El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy

Harry Potter - J. K. Rowling
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El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy
Summary
Una mujer lidera un grupo en contra del Ministro y en contra de los mortífagos, en especial de Draco Malfoy. Más y más gente se suma a este nuevo movimiento. Harry, Hermione y Ron hacen lo que pueden para emprender el lema “Basta de odio”.En medio de toda esta guerra política, Scorpius, Albus y Rose empiezan su segundo año en Hogwarts,James Sirius Potter, que empieza su tercer año, sigue confundido respecto a Scorpius Malfoy. ¿Es tan bueno como su hermano dice? ¿O solo aparenta serlo? Se dicen tantas cosas en los medios y el colegio, que no sabé qué hacer para saber la verdad.
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Capítulo cuatro Cartas para Scorpius

Capítulo cuatro 

Cartas para Scorpius

Albus estaba en su habitación. En sus manos, reposaba una carta desdoblada mientras miraba la lechuza que la trajo, que bebía agua y comía algunas golosinas. La miraba, pero su mente estaba en otro lado.

Leer la carta de Scorpius lo puso triste. Su amigo le contaba que su madre esa mañana estuvo con muy poca energía y su padre, sin poder hacer nada, se la había llevado a San Mungo. También le contaba que  al momento de plasmar esas palabras no sabía nada de ella todavía. 

Le gustaría poder estar al lado de Scorpius. Cuando su madre enfermó y falleció era pequeño, pero recordaba muy bien el dolor que sintió en ese momento. Recordaba también cómo todos lo abrazaban y si bien no apagaban el dolor que sentía, de alguna forma lo hacían más llevadero.

 ¿Scorpius sería abrazado por su padre? Esperaba que sí. De sus abuelos no sabía, creía que no. Scorpius le contó en una carta que sus abuelos no querían demasiado a su madre, aunque se supone él no lo sabe, pero se daba cuenta. Albus no pudo comprobarlo porque cuando fue a Malfoy Manor unas semanas no conoció a los señores Malfoy porque no estaban. 

¿Merlina abrazaría a Scorpius? Quería creer que sí. La había conocido, y le daba la sensación que era un milagro si sonreía alguna vez, pero Scorpius le contó que esa era su máscara, que Merlina era distinta y quería mucho a su padre, madre y a él, aunque nunca lo admitiría. A Albus le había parecido extremadamente fría, hasta diría que sintió un poco de miedo. Era lo opuesto a Lily, y eso que su hermana estaba lejos de ser al estilo Sophie. Pero al lado de Merlina, Lily era la reina de la amabilidad y la bondad. 

Albus suspiró. ¿Por qué su padre no podía ser amigo del señor Malfoy? Si fuera así, él ahora mismo estaría con su amigo. Podría ir todos los días, o casi todos los días. De hecho, Scorpius podría venir a su casa cuando quisiese. 

Respiró hondo otra vez y se sentó en la mesa escritorio donde hasta hace un rato estaba haciendo deberes. Abrió el cajón de su mesita, sacó pergamino y se dispuso a escribir palabras que transmitieran aliento y que hicieran sentir mejor a Scorpius. Intentó esbozar una letra pulcra y prolija. Su trazo terminó saliendo como si estuviera nervioso. Esperaba que su amigo pudiera entenderlo. 

Albus mordía su labio inferior en concentración por mantener la prolijidad cuando la puerta de su habitación se abrió de par en par y la sorpresa lo hizo saltar sobre su silla. Una mancha de tinta apareció en la hoja y enojado miró a la puerta. 

—¡James! —gritó. Su hermano le sonrió desde la puerta—. ¡Te he dicho que no hagas eso! 

—¿Por qué? —preguntó su hermano, mirando toda la habitación—. ¿Escondes algo? —sonrió chistoso—. ¿O a alguien?

—¡Claro que no! Pero es mi habitación. Debes golpear antes de entrar. Se llaman modales.

James puso los ojos en blamco y entró, ignorando sus quejas y dejando la puerta abierta por donde Albus vio un telón de cabello rojo fuego: Lily. 

—¿Qué es eso? ¿Una carta para tu novia? —intentó mirar lo que escribía, pero Albus estiró su brazo y lo empujó sin éxito. 

—Idiota. Claro que no. Estoy escribiéndole a Scorpius. 

Su hermano hizo una mueca de disgusto. Maldito celoso pensó Albus. 

—¿Estás seguro que no es tu novio?

—Estupido. Es mi amigo. 

Detrás, Lily carraspeó exageradamente la garganta. 

—Lenguaje, Al. Tienes suerte que no sea papá —luego, miró cansada a su hermano mayor—. Y tu James, no venias a pelear —James elevó las cejas al cielo por el tono de su hermana pero ella volvió a Albus—. Al, James quiere jugar una partida de Quidditch contigo. Yo ya le gané y se cansó —entonces, su hermana rió malévola. 

