El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy

Harry Potter - J. K. Rowling
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El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy
Summary
Una mujer lidera un grupo en contra del Ministro y en contra de los mortífagos, en especial de Draco Malfoy. Más y más gente se suma a este nuevo movimiento. Harry, Hermione y Ron hacen lo que pueden para emprender el lema “Basta de odio”.En medio de toda esta guerra política, Scorpius, Albus y Rose empiezan su segundo año en Hogwarts,James Sirius Potter, que empieza su tercer año, sigue confundido respecto a Scorpius Malfoy. ¿Es tan bueno como su hermano dice? ¿O solo aparenta serlo? Se dicen tantas cosas en los medios y el colegio, que no sabé qué hacer para saber la verdad.
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Capítulo siete El mundo mágico vs. Draco Malfoy

Capítulo siete

El mundo mágico vs. Draco Malfoy

El Profeta: ¡Muerte a los mortífagos!

“Hay que matar a todos los mortifagos. Hay que perseguirlos y aniquilarlos a todos. Basta de protegerlos y darles derechos. Nuestro Ministro debe garantizar nuestra seguridad. Basta de mortígafos en la escuela.” Nos dice Catherine Jones a los gritos mientras sus seguidores la apoyan a su espalda. 

Este pasado martes, Catherine Jones dio una charla donde explicó cómo hemos sido invadidos y desplazados por los mortígafos desde la segunda guerra y sus lazos de sangre. Aseguró que una forma de debilitar a todo el grupo mortífago, era aniquilar a su jefe: Draco Malfoy. 

“Él fue quien secuestró a la mujer de mi hermano” —aseguró al periodico— “pero les lavó el cerebro. ¿De verdad creen que si Harry Potter fuera como dicen todos lo defendería por voluntad? Si ese fuera el caso, está claro que a él también le lavó el cerebro al cierre de la segunda guerra. ¡Muerte a los mortífagos! “

En dicha conferencia, también dijo que si el Ministro no presenta soluciones, el pueblo mágico debería destituirlo de dirigirnos y asignar a alguien competente y que se preocupe por su gente de verdad. Ante estos dichos, toda la gente presente alzó sus manos en señal de aprobación. 

***

Atrás quedó el uso de pañuelos verdes. Lo que se repetía ahora era el discurso, todo lo que Catherine Jones decía era noticia en Hogwarts. Bueno, no todos eran así. Ahora que estaba en el colegio, Scorpius volvía a recibir cartas directamente de fans. Algunos seguían siendo más que amables. Y a raíz de la nota del primero de septiembre, parecían haber incrementado. Algunas eran raras. Albus tomó una de una pila de cartas y leyó en voz alta:

Querido Scorpius H. Malfoy.

Soy fan de ScorSe.

—¿Qué rayos es eso? —preguntó él. Vincent se mataba de risa y le respondió. 

—La abreviatura de Scorpius y  Rose —Scorpius lo miró con los ojos como platos. ¿Cómo rayos sabía eso? Vincent se encogió de hombros, sin dejar de reírse—.  Me lo dijo Sophie, es una manera de llamar a las parejas de libros románticos. Este verano leyó muchos y se carteó con gente que lee los mismos libros. 

Albus frunció el ceño y esperó a que Vincent dejara de reírse para seguir leyendo. 

Hemos formado un grupo de fans. Somos muchísimas. Incluso hay algunos chicos.  Desde nuestro lugar, estamos haciendo todo para defender tu amor. Ánimo. 

Lucy M. Peters. 

—Ufff, por un segundo me asusté cuando leí Lucy —Albus pasó la mano por su frente—. Mi prima se llama Lucy. Ya saben, Gryffindor. —pareció sacudirse un escalofrío.

Thomas entonces se acercó y tomó la carta. 

—No entiendo —dijo—, esta gente está allá afuera… ¿son mayores de edad?

Vincent se encogió de hombros. 

