Recuérdame

Kim Possible (Cartoon)
F/F
G
Recuérdame
Summary
La historia sigue el viaje de una heroína amnésica y su dedicada novia exvillana reformada. Después de una batalla cataclísmica que deja a la heroína sin recuerdos, ella se encuentra vulnerable y ajena a los peligros ocultos que acechan en las sombras. Su novia exvillana reformada, ahora su protectora más feroz, debe navegar el camino traicionero de proteger a su amor del peligro mientras lucha por ayudarla a recuperar los fragmentos de su pasado compartido.A medida que la heroína lucha por reconstruir sus recuerdos perdidos, el vínculo entre las dos mujeres se pone a prueba. Enfrentan viejos adversarios, descubren verdades ocultas y redescubren la profundidad de su amor.
Note
¡Hola!Siempre he sido fan de Kim Possible, y Shego fue mi primer crush. A lo largo de los últimos años, he disfrutado leyendo innumerables historias de fanfiction de Kim/Shego, y decidí que es hora de contribuir con mi propio relato. Aunque no soy un escritor profesional, pongo todo mi corazón en mi trabajo.Esta historia es un trabajo en progreso; todavía estoy escribiendo los capítulos finales y haciendo ediciones, pero no podía esperar para compartirla con todos ustedes. Me encantaría leer sus opiniones sobre esta introducción y saber si estarían interesados en leer más.(Hay una versión en inglés de esta historia también)
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"Despertar entre Escombros"

Shego se burló con una sonrisa mordaz mientras lanzaba un ataque aéreo hacia Kim.
—¿Cansada, princesa? Apenas estamos comenzando.

Kim esquivó el golpe con agilidad y respondió con una chispa de desafío en la mirada:
—¡Claro que no! Sabes que tengo más energía que tú.

—¡Quisieras! —gruñó Shego, justo cuando una explosión resonó en la distancia. Su expresión se iluminó con una sonrisa sarcástica al notar el caos detrás de ella—. Oh, mira eso, Pumpkin, salvada por la explosión.

Kim sonrió con la misma intensidad, sin perder la oportunidad de contraatacar.
—Tú sí. Yo, en cambio, estoy a punto de vencerte.

Lanzó una rápida combinación de golpes que Shego apenas logró esquivar.
—Otra vez… —añadió Kim con una media sonrisa, retándola a seguir.

Shego estaba a punto de responder cuando un grito desesperado interrumpió su pelea. Drakken se acercaba a toda velocidad en su aerodeslizador.

—¡SHEGOOOOOOOO!

Shego suspiró con fingida resignación y llevó dos dedos a su frente en un saludo burlón.
—Esa es mi señal. Hasta pronto, Kimmie.

Le guiñó un ojo justo cuando Drakken la recogió en pleno vuelo.
—¿Y ahora qué pasó? —preguntó con su característico tono aburrido.

—¡Nos sabotearon, Shego! Esta vez no fue mi culpa y creo que tampoco del bufón. ¡Alguien programó uno de mis controles para activar explosivos que ni siquiera sabía que existían!

El pulso de Shego se aceleró.
—¿Cómo que explosivos que no eran tuyos?

Se giró bruscamente para mirar la guarida que dejaban atrás. Nubes de polvo y humo ascendían desde el suelo.

—¡No lo sé, Shego! ¡No lo sé! —respondió Drakken, aumentando la velocidad.

—¡Da la vuelta! —ordenó Shego, empujándolo fuera del asiento y tomando los controles.

—¡Shego! ¡¿Por qué quieres regresar?! ¡Tenemos que alejarnos lo antes posible!

Los gritos de Drakken se volvieron irrelevantes. La mente de Shego estaba ocupada por una única imagen: la de cierta pelirroja a la que no lograba ver en medio del desastre. Con el corazón latiéndole con fuerza, alzó sus binoculares y escaneó el caos, flotando lo más cerca posible sin arriesgar la nave.

—Vamos, princesa… sal ya —murmuró con desesperación.

