
Capítulo dieciocho. El ataque
Capítulo dieciocho.
El ataque
Corazón de bruja: El resurgir del ScorSe.
Al parecer no se trata del ScorBus, sino del ScorSe. Rose Weasley y Scorpius Malfoy han vuelto a estar juntos. En números anteriores se desarrolló una teoría cuando un lector comentó haberle mandado hechizo a Albus Potter para separar a Scorpius de Rose, pero como una lectora muy romántica nos recordó, el amor verdadero es más fuerte e inolvidable.
Adjunta una foto de Rose Weasley abrazando al buscador de Slytherin con lágrimas en los ojos mientras a un lado se encuentra Albus Potter y más atrás su hermano mayor.
Fans del ScorBus, no se desanimen, este triángulo amoroso parece deparar más en el futuro porque nadie se le pasa por alto la cara de Albus Potter cuando vio a su prima, su rival en el amor, abrazar a Malfoy.
***
Draco todavía sentía extraño poder salir de Malfoy Manor sin ser juzgado por los demás. No, se equivocaba. Seguía siendo juzgado, pero no tanto como el año anterior. No solo era por Luna Lovegood, sino también por su hijo y sus amigos. Astoria había empezado a seguir cada número y especial de Corazón de Bruja. Las cosas que decía de su hijo eran conmovedoras. Era más de lo que pensaba él como padre de Scorpius. Lo más increíble era que lo comparaban con una frase dicha por Potter en tiempos de guerra, una frase que sabía era de Dumbledore: El único poder para derrotar el mal era el amor.
O algo por estilo.
El efecto era que al aparecer todo el mundo mágico se olvidó que buscaba con toda su magia maldecirlo.
Draco miró el negocio frente a él. Podía salir nuevamente y caminar por las calles. Se sentía libre.
Suspiró.
San Mungo no podía hacer nada ya por Astoria. Descubrió que él tampoco. Se sabía de memoria el árbol genealógico de los Greengras. Cada cierta generación una hija moría debilitada a una edad avanzada. Astoria no tenía una edad avanzada, pero a diferencia de las otras mujeres en su familia, ella había tenido un hijo. A Scorpius. Al principio de verdad no le importaba tener un heredero si con eso su mujer vivía en paz. Luego, se dio cuenta que era lo que ella quería, entonces cedió.
Por supuesto, cuando Scorpius llegó a su vida Draco descubrió que secretamente él también lo quería. ¡Por Merlín! Su esposa y su hijo era lo mejor que le pasó en la vida. Y durante mucho tiempo todo estuvo bien. Astoria no era la misma, pero la diferencia no era tan catastrófica como pensaron. Con el tiempo, sin embargo, la maldición se hizo obvia al igual que su aceleración.
San Mungo ya no podía hacer nada, él tampoco, pero eso no quería decir que no lo intentara. Respiró hondo y entró a Borgin y Burkes. Lo cierto es que dudó poder encontrar algo desde la última vez que lo visitó, pero valía la pena intentarlo.
—Señor Malfoy —era la voz avejentada de Borgin, de repente, chillona por la emoción al verlo—. ¿Viene de compras?
Draco avanzó despacio, mirando las estanterías llenas de polvo. Sabía que el hijo mayor de Borgin y el menor de Burkes heredarán aquella tienda, esperaba algún cambio desde esa noticia, pero el lugar estaba peor.
—No exactamente, señor Borgin. Vine a curiosear. Si veo algo… —Borgin se frotó las manos, emocionado.
—Creo que tengo algo que puede interesarle —las palabras salieron rápidas, como si le hubiera estado esperando, como si le urgiera decirlas—. Mejor dicho —se relamió los labios—. Estoy seguro que le va a interesar y lo comprará.
Draco abandonó su inspección y se acercó al mostrador. Solo veía a Borgin así cuando tenía algo gordo en sus manos. Su curiosidad fue captada por completo.
—¿Qué es?
El anciano, ya doblado por la edad, desapareció arrastrando los pies en unas estanterías detrás suyo. Apareció con una caja de plata y una sonrisa en su rostro. Por alguna razón, el corazón de Draco se aceleró. Borgin no respondió su pregunta, solo acercó la caja un poco más y se relamió los labios antes de decir:
—¡Qué gran descubrimiento! ¿No es así, señor Malfoy?
