El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy

Harry Potter - J. K. Rowling
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El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy
Summary
Una mujer lidera un grupo en contra del Ministro y en contra de los mortífagos, en especial de Draco Malfoy. Más y más gente se suma a este nuevo movimiento. Harry, Hermione y Ron hacen lo que pueden para emprender el lema “Basta de odio”.En medio de toda esta guerra política, Scorpius, Albus y Rose empiezan su segundo año en Hogwarts,James Sirius Potter, que empieza su tercer año, sigue confundido respecto a Scorpius Malfoy. ¿Es tan bueno como su hermano dice? ¿O solo aparenta serlo? Se dicen tantas cosas en los medios y el colegio, que no sabé qué hacer para saber la verdad.
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Capítulo dieciséis. El Bosque Prohibido

Capítulo dieciséis. 

El Bosque Prohibido

Poco a poco, Catherine Jones había ido perdiendo fuerza. Muchos seguidores la dejaron a medida que el discurso ¡Basta de Odio! se popularizó. Tal era el impacto de estas palabras que la mujer ni siquiera se acercaba a protestar en el Ministerio. Toda la revolución de desmantelar al actual Ministro frenó y las acusaciones a ex mortífagos se apagaron. Kingsley estaba contento por esta situación. 

—El mundo mágico está entrando en sus sentidos, Harry —le dijo una mañana—. Finalmente, parece que el mundo que buscábamos después de la guerra está sucediendo. 

Harry pensaba lo opuesto. 

—No lo sé, ministro. Creo que es sospechoso que desaparezca así. 

Kingsley asintió, respirando hondo. 

—Eso sí, pero mientras esté inactiva, el discurso Basta de odio puede crecer, le costará volver con fuerza. Debemos aprovechar esta oportunidad y seguir insistiendo con Basta de odio. 

Harry se mordió los labios para no decir nada. Si algo había aprendido en estos años, es que la gente a veces era inesperada, y podía cambiar de simpatizantes en un pestañeo de ojos. Pero estaba de acuerdo que era el mejor momento para seguir con el cometido de Basta de odio. 

Durante la hora del almuerzo, Harry se encontró Hermione en los pasillos del Ministerio. Con ella, a veces era más seguro decir sus pensamientos. Kingsley le caía bien, pero desde que volvió a su cargo, a veces le parecía más preocupado por mantener su buena imagen que el mundo mágico de verdad.

—Nadie la ha visto en semanas, Hermione —dijo, cuando salían del Ministerio. 

—Concuerdo que es extraño, pero el fandom de Scorpius y Rose y —lo miró riendo—, el de Scorpius y Albus —Harry frunció el ceño. No sabía cómo sentirse aun con su hijo de doce años siendo protagonista de historias amorosas en las revistas y diarios. No lo malentiendan, no le molestaba que emparejaran a Albus con otro chico. Hermione había calado en él con la diversidad y esas cosas. ¡Merlín que el mismo a veces encontraba atractivos a algunos hombres! Pero su hijo era un niño aún—, más la palabra de Luna —continuó Hermione. 

Harry la interrumpió. 

—Y las tuyas, Hermione. Date algo de crédito.

Su amiga se sonrojó y continuó:

—Han hecho entrar bastante en razón a la gente, Harry. Es algo bueno. Ron me contó que el otro día vio a Malfoy caminar por los negocios. Y hasta Goyle apareció en Sortilegios Weasley. 

—¿En serio? —preguntó. No habían sido vistos por nadie desde el comienzo de las charlas y quejas de Catherine Jones. Sabía que habían presentado muchos problemas para comprar las cosas para Hogwarts. 

—Sí. Y Ron me dijo que tuvo una conversación civilizada con él. Ya sabes, Rose y Sophie Goyle se llevan bien, tienen una ideología parecida aunque… —su amiga sacudió la cabeza sin dejar de sonreír—, es difícil de creer. No digas que dije eso. Rose podría tomarlo mal. 

Harry selló sus labios. Sabía lo susceptibles que eran sus hijos cuando decía algo que parecía fuera de lo común de la familia de sus amigos y amigas. 

—Por cierto —Hermione y él entraron a una cadena de comidas Muggle. Era el día de un permitido chatarra. En esos momentos, Ron se les uniría—, Rose me contó que James y Henrietta terminaron. Lavander también me lo contó hoy. 

Harry miró desconcertado a su amiga. Él no sabía nada. 

