
Prólogo
No era novedad para nadie en la casa Black que los momentos familiares se volvieran discusiones. No había día en la mansión que no estuviera cargado de odio y tensión entre todos quienes estaban obligados a convivir.
—No voy a casarme, madre, no importa lo que me intentes imponer.—Sirius se levantó de golpe y la mesa tembló. Ante la acción se enderezó, intentando desaparecer sobre su silla.
—Sirius, no le hables así a tu madre.—Orión habló con fiereza y lentitud, marcando cada palabra con una advertencia. Walburga también se incorporó, dejando sobre la mesa todo con ligereza.—Te casarás porque te lo ordenamos, y llevarás nuestro apellido en la espalda porque es lo que te corresponde.
—Dije que no.—Cuando Walburga dio la vuelta por la mesa y se acercó a Sirius, se tensó en su silla, no queriendo mirar. Podía sentir las lágrimas acumularse en sus ojos y estaba apretando el tenedor con tanta fuerza que temía le rompiera la piel de las manos.
—Regina, vete a tu habitación.—Walburga no le dedicó la mirada, terminó de acercarse a su hijo y le tomó la cara con fuerza, hundiendo sus uñas en las mejillas de Sirius, que ni se inmutó.
—Pero, madre…
—Regina.
Se levantó y la silla casi se cayó al suelo. Sirius le dedicó una mirada rápida de reojo antes de desaparecer por el umbral de la puerta. Corrió hasta su habitación, sin importarle el ruido de sus pasos haciendo eco en los pasillos vacíos y cerró la puerta de un portazo, intentando desaparecer lo último que había oído antes de salir.
Un golpe, el primero de la noche.
Se tiró en la cama y escondió su rostro en la almohada, el pelo largo molestándole en la nuca y causándole ansiedad. Se abrazó hasta sentir los dedos entumecidos y lloró hasta caer en los sueños.
Se despertó con el crujido de su cama y se incorporó con miedo, buscando en la oscuridad quien estaba en su habitación.
—Soy yo.—Sirius murmuró con la voz rota, no podía ver el daño en su rostro en la oscuridad, pero sabía que había sangre, y rasguños, y que probablemente solo moverse le generaba dolor.
—Sirius…—Se incorporó del todo y prendió el pequeño velador al lado de su cama. La luz tenue iluminó una porción de la habitación y aguantó la respiración al ver el estado en el que se encontraba el rostro de su hermano. Se estiró para poder tomar su cabeza y movió su cara en varias direcciones. Tenía rasguños profundos en el cuello y en la mandíbula, sin duda alguna de las uñas diabólicas de su madre.
Se incorporó para ir al baño en busca de una toalla húmeda para comenzar a limpiar sus heridas. Al volver pudo ver también su camisa, con manchas de sangre, que ocultaba debajo los golpes que Orión le había proporcionado con su bastón.
—Estoy bien, Reggie.
—Déjame ayudarte.
Sirius se quitó la camisa con una mueca de dolor y empezó a pasar la toalla húmeda sobre las lastímaduras abiertas, sacando los excesos de sangre. Sirius no se quejó en ningún momento.
—Vine a despedirme.
—¿Qué?—Paró lo que estaba haciendo y sintió la sangre drenarse de su rostro, un frío desolador rápidamente entremeciendo su cuerpo que se echó para atrás buscando la mirada de su hermano.—¿De qué hablas?
—Me voy, Reggie. Esta misma noche. James está en la ciudad y…sus padres aceptaron acogerme.—Sirius corrió el rostro para no verlo a los ojos y sintió rápidamente sus ojos llenarse de lágrimas ante esa acción.—Lo siento.
—No puedes…no puedes irte.—Le estaba costando formular pensamientos así que tartamudeó. Sirius se incorporó de la cama, haciéndola crujir, y tomó su camisa manchada con sangre, para ponérsela de nuevo.
—Lo siento, Reggie. Pero si me quedo más tiempo voy a morirme.
Sollozó y le tomó la muñeca antes de que se comenzara a alejar. Sirius se quedó quieto solo un segundo, un segundo donde ninguno respiró, luego le acarició suavemente la mano y obligó a que el agarre se soltara.
—Sirius, por favor.
—Lo siento.
Sirius salió de la habitación sin dedicarle una mirada más. Se ahogó en llanto sin moverse de donde estaba, aún con su ropa de la cena y el paño ensangrentado entre las manos. Cuando la luna brillaba alto en el cielo, ajena a todo lo que estaba sintiendo en su interior.