Draco pudo ver el contenido. Estaba boca abajo, eso era bueno, sino, quien sabe lo que hubiese pasado. Pero solo ver el escudo en aquel pedazo de madera, le hizo saber de qué se trataba. Podía notar, aún boca abajo, algún destello del vidrio debajo. Se trataba de un espejo. Uno que se suponía solo era legendario y hasta ficticio. Se habían encontrado las indicaciones de lo que hacía, se decía incluso que lo poseía el Departamento de Misterio en el el Ministerio de Magia y Hechicería. Pero hacía mucho tiempo que Draco había dado por sentado que se trataba sólo de una leyenda. Y aquí estaba, frente a él, el escudo, la madera, el reflejo, los huesos que al parecer rodeaba el espejo, era ese. Existía. Era original. Draco miró a Borgin.
—No puede ser —susurró.
—Oh, sí. Lo es, señor Malfoy.
—¿Hace cuánto está en su poder? —estiró la mano pero el vendedor, viejo y sabio, ya estaba alejando la caja y cerrándola, receloso.
—Hace mucho. La guardaba solo para usted, pero no regresó. Y jamás respondió una carta mía. La encontró Burkes cuando andaba en América. Curioso lugar para este encuentro. Ah, y por supuesto, el Ministerio no sabe de su hallazgo.
Draco asintió. No lo dudaba. Se decía que este espejo era similar al invento de la piedra filosofal. Esencia secretos. Draco solo encontró una copia de los pergaminos originales que hablaban de dicho objeto. Parecían anotaciones apuradas de alguien que quería divulgar el gran secreto. Hablaba del futuro, la esperanza, la vida. Draco lo había buscado porque aquella copia también hablaba de muerte, de muertos vivientes, de secretos que llevaban a la locura y al más allá. Era peligroso, él jamás podría usarla. No tenía las habilidades. Ni las notas originales. Aunque le hubiese gustado poder investigar si podría ayudar a Astoria, pero ¡A saber si los pergaminos originales estaban en latín y la traducción era buena! Jugar con la vida, la muerte y el más allá era algo que debería de parecer peligroso. Él no quería jugar, él solo quería salvar a Astoria sin entrar en juegos que llevan a castigos imperdonables.
Pero alguien podría no pensar así. En estos tiempos, donde si bien los ataques a su personas disminuyeron, había una debilidad muy grande por el odio. Tenía que obtenerla y asegurarse que nunca nadie tuviera acceso. Ni le intenrara usarlo.
—¿Cuánto?
***
Querido Albus Potter.
No te des por vencido. Si de verdad es amor, verás como Scorpius vuelve a tus brazos.
Era ya mediados de febrero cuando llegó esa carta. Albus la dejó caer al solo empezar a leer. Como esa le llegaron miles. Otras eran más brutas, pidiendo que dejaran su ScorSe en paz. ¡Puaj! Scorpius entró en ese momento en la habitación y al verlo empezó a reírse. Maldito
—¿Qué es esta vez? —le preguntó una vez dejó de reírse.
Albus se la jugaría, se levantó y relató:
—Una carta de alguien que me dice que no me rinda, que si lo que siento es amor de verdad —intentó imitar el tono de Sophie cuando hablaba de esas novelas que leía en la revista de Corazón de Bruja—, no me preocupe, tu volverás a mis brazos.
—¡Ay, no! ¡No lo cuentes así! ¡Pareces Sophie, pero en hombre! No. ¡Pua! ¡Argh! ¡Callate!
Albus estalló en risa.
—Bueno, intenté imitar su tono. Me salió bien, ¿eh? —se puso a seguir lo que estaba haciendo, levantar el sin fin de medias arriba de su cama. Los elfos habían lavado su ropa era tarea suya ordenarla. La cosa es que siempre que eso pasaba recordaba alguna tarea, que debía hablar con alguien, escribir una carta. Rose le comentó una vez que habían hechizos para eso, pero él no lograba llevarlos a cabo. Y en ese momento, por ejemplo, recordó el mapa. Tiró la media en sus manos y mientras Scorpius sí hacía sus quehaceres a la forma muggle él buscó en el cajón hasta encontrarlo.
—¿Qué haces? —preguntó curioso Scorpius.
