Las perlas de Ouruel

Harry Potter - J. K. Rowling
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Las perlas de Ouruel
Summary
Cuando pensaba que todo se habría acabado y podría retomar su último curso con normalidad tras la Batalla de Hogwarts, la vida sorprende a Hermione con una última misión tras encontrar una carta de Dumbledore a su nombre en el buzón de casa de sus padres. Sin Harry ni Ron como acompañantes,esta vez deberá cumplir con alguien que no esperaba y enfrentarse a quien puede ser su mayor desafío para conseguir avanzar: ella misma.
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CAPÍTULO 4

1 de septiembre, Castillo de Hogwarts

-Se hace raro, ¿verdad? - comentó la dulce voz de Luna llenó el silencioso compartimento que ocupaban ella, Ginny, Neville y Hermione. - Volver después de una guerra, sin parte de nuestros amigos y después de todo lo que ha pasado en general. Echaremos de menos a gente en las mesas, tanto compañeros como profesores.

-Menos a la perra de Umbridge. A esa te aseguro que no la vamos a echar de menos- bufó Ginny soplando para quitarse de la cara un mechón de pelo anaranjado que había volado por el viento de la ventana abierta haciéndole cosquillas en la nariz.

-Pero si ella no estaba el año pasado- dijo confuso Neville.

-Ya, pero la odio. - indicó Ginny sacando una revista de debajo de su asiento.

-Ah. - contestó entonces Nev bajito para posteriormente hablar con Luna sobre una nueva planta mágica que había descubierto en Madagascar la comunidad mágica local.

Hermione yacía ajena a toda la cháchara dormitando en su asiento. No dejaba de darle vueltas al giro de los acontecimientos recientes: Dumbledore desde el pasado le había encomendado (de nuevo) una peligrosa tarea (nada nuevo) y con nada menos que con una serpiente. El Slytherin también había decidido volver para cursar séptimo (que sería más bien octavo) y sabía que se lo iba a encontrar más de lo que ella consideraba aceptable.

Tras la obligatoria asistencia a la ceremonia de Selección de los nuevos alumnos de primero, Hermione estaba tan drenada emocionalmente que lo único que quería era tirarse en la cama y no dormir hasta volver a sentir ganas de algo, o simplemente sentir algo. Sus planes se vieron truncados cuando la Profesora McGonagall la alcanzó en la salida y la pidió reunirse en su despacho.

Suspirando y arrastrando los pies todo el camino hasta el despacho de la directora, no se dio cuenta de que había alguien parado delante de ella hasta que fue muy tarde y sintió darse contra un muro de ladrillos.

-Oye, mira por dónde andas. - acusó Malfoy intentando alcanzar la zona de su espalda contra la que había chocado Hermione- Además, ¿qué cojones haces aquí, Granger?

- Bien, veo que han llegado- les hizo entrar McGonagall. - Debido a los acontecimientos, tanto presentes como pasados, hemos tomado la decisión el claustro de profesores de nombrarles Delegados. Se les asignará su propio espacio, así como permisos especiales que sin duda les serán útiles en ciertos momentos si me permiten que diga.

Hermione y Draco se miraron con sorpresa, claramente la Profesora McGonagall estaba al tanto de su recién adquirida misión y les estaba facilitando de manera velada acceso a la información que necesitarían.

- Perdone, profesora, ¿a qué se refiere con espacios propios? - preguntó Malfoy con educación por primera vez desde que Hermione le conocía.

-A eso mismo, señor Malfoy.

- Sí, pero ¿qué implican realmente? - inquirió Hermione confusa.

- Desde este momento, ustedes dejan de pertenecer a las casas que les fueron asignadas en sus comienzos académicos para convertirse en los representantes del alumnado sin distinción por colores ni casas. Es por esto que, dado ya no podrán acceder a no ser que sean invitados a los espacios de las casas de Gryffindor ni Slytherin, que la escuela les proporciona una estancia. Bien- zanjó impaciente la directora- ahora si son tan amables, sigan a Winky que les enseñará el camino. Todas sus cosa les esperan ya en su nueva habitación.

De esta manera los despidió y no les quedó más remedio que seguir a la elfina. Subiendo y bajando escaleras, llegaron a un pasillo que no le sonaba nada a Hermione.

- Winky, perdona, ¿este pasillo ha estado siempre aquí? - preguntó curiosa Hermione.

-Sí, señorita Granger. Pero solo el servicio del catillo y los Delegados pueden acceder a él, señorita. Simplemente deben acercar sus varitas o elegir un patrón de llamada. Winky les ha enseñado el camino y con su permiso, Winky se retira y les deja acomodarse, señoritos. -les hizo una reverencia y les dejó delante de una puerta de madera con relieves de nudos celtas con una aldaba bruñida en oro con forma de cisne.

- A lo mejor da a un pasillo con varias puertas- abrió la puerta acercando la varita confiadamente Malfoy.

