Boca de Miel

Harry Potter - J. K. Rowling
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Boca de Miel
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Realidad

Mientras tomaban sus medidas para los uniformes, el profesor Severus le distinguía que se adelantaría a comprar algunas cosas, por lo que Harry debía esperarlo en la tienda. Mas no había ningún problema, pues Harry no podía dejar de ver a Draco Malfoy; tenía una sensación en el fondo de su estómago que no podía nombrar. Y con su marca cosquilleando, Harry deseaba poder tener un espacio privado donde revisarla.

−Draco, querido, espérame aquí un momento. −dijo la señora Malfoy, mientras se dirigía a la salida.

−De acuerdo, madre − respondió Draco con la nariz elevada- Así el gran Harry Potter no habla, quién lo diría.

Harry saltó, nervioso, al momento que escuchó su nombre salir de sus labios y sacudió la cabeza en negación.

−¿Cómo te comunicas con los demás? − preguntó curioso, mirándolo fijamente.

Con señas − Harry movió sus manos, respondiéndole en lengua de signos.

−¿Qué es eso que hiciste con las manos? ¿Es algún tipo de idioma? –

Harry asintió frenéticamente, Draco se quedó pensativo sin responder mientras le seguían tomando las medidas.

−Listo guapo, ya terminamos− dijo una de las chicas.

Draco asintió a la chica y miró de nuevo a Harry entrecerrando los ojos, abrió los labios para decir algo, pero la volvió a cerrar. Asintió hacia él y salió de la tienda, donde su madre lo esperaba de regreso. Harry solo los formuló irse, confundido acerca de lo que el otro querido había dicho.

Cuando terminaron de tomarle las medidas a Harry, ya estaba el profesor Snape esperando por él.

He comprado tus ingredientes y herramientas para pociones, es la clase que doy le explicó Severus.

−¿Cómo es que usted si me entiende y los demás no? − le preguntó a Harry al llegar donde él.

−Es un hechizo de traducción avanzada señor Potter, se ve hasta los últimos años de Hogwarts−respondió el profesor. – Por lo que me temo que deberá encontrar otra manera de comunicarse con sus compañeros.

¿Y para hacer hechizos? He visto que dicen las palabras en voz alta

−Usted no es la primera persona, que no habla, que pisa Hogwarts.

Después de salir de la tienda de Madam Malkin, se dirigieron a Flourish y Blotts para comprar sus libros de texto. Cuando entró se asombró, los estantes estaban llenos de ellos hasta el techo de libros, había unos que eran forrados de piel, otros de seda y muchos con símbolos raros. A Harry le gustó la tienda, había muchos libros que quería empezar a leer desde ya, sin embargo, cuando iban a pagar, él recordó que los Dursley no le darían dinero para nada que fuera sobre la magia. Así que llamó la atención del profesor, tocando su túnica.

Señor, no tengo dinero, ¿cómo se supone que pague por esto? −expresó Harry.

Severus se le quedó mirando con los ojos oscuros y sacudió la cabeza, dando un suspiro.

−Sus padres le han dejado más que suficiente para cubrir sus gastos de la escuela. Así que, si desea algún otro libro extra, es bienvenido a comprarlo.

Harry lo miró con ojos brillantes, ansioso fue en busca de otros libros que le habían llamado la atención, sobre marcas de almas e introducción al mundo mágico, y los añadió a los brazos del profesor. Este solo elevó una ceja al ver los títulos, pero no dijo nada más.

Salieron Flourish y Blotts y fueron a una tienda llamada Ollivander para conseguir su varita, lo que más emocionaba a Harry. Al llegar, esto se vio muy mal, era bastante antigua y con el techo cayendo a pedazos.

Cuando entraron, Harry se impresionó, a pesar de que era pequeña y estaba polvorienta. Había muchas cajas que para él parecían de zapato y parecían irradiar magia, lo que a Harry le encantaba.

−Buenas tardes−dijo una voz.

Harry saltó de la impresión y volteó hacia el sonido, un anciano estaba ante ellos, con ojos grandes y pelo canoso. Saludó con la mano y asintió hacia el extraño.

−Harry Potter, me preguntaba cuándo lo vería−le dijo.