—James solo me escribió para decirme que el siguiente partido de Quidditch será contra Slytherin. Creo que salía con ella solo por… ¿curiosidad? Ojala no la haya lastimado. 

—Son niños, lo superarán. Ahora… —Hermine se vio incómoda—, tal vez sí debas preocuparte por esa falta de comunicación de James. Tal vez sea importante que conversen… ya sabes… pronto tendrá 14, 14 se harán 15… salir con alguien… bueno… ¿hormonas? No es bueno que haya falta de comunicación en ese aspecto. 

Harry se puso rojo. Le aterrorizaba ese momento. Le aterrorizó saber que su hijo de 13 años tenía su primera novia de 14, la perspectiva de que pronto debería de tener una conversación con él de educación textual era… tal vez hasta peor que luchar una guerra. 

—¿No es posible solo detener el tiempo o darle un libro? —preguntó. La verdad, le encantaría tener a Ginny en estos momentos. Ron tendría a Hermione. Estaba claro que la que hablaría allí era ella. 

—No. Y no —dijo, mirándolo—. No se puede detener el tiempo, Harry. ¿y cómo le vas a dar un libro? No lo leerá —Harry en ese momento la miró, con una idea en mente. Tal vez podría pedirle a ella que hablara con su hijo. Su amiga sacudió la cabeza—. Sé lo que estás pensando. Podría hacerlo —Harmione era bueno leyéndolo—. Pero tú eres su padre, y eres tú quien debería hablar con él. No yo, Harry. Y tampoco Teddy. Ni Andromeda. Ni Molly. 

Mierda. Hermione siempre parecía leer sus pensamientos. 

Suspiró, rendido, después pensaría en ello, ahora solo se pidió la hamburguesa muggle más grasosa del menú. Ron llegó cinco minutos después y pidió lo mismo, lo que ocasionó que su mujer lo mirara sorprendido, fue peor cuando él la ignoró. Ron incluso ignoró a Harry. 

—Okey, Ron ¿Qué sucede? —preguntó Hermione después de varios intentos de hacer fluir alguna posible conversación. En respuesta, Ron apuntó a los dos con sus dedos y después de tragar, los acusó.

—¡Ustedes lo sabían! ¿Verdad? Hoy, cuando salía del trabajo —dijo—, me encontré  a nada más y nada menos que el padre de los gemelos Scamander. ¡Sí!, el marido de Luna. ¿Y saben qué me dijo? Que estaba por ir a Hogwarts. ¿Saben por qué? ¡Oh, por supuesto que saben por qué! ¡Yo sabía que escondían algo! .Pero me dije, no te preocupes Ronald, son cosas del Ministerio. Pero Scander me acaba de iluminar con su respuesta, ya que dijo que iba al colegio  porque había criaturas —enfatizó la palabra—, que buscaban acercarse a los estudiantes y comérselos. Apuesto también a qué saben qué criaturas. 

Harry y Hermione se miraron, estupefactos. Por supuesto que sabía que lo último que Hagrid haría sería matar a los descendientes de Aragog. Pero ¿Llamar a Scamander? Se enteraría todo el mundo mágico, de hecho, era un milagro que no saliera en el Profeta. O que algún padre se hubiera quejado. 

—Ron —intentó suavizar Hermione estirando su mano para tranquilizar a su esposo—. Es Hogwarts, el lugar más seguro… 

—Hermione, nosotros vimos esas arañas en tercer año, ¿lo recuerdas? Y te recuerdo, que pelearon para Voldemort. Explícame qué hacemos aquí y no sacando a Rosie del castillo. 

—Ya le escribí a Minerva, Ron. 

—Por supuesto que sí —Ron estaba enojado, producto del terror que le tenía a las arañas. Era una fobia que jamás superaría. 

—Me aseguró que ya tomó todas las precauciones. No pasará nada, Ron. En serio. 

—Eso espero. ¡Y tú! —apuntó a Harry—, mi amigo, tampoco me dijo nada. Nadie me contó nada. ¡Ni siquiera George!  Aunque él lo debe encontrar divertido. 

Después de haber descargado su furia, Ron pareció tranquilizarse y terminar su hamburguesa moderadamente, Harry levantó la cabeza al momento que captó algo brillante escondido en un pasillo al frente de donde estaban. Lo reconoció. Era un Patronus. Se puso de pie. 