- O a lo mejor no- se burló Hermione de él al ver que la puerta se abría directamente a una sala de estar con un bonito ventanal por el que de día sin duda entraría mucha luz. Entró chocando con su hombro el brazo de él, aunque había intentado llegar al hombro de Malfoy era imposible, le sacaba por lo menos 15 centímetros de altura y no es que ella fuera pequeña.

- Elegiré habitación, ya que he entrado antes- se adelantó Hermione a la primera puerta a mano derecha encontrando una habitación acogedora con una cama King size con dos mesillas a los lados, una ventana con un pequeño banco, dos sillas y dos armarios.

-Sí, esta me servirá, tú te puedes quedar con la otra- dijo satisfecha mirando a Malfoy, quien se había asomado por encima del hombro para ver la habitación. Al oírla, le dirigió una mirada en blanco y giró sobre sus talones para ver la otra habitación.

Cuando no dijo nada, la joven bruja se giró par ver la habitación de su compañero, y lo único que le salió decir fue:

- Tiene que ser una puta broma. - se le desencajó la cara al darse cuenta de lo que aquello significaba.

- Estamos jodidos, Granger. Espero que te guste dormir en el suelo, porque no pienso compartir cama contigo. - gruñó rabioso el rubio mientras salía de lo que habían descubierto que era el baño.

El apartamento estaba decorado en tonos amarillos y marrones, haciéndolo cálido y animado. Constaba de una habitación con cama de matrimonio, un baño completo con una gran ducha, una zona de estar/ comedor/ sala de estudio (realmente el ambiente polivalente no era del estilo de Hermione) y una cocina simple (“Por si me entran ganas de hacerme un bote de ramen a las tres de la mañana”, pensó la castaña).

Estaba claro que no era ninguna equivocación, pues ambos baúles se encontraban a los pies de la cama, un detalle que antes había pasado desapercibido para los dos.

- Sé un caballero por una vez en tu vida y duerme tú- puso énfasis en esta última palabra- en el suelo, Malfoy.

-No soy ningún caballero, Granger. -algo en la mirada plateada ardió brevemente al prácticamente susurrar aquella frase- Me gustan mucho las comodidades.

-No te va a matar dormir en el suelo.

-No, no me va a matar- aceptó el ex Slytherin y mirándola fijamente repuso- Sin embargo, prefiero estar duro que dormir en el suelo duro.

Hermione se sonrojó profusamente al entender a qué clase de “duro” se refería.

- No te equivoques Granger- se regocijó con suficiencia al ver el efecto deseado- no te tocaría ni con un palo de 10 metros.

- Confundes cosas, Malfoy. El que tú tengas pensamientos desviados del plano de la realidad no significa que yo también. Además, tremendo ego que te gastas pensando que yo dejaría que tú me tocases en algún momento. -bufó la leona saliendo con la cabeza en alto en dirección al baño.

Malfoy puso los ojos en blanco y justo antes de que ella entrara al baño añadió:

- Mira, no te comas la cabeza. Dormimos esta noche así y ya mañana hablamos con McGonagall de la situación. A lo mejor la otra habitación no estaba lista- suspiró y se toco el entrecejo cansado- Es tarde. Mañana, Granger.

Hermione se miró el reloj y no pudo sino coincidir con él a regañadientes. Con el pijama en una mano y la varita en la otra, cerró la puerta del baño para ducharse y cambiarse.

- No pierdas los nervios, Mione, no dejes que gane. Además, que por una y sorprendente vez, tiene razón: es tarde. Pelearse no sirve de nada con personajes como él. - se dijo a sí misma intentando autoconvencerse.

Tras lavarse los dientes se miró en el espejo: tenía la cara sonrojada, los rizos de su gran melena estaban desordenados reflejando el lío interno de su propia cabeza, los ojos le brillaban y parecía ¿feliz? Sacudió la cabeza. Discutir con el rubiales la rebotaba provocando todo aquello. Mejor no pensar mucho más en esta situación surrealista.

Al salir, vio que Draco estaba en mitad de la cama, con los ojos cerrados y la luz de la mesilla apagada. Aprovechando que la fiera estaba tranquila, paseó sus ojos sobre el joven mago: pestañas largas y pálidas a juego con su platinado cabello, piel blanca sin ninguna imperfección a la vista, labios rosados que entreabiertos dejaban escapar el suave sonido de su respiración. Puedo observar que el antebrazo en el que anteriormente descansaba la Marca Tenebrosa no quedaba rastro alguno de ella. Viendo a Draco Malfoy dormido uno podría incluso pensar que era una persona agradable, sobre todo en falta de su permanente ceño fruncido.

Decidiendo que ya era hora de dormir, se metió Hermione en su lado de la cama (empujando accidentalmente o no al cuerpo que descansaba a su lado, enviándolo fuera de su zona). Se dio la vuelta y dando la espalda al chico, puso el despertador para el día siguiente y apagó la luz.

 

 

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