Harry curioso se le quedó viendo, aunque el profesor Snape ya le había explicado por qué, siempre le pareció extraño que las personas lo conocieran.

Parece que fue ayer cuando tu madre vino a comprar su varita. Veintiséis centímetros de largo, elástico, de salsa. Una preciosa varita para encantamientos. Aunque tu padre, por otro lado, una varita de caoba, veintiocho centímetros y medio. Flexible y excelente para transformaciones volteó a ver al profesor En cuanto a ti Severus Snape, veintitrés centímetros, de pino negro y corazón de dragón.

Buscamos una varita para el señor Potter respondió el profesor, asintiendo hacia el anciano.

Veamos, ¿con qué brazo agarra la varita, señor Potter? Dijo Ollivander.

Harry se encogió de hombros, no entendió exactamente a que se refería el anciano, nunca había agarrado una varita.

−Se refiere a cuál es su mano dominante −le aclaró el profesor.

Harry levantó su mano derecha, con esa escribió siempre.

−Extienda su brazo −dijo el anciano y una cinta métrica sola, empezó a medir a Harry− .

Después empezó a explicarle sobre los núcleos de las varitas y la importancia que cada uno tiene. Cuando terminó de medir la cinta métrica, Ollivander le comenzó a pasar distintas varitas para probar, pero ninguna abundante. Harry quería llorar, no podía ser posible que ninguna varita fuera de la indicada para él. Volteó a ver al profesor y se veía tranquilo, lo que lo alivió, no quería ser una molestia.

−Es normal tardarse en la selección de varita −le tranquilizó al profesor.

Unos intentos más tarde, Harry lo sintió. Una varita de veintiocho centímetros, acebo y pluma de fénix y flexible fue la indicada. Al estar en sus manos, saltaron chispas como fuegos artificiales.

Al salir de Ollivanders, el profesor se detuvo en una tienda de mascotas y le compró una hermosa lechuza como regalo de cumpleaños adelantado.

Encontrará utilidad en una lechuza, señor Potter −le explicó.

−Gracias, profesor – expresó Harry.

Después de haber pasado horas comprado, el profesor Snape los apareció cerca de cerca del número 4 de Privet Drive.

−Aquí tiene −Severus le tendió un boleto−. El primero de septiembre debe ir a la estación King's Cross y abordar el tren en la plataforma 9 ¾, situado en el medio de los andenes 9 y 10.

−Entendido, señor, muchas gracias.

Lo acompañó a la entrada de la casa, donde una furiosa Petunia Dursley los esperaba.

Cuidado Petunia, un solo rasguño y sabes de lo que soy capaz −susurró el profesor.

Harry se despidió del señor Snape y entró rápidamente a la casa Dursley, dejando atrás a los adultos, con todas sus pertenencias, corriendo hacia su alacena para guardarlas y evitar que Dudley le quitara alguna.

Horas después, seguro en la oscuridad, Harry encendió la luz de su alacena y se bajó los pantalones para admirar su marca. Estaba de un color dorado y debajo de todo el brillo apenas se notaba la palabra que decía. Inmediatamente, Harry buscó dentro de sus libros nuevos y encontró el de las marcas de alma que había encontrado, lo empezó a leer de inmediato.

“Las marcas de alma son tatuajes que aparecen en distintas etapas de los magos, aunque el promedio es con los 13 a 15 años. Sin embargo, no es extraño si algunos magos con un núcleo poderoso lo consiguen antes de esa edad.

La marca de alma tiene distintas presentaciones, sin embargo, reglamentariamente es la primera palabra que tu alma gemela te dirá. Cuando consigues que la otra persona diga esa palabra, tu marca se volverá de un color dorado y tendrás cosquilleos en todo el cuerpo, también se puede presentar fiebre, dolor de cuerpo, entre otras afecciones físicas.

Después, el siguiente paso es completar un ritual de vinculación con tu alma gemela, lo que hace que tu marca se vuelva de un color rosáceo, más parecido a una cicatriz, para toda la vida”.

Harry cerró el libro y lo abrazó, aunque no había entendido lo del ritual, lo demás era obvio para él. Draco Malfoy, quien conoció en el callejón Diagon, era su alma gemela. Suspiró emocionado, había alguien para él y ya añoraba volver a verlo, conocerlo y hacer todo juntos.