Ignoró a su amigo y sacó su varita, apuntando al pedazo de pergamino raído.
—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
***
Draco levantó más barreras esa noche sobre el lugar donde sellaba todo objetivo de magia negra. Cuando regresó a Malfoy Manor, apareciendo en las afueras, lejos de las barras protectoras, la hora de la cena había pasado hacía mucho ya. Volvía tranquilo, en paz, felicitándose por no haber sucumbido al poder de objeto que claramente era oscuro. Pero de repente, la sombra de unas largas y fuertes llamas llamó su atención.
Su corazón se aceleró por segunda vez en el día. Aunque se tranquilizó un poco cuando vio que no era la mansión la que ardía, sino un pedazo de tierra fuera de las barreras. Corrió, la varita ya en alto. En el lugar estaba Lucius Malfoy.
—Padre —exclamó—. ¿Qué…?
Estaba por preguntar qué sucedió cuando vi una luz verde en su dirección.
Un Avada.
Lo esquivo, lanzándose hacia la derecha.
—Atacan nuestra propiedad —rugió su padre, con la mirada desquiciada—. Quemaron estos campos para que saliera. ¡Curcio!
—¡No! —gritó él, esquivando otra luz verde. No podía ver quienes los atacaban. Pero ahora escuchaba varios murmullos.
Merlín, ¿cuánto son?
Cuando finalmente alcanzó a su padre y buscó bajar su varita, Lucius lo miró como nunca lo vio en su vida: Lleno de odio y decepción.
Draco tragó.
Lucius Malfoy era el más descontento de su matrimonio con Astoria y con su estilo de vida. Su padre había esperando que él recuperara el nombre de Malfoy y lo hiciera con poder, con inmiscuirse en el Ministerio, sin importarle la gente, los magos y brujas en su contra. Para su padre, el poder era atemorizar a los demás.
Pero Draco cambió el día que Voldemort lo marcó, la noche que mató frente a él, el terrible día cuando vio a su amigo morir bajo las llamas. Y completamente el día que se enamoró de Astoria Greengrass. Atemorizar no era la solución. No podía hacerse un nombre así. No quería ser ese padre para Scorpius.
Scorpius era lo único que su padre aceptaba de su vida. El heredero, rubio y ojos grises.
Las orbes de su padre salieron de sus cuencas.
—¡Quieren matarnos, Draco! ¿Cómo me prohibes defenderme?
—No te prohibo defenderte —tiró a su padre hacia la izquierda mientras él retrocedía en dirección contraria. Alzó la varita, cerca había un árbol que aún no ardía. Apuntó y el árbol empezó a moverse como si tuviera vida propia y buscó atacar a quienes sean los usurpadores. Después, apuntó al fuego—. Aguanmenti.
—Por qué no lo intenté —dijo su padre con sarcasmo, apuntando a uno de cinco personas que se veía—. ¡Cru_!
—¡Qué no! —bramó, lanzando un hechizo para mover su varita. Intentó otro hechizo de agua y el fuego, poco a poco, empezó a menguar.
Draco odiaba el fuego. La piel debajo de su túnica ardía, picaba, le recordaba lo que el fuego le había hecho, no sólo a él, sino también a Vincent en la guerra. Pero no podía permitir que el fuego llegara a Malfoy Manor. Esperaba que Astoria, Merlina y su madre estuvieran a salvo, o mejor, se hubieran ido de allí.
—Draco —llamó a alguien a la espalda. Era Goyle. Detrás de su amigo, venían Nott y Flit, varitas ya levantadas—. Astoria está en casa con Merlina y tu madre.
Habían llegado justo a tiempo, el árbol dejó de ser enemigo para las personas enemigas. Una nueva luz verde se aproximaba a Goyle.
—¡Al piso, Goyle! —su amigo le hizo caso y esquivó por nada la maldición asesina. Su padre tenía razón. Ellos buscaban matarlos, ¿cómo iban a defenderse?
Vio a Nott mover su varita hacia un mago. Lo alcanzó. La túnica de uno de los perpetradores se estiró en tiras y lo atrapó, haciendo que suelte su varita.
—Accio —susurró él, atrapando la varita enemiga por las dudas.
