
Capítulo tres El corazón de Malfoy
Capítulo tres
El corazón de Malfoy
Scorpius estaba frente a la chimenea de la sala desde que terminó de almorzar. Ese día vestía ropa muggle, una remera blanca y unas simples bermudas que le había obligado a su padre comprarle. Estaba encantado con todo ese tipo de vestimenta. Se había dado cuenta que en Hogwarts era más común de lo que pensaba. Desde ese momento, muy pocas veces sacó su vista de ella. A su lado estaba Mer y su padre, que de vez en cuando había lanzando algún que otro suspiro de frustración y una frase para que se tranquilizara:
—Escucha, Scorpius —o intentó nuevamente—. No sé cómo es Albus, pero creeme, Potter es lo más impuntual que conocerás en la vida.
Okey, por ese comentario valía la pena apartar la mirada de la chimenea. Frunció el ceño mientras inspeccionaba a su padre.
—¿Cómo sabes eso, padre? —preguntó curioso.
— Potter y yo íbamos juntos a Hogwarts ¿Lo has olvidado?
No, Scorpius no lo había olvidado, pero seguía sin entender.
—¿Cómo se relaciona eso a que sepas que el señor Potter es impuntual, padre?
Su padre suspiró, poniendo los ojos en blanco.
—Llegaba tarde a clase con frecuencia —le contó.
Scorpius frunció más el ceño.
—Padre, eso fue hace miles de años —soltó casi sin pensarlo.
Entonces, la risa hermosa de su madre rompió el ambiente. Scorpius la miró. Ella no estaba bien de salud, pero estaba de pie, y escucharla reírse así, divertida, le tocó el corazón. Hasta él mismo rió, aun notando que su padre los miraba avergonzado y un poco, un poquito, enojado. Merlina era la que lo miraba seria. Ella era una fiel defensora de su padre. Scorpius suspiró y su padre volvió a hablar.
—De acuerdo, tienes razón. Roguemos a Merlin y a Morgana que Potter haya cambiado, como yo, para mejor.
Scorpius miró el reloj. Faltaban cinco minutos y volvió a centrar su mirada en la chimenea.
Tres minutos.
Dos minutos.
Un minuto.
Era la hora y aún nada. Scorpius pensó que tal vez su padre tenía razón.
Mierda.
Él acaba de defender al señor Potter en vano.
De repente, antes de que la aguja del reloj avanzara, las llamas de la chimenea se pusieron azul y dos personas salieron por ella. Una, la más pequeña, salió despedida y cayó sobre sus propios pies, tosiendo desenfrenadamente. Alarmado, Scorpius se puso de pie y corrió.
No era Albus.
—¡Thomas! —gritó, sonriendo—. Te dejaron venir.
Thomas, con su cabello castaño ahora todo despeinado, haciéndole competencia al cabello de Albus, siguió tosiendo un rato antes de mirarlo.
—Dijeron —tos—, que era —tos—, grandioso la red flú.
Scorpius no pudo evitar reírse más fuerte. Intentó calmarse mirando a Harry Potter.
——Hola, señor Potter —saludó—. Gracias por acompañar a Thomas a su primer viaje por Red Flú.
El señor Potter sonrió y saludó. Luego, vino la tensión. Scorpius vio a su padre y madre ponerse de pie, acercándose. Merlina también estaba de pie, mirando con aprensión a Thomas. Scorpius se interpuso un poco. Quería mucho a Mer, pero no iba a permitir ese atrevimiento con sus amigos.
—Potter —escuchó saludar a su padre.
—Malfoy.
¿Siempre iban a saludarse así?
Caray, pensó.
Su madre, en cambio, hermosa y admirable, lo saludó con más fluidez.
—Señor Potter, bienvenido a Malfoy Manor, gracias por aceptar nuestra invitación.
Atrás, las llamas volvieron a removerse, callando así la respuesta de Harry Potter. Esta vez, Albus y Rose salieron, cómodos y mirando para todos lados hasta que lo vieron y cantaron.
—Scorpius —se saludaron con entusiasmo para pasar a Thomas, el pobre seguía tosiendo pese a que un elfo le había traído un vaso con agua. Merlina seguía mirándolo con reprobación.
—Mer —susurró finalmente Scorpius—. Ellos son mis amigos —enfatizó. Mer pareció entenderlo porque, pese a que no lo logró por completo, suavizó su mirada—. Thomas, Rose y Albus —los miró—. Ella es mi prima Mer.
