El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy

Harry Potter - J. K. Rowling
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El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy
Summary
Una mujer lidera un grupo en contra del Ministro y en contra de los mortífagos, en especial de Draco Malfoy. Más y más gente se suma a este nuevo movimiento. Harry, Hermione y Ron hacen lo que pueden para emprender el lema “Basta de odio”.En medio de toda esta guerra política, Scorpius, Albus y Rose empiezan su segundo año en Hogwarts,James Sirius Potter, que empieza su tercer año, sigue confundido respecto a Scorpius Malfoy. ¿Es tan bueno como su hermano dice? ¿O solo aparenta serlo? Se dicen tantas cosas en los medios y el colegio, que no sabé qué hacer para saber la verdad.
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Capítulo seis ¡Muerte a los mortífagos!

Capítulo seis 

¡Muerte a los mortífagos!

Cuando el tren llegó a Hogsmeade la lluvia torrencial seguía, pero ya no se iluminaba el cielo y temblaba. Todos, con sus uniformes ya puestos, bajaron corriendo, esperando poder encontrar un lugar para ir al castillo. 

—¡Los de primero, por aquí! —Albus reconoció la voz de Hagrid. Miró. La cortina de agua apenas le dejaba verlo, y eso que contaba con la ventaja de ser  el más alto de todos. 

—¡Hola Hagrid! —gritó Albus, alentando su mano. Hagrid fue abriéndose paso mientras llamaba a los de primero—. ¿Todos los de primero irán en bote? —preguntó en voz alta, por arriba del sonido de la lluvia. 

—Albus —saludó Hagrid—, recuerda, soy profesor aquí. Scorpius, Rosie —no saludó al resto. Solo así Albus se dio cuenta que los mellizos y Thomas ya no estaban. Seguro habían corrido por un carruaje. ¡Esos desgraciados se habían ido sin ellos! Miró a Scorpius y lo vio pálido. Hagrid también se dio cuenta—. ¿Estás bien?

Albus vio a su amigo tragar y mover los labios hasta que pareció encontrar su voz. 

—No-no voy a subirme a un bote, nunca más… prefiero ir caminando. 

Albus empezó a reírse, pero al recordar lo mal que lo había pasado el año pasado intentó disimular. Su amigo, sin embargo, lo notó y lo miró con la frente arrugada. 

—Merlín, Scorpius —dijo Rose—. Solo los de primero van en bote —Scorpius se relajó visiblemente en ese momento—. Nosotros vamos en carruaje. Y si no se han dado cuenta, si no nos apuramos, no vamos a encontrar ninguno. Hagrid…. perdón. Profesor Hagrid, nos vemos en el castillo. 

Salieron para conseguir un carruaje. A diferencia de Scorpius, Albus no sabía si estaba feliz o no por eso. Él vería algo que muchos no. Allí estaba, pese a que estaban en una fila de chicos desesperados por un carruaje, podía verlos a la distancia en la que estaban. Se trataba de los animales que tiraban del transporte que los llevaría al colegio. Eran thestrals, una criatura de la especie de un caballo alado con un cuerpo esquelético, rostro de rasgos reptilianos y unas alas de aspecto curtido que recuerdan a las de un murciélago. Albus sabía que iba a verlas, pero nunca había visto uno.  

Rose le contó que eran augurio de desgracia porque sólo son visibles por aquellos que han visto la muerte. Y él la vio, cuando su madre se fue de este mundo frente a sus ojos con una sonrisa en el rostro. Tragó cuando uno empezó a galopar, tirando del carruaje bajo la lluvia. Su cuerpo le dio un escalofrío. La criatura, tapada de un pelaje translúcido y brillante, daba la impresión que su piel era resbaladiza. Los huesos le sobresalen. La cola azotaba en el aire como una gran cola. Pero lo que más lo aterrorizó fueron sus  colmillos que usan para agarrar y cortar a sus presas. Los thestrals comían carne cruda. 

