
De circos y motos
Cherep siempre supo que él era raro. Para empezar, su color de pelo y ojos. ¿Quién tenía el pelo de color morado brillante? Pues él y sólo él.
Con sólo eso, se había ganado las miradas raras de todos los residentes del orfanato.
También sabía cosas que no debería. Había sabido hablar desde antes, aunque no en ruso, y escribir no fue difícil aunque en otro idioma y con muchos temblores. Eso, en cambio, le atrajo menos atención. El idioma con el que empezó a hablar no lo hablaba nadie a su alrededor y pensaron que era una manera de hablar de los bebés. Años más tarde, se enteró que era un idioma llamado inglés y que su incapaz boca de bebé había sido la causante de que no sospecharan de él gracias a que le costaba pronunciar palabras.
Además, algo le decía que era mejor no mostrar mucha de su inteligencia y extraños presentimientos.
Sin embargo, Cherep era un niño extraño muy callado que ponía nerviosos a los residentes del orfanato. Sin contar con que el resto de niños siempre le echaban la culpa a él porque prefería estar solo que jugar con ellos. Todo eso le llevó a una cantidad menor de comida de lo normal, a menos mantas y a una habitación peor.
Aún así, fue cuando tenía cuatro años que le empezaron a tratar mal de verdad. Un niño le había empujado por las escaleras y, en vez de caer, Skull flotó lentamente hasta el final de las escaleras. Una de las encargadas pudo verle menos un segundo flotando antes de caer al suelo. Con eso y el testimonio del niño, marcaron a Cherep como el niño demonio y le pusieron en una pequeña habitación en ruinas que no se podía llamar habitación.
Pasaron más cosas a partir de ahí. Como que los niños se resbalaran con el aire antes de pegarle, o como cuando hizo crecer algunas plantas medicinales que había encontrado para usarlas en unas heridas (otro de esos conocimientos que no había aprendido).
Poco después de su quinto cumpleaños, una de las cuidadoras casi le mata, el resto del orfanato presente sin hacer nada. La señora le estaba ahogando con sus propias manos y estaba a punto de morir, lo podía sentir, era algo muy familiar.
Cherep entonces recordó su muerte. Todas esas cosas extrañas eran recuerdos de otra vida, pero nunca había recordado nada tan vívido y nítido. Recordaba fuego lamiéndole la piel y agua en sus pulmones. El fuego le quemó al principio antes de que llamas moradas y algo naranjas explotaran en su campo de visión y ese calor ardiente cambió a un calor tranquilizante. Eso no quitaba que se estuviera ahogando en esa memoria. Su piel húmeda, cosas largas con garras arrastrándole aún más al fondo y los oídos pitándole.
Toda la visión de Cherep se tinta de morado, el morado de su pelo y sus ojos, el morado de su memoria de otra vida. Lo siguiente que supo fue despertarse en mitad de un edificio en ruinas. La única razón por la que sabía que había sido un edificio eran unos pocos restos medio quemados que recordaba del orfanato.
¿Qué había pasado? Ni siquiera recordaba haberse desmayado. No había muerto, no estaba vez. Había estado a punto de morir por falta de oxígeno, pero estaba vivo.
Fue entonces cuando aparecieron unas figuras vestidas de negro y vendas. Algo le decía que eran peligrosos, especialmente el que era tamaño bebé.
"Nube." Dijo el bebé. Cherep pensó que se estaba refiriendo a él, aunque era una forma muy rara de llamarle. "Has sido tú el que hizo esto." No era una pregunta, sino una certeza, una afirmación, como si estuviera diciendo que el cielo es azul o que los Black estaban locos (¿los Black? ¿Quiénes eran los Black? Solo recordaba frío, dolor y un par de pequeñas luces, una de ellas relacionada con traición pero también con cariño). "Tras una investigación se te ha declarado inocente y al orfanato culpable. Tu venganza es válida. Pero se te advierte de no incumplir las leyes." Eso dicho, le procedió a hacer un resumen de las normas claves de los 'Vindice' y algo de llamas del Cielo, Tormenta, Rayo, Sol, Niebla, Lluvia y Nube.
Cherep no entendía por qué se usaban nombres del tiempo atmosférico pero no se iba a quejar. Tenía el presentimiento de que se había librado del mismísimo infierno.
