
Intento de huida
A la mañana siguiente, mientras Poppy abría las cortinas para dejar pasar la luz, oyó un leve murmullo proveniente de la única cama ocupada. Puso toda su atención en el niño que empezaba a despertar, llegando con rapidez a su lado, y sentándose con suavidad a un lado de la cama. Murmuró algunas palabras que le alentaran a despertar, y a su vez tranquilizarlo.
Poco a poco los ojos verdosos se abrían, y sin entender dónde estaba, miró con curiosidad su alrededor. Esto no era su alacena. ¿Por qué no estaba en su alacena? ¿Qué hacía en este sitio tan extraño?
Miró a la mujer que estaba por su lado, y por inercia se apartó de ella. No la conocía de nada, pero con saber que era una adulta tenía suficiente. Debía estar alejado de cualquier adulto para evitar ser castigado.
— Harry— ¿Cómo sabía su nombre?—, cariño,— ¿Por qué lo llamaba así? Era exactamente como Tía Petunia le decía a Dudley, y no entendía por qué la extraña mujer se lo decía a él— no te voy a hacer nada— Eso no significaba mucho para él. Tío Vernon ya utilizó esa táctica hace tiempo.
La mujer le extendió la mano, pero sin llegar a tocarlo. Harry se alejó aún más, chocando con el cabezal de la cama. Dobló sus piernas y pasó sus brazos alrededor de ellas a modo de defensa. No apartó su mirada de la mujer, sin mirarla directamente a los ojos, por si acaso hiciera algún movimiento inesperado.
Cuando volvió a intentar acercarse a él, Harry dió un salto. Se quejó un poco al aterrizar, mas eso no paró su huida. Consiguió pasar la puerta antes de que esta fuera cerrada, y sin mirar atrás, corrió como si su vida dependiera de ello, pasando por extensos pasillos muy parecidos entre sí.
Dos personas, un hombre parecido a Papá Noél y una mujer con buena compostura, se acercaban desde la lejanía en uno de los pasillos que Harry estaba recorriendo. No tardaron en reconocerlo y acelerar su paso para atraparlo, por lo que el niño cambió de dirección, colándose por un pasadizo algo oscuro.
Después de un tiempo siguiendo recto, y al notar que nadie lo seguía, pudo respirar con normalidad, apoyarse en la pared de piedra, y pensar con tranquilidad.
¿Dónde estaba? Esa no era la casa de su tío, ni siquiera era la plazoleta cercana. Lo último que recordaba era a esa señora que encontró en la avenida principal, misma señora que recién volvió a ver.
¿Habría sido secuestrado? El tío Vernon solía decir que el día en el que alguien se lo llevara sería un milagro, y que incluso montaría una fiesta, pero él no quería estar allí, prefería seguir en los alrededores de la casa de su tía, aunque tuviera que vivir en la calle con su cuerpo adolorido.
Se obligó a calmarse para evitar hacer un revuelo y que alguien lo descubriera. Cómo su antiguo profesor de primaria le decía: "Si quieres hacer algo bien debes tener la mente fría." (Harry no admitiría que la primera vez que escuchó eso pensó que se refería a meterse en la nevera.)
Vale, mente fría como si se tomara un helado muy rápido. ¿Qué debería hacer ahora? "Salir afuera." Una vocecita en su cabeza le recomendó, y al ver que era el mejor plan que tenía, así lo hizo.
Caminó hasta salir del pasadizo, notando como a unos pocos metros había una salida.
Esperanzado al ver el exterior, esperanzado de poder salir, aligeró su paso, solo para ser interrumpido por un carraspeo a su lado.
Harry palideció y su cuerpo se paró. Lentamente giró su cabeza hasta encontrarse con el hombre. Su vista rápidamente se posó en sus pies.
— ¿A dónde cree que va, Sr. Potter? ¿No debería estar en la enfermería?— Su voz sonaba dura y llena de reproche, algo que no tranquilizó al chico.
Poco a poco intentó alejarse del hombre extraño vestido de negro, algo que no le sirvió para mucho, pues la señora mayor de la última vez venía desde la otra dirección.
Harry no lo admitiría en voz alta pero tenía miedo. La principal emoción que pudo distinguir en las dos personas era el enfado, algo que nunca traía algo bueno.
— ¿Y bien, Sr.Potter? ¿Nos deleita con una explicación?— ¿Delei-qué? Esa palabra jamás la había escuchado.
El hombre negó con la cabeza y, molesto, murmuró algo que el niño no pudo entender con claridad. Después de eso lo agarró de su mano, para su sorpresa, de manera firme pero suave, aunque eso no evitó que se estremeciera.
Se auto-regañó por no haber salido corriendo cuando aún tenía oportunidad, no como ahora, que aparte del adulto que lo estaba tocando, también tenía a la otra mujer detrás suya, que de seguro haría todo lo posible para atraparlo.
Derrotado cooperó y se dejó llevar por el paso acelerado que tenía el hombre. Intentó darle poca importancia a la preocupante proximidad que tenía con un adulto y a las lágrimas que, inevitablemente, se acumulaban en sus ojos. Sabía que se había metido en un lío por huir, y el hecho de que no conocía las reglas del lugar solo lo alteraba más.
Poco a poco unos pequeños hipidos se empezaron a escuchar, captando la atención de ambos adultos, quienes, uno más sorprendido que otro, pusieron su atención en el niño.
Severus soltó su agarre al notar que no saldría corriendo, y se apartó un poco. Su experiencia con niños pequeños no era buena. Minerva fue la siguiente en actuar, agarrando sin mucha dificultad al niño mientras le acariciaba lentamente la espalda y le susurraba palabras tranquilizadoras. La animaga tuvo que hacer su mayor esfuerzo para no tomarle mucha importancia a cada estremecimiento o salto que daba el chico.
Ninguno de los dos preguntó el porqué del repentino malestar del azabache, no por ahora, pero se podían hacer una idea.
— Que tenga claro, Sr. Potter, que aunque haya montado un numerito, eso no implicaría un… castigo como el que está acostumbrado.— Intentó animar el pocionista. La mujer lo miró agradecida.— Lo que se hubiera ganado sería una palmada en el trasero y una cita con la esquina.— Harry, aún con sus ojos mojados, miró al hombre no muy seguro. Ese tipo de castigos, según Tío Vernon, era para personas normales. Con él debían tener una mano más dura, y tomar medidas drásticas.
Snape suspiró al notar los sentimientos contradictorios en el niño. Tendrían un largo camino por delante.