
Draco Malfoy
I. Antes de...
-No tienen más opciones, a pesar de su partida durante la pelea, el ministerio tiene una recopilación de todos los movimientos que ustedes hicieron para ayudar al señor oscuro desde sus inicios.
El rubio menor sentía que estaba despertando de un terrible sueño, todos sus años en el colegio de magia y hechicería, la gran pelea en los terrenos del castillo y demás cosas, parecían un pequeño sueño comparado con esa realidad. Sentía que estaba adentro de un contenedor, un sitio que contenía cosas malolientes y también en dónde se acumulaban sus mayores pesadillas, de repente sintió deseos de aferrarse a su varita, una provisional, la suya la tenía Potter, quería sentir seguridad, una pequeña seguridad por la tormenta que se avecinaba sobre su familia.
Sintió un dolor que le estaba perforando por dentro; había caído dolorosamente al suelo y nadie estaba allí para ayudarle a levantarse. Intentó, con todas sus fuerzas, repasar el momento de su vida en donde las cosas se había puesto terribles, pero un fuerte mareo le invadió desde la parte más profunda de sí mismo; sus padres, ajenos a su lucha interior, hablaban con aquel hombre que llevaría el caso Malfoy ante al ministerio. Empezó a escuchar voces.
Su amigo, que había caído al fuego, Theodore que estuvo a punto de morir en muchas ocasiones, Pansy llorando en su hombro por la forma en la que todos pensaban mal de ellas en Hogwarts, Blaise, diciéndole que ya no tenían escapatoria de todo lo que vendría. Lo sintió como una premonición, seguramente sus amigos estarían igual.
Pansy. Blaise. Theodore. Astoria. Daphne. Millicent.
Asco. Dolor. Confusión. Arrependimiento. Ira. Tristeza. Cansancio.
Todo se había acumulado en su delgado y maltrecho cuerpo, entonces su madre, su salvadora, le dio la mano. Sintió que aquel sentimiento perforador desaparecía por unos instantes. Realidad. La profunda realidad lo golpeó, una vez más, pero esta vez estaba en brazos de su madre, la única mujer que se atrevió a mentir a Lord Voldemort, para salvarlo a él. La misma que en esos momentos le dedicaba una pequeña sonrisa de cansancio.
Ella, sacando fuerzas de algún lugar, le hacía entender que todo estaría bien. Que no había nada de que preocuparse, a pesar de que su madre estuviese teniendo una tormenta interna, se esforzaba para darle a entender que todo estaría bien. Y Draco, no supo porqué, pero se sintió culpable unos instantes. Era él, el que tenía que proteger a sus padres y no al revés. Y después, la profunda oscuridad.
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Encontrándose en un mausoleo, lluvia fría y tempestad, la caja de madera estaba dentro, en la tierra. A penas podía entender que estaba sucediendo, se agachó, sin entender completamente lo que estaba ocurriendo. No habían personas en ese lugar, pero Draco sintió que estaban sepultando a algo que había sido tragado por la oscuridad, que se habían redimido al final cuando huyeron en plena batalla.
Con un movimiento lento, tocó el epitafio, al mismo tiempo que una electricidad le recorría levemente el cuerpo, como un mal augurio, quitó el polvo y sintió que su garganta se entumecía.
Draco Lucius Malfoy Black
Olvidado mortífago.
La bilis le subió por la garganta. Era su entierro. Al final, Draco no pudo salvarse, nadie lo salvó, nadie. Se quedó quieto, visiblemente deprimido, inmóvil, como un cuerpo sin alma que vagaba por el mundo, solitario. Sus ojeras, se acunaban y parecían querer consumir todo su cuerpo, estas mismas acompañaban a sus ojos sin luz.
Luchó por mantenerse fuerte, pero fue imposible. Se derrumbó. Su garganta le hacía presión y las lágrimas no tardaron en salir, las delicadas y heladas gotas de sal empezaron a salir de una en una de sus ojos, opacos y ojerosos, pero no le importaba ya. Se llevó sus manos a la boca, para no solar ni un solo gemido, creía que no lo merecía, no quería aumentar más su miseria profunda. Se había ido, estaba muerto.
-Levántate -escuchó una voz.