Después de esa explicación, las momias con trajes negros se fueron y Cherep se quedó solo en las ruinas del viejo orfanato. Con decisión, se levantó y empezó a andar hacia una dirección cualquiera. El orfanato estaba bastante alejado de todo lo demás, pero había escuchado hablar a los adultos diciendo que había un poblado al final de cualquiera de los caminos, unos más lejos que otros. No podía quedarse ahí muriendo de hambre y no había nada que pudiera serle de utilidad.
Cualquier otra persona seguramente también podría morir de frío, pero Cherep sentía un fuego ardiendo en su interior y algo le decía que eran esas bonitas llamas moradas.
Viajaba de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad. No era peor que el orfanato, pero tenía que buscarse más la vida. Robar carteras le era fácil, nadie le notaba cuando no quería (una especie de cosquilleo le daba en la barriga cada vez que hacía algo así, la única razón que recordaba era 'magia'). Lo malo era encontrar un lugar bueno para dormir.
Los callejones era donde solía dormir, pero no solía encontrar algo que le sirviera como techo y era horrible cuando llovía. La lluvia en sí no era horrible, de hecho, le encantaba. Era tranquilizante, como si estuviera acostumbrado a que lloviera cada día. Pero estar mojado y frío era lo peor. Por un lado, ver la lluvia caer le traía calma. Por otro, tener la piel mojada y fría le hacía recordar el único recuerdo nítido que tenía de su vida anterior. La muerte puede afectar bastante a una persona, la demostración de ese hecho era el ataque de pánico que tenía en los momentos cuando estaba sin techo mientras llovía.
Pero eso daba igual, Cherep se estaba haciendo cada vez más bueno en respirar hondo y tranquilizarse. O, al menos, en permanecer callado y lo más quieto posible para no llamar la atención.
El caso era que no le gustaba estar mojado y frío. La única vez que no le importó en su corta vida fue cuando lo vio. Cherep no estaba precisamente cerca del evento. De hecho, estaba bastante lejos. Y también había muchas cosas en medio que le tapaban la mayoría del espectáculo. Pero pudo ver a una persona en el aire montando una máquina. 'Motocicleta', le proporcionó su mente con uno de esos conocimientos no aprendidos. La distancia no le impidió ver perfectamente el salto. Cuando alcanzó el tope de altura en el salto, todo pareció moverse a cámara lenta. Y, después de lo que parecía una eternidad, la persona volvió a caer y desapareció de su vista sin poder verle aterrizar. Los objetos en medio eran muy molestos. Pero eso no le importaba a Cherep en esos momentos. Su corazón le latía rápido y sus mejillas dolían un poco. Alzó una mano hacia su cara para ver por qué le dolía, aún sin apartar la mirada hacia donde había visto la motocicleta. Pudo notar a través del tacto que estaba sonriendo. Cherep no solía sonreír, así que por eso debía ser el dolor de cara.
No se dio ni cuenta de su estado (mojado y frío) hasta mucho después una vez que estuvo seco. Ese momento le había impactado mucho, tanto, que no le importó ni le prestó atención a la lluvia.
Fue entonces cuando decidió qué quería hacer con su vida. Hasta ahora, había estado viviendo en un estado de monotonía, desgana e incertidumbre. Ni siquiera había pensado en qué hacer en un futuro más allá de decidir cuando ir a la siguiente ciudad o pueblo.
Decidió que quería montar en una de esas motocicletas, quería volar por el aire, quería sentir ese momento en el que el tiempo se paraba antes de volver a poner los pies en la tierra, quería sentir el viento sobre su piel y la libertad en su cuerpo, quería estar en frente de todos esos aplausos que escuchó...
Nunca había querido tanto algo antes. Así que lo hizo.
Se acercó al circo después de que el espectáculo acabara. No pensaba hacer mucho, sólo quería ver si podía echar un vistazo a la motocicleta. Pero un hombre adulto, en sus treinta o así, se le acercó. Cherep pensó en lo peor al principio. Había escuchado todas esas historias de adultos que se llevan a los niños e incluso tuvo que escapar antes de que le atraparan una vez.
El hombre pareció estar divertido por sus intentos de escapar, aunque se sorprendió cuando empezó a gritar 'pedófilo'. Para mala suerte de Cherep, no había nadie más aparte de los del circo y estos estaban mirando y riéndose.
