Recuérdame

Kim Possible (Cartoon)
F/F
G
Recuérdame
Summary
La historia sigue el viaje de una heroína amnésica y su dedicada novia exvillana reformada. Después de una batalla cataclísmica que deja a la heroína sin recuerdos, ella se encuentra vulnerable y ajena a los peligros ocultos que acechan en las sombras. Su novia exvillana reformada, ahora su protectora más feroz, debe navegar el camino traicionero de proteger a su amor del peligro mientras lucha por ayudarla a recuperar los fragmentos de su pasado compartido.A medida que la heroína lucha por reconstruir sus recuerdos perdidos, el vínculo entre las dos mujeres se pone a prueba. Enfrentan viejos adversarios, descubren verdades ocultas y redescubren la profundidad de su amor.
Note
¡Hola!Siempre he sido fan de Kim Possible, y Shego fue mi primer crush. A lo largo de los últimos años, he disfrutado leyendo innumerables historias de fanfiction de Kim/Shego, y decidí que es hora de contribuir con mi propio relato. Aunque no soy un escritor profesional, pongo todo mi corazón en mi trabajo.Esta historia es un trabajo en progreso; todavía estoy escribiendo los capítulos finales y haciendo ediciones, pero no podía esperar para compartirla con todos ustedes. Me encantaría leer sus opiniones sobre esta introducción y saber si estarían interesados en leer más.(Hay una versión en inglés de esta historia también)
All Chapters Forward

Sombras del Pasado

Shego salió de la habitación de Kim. No había nada más que pudiera hacer allí, sobre todo considerando que era evidente que Kim no la quería cerca—o peor aún, que simplemente no la quería en absoluto. Los médicos y Ann le habían advertido que esto podría suceder; la mente era frágil, y un trauma como el que la heroína había sufrido conllevaba inevitables secuelas. En el mejor de los casos, Kim habría permanecido en coma y, al despertar, todo habría vuelto a la normalidad. Pero siempre existía la posibilidad de que jamás abriera los ojos… o que, al hacerlo, sufriera una pérdida parcial o total de la memoria, tal vez irreversible. Y la amnesia era solo una de las múltiples consecuencias posibles.

Shego lo sabía. Se había preparado para acompañarla, para permanecer a su lado sin importar el desenlace. Pero nunca—ni siquiera en sus más oscuros temores—había considerado la posibilidad de que Kim la olvidara… y con ello, dejara de amarla.

Se deslizó por la pared del pasillo, dejándose caer con pesadez hasta quedar sentada sobre el frío suelo. La sala del hospital estaba desierta, reservada en absoluto secreto para Kim, y el silencio resultaba ensordecedor. Los médicos y enfermeras atendían a la joven en el interior de la habitación, mientras Shego permanecía afuera, atrapada en una agonía muda. Cerró los ojos y, por primera vez desde su infancia, elevó una plegaria desesperada.

Suplicó que Kim la recordara, que aquellos ojos volvieran a contemplarla con el amor de antaño. Y si eso no era posible—si los recuerdos de su Kimmie se habían desvanecido como cenizas al viento—rogó al menos por la fortaleza y la sabiduría necesarias para encontrar la manera de reconquistarla. Porque perderla otra vez… eso era lo único que no podía soportar.

Tan absorta estaba en sus pensamientos que no notó la presencia de Ann hasta que escuchó su voz suave a su lado.

—Hola.

—Hola…

—Kim está dormida ahora.

—¿Está bien?

—Tras calmarla, realizamos todos los exámenes. Lo único fuera de lugar parece ser su memoria. Aún no sabemos el alcance del daño… Podría despertar de esta siesta y recordarlo todo. O quizá no, y entonces tomará tiempo ayudarla a recuperar sus recuerdos—o podría no hacerlo jamás.

Shego tragó con dificultad.

—¿Cuánto ha olvidado? ¿Qué recuerda?

—Según sus palabras, tiene dieciséis años. Lo último que evoca es el incidente de Bueno Nacho con los Diablos.

