
Capítulo cinco Camino a Hogwarts
Capítulo cinco
Camino a Hogwarts
Albus miró el techo de la casa en Grimmauld Place. Afuera llovía torrencialmente y corría un viento casi huracanado, ni hablar de los relámpagos que retumbaban arriba suyo. Literalmente, pensó, se caía el cielo. El ruido del agua caer contra la casa, las ventanas bailando por el viento, y las luces de los relámpagos proyectadas en todo el espacio, hacía de su hogar un sitio algo tenebroso. Las pisadas y murmullos de Kreacher por toda la casa no lo hacían mejor. Recordó de repente aquellas historias de terror contadas una noche de Halloween el año anterior en la casa de Gryffindor.
Sí, Albus tenía miedo a su propia casa en climas así.
Era algo bueno que tuviese cosas que hacer. Miró al frente, al baúl en sus pies y lo volvió a abrir, revisando que no se olvidaba algo. Era la tercera vez que lo hacía. Todo por no demostrarle a las demás personas el miedo que sentía.
A su lado, sobre el sofá, Lily con su cabello en una coleta alta, lo miraba con sus brazos cruzados sobre el pecho y un puchero lastimero en los labios.
—Los dos parecen contentos de irse —dijo. Albus levantó la vista a su hermano, James, que buscaba hacer entrar en su baúl la nueva capa invisible que su padre le había comprado.
¡Era increíble! Se portaba mal y obtenía regalos. Él, que consideraba haberse portado 10 Galeones mejor, lo único que había obtenido era un caldero nuevo. ¡Argh! Qué injusto, empezaba a creer que los Gryffindor son solo habladurías y la casa valiente y justa era Slytherin.
—No digas esas cosas, Lily. No es cierto —respondió, mintiendo un poquito. La verdad es que ya quería salir de allí y estar en Hogwarts y pasar todos los días con sus amigos.
—Mientes —le reprochó su hermana—. Los dos quieren irse y jugar Quidditch.
James logró cerrar su baúl y alzó la vista.
—No voy a mentirte, eso es verdad. Pero vamos a extrañarte, Lily. Piensa que en un año irás con nosotros.
Albus no supo si aquella era la forma correcta de reconfortar, tampoco lo averiguó pues su padre entró a la sala.
—Chicos, ¿ya tienen todo listo? Acá tienen sus capas para la lluvia, vamos —le pasó tres capas amarillas. Albus tomó la suya. Le quedaba como una túnica larga y su hermano se desarmaba de la risa.
—¿No puedes solo hechizar o encantar nuestra ropa o algo? —dijo molesto.
—No. Basta, James.
Albus no era el único molesto, al ver la cara de su hermana, supo que el amarillo no era su color favorito. Pero ella no pudo quejarse ya que en ese momento alguien llamó a la puerta.
Afortunadamente, sintió que su estado de ánimo cambiaba un poco en cuanto vio la cabellera azúl acercarse a ellos.
—¡Teddy! —gritó sobre todos ellos James. Hasta Lily saltó del sillón y sonrió para correr a abrazar al muchacho.
Teddy había pasado varios días ese verano con ellos, aunque no tantos como otros veranos. Eso era algo que crispaba el estado de ánimo de James y su hermana y él pagaban con su genio.
—¡Uh! Chicos, soy de contextura pequeña, ¿recuerdan? —dijo Teddy riendo—. Y necesito respirar —Lily soltó una risita. Detrás apareció su padre, sacudiendo la cabeza.
—Ya, bien, déjenlo respirar, sino vendrá cada vez menos.
—Padrino —Le llamó la atención Teddy.
Harry se rió.
—Perdón. Sé que has estado ocupado. Creo, por cierto, que tienes noticias para nosotros.
—Así es —Teddy los miró a todos.
La mente de Albus, no muy interesada, se dio cuenta que por años Teddy había tenido el color de cabello azul. ¿Por qué? Siendo podría tenerlo del color que quisiera. Si el tuviera esa habilidad, la de cambiar cualquier parte de sí, primero intentaría tener un cabello menos rebelde, cabello que por cierto, ya estaba en todas direcciones. El corte que su abuela Molly le había hecho no le había durado ni medio verano. Intentó concentrarse otra vez, Teddy les sonreía de oreja a oreja, acentuando su rostro en forma de corazón que le daba aspecto de bonachón—. Oficialmente soy un Auror y estoy en el equipo especial de su padre.