—¿Qué tienes? —escuchó le preguntaba Scorpius a su lado—. Te ves pálido. 

Sacudió la cabeza. Él aún no veía la muerte. 

—Nada. Solo quiero subirme a un carro. Me estoy helando hasta los huesos —de hecho, era cierto. Incluso a su amigo le temblaba el labio cuando asintió. 

—Sí. Espero que se apuren. Mira, la cola va avanzando. 

*** 

Para cuando llegaron a Hogwarts, el subdirector y profesor Flitwick los esperaba en la puerta, listo para lanzarles un hermoso y bienvenido hechizo secante. Albus agradeció eso y lo caliente del castillo. 

—¡Por fin! —dijo, sobándose los brazos, mirando las caras de satisfacción de Scorpius y Rose—. Los traidores de los mellizos y Thomas deben estar ya en el Gran Salón. Quiero reprocharles. 

Rose sacudió la cabeza. Albus pensó que era porque ella debería de irse a su casa, Gryffindor. Entonces:

—Además, tenemos que ver la selección de Roxanne —dijo Rose. 

—¿Quién? —preguntó Scorpius. 

Para ser honestos, Albus se había olvidado olímpicamente de su prima.

—Nuestra prima —explicó—. Hermana de Fred —dijo—. Este año además entran varios hijos e hijas de amigos de nuestros padres —agregó recordando a Finnigan, Dean y Luna. 

—¿Crees que ella me odie como tu hermano y primos y primas? 

—No lo sé. 

—No lo creo —respondió Rose al mismo tiempo. Al verla, ella se encogió de hombros—. Ella es de mente más abierta, lo que pasa es que Albus no trata mucho a la familia. 

Su prima decía la verdad. Especialmente este verano. No, mentía. Desde el día que fue seleccionado para Slytherin, fue como si un velo se interpusiera entre la familia y él. Nadie lo veía, pero se sentía. No había probado pasarlo, tampoco le interesaba. ¡Qué les dieran! porque gente que se enojaba por cosas así, no valían la pena. 

—Oh, por fin llegan —dijo alguien. Vestía túnica de Slytherin. Kate Nott de quinto, y prefecta—. Vamos, apuren. Directo a su mesa —pronunció, principalmente mirando a Rose. Los chicos se apresuraron. 

Con algo de incomodidad, Rose se despidió de ellos para ir a la mesa de los leones donde el primero en recibirla fue Sir Nicolas, o como era conocido, NIck casi decapitado. 

A Scorpius y a él los recibió, si puede decirse así, el ruido de cadenas chocando del Barón Sanguinario. Inclinaron la cabeza y se apresuraron en apretujarse frente a los mellizos y Thomas. 

—Malditos traídos —silbó él—. No nos esperaron —se sumergieron en una conversación superficial de una pelea sin sentido que Sophie decidió ignorar hasta que la directora McGonagall llamó al silencio. 

Era muy difícil mantener la atención, especialmente después de que las puertas se abrieron e ingresaron una buena cantidad de niños pequeños, entre ellos, su prima. Escondiendo su risa en una tos, se acostó sobre el costado de Scorpius y le susurró:

—Y a nosotros nos decían y dicen a veces enanos. No éramos así de pequeños. 

—Estaba pensando lo mismo —le susurró de regreso Scorpius—. ¡Merlín, se van a perder en cualquier agujero!

Albus intentó observar a Roxanne Weasley. Los hijos de su tío George eran los más diferentes entre los Weasley. Para empezar, su piel era más oscura. Y no eran pelirrojos, Bueno, Fred lo era, podría decirse, más castaño, pero la presencia Weasley estaba allí. En el caso de su Roxanne era lo opuesto a Fred. Su cabello negro y sedoso era de su madre. Albus pudo determinar que la chica no se veía nerviosa, sino tranquila.

—¿Cuál es tu prima? —preguntó Scorpius. Vincent pareció escuchar y se metió en la conversación. 