Entonces, aparecieron tres personas más cerca de sus terrenos. Draco reconoció dos de ellos de inmediato. Uno porque Harry Potter era reconocible aún en la noche, con ese cabello a su suerte y el otro, porque solo había un mago, increíblemente, con el cabello azul, el ahijado del primero, Teddy Lupín.
—Aurores —dijo preocupado Goyle.
—Tranquilo, nos ayudarán —dijo sin pensarlo, creyéndolo. Su padre se rió de él.
Los enemigos parecían haber pensando igual porque de inmediato emprendieron la retirada, Menos uno, que se quedó para intentar volver por el que Nott había apresado.
Sucedió todo muy lento. Draco supo que debió haber alzado su varita para defenderse cuando vio a uno de los magos apuntar, sin embargo, Draco alzó varita porque uno de los magos que huía apuntaba a la espalda de su padre, que miraba la ayuda de los aurores sin poder creerlo. Ayudando a su padre, Draco sintió el golpe contra su cuerpo.
—¡Draco!
Draco…
Estaba bien que Goyle, Nott, Flint y su padre lo llamaran Draco , pero uno o dos Draco desesperados no era de ellos.
Él sabía que no había escuchado mal. El idiota de Potter no era la primera vez que le llamaba así. ¿Cuándo le permitió llamarle Draco?
Okey, tal vez fuera una tontería, su hijo se había burlado de su saludo: Potter , Malfoy . Tal vez no debería enojarse porque Potter lo llamara Draco. Tal vez fuera momento de que él lo llamara Harry.
No.
***
—No deberíamos andar por el castillo a estas horas —dijo Rose, caminando a su lado. Albus la miró cansado.
—No hubieras venido.
Era la quinta vez que se decían lo mismo uno al otro. Su prima lo miró enojada y él la ignoró.
Era la segunda vez en el día que estaban camino a los baños que habitaba Myrtle la llorona. Sí, la segunda. La primera fue cuando, evitando doblar su ropa, había abierto el mapa y visto que su hermano estaba allí. No obstante, cuando subieron, lo vieron alejarse y no lo alcanzaron. Decepcionados, estuvieron pendientes del mapa todo el día, incluso durante la cena, porque James no estaba en la mesa de los leones. Y allí estaba otra vez, en los baños.
Emocionado, arrastró a Scorpius con él. Salvo que Rose los vio y los siguió. No le parecía buena idea, lo encontraba un sinsentido. Pero allí estaba, siguiendolos. Dos tramos antes de llegar, Albus revisó el mapa.
—Mierda —exclamó.
—Lenguaje —chistó Rose. La ignoró otra vez.
Scorpius se acercó.
—Ya se fue otra vez. No vamos a alcanzarlo, va por el otro pasillo.
—¿Qué mierda va a hacer allí? ¿Caga y se va? ¿Estará enfermo? —miró a Rose quien se encogió de hombros.
—Tal vez va a llorar. Ya saben, terminó con Henrietta.
—Bueno, superó el tiempo de la primera novia de papá. No debería llorar —agregó con disgusto—. Sólo quiero saber qué hace ahí. Qué hace de verdad.
Scorpius se acercó y sonrió, apuntando el mapa.
—Podemos ir y preguntarle a ella —Albus siguió el dedo, apuntaba a Myrtle la llorona—. No creo que sea como dicen. Vamos, ella debe saber algo.
Albus miró a Rose. Cuando vio que le hacía poca gracias, solo porque estaba enojado, decidió que sí, irían.
—Vamos.
El piso no estaba lleno de agua. Fueron directo a los baños y se detuvieron en la puerta. El fantasma estaba al otro lado. Finalmente, Scorpius fue primero, aclarándose la garganta.
—Buenas —dudó—. Buenas tardes…
En el aire suspendía una fantasma. Llevaba dos coletas y unos anteojos de marco grueso cuadrados. Unos granos surcaban su rostro. Ella los miró, más curiosa que asustada.
—Oh —dijo. Su voz era muy chillona, como el de una niña. Bueno, era una niña, un tanto mayor que ellos, pero niña. Albus sintió que lo miraba demasiado, a los tres. A Rose la miró y se rió un poco, después a él, con quien se quedó embobada, pero cuando puso sus ojos en Scorpius, era obvio que estaba deslumbrada. Entonces, se puso tímida, bajó la mirada y voló a su amigo, retorciendo una de sus coletas—. Malfoy —cantó—. Draco —cantó más bajo.