—¡Eso es increíble, Teddy! —gritó emocionado James.
Albus asintió.
—Sí, es cierto. Felicidades.
—¿Empezarás a cazar magos oscuros con papá? —preguntó James.
—James —le llamó la atención su padre.
—Ya no hay magos oscuros —agregó Lily.
Albus frunció el ceño.
—Pero hay magos malos —Miró a los mayores—. Teddy, ¿ayudarás a encontrar al que ordenó lastimar a Henrietta el curso pasado? ¿Y al que secuestró a su madre? —Su nombre era Lewis. Y hasta donde estaba enterado, ni su padre sabía nada de él. Vio a los dos adultos mirarse.
—Sí, ayudaré a tu padre a encontrar al culpable.
Entonces, cambiaron el tema y empezaron a apurarlos para salir y subir las cosas al auto muggle que conducía su padre. Era un auto muggle por fuera, por dentro, estaba ampliado con magia. Aun ayudados por Teddy, Albus agradeció las capas para la lluvia porque en lo que salió y se metió al auto, debieron aplicar un hechizo para secarlo. Finalmente, partieron a la estación King 's Cross.
El trayecto con Teddy se hizo divertido, Albus, al dejar la casa, se olvidó del miedo que le había dado y cuando quiso darse cuenta ya que estaban en su lugar de destino. Pronto, se dio cuenta que finalmente volvería a ver a sus amigos. En su última carta, Scorpius le comentó que su madre pudo salir de la cama y estuvieron juntos en los jardines.
Quería ver a Scorpius personalmente. También vería a Thomas, de quien apenas tenía noticias, solo por Rose porque usaban el teléfono muggle. Vincent y Sophie lo habían carteado tanto como Scorpius, pero también ansiaba discutir cara a cara con el primero sobre Quidditch. Y por qué no, ver que tan soñadora seguía Sophie.
Cruzó junto a James y Teddy (que llevaba su carro) la calle por donde corría agua. Saltó para llegar a la vereda y se rió de Teddy cuando debió mojarse todo porque no podía saltar con el carro, ni tampoco aplicar magia.
—No te rías tanto que en cualquier momento dejo tu carro, Albus —le dijo el mayor. Albus se detuvo y miró ansioso la barrera que lo llevaría al expreso a Hogwarts. Su padre, con el carro de su hermano, llegó con Lily.
—Gracias, Teddy —dijo Harry—. Sin ti no sé cómo hubiera logrado llegar con todo.
Teddy sonrió de oreja a oreja.
—Ahora hasta papá lo dice —James abrió la boca—. Ves, es raro que vinieras, Teddy. Victoria ya no está en Hogwarts.
Teddy lo miró con las cejas levantadas.
—¿Qué tiene que ver? ¿No puedo venir a despedirlos?
—Pues el año pasado no lo hiciste, solo te besuqueaste con Victoria, miraste de lejos y desapareciste. ¿Te has peleado con ella?
—¡No! —gritó aterrada Lily, llamando la atención de todos—. No te pelees con Victoria. Quiero que seas de la familia. Oficialmente. Sé que lo eres, pero serías… de la familia en un grado más alto —casi le caían lágrimas de los ojos.
—Ves lo que haces, idiota —le surró Albus a su hermano, acercandos e Lily—. No seas tonta, Lily. Teddy no se ha peleado con Victoria.
—Claro que no —le aseguró Teddy, sin saber, al parecer, cómo sentirse—. Y lo del año pasado no es cierto, James. Cuando te vi, te dije que llamaras a tu hermano y a tu hermana.
Albus y Lily abrieron la boca y miraron a James, que se hizo el desentendido y tomando su carro desapareció, yéndose a la plataforma nueve tres cuarto.
—¡Papá! —gritó Albus sin poder contenerse—. Y él recibe un premio. Gryffindors —dijo mosqueado. Ni siquiera escuchó el llamado de atención de su padre, solo dejó que Teddy le pasara su carro y siguió su camino, enojado, sintiendo concentrarse la sangre en su rostro.