Se dio la vuelta, encontrándose a sí mismo. Llevaba un traje blanco y un aire pacifico, tenía una expresión distinta, algo que no había visto en toda su vida. Draco se miró a sí mismo, ropa negra, luego miró a la persona que tenía enfrente, ropa blanca.
-Qué...
-Ya se acabó Malfoy -le dijo su otro yo, no le entendió -Se acabó...
Despertó a la mañana siguiente, con el sol reflejando su alma, a pesar de las cortinas cerradas, nada podía escaparse del sol, miró por la ventana, pensando en sus últimos momentos de libertad y lo supo. Realmente lo entendió, el Draco blanco, trataba de decirle que esa parte oscura de sí mismo debía morir. Entendió el epitafio, y se sintió libre, más no liberado. Solamente tenía que aceptarlo y tal vez de esa forma, dirigirse a los caminos de la redención. Se cambió, importándole poco el protocolo que habían ensayado, miró con indecisión los colores.
Negro. Gris. Blanco.
Se decidió por el gris, sin atreverse a usar colo blanco, según el protocolo, tenía que ir de color negro. Pero no le importó. Aún podía visualizar aquella imagen, Draco-Blanco, eso era lo que siempre había querido. Se aferró a la idea, aunque no estaba tan esperanzado. Cuando sus padres lo miraron, al bajar y dirigirse al ministerio, Lucius le dedicó una mirada extraña, pero su madre Narcisa, con el don de ver más allá de los ojos de las personas, le dedicó una sutil mirada.
-Es hora de irnos, hijo. -le dijo ella, extendiéndole su mano.
Draco no dudó, ni un momento, le tomó su mano y los tres se dirigieron a su destino, que parecía estar escrito, a ninguno de los tres le importó.
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Los tres estaban sentados en una gran mesa rectangular, donde los miembros del ministerio estaban eligiendo su destino. Draco estaba perdido en sus pensamientos, admirando el porte de todas esas personas. Al centro, el nuevo ministro, a su derecha, el jefe del departamento del uso indebido de la magia, a su izquierda la jefa del departamento de accidentes y catástrofes mágicas, después estaba la jefa del departamento de misterios y por último el jefe del departamento de seguridad mágica.
-No creo que eso sea conveniente Jensen -dijo un hombre, atrayendo a Draco a la realidad.
Draco se sorprendió, había estado vagando en sus pensamientos desde que empezó aquel juicio.
-Todas las leyes antiguas están creadas por magos viejos, hombres y tontos -dijo Jensen, con un gesto de aburrimiento. Draco se detuvo a verla, usaba un traje rojo escotado, tenía la mirada afilada -¿Acaso a mí no me dieron la oportunidad?, a pesar de tener la marca.
-Esto no es lo mismo Srta. Jensen.
-Y no creo que sea lo más conveniente -dijo otra voz.
-Esto no es lo mismo y no es lo más conveniente -repitió ella, manteniendo la calma -Es exactamente igual, tener la marca de ese psicópata de Voldemort, no te hace necesariamente malo.
-Eso no tiene sentido Jensen.
-Lo tiene para mí -dijo ella mirando al ministro.
Kingsley, lo pensó unos instantes, luego miró a Draco unos segundos -Bien, los Malfoy quedan sueltos de cualquier acusación, a cambio de esta decisión su hijo Draco Malfoy, queda bajo el cargo de Olivia Jensen.
II. ...durante...
Ella lucía imponente, estaba acomodada en su silla, mirando fijamente al techo, se había quedado en silencio unos instantes, Draco no entendía nada. Había entrado a una habitación. Allí estaban Pansy, Theo, Blaise y él, sentados en una línea recta, rígida.
-No entiendo -se atrevió a hablar Pansy.
-Necesitan volverse más fuertes, solo así lograrán sus propósitos.
-Esto... está retorcido y oscuro -dijo Pansy, dirigiéndole una mirada afilada a la mujer.
Ella se rió -He lidiado con miradas más letales que esa Parkinson -dijo ella -No se diga más, los cuatro tienen que obedecer a todo lo que yo les diga. -Ella sacó cuatro varitas, una dorada, una de color plata, otra de color rojo oscuro y una azul oscuro.
-No podemos aceptar esto -dijo Pansy -¡Es cruel!