—¿Otro Weasley comenzará en Hogwarts? —miró a la banda de niños y niñas—. No veo a nadie con el cabello rojo.

—Es porque no lo tiene —Albus se rió—. Es la niña de la tercera fila, la primera de izquierda a derecha. 

—¡Es negra! —dijo, asombrado Thomas. En respuesta, Albus se enojó y estuvo a punto de sacar su varita. Él no podría tener el mejor trato con su familia, pero era su familia, y no le importaba que Thomas fuera su amigo.  Sin embargo, antes de tener la oportunidad, Sophie, sentada a un costado del niño con cero conocimiento del mundo mágico, le propició un fuerte golpe en la cabeza a mano limpia, sin varita, sin magia—. ¡Auch! —se quejó, con lágrimas en los ojos. Pronto, Albus vio crecer un chichón en la punta de su cabeza. Miró asombrado a Sophie—. ¡Por qué! 

—Por maleducado —le respondió la niña, mostrándole otra vez su puño. Thomas se quedó quieto y Sophie miró a Albus—. Tu prima es muy linda, Al. —dijo, toda soñadora y sonriente.

Sin tener palabras, miró a Scorpius. Pensó que él no estaría en shock, pero lo estaba. 

—Recuerda nunca ser mal educado frente a ella —le susurró a Scorp. 

—Solo si tú me lo recuerdas también. 

Luego de eso, no hubo más cháchara. De hecho, se desentendió de lo que sucedía, empezaba a darle hambre y ya concentrarse en algo se hacía muy difícil. El Sombrero Seleccionar cantó a saber qué. La selección de las casas no terminaba más. Solo prestó atención para ver como a Finnigan la enviaban a Gryffindor al igual que a Dean. Scamander Lysander en Ravenclaw, su gemelo Lorcan en Hufflepuff. Y su prima Roxanne, como era esperado, Gryffindor. Slytherin ganó unos cuantos, para sorpresas de algunos, muchos hijos de muggle. Finalmente, la directora dijo las palabras mágicas:

—Pueden empezar el banquete. 

*** 

Era apenas el desayuno pero Scorpius ya estaba muerto de ansiedad. Anoche, antes de acostarse, mandó una carta a su casa para tranquilizar a todos, especialmente a su madre, sobre cómo el recibimiento no fue exagerado. Mintió un poco. Hoy, como ayer, se notaba que lo miraban como si no mereciera estar allí. A él y a medio Slytherin. Sin embargo, le estaba siendo fácil ignorarlos. Podía ver a Vincent  y Sophie haciendo lo mismo. Miró un poco a la mesa de Gryffindor. Sonrió cuando vio a Rose conversando animadamente con Emily, ese creía era su nombre. Unos lugares más lejos, estaba James Potter.

Scorpius supo de inmediato que algo no estaba bien. El Potter mayor no estaba riendo, ni mofándose de algo, ni haciendo algo gracioso. Al contrario, tenía el ceño fruncido. Entonces, cruzaron miradas. Y pasó lo más extraño de todo. James lo ignoró sin dedicarle una sola blasfemia. 

—Albus —llamó a su amigo—, ¿tu hermano ya está enojado conmigo? 

—Ni idea —miró la mesa—. Ni me ha saludado el muy imbécil. 

Debería sentirse halagado de ser ignorado así, pero el hecho de que James ni siquiera se hubiera burlado o dicho algo hiriente, lo desconcertó más. 

Intentó perderse en otros pensamientos mientras comía su avena e intentaba adivinar con sus amigos con quienes tendrán clases este año cuando una hoja se posó en su mesa. Por un segundo pensó que era la carta que esperaba de sus padres, pero no, era el horario. Las adivinanzas entre los chicos frenaron y empezaron a ver quien había acertado. Thomas dijo que sería como el año anterior. Vincent que compartirán más con Hufflepuff. Sophie creía que pasarían mucho con Ravenclaw. Albus estaba con Thomas. Scorpius apoyó a Sophie. 