Albus miró a su amigo. Myrtle lo estaba confundiendo con su padre, caray.
—Qué bueno que hayas seguido mi consejo y te dejaras crecer el pelo —su voz se volvió un intento de ser melosa. Albus estaba sintiendo repelús. ¡ Chicas !—. Lo que no entiendo —esta vez su ceño se frunció—, es cómo te volviste más joven. No eres solo tú, mira a Potter. ¡YA SE! —gritó de repente ella—. ¿Se pelearon otra vez, verdad? ¿Te lanzó otra maldición? —volvió a mirarlo, esta vez con desprecio—. ¡Potter eres un niño malo! Nunca me voy a olvidar de lo que le hiciste a Draco, desgarrarle de esa manera su pecho.
—¿Qué? —preguntó sin entender nada.
Luego Myrtle miró a Rose, y la desconcentración volvió a su rostro.
—Tú también te has encogido, niña gato.. No entiendo, ustedes jamás andan juntos ¿dónde está el otro pelirrojo?
Albus se cansó de no entender nada y se removió el cabello en desesperación. Por suerte, Scorpius sacó de su lado más cortes.
—Disculpa, ¿Myrtle? Yo no soy Draco. Me llamo Scorpius Malfoy. Soy el hijo de Draco. Este —lo señaló—, creo que lo confundes con su padre también, se llama Albus, Albus Potter.
—¡No! —gritó la fantasma, pero volvió a mirarlo—. Eres el hermano del Potter pelirrojo. ¡Merlín! —empezó a reírse como loca—. Entonces es cierto. ¡Potter se casó con la niña Weasley! —miró a Rose—. Tú no eres el gato entonces. ¡No me digas! —Advirtió—. Eres la hija de la niña gato y el chico Weasley.
Rose parecía ofendida.
—Mis padres se llaman Hermione y Ronald, no niña gato y chico Weasley.
—Como sea —dijo Myrtle.
Pero Albus no iba a dejar que se fuera por las calcetas de Merlin, no. Ella dijo algo que querían saber. Se apresuró a no dejarla hablar.
—Mencionaste a mi hermano. Ya conoces a James entonces.
—Oh, sí. Es un Potter muy poco educado y frustrado —empezó a surcar un grano en su propio rostro. Albus miró para otro lado—. Solo lo vi una vez. Me contó que era hijo del Gran Harry Potter, me dijo su nombre —se encogió de hombros—. Luego se puso decirles cosas raras, palabras divertidas a la cañería —señaló
Rose, por primera vez, se adelantó interesada.
—¿Palabras divertidas? ¿A la cañería?
Myrtle rió, asintiendo, volando cerca de su prima pero sin sacar sus ojos de Scorpius.
—Sí, creo que este Potter perdió la cabeza —estaba encantada. Albus se sintió ofendido. Además, había cosas que dijo que empezaban a hacerlo sentir incómodo, pero se las guardó para analizar después, no es que se les haya pasado por alto.
—Definitivamente —susurró Rose. Myrtle cambió la cara.
—¿Sabes? Me caes mejor que tu madre —entonces suspiró y volvió con Scorpius—. He escuchado cosas horribles de tu padre, pero todas son mentiras. Él era solo una víctima. Incluso Potter.. Potter padre lo atacó, en estos baños… lo dejó tirado, sangrando mientras no hacía nada… fue el profesor Snape quien salvó a Draco.
Eso. Justo eso era lo que Albus quería llevar y analizar. Tragó duro y miró a Scorpius, su amigo no lo veía a él, sino a Myrtle. El corazón le dio un tirón.
—Mi padre es consciente de todos sus errores, Myrtle —dijo tranquilo Scorpius. El fantasma pareció, si tuviera color, sonrojarse al escuchar su nombre—. Se arrepiente de todos ellos y de no haber sido lo suficientemente valiente para enfrentarlo en ese momento. Y no te preocupes, sé quien fue mi padre, pero más importante, sé quién es hoy. Respecto a —lo miró finalmente. No vio nada más que amistad para con él, haciendo que respirara tranquilo—, lo del padre de Albus… Sé que eran algo así como… enemigos. Por cierto, ya que mencionaste a Snape, el profesor Snape ¿Sabes que el segundo nombre de Albus es Severus?
