El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy

Harry Potter - J. K. Rowling
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El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy
Summary
Una mujer lidera un grupo en contra del Ministro y en contra de los mortífagos, en especial de Draco Malfoy. Más y más gente se suma a este nuevo movimiento. Harry, Hermione y Ron hacen lo que pueden para emprender el lema “Basta de odio”.En medio de toda esta guerra política, Scorpius, Albus y Rose empiezan su segundo año en Hogwarts,James Sirius Potter, que empieza su tercer año, sigue confundido respecto a Scorpius Malfoy. ¿Es tan bueno como su hermano dice? ¿O solo aparenta serlo? Se dicen tantas cosas en los medios y el colegio, que no sabé qué hacer para saber la verdad.
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Capítulo quince. Siguiendo a James

Capítulo quince. 

Siguiendo a James

Era la semana después de que sus hijos se fueran nuevamente a Hogwarts y debido a que Lily, que había estado muy caída, Harry decidió salir con ella al Callejón Diagon. Justamente esa semana salió un nuevo modelo de escoba y como Lily era fan muy obsesiva, la llevó a verla. Cuando se trataba de Quidditch, era fácil hablar con su hija, de hecho, estaban tan entretenidos hablando de los pros y contra de la nueva escoba, que apenas notaron a Hagrid antes de chocar con él. 

—Hagrid —saludó contento—. Estas vacaciones navideñas no has venido a casa. 

—¡Oh, Harry! Pequeña Lily —se agachó para saludar a la niña—, pero qué grande estás. Mírate, cada día más parecida a tu mamá, tu bella madre… Ah, Harry, no he podido, hay… —miró para todos lados—. Asuntos de Hogwarts que no me dejan abandonar demasiado el castillo. Pero ahora… tuve que salir… todo se complicó —su mirada triste, el tono de su voz, le ocasionó a Harry un deja vu. 

Las personas no ponían así a Hagrid. Las criaturas sí. 

—No tienes un dragón en tu cabaña, ¿verdad, Hagrid? 

—¿Un dragón? —preguntó Lily. 

—¿Qué? —Hagrid se hizo el sorprendido, como si fuera imposible algo como eso—. Claro que no, Harry ¿Cómo crees? No. No… No puedo contarte. No debería. ¿Qué dicen si les invito algo caliente? 

Harry sonrió a su hija. Iría, debía asegurarse que en verdad no tuviera un dragón escondido en su cabaña o alguna criatura ilegal y peligrosa. Podía seguir siendo el profesor de Cuidado de Criaturas mágicas, pero no lo hacía más consciente del peligro real de las criaturas.  

—De acuerdo. 

*** 

Hagrid no tenía un dragón. No había inventado una nueva especie de criatura mágica. No, increíblemente. Aunque sí tenía que ver con una criatura que la única razón por la que existía en terrenos del castillo era por culpa. Se trataba de un problema real. Las descendientes de Aragog. 

—Juran, Harry, que alguien le robó a su hija. Mandó a una araña que salió del bosque y asustó a chicos de primero que se habían escapado del castillo para ver el sauce boxeador. No les pasó nada, no pongas esa cara, Harry. Pero las arañas no entienden que es imposible que alguien les haya robado su hija ¿Dónde la pondría?

—¿En una caja y la encerraría en un armario? (*)

Debajo de toda la barba, Harry vio a su viejo amigo sonrojarse. 

—Imposible, creeme, nadie ama las criaturas a ese nivel. Además, los estudiantes saben de ellas y le temen al bosque por su causa. Para mi está perdida, después de ese accidente… 

—¿Qué accidente, Hagrid? Dijiste susto nada más. ¿Albus y James están bien? 

—Por supuesto que están bien. No están involucrados en ese accidente. Se trató de un grupo castigado por decirle cosas al pobre de Scorpius  y en general, a los Slytherin. No entienden, Harry. Hay niños muy buenos en Slytherin —Harry asintió. Sabía que lo decía por el amor a su hijo, Albus, y bueno, Scorpius salvó a Rose. Ojala todos pensaran como Hagrid—. Los llevé al bosque, como te llevé a ti cuando eras pequeño —Harry lo recordó. Había sido castigado con Malfoy. El maldito había sido un cobarde, se rió de solo recordar aquello—. Pero uno de los chicos se fue muy adentro y las encontró. Lanzó cada hechizo que Ava le enseñó y las arañas lo querían comer… por suerte llegué yo, pero desde entonces, esta araña desapareció. 