—¿Harry? —llamaron sus amigos. No se detuvo y solo salió, cruzando. Seguro entenderían qué había ido hacer porque no lo siguieron.

Se adentró al pasillo oscuro, notando el lince. 

—Soy Harry —susurró. El Lince se acercó y se sentó, comunicando el mensaje para él. 

—Han atacado al pocionista para el que trabaja Cho Chang. Está grave en San Mungo. Testigos dicen que fue… 

—Draco Malfoy —Al ataque de nuevo a Malfoy. Estaba claro que era personal, el tema es que muchos tenían algo personal con él—. Iré de inmediato a San Mungo. 

Solo regresó para hacerles saber a  Hermione  y a Ron lo sucedido y donde iba.. 

*** 

El viernes, Scorpius, sin cenar, junto a Albus, Thomas, Vincent y Sophie, estaban en la puerta del despacho del profesor Slughorn. No alcanzaron a tocar cuando la puerta se abrió y el profesor les sonrió. 

—Oh, ya están aquí. Fantástico. Fantástico —dijo, pasando a cada uno una bolsa llena de varias botellas que parecían tubos de ensayo,  varias cajas de vidrio y un par de guantes que parecían ser de piel de dragón. 

—Profesor —preguntó, mirando el contenido—. ¿Qué es esto?

—Materiales para recoger ingredientes, por supuesto. ¿Qué más seria?

Scorpius intercambió una mirada con Albus, que negó, desconcertado. 

—¿Recoger ingredientes? —preguntó mientras lo miraba a él. 

—Sí, sí —respondió feliz su profesor—. Eso haremos esta noche. Recoger ingredientes en el Bosque Prohibido. 

Scorpius vio palidecer a Albus, seguro tanto o más que él (porque de seguro, él también perdió color solo que no se le notaría tanto, eso creía al menos). 

—¿A-a-a-a al Bobosuqe Pro-prohbidio, señor? —tartamudeó Thomas. Slughorn lo miró como sintiendo pena por él. 

—Así es, pero no tema, joven Foster. 

—Pe-pero… —no se entendió nada de lo que dijo hasta las últimas dos palabras—... arañas asesinas. 

Vincent tomó el hombro de su hermana y empezó a decirle que se mantuviera cerca de él o el profesor. En eso, Slughonr rió a carcajada suelta. 

—¡No seas gallina, Foster! ¡Arañas asesinas! Esas arañas tienen un veneno que es muy rico para pociones. ¡Vale oro! —recalcó, como si el veneno no fuera mortal—. No teman, van conmigo —eso es lo que más asustaba más a Scorpius. Slughorn era el jefe de la casa de Slytherin porque fue un Slytherin, pero se lo recuerda más por huir en batallas que por hacer frente. De hecho, cuenta las biografías no autorizadas, que durante la época de Voldemort se la pasó escondido. Incluso dicen que se llegó a transformarse en un sofá para no ser acarreado a la guerra—.  Y ya no están cerca, señor Foster. Además —los miró a todos—, no estaremos solos. El profesor Hagrid y alguien más estará con nosotros. 

—¿Alguien más? —preguntó Scorpius, de repente curioso. Esperaba que fuera alguien como Harry Potter, el padre de su amigo. 

—Así es, viene para adentrarse al Bosque en realidad, para ayudar  a Hagrid a lograr que las arañas no vuelvan a acercarse al castillo. Es un experto en criaturas, como su abuelo lo fue una vez… ¿pueden adivinar quién? 

Scorpius volvió a mirar a Albus, ambos pensaban que no era el momento de adivinanzas. Entonces, Vincent levantó su mano. 

—¿Joven Goyle? —preguntó el profesor, no muy seguro.

—¿El señor Scamander? 

Slughorn pareció impresionado de verdad, asintiendo torpemente. 

—Correcto. Muy bien, joven Goyle —Vincent se sonrojó y miró a su melliza quien reía bajito. Estaban comunicándose entre ellos dejando a todos afuera. Cosas de mellizos. Scorpius sacudió la cabeza—. ¡Oh, vamos, vamos! Llegaremos cuando se hayan ido y no queremos entrar sin ellos al Bosque, vamos. 