Shego se tensó.

—Con razón me odia… —suspiró con derrota.

—No creo que te odie.

—Sí, lo hace —afirmó Shego con amarga certeza.

Ann la miró con compasión y, sin dudarlo, la envolvió en un abrazo cálido.

—Lo siento tanto, Shego. ¿Qué quieres hacer ahora?

—No lo sé… ¿Crees que volverá a entrar en pánico si estoy allí cuando despierte?

—No lo sé, pero es posible.

Shego inhaló profundamente.

—Si no me recuerda… entonces haré que lo haga.

—¿Cómo?

—No lo sé. Pero no puedo perderla, mamá.

Ann tomó sus manos con ternura.

—Entonces, ¿estás dispuesta a arriesgarte, a permanecer a su lado aunque no te recuerde y dedicarte a ayudarla a recuperar su memoria?

Shego asintió con firmeza.

—Sabes que haría cualquier cosa por ella.

—Lo sé —Ann le sonrió con dulzura—. Pero será difícil. Podría llevar mucho tiempo… o tal vez nunca lo logre.

Shego cerró los ojos un instante antes de susurrar:

—Entonces tendré que enamorarla de nuevo.

Ann la observó con una mezcla de tristeza y admiración.

—Es afortunada de tenerte. Aunque no te recuerde, espero que pronto se dé cuenta de ello.

Shego esbozó una sonrisa apagada.

—No… La afortunada soy yo.

No hicieron falta más palabras. Ann la abrazó nuevamente, y Shego sintió lágrimas de gratitud humedecer su ropa. Si Kim debía olvidar a alguien, al menos Shego era la mejor persona para estar allí y reconquistar su amor.

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En la penumbra de la habitación, Shego se acercó a Kim con el corazón palpitante. La observó dormir, su respiración pausada y su expresión serena, ajena a la tormenta que la otra mujer llevaba dentro. Con una suavidad inusual—temerosa de que el más leve roce rompiera la burbuja frágil de aquel instante—tomó su mano y la acarició con dedos temblorosos. Luego, inclinándose, depositó un beso en su frente, vertiendo en él todo el amor y la desesperación que la consumían. Con voz entrecortada, apoyó su frente contra la de Kim y susurró:

—Recuerda, princesa… por favor. Te amo.

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Cinco horas después, Shego había caído dormida, su cabeza descansando sobre el borde de la cama, aún aferrada a la mano de Kim.

Cuando la heroína despertó y vio la escena, se sobresaltó, apartando su mano con brusquedad.

—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó, su voz cargada de suspicacia y enojo.

Shego despertó al instante.

—Cuidándote, Kimmie. Tranquila, no voy a hacerte daño.

—¡No te creo! ¿Dónde está mi mamá? ¡Juro que si le hiciste algo…!

—Cálmate, princesa…

—¡No me llames así! —gruñó Kim, lanzándole una mirada feroz.

—Kim… —Shego suspiró, sintiendo su corazón quebrarse un poco más—. No le hice nada a tu madre. Solo fue a casa. Dijo que volvería esta noche con tu familia. No sé qué hora es, pero no debe tardar.

Kim la observó con desconfianza.

—¿Qué quieres de mí? ¿No fue suficiente ayudar a Drakken con su último plan? ¿Y cómo diablos es que estás aquí después de que te arrojé contra aquella torre?

Shego se tensó.

—Kimmie… eso fue hace años.

—¡Eso es imposible!

—Princesa, por favor…

—¡DEJA DE LLAMARME ASÍ! ¡Esto debe ser tu culpa! ¡Otro de los planes de Drakken…!

—No, mi amor…

—¡NO SOY TU AMOR!

Kim empezó a hiperventilar. Aunque aún estaba débil, intentó desconectarse de las máquinas. Temiendo que pudiera lastimarse, Shego presionó el botón de emergencia y trató de calmarla.