Myrtle la llorona no hizo más que chillar y empezó a llorar, no de dolor dijo, sino de emoción. Empezó a relatar una novela al parecer. Siguió llorando y se metió en un inodoro y todo el baño empezó a llenarse de agua.
—Será mejor que nos vayamos —dijo Rose. Scorpius y él le hicieron caso. si alguien pasaba por allí, le echarían la culpa y los castigarían otra vez.
Agitada, Rose tiró de su brazo izquierdo y del otro lado estiró el brazo de Scorpius.
—¿Vieron lo que intenta hacer James? —preguntó—. Intenta abrir la cámara de los secretos.
—Creo que fue él quien susurró eso cuando mirabamos las arañas —dijo Scorpius—. No lo vi porque estaba bajo la capa.
—La pregunta —Rose se detuvo, soltandolos—, es: ¿Para qué?
Cuando llegaban a donde se separaban, la directora McGonagall caminaba hacia ellos. Albus quería perderse. Mierda , serían castigados. En su cabeza estaba inventando posibles discursos, pero todos murieron cuando al llegar, solo miró a Scorpius.
—Señor Malfoy, qué bueno que lo encuentro. Algo terrible ha pasado, su padre… Será mejor que su abuela se lo diga, espera por usted en dirección. Un traslador está esperándolos.
***
Scorpius sentía que le temblaba todo el cuerpo. No fue consciente de cuándo se alejó de sus amigos, sólo siguió a la directora. Apenas era consciente que estaba en dirección, escuchando su abuela decir que su padre estaba herido.
¡Merlin, su madre estaba bien! Pero el alivio jamás llegó porque quien estaba mal era su padre. ¡Y su abuelo también!
Aunque su abuela acababa de decirle que su padre estaba bien, solo algo… lastimado.
¿Cómo alguien podía estar solo algo lastimado?
Alguien atacó a Malfoy Manor y lastimó a su padre y abuelo.
Sintió una mano sobre su hombro, empujándolo.
—Scorpius, si no tocas el traslador lo perderás —dijo bajito su abuela.
La mente de Scorpius estaba lejos, peró tocó el mugroso y oxidado plumero.
Todo había estado tranquilo últimamente. Casi no salían noticias de su padre, Catherine Jones apenas apareció en los diarios, ¿qué sucedió? ¿Algo que no leyó? ¿Por qué?
Sintió el tirón desde su ombligo. Giró. Giró.
***
La mañana amaneció con varias ediciones del Profeta, al parecer, revelando las diferentes verdades del hecho.
El Profeta: Auror Potter ataca a cuatro nobles magos
Ayer en la noche, cuatro personas fueron atacadas por Harry Potter cuando se defendían de un ataque despiadado de los Malfoy.
La verdad: Auror Potter corrió ante la alarma en Malfoy Manor
La verdadera razón por la que Harry Potter atacó a cuatro personas es que entraron ilegalmente a Malfoy Manor y empezaron a atacarlos con los prohibidos.
Catherine Jones aparece de nuevo
Catherine Jones está desde anoche en el Ministerio presentando su lista y exigiendo votaciones para un nuevo Ministro de Magia.
"Basta de defender a los mortífagos. Basta de definir a los magos y brujas honestos y honestas.
Hermione Weasley en contra del uso de prohibidos.
"El uso de los imperdonables está penado por la ley mágica actual sin importar condiciones. Hasta los aurores lo tienen estrictamente prohibido. ¿Por qué deberíamos desestimar la denuncia de esta gente usándola? Sus varitas fueron registradas. La usaron más de una vez" dice al respecto, y agrega "basta de odio desenfrenado. Tendrán su juicio justo, allí podrán probar o no sus razones"
El señor Draco Malfoy, el padre del protagonista del triángulo amoroso infantil más importante del momento, se encuentra en San Mungo al igual que su padre. Al respecto, Weasley agrega "Draco Malfoy está fuera de peligro pero bajo observación. Su padre es quien está en estado crítico después de ser atacado cuando fue por uno de los agresores de su hijo"
***
Harry vio un grupo de nuevas personas entrar al ministerio. Estaba allí solo para llenar los informes pero volvía a San Mungo cuando los vio. El dolor de cabeza aumentó, entonces, los nuevos magos y brujas empezaron:
—¡Basta de odio!
