Las perlas de Ouruel

Harry Potter - J. K. Rowling
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Las perlas de Ouruel
Summary
Cuando pensaba que todo se habría acabado y podría retomar su último curso con normalidad tras la Batalla de Hogwarts, la vida sorprende a Hermione con una última misión tras encontrar una carta de Dumbledore a su nombre en el buzón de casa de sus padres. Sin Harry ni Ron como acompañantes,esta vez deberá cumplir con alguien que no esperaba y enfrentarse a quien puede ser su mayor desafío para conseguir avanzar: ella misma.
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CAPÍTULO 13

Las gotas de lluvia caían lentamente por la ventana de la habitación que los Delegados compartían, sonidos bajos y besos callados calentaban la habitación mientras los cuerpos de ambos se entrelazaban en un conjunto de extremidades pálidas acariciando superficies morenas. Gemidos silenciados por la boca del otro salían como pequeñas olas en marea baja. Subiendo y bajando, sujetaba el cuerpo sudoroso de su amante tocando lugares íntimos con los que se habían ido familiarizando, sabiendo que nadie nunca más tocaría, solo ellos en una pasión ardiente y privada. Despojados de sus inhibiciones y del sentido común que tanto les caracterizaba, adoraba con su boca mordisqueando el lugar donde su pulso palpitaba con fuerza mientras bajaba a tocar el pecho de su amante-

Con un suspiro atascado en la garganta, abrió los ojos y salió de la habitación para intentar calmarse sin despertar a su acompañante de cama. Con cuidado cerró la puerta y se sirvió un agua, bebiendo de un solo trago el vaso entero. Sus manos temblaban y era consciente de que su cara estaba probablemente roja. Un pulso sordo llamaba a atender otras necesidades que no eran hidratarse en zonas más bajas en su pantalón del pijama.

- No son más que sueños, ¿por qué me afecta tanto? – murmuró acercándose a la ventana. - Aquí también llueve.

La habitación se iluminó con la luz de un rayo y la figura de un hombre recortó la ventana. Sus ojos eran del mismo color gris velado que la tormenta, oscurecidos por el deseo de una fantasía cada vez más frecuente.

Decidiendo ponerse a trabajar y hacer algo de provecho pues sabía que no iba a poder conciliar el sueño de nuevo, sacó pergamino limpio y una pluma recién afilada y se volcó a la tarea, colocándose los lentes de descanso.


- Araucaria no quiso decirnos nada. Estamos igual que al principio, ya no sé dónde más mirar. En la Sección prohibida no hay nada que nos hayamos dejado sin mirar y no hay nada de provecho.

Hermione se quejó mientras le ponía comida a Crookshanks.

- Hay una opción. Una que no nos gusta a ninguno. – respondió Draco apretando la mandíbula. – Una que no había querido pensar o proponer.

Se miraron y ambos tragaron antes de mirarse con los ojos abierto, el único miedo que el otro sabría nunca y con el que estaban cómodos que supiera.

- La Mansión Malfoy. – adivinó quedamente Hermione.

- La biblioteca de Malfoy Manor.  – afirmó Draco.

Un silencio lleno de malos recuerdos pesó en la habitación de repente.

- ¿Tú crees que tus padres nos dejarán-? Perdón, - se cortó y rectificó Mione- ¿tú crees que tus padres me permitirán entrar?

- Lo que ellos quieran me da bastante igual, Granger. Mi padre se va a pudrir en prisión, afortunadamente, y mi madre está más preocupada de que no me ataquen este año. Le gustará verme.

- Tu madre, ¿ella no era simpatizante también de Voldemort? ¿No le molestará que una “sangre sucia” entre a su casa? – preguntó Hermione.

- Mi madre hacía lo que mi padre decía y quería lo que mi padre quería. No tuvo mucha opción, mis abuelos la vendieron a mi padre. No ha tenido voz ni voto en su vida durante casi 30 años, desde que la casaron hasta este verano. No ha sido sino hasta que mi padre ha sido condenado a pudrirse en Azkaban que ella finalmente es libre. Te sorprendería saber que ella, mi tío Regulus y el padrino de Potter, en verdad eran mejores amigos y se llevaban muy bien. -jugueteó con la varita y se acomodó mejor en su asiento.

“Ella simplemente tuvo que alejarse de todos para protegerlos de mi padre y para protegerme a mí. Se casaron cuando ella estaba en último curso y luego se quedó embarazada de mí. No tuvo opciones después solo por protegerme, así que no, no era simpatizante, solo sobreviviente.”