Harry se puso serio. 

—Hagrid, es peligroso, ¿los chicos están bien? 

—Lo estarán. Tengo órdenes, Harry. Si no me creen que no tenemos su hija, bueno —palmeó una bolsa—. Habrá que decirles adiós. 

Por primera vez desde que llegaron al lugar, Lily habló.

—¿Vas a matarlas? ¿No hay otra forma? ¿Papá? 

No supo qué decirle a su hija. Para él era mejor matarlas. 

—Lily, hija, casi lastima a los alumnos de primero. No te preocupes ahora. Hagrid hará todo lo que pueda antes de dar ese paso. 

—Por supuesto, Lily. No llores. 

Cuando Harry le contó a Hermione, su amiga se puso como loca. De inmediato le escribió a su hija y a Minerva. 

—Solo… —pidió Harry—, no mandes al frente al Hagrid. 

—No lo haré, le diré que Rose me ha contado de los rumores… ¿Por qué esa niña no me contó algo tan importante? ¿Sabes, Harry? Ella este año no me está contando nada. Oh, y no le digas a Ron. Se pondrá loco, querrá sacar ya a Rose del colegio. Las arañas son… 

—Un tema prohibido, lo tengo. 

***  

Albus miró a Sophie con el ceño fruncido. 

—Es la habitación de los chicos —dijo, cohibido a cambiarse en su pijama. La chica lo miró mal y a él le dio un poco de miedo, le recordó que la chica tenía buenos puños. 

—Quiero ver el mapa. Sé que se lo mostrarás a ellos. Estoy segura, todas estas semanas no han hecho más que hablarse entre ustedes en susurros. 

Vio a Vincent moverse algo incómodo, sentándose al lado de su hermana. 

—Lo ves y te vas. A mi tampoco me gusta que estés en el cuarto de los chicos. 

Solo entonces sacó el mapa y se sentó sobre la cama de Vincent. Aún no le gustaba mucho tener una chica allí. Sacó su varita y apuntó al mapa que parecía solo un pedazo de pergamino demasiado viejo. Si alguien no supiera lo que era, lo tiraría a la basura. 

—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas —recitó. A continuación, empezaron a aparecer líneas, nombre de los lugares como Dirección, Biblioteca, después se llenó de pisadas, pocas moviéndose, muchas quietas en sus habitaciones. Finalmente, aparecieron los nombres arriba de cada set de huellas. 

—Wow —escuchó exclamar a Scorpius sentado a su lado. Se sintió satisfecho con la expresión de todos—. Mira, es el profesor Slughorn, está en su despacho. Ya debe estar dormido —apuntó—. Oh, mira… es tu hermano —señaló a otro lado, a la torre donde estaba situada la casa de Gryffindor—. Está con su novia. 

—¿Se estarán besando? —preguntó Sophie, con la mirada soñadora. Albus hizo una mueca. Puaj. 

—No pongas esa imagen en mi cabeza, Sophie —se quejó. Sophie lo miró con ojos sorprendidos. 

—Pero es lo que hacen los novios, besarse ¿no? Aunque ahora que lo pienso, nunca los he visto darse un beso, solo al principio. Al, ¿tu hermano habló de su relación en las vacaciones?

—¿Qué? No, no me importa su estúpida relación. Creo que ni están. ¿Quién estaría con él?

—Ya se fue —relató Scorpius. Su dedo apuntaba a Henrietta que al parecer se iba a su cuarto—. James sigue donde estaba. 

Albus resoplo. 

—Ahora se mueve —señaló Thomas, de pie frente a ellos—. Tu hermano no se está yendo a dormir, Al. Mira, salió de la torre. ¿A dónde creen que va? 

—A meterse en problemas —dijo Albus mecánicamente, casi sonriendo. 

Oh, su hermano castigado, que lindo. Aunque solo si lo encontraba. 

Miró el mapa, los profesores aún no patrullaban los pasillos, la directora estaba en su oficina, y todos los prefectos ya estaban en sus habitaciones.

 Maldición. 

Entonces, levantó la cabeza a sus amigos.

—¿Y si se la jugamos? No será atrapado. Miren, todos están en sus lugares. Es más, seguro está bajo la capa, podemos atraparlo y nunca sabrá por qué —sonrió de solo ver la cara de desasosiego de su hermano. 

Scorpius a su lado se relamió los labios, pronto, estaba sonriendo como él. A Thomas y Vincent también le empezaron a brillar la mirada, Sophie no se quedaba atrás, pese a que su hermano le mandó una advertencia, a Sophie le resbaló, pronto estuvieron todos bajando del cuarto lo más sigilosamente posible. 

