El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy

Harry Potter - J. K. Rowling
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El Legado de Potter #2: La maldición de los Malfoy
Summary
Una mujer lidera un grupo en contra del Ministro y en contra de los mortífagos, en especial de Draco Malfoy. Más y más gente se suma a este nuevo movimiento. Harry, Hermione y Ron hacen lo que pueden para emprender el lema “Basta de odio”.En medio de toda esta guerra política, Scorpius, Albus y Rose empiezan su segundo año en Hogwarts,James Sirius Potter, que empieza su tercer año, sigue confundido respecto a Scorpius Malfoy. ¿Es tan bueno como su hermano dice? ¿O solo aparenta serlo? Se dicen tantas cosas en los medios y el colegio, que no sabé qué hacer para saber la verdad.
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Prólogo

Prólogo 

La maldición a los Malfoy

Scorpius se encontraba sentado frente  a la chimenea de la sala de reuniones familiares de Malfoy Manor. Jugaba con Merlina mientras sus abuelos y sus padres conversaban de negocios. A Scorpius esas charlas le resultaban aburridas pese a que su abuelo solía decirle que era tiempo de que les prestara atención porque algún día él heredaría todos los negocios de los Malfoy, pero él era un niño de tan solo nueve años que entendía poco de esas cosas. Su padre solía decirle que no escuchara mucho a su abuelo y él tomó su palabra, por lo que se concentró más en su prima.

Hacía un año que Merlina Zabini estaba con ellos porque unos hombres terribles habían matado a sus padres frente a sus ojos. Scorpius no era capaz de imaginar lo horrible que debe haber sido eso. A veces, él quería preguntarle a su prima al respecto, pero se le había advertido que no. 

—Merlina está en estado de shock aún y no habla de eso —le decía su madre.

Scorpius al principio pensaba que le mentían, porque para él Merlina estaba lejos de estar en estado de shock. Ella tenía una malicia que él no tenía. ¿Cómo podía estar en shock? él lo sabía bien, lo aprendió medio año después de ella estuvo con ellos,  esa vez cuando Scorpius no encontraba su escoba y Merlina sin una pizca de piedad le dijo que estaba afuera, rota en cinco pedazos, agregando:

—Era una escoba para bebés. Tienes nueve años, madura de una vez. 

Definitivamente Merlina no podía estar en shock. Aunque, cuando pensaba en eso, podía notar algo. Merlina no sonreía. No desde que estaba con ellos.  

Tal vez sí estuviera en shock después de todo. Tal vez le costaba sonreír, tal vez sólo le costará sacar sus emociones por lo que vivió. En ese momento, decidió que la quería más que nunca, la protegería siempre, estaría a su lado hasta que pudiera sonreír y sacar algo más que odio y maldad. 

Fueron muy pocos sus avances. Aunque hoy, jugando juntos, Merlina se abrió poco a poco. Bueno, hablaba más, hacía algunas bromas, usaba  mucho algo que se llamaba sarcasmo y de lo que su abuela Narcissa salía burlarse porque era muy Malfoy y no tan Greengrass o Zabini. 

Esta noche estaban muy atentos a ella porque se acercaba el aniversario de la muerte de los Zabini. Scorpius también iba a estar pendiente de ella. 

Seguían jugando cuando su abuelo Lucius y su abuela Narcissa se levantaron y se despidieron. Scorpius recordó que tenían una reunión con algunas familias importantes, los había escuchado decir mucho esa semana. 

—Adiós, abuela —dijo él—, adiós abuelo —los vio salir. Seguro se irían por aparición. Los adultos usaban la aparición para ir de una casa a otra. Scorpius ya quisiera tener la edad para eso, pero él iría cuando quisiera al callejón diagon. Allí había una casa de helados muy buena a la que su padre le prohibía ir. Se encogió de hombros y siguió jugando con Merlina. 

—¿A qué lugares te gustaría ir cuando aprendas la aparición, Mer? —preguntó interesado.

—¿Por qué querría ir a algún lugar? —le respondió Merlina con voz monótona. Scorpius respiró hondo y siguió jugando. 

—No eres divertida. 

Tan concentrados estaban jugando que la turbulencia en el ambiente casi le es desapercibida sino fuera porque su padre, Draco Malfoy, se puso de pie. 