¡Merlín, que era injusto!
¡Qué bueno que pidió ir a Slytherin! No quería ser un maldito hipócrita.
***
Scorpius estaba haciendo un esfuerzo muy grande por sonreirle a Vincent y Sophie mientras su padre hablaba con su tío Greg. Le pesaban los labios, pero lo estaba intentando. Con todas sus fuerzas. Aun así, sentía el vacío de su madre en el corazón. Ella no pudo ir. Una por el clima, podría enfermar y eso aumentaría su maldición de sangre. Fue horrible despedirse así de ella en Malfoy Manor.
¿Y si era el último adiós?
Sacudió la cabeza, no podía pensar así. Pasaría, pero no tenía que ser este año. No. Entonces, entre la gente que se abría paso, vio a Albus. Y por primera vez desde que se levantó, pronunció una mirada sincera.
—¡Albus! —gritó, avanzando. En cuanto lo vio, Al aceleró sus pasos. Solo después de abrazarlo pudo ver a su espalda al señor Potter, a un chico de cabello azul, a la hermana de Albus y a James. Abrió los ojos ante el último.
James Sirius Potter había crecido una cabeza más. Recordó con sorpresa que ahora el chico era un estudiante de tercero. Había algo más. Su cabello, en forma de ondas pelirrojas, estaba más brillante. ¿Sería la lluvia? Las pecas acentuaban más el mar en sus ojos. Pero no era lo que llamaba su atención. No. James había sido uno de los muchos estudiantes que lo acosó y después siguió diciéndole de todo, para finalmente salvarlo, y luego, nuevamente, hablarle para reírse y mofarse de él. Había tenido mucho tiempo para mirarlo, así que ahora estaba seguro que era lo que no estaba allí el año anterior: La contextura de sus hombros. Aun con esa capa amarilla horrible, podían verse más… Scorpius no encontraba ninguna palabra, ¿anchos?. Se saludaron tan incómodamente que Scorpius no pudo seguir observando.
—Hola, señor Potter —saludó finalmente al padre de su amigo—. Hola… —miró al joven de cabello azul que le devolvía una mirada repleta de curiosidad.
—Teddy —dijo éste—. Soy Teddy Lupin.
Albus se puso en el medio, sonriendo.
—Teddy, este es mi mejor amigo, Scorpius Malfoy. Scorp, el ahijado de mi padre, casi un hermano mayor, Teddy.
Oh.
Scorpius retrocedió unos pasos. Su espalda dio con alguien y miró. Era su padre, que lo miraba con el ceño fruncido. Estaba enojado. Tragó.
—¿Qué he dicho sobre desaparecer de mi vista, Scorpius?
—Lo siento, padre. Es que vi a Albus y—
Entonces, al ver al padre de su amigo, se saludaron con los característicos: Potter y Malfoy. Albus lo miró interrogativamente. Scorpius le dijo con movimiento de cabeza que le diría después. Entonces, su padre volvió a hablarle.
—No me importa a quien veas, no desapareces así de mi vista. ¿Entendido?
—Entendido… —dijo mirando el piso. Su padre no gritaba. No a él al menos. Ni a su madre. Ni a Merlina. Su padre sólo empleaba la voz fuerte, la mirada dura, y de esa manera sabías lo mal que habías hecho. Tío Greg los alcanzó y con él los mellizos.
Scorpius estuvo callado desde entonces, hasta que sintió el brazo de Albus sobre su espalda y lo miró. Sabía lo que estaba haciendo, darle ánimo. Logró sonreír, no de mentira, sino de verdad. Al rato, finalmente, llegó Rose. Su cabello era frizz puro. Pero nadie dijo nada. Bueno, James sí. La chica le pegó un pisotón y el Potter mayor se fue a buscar a sus propios amigos.
Thomas llegó cuando estaban subiendo ya al tren. El pobre estaba helado hasta los huesos y su ropa estaba como si se hubiera caído al lago. Rose, preocupadisima porque podría pescar un resfriado (¿Cómo vas a perderte los primeros días de clases por irresponsable?) lo secó con un hechizo que su muy adiestrada madre le enseñó.