-¿Acaso no entiendes Pansy? -dijo Blaise -Tenemos que hacerlo, el ministro lo dejó claro.
-Esta es la única opción que nos queda -dijo Theo, agarrando la varita color azul oscuro.
Blaise le siguió tomando la varita roja, Pansy escogió la dorada y finalmente, Draco se quedó con la última.
-Son varitas sin registro -dijo Olivia -Serán sus compañeras, no deben dejar ni un solo clavo suelto, tenemos que atrapar a esos mortífagos.
-¿Por qué esto no lo hacen los inútiles aurores?
-No se trata de simples magos.
Aquella reunión le había dejado la mente hecha un revoltijo de malos pensamientos y miedo. Ellos cuatro, serían los encargados de atrapar a los mortífagos que quedaban y después de esa misión, tendrían que unirse al departamento de misterios. Ella le hizo un gesto y los llevó al recibidor, cada vez que el rubio caminaba, los pasos se escuchaban vacíos.
Escuchaba voces, pero no las entendía. Sus amigos, habían notado sus aislamiento personal y ellos no quisieron intervenir, intentaba mantenerse firme y no llorar, ¿para qué hacerlo o por qué?, intentaba encontrarle sentido a sus pensamientos, buscaba desesperadamente algo qué hacer ante el torbellino de pensamientos. ¿Se abandonaría?, sí y no volvería, así como aquel suelo. Olvidado mortífago.
-Indicaciones -dijo Olivia dándoles un uniforme oscuro, ella les dio a cada uno una navaja -Cada vez que piensen en revelar lo que hacen y cuando fallen, deberán cortarse la lengua con una navaja, son inefables y un equipo especial, tienen que pensar con claridad antes de responder cualquier cosa, deben ser impecables, no dejar rastro, caminar en silencio, ser sombras, de lo contrario, no existirán al luchar contra los mortífagos que quedan.
Los miró asentir y tomar con nerviosismo los pequeños objetos punzantes, ella les dio unas máscaras de color gris, con un pequeño símbolo discreto del ministerio. -De ahora en adelante usarán esto, no deben quitárselo en ningún momento. A partir de este momento, yo los instruiré en todo el aprendizaje que deben obtener.
Llevaban tres meses en el entrenamiento para convertirse en inefables, los cuatro habían ido a misiones en donde casi pierden la vida, estaban atrapando a los últimos mortífagos que quedaban, el entrenamiento había sido exhausto, tenían heridas y turnos, ese día estaban cuidando algunas de las salas del departamento de misterios. Al final del día, se reunían en la zona de los casilleros.
-Estamos solos -dijo Theodore, dejándose caer pesadamente en las bancas.
-No, eso es mentira -dijo Pansy, ella era la única que mostraba algo de cordura, después de que Olivia les diera entrenamientos para arrebatarlos de sus antiguas identidades -Estamos juntos.
Draco no dijo nada, solamente miraba al suelo con sus ojos grises vacíos. Solamente se entendían entre ellos, familias grandes que antes ostentaban títulos y buen nombre, ahora había quedado reducido a cenizas, Draco tenía que cumplir con sus propias expectativas, por su familia él era capaz de cualquier cosa, incluso de irse en contra del mismo ministerio si Olivia se lo pedía.
La mansión jamás le había parecido tan vacía y helada, un sonoro trueno retumbó en el cielo, el ruido del exterior quedaba ligeramente tapado, la humedad se podía oler en cada esquina oscura del lugar, luchó para no recordar como era antes de que Voldemort y sus aliados se atrevieran a violentar su casa.
-¿Te rendirás así fácil? -escuchó al otro Draco en su cabeza.
-Draco -le llamó Narcisa, ella estaba allí, al lado de su padre -Tenemos que hablar contigo.
Y así fue como Draco Malfoy terminó viviendo en soledad en aquella gran mansión. Sus padres querían alejarse del pasado, incluso le habían ofrecido que se fuera con ellos, el rubio no aceptó.
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Se la pasaba de misión en misión, escondiéndose entre las sombras, eliminando barreras mágicas poderosas, persiguiendo magos poderosos que estaban cometiendo algunos delitos. No quería volver a la mansión, se sentía más vacío estar en ese lugar. Pero tampoco se sentía lo suficientemente bien haciendo el trabajo de un inefable; ocurrió durante uno de sus tiempos medios, en el que estaba en la oficina actualizando los casos con pergamino y pluma, usualmente lo hacían así para darle más seriedad y autenticidad a las misiones.