—Astoria —le escuchó decir. Scorpius levantó la vista de inmediato, alertado por el tono de su voz. 

Su madre, que vestía una túnica turquesa esa noche,  corrió a ellos y ayudó a ponerse de pie a Merlina. 

—Vamos, chicos. Vamos, hay que ir a sus habitaciones. Vamos —los apremió. De repente, se sintió un fuerte impacto que destruyó las ventanas de Malfoy Manor. 

—¿Qué sucede, madre? —preguntó Scorpius, sintiendo su mano cerrándose fuerte sobre la suya, arrastrándolo ya por las escaleras. De fondo, escuchó la voz de su padre. 

—¿Quienes son? ¿Cómo han entrado a mi propiedad?

¡BUM! 

Algo explotó y se rompió. El destello de algo violeta atravesó la sala. Scorpius lo vio por el rabillo de los ojos. No pudo ver más nada. Ya estaban en el segundo piso, siendo arrastrados por el pasillo. Su madre se detuvo en su habitación y entró con Merlina y él. 

—Quédense aquí. No salgan. No importa nada. No salgan —les dijo demasiado seria. Acto seguido, llamó a sus tres elfos—. ¡Prim, Tod, Grip! —Plop, plop, plop—. Cuiden a los niños. Nadie debe salir ni entrar, ¿entendido?

—Entendido, ama —respondieron los tres elfos. 

Su madre desapareció cerrando la puerta. Hubo algo que su madre no hizo. No lanzó un hechizo para protegerlos del sonido. Scorpius pensó que era porque estaba apurada, más tarde entendió que su padre estaba en aprietos y ella debió irse de inmediato. En ese entonces, Scorpius sólo sabía que le parecía un horror escuchar las explosiones y gritos de rabia en la planta baja. Se oían lejanas, pero se oían. Algunas más que otras.

Estaba muy asustado. Extraños habían entrado a su casa. Él sabía lo que significaba que las barreras saltarán, peor, que las burlaran. Su padre siempre decía que sus barreras eran impenetrables. 

Scorpius, sin embargo, no podía permitirse tener miedo. Estaban los elfos para cuidarlos, y estaba Merlina.  para cuidar. La niña estaba hecha una bolita sobre la cama. Scorpius se tragó el miedo como pudo y se acercó para sentarse a su lado y la arrolló en sus brazos. 

—Están bien. Padre es un mago fuerte. El mago más fuerte.

—Mi padre era el mago más fuerte, Scorpius. Y está muerto. 

Scorpius la ignoró y la abrazó más fuerte. Ella no temblaba. Él sí. ¿Si le hacían algo a su madre y a su padre? ¿Qué podrían hacerle a ellos? ¿Y a Merlina?

Un  grito volvió a alzarse. No. Era más bien una risa macabra que heló cada hebra de su ser. Entonces, escuchó lo que decía de forma clara, era la voz de un hombre. 

—¡Yo te maldigo Draco Malfoy, a ti y a toda tu familia!

Prim desapareció. Scorpius supo que la habían llamado. Tod y Grip le dijeron que no podían dejarlos salir, pero tampoco dejarían entrara  a nadie y les dio ánimo:

—Los amitos no deben tener miedo. Grip y Tod protegerán al amito y amita con su vida —les dijo Tod

—Así es, amitos, no tengan miedo —aseguró Grip. 

Era fácil para los elfos decir eso, era muy difícil para Scorpius no temblar. Scorpius no supo cuánto tiempo pasó, para él fue una eternidad, hasta que alguien abrió la puerta, dejando ver a su abuela Narcissa. Había regresado.

—¡Abuela! —Scorpius no quería soltar a Merlina, por lo que agradeció cuando su abuela se acercó—. ¿Y padre? —No está seguro cómo logró hacer aquella pregunta sin que su voz temblara. 

—Él está bien. ¿Ustedes? 

—Estamos bien —respondió. 

Narcisa giró para ver a los elfos. 

—Tod, Grip, los necesitan abajo. Yo me quedaré con mi nieto y nieta. 

Los elfos desaparecieron. Su abuela no los dejó salir de la habitación. Scorpius no volvió a oír nada y sospechó que ahora la puerta tenía un hechizo de silencio. Además, su abuela estaba pálida. Algo no estaba bien aunque le hubiera dicho que sí. El miedo en su pecho empezó a sentirse pesado. De repente, la puerta volvió abrirse y fue como si el mundo tuviera sonido de nuevo junto a la imagen de Astoria. 