Así, despidiéndose de todos los mayores, buscaron un vagón para sí solos. Scorpius intentó no mirar a nadie a la cara, ni dentro de los vagones que iban pasando. De hecho, eso solo lo hacían Albus, Rose y Thomas. Sophie, Vincent y él o miraban el piso o se encontraban en algún punto lejano. Pero no fue suficiente. No pudieron evitar al chico de Gryffindor que iba a sexto, Michael, que abrió la puerta de donde estaba y dijo:
—Oh, miren —se acomodó el cabello rubio y llamó a quienes estuvieran con él en el compartimiento—, son los mini mortífagos. Apuesto que este año si traen la marca —con el corazón en la garganta, Scorpius apretó su mano a su cuerpo. Este ciclo lectivo nadie iba a sacarle la ropa—. ¡Muerte a los mortífagos! —gritó de repente, haciéndolos saltar.
Sentía que en cualquier momento el corazón se le saldría disparado por la boca, aun así, tragó fuerte y le devolvió la mirada. Quería decirle algo inteligente, algo con sarcasmo, o algo frío. Intentó imaginarse qué diría Merlina en ese caso. Se le vino una frase, entonces pensó en ponerse derecho e imitar las facciones de su padre al hablar despectivamente con un ignorante:
—Vuelve a usar esa palabra para dirigirte a nosotros de nuevo y no puedo garantizar tu seguridad.
A su lado, escuchó la respiración de Vincent azorarse con la misma velocidad que Michael palidecía. Cuando Michaerl logró recuperarse, buscó apoyo en sus compañeros.
—¿Oyeron? ¡Acaba de amenazarme! —y cerró fuerte la puerta del vagón.
Finalmente, Scorpius miró adelante. Rose y Albus lo miraban con los ojos como platos. Sintió, por un breve segundo, que estaba siendo juzgado, entonces, Albus rió y golpeó su hombro.
—Eso fue increíble, Scorp. ¿Viste cómo escondió la cola entre las patas?
Rose, por otro lado, se mordió el labio. Ella no estaba de acuerdo con lo que dijo, pero hizo un voto de silencio. Se lo agradeció, porque si bien estaba siendo felicitado, aún estaba esforzándose por esconder el temblor en las manos.
¿Michael le contaría a los profesores sus palabras al llegar al castillo? ¿Sería castigado por la directora? Al menos todavía no le decía…
Otra puerta se abrió. Un chico de cuarto de Ravenclaw, de ojos sin párpados y piel suave, sedosa y brillante, lo miró con curiosidad. Scorpius tenía su nombre en la punta de la lengua.
Wang Jiang
—Oh, Malfoy —pareció emocionado al verlo—. El ciclo anterior no pude preguntarte, pero ahora que te veo directamente, ¿es cierto qué eres el Hijo de Voldemort?
Quedó en shock. La sensación de deja vu fue muy fuerte. En julio había imaginado un año perfecto, lleno de felicidad, y aquí estaba el primero de septiembre reviviendo el mismo primero de septiembre del año anterior. Incluso volvía a tener ganas de llorar.
Albus se adelantó. Pese a la diferencia de estatura, igualó a Wang Jiang de alguna manera.
—¡Merlín, basta! Quedó claro que no.
Jiang pestañeó, y su rostro se dedicó a expresar una imagen triste, como si le acabaran de decir que este año no tendría salidas a Hogsmeade. Scorpius de repente recordó por qué ubicaba su nombre. Era el hijo de una de las pocas novias de Harry Potter. Eso decía la autobiografía no oficial de Rita Skeeter. Cho Chang, divorciada de un muggle científico chino llamado Wang Li.
—Qué lástima —dijo Jiang—, me hubiera gustado saber cómo sería posible.
Rose, cansada, empezó a apremiar para que se apuraran. Salieron dos compañeros más. Un Hufflepuff de nombre Ariel que se las agarró, para sorpresa de todos, con Thomas y Albus.
—Un Potter que es serpiente —canturreó Ariel—. ¿Cómo es que tu padre aún no te echa a la calle por ensuciar su apellido?
Y para sorpresa de todos, Sophie y Vincent sacaron sus varias y le apuntaron directo al cuello.