Albus no podía creer que alguien como Merlina hiciera ver a su hermana como un ángel. Sacudió la cabeza, centrándose en lo que acababa de decirle. Grimmauld Place no tenía un lugar propiamente dicho para jugar, y en la zona vivían muggles, por lo que la plaza cerca no era una opción. Sin embargo, como su madre había sido una jugadora profesional de Quidditch, su padre había encantado una habitación. La había extendido, y allí, plantó un campo pequeño de Quidditch. Incluso el techo estaba encantado, haciendo eco del cielo y condiciones climáticas fuera. 

Aquella habitación a su madre le servía para varias cosas, una para no estar quieta durante sus recesos  y descansos, otra para entretenerlos allí a ellos cuando eran chicos, y para cuando estuviera muy enojada, se encerraba allí sola a jugar un rato.  El campo era suficiente para un duelo guardián cazador o lanzar la snitch y ejercitar vuelo y visión. Albus recuerda haber visto muchos duelos con su padre y su madre, incluso tío Ron cuando venía se prendía en esos duelos. 

Ante la confesión de su hermana, de haberle ganado un duelo a James, Albus abrió los ojos como platos y tomó la oportunidad para burlarse de su hermano mayor.

—Vaya, ¿así planeas mantener tu posición en Gryffindor? Ah, espera —intentó poner la cara de mayor concentración que pudo—. ¿Qué cosas digo? Cierto que ni siquiera estás en el equipo porque seas bueno, solo por el apellido.

Sabía que su hermano había quedado totalmente dolido por esos rumores  al finalizar su segundo año en Hogwarts. No le habían tomado la prueba justamente y sólo por ser Potter quedó como Buscador. Los resultados no habían convencido a nadie pese haber ganado la copa de Quidditch, por lo que su imagen no estaba en todo lo alto, así habían comenzado los rumores, y por eso, en lo que iba del verano se la pasaba practicando. 

Albus aprovechó a su hermano para llevar a cabo su propio entrenamiento personal. Mientras más lo pensaba y se enfrentaba a James más ansiaba presentarse ese año para Slytherin. Había una posición que le estaba gustando más. 

Como jugador, James resultó ser muy irregular, tuvo sus días buenos y malos. Albus le había ganado tantas jugadas como perdido. Pero eso no lo desalentó porque las veces que ganó fueron juegos a campo abierto en La Madriguera. 

A su provocación, las mejillas de James se encendieron. Pero no se quedó callado la boca. No, ese no era su estilo. 

—¿Acaso crees que entrarás a Slytherin por tus habilidades? —lanzó—.  ¿Cuáles? Las serpientes creen que tienen la manzana de oro contigo entre ellas. No importa lo mal que juegues, te dejarán ser parte. ¿Pero sabes qué? Serán la vergüenza este año, malditas víboras. —terminó el idiota de su hermano. La risa de Albus se esfumó. Hasta la expresión de su hermana pequeña cambió. 

—¡James! —reprendió Lily, pero James ya estaba fuera de la habitación—. No le hagas caso, Al.

Para sorpresa del propio Albus, las palabras de su hermano no le dolieron ni un poco. Descubrió que en verdad estaba seguro que tendría una prueba justa. En Slytherin, todos los jugadores se ganaron su puesto. Miro a Lily y le sonrió. 

—Por supuesto que no haré caso, Lily. Aunque supongo que eso significa que no quiere jugar conmigo. Oye, Lily… ¿Me ayudas a escribirle a Scorpius? Está triste por su mamá. 

—Oh, claro. Te ayudo. 

Lily no conocía a Scorpius, solo por lo que él le contaba. Sabía que James contaba su versión, pero su hermana tenía buen sentido y sabía que su hermano mayor exageraba. De hecho, Lily apoyaba su idea de que estaba celoso. 

*** 

Harry notó la mirada triste de su hijo y como su hermana se le pegaba más de la cuenta. Esperó a que Albus se acercara a él, tal vez, en una de esas, decidía contarle por voluntad propia, sin embargo, cuando no lo hizo, debió ponerse el buzo de padre y dar el primer paso. Muchas cosas habían pasado por su cabeza, pero la verdad, la respuesta lo sorprendió, aunque no debió. A esta altura, Harry debió haberlo esperado. 

—Scorpius. Está mal por su mamá… —dijo Al, y el labio inferior le tembló tanto que Harry debió abrazarlo. 

—Tranquilo —Los lazos de su hijo con el hijo de Malfoy empezaban a asustarlo—. Ella está bien, ya verás. Scorpius estará bien también. 

—No, no me mientas, papá. Todos lo saben. Ella va a morirse. Tiene una maldición papá. Le ha pasado a generaciones pasadas de ella. Así que no me mientas —dijo, sollozando sobre su hombro. Harry se sintió destrozado. Era cierto, le estaba mintiendo. Astoria no iba a estar bien. Ella seguro se iría apagando a poco hasta fallecer, como Ginny. 

Todo lo que pudo hacer fue quedarse con Albus. 

—No puedes hacer más que lo que haces, Al. Mostrarle que estás con él. 