—Sophie dice que no hay edad para ser fan del amor y de ciertas parejas. 

—¡Oh, cállate! —Scorpius se perdió debajo de su sábana—. Rose y yo sólo somos amigos —todos se rieron de él. Quería ser bueno, no eran personas malas, no le estaban diciendo “muerte a los mortífagos” ¡Pero era tan embarazoso!

Otras cartas si eran muy malas, como la que le llegó en el almuerzo un 15 de septiembre: “eres un niño malo y oscuro. Alejate de la luz de Rose” Y otras, como aprendió, prefería no abrirlas porque parecían tener algo sospechoso. Lo curioso es que una tarde Rose le dijo que también recibía cartas, muchas de una tal Lucy M. Peters. 

—Oye —saltó Albus que escuchaba a su lado—, esa tal Lucy también le escribe mucho a Scorpius. Dice que son un montón a quienes le gusta el—.

—¡No lo digas! —gritó Scorpius junto a Rose, ambos rojos. Sus amigos no hicieron más que reírse de ellos.  

De todas formas llegó a la conclusión de que eso era mejor que lo que pasaba en el colegio. No era grato que le desearan la muerte a tu familia, amigos y a ti a cada paso que dabas. Rose insistió en que debían decirle a la directora, pero Scorpius no quería que las noticias llegaran a su madre. Eso pareció ofender a su amiga. Esperaba no le mandara una carta a su madre, aunque tenía exactamente esa expresión en el rostro. 

*** 

El profeta: Las mentiras del Ministerio se apagan. 

Lewis, que fue identificado como el autor del secuestro de Lavander Brown y tener al Ministro bajo el imperius por el mismo Harry Potter sigue sin ser encontrado. ¿Catherine Jones tiene razón? ¿El mismo Ministerio lo desapareció para proteger al Mortifgao Draco Malfoy? 

“Nada de lo que la señora Jones dice es cierto. Lewis es el autor de todo. Estamos haciendo todo lo posible para encontrarlo.” dijo Harry Potter, jefe de la oficina de Aurores. 

Percy weasley, jefe del Departamento de Transportes Mágicos apoyó las palabras de Harry Potter comprobado que están haciendo todo lo posible:

“Incluso nuestro departamento está atento a alguna aparición de Lewis. Es muy peligroso para nuestra sociedad, es un Auror formado. La comunidad mágica debe estar alerta. No podemos dejarnos engañar por discursos corrosivos” —dijo, refiriéndose a los dichos por Catherine Jones. 

¿Qué puede decir un Weasley y un Potter cuando alguien de la familia va camino al altar de un Malfoy?

Pese a todas las palabras de que se hace lo posible por encontrar al presunto culpable, Lewis,  al cierre de esta edición la investigación sigue sin avanzar un knut.

*** 

Harry se levantó de la cama donde Cho Chang descansaba, buscó a tientas  los anteojos, luego sus jeans que estaban al pie de la cama, su remera estaba un poco más lejos, y sus zapatillas en la puerta. Era una mujer divorciada, y esa noche coincidieron en lo que buscaban del otro. Cho no iría corriendo al diario ni a ningún periodista a la mañana siguiente. Harry podía confiar en ella, aunque dudaba que esto se repitiera. Harry últimamente sentía que no encontraba lo que quería. Lo acababa de intentar, pero no. 

—Me voy —dijo, ya en la puerta de la habitación.

Cho le sonrió desde donde estaba sobre la cama, sin moverse, sin intenciones de hacerlo. Tal vez ella tampoco encontró exactamente lo que quería está noche. Harry no sabía cómo sentirse con ello. Tal vez, si la cosa hubiera tenido un clic se sentiría ofendido. Pero al parecer, el sentimiento era mutuo. 

—Bien, debo descansar. Mañana debo viajar a primera hora. 