El hombre acabó riéndose, extrañando a Cherep. Luego se enteró de que el hombre era el que conducía la motocicleta y toda su pelea cesó. Eso hizo reír más a todos los del circo. Aunque se estaban riendo más del hombre que de Cherep.
Ese fue el comienzo de la aventura que le llevó a donde estaba ahora.
Empezó a pasar tiempo con los del circo, ayudándoles a limpiar o cuidando de los animales más dóciles. Y, de alguna manera, acabó yéndose con ellos cuando se fueron de la ciudad.
Oficialmente, Cherep no era del circo. Sólo era un niño que les seguía y les ayudaba, nadie dijo nada de que se uniera al circo, pero tampoco era que alguien le hubiera dicho que se fuera.
Hasta que ocurrió el incidente con los tigres. Cherep normalmente ayudaba con animales más dóciles, como las palomas o los conejos, pero escuchó el ruido de varias cosas cayéndose mientras que estaba trasladando los sacos de comida para las palomas.
Dejó lo que llevaba encima a un lado y se dispuso a ver qué pasaba. Era posible que alguien se hubiera caído y, de un golpe en la cabeza, se hubiera desmayado. El ruido se escuchó de detrás de la caravana de los tigres y... no había ninguna persona inconsciente, sólo un tigre husmeando entre las cajas.
El tigre le escuchó y le vio. Ya era demasiado tarde para huir. Pero como Cherep es Cherep, en vez de huir o hacer alguna acción que incumbiera instinto de supervivencia, dijo 'hola'. Y así se quedó tan pancho.
De alguna manera u otra (no preguntéis, Cherep tampoco sabía cómo llegó a eso), un rato después llegaron otras personas del circo y vieron al tigre encima de Cherep. Pegaron unos buenos gritos. Hasta que se dieron cuenta de que el tigre sólo estaba medio tumbado encima de Cherep para que no escapara y no le estaba comiendo. Más bien, parecía estar dándole un baño con la lengua. Mientras tanto, Cherep tenía cara de haberse rendido (había intentado evitar que le diera un baño versión tigres, pero no había servido de nada) ante su destino y simplemente estaba tumbado hacia arriba mirando al cielo.
Ah, y el tigre no era un tigre, era una tigresa.
Después de eso, unas cuantas risas y una anécdota más que contar, Sam (el de la moto) insinuó de pasada que Cherep era parte del circo, como si se hubiera hablado y todo. Hay que decir que Cherep se echó a llorar en ese momento y no le daba vergüenza admitirlo.
Estar en el circo ha sido lo mejor que le pasó en la vida. Así que cuando llegó un búho con una carta, supo en seguida lo que tenía que hacer.
Bueno, fueron dos búhos y dos cartas. Las dos eran de dos escuelas diferentes de magia. Y, por alguna razón, a Cherep no le sorprendió la existencia de la magia. Es más, en cuanto vio escrita la palabra magia en una de las cartas, recordó más cosas de su vida pasada. Nada personal, por supuesto, sólo puro conocimiento sobre magia. Desde pociones, pasando por runas antiguas y artes oscuras, hasta encantamientos y hechizos.
Necesitaría practicar la magia (pudo sentirla e identificarla como tal en cuanto recuperó esas memorias), podía notar que estaba un poco oxidado, pero sabía todo lo que necesitaba saber. No tenía que asistir a ninguna escuela. Así que se inventó una escusa y les escribió de vuelta a las escuelas.
Una se llamaba Durmstrang y la otra Hogwarts. Esta última escuela le sonaba mucho. Cuando pensaba en esa palabra, la relacionaba con banquetes, fantasmas y escaleras que se mueven. Pero por lo demás, no le sonaban de mucho.
Las cartas llegaron cuando cumplió once años, era una tradición que se entregaran en ese momento (por alguna razón, eso lo sabía) lo cual era raro porque ni él mismo sabía cuál era su cumpleaños exacto, así que supuso que era el 7 de marzo.
También sabía que los mágicos no podían identificar muy bien la magia sin varita y que el hecho de que se movieran tanto de lugar, hacía que pudiera practicar magia sin varita mientras que fuera lo suficientemente lejos de grandes concentraciones de viviendas no mágicas o mientras que fueran hechizos lo suficientemente pequeños como para que no lo notaran.