—Kim, por favor, déjame explicarte…

Los médicos irrumpieron en la habitación, pero Shego apenas los percibió. Su mente seguía atrapada en el eco de la voz de Kim, en la furia abrasadora de su mirada, en la forma en que su cuerpo entero se había tensado, como si estuviera frente a su más temido adversario. Se apartó lentamente, sintiendo que su presencia no hacía más que agravar la situación, pero el peso en su pecho era sofocante. Las lágrimas ardían en sus ojos mientras observaba, impotente, cómo sedaban a Kim para calmarla. Jamás se había sentido tan inútil, tan irremediablemente rota. Había enfrentado héroes, ejércitos, cataclismos… pero nada la había preparado para esto: ver a Kim luchar contra ella, como si Shego no fuera más que un espectro desvaneciéndose en su memoria.

 

Una hora después, la familia de Kim llegó. Encontraron a ambas mujeres dormidas: Kim en su cama, Shego desplomada en la silla junto a ella, con la cabeza apoyada en el borde del colchón.

Ann la despertó suavemente con una caricia.

—Shego…

Shego abrió los ojos de golpe, relajándose al ver a Ann.

—Mamá…

—Hola, querida. Ya estamos todos aquí.

Shego alzó la mirada y contempló al resto de la familia.

—Hola, papá. Hola, chicos…

James Possible le dedicó una sonrisa comprensiva.

—Hola, Sheryl.

—¿Qué onda, Shegs? —saludaron los gemelos al unísono.

Shego suspiró, agotada.

—Kim despertó hace un rato. Me vio y se alteró. Pensó que le había hecho daño a Ann… No quiso escucharme. Tuvieron que sedarla. También le realizaron un escaneo.

Ann la observó con pesar, su mirada cargada de dolor.

—Oh, Shego… Lo siento tanto. ¿Cómo te sientes?

Shego desvió la vista y se encogió de hombros.

—Sabía que sería así.

Un silencio denso se apoderó de la habitación. Todos compartían la misma inquietud, aunque nadie se atreviera a formularla en voz alta:

¿Y si Kim nunca recuperaba la memoria?

Pero Shego no podía permitirse pensar en eso. No ahora. Porque si el destino ya le había arrebatado a su Kimmie una vez, estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para traerla de vuelta.

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Poco después de la llegada de la familia, Kim comenzó a moverse levemente en la camilla, su respiración alterándose de manera imperceptible. Todos se acercaron instintivamente, expectantes. Todos, excepto Shego, quien se mantuvo en la penumbra, en una de las esquinas de la habitación.

Cada fibra de su ser anhelaba correr hacia Kim, tomar su mano, abrazarla con desesperación. Pero el miedo la paralizaba. No podía soportar que la escena se repitiera, que esos ojos—que una vez la miraron con amor—volvieran a llenarse de desconfianza y desprecio. Así que se limitó a observar, con el corazón martillando dolorosamente en su pecho.

Cuando Kim despertó por completo, su mirada recorrió los rostros que la rodeaban. Parpadeó un par de veces y, tras un instante de confusión, esbozó una leve sonrisa.

—¿Por qué están todos aquí? ¿Dónde estoy?

—Hola, Kimmie-cub —saludó su padre con ternura—. Estás en el hospital.

—¿En el hospital? ¿Por qué?

Shego sintió un nudo apretarse en su estómago al escuchar sus palabras. Esa pregunta… la misma que ya había hecho antes. Y la respuesta aún le dolía igual de profundo. No importaba cuántas veces la oyera, cada vez era como una daga hundiéndose un poco más en su corazón. Sin embargo, al ver que Kim solo tenía a su familia a su alrededor, su reacción parecía distinta esta vez. Tal vez, solo tal vez, esta vez finalmente podrían avanzar en la dirección correcta.

—Una de tus misiones salió mal —informaron los gemelos al unísono—. ¿Qué es lo último que recuerdas?

Kim no respondió de inmediato. No porque estuviera reflexionando sobre la pregunta, sino porque algo en sus hermanos le resultaba… extraño. Se veían distintos. Frunció el ceño antes de hablar.

