Alexia Black
Muchos describían a Alexia Black como la tranquilidad hecha persona. Según sus padres casi no lloraba cuando era pequeña, nunca tuvo problemas para dormir ni era ruidosa a la hora de balbucear. Cuando creció un poco no cambió, cuando jugaba con sus juguetes solía tararear tranquilamente, pero no gritaba como hacía su hermana, haciendo a sus muñecos luchar entre ellos.
Durante sus estudios era una Slytherin, pero muchos pensaban que no debería serlo. Era toda amabilidad y suavidad, sin un rastro de la típica arrogancia que caracterizaba a su casa. Los susurros muchas veces llenaban la sala común, diciendo como un coro: “ella no es de los nuestros”. Lo ignoró tanto como pudo, escondiéndose bajo el ala de su hermano mayor, Eduardus, y su mejor amiga Rosemary Proctor.
Siempre fue muy cercana a su hermano mayor. Era su ídolo, su mayor referente. Para Alexia, Eddie era un chico muy valiente que la protegía de los estudiantes mayores que iban a molestarla. Cuando él se graduó también lo hicieron algunos de ellos, lo cual tranquilizó mucho a la niña.
La tranquilidad duró poco. Ese mismo año, cuando su hermano acababa de graduarse, su hermana cometió un error fatal. Confió demasiado en sus habilidades, como si fuera una alumna mucho mayor y más experimentada en hechizos como ese. En un abrir y cerrar de ojos estaba muerta en el salón de encantamientos, como una muñeca inmovil en el suelo.
Después de es todo se fue al garete, naturalmente. Su padre se volvió mucho más protector, su hermana Phoebe empezó a beber, Allison casi no sonreía. Eduardus se fue de casa.
Esa no sería la única muerte de una hermana que Alexia soportó. Rosemary se casó con un buen hombre, Gregory Midgen, y pronto quedó embarazada. Entonces Alexia ya se había ido de su casa a vivir en una casita en la costa inglesa, Rosewood House. Su padre había adquirido esa propiedad para ella y para sus amados gatos, para que pudiera vivir una vida completamente desprovista de estrés.
Cuando el hijo de Rosemary respiró por primera vez, ella lo hizo por última. Desconsolada, Alexia aceptó ser la madrina del niño. Agradeció al cielo haberlo hecho, porque antes de que el bebé cumpliera un año Gregory se suicidó, con el corazón roto por la pérdida de su esposa.
El bebé, de nombre Fergus, vivió desde entonces con Alexia en Rosewood House. La casa acabó con las paredes pintadas por el arte que hacía el niño desde pequeño. Era el sujeto de adoración de su madrina, que veía en él a su mejor amiga, que había perdido la vida para traer a esa personita al mundo. Sus padres incluso lo consideraban un nieto más, aunque a su hermano Licorus no le hacía mucha gracia.
El niño creció y se convirtió en un gran artista. Se casó con una buena mujer y con ella tuvo dos hijos, Alexia y Edward. El primer nombre era predecible, el de la mujer que lo cuidó desde la cuna. Pero, ¿y el segundo?
Digamos que, en realidad, Alexia nunca perdió el contacto con su amado hermano mayor. Él se casó con una nacida de muggles, pero no le importaba. Se casó con quien amaba, así que no pondría en duda al origen de la felicidad de Eduardus. Fergus se crió junto a los hijos de aquel, tratándolos como primos y siendo muy afectuoso con ellos. En su casa incluso había cuadros de toda la familia de Eddie que el niño había pintado, tan grande como era el cariño que les tenía.
Alexia fue muy feliz durante toda su vida, con un ahijado al que adoraba con todo su ser, rodeada de gatos y mucho amor de su familia. Ojalá la historia la hubiera recordado.