—¿Crees que su papá lo abraza? —Harry no entendió—. Como tú, la abuela, los tíos y tías, cuando mamá estaba enferma, y todos me abrazaban. ¿Crees que alguien lo abraza?

Oh. Las lágrimas de su hijo le dolían el alma. ¿Malfoy abrazaría a su hijo? Si no hubiera visto cómo trató a Vincent, no sabría qué responder. Pero ahora sí. 

—Claro que sí. En este momento, estoy seguro que lo tiene en sus brazos para que no se sienta mal —Albus sonrió y se limpió las lágrimas—. Vi como se preocupa por su hijo, Albus —pero también vio lo enamorado que estaba de su esposa. Había pensado mucho en eso desde su visita a Malfoy Manor.  

—Que bueno —respondió Albus. 

El día que Astoria fallezca, Harry estaba seguro, Scorpius sería la única razón por la que Malfoy seguiría con vida. Él mismo lo vivió en carne propia. 

*** 

Scorpius vio la lechuza irse. Aceleró sus pasos. Su padre tenía una carta en sus manos. 

—¿Es de Albus? —preguntó. Últimamente, las cartas de Albus le alegraban los días. Su padre lo miró con las cejas levantadas.

—¿No llegó una carta suya hace dos días? —preguntó. 

—Sí, y le respondí. Espero su respuesta. ¿Es de él? 

Su padre bajó la mirada a la carta y negó. 

—No, es de… una fan. 

Scorpius retrocedió unos pasos. 

—¿De las buenas o las malas? 

Desde la finalización del año escolar, Scorpius siguió recibiendo cartas por los rumores de que salía con Rose. Al principio, las tomaba él, pero a medida que las semanas pasaron y los rumores contra las personas como su padre tiñeron las portada de los periódicos, las cartas empezaron a teñirse también. Un día, recibió una carta vociferadora que lo maldecía, entonces, sus padres se enteraron de las cartas y desde ese día ninguna llegaba a mano de Scorpius directamente sino que pasaban por la supervisión de su padre. Sería así al menos hasta que regresara a Hogwarts. Para ser honesto, Scorpius no tenía queja.  

—Aún no lo sé —Scorpius vio como empezaba a abrirla y casi se asustó al recordar cuando su abuela quiso ayudar y abrió una y resultó ser atacaba por el sobre—. Bueno, dice que no le gusta tu amiga para ti… que mereces a alguien de sangre pura. Bobadas. El estatus de la gente no importa. Puedes salir con quien quieras, Scorpius, eso tenlo siempre presente.  ¿La quieres?

Scorpius frunció el ceño y negó. La verdad es que las cartas lo animaban un poco, le hacía reír como había gente que se tomaba tan enserio una supuesta relación con Rose. A veces venían consejos que la verdad no entendía pero se reía. En momentos donde su madre estaba pálida y nada ayudaba le veía bien esas cosas. 

Sin embargo, ¿leer algo donde hablaran mal de Rose o sus amigos? No, eso no lo hacía sentirse bien. Una carta, recordó, le aconsejaba dejar a Rose y liarse con Albus ¡En plan romántico! 

Merlín ¿Por qué era difícil creer en la amistad? 

—No. No me gusta cuando hablan mal de alguien. 

—¿Qué quieres que haga con ella? —preguntó su padre. 

—Quemala. 

Su padre asintió y con un movimiento de la varita se quemó. Entonces, lo miró y estiró su brazo, invitándolo a acercarse mientras tomaba asiento en el gran sofá de la sala. 

—Ven, hijo. Tenemos que hablar. 

Scorpius retrocedió otros pasos, asustado de aquella charla. Estaba seguro que sería sobre su madre. 

 —¿Va a morirse? —preguntó, casi sin voz, la tenía atorada detrás de la garganta. Sus ojos ardieron de repente. Su padre suspiró. Iba a morirse—. ¿Por qué? —preguntó. No era justo. No lo era. Su madre era la persona más buena que alguien podía conocer. Era tierna, amable, un sol. 

¿Por qué? 

Había leído el Profeta que encontró en el despacho de su abuelo. Su madre había salido en las noticias, la gente estaba festejando que se moría. Eran crueles. Ellos no la conocían. 

¿Por qué?

Le dolía terriblemente el corazón. ¿Dónde estaban sus amigos?

¿Por qué?

No podía respirar bien. Le dolía el pecho. Le dolía el alma. 

Entonces, los brazos seguros de su padre lo sujetaron y recogió todo aquello que se desperezaba y lo pegaba. Su padre lo estaba abrazando  y se sujetó de él como si eso dependiera para vivir. No podía olvidar lo que su madre le dijo una vez. Lo recordó. Ella le dijo que iba a ser su deber y el de Merlina no dejar que su padre se rompiera cuando ella se fuera. Su padre era frágil aunque no lo pareciera. Lo abrazó fuerte. Él también recogería los pedazos rotos de su padre y los pegaría en su lugar. 

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