—Y los ganadores son —anunció Thomas, golpeando la mesa, creando un ambiente tenso—, Ninguno. Miren, tenemos casi la misma cantidad de clases con todas las casas. Aunque nuestra primera clase hoy es con Gryffindor.  

A Scorpius no sabía si la idea no le desagrada. Le hubiese gustado más como el año anterior, compartir más con Gryffindor, después de todo, Rose era su amiga. 

—¡Argh! —escuchó decir a Albus—. La primera clase es un espanto. Historia de la magia. ¿Quién pone Historia de Magia cuando recién nos despertamos? ¡Merlín! —gritó. 

—Bueno —dijo Thomas—. Al menos tú y yo podremos dormir. Scorpius, Rose e incluso Vincent toman apuntes. 

—¿Por qué siento que quedé fuera de tu lista? —preguntó Sophie—. Ah, porque no escuché mi nombre, ¿será por eso? —preguntó, dejando su plato vacío de avena, ya poniéndose de pie para partir a la primera clase. Scorpius notó como Thomas palidecía.

—Perdón —logró decir Thomas y tomó su mochila, yéndose sin siquiera terminar su avena. Sophie los miró a todos confundida—. ¿Qué le pasa?

—Nada —respondieron Scorpius y Albus al unísono mientras Vincent se reía a carcajadas  y tomaba el hombro de su hermana para empezar a caminar. 

Junto a Albus se encontraron con Rose en el camino. 

—¿Y tu amiga Emily? —preguntó al verla sola Scorpius. Ella respiró hondo. 

—Ella va a sentarse con Marietta. Por cierto, ¿se dieron cuenta? —no los dejó responder porque enseguida abrió la boca—. No ha llegado el correo. Eso es muy extraño. 

Solo entonces Scorpius se acordó que esperaba la carta de su casa. Tragó, preocupado mientras avanzaba. 

—¿Qué crees que haya pasado? —preguntó. Ella usualmente lo sabía todo.

—No lo sé. Ni siquiera sé si ha pasado antes. 

—Bueno, papá nos contó que una temporada intervinieron el correo y por eso se retrasaba, ¿recuerdas? —interrumpió Al. 

La respuesta de Albus fue peor. ¿Por qué tendrían que intervenir el correo? Scorpius no pudo prestar atención a un solo acontecimiento relatado por el profesor Binns. Si algún Gryffindor le dijo algo, tampoco lo escuchó. Sin embargo, toda preocupación quedó atrás cuando a la hora del almuerzo cientos de lechuzas rompieron la tranquilidad del Gran Salón. 

Scorpius recibió la carta que esperaba y el Profeta, que lo dejó para el último. Su madre estaba bien, su padre también. Sonrió aliviado, entonces, notó que toda la mesa de Slytherin lo miraba. Inspeccionó a sus amigos. Todos tenían sus ojos en el diario de cada uno. Los ojos de Sophie brillaban, Albus estaba casi como en estado de shock. 

¿Qué carajo decía el Profeta?

Temblando, tomó su propio periodico

El Profeta: Weasley y Malfoy: Un amor inquebrantable. 

Pese a las quejas de Catherine Jones contra los Malfoy y su familia y rumores de la oscuridad en su sangre, nada puede separar a Scorpius de su adorada y amada Rose, nada más y nada menos que una Weasley, y no una cualquiera, sino la misma ahijada de Harry Potter. 

Los adolescentes, separados por las vacaciones del verano, vuelven a estar juntos bajo la seguridad del nuevo año escolar. Pese a eso, Scorpius logra reconocer que su amada se ha hecho un corte de cabello, y tiene la decencia de elogiar lo bella y hermosa que es.

La familia Weasley y Malfoy deberán empezar a preparar la boda inminente. 