*** 

Scorpius no tenía idea qué imaginó al pensar en el señor Scamander, pero ciertamente, no el señor que tenían enfrente. Era flacucho, no muy alto (¡Merlín, era más bajo que su padre!), con sonrisa bonachona. Parecía un hombre muy, muy débil. ¿Tendría magia siquiera? se preguntó. Su túnica estaba algo sucia. No, no generaba una buena primera impresión, pero entonces recordó sabias palabras de su padre: No juzgues. Se tragó su juicio y sonrió, saludando. 

—¡Oh, sí! —exclamó el señor Scamander—.  Mis hijos me han hablado mucho de ti. Dicen que eres un buscador increíble —dijo cuando se presentaron. Luego, también elogió a Al, aunque ellos ya se conocían—. ¡Albus! ¡Qué alegría verte! Lorcan es tu fan en Quidditch —tuvo elogios para Vincent también—. Lysander dice que eres un Guardián excelente y estudiante responsable —cuando llegó el turno de Sophie, también encontró palabras—. ¡Ah, eres la fantástica de las criaturas también! Espero que veas la belleza en todas ellas —hasta encontró palabras para Thomas—. Sí, mis hijos me han hablado de ti. Tienes una facilidad para acostumbrarse al mundo mágico increíble. 

Scorpius no supo cómo sentirse, él poco y nada, más nada que otra cosa, había intercambiado con los hermanos Scamander que iban a primero. Les había dicho que le agradeció a su madre por lo que dijo de su padre, pero éste le confirmó que lo había malinterpretado. Ahora se dijo que tal vez debería acercarse un poco más a ellos. 

La cosa era así, ellos solo acompañarían a Hagrid y a Scamander hasta cierto punto, después seguirán mientras ellos se quedaban recogiendo los ingredientes que estaban anotados en una lista con letra desprolija que el profesor les dio. 

Era la primera vez que ingresaba al Bosque Prohibido. Ya no hacía tanto frío, pero aun así, el vapor de su aliento empezó a opacar su vista a medida que se adentraba más al bosque. De vez en cuando, Slughorn veía alguna planta que necesitaba y le ordenaba a alguien que la recogiera. Su favorito era Vincent. Bueno, a saber, el profesor solo decía Goyle y Vincent salía corriendo. Algún Goyle capaz era para Sophie, pero Vincent no dejaría a su hermana llenarse las manos de tierra.

—Lo haces bien, Thomas —dijo Hagrid, acercándose al chico que temblaba con cada paso que daba—. Ustedes son más valientes que ese chico de cuarto, no recuerdo su nombre. El nombre del otro es Michael, una vergüenza de Gryffindor si me permiten decir —dijo con enojo, gruñendo tanto que su barba se movió. El señor Scamander le preguntó integrado y Hagrid contó la historia con gusto—. Estábamos más a la orilla en realidad. Hace mucho que los castigos al Bosque estaban fuera de circulación. No sé que lo asustó al chico de cuarto, la cosa es que empezó a correr gritándome que se iba, pero creo que le falla el sentido de la dirección, en vez de salir, el idiota empezó correr adentro. Michael empezó a seguirlo, gritando no sé qué patrañas, para cuando los encontré, los descendientes de Aragog los tenían acorralados. Uno, pobre, se había mojado los pantalones y más. Michael estaba escondido el muy cobarde. ¡Gryffindor las pestañas! 

Scorpius descubrió a Albus mirándolo, sonriendo divertido. Michael era de los que lo habían atacado en el tren a principio del año escolar. Un cobarde mísero. 

—Muy bien, aquí es donde se quedarán, chicos —anunció Slughorn—. Goyle —miró a los mellizos—, ambos —aclaró—, pueden trabajar en ese sector de allá —señaló—. Miren la lista, usen sus lumos, no se equivoquen. ¡Ah! Usen esos guantes por las dudas. Malfoy y Potter, por aquel predio de allá —el predio que señaló estaba más lejos—. También usen sus guantes.  Joven Foster, no, no se asuste, usted también, puede ir con los Goyle, saque la savia de los árboles, puede con eso. Nada lo atacará ahí. Y ahora —se tocó la panza y tomó algo de la bolsa de Scorpius—. Yo regreso en unos minutos. 

Y se fue corriendo, antes que alguno pudiera decir algo. Sí, el profesor acababa de dejarlos solos en el Bosque Prohibido. Tragando, Albus le dijo que era mejor hacer la tarea. 

—Entonces —explicó—, cuando regrese no tendrá excusa para dejarnos solos otra vez. Vamos —apremió.