La mañana del 1 de septiembre, Harry estaba despierto desde temprano. Aunque gracias a la amenaza de su profesor, sus días con los Dursley habían sido tranquilos (lo que significaba que no había habido golpes) pero siempre se levantaba a hacer los quehaceres y el desayuno a la familia de tres. Sin embargo, eso no le quitó lo emocionado que estaba de empezar Hogwarts, ya había pasado sus últimos días estudiando al revés y derecho todos los libros de su primer año, tenía memorizada cada información importante y gracias a ello ya sabía más sobre Hogwarts y el mundo mágico.

−Rápido muchacho, no quemes nada −escuchó rugir a su tío Vernon.

Harry asintió y empezó a servirles el desayuno a cada uno.

Te llevaremos después de desayunar muchacho, a la estación, así que será mejor que estés listo para entonces −le dijo Vernon.

Harry lo miró y terminó de servir rápidamente el desayuno, él había creído que le iba a tocar ir solo a la estación. Esperando que Vernon no cambie de opinión, Harry se alistó lo más rápido posible, guardando sus cosas como el profesor Snape le había explicado en cada compartimiento de su baúl mágico. Además de Hedwig, como había nombrado a su lechuza.

Una hora después, ya estaba en la estación King's Cross sin que los Dursley le dirigieran la palabra en todo el camino. Así lo prefería Harry.

Empezó a caminar con su baúl a los andenes nueve y diez, cuando vio a una familia de pelirrojos pasar frente a él. Sin hacer mucho caso, continuó con su camino. Al llegar, hizo lo que el profesor Snape le había enseñado, corrió hacia la pared de en medio con sus pequeños pies y la atravesó.

Al otro lado, lo encontró una vista maravillosa. Una enorme locomotora de vapor roja estaba esperando partir, mientras que multitudes estaban despidiendo a sus familiares. Harry vio a la familia de pelirrojos de antes a un lado. Por una vez, después de años, quiso tener una familia que lo despidiera como a los demás. Sacudiendo esos pensamientos, empezó a buscar con la mirada a Draco, esperaba volver a verlo de nuevo.

Harry entró al tren temprano, agarró un vagón vacío y cerró la puerta. Acomodó sus cosas y se sentó viendo hacia la ventana ya todas las familias. Suspirando, sacó el libro de marcas de alma y empezó a leerlo nuevamente. Cuando faltaban quince para las once en punto, tocaron la puerta de su vagón.

−Disculpa, ¿está bien si me siento acá? Todos los demás vagones están llenos −después de unos minutos, entró una niña con el pelo tupido y le preguntó.

Harry la miró y se encogió de hombros, por él no había problema.

−Mi nombre es Hermione Granger dijo la niña−. ¿Cual es tu nombre?

−Harry− dijo en signos .

−Oh, un gusto en conocerte, Harry− respondió Hermione en señas.

Harry la miró gratamente sorprendido.

−¿Me entiendes? − le preguntó.

−Por supuesto, aprendí en la escuelan lengua de signos, soy nacida de muggles.

Harry recordó la información que leyó en los libros sobre la pureza de sangres y el estigma que hay en el mundo mágico. Según el profesor Snape le había contado, él era mestizo pues su madre era nacida de muggles.

−Encantado de conocerte, Hermione. Nunca había conocido a otra persona que hablara esta lengua.

−¡Ay! Es facil una vez lo aprendes. He visto tu libro sobre las marcas de almas, no puedo esperar a conseguir la mía. ¿Y tú?

−Yo también espero conseguirla pronto − respondió Harry, no queriendo revelar todavía esa parte de sí mismo.

Durante el viaje, Harry hizo su primera amiga. Y lo mejor de todo es que se pudo comunicar con ella. Pasaron hablando sobre el mundo mágico y como todo era nuevo para ellos.

Vamos, Harry, debes cambiarte, ya casi llegamos −Hermione le dijo, después de unas horas.

Y así lo hizo, se puso la túnica de Hogwarts.

−¿Sabes a cuál casa iras, Harry?

−No lo he pensado todavía, supongo que cualquiera es válido − respondió Harry, aunque en su corazón esperaba ir a la misma que Draco.