Albus parecía realmente intrigado. La miró con curiosidad y simpatía, Mer no suavizó su ceño pero sí su mirada (un poco), al menos le estrechó la mano. Y no hizo ninguna mueca de asco. Scorpius se lo agradeció.
—En media hora llegarán Vincent y Sophie —anunció, olvidándose de los mayores, y sentándose para ponerse al día con algunas cosas. Intentó integrar todo lo que pudo a Mer, explicando y contextualizando cada vez que lo creía neserario cosas del colegio.
Scorpius, mientras conversaban sobre cómo estaba siendo su verano, prestó atención a sus amigos. Albus tenía un corte de cabello, aunque pobre, poco podía hacer. Se le seguía remolineando arriba de forma rebelde. Sus ojos estaban más verdes que nunca y brillantes. Sus anteojos parecían tener un poco más de aumento. Rose, por el contrario, había dejado crecer su cabello, y no estaba tan erizado, lo tenía suelto, con cada rulo bien formado. Lo que sí parecía tener era más pecas. ¿Eso era posible? Miró a ambos primos e intentó imaginarse cómo se vería James Potter ahora. Él tendía a ser más algo, y eso que solo les ganaba por un año. ¿Tendría más pecas también? ¿El azul de sus ojos se habían intensificado como el verde de Albus?
Sacudió la cabeza, alejando a James, y miró a Thomas. Si bien tuvo una entrada desastrosa, Scorpius notó que parecía más cómodo con la magia. No miraba su casa como si fuera extraña como pensó que haría, no tanto como haría mejor dicho. Tal vez estar en casa de la familia Weasley antes de venir le había ayudado. Le habían comentado que La Madriguera no era tan grande, pero la familia había tenido 7 hijos, así que más amplia que una casa común tenía que ser.
Bueno, sabía que los Weasley tuvieron sus problemas de dinero. Su padre le contó una vez que a veces debían comprar cosas de segunda mano para sus hijos, pero que no morían de hambre. Y su casa era suficiente para ellos. Scorpius imaginó que no podía ser muy pequeña. Además, Albus le contaba cómo jugaba al quidditch allí. Honestamente, a él le gustaría conocer el lugar.
***
Draco estaba incómodo. Su hijo, en cuanto se sentó con sus amigos, se olvidó de Astoria y de él.
No sabía qué carajos hacer con Potter. Ambos se miraron un momento hasta que recordó sus modales y lo invitó a sentarse. Incómodo, subió un poco el cuello de su túnica. Miró a Potter, remera manga corta. Había hecho bien en sacar los hechizos que enfriaban la casa y dejar uno mediano. El tema es que él, con su túnica mangas largas ajustada, preparada especialmente, pasaba calor.
¿Por qué no se echó el mismo un hechizo en la túnica? Tal vez más tarde, por ahora, sería capaz de soportar el maldito calor.
—No creo que los chicos se muevan hasta que lleguen Vincent y Sophie, los hijos de Goyle —aclaró, por las dudas. Potter asintió. A su lado, Astoria le miró con las cejas divertidas.
Genial, su mujer ahora se divertía con su incomodidad. Pero lo salvó.
—Señor Potter ¿podemos ofrecerle algo de beber?
—No, está bien. Por ahora nada. Gracias.
—Bien.
Silencio.
Draco miró a Astoria y esta no pudo más y se largó a reír otra vez.
—Lo siento —se excusó—. Es que… es tan incómodo que es divertido —se aclaró la garganta—. Oh, hay algo que me gustaría decirle, señor Potter. Gracias —Potter la miró con los ojos fuera de órbita. Draco también—. Gracias por intentar calmar la furia desmedida de las personas.
—Ah, eso —balbuceó Potter. En serio, se cuestionó Draco ¿Le era muy difícil hilar palabras?—. Me gustaría poder hacer más. Sé que se les está complicando salir de casa.
Astoria asintió y Draco lo hizo distraídamente. Se sintió, de repente, con la necesidad de decir algo.
—Es cierto. Y algunos negocios han prohibido nuestra entrada, pero… siempre podría ser peor —dijo. Sintió la mirada Astoria en él. Ella tal vez no quería imaginar cómo podría ser peor. Él tampoco quería, pero podía—. Oh —agregó, agradecido en cuanto los mellizos aparecieron por la chimenea.
Al menos no se quedarían allí en la sala, afuera tal vez fuera más fácil distraerse de la tensión e incomodidad entre ellos pensó, mientras Vincent y Sophie saludaban a Harry Potter y corrían a encontrarse con los demás sobre el suelo.