—¿De qué hablas, Shego? ¿Qué te importa esa mocosa? ¡Vámonos de aquí!

Drakken intentó tomar de nuevo los controles, pero Shego lo empujó con violencia. La mirada que le lanzó fue suficiente para que el científico se encogiera en su asiento, optando por el silencio.

Un minuto después, otra explosión sacudió el suelo y la guarida colapsó sobre sí misma. El corazón de Shego se detuvo un segundo antes de que un grito desgarrado escapara de su garganta:

—¡KIM!

Sin pensarlo, saltó del aerodeslizador.

Rodó al caer para amortiguar el impacto y corrió hacia las ruinas sin detenerse, sin preocuparse por las explosiones que aún retumbaban, sin notar el humo que intentaba ahogarla. Solo importaba una cosa: encontrar a Kim.

—¡KIM! —gritó una y otra vez.

El silencio fue su única respuesta.

El humo denso dificultaba la visibilidad, aumentando su desesperación. Tropezó varias veces con los escombros, pero no se detuvo. Sus guantes rasgados dejaban su piel expuesta a cortes y rasguños mientras escarbaba entre los restos de la guarida.

Después de lo que pareció una eternidad, tropezó con algo blando. Se giró rápidamente, su corazón acelerándose aún más al reconocer la figura en el suelo.

—Ron… —susurró con incredulidad.

Se arrodilló junto a él y su horror aumentó al notar la gran mancha de sangre a su alrededor. Un trozo de metal atravesaba su abdomen. Shego sacudió su rostro con urgencia.

—¡Ron! ¡Ron! —lo llamó, pero no hubo respuesta.

Llevó los dedos a su yugular, luego a su muñeca, después acercó su oído a su pecho. Nada. No había nada.

Ron estaba muerto.

Un grito quedó atrapado en su garganta. La desesperación la embargó por completo. Se obligó a tragar su angustia y volvió a ponerse de pie.

—¡Kim! —gritó con todas sus fuerzas. No podía dejar a Ron allí, pero tenía que encontrarla.

Corrió en círculos, ampliando su radio de búsqueda, convencida de que Kim debía estar cerca. Y entonces la vio. Un mechón de cabello rojo sobresalía de debajo de una viga.

—No… no… —susurró, mientras se apresuraba hacia ella.

Al llegar, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver sangre en su cabeza. Pero la viga también había protegido su cuerpo de más escombros. Con extremo cuidado, retiró los restos y colocó los dedos en su cuello.

Había pulso. Débil, pero ahí estaba.

Por primera vez, Shego sintió que podía respirar.

En la distancia, las sirenas y los helicópteros anunciaban la llegada de las fuerzas de emergencia, no había tiempo que perder. Cargó a Kim sobre su hombro y tomó el cuerpo de Ron con el otro.

Encontró un aerodeslizador en buen estado y los subió con el mayor cuidado posible. No podía dejar a Ron atrás.

Con un último vistazo a la guarida destruida, encendió la nave y se alejó a toda velocidad.

—Aguanta, princesa… —susurró mientras aceleraba, con la determinación de no dejar que Kim corriera la misma suerte que Ron.

---

Shego despertó con un jadeo entrecortado, su respiración agitada, el corazón martilleando contra sus costillas. Por un desconcertante instante, seguía allí—entre el humo, la sangre, los escombros. Sentía aún el peso del cuerpo inerte de Ron en sus brazos, el hedor acre del metal quemado obstruyéndole la garganta.

Entonces, una voz—suave pero firme—cortó la niebla del pánico.

—Shego… relájate, estás a salvo.

A salvo.

Parpadeó rápidamente, su visión intentando enfocarse mientras los fantasmas de su pesadilla se disipaban, dando paso a la fría luz fluorescente. El olor antiséptico reemplazó el humo imaginario, la frescura de las sábanas hospitalarias anclándola en el presente. Pero su cuerpo seguía temblando, sus dedos aún crispados como si siguieran aferrándose a los escombros.