Pero eso no era lo que hizo abrir la boca hasta sentir desencajar su mandíbula. No. Era la foto adjunta. Se trataba de Rose y él en el tren, él diciendo algo y ella sonrojándose a más no poder. Lo recordaba, era como contaba el artículo. Scorpius le había dicho que se había cortado el pelo y le quedaba bien. 

Pero… pero… 

—¿Cómo sacaron esta foto? ¿Cómo sabe lo dije en el tren?

Horrorizado, miró a la mesa de los leones. Rose estaba de color rojo tomate. A su lado, James acaba de romper el diario. Scorpius tragó y decidió no mirar más a aquella mesa. 

Cuando salieron para las materias del siguiente periodo, lamentablemente se encontró con Peeves quien enseguida empezó a cantar la canción de autoría que empezó a componer el curso anterior y parecía haberla reformado.

—Malfoy y Weasley se van a casar. Malfoy y Weaslay se van a casar, sus hijos Orion y Walburga se van a llamar —y algo nuevo—. Me preguntó si San Popote lo logrará evitar. 

Scorpius se detuvo. Sintió un escalofrío en la espalda. 

—¿Quién es San Popote? —le preguntó. Albus, que estaba cerca, también lo escuchó y miró con interés a Peeves, pero éste sólo se rió y siguió  cantando hasta que llegaron al aula de su siguiente asignatura. Nunca  respondió. 

***

Ya no le decían Hijo de Voldemort. Tampoco eran bromas sobre Rose. No. Todo era peor que el curso anterior. Algunos ni siquiera le decían algo a él, sino a todos los Slytherin. Parecía un lema, cada vez que alguien veía a Vincent, Sophie, o a él: “Muerte a los mortífagos”. Albus sufría menos este año. Ya casi nadie lo atacaba, salvo por ahí, como en el tren, “¿cómo es que tu padre no te pateó a la calle por serpiente?” Sin duda, el que la ligaba de regalo pero sin argumentos era Thomas. No obstante, Albus parecía especialmente cabreado cuando salieron a su cuarta y última clase del día: DCAO, con Gryffindor. 

—Tranquilo, Al —advirtió Scorp, cuando una chica de tercero de Gryffindor se cruzó con ellos y repitió al pie de la letra: “Muerte a los mortífagos”—. No te lo dicen a ti. 

—Están deseando la muerte a alguien —le dijo descolocado Albus. Scorpius tragó. 

—Lo sé. 

—¿Por qué no les dices lo que dijiste en el tren, Scorp.? —preguntó Thomas. 

—Porque me castigarán a mi. En el tren casi era terreno seguro, ya vez, no fui llamado por la directora. Pero aquí en el colegio —se mordió el labio—. Escuchen… mi madre…. —susurró—. No quiero  causar problemas ¿de acuerdo?  —y siguió caminando, hasta que alguien chocó fuerte con él y cayó al suelo en un golpe seco. 

—¿Pero qué carajos? ¿Por qué no mirás por dónde vas mini mortífago?

Supo quién era antes de que Albus lo dijera.

—¡James! 

—Oh, pero es si es Albus —Scorp intentó levantarse—. Pobre de ti si le vas con el chisme a papá. Ya ves que no sirve de mucho… ¿Quién tiene una capa nueva y quién no? —rió. Scorpius vio por primera vez como Albus se quedó callado ante su hermano, viendo como se alejaba—. ¿Estás bien, Scorp.? —le preguntó entonces. 

Scorpius pensó la respuesta. Ciertamente le dolía un poco la mano con la que había caído contra el suelo, pero asintió. Sin embargo, a mitad de la clase de DCAO, practicando el Flippento, quedó claro que no podía usar su mano y fue llevado por Albus a la enfermería. Su muñeca era del tamaño de una Quaffle y le dolía como el golpe de un Bludger. 

Aunque Madam Pomfrey se la arregló esa misma tarde, Scorpius supo que este no sería su año. 

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