Tener el mapa parecía de verdad muy divertido. 

***  

Estaban por uno de los pasillos que pocas veces usaban. Scorpius lo evitaba porque allí el piso siempre estaba lleno de agua. Se decía que era por un fantasma que falleció hace años en los baños del piso, y siempre que estaba triste, lloraba tanto que el agua de los baños se desparramaba. Scorpius no conocía al fantasma, pero como todo en el castillo, no hacía falta conocer para saber. 

El nombre de la fantasma era Myrtle la llorona, entre ellos solo la habían visto Thomas y Sophie. El primero un día que cortó camino para ir a una clase a la que llegaba tarde (llegó tarde de todas maneras porque se la encontró y ella, según Thomas, se enamoró de él y no lo dejaba pasar). Sophie no dijo por qué, solo que habló con ella una vez.  

—Nunca he usado este camino —confesó Scorpius—. ¿De verdad tu hermano está aquí? —preguntó a Al, mirando de nuevo el mapa. 

—Sí, ya lo miré varias veces. 

—¿Habrá venido a ver a Myrtle la llorona? —preguntó incrédulo  Thomas—. ¿Sabe que ella se enamora de todos los que pasan y los invita a morirse para estar con ella? 

Vio a Al encogerse de hombros. Entonces se calló y les señaló el mapa. James estaba al doblar, por lo que cuando respondió, lo hizo en voz muy baja. 

—Sé que es un imbécil, pero dudo que sea tan imbécil. Debe estar aquí por otra razón.  Vamos —luego, cerró el mapa y se lo guardó. Scorpius estaba seguro que era para que su hermano no lo viera. 

Sin embargo, cuando dieron la vuelta al pasillo, estaba vacío. Se miraron entre ellos. Recordó las palabras de su amigo, el mapa no miente, y supo entonces que James Potter estaba bajo su capa de invisibilidad. Vio a Al sacar su varita y alzarla. 

—Sé que estás aquí, imbécil. Sacate esta estúpida capa —no pasó nada. Eso que Scorpius prestó atención, por si lo escuchaba yéndose. De repente, Sophie profirió un grito que los hizo saltar a todos—. ¿Sophie?

Su amiga tenía la mano sobre el pecho, su mellizo estaba delante, con la varita alta, mirando a todos lados mientras las mejillas de su hermana se teñían de rojo. 

—No —explicó ella—. No pasa nada. Me asusté por el reflejo, son solo arañas. 

—¿Arañas? —Infirió él, acercándose. Las vio, en la pared—. Por Merlín, son miles. Están entrando al castillo. 

No sabía si eran miles, o más, un tanto menos, lo cierto es que eran muchísimas que se colaban por una rendija en la ventana de la torre y caminaban juntas, todas en la misma dirección. Se perdían en otra grieta, cerca de la puerta de los baños de mujeres. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. No tenía miedo a las arañas, no a las pequeñas como esas. Aunque en el montón podía ver unas patonas y otras de ojos rojos que le daban algo de asco. 

—Son horribles —comentó. Albus, a su lado, se acercó más. 

—¿A dónde creen que van? Miren —apuntó—. Se pierden por el marco. 

—¿Creen que se meten a las habitaciones? ¡Oh, Merlín! ¿No serán bebés las arañas que se acercan al castillo? —dijo Thomas. 

—Dudo que los bebés de esas sean tan pequeñas —Dijo él—. Los de primero que fueron asustados por ellas dijeron que Hagrid gritó que era casi bebé. Y era enorme según ellos. 

El susto a los chicos de primero había sido noticia en todo el castillo. Esperaron que saliera el Profeta, pero no fue así. Eso apagó un poco el bum después de una semana de la intromisión de la araña. Aunque a veces escuchabas a un alumno o alumna contar el relato otra vez, aunque con algo modificado. Se le agregaba heridos trasladados a San Mungo, profesores muertos. Sí podían creer en una versión, era la primera. Y decían que eran del tamaño de la casa del profesor de Criaturas Mágicas, el profesor Hagrid. 

Era imposible que estas bolitas de araña fueran hijas de esas cosas. 

—Ti-tienes ra-razón —dijo un no muy aliviado Thomas. Scorpius lo miró. Estaba claro que estaba asustado. A Scorpius en cambio le intrigaba. Eran muchas arañas entrando al castillo. 