—¡Madre! —Scorpius, por primera vez, se alejó de Merlina y corrió a los brazos de su mamá—. La abuela dice que padre está bien, ¿es verdad? —ya no podía ocultar el miedo que sentía, sus lágrimas dejaban un río en sus mejillas. Los brazos de su madre lo apretaron fuerte. 

—Oh, tesoro. Draco estará bien. No tengas miedo. Tu padre es más fuerte de lo que todos creen. 

Detrás de su madre, Scorpius vio una mujer joven de cabello castaño y muy seria. Traía una túnica verde clara. 

Una sanadora. 

Y lo supo. Su padre estaba herido. Pero su madre tenía razón, su padre como un Malfoy, era fuerte. Estaría bien. 

A Scorpius y a Merlina aquella noche le prohibieron salir de aquella habitación hasta el día siguiente. Le permitieron ver a Draco Malfoy hasta una semana después de ese día, pero no podían abrazarlo, lo tenían terminantemente prohibido. Su padre estaba en cama, el cuerpo cuidadosamente tapado mientras estaban ellos allí. Les sonría, pero Scorpius lo sabía, solo estaba aparentando ser fuerte por ellos. 

Aunque su padre bromeara, intentara aplicar eso llamado sarcasmo , él podía ver que su padre muchas veces reía de mentira. 

Hasta la fecha, su padre solo usaba a veces, en los días de más calor, remeras con mangas cortas, y sólo en casa. Pero desde entonces, nunca jamás volvió a mostrar sus brazos. Ni cuando fueron capaces de abrazarlo nuevamente. 

—Madre —preguntó un día, sabiendo que habían dañado a su padre, entendiéndolo de alguna manera—. Los aurores  van a encontrar a quienes hirieron a padre, ¿verdad?

Su abuelo, que estaba allí y escuchó su pregunta, se rió como si acabara de decir el chiste más gracioso de todos. 

—No empieces a hacer bromas, Scorpius —le dijo—. Esos no moverían un pelo para saber quién le hizo esto a mi hijo. 

—Pero ellos deben ¿no? ¿no arrestan a los malos? —miró a su mamá—. ¿Madre?

Su madre, opuesta a la reacción de su abuelo, le acarició el rostro y le sonrió. 

—Sí, ese es el trabajo de los aurores, hijo. Arrestan a los malos, pero tu padre no quiere decirle a los aurores lo que ha pasado. Y tú tampoco deberías mencionar jamás lo que has visto. 

Scorpius no lo entendió. 

—¿Por qué? —quiso saber.

—Tu padre no quiere salir en los diarios, Scorpius. No quiere que nadie se sienta mal por él. Ha pedido exclusivamente lo que pasó, no se menciona jamás a nadie. ¿Puedes hacer eso por papá? ¿Quieres verlo triste por desobedecer? 

—No, pero —

Su abuelo volvió a interrumpir, esta vez con una expresión feroz, de esas a las que Scorpius temía. Su padre no se parecía en nada a su abuelo. Él nunca lo miraría así, ni a Merlina. 

—¡Sólo obedece! —le gritó. 

Scorpius tembló. Su madre, enderezandose, se enfrentó a él. 

—Te recuerdo, Lucius, que Scorpius es hijo de Draco y mío. Y solo nosotros podemos hablarle de esa manera. 

Scorpius se mordió los labios. Tal vez no debería decir más nada. No quería que pelearan por su culpa. A veces era así. Sus abuelos no se llevaban bien del todo con sus padres. Tiró de la túnica de su mamá. 

—Está bien, madre. No diré nada. Nunca. Lo prometo. Seré un niño bueno. 

Y nunca  habló de eso, pero siempre lo supo, y cuando cumplió los diez, lo entendió un poco más. No sólo porque podía comprenderlo mejor, sino también porque su padre empezó a enseñarle cosas, a Merlina y a él. Su madre también. Sabía que el mundo mágico los despreciaba. Pero ahora que tiene doce, lo entiende casi completamente. El mundo mágico odiaba a los Malfoy. Y aquella fatídicamente cuando tenía nueve, alguien había maldecido a su padre y a toda su familia. 

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