
Sentado, esperando, pensando
“Hey, ¿qué hora es ya?”
La sala de menesteres ahora era una habitación simple, con pocos muebles que le daban un ambiente muy vacío, con pocas entradas de luz que iluminaran la zona.
“No lo sabes”
En el centro una cama se encontraba. No estaba desordenada, todo lo contrario. Esta prácticamente se encontraba hecha, con las mantas y sábanas bien puestas, solo algo arrugadas por el peso de un cuerpo que estaba encima de ella.
Apoyado en el cabezal era donde se encontraba el joven. Sus piernas se apoyaban con fuerza en su pecho, mientras sus manos colgaban despreocupadas.
“No te interesa”
No tiene idea de cuanto lleva así, tampoco es un dato relevante que le sirva mucho en esos momentos. Ni siquiera se acuerda de todo lo que sucedió antes de acabar en ese lugar, pero, repito, no le interesa.
Ahora mismo solo tiene una cosa en mente. Lo demás es irrelevante.
“¿Qué es lo que tienes en la mano?”
Harry, algo embobado, fija la vista en el objeto que tiene enfrente. Pesa y está frío, como toda la habitación. Este encaja bien entre sus manos, dándole algo de satisfacción al chico.
Juguetea despreocupadamente con él, pasándolo de una mano a otra sin sentir miedo. No había punto en sentirlo.
“¿Dónde la conseguiste?”
Fue gracias a Tío Vernon. El hombre no la había escondido bien, dejándola en las gavetas inferiores de su armario. Harry, tras escuchar una conversación de su primo, logró dar con ella.
Para su extracción sólo tuvo que esperar a la noche antes de subir al expreso de Hogwarts, y mientras sus tíos dormían, inconscientes de lo que pasaba, Harry la cogió.
“¿La vas a utilizar?”
Aún no lo tiene claro. Lleva más de… Muchas horas allí pensando, pero no tiene nada claro.
Su liosa mente no lo tiene claro.
Sus manos, las cuales ahora presentaban un leve temblor, tampoco.
“No tienes huevos de hacerlo”
¿Debería? Esa era la gran pregunta, la pregunta del millón.
De una cosa Harry estaba seguro, era una solución rápida para él, una que acabaría en un santiamén con gran parte de sus problemas.
“Deberías.”
Estaba muy tentado a hacerlo. Un solo movimiento de dedos, con el blanco bien posicionado, y ‘pum!’, problemas resueltos.
Suena tan fácil, tan sencillo…
“Lo es.”
¿Lo era de verdad? Todos sus pensamientos indican que sí, pero algo, en alguna parte de su mente, le gritaba que no.
Harry suspiró y dejó de juguetear con el arma por un corto periodo de tiempo, en el cual el objeto apuntaba directamente a la palma de su mano izquierda mientras seguía pensando.
En una escala del uno al cien, ¿cuánto dolería? ¿Más o menos de cincuenta? Esa incertidumbre le generaba algo de intranquilidad, que, de nuevo, provocó que volviera a juguetear con el objeto.
“Pero vale la pena pasar por ese dolor, pues sabes que es el precio que debes pagar por lo que hiciste.”
Puede que valiera la pena, pero el miedo que sentía por ello no era algo que se iría solo por esa razón. ¿Y si alguien lo encuentra antes?
“¡Vamos, imbécil, nadie se ha dado cuenta! ¡No lo van a hacer ahora!”
Harry sacudió su cabeza ante el incremento del descontento de la voz. Solo tenía una duda: no quería enfrentar las consecuencias que desataría que alguien lo salvara a tiempo.
“Tan patético…”
La voz ya le estaba sacando un poco de quicio. ¿No se podía quedar callada ni por un minuto? ¿No veía que estaba teniendo un debate consigo mismo?
“¿No ves tú que yo te estoy ayudando?”
Otra vez sonaba irritada, lo que solo provocaba que Harry, de cualquier manera, quisiera callarla.
“Ya sabes lo que tienes que hacer para ello.”
La tentación aumentaba cada vez más, pues la tranquilidad que sentiría después de todo sería asombrosa: no más Niño-Que-Vivió, no más ‘salvador’, no más expectativas alcanzadas, no más Harry James Potter.
“¿No era ese tu deseo después de que mataras a Cedric? ¿Irte a tomar el descanso que sabes que no te mereces?”
Pero es lo mejor para todos. ¿Acaso esa voz era tan ciega e hipócrita para no verlo?
Cada vez se sentía más cansado, con más ganas de cerrar los ojos marcando el final.
El arma que antes apuntaba a su palma, ahora apunta a su mandíbula. Dá un suspiro lento y grande, y vuelve a cerrar los ojos. La voz no lo interrumpe, sino que permanece callada como si estuviera concentrada observando la escena.
En su mente hace una cuenta regresiva a partir de diez, no tan rápido. Inevitablemente un par de lágrimas caen por sus mejillas, pero no se molesta en secarlas,
Durante todo ese tiempo intenta no pensar en los pocos buenos momentos que recientemente le han pasado, pues eso solo retrasaría su cometido.
Tres…
Pensándolo mejor, debería haber dejado algún tipo de carta.
Dos…
Aunque no sabría qué escribir en ella. ¿Una disculpa? ¿Una explicación?
Uno…
El dedo que mantiene el gatillo lleva temblando ya un tiempo, al igual que gran parte de su cuerpo, aunque eso no impide que se prepare para pulsar.
Un último respiro y… Cero…
El disparo se oye, pero no siente nada.
¿Qué?
Abre sus ojos, y con su vista algo nublada, nota una figura oscura parado enfrente suya. No tuvo que pensar mucho para averiguar de quién se trataba, pues pocos llevaban ese estilo en Hogwarts.
Confuso, se restregó con rapidez sus ojos para aclarar un poco la vista. Una vez hecho eso el sentimiento de pánico regresa, y desesperado busca el arma por todos lados.
La figura se mueve, pero Harry no le hace caso. Ya cuando prácticamente está en el otro extremo de la cama el chico lo mira. Nota como entre las manos del adulto se encuentra la varita perteneciente a este, y la pistola que Harry antes portaba.
Por inercia el menor se lanza a por ella, demandando a su vez al hombre que se la devolviera bajo la excusa que tenía que acabar con lo empezado.
Snape no tardó en hacerla desaparecer cuando notó la posibilidad de que Harry se hiciera con ella, y muy fuera del personaje frío y serio por el que era conocido, se acerca poco después para abrazar al chico.
Harry se queda paralizado, sin entender demasiado bien la situación. ¿Qué hacía Snape abrazándolo?
Notó como unas pocas lágrimas caían en su cabeza, deduciendo que su profesor estaba llorando por algo que no conseguía comprender.
Numerosas veces este repetía las frases: “Estás vivo” y “Llegué a tiempo”, sin parar.
Harry solo pudo quedarse allí parado, alterándose él mismo al recordar lo que estaba apunto de cometer.
Puede que hayan pasado horas hasta que ambos estuvieron lo suficiente calmados, pero ahora que en esa segunda oportunidad Severus llegó a tiempo, haría todo lo posible para que el chico saliera adelante.
No se arrepentía ni un poco en usar el Giratiempos para volver al pasado y evitar esa catástrofe.