—¿Habrá un lugar que las aloje a todas? —preguntó a nadie en particular. 

Scorpius tenía la vista en todos sus amigos y en Sophie, por lo que supo que ninguno dijo nada, sin embargo, estaba seguro de haber escuchado algo como “la cámara de los secretos” muy cerca de su oído. Recordando por qué estaban allí, lanzó un manotón en esa dirección. Jura que casi rozó algo. 

—¿Scorp? —preguntó Al. 

—Se fue —dijo él—. Tu hermano se fue. 

Su amigo, recordando de repente al parecer qué estaban allí por James, sacó el mapa. 

—¡Maldición! —gritó, tal vez demasiado fuerte—. Ya está demasiado lejos. Ay, no… —gimió de repente. Pero no hizo falta más, Scorpius vio la alta figura a su espalda mientras Vincent le ayudaba a esconder el mapa debajo de su túnica. 

—Vaya, vaya —canturreó el profesor Slughorn, tamborileando los dedos en su panza. 

—Profesor —dijeron todos, poniéndose lo más derechos posibles. Tal vez, sólo tal vez, tuviera piedad de ellos. 

—Qué decepción, alumnos de mi casa a estas horas de la noche. ¿También vienen a molestar a la pobre de Myrtle? No, no respondan. Cuantas menos mentiras digan, mejor. Vayan a sus cuartos. Mañana les llegará su castigo. Vamos, andando. 

—Mi hermano también debería ser castigado —interrumpió Al. Scorpius tiró a escondidas de su túnica. Por más razón que tuviera, no tenían pruebas de eso. Se hizo evidente cuando el profesor elevó las cejas. 

—Dije que cuantas menos mentiras mejor, señor Potter. Lamentable su comportamiento, qué dirá su padre y su madre desde el más allá. 

Scorpius no podía creerlo ¿Cómo se atrevía a traer a la madre de Albus? Por primera vez, miró horrorizado y con odio a un profesor. Ya no tiró de la túnica de su amigo, le tomó el brazo, calmandolo. Slughorn no acababa de sermonear, sino de lastimar. No fue el único apoyando a Albus, Vincent del otro lado hizo lo mismo. 

—Ah —agregó el profesor, mirándolos como si de verdad estuvieran decepcionados de ellos—. 30 puntos menos por cada uno. 

Thomas abrió la boca gigante. Se venían muchos discursos, retos de Jenna, del prefecto, de toda la casa. Acababan de perder todos los puntos y más que habían ganado antes de las fiestas por su victoria en Quidditch. Ahora solo quedaba esperar que el castigo no fuera el viernes que se retomaban las prácticas. 

*** 

Joven Malfoy, 

El día viernes a las 18 hs deberá presentarse en el despacho del profesor Horace Slughorn para cumplir con su castigo.

M. McGonagall. 

—Tarón y Kate van a matarme —dijo, bajando su cara durante el desayuno de la mañana siguiente. Albus y Vincent tenían la misma cara descompuesta que él. 

—Van a matarnos —aclaró Al después de que todos compartieron el contenido de sus notificaciones—. Al menos ahora tenemos clases con Ravenclaw, aún no oiremos el regaño de Rose. 

Scorpius asintió, mirando a la mesa de los leones. 

—De todas formas, creo que ya lo sabe —le dijo, viendo la forma en la que su amiga los miraba con los ojos entrecerrados. Suspiró y miró más allá. James Potter, como era costumbre este año, no estaba riéndose a carcajadas, aunque hablaba entre susurros con su primo Fred Weasley. Se dio cuenta que estaba mirándolo, pero Scorpius desvió la mirada en cuanto vio los orbes azules moverse en su dirección. Estaban castigados por seguirlo a él, y ni siquiera lograron averiguar qué hacía allí. 

Durante la noche, para olvidar que serían castigados, intentaron teorizar. Thomas citó algo que dijo Slughorn, de molestar a Myrtle la llorona, por lo que, después de muchas discusiones llegaron a la conclusión que encajaría con algo que James Potter haría. 

Ese día fue muy difícil. Kate, Tarón, Jenna y después del almuerzo Rose, le dieron un discurso. Rose hasta dijo que se merecían un castigo peor, poco le importó que hubieran ido allí para seguir a su primo mayor. 

Joder. 

Scorpius terminó el día enojadisimo. Al menos, pensó, casi para darse ánimos, el Profeta por una vez no mencionó a su padre, ni a Catherine Jones, ni nada. 

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