Se estaba muriendo por decírselo a los del circo, pero no podía, ninguno de ellos era mágico. Igual que no podía contarles nada de las Llamas que tenía. Eso a veces le hacía sentirse mal consigo mismo, pero no quería meterles en problemas.
El circo notó que eso días estaba un poco triste, lo cual era raro porque Cherep era muy bueno ocultando esas cosas, e intentaron todo para animarle. Incluso Sam se vistió de payaso y eso era una de las últimas cosas que haría porque, según sus propias palabras, 'antes muerto que vestirme con tantos colores'.
Poco tiempo después, todo volvió a la normalidad.
Cherep había montado en una moto antes de los dieciséis. En ningún lugar en el que pudiera verle el público general, pero lo hizo. Así que cuando montó oficialmente en una moto 'por primera vez' delante del público, no debería haber estado nervioso.
Sin embargo, estaba muerto de miedo. Tanta gente mirándole, tanta gente expectante... Era algo que, de alguna manera, se le hacía familiar en una extraña manera.
Pero, en cuanto el motor rugió, se tranquilizó de golpe. Ya no había susurros entre el público, sólo la moto y él.
Así fue cómo Cherep empezó su carrera como especialista en moto. Bueno, ya no era Cherep, ¿no? Era Skull, Skull De Mort (algo le hacía reírse del nombre). El nombre se le había ocurrido al circo. Ya le habían estado llamándole Skull por años. Tanto, que Skull era más su nombre que Cherep a pesar de que significaran lo mismo, eran sólo dos idiomas diferentes. Pero el apellido se le ocurrió al circo hacía sólo un par de días antes de su primer espectáculo en moto.
Ya había actuado antes con otros papeles, pero en moto fue algo... especial. Igual que las motos parecían llamarle, esas acrobacias y saltos también le llamaban sin cesar. La adrenalina corriendo por sus venas y la gente que quedaba en silencio de sorpresa. Nunca le había gustado estar delante de tanto público, pero esto era diferente, porque no se sentía nervioso encima de una moto y el motor sonando de fondo.
Cuando acabó, incluso el resto de sus compañeros vinieron a felicitarle. No se lo habían esperado, Skull había estado practicando por sí mismo después de que Sam le enseñara lo básico...
Le echaba de menos. Había muerto, ¿sabéis? En mitad de una acrobacia, con fuego a su alrededor y el aire en su cara. Una acrobacia que le había salido mal. Sam murió hacía un año antes de su primera actuación en moto. Pero, de alguna manera, Skull sintió que él estuvo en mitad de la multitud viéndole actuar.
Skull se enamoró de las motos y las acrobacias, de la adrenalina y el olor a gasolina, del silencio sorprendido del público y los aplausos que indicaban que lo habían disfrutado.
Así nació Skull De Mort, el mejor especialista del mundo.
Skull tuvo que irse del circo e ir por separado. Seguía reuniéndose y hablando con ellos tanto como podía, enviándose cartas una tras otra, no se habían separado de mala manera. Era sólo que... Que Skull se había hecho demasiado bueno. Podía ver que el resto del circo estaban contentos por él pero cómo no podían evitar quemarse por mejorar para llegar hasta él.
Skull nunca había tenido un talento especial con las motos, sólo una pasión ardiente y cabezonería para practicar sin parar por horas. Demasiado para una persona normal, pero sus Llamas moradas eran la respuesta a eso. Una o dos veces había tenido grandes accidentes que le deberían haber matado, pero las Llamas surgían y poco después estaba bien. Tenía suerte de haber estado solo en esas ocasiones.
Fue por eso que Skull mejoró tanto. Los otros no tenían esa ventaja. Lo intentaron pero se estaban quemando a sí mismos.
Skull vio cómo su presencia allí hacía daño a sus amigos, a su familia, así que se fue. Partieron con sonrisas y aceptación, nada de rencor, odio o celos.
Así empezó su carrera en solitario. Era solitario, como antes lo había estado. Pero no era lo mismo. Tenía a gente, era sólo que no estaban juntos.
Ahí fue cuando un extraño personaje apareció. Se hacía llamar Checker Face y le ofreció un trabajo que Skull no podía rechazar. Se sentía tan solo que no le importaba intentar un pequeño trabajo para variar. Había unas cuantas personas con las que tendría que trabajar y no parecía tan malo. Así que, ¿por qué no?