Lo estaba corriendo. Diablos, tal vez sí debería sentirse ofendido. Pero estaba seguro que lo superaría. Cuando llegó a la puerta de la casa de Cho, usó la aparición y llegó a la calle que lo llevaría a la sede donde Lily y Hugo tomaban clases particulares de materias muggles como Matemáticas y Literatura. En un tiempo, Harry había querido mandar a sus hijos a colegios muggles, con James lo intentó, pero es más difícil de memorizar a un colegio entero que a un grupo selecto.

Las clases no solo nutrían de conocimientos básicos  a sus hijos que él no podía enseñar, sino que ayudaba a que socialicen con otros pocos niños. Con el tiempo, aprendió que en grupos reducidos, ni sus hijos ni los de Hermione y Ron tenían accidentes con la magia. 

Su hija disfrutaba muchísimo de estas clases, tal vez porque no tenía a su hermanos con ella. Hugo también, al no tener a Rose. De paso, Harry tenía unas horitas extras para sí mismo. El único que se sentía inutil era el pobre Kreacher, pero Harry lo contentó con darle algunas ordenes extras. Lily venía con más hambre del normal, por lo que sus desayunos, almuerzos, meriendas y cenas debían estar más completos.  

Vio a Hermione que iba por Hugo esperando ya en la puerta del edificio. Se acercó y se saludaron. La cara de su amiga le sirvió de advertencia. 

—¿Qué sucede? —preguntó de inmediato. 

—Carta de Rose —dijo Hermione, mirándolo interrogativamente. 

—Albus y James no me han contado nada fuera de lo normal en sus cartas, pero eso no es nada nuevo. Dime ¿qué está pasando? 

—¿Tienes tiempo de venir a casa?

Harry asintió, hasta que recordó. 

—No vine en auto muggle —le advirtió de repente. Tal  vez no debió decir nada, porque la cara de su amiga era exorbitante. No le gustaba mucho el tema de la aparición. Era para magos estirados usarla todo el tiempo según ella. Harry sintió la necesidad de defenderse de inmediato, pero no lo hizo. La razón era que Cho vivía en el Valle de Godric, el único pueblo 100% mago. No podía ir con un auto aunque tuviera algo de magia. Por Merlin, adivinarían enseguida que andaba allí. Además se habían encontrado en el Callejón Diagon, donde recordaba que había dejado su auto, a las afueras de El Caldero Chorreante. 

Tal vez Hermione lo entendió porque después sus mejillas se sonrojaron. 

—Se vienen con nosotros entonces —en respuesta él le sonrió.

—Gracias, eres la mejor Hermione. 

El elogio, pese a los años, siempre servía para aplacar sus ánimos. Y como siempre, resultó. 

*** 

Scorpius no paraba de escuchar “Muerte a los mortífagos” cada vez que se cruzaba con alumnos y alumnas de otras casas. Pronto, sintió como si lo estuvieran maldiciendo ¡Y él ni siquiera era un maldito martígafo! Su padre tampoco. Lo había sido, en el pasado, pero si su padre se arrepentía de algo con toda su alma era de la marca que lo reconocía como tal. 

De niño, Scorpius había visto el horripilante tatuaje en el brazo de su padre. Sabía que su abuelo también lo tenía aunque no lo mostraba jamás. Scorpius recordaba que era asqueroso. Se lo había visto a su padre cuando éste aún usaba remeras cortas. Se trataba del dibujo de una calavera a la que de la boca le salía una larga lengua en forma de serpiente. Jamás lo vio mostrarlo en público, pero desde hace años, ni siquiera en privado. De hecho, el recuerdo que tiene de la imagen es casi borroso. 

Estaba tan cansado de escuchar semejante deseo. Le dolía la cabeza. Casi no dormía. 

Carajo

Su padre no merecía la muerte. Se había reformado. El mismo Harry Potter, el Salvador, el Elegido, el Niño que Vivió habló ante el Ministerio de Magia a su favor. Su padre le contó que había hecho cosas horribles, pero se arrepentía de todas. Y jamás había asesinado. Nunca. Lamentablemente, no por no haberlo intentado. Pero estaba limpio. Solo quería vivir en paz. Scorpius tampoco quería más estrés para su moribunda madre. Deseaba que nada de esto llegara a ellos. Ya nadie salía de Malfoy Manor. Todo se compraba por mensajería. 