—Tweebs… ¿qué les pasó? Se ven diferentes.

Los gemelos intercambiaron una mirada nerviosa antes de girarse hacia sus padres. No supieron qué responder, así que Ann tomó la palabra.

—Kimmie, antes de explicarte eso, dime… ¿qué es lo último que recuerdas?

Kim arqueó una ceja ante la pregunta, pero respondió de todos modos.

—Bueno… Recuerdo que era de noche y llovía… —hizo una pausa, esforzándose por precisar más detalles—. Bueno Nacho estaba siendo destruido… algo tenía que ver con Drakken… —frunció el ceño—. Estaba luchando con Shego, estaba muy enojada con ella… ¡Ah, ya sé! ¡Sí! Drakken se apoderó de Bueno Nacho, los diablillos estaban destruyendo el mundo. ¡Erik! Erik era un sintodroide… Drakken y Shego lo usaron contra mí. Ron y yo nos hicimos novios… Luché contra Shego y la lancé contra una torre eléctrica… No recuerdo más.

Su expresión se ensombreció de repente.

—¿Fue esa la misión que salió mal? ¿Me resbalé del techo? ¿Por eso estoy aquí?

El silencio se adueñó de la habitación. La tristeza era palpable en el aire, pesada, asfixiante. Shego, aún oculta en la sombra de la esquina, temblaba de frustración. Habían avanzado tanto desde aquella vez en Bueno Nacho… y ahora, la posibilidad de perder todo ese progreso la carcomía por dentro.

Apretó los puños con fuerza, conteniendo el impulso de intervenir, de gritar, de salir corriendo. Se obligó a permanecer inmóvil, mordiendo el interior de sus labios, limitándose a observar.

—No, Kimmie —intervino Ann con voz suave, intentando evitar que Kim se alterara—. No es por eso que estás aquí.

Kim frunció aún más el ceño. Ann la observó unos segundos antes de continuar.

—Ese incidente en Bueno Nacho ocurrió hace cinco años. Por eso ves a los gemelos distintos. Han cambiado muchas cosas desde entonces.

Kim la miró como si acabara de hablar en un idioma desconocido.

—¿Cinco años? ¿Cómo es eso posible?

James suspiró.

—Estás aquí porque tu última misión fracasó. Hubo varias explosiones en la guarida donde te encontrabas. No lograste salir a tiempo y una viga cayó sobre tu cabeza. Has estado en coma durante un mes. Solo despertaste hoy.

—¿En coma? —susurró Kim, tratando de asimilar la información.

Entonces su expresión se transformó.

—Esperen… ¿Qué pasó con Ron? ¿Está bien? ¿Dónde está?

Las miradas evasivas de su familia encendieron todas sus alarmas.

—Kimmie… —intentó Ann.

—¿Dónde está Ron, mamá?

Ann tomó aire, como si las palabras le pesaran en la lengua.

—Kimmie… el derrumbe provocado por la explosión fue devastador…

—¿Dónde está Ron? —exigió Kim, su voz quebrándose. Su mirada desesperada saltaba de un rostro a otro, buscando algo—cualquier cosa—que desmintiera lo que temía.

—Lo siento, Kimmie…

—No… No, esto no puede ser… ¡Ron!

El grito desgarró la habitación como una herida abierta.

Kim rompió en un llanto inconsolable, su cuerpo estremeciéndose en los brazos de Ann, quien la sostuvo con toda la fortaleza que pudo.

Shego se abrazó a sí misma, permitiendo que las lágrimas fluyeran sin restricciones, empañando su visión con un dolor insoportable. Su pecho se comprimía con cada sollozo ahogado, su corazón latiendo en sintonía con el sufrimiento de Kim. Había aprendido a resistir el dolor, a encajar golpes sin pestañear. Pero nada la había preparado para esto. Nada la había preparado para verla romperse de esta manera.