—¡Basta de odio!
—¡No a Catherine Jones!
—¡No a Catherine Jones!
Eran más que el grupo de Catherine Jones quien, al parecer no previendo la reacción de la gente, no tuvo más que irse. Harry poco a poco empezó a ver que los artículos de Hermione y suyos lograron que se centraran en lo importante. Era cierto que había información fuera circulo, como la declaración de unos de los magos, que aseguraba haber ido a Malfoy Manor porque tenían secuestrada a su hija. No mucho después, Harry encontró a la hija en una discoteca, ida por algún tipo de poción adictiva, muy parecida a la droga Muggle. Tal vez, en su juicio, pudiera perdonarsele, pero el uso de un prohibido le garantizaba una condena segura en Azkaban. Era el único que no pertenecía al grupo de Catherine Jones de entre los atacantes.
Cuando llegó a San Mungo se encontró con Astoria y Narcissa y les dio las nuevas noticias. Entonces vio a Scorpius que tenía su mano alrededor de la espalda de una Merlina con su vista en la pared blanca sin un cuadro ni nada enfrente de ella.
—No se preocupe, auror Potter —le dijo Astoria—, ellos saben que Draco está bien. Temen por su abuelo. Pero el Sanador dio buenas perspectivas para él también.
Harry intentó asentir pero se preguntó si Scorpius y Merlina sabrían de sus viejas heridas.
Respiró hondo.
En eso, salió de la habitación de Malfoy uno de los sanadores que Harry logró hacer que atendiera a los heridos. Era una suerte que fuera un fan suyo, uno que no pensaba que había perdido la cabeza y confiaba en el buen juicio del salvador.
—El Profeta puede seguir diciendo su basura, las personas que pasamos por la guerra sabemos lo que es. Y si Harry Potter defendió a Malfoy hasta hoy, por algo es. Yo también confiaré en él. Yo lo atenderé. Sé de alguien que pueda atender a su padre, ahora mismo lo llamaré —le había dicho.
Esperó que hablara con Narcissa y Astoria antes de pedir hablar en privado con él. Vio a Astoria ingresar con Scorpius y Merlina a la habitación de Malfoy.
—Hay algo que quiero preguntarle —fue directo. El sanador asintió—. Cuando traje a Malfoy, vi heridas en su cuerpo…
—Quemaduras —lo corrigió el sanador—. Son quemaduras. Posiblemente una variación entre un incendio y algo peor me temo. Pero son muy viejas, señor Potter. No pertenecen a este ataque.
—Lo sé. Parecen totalmente cicatrizadas
—Sí, lo que es raro. Su… bueno, en su ficha no aparece algo como tal, pero puedo reconocer la mano de un Sanador cuando la veo, y fue alguien muy bueno en su trabajo. No me extrañaría que hubiera buscado atención fuera. El Hospital interviene muchas veces para que no atendamos a ciertas personas, aunque yo no pienso igual. Mi maestra me enseñó eso.
Harry temió lo mismo, que esas heridas, quemaduras, no fueron atendidas en San Mungo, pero le alegró saber que fueron cuidadas por una mano sanadora. Respiró aliviado por lo menos.
—¿Cuántos años cree que tengan esas quemaduras?
El sanador lo pensó.
—Tres tal vez. Las cicatrices en el pecho, sin embargo, tienen mucho más.
Harry se movió inquieto, creyó haberlas visto también, haciendo que su estómago diera un tirón. El sanador no lo notó y continuó:
—Algún hechizo cortante, tal vez. Una maldición sin duda. Aunque esas, me atrevo a decir, son de su adolescencia. ¿castigo de voldemort?
No , pensó Harry. Si era lo que creía, eran las cicatrices de un sectumsempra lanzado por él hace muchos años. Hace 20 años, en los baños de Hogwarts. Tragó.
***
Albus se olvidó de James y en su intento de abrir la cámara de los secretos por los siguientes días. Ni siquiera le importaba el sermón de los profesores y profesoras sobre los exámenes próximos. Apenas se concentró en las clases de DCAO, donde, por alguna razón, le estaban enseñando el hechizo repelente de arañas. Un poco tarde , pensó con enojo, pero rápido se le pasó.