—Por favor, son Goyle —los menospreció Ario—. ¿siquiera saben usar la varita? —el idiota se rio de su propio chiste. De la varita de Vincent salieron unas chispas. Ariel fue otro estudiante mayor que cerró el vagón con la cola entre las patas.
Luego, una Gryffindor. Marieta de segundo. La conocían un poco. Tal como esperaban cuando la vieron, se metió con Rose.
—Oh, pero si es la traidora a la sangre. Le haces honor a los Weasley. No entiendo cómo alguien como un Malfoy te tiene en su círculo si tu familia renunció a todo lo que su familia cree.
Esta vez, quienes reaccionaron a la velocidad de una rana de chocolate al saltar al vacío fueron Albus y el mismo Scorpius. La chica palideció tanto que Scorpius temió que por un segundo se hubiera muerto. Rose, sin embargo, respiró hondo y los obligó a bajar las varitas.
—Dejenla. No vale la pena. Lo que dice no tiene pie ni cabeza. Además, creo que ya se han metido en suficientes problemas. Vamos. Estoy harta de estar parada.
Y así, lograron caminar. Nadie más salió de sus vagones, pero las miradas eran claras. No sería el año que Scorpius había estado esperando.
Gracias a Rose, encontraron un vagón vacío solo para ellos seis. En cuanto se sentaron, Albus pareció formular la pregunta que se estaba guardando desde antes de subir al tren.
—¿Por qué tu padre se enojó cuánto me fuiste a saludar?
—Oh, eso. Bueno, no sé si has visto el periodico.
—Yo sí —interrumpió Rose—. Es terrible todo lo que están diciendo de sus familias. Mamá dice que no son más que disparates. Que no debemos creer ni una palabra. Por supuesto no creí una sola. Albus tampoco. Imagino —dijo mirando a Thomas—, que Thomas tampoco.
El chico abrió sus ojos como plato.
—Solo lo leo en Hogwarts, mi familia no lo recibe. Pero no importa lo que diga, sé que son mentiras.
Rose, conforme con su respuesta, volvió a mirarlo a él y a los mellizos.
—¿Cómo llevan eso, por cierto? —interrogó—. Todos los rumores, lo que esta mujer anda diciendo…esa Catherine Jones —dijo con asco—. Es patético. La gente es patética.
Albus lo miró.
—Por supuesto que no creo nada. Mi padre tampoco. Ni siquiera Lily.
A Scorpius no se le pasó que no mencionó a James. Ya podía ver la larga hilera de insultos que le diría este nuevo ciclo.
—Sabemos que ustedes no creen en nada de eso —dijo Vincent—. Pero hay gente que sí.
—Mucha —aportó Sophie—. Nosotros ni siquiera pudimos ir al callejón Diagon a comprar las cosas para Hogwarts. Debimos comprar por encargo. La gente no solo nos insulta. A papá intentaron lanzarle una maldición en plena calle. Tiene miedo por nosotros.
—Padre tuvo que pelear por correo, porque no le quería enviar ni un caldero —dijo triste Scorpius—. Mi padre y tío Greg temían que nos quisieran hacer algo en la estación. De hecho, alguien nos escupió cuando llegamos a la estación.
—Increíble —Rose sacudió la cabeza, frustrada. Scorpius pensó que estaba pensando que debía contarle eso a su madre en una carta. Tenía esa expresión al menos. Scorpius la miró atentamente, hasta que…
—Te cortaste el cabello. Recién lo noto. Te queda bien, Rose —la chica se sonrojó terriblemente y él sintió que dijo algo fuera de lugar.
¡PAF!
Saltó, olvidándose de Rose y mirando a Thomas. Su compañero tenía una campera en manos que había azotado contra la ventana.
—¿Qué pasó? —preguntó una vez que su corazón latía ya con normalidad.
—Había un estupido escarabajo en la ventana —comentó.
A partir de allí, el tema se fue por algo más positivo. Jugaron ajedrez y Snap explosivo. Conversaron sobre las pruebas de Quidditch. Rose se fue a buscar a la señora del carrito que casualmente no pasó por donde estaban ellos. Luego, comieron golosinas y se cambiaron antes de llegar.