Cuando llegaban a las mazmorras ya que tenían Pociones con Gryffindor, de allí salían los Gryffindor de tercero. Scorpius se mordió el labio, recordando por qué a esta clase como a DCAO le gustaba llegar tarde. Sí, ahí venía esa marea roja por cabello y ojos azules cercado por pecas. Sus amigos y él se pusieron tensos. Incluso Albus. 

—Vaya —dijo James, deteniéndose para mirarlo—. ¿Son tus amigos o tus guardaespaldas? Típico de mortifagos. Tu padre usaba a sus amigos de esa manera. 

Scorpius se quedó helado. ¿De qué rayos estaba hablando James?

—No entiendo lo que dices —se atrevió a responderle. Rose, a su lado, resopló. 

—Solo dice disparates, Scorp. Quiere provocarte. 

James rodó los ojos. 

—Oh, Rosie, cuidado, juegas el papel de Pensy Parkinson. El padre de Scorpius la usó y la ti—

James salió disparado hacia atrás y chocó contra la pared después de oírse un fuerte y claro: 

—Flipendo —lanzado por Albus. Scorpius lo miró, estupefacto. Era el hechizo que habían estado practicando en DCAO, cuya primera clase se había perdido por acompañarlo a la enfermería. 

 ¡Vaya que su amigo se había vuelto bueno! A él le salió a la segunda, pero… miró a James, cayendo al suelo. Fue un Flipendo perfecto. Mejor que el suyo propio. 

—Te advierto —dijo Albus a su hermano—, que me he contenido. Así que, vuelve a intentar lastimar a Scorpius —lo retó—. Hazlo, y te lanzaré un perfecto Flipendo, James. 

El pecho de su amigo subía y bajaba. Scorpius estiró su mano, la colocó sobre el hombro. 

—Tranquilo, Al. Son solo palabras. Ya sabes, tu hermano no tiene nada más para atacarme —dijo, sonriéndole. 

¡Merlín! Scorpius le agradecía la intervención, pero no podía dejar que los hermanos llegaran a esos límites. Eran familia, la misma sangre. No pelearían por él.

—Vamos —les dijo—. El profesor nos debe estar esperando. 

Pasó por el lado de James, poniéndose de pie,  sin siquiera dirigirle una mirada, sin embargo, ha de reconocer que sus palabras se grabaron, y esa noche, decidió escribirle preguntando a su padre sobre algunas cosas.  

*** 

Querido Scorpius. 

Lamentablemente, he de confesarte que algunas cosas son ciertas. Greg y Vincent eran mis mejores amigos en el colegio. Aunque es cierto que a veces lo usaba para protegerme de represalias, la verdad es que todo era por nuestros  status. Los Malfoy eran más importantes que los Goyle y Crabbe, mi padre tenía más influencia, por ende ellos eran inferiores a mi. Por supuesto, debes entender que hoy no es así. Considero a Goyle mi amigo con lo que implica la palabra. A Crabbe lo recuerdo de la misma manera. 

Respecto a Parkinson, debo recordarte que era un chiquillo que se creía todas las ideas del estatus del apellido y la sangre. Nuestras familias eran las mejores posicionadas. Como tal, teníamos un deber. Los Malfoy podían ganar mucho siendo cercanos a ellos, como ellos siendo cercanos a nosotros. Pero nunca la usé. No fue ese nuestro lazo principal. 

No puedo imaginar  quién te ha hablado de esas cosas de cuando era un maldito crío. Me arrepiento mucho de esa etapa de mi vida. Por eso busqué criarte para que no repitas mis errores. Sé que lo eres. No temas, jamás serás así. No eres así. 

