Phoebe Black
Vale. Piensa en una princesa de cuento, con sus grandes castillos y vaporosos vestidos.
Solo que sin un príncipe. No pasa nada, se puede vivir sin uno.
Ahora quítale una hermana. No, no es que simplemente no tuviera hermanos, sino que de los cuatro que tenía, una de ellas falleció. Una desgracia, desde luego, pero ya le habían advertido muchas veces que no fuera arrogante y que no se confiara demasiado en sus habilidades, lo que acabó causando su muerte.
Por cierto, también quítale al hermano. Después de la muerte de su hermana se fue de la casa para casarse con una pobre diabla sin clase ni prestigio. Una desgracia también.
Ya que estamos, quítale también al padre. Después de todo lo anterior, se recluyó tanto en sí mismo que solo hablaba con la madre y se obsesionaba con que sus hijas no encontraran marido. Sí, era muy sobreprotector. Solo quería proteger a sus dos hijas, eso seguro, y ellas estaban más que dispuestas a contentarlo. Sí, su hermana más joven no estaba muy interesada en conseguir una pareja ni en tener hijos ni nada de eso. Siempre decía “con mis gatos ya tengo mucho trabajo, no puedo tener un hijo”. Al final tuvo un ahijado que era como un hijo, pero bueno, se ciñó a su promesa.
Phoebe siempre fue una niña mimada. Adoraba la enorme mansión en la que vivía junto a sus padres y sus hermanos. Era obediente y aunque pedía mucho de los demás, estaba en un entorno donde eso no estaba tan mal visto. Cuando cumplió la edad necesaria asistió a Hogwarts, antes que sus hermanos menores. Slytherin le acogió con los brazos abiertos, solo para dejar a todos sorprendidos por su completa falta de ambición. No tenía ninguna intención de sobresalir, contrario a su hermano mayor, ni estaba muy enfocada en los estudios. Se conformaba con la nota mínima, sabía desde qué era pequeña que nunca tendría que mover un dedo en su vida para conseguir algo. Su padre se había encargado de ello.
Cuando salió llenó sus días y noches de fiestas, cenas, comidas extravagantes. Todo lo que una muchacha podría desear. La única fiesta a la que nunca se arrepintió de no haber ido fue a la de la boda de su hermano menor, Eduardus. Merlín no quisiera que ella estuviera durante horas rodeada de esos asquerosos muggles y sangre sucia. Nunca hubiera tenido la osadía de rebajarse a ese nivel.
La fiesta acaba siempre en algún punto, y el exceso de la misma, con todo lo que esta conlleva, puede provocar dicho final.
El de Phoebe se debió a problemas bastante serios en el hígado. ¿Quién diría que beber todos los días provocaría la muerte? Vivió mucho más de lo que cualquiera pensaría. Los susurros muchas veces decían a sus espaldas: “¿cómo es que sigue viva? No hay fiesta en la que no vaya como una cuba, ¿es inmortal o algo así?”
Acabó muerta en su cama, después de una de las mayores fiestas a las que había asistido (la boda de Cornelius y Eleanora Avery, una completa delicia con un catering exquisito), después de que su cuerpo dejara de procesar el exceso en el que llevaba sumida desde la muerte de su hermana, de fiesta en fiesta para evitar pensar en absolutamente nada.