Las perlas de Ouruel

Harry Potter - J. K. Rowling
F/M
G
Las perlas de Ouruel
Summary
Cuando pensaba que todo se habría acabado y podría retomar su último curso con normalidad tras la Batalla de Hogwarts, la vida sorprende a Hermione con una última misión tras encontrar una carta de Dumbledore a su nombre en el buzón de casa de sus padres. Sin Harry ni Ron como acompañantes,esta vez deberá cumplir con alguien que no esperaba y enfrentarse a quien puede ser su mayor desafío para conseguir avanzar: ella misma.
All Chapters Forward

CAPÍTULO 3

Capítulo 3

Volver a la pequeña casita que tenían sus padres en Costwold, en el condado de Gloucestershire, a dos horas de Londres, hizo que Hermione cayera de nuevo en la supuesta normalidad en su tranquila rutina de verano antes de volver a su último año de Hogwarts y terminar su educación. Casi parecía que no había sucedido el último año, casi.

Faltaban apenas dos meses para volver al castillo y aún no sabía cómo se lo iba a encontrar tras los destrozos de la Batalla. Las reticencias de la profesora McGonagall, ahora la directora, hacia todos los que habían tenido un papel tan significativo en la derrota contra Voldemort habían sido dirigidas a que fueran directamente a descansar tras el gran esfuerzo y las pérdidas que habían tenido que sobrellevar a lo largo de ese viaje. Los recuerdos de la guerra habían hecho que Hermione un buscase un psicólogo (una bruja que ofrecía sus servicios fuera del hospital).

El estrés postraumático la llevaba a despertarse gritando y llorando casi todas las noches, a su cabeza le costaba distinguir la realidad del pasado y seguía teniendo la terrible sensación de estar prisionera en la Mansión Malfoy, con Bellatrix tallando en su brazo las palabras “SANGRE SUCIA”. Le costaba entender que ya no estaba en la guerra, tenía que estar durante varios minutos intentando concentrarse para volver al presente. Cuando esto pasaba sus padres entraban en la habitación, encendían la luz de princesas que tanto le gustaba de pequeña y se quedaban con ella, acariciando esos tupidos rizos como cuando era una chiquilla.

Hablaba todos los días con sus amigos por vía lechuza, compartiendo sus pensamientos y vivencias con ellos, los únicos que habían pasado por lo mismo que ella. De hecho, les había invitado a ir a su casa a descansar. Harry, Ron y Ginny habían declinado su invitación por la pronta salida de San Mungo de los gemelos. Fred estuvo a punto de morir por culpa de Bellatrix y el Avada que lanzó hacia él, riendo como una desquiciada. El único motivo por el que no murió fue por un objeto que había recogido antes de la batalla para inspeccionar más adelante y que guardó en el bolsillo interno de la chaqueta, justo acertó el disparo de Bellatrix. Aquel rectángulo irreconocible estaba completamente carbonizado, habiendo absorbido la maldición imperdonable. A pesar de que la maldición no le mató, a punto estuvo pues el impacto de esta le impulsó hacia una columna contra la que chocó y quedó inconsciente sangrando por una herida muy fea en la cabeza. Cuando le encontraron después de la Batalla, los Weasley se imaginaron lo peor: no reaccionaba, el pulso era apenas perceptible, la respiración era tan pausada que parecía que no respiraba y había un gran charco de sangre bajo su cabeza.

El único que al ver todo esto se negó a aceptarlo y estuvo reanimándole hasta notar el pulso más fuerte fue su otra mitad, su George. Había sido desgarrador ver cómo lloraba en silencio mientras le hacía maniobras de resucitación, olvidando las varitas, olvidando todo menos a él. Incluso cuando sus propios padres y sus hermanos lo daban todo por perdido, no paró hasta que el corazón latió más fuerte. Y entonces se derrumbó sobre él. Los que habían estado rodeando a ambos contaron después que vieron un brillo saliendo de George y que envolvió a Fred. Los doctores en San Mungo confirmaron que ambos estaban bien, pero lo más extraordinario es que ambos latían al mismo compás.

El pensamiento de estar tan conectado a alguien que incluso el corazón latía igual, llenaba a Hermione con una sensación inexplicable cada vez que lo recordaba. Una mezcla de vacío y anhelo profundo por ello. No tenía hermanos por mucho que ella y sus padres hubieran querido. Se le consideró un bebé arcoíris: un bebé vivo y sano tras la pérdida de otros bebés nonatos. Sus padres habían abortado anteriormente y el que los médicos le dijeran a Jane que no iba a poder tener hijos les destrozó. Sin embargo, llegó Hermione y con ella, el milagro que sus padres habían buscado con tanto fervor. Unió muchísimo más al matrimonio y ellos estaban encandilados con su pequeña, tanto que decían que era su pequeño acto de magia.

Tal vez era por ello por lo que sentía a Harry y a los Weasley como una extensión de su propia familia, una familia llena de amor que la trataba como la hermanita sabelotodo y a la que adoraban. Aunque ninguno hubiera podido aceptar la oferta, otra persona muy cercana sí vino a visitarla y se quedó con ella y con sus padres casi un mes: Neville Longbottom.