Draco había sido instruido para no revelar nunca nada que pudiese perjudicar a los Malfoy y a su reputación, sin embargo, se le hizo fácil contarle un secreto tan grande a ella. De todas las posibles personas a las que podía haberle confesado esa historia, se lo contó a Hermione Granger, alguien cuya sola existencia iba en contra de todo lo que defendía la antigua casa Malfoy: una bruja hija de muggles.

Después de lo que Narcisa había sufrido en esa casa, merecía justicia y que se supiera la verdad. Tal vez como La joven bruja había sufrido también a manos de su familia, se le hizo fácil que lo supiera, como si dentro de su subconsciente tuviera la certeza de que ella lo iba a entender.

- Tu madre es una heroína y una sobreviviente, Draco. Muchas gracias por contármelo. – a Hermione se le daban un poco mal las relaciones interpersonales, pero esta vez, no había tenido problemas en decir lo que sentía. Ella puso su mano encima de la de él y la apretó, confortándole. La separó poco después y comenzó a cepillar a Crookshanks antes de que este se moviera de su regazo al del muchacho al lado de ella.

- Tu gato se está frotando contra mi jersey, Granger. Dile que pare, me lo va a llenar más de pelos y el naranja es un color de pelo horrible. – separó a Crookshanks de su cuerpo como si nunca hubiera tocado un animal en su vida. Las patas traseras de Crookshanks colgaban mientras este seguía ronroneando fuerte y amasando en el aire sus patitas delanteras en dirección de Draco rogando por atención.

Hermione simplemente rio.

- Vayamos mañana. – propuso Draco. – cuanto antes vayamos, antes terminaremos.

Dejó de reírse y asintió valientemente.


Delante de la colina sobre la que se elevaba la Mansión Malfoy, recuerdos terribles llegaron a Hermione. Comenzaron a andar en dirección a la entrada y Draco observó cómo sus manos temblaban. Malfoy se paró a hablar con uno de los sirvientes para que avisara a su madre de su llegada. Cuando se dio la vuelta, Hermione había desaparecido.

No sabía cómo, pero acabó en aquel terrible lugar de nuevo. Sus pies la habían conducido por inercia a aquel lugar donde sus peores pesadillas tomaban lugar. Estaba exactamente igual, como si nadie hubiera querido entrar después de aquel día. Miró el lugar en el suelo donde sabía que había estado tumbada a manos de Bellatrix. No se veía la sangre, pero ella sabía que estaba ahí, sabía que en esas baldosas ella fue brutalmente agredida y retenida por el simple pecado de nacer. Por su sangre muggle. No fue solo una tortura por ser parte del Trío de Oro, no, a Bellatrix Lestrange no le importaba tanto sus compañías como el insulto que era ver a una sangre sucia. Las cosas que le había gritado mientras con un cuchillo y luego su varita le grababan para siempre en la piel “sangre sucia” volvieron a resonar en sus oídos como si estuviera sufriendo de nuevo, reviviendo la escena vívidamente.

Un hilo de sangre comenzó a bajar desde la letra g de su brazo, creando un camino carmesí hasta su varita, por la cual una gota cayó, manchando el prístino suelo de mármol.

Unos pasos acelerados frenaron de inmediato ante la escena que tenían delante. La bruja más brillante vibraba casi imperceptiblemente, anormalmente pálida y con círculos debajo de los ojos, miraba en silencio el lugar donde fue torturada antes de que Draco la girase con dificultad tras haber empezado a hiperventilar clavada en el sitio.

- Por aquí, Hermione. La biblioteca está en la dirección contraria, por donde hemos entrado. – la condujo suavemente hacia el lado contrario de sus pesadillas.

- Nunca podré librarme de ella. Lo que me hizo…Siempre voy a cargar con ello de alguna manera. -musitó Hermione con la mirada perdida. No se había dado cuenta de que estaba hablando en voz alta. Se tocó el brazo antes de mirar sin ver realmente a Draco. – Puso un hechizo, para que no cierre nunca.

- Sin embargo, está mejor. Y sigues siendo tú, con o sin cicatrices. – respondió mientras la sentaba en una silla de la biblioteca y ordenaba que trajeran comida a un elfo que limpiaba la habitación.

-  Bueno, - sorbió un poco la nariz, desentumeciéndose poco a poco. – encontré el contrahechizo. Me ha costado, pero lo conseguí encontrar.

El repiqueteo de unos tacones sonaba cada vez más antes de que se parase frente a la puerta de la biblioteca y se abriera, revelando a Narcisa Malfoy.

Hermione se levantó y fue a ofrecer su mano a la señora de la casa.

- Señora Malfoy, gracias por dejarnos venir y usar su biblioteca.

Los ojos azules como los del mago a su lado la mantuvieron en su sitio mientras le respondía en saludo firmemente.

- Prefiero Narcisa Black ahora, señorita Granger.

 

 

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