***
Harry no pudo no mirar a su hijo Albus. La luz que irradiaba sus ojos verdes era una que no había visto hasta ahora. Estaba más allá de la felicidad común. Respiró hondo, viendo como era ignorado por los pequeños y se formaba ese ambiente tenso con Draco. Astoria estaba siendo amable, haciendo de mediadora. A Harry le permitía sentirse un poco mejor.
Intentando pasar la incomodidad, siguió observando a su hijo. Notó algo más, Rose también tenía otro tinte. Supuso que no debería de sorprenderlo lo que veía, dos Goyle, un Malfoy, un Weasley, un Zabini, un descendiente de Squib, y un Potter, todos amigos. Pero lo sorprendía. Especialmente cuando intentaba imaginarse a él alrededor de esos apellidos y Hermione.
Jamás hubiera pasado. Ni siquiera sabía si pasaría ahora de adultos. Ok, tal vez Malfoy no llamaría a Hermione sangre sucia. Aun así… Miró a Malfoy y cruzaron miradas. Parecía igual de incómodo que él. Entonces, los chicos empezaron a moverse.
—Padre —habló Scorpius—. ¿Podemos ir a los jardines?
—Claro —respondió Malfoy, poniéndose de pie. Lo miró pero Harry no hizo ademán de moverse, por lo que miró a su hijo otra vez—. Vayan yendo, en un momento —le echó otra mirada—, los alcanzamos.
Harry notó la mirada curiosa de su hijo y trató de tranquilizarlo sacudiendo la mano en su dirección, indicando que podía irse.
—Yo iré con ellos —anunció Astoria. Harry le agradeció—. Vamos chicos, chicas —Harry notó muy satisfecha a su ahijada Rose.
En cuanto todos se perdieron de vista, Malfoy suspiró.
—¿Qué sucede, Potter?
¿Qué sucedía? La verdad era que no sucedía nada. Él solo quería que su hijo no pensara que desconfiaba de los Malfoy y por eso se quedaba. Estaba allí más por la familia que por él. Molly se había mostrado algo acalorada. No por Scorpius. Sino por… Harry arrugó el ceño. Tal vez encontrara algo que preguntar.
—No sucede nada, Malfoy. Solo quería preguntarte… ¿Lucius y Nassica?
Malfoy elevó sus cejas al cielo en respuesta al tuteo. Harry se encogió de hombros.
—Los modales y el respeto son algo fuera de tu alcance, Potter —dijo, pero enseguida pareció arrepentirse porque se apresuró a agregar—: No se encuentran en este momento. Espero no quieras saber por qué, porque eso no te lo diré —¿Malfoy no entendía que ahora quería saber? Maldición. Estaba siendo un crío—. ¿Eso es todo, Potter?
Harry consideró que le había cedido tiempo suficiente a su hijo para que entendiera que tenía confianza en la familia de su amigo y asintió.
—Sí, vamos.
Estaban caminando, lo más lejos posible uno del otro, cuando Malfoy dijo algo, otra vez, que lo dejó desconcertado.
—Gracias.
Abrió y cerró la boca varias veces, buscando qué responder, pero lo que se le ocurría le parecía estupido.
—¿Por qué?
—¿Acaso de verdad crees que soy estupido o tu muy inteligente? Es obvio que estabas dando a mi familia un voto de confianza dejando que los chicos fueran solos sin tu supervisión. La única razón por la que Astoria fue con ellos es que sabe que Merlina se aburrirá pronto, en cuanto Scorpius vaya por las escobas.
Oh. Pronto Harry entendió que no era tan buen actor. Estaban doblando ya un pasillo cuando vieron a Vincent sentado en una banca rara de lo alta que era, hamacando sus pies que no alcanzaban el suelo.
—¿Vincent? —escuchó preguntar a Draco, adelantándose—. ¿Qué haces aquí?
El niño, que tenía el cabello un poco más largo que hace unas semanas, una cara redonda y era más ancho que el promedio pero macizo, no respondió. Sino que lo miró a él antes de agachar la mirada. Harry entendió que no pensaba dejar salir sus inquietudes con él presente. Harry sintió por un momento como si la situación fuera a la inversa de lo habitual, usualmente él era producto de confianza, la gente moría por contarle sus problemas y recibir un consejo del Chico que vivió. Al parecer, con estos niños no era así. Se mordió los labios y avanzó unos pasos.
—Yo… —dijo, algo inseguro, aun extrañado por esta situación—, me iré adelantando si no es problema.