Tras la pérdida de su abuela defendiendo su ciudad natal, Neville se había quedado solo. Sus padres Alice y Frank Longbottom residían en San Mungo desde que él era apenas un bebé, con la mente quebrada por el tormento al que fueron sometidos por parte de los mortífagos. Torturados durante la Primera Guerra Mágica mediante Cruciatus hasta finalmente enloquecer y acabar con el entendimiento desmenuzado. Su abuela le había criado desde entonces y la pérdida de la única figura parental que había conocido estaba siendo una de las pérdidas más duras a las que estaba teniendo que hacer frente.

El tener a alguien en quien apoyarse, les ayudó mucho a ambos. Neville pudo comenzar el duelo y los padres de Hermione le acogieron. Era el tercer verano que pasaba con los Granger, pero todo había cambiado. Hermione, por otra parte, podía hablar con Nev de lo que había pasado o simplemente desconectar juntos y fingir que era un verano normal y que todo estaba bien; otras veces lloraban y gritaban enfadados y disgustados con la Guerra y con Voldemort, rompiendo cosas en el jardín trasero cuando no podían reprimirse más. Se quedaban dormidos viendo películas o hablando.

Fue un buen mes. Luego, Neville se fue a ayudar a reconstruir The Rookery, la Casa de los Lovegood. Y Hermione se quedó sola de nuevo.

Un repiqueteo en el cristal de la ventana sacó de sus ensoñaciones a Hermione. Una lechuza desconocida le traía una carta. Dando paso al ave, abrió la ventana y la guio hasta un rinconcito preparado para que las lechuzas pudieran recargar fuerzas con agua y comida. Ululó suavemente en agradecimiento, descansando un rato mientras Hermione abría la carta. El pergamino estaba demasiado nuevo y el lacre del sello tenía un blasón que la hizo sentarse al reconocerlo.

Era imposible.

Abrió con cuidado la carta tras cursar por encima unos cuantos hechizos por encima asegurándose de que no había rastro de magia oscura y para que no ocurriera como en aquella situación con los fans de Rita Skeeter.

Leyendo por encima, tuvo que parar al llegar al final y comenzar de nuevo. El lacre, la letra, la manera de hablar… todo parecía de esa persona, pero era imposible. Estaba muerto, todos le habían visto muerto. Y sin embargo…

"Estimada señorita Granger,

Tal vez esta carta le pille por sorpresa dado que estoy muerto.  Pero entonces, ¿cómo es posible que alguien que no está en el mundo de los vivos envíe una carta? ¿Cómo es posible que el pergamino entre sus manos esté tan nuevo? Sí, ya sé que usted señorita Granger ha analizado en profundidad todas las opciones posibles.

Me temo que para eso tendrá que encontrarse conmigo el día 30 de agosto a las 12 horas en Abelshire’s Barrel en el Londres muggle.

Como prueba de que soy quien usted cree que soy le diré algo que solo sabemos nosotros dos y su amigo Potter: Creo que solo tres vueltas bastarán, señorita Granger.

PD: no les diga nada a ninguno de sus amigos. Pronto le explicaré todo.

APD"

Necesitó quince minutos y a Crookshanks tirando el vaso de agua de la mesa para salir de su estupor.

Dumbledore estaba muerto, entonces ¿cómo era posible esta carta? La misma pregunta que le había escrito Dumbledore, conociendo perfectamente cuál sería el pensamiento de Hermione.

Miró el calendario y se asombró al ver que el 30 de agosto era el día siguiente. Dio gracias por la existencia de un ordenador en casa de sus padres y fue a buscar la dirección del sitio que le había nombrado en la carta. El sonido del teclado a medida que escribía la distraía. Mientras que cargaba el resultado, se puso a dar vueltas con la silla y a darse con la varita en la boca distraídamente pensando (no por primera vez) en el momento que tuvo con Draco Malfoy en plena Batalla. En sus brazos estrechándola, más fuertes de lo que pensaba que eran bajo la túnica, en el calor de su pecho contra su espalda, su mano apretada contra su cadera…

Un pling del ordenador avisando de que ya se habían cargado los resultados, la hizo salir de la ensoñación sonrojada y carraspeó un poco para centrarse.

- Hermione, bruja tonta, ¡céntrate! Malfoy no es nadie, ¡deja de pensar en él! Lo importante primero, veamos - se acercó a la pantalla - tardaré una hora y cuarto en el tren de las 10:30, lo que me deja tiempo suficiente para investigar los alrededores y comprobar que no es una trampa. Perfecto.

Bajó al piso inferior, donde sus padres jugaban al Scrabble.

- ¡Ja! – cantó triunfante su padre – chúpate esa, cariño. 35 puntos la palabra.

- Me niego a creer que existe. Exijo la anulación – se picó su madre.

- Búscalo, está en el diccionario, querida. – se regodeó su marido haciendo un bailecito de la victoria.