Después de tanto tiempo, Shego había llegado a considerar a Ron como algo más que un rival molesto. En el último año, había descubierto en él un amigo improbable, un lazo construido en la complicidad de amar a la misma persona. Pero no era solo la pérdida de Ron lo que la devastaba. Era el vacío que dejaba en Kim, la herida abierta que nunca sanaría. Ron y Kim eran dos mitades de un todo, y ahora... una de esas mitades se había desvanecido para siempre.

Y Shego no podía soportar verla sufrir así.

Diez minutos después, Kim apartó ligeramente a su madre y secó sus lágrimas con manos temblorosas. Su mirada, aún empañada, se endureció con una nueva determinación teñida de furia.

—¿Quién era el villano? —preguntó, su voz rasposa y cargada de enojo.

—Kim, no creo que…

—¿De quién era la guarida? ¿Contra quién era esa misión?

—Drakken —respondió Ann, resignada.

—¡Drakken y Shego!

—No, solo Drakken.

—¿Ella no estaba allí?

—Sí, pero…

—¡Entonces también es su culpa! —Kim se incorporó con brusquedad, su respiración agitada—. ¡Shego mató a Ron! ¡Ella estaba allí! ¡Trabaja con Drakken! ¡No me digas que no tuvo nada que ver!

—Eso no es cierto, Kim. Nada de esto es culpa de Shego.

—¡¿Por qué la defiendes, mamá?! ¡¿Qué pasa aquí?! ¡Ella mató a Ron!

—Kimberly Ann, no. No digas eso. No es cierto.

—¡¿Cómo puedes defenderla?!

—Porque ella es importante para mí… y para ti también. —Ann dudó un segundo antes de continuar, midiendo sus palabras—. Más de lo que imaginas, Kimmie.

—¿De qué hablas mamá? Shego es una villana, trabaja para Drakken, participa voluntariamente en sus planes, por lo tanto comparte la culpa. ¿Cómo puede ser alguien como ella importante para mi?

—Kim, ya basta por favor. Podemos explicarte todo, solo, por favor cálmate. Sé que te duele lo que le pasó a Ron, pero todo fue un accidente, tu sabes el riesgo de las misiones a las que vas, Ron también lo sabía y esta vez, lastimosamente le tocó pagar el precio, pero lo que pasó no es culpa de nadie, tal vez de Drakken, pero ciertamente no de Shego —dijo su padre calmando un poco a la heroína, aunque también se ganó una mirada de enojo e incredulidad de su hija.

—¿Tú también? ¿Por qué están en mi contra? ¿Acaso no les importa Ron?

—No estamos en tu contra Kim, simplemente es la verdad y tu sabes que Ron era como un hijo para nosotros, nos duele su pérdida también —dijo James. Esto de alguna manera calmó a Kim.

—Lo siento papá... mamá… es solo que… no puedo creer que Ron ya no este… y … y… no puedo quedarme sin hacer nada al respecto, los que hicieron esto tienen que pagar.

—Entiendo, Kim. Pero la venganza no traerá a Ron de vuelta y en segundo lugar si quieres culpar a alguien, al menos culpa a las personas correctas.

—¿Y quiénes serían esos?

—Pues tal vez Drakken, no sabemos nada más a ciencia cierta.

—¿Y si Shego estaba allí porque no culparla a ella?

—Ella no tuvo nada que ver, Kim. —Ann tomó aire, con la mirada llena de cautela—. Además, en estos cinco años… han cambiado muchas cosas entre tú y ella.

—¿Cambiado cómo? —preguntó Kim con precaución.

—Kim, sé que esto te parecerá absurdo… imposible, incluso. Pero tienes que creerme. —Ann tragó saliva, sus manos entrelazadas con fuerza—. Cuando digo que Shego es importante para mí, es porque la considero como una hija. Y para ti… —hizo una pausa, como si las palabras fueran demasiado pesadas—. Para ti, ella es mucho más. Shego es tu novia, Kimmie. Y tú la amas. Y ella te ama a ti.

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