—¿Mamá? —su voz salió ronca, apenas un susurro.

Ann Possible le dedicó una pequeña y triste sonrisa.

—Hola, querida.

Shego intentó incorporarse, pero un tirón agudo la detuvo. Su pulso se disparó, desatando una sinfonía de pitidos en los monitores, tan estridentes como las explosiones que aún resonaban en su mente.

—¿Dónde está Kim?! —exigió, el pánico ardiendo en su pecho mientras forcejeaba con las vías intravenosas.

—Shego, cálmate —pidió Ann con urgencia—. Kim está bien. No ha pasado nada.

Las palabras deberían haberla tranquilizado, pero no lo hicieron.

—Si está bien, ¿por qué no estoy con ella? —Su pecho se comprimió, su respiración se volvió errática, superficial. Apenas registró la presencia de las enfermeras, apenas sintió las manos intentando detener sus movimientos.

—Shego, si no te calmas, tendré que sedarte —advirtió Ann, su voz teñida de pesar.

—¡NO! —el grito de Shego se quebró—. ¡Por favor, no! ¡Necesito ver a Kim!

Un pinchazo.

Y luego, la misma sensación de siempre—pesada, ineludible. La somnolencia la atrapó como cadenas de hierro, arrastrándola de vuelta a la oscuridad.

Apenas perdió la consciencia, la pesadilla la devoró por completo.

BOOM.

La explosión sacudió la guarida una vez más, el calor abrasándole la piel, la onda expansiva lanzándola hacia atrás. El humo se enroscaba a su alrededor como dedos espectrales, asfixiándola.

—¡KIM!

Corrió, resbalando sobre los escombros, sus palmas pegajosas de sangre—la sangre de Ron. Tropezó, cayó, se arrastró hacia adelante. Sus sollozos entrecortados se mezclaban con su respiración jadeante mientras sus dedos arañaban los restos, uñas quebrándose, piel desgarrándose, manos temblando—

Otra explosión. El suelo cedió bajo sus pies.

BOOM.

Shego despertó con un grito ahogado.

Por un momento, la pesadilla se aferró a ella, el olor fantasmal de sangre y humo impregnando sus sentidos. Sus manos aún temblaban, los dedos clavados en las sábanas como si siguieran excavando entre los escombros.

Tuvo que recordarse a sí misma—aquí, el aire era limpio. Aquí, el suelo era sólido.

Una presión cálida en su brazo. Una voz. Familiar. Firme.

—Relájate, estás a salvo. Kim está a salvo.

Giró la cabeza con dificultad, su respiración aún inestable, y encontró a Ann Possible observándola con una preocupación silenciosa.

—¿Cuánto tiempo? —susurró con voz áspera.

—Dos días.

El estómago de Shego se revolvió.

Dos días.

Intentó incorporarse, pero su cuerpo se sentía pesado, torpe.

—No. Demasiado tiempo… —murmuró, tirando de las vías con frustración.

Ann suspiró.

—Necesitas descansar.

Shego apretó los dientes.

—Necesito estar con Kim.

—Ella no ha estado sola ni un momento. Pero tú también necesitas cuidarte. No puedes ayudarla si no te recuperas.

Shego suspiró, agotada. Bajó la mirada antes de murmurar con vulnerabilidad:

—No quiero dormir más. No quiero recordar…

Alzó la vista, sus ojos brillando con lágrimas.

—Mamá… todo esto es mi culpa.

Ann la observó con tristeza.

—Shego, ¿por qué dices eso?

—Si hubiera dejado a Drakken antes, como Kim quería, nada de esto habría pasado.

Ann negó con la cabeza.

—Eso no hace que lo ocurrido sea tu culpa.

Shego no parecía convencida, pero no quería seguir discutiendo.

—Solo quiero estar con Kim.

Ann asintió.

—Arreglaré para que te trasladen a su habitación, pero seguirás en tratamiento.

—No quiero que me vuelvan a sedar.

—No lo harán, pero necesitas dormir.

