Solo que ninguno de los dos esperaba que Voldemort perdiera ante aquel mago, Harry Potter. Así fue como terminaron huyendo de lugar en lugar, solo él tenía en manos una varita y algunos objetos personales de mortífagos que estaban muertos. Él, siempre había sido bueno en las artes oscuras, así que sabía como esconderse perfectamente de cualquier tipo de magia localizadora, se instalaron en un pequeño pueblo, en las ruinas de una casa que no tenía dueño, compraban alimentos con algunos galeones que tenían, lo suficiente para sobrevivir bastante tiempo.
Hasta que miró a Draco Malfoy. Allí, vestido de inefable, con una pequeña libreta, parecía interesado en otro mago. Y la ira le invadió, totalmente, casi llenandole por completo. Compró lo que Alecto le pidió y le tiró los galeones en la cara al vendedor. Amycus nunca había experimentado esa clase de emoción, en la que quisiera lanzar un imperdonable a alguien. Draco Malfoy se había vendido al ministerio y, cuando estaban en Hogwarts, ni siquiera cumplió la misión de matar al viejo de Dumbledore.
-Alecto -le dijo por primera vez, con la ira invadiendole en cada centímetro, al fin estaba sacando todo lo que llevaba -Guarda todo, nos vamos de aquí.
Ella le dedicó una mirada seria, estaba a punto de enumerarle los motivos por los que deberían quedarse.
Pero él se enderezó. Por primera vez iban a seguir sus planes -Es momento de seguir a un traidor.
Así fue como terminaron siguiendo a Draco Malfoy y enterándose de cada paso que este hacía, incluso se habían enterado de que Zabini, Parkinson y Nott formaban parte del ministerio. Cada día, Amycus se llenaba de odio profundo hacia el Malfoy, creía que, al no matar a Dumbledore, Malfoy había logrado que su señor perdiera. Así que se atrevió a investigar, descubrió rápidamente los objetos.
Cuando un mago tipo A moría, su magia se transportaba a un objeto, eran como cuarzos, algunos eran piedras, estaba seguro que podía hacerlo. Iba a revivir a todos y a acabar con ellos de una vez por todas. Encontró un refugio, en un lugar que creía lo suficientemente seguro y se quedó allí con Alecto.
Se equivocó, alguien los había reconocido y notificado al ministerio. Por eso tenía a esos aurores e inefables rodeándolos, así fue como su dulce Alecto le dejó solo, con aquella misión en las manos, huyó. Naturalmente, se llevó los objetos que representaban a los mortífagos más importantes y los libros de como revivirlos. Pasó mucho tiempo vagando, sin un rumbo, se sentía como una rata que se movía de lugar en lugar.
Se encontró caminando en un bosque de una comunidad muggle, habían pocos magos pero estos no estaban interesados en nada. Y se encontró con esa cueva, era el lugar adecuado para empezar, así que siguiendo indicaciones del libro, colocó el objeto que representaba a Voldemort en medio, después a su izquierda colocó el de Bellatrix y así, poco a poco siguió las instrucciones. Solo le faltaban los sacrificios.
Lo que Amycus no sospechaba es que obtendría la respuesta de quienes iban a ser sus sacrificios cuando sintió la magia de Draco Malfoy aparecer en la cueva, probablemente por los rumores de la cueva, los no magos decían que en el pasado era habitada por hadas, duendes y una infinidad de criaturas mágicas, eso agregándole todos los objetos que había recopilado.
Estaba enterado que Malfoy sabía de ellos, él había seguido los pasos de la investigación del rubio. Supuso que ese no era el momento ideal para atraparlo, así que como águila a su presa, esperó la situación adecuada. Ese día llegó pronto, había logrado engañarlo transformándose en muchas personas, en una anciana que le había dado "más información sobre la cueva", en el "dueño del hotel" que le contó leyendas "reales" de la cueva. Cuando el momento indicado llegó, lo atrapó con un simple hechizo petrificador.
Había logrado controlar a Olivia Jensen, desde hace mucho tiempo él tenía control sobre ella, después que el asqueroso de Potter había buscado a los tres traidores amigos de Malfoy para averiguar su desaparición, Amycus había estudiado a Jensen desde hace mucho tiempo y aprendido algunas de sus costumbres y actitudes. Así que, con una simple ropa gris, asistió a una reunión que esa mujer tenía programada con el ministro.
Otro que odiaba.
-¿Y bien? ¿Cómo ha ido todo con Malfoy?
-Muy bien -sonrió, en su papel -Potter sigue buscándo su paradero, señor ministro. Aunque dudo que lo encuentre...
-¿Por qué? -le preguntó el ministro, con un gesto estraño.
-Ineficiente, creo que Potter sigue con rencores del pasado con Malfoy, he notado que no ha querido buscarlo, incluso cuando dice que sí, he ido personalmente a la mansión Malfoy y nunca lo vi buscando allí.
-Entiendo -dijo el ministro Shakelbolt, con un gesto serio -Hablaré con Potter.
Incluso miró cuando el ministro escribía la carta. Sonrió en sus adentros, todo estaba saliendo de acuerdo al plan. Salió de la oficina, dispuesto a seguir, cuando se encontró a Potter, deseaba ponerle las manos en su cuello y estrangularlo a la manera muggle. Pero eso no era parte del plan, sabía que si lo hacía, todo se vendría abajo. Fingió que no lo miraba hasta que se alejó lo suficiente para controlar su instinto asesino.
-Potter, ya no será necesario que busques a Malfoy.
-¿Qué? ¿Lo encontraron?
Amycus lo miró, su instinto no se había apaciguado totalmente. -Ya no lo necesitamos, es un traidor.
-¿Qué?
-Nada -dijo retomando su camino, dispuesto a seguir la otra parte del plan.
Desde que se había encontrado a Potter, empezó a seguir una mujer idéntica a Bellatrix, con la diferencia en que esa mujer era una simple muggle que se dedicaba a la actuación, había logrado robarle un mechón de su cabello y hacer una poción multijugos, quería despistar a todos porque sabía muy bien que Bellatrix estaba muerta y siendo consciente de los objetos mágicos que los Slythetin se habían compartido.
Siguiendo la misma estrategia que cuando atrapó a Malfoy, logró confundirse entre las personas, sabía que su apariencia similar a la de Bellatrix llamaría demasiado la atención, así que se autocritico, había sido una mala idea cambiar a esa forma antes. Logró entrar a la casa del siguiente en la lista, ya tenía a Malfoy petrificado y a Jensen, ahora seguía Goyle, sabía que no sería totalmente complicado. Porque él no hacía magia desde lo ocurrido en la guerra.
Hizo todo el ruido posible para despertar a la víctima, esperó como un gato a que reaccionara y por suerte, no se hizo esperar. Lo que miró el antiguo Slytherine, fue una sombra.
-¿Quién es usted? -escuchó la voz aterrorizada.
-Oh Goyle -actuó con dramatismo, con todo lo que pudo conseguir -Tú, eres el primero de la lista, tú al igual que esos asquerosos traidores -dijo señalando una foto grupal, Draco, Pansy, Goyle, Zabini, Greengrass, Nott y muchos más.
-Pero... yo...
Siguiendo su misma estrategia, sacó la varita -Petrificus totalus.
Seguían más en su lista y no se iba a detener hasta conseguir todos sus planes. Revivir al señor oscuro, a los mortífagos más leales y hacer caer al ministerio.