-Malfoy -le llamó Jensen, cuando él volteó a verla, ella continúo- Sígueme.
Se encontró en aquel lugar, a pesar de los colores, se sentía un aura pesado. Y eso que su jefa no era ni de cerca parecida a los otros jefes de los diferentes departamentos. Draco quedó rígido cuando notó que ella sacaba una carpeta y pensó lo peor.
-Ya quita ese gesto -dijo Olivia- Harás turnos en las cámaras y no quiero quejas.
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Estaba en una de sus rondas en la cámara del amor, sentía una gran incomodidad estando en ese lugar. No estaba solo en ese lugar, su compañero de turno se quedaba quieto observando todo el panorama, sin acercarse a Draco pero lo suficientemente cerca como para observar también los movimientos del rubio. Es por eso que ese hombre logró captar aquel gesto de desprecio que el Malfoy le dirigía a algunas cosas del lugar.
Él se acercó a Malfoy -¿Sabe cómo funciona la magia? -le preguntó al rubio, con una voz lenta y varonil.
-No, señor...
-Styles -respondió, el castaño, luego señaló a uno de los pasillos -Probablemente encuentre algo interesante en ese lugar.
III. ... al final
Allí estaba, en una misión junto a los autores después de tantos años en servicio activo como inefable. Estaban atrapando a unos magos que estaban cometiendo algunos crímenes, los autores atrapaban a los magos y los inefables se encargaban de eliminar magia complicada.
Desde que aquel mago de apellido Styles le hizo aquella pregunta, su vida había cambiado radicalmente. El mago, le había enviado a ver como la magia del amor le salvó la vida a Harry Potter cuando Voldemort cuando este había alzado su copioso hechizo en contra de la familia.
Desde entonces su curiosidad le había llevado a intentar escudriñar los secretos de la magia, tenía muchas ideas en mente, pero detrás de la máscara de los inefables, nadie podía ver su rostro pensativo. Su vida había cambiado tanto en ese instante, que había decidido hacer sus propias reglas, mudarse y vivir en su propio espacio, fue por eso que encontró el lugar ideal, no era lujoso, estaba lejos de serlo, pero adoraba cada esquina de ese lugar.
Salio de sus pensamientos cuando escuchó el grito de uno de los aurores. Uno de los criminales se había escapado con ayuda de su complice, quien murió cuando un auror le lanzó un hechizo de defensa, dejando liberado al criminal.
-Pansy -le susurró a su amiga, ella volteó a verlo -¿Quién se escapó?
-Amycus Carrow.
-¿No habían muerto en la guerra?
No podía ver el rostro de Pansy, pero estaba seguro que ella le observaba con un gesto que le decía "eres tonto". -No Dray.
Suspiro y miró el cuerpo tendido en el suelo de Alecto Carrow. Una vez que los aurores se hicieron cargo, los inefables comenzaron a quitar barreras del escondite. Y Draco Malfoy descubrió ese día, una especie de magia extraña.
Misma que le llevaría a investigar la magia tiempo después. Se encontró descubriendo su pasión, investigar. Se encontró observando a muchos magos que salían y entraban al ministerio de magia, el trío dorado entre ellos, se preguntaba como funcionaban los objetos mágicos en esencia.
Eso mismo le había permitido hacer muchos viajes de misiones y dedicarse, en las mismas misiones, a recopilar información. Por seguir pistas, llego a esa hermosa cueva en Escocia.
Los muggles tenían una leyenda de que en ese lugar solían habitar hadas, duendes y otras criaturas mágicas. Le sorprendió entonces descubrir todos aquellos objetos juntos, en lo que parecía ser, un ritual de algo utilizando magia antigua. Ese día se retiró, con riesgo de ser descubierto, pero se había logrado poner a salvo.
Un tiempo después, y muchas investigaciones, descubrió que los magos tipo A, dejan residuos de su magia, involuntariamente en algunos objetos.
Se había prometido volver y lo hizo. Solo que no sabía que Amycus Carrow estaba esperándolo, se dio cuenta muy tarde. Cuando todo se volvio oscuro para Draco Malfoy.