—No quiero.

Ann entendió que insistir no serviría. Se hizo a un lado y dejó que Shego se encaminara hacia la habitación de Kim.

---

Dos días después, Shego observaba el perfil de Kim desde su propia camilla, que había colocado lo más cerca posible de la suya.

—Kim, ¿puedes oírme? —susurró, acariciando suavemente su mejilla. Pasó la yema de sus dedos por su cuello, su brazo, hasta entrelazar su mano con la de la pelirroja.

—¿Sabes? Estaba a punto de pedirte matrimonio… ya tenía todo planeado. ¿Hubieras dicho que sí?

—¿Qué dijiste? —la voz de Ann la sobresaltó.

Shego se giró lentamente hacia la doctora.

—Nada.

—¿Dijiste que querías pedirle matrimonio a Kimmie? —preguntó Ann con los ojos abiertos de par en par.

Shego la miró en silencio un instante antes de asentir.

—Sí. Tenía el anillo guardado desde hace meses. Esa iba a ser nuestra última misión. Después, planeaba juntarlos a ustedes y pedir su bendición.

Ann se acercó y posó una mano en su pierna con suavidad.

—Shego… yo te habría dado mi bendición con gusto.

La villana apartó la mirada y tragó saliva.

—Gracias… mamá.

Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. Se quedó inmóvil, conteniendo la respiración.

—Shego, ¿qué pasa? —preguntó Ann, preocupada.

Pero Shego no respondió. Sus ojos estaban fijos en la mano de Kim.

Un leve apretón.

Por tercera vez en pocos segundos, sintió un débil movimiento.

—Princesa… —susurró, arrodillándose en la camilla. Se inclinó sobre Kim con el corazón acelerado—. ¿Puedes oírme? Te sentí, princesa, por favor, despierta.

Ann corrió al otro lado de la cama de su hija. Kim parpadeó lentamente, su mirada desenfocada recorriendo la habitación. Shego sostuvo su mano con firmeza.

—¿Cómo te sientes, princesa? —preguntó con voz temblorosa.

Kim intentó hablar, pero solo logró un murmullo ininteligible. Ann rápidamente le acercó un vaso de agua con una pajilla.

—Tómalo con calma, cariño —susurró su madre.

Kim bebió un poco de agua antes de volver a intentarlo.

—¿Qué… qué pasó? —su voz sonaba rasposa, débil.

Shego esbozó una sonrisa temblorosa.

—Tuviste un accidente… pero estás a salvo.

Kim frunció el ceño. Miró a Shego con confusión antes de preguntar, con una mezcla de incredulidad y desconfianza:

—¿Por qué estás aquí?

Shego se congeló.

—¿Cómo que por qué? Pues cuidándote, claro.

Pero la expresión de Kim se endureció.

—¿Desde cuándo te importa lo que me pase? —preguntó con el ceño fruncido.

Shego sintió un nudo en la garganta.

—Kim… ¿qué recuerdas?

—Recuerdo que tú eres mi enemiga. —La voz de Kim era fría, desconfiada—. ¿Qué estás tramando?

El estómago de Shego se hundió. Su respiración se volvió errática.

—Kim… no somos enemigas.

La pelirroja la miró con incredulidad.

—Por favor, no me digas que ahora eres una heroína. No me lo trago.

Shego apartó la mirada, su mente tambaleándose entre la desesperación y la angustia.

Ann, que había estado observando en silencio, posó una mano en el hombro de Shego, dándole un apretón de apoyo.

—Kim, hay algo importante que no recuerdas… —comenzó Ann con suavidad.

—¿Qué cosa? —exigió la heroína, cruzándose de brazos con dificultad.

Shego tragó saliva y tomó aire antes de murmurar con la voz quebrada:

—Éramos algo más que rivales, Kim. Éramos… somos… pareja.

Los ojos de Kim se abrieron con sorpresa y confusión.

—¿Qué?

El silencio que siguió fue abrumador.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta es mi señal

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