Todo lo que pensaba era en cómo estaría su amigo. Recibió una carta después de ver la noticia en el Profeta del estado de su abuelo la mañana siguiente a que la directora se lo llevó. Scorpius le dijo que estaba bien y que el periodico estaba exagerando un poco, aun así, estaba con Merlina y su madre, dándole ánimos a su abuela. También, que su padre estaba fuera de peligro y ya habían podido verlo.
Pensaba que tal vez debería estar a su lado. Le escribió a su padre para pedirle permiso, para rogarle a decir verdad. No tenía respuesta aún. Estaba en clase de Herbología, aprendiendo propiedades de plantas que le importaban un knut. A Vincent y Sophie su padre los retiró esa mañana para visitar a su tío.
Albus miró al profesor Longbotton. Parecía tan tranquilo. Por supuesto, pensó con descaro, odiaba a los Malfoy. No lo decía, pero Albus sabía lo que su profesor tenía contra ellos. Tal vez no con Scorpius, sí con su familia.
Maldición , pensó cuando salió de allí. Rose se le acercó. Estaba enojada con ella también. Rose le dijo algo como que lo mejor que podían hacer era estudiar en esos momentos. Él no estaba de acuerdo.
—Si vienes a invitarme a la biblioteca, ahorratelo. Ve a invitar a Thomas, que el pobre sin Vincent no sabe qué hacer
Rose lo miró con dolor. A Albus no le importó, siguió atacando.
—No puedo creer que te importe estudiar en vez de encontrar la manera de ir a estar con Scorpius.
—No es que no quiera estar con él —dijo Rose a la defensiva—. Es solo que eso no ayudará a su abuelo, ¿no? Además, ya lo dijo, los periódicos exageran
Albus se detuvo.
—No se trata de si eso ayudará a su abuelo, se trata de que Scorpius perderá a su madre, y esa noche casi pierde a su padre y a su abuelo.
—Bueno, yo no lo conocía.
La empatía de su prima le daba escalofríos. Se dio vuelta y empezó alejarse de ella. En eso, notó que alguien caminaba a su lado. Era Thomas.
—Si pudiera iría —le dijo el chico—. Pero mi padre ha dicho que es mejor quedarme en el Castillo.
Asintió. Al menos Thomas mostraba apoyo por Scorpius. Sabía que le mandó varias cartas, a diferencia de Rose que mandó una seguramente con las frases más falsas que el rumor de Scorpius siendo Hijo de Voldemort. Estaban acercándose al castillo cuando vio la figura de su padre.
—Papá —casi corrió a su encuentro—. Por favor, dime que…
—Sí, Al —sacó una bolsa—. Creo que es buena idea ver a Scorpius.
—Oh, papá —Albus casi se larga a llorar, solo corrió y lo abrazó y tomó la bolsa.
***
Scorpius estaba preocupado por Merlina sobre todas las cosas. Intentaba ser fuerte por ella, aunque al verla, ella no parecía necesitarlo. No había ni siquiera indicios de angustia en su rostro, pero él sabía que estaba muy asustada por su padre y abuelo. Sintió una mano sobre su hombro. Miró arriba.
—Padre —susurró, sonriendo. Finalmente se iban del hospital, aunque estaba de pie gracias a su madre, que débil y afectada por su maldición, aún tenía las fuerzas para tenerlo de pie.
—Alguien vino a saludar —dijo. Scorpius miró detrás. El señor Harry Potter entraba con Albus a su lado—. Ve.
Era bueno que su padre le diera el permiso, aunque si no lo hubiera hecho, él habría salido corriendo igual. Su amigo lo abrazó fuerte. Albus también se acercó a Merlina. Fue bueno que Albus se mantuviera a su lado y lo escondiera un poco cuando las lágrimas se le escaparon. Había estado tan asustado, aunque en todo momento su madre le aseguró que su padre estaba fuera de peligro.
Scorpius no notó nada cuando se quedó con los mellizos y Albus, pero detrás de ellos, un Harry Potter pareció entablar una conversación amena con su padre y madre.
Su abuelo debió quedarse unos días más en San Mungo, Scorpius no logró verlo porque tuvo que volver a Hogwarts.