***

Albus estaba con Scorpius recogiendo hierbas con una mano mientras que con la otra sostenía la varita con un lumus.  Llevaban treinta minutos así. Se habían alejado del predio que les indicó el profesor en busca de las otras especies de hierbas, pero no mucho. 

—¿Cuánto de estas hojas? —preguntó a Scorpius. 

—20 de 15 cm. 10 de 12 cm y 15 de  10 cm. De 20 llevamos apenas 7 —vio a su amigo pararse y hacer sonar su espalda. Luego, se puso en rodillas otra vez y empezó a medir. 

Clic, clic Se escuchó de pronto. Ambos se detuvieron y se miraron. 

—¿Escuchaste eso? —preguntó Albus. Scorpius asintió. 

—Sí. 

Ahora, los dos de pie, vieron a donde se supone estaban sus amigos. Ellos se habían adentrado otro poco también, por lo que no podían verlos. 

No volvieron a escuchar nada, así que estaban por ponerse de nuevo cuando…

Clic clic. 

Y una voz horrible se escuchó;

—Carne, carne frescaaaa 

Albus se quedó de piedra, Scorpius imitó su postura. Albus, más claro, podía oír algo caminando rápidamente, estaba seguro que en su dirección. Se escuchaba más cerca. 

—El profesor Hagrid no es —susurró Scorpius—. Sus pisadas son más pesadas. Al… 

La copa de los árboles se abrió y una forma gigante, de la altura de los árboles más pequeños allí tal vez, apareció, gritando:

—¡CARNE

Era una de las arañas, estaba seguro. Tenía ocho ojos negros. Todo su cuerpo estaba cubierto de pelo espeso. Sus piernas medían el tronco de un árbol.  Un set de gigantes quelíceros podían verse delante. Sus pinzas eran las que producían aquel ruido. La desgraciada estaba emocionada.

Fue difícil respirar. Albus intentó gritar. 

Escuchó a Scorpius gritar ¿cómo había encontrado su voz? ¡Por los calzones más sucios de Merlín! ¡Era una maldita araña asesina gigante! Y dirigía sus pinzas a él. Iba a comérselo. 

Oh, el Profeta haría el festín. Su padre sobrevivió a las arañas en tercero  y él sería comido por una en segundo. 

—¡Al! —Lo llamó Scorpius, pero él no podía moverse. Carajo, iba a morir. Mierda

Elevó su varita, es todo lo que pudo hacer. Desactivó el lumus, entonces recordó una vieja historia. Aquellas criaturas le temían a la luz. No debió apagar el Lumus. 

—Voy a morir —susurró. 

De repente, algo pesado cayó sobre él. 

La araña, pensó. 

Su cuerpo chocó contra el suelo, su cabeza rebotó. El dolor se extendió. Dolor físico. Gritos alrededor. Estaba desorientado. Iba a morir. 

Pero no se moría. Y el dolor era el mismo. Se dio cuenta que tenía los ojos cerrados y un gran peso encima del cuerpo. Abrió sus ojos. Scorpius estaba sobre él, palideciendo, con los ojos entrecerrados. 

—¿Estás… —la voz de su amigo era muy débil—... bien? 

No. Se puso de pie. 

—Scorp. 

Maldición. Acababa de entenderlo todo. Scorpius… 

Miró su cuerpo. La araña… 

—Scoprius. 

Clic clic clic

CARNE 

—¡Arania Exumai! —gritó alguien. Albus respiró aliviado. ¡Eran los malditos adultos!

—Scorpius —dijo—. Está herido. 

El señor Scamander, que repelió a la araña, se acercó corriendo y sacó algo de su túnica. 

—Bebe, Malfoy. Bebe. 

Scorpius bebió como pudo. Albus sujetó su cabeza, acomodando su cabello. Poco a poco, el color fue volviendo a él, pero se veía cansado. 

—Menos mal que traje el antídoto a su veneno —susurró Scamander—. Luna siempre me dice que hay que andar precavido por todo —le sonrió el hombre. Albus solo pudo llorar. 

—Iba por mí —lloró—, pero él… yo no pude hacer nada.. yo… 

—Ton…to —susurró Scorpius—. Tampo…co… hice… na…da.. —sonriendo débilmente. Albus se secó las lágrimas. Maldición. Scorpius era su mejor amigo. Su mejor mejor mejor amigo. No pensaba perderlo por ser débil. Jamás.

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