Yo creo que iré a Ravenclaw, es la casa de los inteligentes y estudiosos. Al menos eso dicen los libros. Creo que podrías ir ahí.

Harry no se percibió inteligente, pero asintió hacia Hermione. Iba a decir algo, cuando lo vio, a Draco Malfoy. Su cabello blanco pulcramente peinado y sus ojos grises centelleando, mientras entraba acompañado de otros dos niños, al compartimiento que él y Hermione compartían.

Harry Potter dijo Draco, a modo de saludo −. Estos son Crabbe y Goyle − expresó en señas, mostrándose orgulloso.

Harry se sorprendió, cuando estaban en la tienda de Madam Malkin, Draco no sabía lengua de signos. Sin embargo, ahora le estaba hablando en señas. Todo de él se alegró sabiendo que lo aprendió sólo por él.

−Un gusto Crabbe y Goyle, soy Harry.

Los acompañantes de Draco lo observaron de manera extraña pues no le entendieron, pero pudo ver a Draco sonreír y Harry sonrió con él.

−¿Eres Harry Potter? Hermione exclamó sorprendida–. Leyó sobre ti en muchos libros.

−¿Y tú eres? Draco preguntó a la chica, viéndola de manera extraña. 

Hermione Granger.

Conozco todos los apellidos importantes del mundo mágico y el tuyo no es uno de ellos, así que debe ser una sangre sucia.

Harry saltó sorprendido al escuchar el término despectivo, ¿cómo podía, su alma gemela, sonar tan parecido a Dudley?

−¿Disculpa? Hermione gritó, roja de la furia.

−Verás, Potter, en este mundo encontrarás gente que no valga tu tiempo y definitivamente tampoco tu compañía −dijo Draco, dirigiéndose hacia Hary e ignorando a Hermione−. Te recomiendo no juntarte con esa clase de personas, si sabes lo que es bueno para ti. Algunas familias de magos son mejores que otras−le extendió la mano a Harry, sonriendo arrogantemente.

Harry estaba confundido, Hermione era la primera amiga que había conocido y que podía comunicarse con él, pero también Draco había aprendido para poder entenderlo; sin embargo, lo tenia claro. Rechazo su mano.

–No fue nada agradable lo que acabas de decir.

Sonaba tan parecido a su primo que lo único que quería era esconderse y no salir nunca más. Estaba asustado. No podía creer como hace unas horas estaba entusiasmado de volver a verlo y ahora deseaba que desapareciera y se fuera de su vagón. Draco lo miró furioso.

Lamentás esto, Potter−gritó el otro chico y salió del vagón, seguido de Crabbe y Goyle.

Harry solo lo observó irse, con sus esperanzas rotas. No podía creer lo que acababa de pasar con la persona que se supone que debía ser feliz para toda su vida.

−Oh, Harry, muchas gracias por tu apoyo–

Hermione lo abrazó y Harry no pudo responder, pues parte de él deseaba haber aceptado esa mano.

−Llegaremos en cinco minutos, por favor dejar su equipaje en el tren, se les llevará después a sus respectivas habitaciones una voz sonó por todo el tren.

−Está bien, Hermione.

Harry apartó su desesperación y se concentró en que conocería Hogwarts por fin. Cuando se detuvo el tren, todos obtuvieron a bajar de este empujándose unos a otros. Bajó junto a Hermione, siguiendo a los demás.

−¡Los de primer año, por acá! −se escuchó una voz grave decir, procedente de un gran hombre peludo. Harry calculó que medio aproximadamente dos metros.

−Vamos, Harry −le dijo Hermione, mientras lo guiaba de la mano hacia el gran hombre.

El hombre extraño los guio por medio de un sendero resbaloso, por lo que Hermione y Harry tuvieron que ir de la mano para poder apoyarse entre ellos.

Tendrán una vista de Hogwarts detrás de estos árboles −dijo el hombre y avanzó hacia un lago.

Fue cuando Harry lo vio, el enorme castillo. Irradiaba magia pura.

−¡No más de cuatro por bote! Dijo el hombre alto.

Hermione lo llevó con ella a uno de los botes junto a otros dos chicos de primer año.

Por fin, empezaría su primer año en Hogwarts.

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