A Hermione le encantaba poder ser testigo de estos momentos entre sus padres. No solo era divertido, sino que además le daba esperanzas de un futuro en el que fueran ella y su marido los que estuviesen jugando entre ellos. Un futuro en el que estuviera casada con un hombre que la adorase y la mirara como su padre se quedaba mirando a su esposa muchas veces: como si fuera lo más hermoso de este mundo y con un amor y ternura infinitos; con un par de niños o tres correteando por la casa, con una familia amorosa.

Se asomó para ver a su padre en el salón abrazar a su madre por detrás, riendo mientras ella refunfuñaba devolviéndole un apretón en el brazo para finalmente ponerle morritos a su marido para que la besara.

- Ya estáis otra vez jugando al Scrabble.

- Y tu padre está haciendo trampas como siempre.

- Cariño, que no se te ocurran a ti, no significa que haga trampas. Solo que soy más guapo e inteligente, vaya partidazo que tienes como marido. – indicó Hermes Granger lanzándose besos a sí mismo para hacer reír a su mujer y a su hija.

- Mañana tengo que acercarme a Londres por la mañana a hacer un recado, ¿necesitáis algo? – preguntó riendo Hermione.

- No, gracias, cariño. – rechazó su padre.

Su mujer le susurró algo al oído que Hermione no consiguió oír, su padre sonrió lobunamente a su esposa y le respondió:

- Ah, bueno, eso. Pero para eso tenemos que ir tú y yo solos, cielo.

Hermione hizo el sonido de una arcada y se fue tapándose los oídos:

- La, la, la. No oigo nada y no quiero saber nada.


Hermione se abanicó con una mano mientras con la otra abría la pesada puerta del Abershire’s Barrel. Pidió un té frío y se sentó a esperar entreteniéndose con un libro de aritmancia que no había terminado a pesar de tener la vuelta a clases a la vuelta de la esquina.

- Veo, señorita Granger que sigue siendo usted tan puntual como siempre. -una voz amable que pensó no volver a oír jamás le llegó por detrás. Cerró su lectura al instante y se puso de pie con la varita discretamente preparada girándose hacia el sonido.

Albus Dumbledore tal y como le recordaba en su sexto año estaba de pie, en frente suyo. Barba larga y blanca, túnica y gorros estrafalarios y sus míticas gafas plateadas de medialuna. Se fijó en todos los detalles de la persona que se encontraba ante ella y registró que, en su mano, la maldición del anillo (el único Horrocrux que Dumbledore pudo destruir) estaba presente.

- Señor, ¿qué-? – se cortó y le apuntó con la varita - ¿Qué me dijo Albus Dumbledore cuando fui en quinto curso a su despacho tras la muerte de Canuto?

- Le dije: No todas las personas que marchan de manera física se van del todo en nuestra realidad. Sirius nunca os dejará ni a Harry ni a ti ni Remus ni a sus seres queridos. Mientras le recordéis, él nunca se habrá ido realmente. -respondió afable el exdirector de Hogwarts.

Hermione abrió la boca estupefacta y antes de poder decir nada, fue interrumpida:

- Es él, Granger. – Una voz salió detrás del profesor Dumbledore, dando un paso al lado, reveló la figura de Draco Malfoy.

- ¿Qué haces tú aquí, Dra- Malfoy? – se corrigió rápidamente Hermione.

- Suficiente, señorita Granger – cortó las protestas de la bruja por la presencia del joven Malfoy y las contestaciones groseras de este último hacia ella. - Les he reunido a ambos porque tengo un último pedido. Y me gustaría que fuerais vosotros los que lo hagan. Necesito que devolváis la varita de sauco a su legítimo dueño.

- No entiendo, ¿a Draco? Pero él ya está aquí, quién podría ser si no es-.

- No el señor Malfoy aquí presente. La dueña legítima. - contestó con cuidado Dumbledore.

- No, absolutamente no. ¿Quiere que se la devolvamos a la Muerte? Está chiflado incluso después de haberla palmado. -contestó Draco poniéndose de pie- Me voy, no voy a-.

- Siéntese, señor Malfoy. – ordenó Dumbledore. Se sentó de nuevo murmurando sobre “profesores chalados”. - Efectivamente, como ha dicho tan elocuentemente Draco, debéis devolvérsela a la Muerte. No podemos dejar que vuelva a caer en manos de otro sociópata narcisista como fue Tom Riddle. El mundo mágico ya ha perdido grandes magos y brujas por culpa de la avaricia que provoca tener esta varita. Lo único que podría pararlo es si desaparece a manos del único ser que no se vería tentado: la Muerte.

- Profesor, este año vamos a terminar nuestra educación mágica. ¿Presupongo que quiere que hagamos un trabajo de investigación largo y luego usted devolverá la varita cuando vuelva a vernos? - acotó Hermione nada convencida del plan de su maestro buscando cualquier manera para negarse a un plan sencillamente suicida.

- No, señorita Granger, deben ir ustedes dos y mantenerlo en secreto de sus amigos y compañeros. Deben devolver la Varita de Saúco a la Muerte antes de que pase un año, o la varita desaparecerá y volverá el ciclo de poder tras ella.

- Jodida mierda – gimió lastimosamente Draco a coro con Hermione.

Forward
Sign in to leave a review.