Draco ni se molestó en responder, solo lo miró hasta que se perdió detrás del siguiente pasillo, y no le quitó la mirada por un largo rato. De acuerdo, Harry no se perdió, se escondió detrás de un pedazo de muro que sobresalía de la pared. ¿Por qué? Simple curiosidad. No acostumbraba a quedar fuera de esa forma y tal vez, estar en Malfoy Manor, con su ¿como había dicho su hijo? enemigo de toda la vida, lo hacía actuar casi, casi no del todo, como un adolescente. Estaba claro que Malfoy sabía que estaba allí, pero no se arriesgó a perder la atención de Vincent y escuchó su suspiro que indicaba que se daba por vencido con él.
—Vincent, Potter acaba de irse… —La voz de Malfoy era la misma, arrastrada, resignada, frustrada porque no acababa de irse, pero luego, la cambió. Su tono se suavizó y pareció… Harry iba a matarse pero las palabras que pensó fueron: amigable, empático—. ¿Te gustaría contarme qué sucede? ¿Te han hecho sentir mal?
—No, es decir, sí, pero no —Vincent parecía contrariado. Harry pensó que tal vez, ya que en físico no se parecía a Goyle, mentalmente sí, entonces—: Es algo que dijo Rose. Pero ella no sabe que me lastimó, creo que no se dio cuenta de sus palabras… el poder de sus palabras —aclaró.
Vincent tenía habla. Su padre, recordó Harry, no era capaz de decir dos palabras seguidas. Merlín, ya estaba como la gente, humillando mentalmente a alguien. Se reprendió y escuchó al niño.
—Cuando terminamos Hogwarts, Scorp dijo que Rose y yo podíamos formar el club de los que estudian. No por las notas, ella me deja bajo tierra, pero estudié mucho por las mías, tío Draco. Yo me sentí feliz, pero Rose se ofendió. Scorp no lo decía por las notas, pero ella lo tomó así. Me hizo sentir que nunca podré alcanzar nada, no importa cuánto me esfuerce… —la voz de Vincent empezó a temblar—. En el Profeta se siguen riendo de mi padre… ¿Es así, tío Draco? ¿No importa lo mucho que me esfuerce?
¡Oh, Merlín! Estaba claro que Vincent estaba llorando. ¿Y si salía de su escondite? ¿Y si buscaba a Rose y le decía que fuera ya mismo a disculparse? Él mismo tendría que dar un buen sermón, segundos atrás estaba riéndose de Goyle.
La voz serena de Malfoy, a un nivel que jamás creyó y que le erizó los vellos del cuerpo y tocó su corazón, lo sorprendió rompiendo la línea de sus pensamientos.
—Escucha, Vincent, como dices, Rose es tu amiga, ella no se ha dado cuenta de cómo te sientes, así que dudo mucho que su mensaje sea ese. Y si de verdad piensa eso, cosa que dudo porque… —carraspeó—, es una Granger-Weasley y su madre jamás la dejaría pensar de esa forma, pero si llegase a ser ese su pensamiento, se equivoca, Vincent. Por supuesto que importa cuánto te esfuerzas, por supuesto que serás recompensado por ello. Ahora, en serio, límpiate esas lágrimas. Mira si uno de tus padres aparece de repente y te ve así, me lanzarán una maldición.
Vincent se rió y Harry escuchó el ruido de sus manos limpiándose la cara.
—Gracias, tío Draco. Eres el mejor. Y por eso no se los dije a mis padres, ellos habrían querido hacerle algo a Rose, y ella es amiga de Sophie y mía.
Harry se preocupó cuando empezó a escuchar los pasos acercándose rápido a su dirección. Como pudo, se adelantó y logró salir antes de que la figura de Vincent lo hiciera. Miró a la distancia, intentando parecer normal, como si estuviera ahí hace rato, y no como realmente estaba, atacado por el fuerte sol y cegado por la luz de la tarde. A lo lejos, escuchó a Scorpius.
—¡Por fin vienes, Vincent! No podíamos empezar una partida de Quidditch sin ti, las chicas no quieren volar.
Escuchó a Albus.
—Rose ni siquiera puede subirse a la escoba sin gritar.
—¡Callate!
Cuando Malfoy estuvo a su lado le dedicó una mirada. No había una pizca de vergüenza, sin embargo:
—¿Nunca te vas a cansar de escuchar a escondidas? Pensé que habías crecido. Scorpius mismo me reprendió hoy por pensar que eras el mismo que en nuestros días de colegio, Potter.
Y así fue él el que terminó sintiendo vergüenza.