No dejes que nadie te arrebate lo que eres y te haga dudar. 

Espero haber aclarado tus dudas, no temas en preguntarme. 

Tu padre,

Draco Malfoy.

 

*** 

Al día siguiente, algo fue más fuerte, tanto que la gente se olvidó de decirle cosas a los Slytherin, especialmente a Scorpius. El tema estaba lejos de salir en el Profeta y Corazón de bruja. El tema era propio del castillo, y el protagonista no era otro que el fantasma de Gryffindor, Nick casi Decapitado. 

El fantasma,apenas Albus y Scorpius pasaron la puerta del Gran Salón, salió a su encuentro, aclaró su garganta y con todo el volumen del que fue capaz, dijo lo siguiente:

—Mis más sinceras disculpas, joven Malfoy. No soy quien para haber contado cosas que pasaron hace muchos años en el colegio. No fue mi intención que las usaran para herirlo, pensé que solo eran… anécdotas que valían la pena rememorar por el solo hecho de no olvidar el pasado. Pero usaron mis recuerdos de mala manera. Mi culpa. Usted está lejos de ser el espejo del pasado. Es mejor. Mucho mejor. Valiente —e hizo una reverencia en su dirección. Scorpius miró para todos lados, sintiendo el rojo crecer en sus mejillas, localizando a Rose en la mesa de Gryffindor con expresión satisfecha. 

Rose, por supuesto. Le sonrió, sonrojándose más. 

Nadie dejó de hablar de eso en todo el día. Sólo ellos, cuando esa tarde, después del almuerzo que tenían libre, se sentaron afuera con Rose y les contó cómo descubrió que fue Nick Casi Decapitado el que anduvo divulgando el pasado de Draco Malfoy a James Potter, pero la emoción era, sí, lo que su madre le respondió a una larga carta. Allí había algo interesante. 

—¿Entonces sabes quién y cómo supieron nuestra conversación en el vagón del tren cuando veníamos a Hogwarts? —preguntó Scorpius. 

—Sí —su amiga asintió, con esa sonrisa de superioridad—. Le relaté todo, con mucho cuidado a mi madre, sin perder un solo detalle. Le escribí después de darme cuenta que yo sola no podría descubrirlo, claro —los chicos se miraron. Ni siquiera sabían que ella estaba en esa investigación. Sophie se movió, interesada. 

—Ya, cuenta, Rosie —dijo la chica. Rose amaba esa clase de atención y la miró de inmediato con la sonrisa más brillante ante el momento. 

—Fue Rita Skeeter. 

—¡Pero allí no había nadie! Y esa mujer la nota cualquiera —reprochó Thomas, con ellos. Él, que conocía poco del mundo mágico, sabía quién era la cotillera más famosa del periodismo. era muy divertido lo mucho estaba magogizandose, palabra inaugurada por Sophie. Rose sonrió más. 

—Claro que sí estaba. Tú la golpeaste, Thomas. 

—Yo golpeé un escarabajo. 

Albus hizo un ruido con su garganta y los miró a todos. Scorpius lo observó con interés, eran pocas las veces que alguien seguía las cavilaciones de Rose y su madre. 

—¡Lo recuerdo! Esa mujer es un animago. De hecho, fue tía Hermione quien la descubrió en su cuarto año. Y quien la obligó a registrarse porque no lo estaba —entonces, se puso de pie y empezó a buscar por los alrededores—. Debemos tener cuidado. 

—No, no me preocupa —dijo Rose—. Tiene prohibido el acceso a Hogwarts, hasta como animaga. El tren fue suerte creo. Pero mi madre seguro ya le sacó las ganas de volver a intentarlo —rió, casi una risa muy Slytherin. Scorpius no pudo evitar quedarse mirándola varios minutos. 

—En serio —tuvo que decir después de un tiempo—. ¿Por qué no estás en Slytherin, Rose? 

Cuando quería, notó Scorpius, Rose era muy estilo Merlina. 

 

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